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Archive for the ‘Los desvíos’ Category

La prueba


[NOTA 1: Quiero dedicarle este capítulo a María Victoria y María Claudia, dos lectoras que cumplieron años recientemente. Y a todos aquellos de quienes me haya podido olvidar.

NOTA 2: Me alegra informarles que con este capítulo por fin concluye la segunda parte del fanfic, Los desvíos, y comienza La guerra de las perlas. Realmente lamento no poder mostrarles los detalles del entrenamiento que los chicos recibirán en Durmstrang, pero la imaginación tiene sus límites. El próximo capítulo trascurrirá tras un salto temporal de algunos años.]

La capucha fue retirada bruscamente de su cabeza, haciendo a Agamenón Lestrange parpadear repetidamente para acostumbrarse al cambio de luz (pese a que ese cambio significó apenas pasar de la oscuridad total de la capucha a la semioscuridad del cuarto donde lo tenían). Le habían atado las manos y piernas, y lo habían dejado en el rincón más alejado de la puerta de la habitación.

-Hola, Agamenón -dijo la misma voz de la persona que lo había Aturdido-. Me alegra ver que no te heriste en la caída.

-¿Quién eres? ¿Qué me has hecho? -preguntó, divisando la silueta del dueño de esa voz y entrecerrando los ojos para verlo mejor.

-Tan solo Aturdirte y traerte hasta aquí. No has sufrido ningún daño.

-Dijiste “No has sufrido” en lugar de “no sufrirás” -observó Agamenón con mordacidad.

-Bueno, eso depende enteramente de ti -replicó el hombre, dando un paso al frente y dejando que la luz de la única vela encendida alumbrase su cara.

-¡Crabbe! -exclamó Agamenón al reconocerlo- ¿Cómo te atreviste a hacerme esto?

-¡¿“Atreverme”?! ¡¿“Atreverme”?! ¡Me parece que necesitas que te enseñen buenos modales, muchachito! ¡Crucio!

Agamenón había entrenado con Albus para soportar las Maldiciones Imperdonables (con la obvia excepción de la Asesina), pero lo repentino del ataque de Crabbe le impidió prepararse para el dolor, con lo cual este fue más intenso.

-Espero que esto te haya servido de lección, Agamenón. No tolero que me falten el respeto -dijo Crabbe.

-¿Por qué me… trajo aquí? -preguntó Agamenón con el tono menos agresivo que pudo y omitiendo la espinosa palabra “secuestro”.

-Te he traído aquí porque quiero hacerte una oferta que te resultará muy interesante, mi querido muchacho -dijo Nicholas, satisfecho por el cambio de actitud de Agamenón.

-¿De qué se trata?

-He estado leyéndote la mente, mientras dormías. Nunca fui un Legeremántico tan bueno como Severus, pero no hace falta ser muy capaz para darse cuenta de que tienes sentimientos muy fuertes por Lily Potter… y me refiero, claro está, a la hija de Harry, no a su madre, la sangre impura.

-¡Si la lastimas…! -rugió Agamenón, olvidándose por un momento de su objetivo de no enfurecer a Crabbe inútilmente.

-No pienso tocarle uno solo de sus cabellos. El que me interesa es su hermano.

-¿Albus?

-Exacto.

-¿Qué vas a hacerle?

-¿Yo? Nada. Tú lo harás.

-Estás completamente loco.

-Agamenón, si bien comprendo que Lily Potter te guste, lo que no alcanzo a entender es por qué sientes aprecio por los otros miembros de su familia. Harry Potter es responsable de que tú seas huérfano. Albus Potter es responsable de que tú te veas separado de Lily, de que hayas acabado en el exilio, como tu padre. Él, y nadie más que él, es quien te mantiene lejos de tu país y de la persona que amas.

“Yo te ofrezco una solución. Mátalo y vete del castillo. Así pondrás fin a la guerra con Servilia Crouch antes de que esta siquiera comience. Salvarás cientos de vidas, y podrás vivir el resto de la tuya junto a tu amada. Yo diría que es un buen plan, ¿no crees? ¿Qué prefieres, pasar solo Merlín sabe cuántos años congelándote en este castillo y entrenándote para una guerra que quizá jamás tenga lugar, o en la que probablemente terminarás en el bando perdedor, o volver a ser el heredero de una familia mágica antigua y rica? ¿Piensas que apoyando a Potter en sus planes ridículos restaurarás el honor de los Lestrange? No, Agamenón. Lo que más te conviene es librarte, y librar al mundo, de Albus Potter. Hazlo, y serás un héroe.

“Puede que te preguntes cómo matarás a Potter siendo él un mago tan poderoso para su edad -añadió Crabbe-. Bien, la respuesta es simple: eres su amigo. Eres parte de su círculo más íntimo. Si alguien puede echarle unas gotas de veneno en su bebida, ese alguien eres tú. Él jamás desconfiará de ti, su principal preocupación ahora somos mis amigos y yo.

-No -dijo Agamenón, que durante todo ese rato había escuchado a Crabbe, enfadándose cada vez más a medida que él iba desarrollando su oferta.

-Quizá desees algún incentivo para lo que estás por hacer. Tengo dinero, Agamenón. Mi fortuna es casi el doble de grande que la de tu padre, porque mi amigo Lucius me aconsejó depositarla en una cuenta en el extranjero en 1994, cuando Barty Crouch hijo hizo aparecer la Marca Tenebrosa en el Mundial de Quidditch. Entonces supimos que el regreso del Señor de las Tinieblas era inminente, y decidimos precavernos para la peor de las posibilidades, o sea que él perdiese otra vez. Tenía la esperanza de que esa fortuna terminaría en manos de mi hijo, pero como sabes él murió. Puedo dártela a ti. Al fin y al cabo, no la necesito en Durmstrang. Puedo nombrarte heredero de todos mis bienes. Con tu fortuna y la mía combinadas, serás al menos tan rico como los Malfoy.

Agamenón guardó silencio por un rato, sabiendo que lo que estaba por decir probablemente le costaría la vida. Era conciente de que este era un momento decisivo, y estaba dispuesto a afrontarlo honorablemente. Moriría, pero con su honra intacta.

-Escúchame bien, viejo hijo de puta -dijo orgullosamente-. Yo no traiciono a mis ideales. ¿Crees que me vine con Albus a este castillo porque quiero estar en el lado ganador de esta guerra? Ni siquiera lo hice porque Albus sea mi amigo. Lo es, y lo quiero mucho, pero no elegí ayudarlo por eso. Elegí ayudarlo porque Servilia Crouch es una asesina, una ladrona, una mentirosa y una traidora, y porque su gobierno es nefasto para nuestra comunidad. Derrocarla es lo correcto. Y si piensas siquiera por un momento que yo cambiaré de opinión por dinero o por una mujer, entonces eres todavía más tonto de lo que pensaba, Nicholas Crabbe.

-¡No mereces llevar el apellido Lestrange! -gritó Crabbe, acercando su cara a la de Agamenón como si quisiera morderla- ¡No solo eres un tonto, sino también un traidor a la sangre!

-¡Mi padre y mis tíos eran los verdaderos traidores a la sangre! -gritó Agamenón, tan encolerizado como Crabbe- ¡Ellos son los que hundieron el apellido Lestrange en el barro y la sangre y me dejaron a mí la tarea de limpiarlo! ¡Y no tengo intenciones de mancharlo de vuelta, loco de mierda!

-¡Entonces morirás! ¿Y quieres saber lo más gracioso? ¡Usaré tu cadáver para matar a Potter! ¡Te convertiré en un Inferius y te lanzaré contra Potter! ¡Aún si el intento fracasa, me divertiré viendo cómo tu cuerpo es destruido por tus propios amigos!

-¡Haz lo que quieras! -gritó Agamenón- ¡Mátame si quieres! ¡Tarde o temprano mis amigos sabrán la verdad, y entonces lo que te hará Albus será mil veces peor que lo que tú me tienes preparado, Crabbe! ¡HAZLO!

Nicholas levantó su varita hacia Agamenón. Tenía los amarillentos dientes apretados, y un poco de espuma en la comisura de los labios. Era la imagen del descontrol.

Avada

¡BAM!

El sonido de las cerraduras de la puerta siendo destruidas fue estruendoso. Nicholas se volvió hacia la puerta y lanzó su Maldición Asesina, pero no alcanzó a la persona que había irrumpido en la habitación, pues esta entró dando un salto y rodando por el suelo, sabiendo que el captor de Agamenón apuntaría más alto.

Desmaius! -gritó Albus, apuntando directamente a Crabbe, pero este empleó inmediatamente un Protego. Agamenón vio como el hechizo de su amigo rebotaba en el encantamiento escudo de Crabbe y se dirigía directamente hacia él…

***

El segundo despertar de Agamenón fue mucho menos desagradable. Albus lo sacó de su desmayo mediante un Enervate y el chico se encontró con que ya no estaba encadenado, sino sentado en un cómodo sillón.

-¡Albus! ¿Estás bien?

-Sí, no tengo ni un rasguño. Que es más de lo que puede decir él -añadió, señalando con la cabeza a Nicholas Crabbe, tendido cuan largo era en el piso y atado con las mismas cadenas que habían aprisionado a Agamenón. A diferencia de su antiguo rehén, el ex Mortífago estaba silenciado mágicamente, pero trataba de gritarles en todo momento.

-Quiero matarlo -dijo Agamenón, mirándolo con odio.

-Pues para eso estamos aquí, amigo. Mira a tu alrededor.

Pasmado, Agamenón comprobó que ya no estaban en la habitación pequeña, con una sola puerta y sin ventanas donde Crabbe lo había tenido prisionero, sino en otra habitación, circular, con dos ventanitas que dejaban entrar la luz de la luna. Había dos puertas.

-Estamos en una de las torres del castillo, Agamenón. Crabbe te había llevado a las mazmorras, que son mucho más grandes y profundas aquí que en Hogwarts, lo cual no es raro considerando cómo construyeron este lugar. No tienes idea de lo difícil que fue encontrarlos.

-¿Cuánto tiempo estuve en manos de Crabbe?

-Diez horas, aproximadamente. Valerie y yo decidimos no decirle a Von Papen que habías desaparecido, porque creíamos que seguías en Durmstrang y que si se realizaba una búsqueda demasiado masiva el secuestrador se pondría nervioso y te mataría.

-¿Y ella no sabe nada?

-No.

-¿Vas a decirle?

-No si tú quieres.

-Lo quiero muerto, Al.

-Entonces morirá. Llevémoslo afuera.

Agamenón se puso de pie y utilizó la varita que le devolvió Albus para hacer levitar a Crabbe, mientras Al abría la puerta que llevaba al amplio balcón de la torre. El viento helado golpeaba sus rostros, y desde donde estaban podían ver un auténtico mar vegetal formado por las copas de los árboles del bosque e iluminado por la luna.

-Desde este lugar del castillo -dijo Albus-, Crabbe caerá directamente en el foso de los cocodrilos.

-¿Lo harás tú? -dijo Agamenón.

-Por supuesto que no -dijo Albus, mirándolo con sorpresa.

-¿Por qué? -dijo Agamenón.

-Porque tú fuiste su víctima. Él quiso ponerte en mi contra, y cuando no le hiciste caso, amenazó con matarte, y luego hacerte algo aún peor. Yo diría que si alguien tiene derecho a matarlo, eres tú. Petrificus totalus -añadió, apuntando a Crabbe con su varita y haciendo que sus forcejeos terminasen. Acto seguido, lo liberó de las cadenas.

Agamenón miró a Crabbe, inseguro de lo que debía hacer. Por un lado, sentía que matar a un hombre desarmado e indefenso era incorrecto. Pero dentro suyo había algo que quería verlo caer al vacío, y a las fauces de los cocodrilos. Algo que había sido herido en su orgullo por el ofrecimiento de Crabbe. Ese ex Mortífago lo había considerado como un posible cómplice en su plan contra Albus, como un secuaz, como un igual. Al tratar de volverlo contra su amigo lo había insultado, y ahora debía pagar. Pese a que no podía hablar ni moverse, los ojos de Crabbe seguían mostrando la mayor de las aversiones, lo cual no contribuía a hacerle sentir compasión por él.

El chico levantó la varita y la apuntó al pecho de Crabbe. Su último pensamiento coherente antes de pronunciar el hechizo fue un “Qué frío”, causado por el aire congelado que entró por la manga de su abrigo al colocar su brazo en posición horizontal, y que recorrió toda la extremidad hasta llegar a su axila.

Y de pronto, Nicholas Crabbe cayó. Fue tan fácil que por un instante creyó que se había tratado de una ilusión óptica y que el mago seguía frente a él. Pero no, Crabbe había caído. O más bien, había sido empujado hacia atrás por el Impedimenta que le había lanzado. Agamenón corrió hacia la baranda, justo a tiempo para ver cómo su cuerpo llegaba a las aguas del foso. Y pudo ver los lomos de los cocodrilos arremolinándose alrededor de donde había caído el viejo. Pero lo que realmente lo espantó fue la falta de gritos de su parte. Olvidando que Albus le había impedido emitir cualquier sonido por medio de un Silencio, se preguntó si los cocodrilos le habrían arrancado la cabeza apenas cayó al agua. Fue entonces cuando vomitó.

Afortunadamente, al no haber comido nada desde la noche anterior, no tenía demasiado en su estómago. Albus no solamente lo tomó de los hombros y lo ayudó a entrar a la torre y sentarse de nuevo en el sillón, sino que tuvo la delicadeza de mirar hacia otro lado cuando su amigo se puso a sollozar.

***

Una vez que hubo llevado a la cama a Agamenón, dejándolo al cuidado de Louis Rosier, Albus abandonó la habitación de sus amigos, pero no para volver a la suya. En vez de eso, se dirigió hacia un pasillo ubicado en el otro extremo del castillo, cuidándose de permanecer siempre oculto bajo la Capa de Invisibilidad.

Golpeó suavemente una de las puertas, y un anciano calvo y delgado le abrió. Sin sorprenderse de no ver a nadie en el pasillo, dejó la puerta abierta el tiempo suficiente como para permitirle entrar. Solo en la privacidad de esa habitación, Albus se descubrió.

-Debo felicitarte, Justinian -dijo, tendiéndole la mano a Nott-. Tu actuación fue brillante. Que Merlín bendiga a la Poción Multijugos.

-¿Lo hizo? -preguntó Valerie Rosier, que estaba sentada en uno de los sillones.

-Claro, amor -dijo Albus, sentándose en el sillón de al lado-. ¿Alguien preguntó por Crabbe o por Agamenón?

-Por Crabbe, nadie. Por Agamenón, algunos de los chicos, pero le dije que tú y él estaban entrenando en las mazmorras.

-¿Qué les dirán acerca de Crabbe a ellos? -preguntó Justinian.

-Que intentó atacarnos por sorpresa en las mazmorras, pero que lo repelimos y terminó huyendo del castillo. Ya lo hablé con Agamenón y convino en que era lo mejor. Por suerte para nosotros, no solo hizo lo que debía y mató a Crabbe, sino que se siente algo avergonzado, por lo que no querrá decirles nada acerca de su “secuestro”.

-Lo que todavía no entiendo es cómo usted se enteró de lo que planeaba Crabbe -dijo Valerie, dirigiéndose a Justinian.

-Que Merlín bendiga a la Poción Multijugos -dijo Nott, sonriendo-. Crabbe solo confía en ese otro idiota de Goyle, pero Goyle me tiene tanto miedo que aceptó darme un poco de su pelo y permitirme hacerme pasar por él, acercarme a su buen amigo Nicholas y preguntarle confidencialmente qué pensaba hacer con Albus. Pero el mérito del plan para probar la lealtad de Agamenón te lo doy todo a ti, Albus. Yo pensé que matarías a Crabbe de inmediato, pero nunca me hubiera imaginado que lo dejarías continuar con su plan hasta el momento de secuestrar a Agamenón y llevarlo a su escondite en las mazmorras.

-Fue una decepción pelear con Crabbe. Pensé que sería más difícil de vencer; al final fue más entretenido ese duelo que representamos frente a Agamenón -dijo Albus-. Pero bueno, al menos su muerte fue emocionante. Creo que jamás volveré a tener la posibilidad de matar a un enemigo dándoselo de comer a animales salvajes.

-¿Y Agamenón nunca estuvo cerca de aceptar matar a Albus? -dijo Valerie.

-No. Yo lo vi a los ojos cuando le hice la oferta, personificando a Crabbe, y no vaciló ni por un momento. Te es tan leal como sus tíos al Señor de las Tinieblas.

-O sea que pasó la prueba -dijo Valerie.

Albus asintió pensativamente con la cabeza.

“En realidad Agamenón es leal a la causa, no a mí. No puedo olvidar eso nunca.”

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Viejos rencores, viejos amores


[NOTA 1: Quiero dedicarle este capítulo, que publico con un ligerísimo retraso, a Vichom, que cumple años hoy.

NOTA 2: El sueño terminó.

NOTA 3: Si les gustan los juegos de pelea, les recomiendo ir acá.]

Al finalizar la reunión, Frida Von Papen se levantó y les abrió la puerta a los Mortífagos para que salieran de su oficina. Los magos avanzaron a través del pasillo, descendieron por la escalera un piso, y luego entraron al dormitorio de Justinian Nott, que éste había agrandado mágicamente y al que había agregado algunas sillas. Ese era el lugar donde realizaban sus tertulias.

Apenas se hallaron en la privacidad de esa habitación, Nicholas Crabbe estalló.

-¡ESA TRAIDORA DE VON PAPEN! ¡Esa lesbiana repugnante! ¡¿Cómo se atrevió a hablarnos así?!

Si bien sus compañeros esperaban verlo enfadado, su comportamiento dejó a muchos realmente anonadados. Nott, un anciano alto, delgado y calvo, de rostro anguloso y ojos grises e inexpresivos, haciendo caso omiso de los gritos de su colega, se sentó en una silla y le dedicó una mirada helada.

-Siéntate, Crabbe.

-¡No, no pienso sentarme! ¡¿Acaso no se dan cuenta de lo que está pasando?! ¡Se están burlando de nosotros en nuestras caras! ¡Están alojando bajo nuestro mismo techo al hijo de Harry Potter, el asesino del Señor de las Tinieblas! ¡Y nosotros no hacemos nada!

-Exactamente, Crabbe, no hacemos nada -dijo Nott-. No lo hacemos ni lo haremos. A Albus Potter no se le tocará un pelo de su cabeza.

-¡¿Estás loco, Nott?! ¡Tienes la posibilidad de cobrar venganza por todos los años de exilio, ¿y no vas a aprovecharla?!

-Creo que eres tú el más ansioso de conseguir venganza -dijo Justinian quedamente.

-¡Pues claro que sí! ¡Si el Señor de las Tinieblas no hubiera muerto, no estaríamos aquí congelándonos y soportando la compañía de un montón de sangresucias y mestizos provenientes del culo de Europa! ¡De haber sabido que Durmstrang se había degradado tanto me hubiera ido a…!

-¡¿Adónde, Crabbe?! -exclamó Nott, perdiendo la paciencia por primera vez- ¡Vamos, dinos adónde hubieras ido! ¡¿Qué otro lugar hubiera sido apropiado para un mago tan exigente como tú?! ¡¿Qué otro lugar hubiera estado tan dispuestos a recibirnos, a alojarnos, a darnos una cama, un plato de comida y un techo sobre nuestras cabezas, sabiendo lo que somos?!

-¡Estando el hijo de Harry Potter aquí, prefiero vivir en Azkaban o en Nurmengard!

-¡Entonces vete con viento fresco! -gritó Nott.

-¡¿Por qué yo soy el que debe irse, Nott?! ¡¿Qué ha hecho el hijo de Potter, qué han hecho todos esos mocosos para que Von Papen les permita estar aquí?!

-Pues han conseguido hacer lo mismo que nosotros, Nicholas: escaparon del Ministerio de la Magia británico. Con la diferencia de que nosotros lo hicimos en un momento de caos y confusión, cuando el Señor de las Tinieblas acababa de morir y el otro bando acababa de tomar el poder, pero todavía no sabía manejar bien las riendas. En cambio estos chicos escaparon estando el país en un momento de tranquilidad y estando todos los hombres y recursos del Ministerio dedicados a atraparlos. Y mientras que nosotros aprovechamos la lentitud con que llegaban las noticias a Durmstrang para que Oblonsky nos diera asilo antes de que supiera que el Señor de las Tinieblas había muerto, ellos contactaron a Von Papen y deben haber llegado a un acuerdo con ella prácticamente de igual a igual. Von Papen está mucho mejor informada que Oblonsky acerca de lo que pasa en Europa, y es mucho menos… sentimental que él.

-No puedo creer que los estés elogiando.

-Simplemente enumero hechos, Crabbe.

-¡Pues a mí no me importa lo que hayan hecho, sino lo que son! ¡¿Piensas que dejaré al hijo de…?!

-¡¿Sabes?! ¡Es curioso que hables tanto del hijo de Harry Potter, y en toda esta charla no hayas mencionado a tu propio hijo, Crabbe! ¡¿Por qué no te atreves a decirlo?! ¡Quieres vengarte por la muerte de Vincent en la persona del hijo de Potter, ¿verdad?!

Crabbe se pasó nerviosamente la lengua por los labios, mientras todos los ojos de los Mortífagos, que se habían sentado para presenciar el enfrentamiento, se clavaban en él.

-Si vuelves a mencionarlo, te mato, Nott -dijo Crabbe, lanzándole una mirada feroz.

-Oh, veo que he tocado un punto débil, ¿no es cierto? -dijo Nott cruelmente- Pobre pequeño Vince, muerto por un Fuego Demoníaco que él mismo creó. Es imposible imaginarse la agonía de morir quemado vivo. Tu hijo debe haber gritado como una niña mientras las llamas lo devoraban…

-¡CÁLLATE! -gritó Crabbe, abalanzándose sobre Justinian. Pero el mago, con una agilidad impropia para sus años, se puso de pie y se apartó del camino de Crabbe, que lo embestía como un toro. El mago se enredó con la silla en donde Nott había estado sentado, y cayó al suelo. De inmediato, sintió la punta de la varita de Nott sobre su nuca.

-Escúchame bien, Crabbe -dijo Nott en un tono letalmente calmado-. No me importa una mierda la muerte de tu hijito. No me importa una mierda que le guardes rencor a Harry Potter y que asesinar a su hijo sea una forma retorcida de vengarte. No me importa una mierda lo que tú pienses, opines o sientas en este asunto. Lo que me importa es que me he acostumbrado a Durmstrang. Me gusta vivir aquí, en el frío, y soy demasiado viejo como para tener que buscarme otro hogar… pero no soy tan viejo como para permitir que un imbécil como tú me lo arrebate. Así que voy a darte dos opciones. O prestas un Juramento Inquebrantable aquí y ahora, prometiendo no hacerle daño a Albus Potter, o te mato aquí y ahora, hago desaparecer tu cuerpo y le digo a Von Papen que te fuiste del Instituto. ¡Decídelo ahora!

Nicholas Crabbe siguió en esa ridícula postura, con los ojos fijos en el suelo y las piernas entre las patas de la silla tumbada, durante lo que pareció una eternidad. Finalmente se volvió hacia Nott y asintió con la cabeza de muy mala gana.

-Ponte de rodillas -ordenó el anciano. Crabbe giró y logró ponerse en esa postura, frente a Nott-. Marbod, quiero que seas nuestro testigo -añadió Nott, dirigiéndose a Marbod Jugson. El Mortífago se puso de pie, se aproximó a sus colegas y sacó su varita. Nott y Crabbe unieron sus manos en la forma prescripta y Jugson les apuntó con la varita.

-¿Juras que no matarás a Albus Severus Potter? -dijo Nott pausadamente.

-Sí, lo juro.

Como era habitual, unas llamitas salieron de la punta de la varita de Jugson y se enroscaron en torno a las manos entrelazadas de Crabbe y Nott. Y por un efímero instante, en la mirada de Nicholas Crabbe hubo algo que no le gustó nada al viejo Justinian, pero que no pudo identificar.

***

Lily Luna Potter estaba desnuda, tendida en la cama, con las piernas abiertas y una sonrisa que decía más que mil palabras en sus labios. Agamenón Lestrange, también desnudo, avanzó hacia ella. Su pene era descomunal, y su rostro era distinto al de todos los días, con mejillas menos redondeadas. Sus ojos azules parecían resplandecer en la semioscuridad del cuarto, lo mismo que su cabello rubio. Lily, en cambio, estaba igual que siempre, salvo en la actitud desenfrenada.

-Te quiero. Dame duro, dame muy duro… -dijo Lily, y Agamenón obedeció. Estar dentro de Lily Potter era la mejor sensación de su vida, y el placer que él sentía era incrementado por el espectáculo de una Lily extasiada.

Su erección se mantuvo durante muchísimo tiempo, y el orgasmo llegó cuando Lily ya había tenido tres, simultáneamente con el cuarto. Al terminar, Agamenón se acostó boca arriba y Lily se acurrucó a su lado, apoyando la cabeza sobre su musculoso pecho y diciendo:

-Te amo tanto…

La vívida fantasía terminó.

Agamenón se halló nuevamente en su cama, rodeado por las cortinas que había cerrado y el hechizo silenciador que había echado, y sin absolutamente nadie a su lado entre las sábanas. Su pene -mucho más pequeño que en su fantasía- estaba ablandándose, pero Agamenón seguía sintiendo la tibieza de las manchas de semen en su ropa interior.

Como siempre, el uso de las Fantasías Patentadas, el único producto de Sortilegios Weasley que él solía comprar, lo dejaba con una mezcla de satisfacción por la maravillosa experiencia de estar con Lily, y desasosiego por la imposibilidad de que esa experiencia tuviera lugar. Sobre todo ahora. Él había elegido su bando, un bando que si bien le generaba ciertas dudas morales, seguía convencido de que era el más justo y adecuado. Lily, en cambio, se había quedado con su padre.

Lily Luna Potter y su amiga Alcyone habían sido prácticamente las únicas personas en Gryffindor que lo habían tratado bien. Todos los chicos de su año lo detestaban, aunque el memorable incidente en su tercer año con Albus Potter los había obligado a dejar de atormentarlo, más por miedo que por un genuino aprecio hacia él.

Claro que también tenía su grupo de amigos de otras Casas, pero tener amigas en su propia Casa era mucho mejor, pues significaba cierto nivel de convivencia. Uno podía invitar amigos de otras Casas a la sala común de la suya, pero nunca eran del todo bien recibidos; los compañeros solían ser más comprensivos cuando se invitaba a parientes cercanos de otras Casas, pero no con los simples amigos. Sentían como si tuvieran un espía enemigo entre sus paredes, especialmente si era de una Casa rival.

La amistad de Alcyone y, sobre todo, de Lily, le había permitido no solo no sentirse tan solo en su Casa como se había sentido en su primer año, sino también gozar de cierta simpatía -o al menos tolerancia- de parte del numeroso clan Potter-Weasley que reinaba en Gryffindor.

Había sido recién en su cuarto año, en la fiesta del decimocuarto cumpleaños de su hermano Albus, que Agamenón había comenzado a enamorarse de Lily Potter. Pero su timidez era demasiado grande; era como una mano gigantesca que lo oprimía, que lo mantenía pegado al suelo. Así que por años se contentó con ser solo su amigo, viéndola tomar y dejar novios continuamente -así como coquetear de una forma más o menos inofensiva con Isaac Prewett- sin ser capaz de expresarle sus sentimientos.

Luego vino el asesinato de Hugo, el rescate de Albus y esa tremenda Nochevieja en la que su amigo rompió con su familia y abandonó el país. El momento en que tuvo que elegir entre quedarse con Harry Potter (y con Lily) o ir con Albus fue el más difícil de su existencia, al estar en conflicto dos cosas que él siempre había considerado sus mejores virtudes: sus valores, su sentido de lo que era correcto e incorrecto, y su amor por Lily. Había elegido lo primero, y todos los placeres del exilio dorado de los que había disfrutado en Francia no habían podido librarle del dolor que le causaba esa decisión. Las Fantasías Patentadas de George Weasley eran apenas un paliativo, un escape a un mundo donde la guerra no existía, donde Albus Potter no existía, donde Servilia Crouch no existía, donde él era apuesto, bien dotado y, sobre todo, tenía el valor suficiente de declararse a Lily… y la suerte de ser correspondido.

A Agamenón le gustaba emplear las Fantasías Patentadas por la mañana, después de que su compañero de habitación, Louis Rosier, se levantaba. Como no estaban sometidos al mismo régimen que los alumnos de Durmstrang, y dormían desde su tercer día en el Instituto en cuartos separados de los de ellos, podían darse el lujo de dormir hasta el mediodía. Sus clases con los profesores y con Von Papen eran nocturnas.

Agamenón abrió sus cortinas, salió de la cama y se dirigió al baño, donde se quitó los pijamas y el boxer y se dio una ducha para limpiarse del resultado de la Fantasía Patentada. Después de frotarse concienzudamente con el jabón y lavarse el cabello, salió del agua -tiritando por la deficiente calefacción del cuarto- y se vistió apresuradamente. Revisó su reloj y vio que faltaba poco para el almuerzo, por lo cual salió de la habitación y se internó en el oscuro pasillo que lo conducía al comedor.

En un punto del recorrido, el pasillo daba una vuelta, y desde allí debía caminar varios metros hasta la escalera que bajaba al comedor. Agamenón dio un par de pasos, y luego escuchó una respiración detrás suyo. Llevó la mano a su varita, pero no tardó en escuchar una profunda voz de hombre que decía “Desmaius”. El rayo hizo blanco en su espalda y todo se volvió negro.

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Los siete otros huéspedes


[NOTA 1: Perdón por la brevedad de este capítulo, y por el retraso de cinco días en su publicación. Intentaré que el del martes sea más largo.]

Cuando el pórtico se cerró, los chicos comprobaron que se hallaban en una pequeña y oscura antesala. Ya sin usar su anillo, la directora Von Papen abrió las puertas que comunicaban a esa antesala con el vestíbulo. Albus no pudo evitar dar un respingo de sorpresa al encontrarse frente a todo el estudiantado y profesorado de Durmstrang formado en filas. Cientos de chicos y chicas de entre once y dieciocho años, vestidos con los tradicionales uniformes de piel tupida del Instituto, los miraban solemnemente. Parecían soldados.

En medio de aquel silencio sepulcral, la suave voz de Frida Von Papen pudo ser oída sin dificultad.

-Buenos días, alumnos. Me llena de alegría, como siempre, volver a nuestro amado Instituto. Quisiera presentarles a unos nuevos amigos, que se quedarán con nosotros durante algún tiempo. Les presento a Albus Potter, Valerie Rosier, Scorpius Malfoy, Louis Rosier, Alcyone Hitchens, Ashton Bennett, Livius Black y Agamenón Lestrange. Ellos provienen de Gran Bretaña y han sido alumnos de Hogwarts, pero han venido a nuestro Instituto a… ampliar sus conocimientos mágicos. En el futuro es posible que muchos otros magos y brujas provenientes de otras partes de Europa, así como de su propio país, se les unan.

“Espero que todos y cada uno de los estudiantes de este Instituto, así como los profesores y el personal no docente de la institución, los hagan sentir como en su casa en todo momento. Ellos son nuestros huéspedes, y merecen ser tratados con la mayor consideración. Para quien no lo haga, habrá serias consecuencias.

“Por ahora, los chicos y las chicas se alojarán en los dormitorios de los alumnos de séptimo año, donde ya les hemos preparado camas. En pocos días tendrán sus propias habitaciones. El motivo de esta separación no es que los considere superiores a los estudiantes, sino que la… naturaleza de las enseñanzas que recibirán es muy diferente a las que recibirán ustedes. En todo lo demás, nuestros huéspedes convivirán con nosotros. Desayunarán, almorzarán y cenarán con nosotros en el comedor, tendrán acceso a nuestra biblioteca y a las demás instalaciones del Instituto y, espero, establecerán con ustedes una confraternización mutua.

“Pueden retirarse.

Al menos al romper filas los alumnos de Durmstrang parecían niños y adolescentes comunes y corrientes; todos estaban claramente aliviados de no tener que estar de pie y tiesos como un palo en ese frío vestíbulo y todos comenzaron a murmurar entre ellos sobre los nuevos habitantes del castillo.

-Vengan -les indicó Frida-. Quiero presentarles a los profesores. Bueno, creo que al menos a uno de ellos ya lo conocen, ¿no es cierto, Axel? -dijo , dirigiéndose al hombre calvo y barrigón que se les acercaba.

-Por supuesto, Frida -dijo Axel Klotter sonriendo y estrechando la mano de Ash, por ser el hijo de muggles el chico a quien más cerca tenía-. Yo fui profesor de todos estos chicos en… 2018, si la memoria no me falla. Algunos estaban en primero, otros en segundo… Todos buenos chicos…

“Klotter parece un poquito senil”, pensó Albus, viendo la sonrisa bobalicona y la mirada ligeramente ausente de los ojos del profesor de Pociones. “Podría ser una molestia, o una gran ventaja”.

El siguiente profesor al que les presentaron era Alexei Oblonsky, hijo del ex director Liev Oblonsky. Oblonsky, un hombre de unos cuarenta años, era profesor de Encantamientos, y Albus percibió enseguida que sentía una gran hostilidad tanto hacia ellos como hacia la sucesora de su padre. Probablemente esperaba ser nombrado él mismo al frente del Instituto cuando Liev se retiró. Sobre todo le disgustaba que Von Papen simulase no darse cuenta de esa actitud y lo tratase con familiaridad, llegando a utilizar el diminutivo “Aliocha” con él.

Los otros profesores y profesoras que Von Papen les presentó no parecían fuera de lo común, pero nadie sabía mejor que Albus lo poderosas que podían ser algunas personas de aspecto anodino en el mundo mágico. Von Papen condujo a los chicos hasta una estrecha escalera de caracol. Al advirtió que el que la escalera tuviese esa forma probablemente se debía también a motivos defensivos, ya que en ella era más fácil mantener a raya a un grupo de atacantes que hubiesen irrumpido en el vestíbulo y quisieran subir al primer piso.

El grupo subió tres pisos, y llegó a un pasillo frío, y apenas iluminado por algunas velas.

-Aquí están los dormitorios de los profesores, y al final del pasillo está mi despacho -dijo Frida-. Hay algunas personas que quiero presentarles.

La puerta de la oficina de la directora no estaba custodiada por gárgolas como la del director de Hogwarts. Era simplemente una puerta de hierro, más propia de una mazmorra que de un despacho, con una aldaba. Von Papen colocó su anillo sobre el metal y la puerta se abrió, dejándoles ver una habitación más grande y decorada con un estilo un poco más conservador que su camarote en el barco de Durmstrang. Había varios sillones, que en esos momentos estaban ocupados por un grupo de hombres maduros. Albus supo que eran ex Mortífagos apenas vio sus ojos; había en ellos un tipo de cautela muy especial, como la de un viejo lobo que siempre está alerta tanto ante la presencia de un cazador como de potenciales víctimas. También detectó un brevísimo brillo de temor y odio en uno de ellos al ver su rostro, tan parecido al de Harry Potter.

-Artabanus Avery. Justinian Nott. Nicholas Crabbe. William Goyle. Marbod Jugson. Thorfinn Rowle. Papirius Selwyn.

Los siete Mortífagos fueron saludando con la cabeza a sus compatriotas a medida que Von Papen los presentaba. Luego escucharon con atención los nombres de los chicos, disimulando el hecho de que su interés era mayor en algunos casos -como los de Albus, Scorpius, Agamenón y los Rosier- que en otros.

Hubo un largo rato de silencio incómodo, que la directora rompió ofreciéndoles copas de hidromiel. Una vez que todos estuvieron sentados y con sus copas en las manos, Von Papen decidió que era hora de abandonar su máscara de anfitriona indefectiblemente diplomática.

-Quiero que todos me escuchen con atención -dijo la bruja-. Estoy al tanto de que ustedes -dijo, dirigiéndose a los ex Mortífagos- comparten una historia complicada con las familias de estos chicos. Pero no permitiré que sus problemas personales afecten el funcionamiento del Instituto, ¿comprendido? Ustedes, lo mismo que ellos, son huéspedes aquí gracias a la generosidad de mi predecesor y a su conocimiento de las Artes Oscuras. Yo, por mi parte, les he extendido esa misma generosidad a ellos. Y no deseo que ni ustedes ni ellos tengan que irse.

“Compórtense como es debido. La guerra terminó antes de que estos chicos fuesen siquiera concebidos. Y yo no pienso dejar que se reanude en mi escuela. ¿Me han comprendido?

Justinian Nott esbozó una sonrisa encantadora -que no le llegó a los ojos- y habló por sus seis antiguos compañeros de armas.

-Por supuesto, Frida. Nosotros no sentimos más que agradecimiento hacia este Instituto por habernos cobijado durante tantos años, y jamás nos arriesgaríamos a incurrir en tu desagrado. Elegimos el bando equivocado durante la guerra, lo cual acabó privándonos de nuestro hogar. ¿De veras piensas que seríamos capaces de poner en peligro a este Instituto, que es nuestro segundo hogar, para desahogar viejos rencores?

-Creo que ustedes son personas razonables -dijo Von Papen-. Pero aún así, considero necesario recordarles cómo deben conducirse en mi Instituto. Les repito: la guerra ha terminado.

“Y otra está por empezar”, pensó Albus mientras observaba como los siete Mortífagos se ponían de pie, se despedían de la directora y volvían a sus habitaciones.

[NOTA 2: Me enorgullezco bastante de los nombres de pila que les puse a seis de los siete Mortífagos (el de Rowle aparece en los libros). No quise que Nott, Goyle y Crabbe tuvieran los mismos nombres que sus hijos, pero sí son similares: a Goyle y Crabbe les di nombres británicos normales -lo cual a mi juicio indica que sus familias, si bien de sangre pura, no deben ser tan antiguas como las de los Black o los Malfoy-, mientras que a Nott le puse un nombre bizantino como el de su hijo. En cuanto a los otros tres, Artabanus es un nombre persa, Papirius es latino y Marbod es germano.

NOTA 3: También puedo decir que no he violado de ningún modo el canon al decir que esos siete Mortífagos están libres. Algunos de ellos fueron capturados y enviados a Azkaban durante la batalla del Departamento de Misterios, en 1996, pero lo más probable es que hayan escapado de la prisión al año siguiente. Y en ningún momento, en el séptimo libro, se dice que hayan sido recapturados durante la segunda batalla de Hogwarts o después de ella, de manera que podemos suponer que siguen en libertad. Claro que si me he equivocado con alguno de ellos, no me enojaré si me lo dicen.]

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Navegando bajo Europa


[NOTA 1: Elegí este video para musicalizar el capítulo no solamente porque tiene una canción de Rammstein, sino porque tiene imágenes de la serie Naruto, de la que muchos lectores del fanfic parecen ser seguidores.

NOTA 2: Para los que les gusta la saga de vampiros de Stephanie Meyer, les recomiendo darle una ojeada al fanfic que escribió Gonzalo, uno de los lectores de este blog. Dado que yo no soy lector de los libros de Meyer -solamente vi la película y, aunque la disfruté, no me pareció tan entretenida como para comprarme las novelas- no puedo juzgar su calidad. Eso lo dejo en manos de los que sí hayan leído a Meyer.

NOTA 3: Quiero dedicarle este capítulo a Loony Lovegood, que cumple años hoy.]

El lugar adonde Frida Von Papen llevó a Albus y sus amigos por medio de la Aparición conjunta era diferente a cualquier otro que ellos hubieran visto. Se trataba de una gigantesca cueva, en la cual se había construido un muelle en el que estaba anclado el barco de Durmstrang. La bruja no podía llevarlos dentro del barco propiamente dicho a causa del hechizo anti-Aparición que lo protegía.

El muelle en el que estaban parados, que debía tener unos cuarenta metros de largo y cinco de ancho, no era de madera sino de roca sólida, y el barco no estaba amarrado sino enganchado a él con una gruesa cadena. Había una entrada al muelle, y desde donde ellos estaban podían ver un pasillo similar al de los subterráneos, iluminado por burbujas de cristal idénticas a las de San Mungo. La luz proveniente de dicho pasillo, junto con la que aportaban las altas antorchas que estaban clavadas a ambos lados del muelle, era la única que había en todo el recinto, lo cual le daba una apariencia siniestra.

-Por ahí entran los estudiantes -dijo Frida-. Tiene una salida al exterior, protegida con encantamientos como los de la plataforma 9 y ¾, en su país.

-¿Y cómo vienen los estudiantes que no son de Alemania a Berlín? -preguntó Agamenón.

-Por su cuenta, si provienen de familias mágicas. En el caso de los hijos de muggles, cada Ministerio de la Magia les costea el viaje.

-¿Hace mucho que el Instituto acepta hijos de muggles? -preguntó Ash.

-Desde la gestión de mi predecesor. Hemos tenido que hacer varios cambios como consecuencia de esa decisión… -dijo Von Papen-. Pero bueno, no perdamos el tiempo aquí. Tenemos un largo viaje por delante. Si son tan amables…

Una tabla fue tendida desde el interior del barco para permitirles abordarlo. El silencioso y hosco marinero que la colocó no respondió a los saludos de los chicos, y apenas el último subió, retiró la tabla y se marchó hacia la sala de máquinas.

-Dejen su equipaje aquí, tengo un par de elfos que se ocuparán de llevarlo a sus camarotes -dijo Frida, y los jóvenes le hicieron caso.

-¿Cómo navega esta nave? -preguntó Scorpius- Mi padre me comentó que los alumnos la manejaban. Eso le dijo un estudiante de Durmstrang en su cuarto año, cuando se celebró el Torneo de los Tres Magos en Hogwarts.

-No se preocupen, ustedes no tendrán que remar -dijo Frida-. Liev tuvo la gentileza de instalar motores en el barco para librar a los estudiantes de esa carga tan pesada. Son bastante sencillos de operar. Vengan, bajemos a mi camarote.

La directora los condujo a través de un oscuro y estrecho pasillo hasta una amplia habitación iluminada con velas y bastante bien decorada.

-¿Estilo Imperio? -preguntó Valerie, que tenía muy buen ojo para esas cuestiones.

-Así es, Valerie -replicó Von Papen, sentándose en un sillón-. Me enorgullece decir que esta es mi contribución personal al barco, aunque no es tan útil como los benditos motores. Por favor, siéntense.

Los adolescentes fueron ocupando las bellas sillas del camarote de la directora. La bruja llamó, en alemán, a un pequeño elfo doméstico y le ordenó que les trajese whisky de fuego. También los sorprendió a todos encendiendo un MP5 y poniendo canciones de Rammstein. La música de rock pesado parecía extraordinariamente fuera de lugar en ese camarote tan elegante, pero Frida sonrió y dijo:

-No puedo evitarlo. Me encanta esa banda desde que tenía su edad.

Una vez que se acostumbraron a la música, los jóvenes comenzaron a relajarse y a conversar entre ellos. El elfo no tardó en regresar con una bandeja llena de vasos de whisky de fuego que se balanceaba peligrosamente en su mano, y que se apresuró a repartir entre los presentes. Frida se puso de pie apenas recibió el suyo, indicando que quería brindar.

-Por nuestra nueva alianza -dijo, levantando el vaso. Albus se levantó y lo chocó contra el de ella, diciendo:

-Por el futuro.

Todos los imitaron, y el clima se distendió aún más a medida que los presentes vaciaban sus vasos y el elfo, solicito, se los iba llenando. Albus y Valerie se sentaron cerca de Frida, que se estaba fumando un habano, y charlaron animadamente con ella. Alcyone Hitchens susurró al oído de Livius:

-¿Sabes? Si Von Papen no estuviera mirándole las piernas a Valerie de la manera en que se las está mirando, diría que ella y Albus son o están a punto de ser amantes.

Era cierto. Frida Von Papen había comenzado a desnudar con los ojos a Valerie, y eso era obvio no solamente para Alcyone sino para la propia Valerie y para Albus. Valerie, si bien trataba a la directora de Durmstrang con simpatía, se sentía disgustada en el fondo por su conducta. Albus, en cambio, se sentía más ambivalente. La idea de Valerie acostándose con otro hombre -su mente siempre la imaginaba en la cama con Antoine Zabini- le repugnaba e indignaba en partes iguales, pero la idea de verla teniendo relaciones sexuales con una mujer, que nunca se había planteado hasta el momento, le resultaba cada vez más excitante. Frida era una mujer muy atractiva, pese a su edad. Sus senos no tenían nada que envidiarle a los de su novia… y de pronto se le ocurrió cómo sería verlos apretarse contra los de Valerie, mientras las dos mujeres se daban un beso de lengua… La mano de Frida acariciándole las nalgas e introduciéndole el índice en el ano, mientras su lengua abandonaba los labios de Valerie e iba bajando hacia sus pechos…

De repente miró al rostro de Valerie, que él conocía tan bien, y vio claramente que su actitud hacia las miradas de Frida era diametralmente opuesta a la suya. Valerie nunca aceptaría acostarse con Frida, o con cualquier otra mujer…

“Por ahora”, pensó, antes de levantarse y preguntar dónde estaba el baño. La presión de la tela de sus jeans sobre su pene erecto era insoportable. Necesitaba aliviarse.

***

La nave continuó navegando por los ríos subterráneos durante el resto del día y la mitad del siguiente. De vez en cuando los chicos salían de sus camarotes a la cubierta, pero no era algo particularmente agradable; lo único que veían era las paredes de piedra de los túneles, muy mal iluminadas por las portillas del barco. En medio de tantas tinieblas, era un misterio cómo el barco conseguía no chocar contra las paredes, pero Livius sentenció que, habiendo navegado por aquellos túneles durante siglos, los marineros del barco de Durmstrang debían conocerlos lo suficientemente bien como para ir calculando su ancho.

Alrededor de las 12 del mediodía, los chicos comenzaron a advertir una tenue luz gris que con el correr de las horas comenzó a hacerse cada vez más clara. Al salir a la cubierta notaron que la luz provenía de un punto hacia el cual la nave iba avanzando. Cuando estuvieron lo bastante cerca, comprendieron que era la boca de una cueva. Cada vez había más luz, pero también más frío, y los jóvenes tuvieron que abrigarse.

Finalmente abandonaron el tunel y se encontraron en un pequeño lago. Debía tener un tercio del tamaño del lago de Hogwarts. La vegetación de las orillas era casi inexistente, con unos pocos árboles secos a su alrededor, pero tierra adentro podían ver un bosque tan extenso y profuso como el de Hogwarts. Pero lo que más atrajo su atención fue el castillo de Durmstrang. El edificio tenía ahora siete pisos de alto, pero aparte de eso no había cambiado demasiado su apariencia medieval. Estaba rodeado por un foso, y había un puente levadizo que constituía la única forma de entrar o salir. Detrás de ese puente había también una reja pesadísima que se subía y bajaba desde el interior y que constituía una segunda defensa.

El grupo debió cubrir a pie los cien o ciento cincuenta metros que lo separaban del castillo. Al pasar por el puente, Louis Rosier pudo ver en el foso, relleno de unas aguas muy turbias, el lomo de una enorme criatura escamosa…

-¿Es eso…?

-Sí, es un cocodrilo -dijo Von Papen-. Tenemos diez en total, todos modificados mágicamente para poder sobrevivir al clima frío de esta zona. Creo que no hace falta decirles que tengan cuidado de no caerse.

-¿Algún alumno ha…? -dijo Ash, empalideciendo.

-De vez en cuando -dijo Frida-. Pero no desde que yo soy directora.

Al llegar a la reja, Von Papen cerró su mano derecha en un puño y lo apoyó sobre el frío y oscuro metal. La reja reaccionó levantándose de inmediato.

-¿Cómo hizo eso?

-El anillo -dijo, mostrándoles que en la mano tenía un anillo de oro-. Cada director se lo entrega a su sucesor. Es como una llave; abre todas las puertas del Instituto. Y no puede ser arrebatado por la fuerza a su legítimo propietario, pues pierde todas sus facultades y se convierte en un anillo común y corriente.

-¿Qué ocurrió con Karkarov? ¿Él le entregó el anillo a Oblonsky? -preguntó Albus.

-No, pero tuvo el decoro de dejarlo en su camarote cuando huyó. Supongo que por un instante su responsabilidad como director se impuso a su cobardía -dijo Von Papen desdeñosamente.

A continuación el grupo entró a un reducido patio interior. Albus notó que estaba especialmente diseñado para ser defendido, pues tenía una sola puerta -que debía medir la mitad que la de Hogwarts- al castillo propiamente dicho, y no tenía ventanas a los tres primeros pisos. Daba la impresión de ser una mole de piedra que los rodeaba, impresión que solo se aligeraba cuando se levantaba la vista hacia sus cuatro últimos pisos, donde ya podían verse algunas pequeñas ventanas. Había en el lugar un silencio espectral, como si estuviera deshabitado.

Von Papen caminó resueltamente hacia la puerta y apoyó su anillo sobre la madera. Las puertas se abieron de par en par, y la directora les hizo señas para que entrasen.

-«Un Anillo para gobernarlos a todos. Un anillo para encontrarlos, / un Anillo para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas / en la Tierra de Mordor donde se extienden las Sombras» -musitó Albus con una sonrisa irónica, y luego susurró en el oído de Valerie-. En lugar de «Mordor» pon «Durmstrang».

Pero fue el primero en ingresar al edificio.

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El dueño del Ministerio


[NOTA 1: Perdón por el retraso de más de media hora en la publicación de este capítulo, y por el hecho de que sea más corto que los dos anteriores (y también que sea un flashforward, aunque no sé si eso les molestará a todos). Estoy con gripe otra vez.

NOTA 2: Sé que alguien me había pedido que le dedique este capítulo, pero no consigo recordar quién.]

-Concluidas las palabras del señor viceministro de la Magia, se da por finalizado el presente acto -dijo la agradable voz de la locutora oficial-. A todos los presentes, muchas gracias.

Harry Potter empleó su varita para apagar la radio y miró con preocupación a su cuñada Hermione, sentada al otro lado de la mesa. La cocina muggle donde habían escuchado el programa estaba impecablemente limpia, un rasgo que él personalmente hallaba desagradable.

-Bueno, eso ha sido bastante claro -dijo Hermione, rompiendo el silencio-. Él se ha apoderado del Estado, pero no ocupa el cargo supremo sino uno nuevo que acaba de inventarse. Viceministro… ¿Cuándo se ha visto algo así?

-Ha sido un discurso conciliador.

-Por supuesto, porque ya se ha ocupado de poner a todos los partidarios de Crouch tras las rejas… o peor, si son ciertos los rumores. Fue una operación meticulosamente planeada: quitar de en medio a todos los que puedan causar problemas para luego mostrarse clemente con los demás.

-No nos quitó de en medio a nosotros.

-Porque nos pusimos a salvo. ¿Quién sabe qué nos habría pasado de quedarnos en nuestras casas?

-Gracias a Merlín que nuestros hijos también están escondidos.

-De no ser así, lo más probable es que hubieran terminado como los Weasley -dijo ella con calma-. No te engañes, Harry: somos nosotros dos los que le causamos mayor preocupación. Quiere saber qué haremos. Quiere que nos sometamos a él.

-Algo que jamás sucederá -dijo Harry, buscando silenciosamente el respaldo de Hermione con una mirada. La bruja apoyó su mano sobre la del padre de Albus.

-Claro que no. No podemos reconocer a un gobierno como este, por más malo que haya sido el anterior… o por más que su jefe formal y su jefe real sean parientes nuestros. Me alegra que Crouch haya caído, pero si su tiranía será reemplazada por la de Albus y sus amigos, entonces no tengo intenciones de aprobarlo.

-Me alegra que pienses eso. ¿Con quiénes más podemos contar?

-Neville, Minerva, Hagrid, Teddy, nuestros hijos…

-¿Y los Weasley? ¿Ellos nos ayudarán?

-Ahora mismo no creo que sean capaces, pero cuando pase el tiempo las medidas de seguridad se relajarán y tal vez puedan darnos una mano.

-¿Siempre la misma pandilla? -dijo una voz, arrastrando las palabras burlonamente. En un movimiento ágil, Harry se puso de pie y apuntó con su varita a la persona que acababa de entrar en la cocina.

-Buenos reflejos, Potter -dijo Draco Malfoy, apartando una silla desocupada y disponiéndose a tomar asiento-. Puedes bajar tu varita, no vengo aquí a hacerles daño.

-¿Cómo supiste que estábamos aquí? -preguntó Harry, pero antes de que Draco pudiese responder, entró corriendo Dudley Dursley a la habitación.

-¡No pude detenerlo, Harry! ¡Perdóname!

-Claro que no puedes detenerme -dijo Draco-. Soy un mago y tú eres un muggle cuyos únicos recursos son esos brazos monstruosos que tienes ahí colgando.

A pesar de todo el estrés, Harry tuvo que reprimir una sonrisa. Las dos personas de su edad que más lo habían atormentado durante su niñez y su adolescencia estaban juntas frente a él por primera vez, y formaban un contraste interesante. Draco podía ser casi tan alto como Dudley, pero su contextura física era muy diferente. Donde Dudley era corpulento y musculoso, Draco era delgado y esbelto. “Dudley podría partirlo en dos si quisiera… y si Malfoy no tuviera una varita en su mano”.

Además, la actitud de su primo y la de su Némesis de Hogwarts había evolucionado de forma muy distinta con los años. Dudley había logrado comprender lo mal que había tratado a Harry cuando ambos eran jóvenes y desde entonces se había comportado muy cordialmente con él y su familia, aunque seguía experimentando una honda aversión por la magia. Draco… bueno, en verdad su actitud no había evolucionado en absoluto. Malfoy seguía irritándolo constantemente siempre que intercambiaban más de dos palabras, y había ocasiones en que seguía queriendo precipitarse sobre él y darle puñetazos, como cuando tenía quince años. Claro que los dardos de Draco eran ahora más sutiles, y la respuesta apropiada no era la violencia.

Salvo quizás ahora.

-Repito mi pregunta. ¿Cómo supiste dónde encontrarnos?

-Tu encantadora cuñada me avisó, Potter -dijo Draco, haciendo una leve inclinación de cabeza hacia Hermione. Pese a que seguía tratando a Harry siempre igual, Malfoy sentía una especie de respeto gruñón por Hermione. Viendo que Draco había sido invitado, Dudley dio media vuelta y salió de la cocina.

-¿Es cierto? -preguntó Harry, volviéndose hacia Hermione y sintiéndose casi traicionado.

-Es cierto -confirmó ella-. Draco ha venido a ayudarnos.

-¿Ayudarnos? ¿Él? ¿El padre de la mano derecha de Albus va a ayudarnos a alzarnos contra ellos?

-Hace mucho tiempo que no veo a mi hijo, Potter -dijo Draco-. Nuestras relaciones son tan distantes como las tuyas con Albus.

-¿Y vas a decirme que no te alegra verlo donde está?

-A mí me alegraría verlo a mi lado, manejando las empresas de nuestra familia. En la arena política corre muchísimos más riesgos que en el mundo de los negocios.

-¿O sea que no piensas que con tu hijo ayudando al mío tus empresas no recibirán más beneficios?

-No seas idiota, Potter. ¿Acaso no escuchaste ese discurso tan astuto de tu hijo recién? Puede que lo deteste, pero demostró ser un Slytherin de pies a cabeza. Él no nos dará nada. Ni a mí ni a ninguna de las viejas familias. Él piensa manejar el Ministerio sin interferencias externas. El Estado será atendido por sus dueños.

-¿Así que a eso se reduce todo? ¿A que quieres hacer negocios con el Estado y mi hijo se interpone en tu camino? ¿No te importa la democracia en lo más mínimo?

-No soy el único que piensa así, Potter. A mí me da igual qué tipo de gobierno tengamos -democrático, autocrático, aristocrático- con tal que mis inversiones no se vean perjudicadas.

-¿Qué quieres decir con que no eres el único? -intervino Hermione.

-Hay otros que pueden ayudarnos a luchar contra Albus, y por los mismos motivos. Greg… Goyle -añadió, recordando que sus interlocutores no estaban habituados a nombrarlo por su nombre de pila y menos aún por un diminutivo-, Blaise y Antoine Zabini, Theo Nott. Y posiblemente los MacMillan, aunque no los conozco tan bien como a los demás.

-¿Qué tienen que ver los MacMillan en esto?

-Bien, como dijo tu hijo en su discurso, Ernest MacMillan ha renunciado como profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras. Nos envió una nota breve y terriblemente mal redactada al Consejo Escolar -dijo, sacando el trozo de pergamino de su bolsillo y colocándolo con cierto desdén sobre la mesa- informándonos que no volvería a ocupar su cátedra cuando terminen las vacaciones. Todo esto parece demasiado repentino como para ser espontáneo.

-¿Crees que Albus lo obligó a retirarse?

-Es lo más probable. De no ser así, es una extrañísima coincidencia que tu hijo lo haya sabido tan pronto como para mencionarlo en el discurso y hacer su solicitud formal hoy mismo. Ser profesor de Hogwarts sin haber terminado siquiera sus estudios formales… -dijo Draco con repugnancia-. A veces sospecho que hace todo esto para demostrar su desprecio por nuestras instituciones.

-Puede que haya algo de eso, pero lo más probable es que quiera utilizar Hogwarts como base de operaciones. Es uno de los lugares más seguros del país.

-No olvides que él mismo pudo entrar unas cuantas veces.

-Por ser un Animago. Pero lo más probable es que ahora se las arregle para convertir al colegio en una fortaleza impenetrable. Eso nos hará las cosas mucho más difíciles.

-Aún así -dijo Draco, poniéndose de pie-, nosotros podemos hacerle las cosas difíciles a él. Sobre todo si consigo que nos ayuden Greg, Theo y los demás. No se preocupen: Albus Potter deberá esforzarse muchísimo para poder llamarse a sí mismo el dueño del Ministerio.

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Metrópolis


Siendo el único que hablaba alemán, Scorpius Malfoy fue de gran utilidad en Weimar. El motivo por el cual conocía dicho lenguaje era la firme voluntad de Draco de convertir a su hijo en un políglota, al menos en lo que se refería al continente europeo. “En los negocios”, le decía a Scorpius en sus raros momentos de cordialidad, “no se puede confiar en los traductores. Hay que saber qué le está diciendo la persona con la que uno está cerrando un trato sin necesidad de que un tercero nos ayude”. Así que aparte del inglés y el francés, Scor había aprendido holandés, alemán, ruso, castellano, portugués e italiano, aunque no todos los idiomas los hablaba con la misma fluidez.

Dado que su alemán no era tan malo, Albus lo utilizó como interprete para averiguar la dirección del extraño lugar donde lo había citado Von Papen, un viejo cine. Luego de dejar al resto del grupo -pues Frida había dicho explícitamente en su carta que solo quería hablar con él- con Scor para que se sentasen a esperarlo en un café cercano, Al ingresó al cine y pagó su entrada; la película que estaban exhibiendo era Metrópolis, de Fritz Lang, y Albus había hecho que Scorpius lo instruyera para poder pedir la entrada en alemán. Fueron las únicas palabras que pronunció en ese idioma durante su estadía en Weimar, aunque no eran las únicas que conocía.

La sala donde pasaban el film era viejísima, con butacas de cuero cuyos apoyabrazos no tenían espacio para poner bebidas y ventiladores en lugar de aire acondicionado. Era un lugar deprimente a primera vista, y sin embargo tenía su discreto encanto. Había unas elegantes cortinas rojas cubriendo la pantalla y carteles de viejas películas de los ’30, ’40, ’50 y ’60 adornando las paredes de la sala. Albus sonrió ante la imagen de Brigitte Bardot en el póster de Y Dios creó a la mujer. “Puede que al final de su vida se haya convertido en una fascista”, pensó, “pero qué apetecible era”.

Había apenas un chico con un bloc de notas, probablemente un estudiante de cine, sentado en las primeras filas. Albus supuso que no se trataría de Frida disfrazada con la poción Multijugos, pero por las dudas fingió una tos muy fuerte para anoticiarlo de su llegada a la sala antes de sentarse al fondo, cerca de la única puerta -otro signo de lo vieja que debía ser aquella sala era su ausencia de salida de emergencia-. Comenzó la proyección, y Albus empezó a impacientarse. Las oscuras y siniestras imágenes de la película lo aburrían, pero por precaución mantuvo la vista fija en la pantalla, con una expresión de estudiado interés. De repente, el chico sintió que alguien le tocaba el hombro, y casi saltó de sorpresa al ver que Frida Von Papen estaba de pie al lado suyo.

-¿Un Encantamiento Desilusionador? -preguntó, sonriendo a su ex profesora.

-Así es -dijo Frida, tomando asiento con garbo. Tenía un largo y elegante abrigo blanco-. ¿Cómo has estado, Albus?

-No muy bien, profesora.

-Oh, no hace falta que me llames así -dijo Von Papen-. Ya no soy profesora tuya.

-Me gustaría que eso cambie.

-Eso tengo entendido -dijo la bruja con cautela-. Sugiero que o salgamos de la sala o coloquemos un Muffliato para evitar que el muggle nos escuche.

-Estoy de acuerdo -dijo Albus, para después extraer su varita y lanzar silenciosamente el hechizo-. Ya está, ahora podemos hablar libremente. Supongo que estará usted al tanto de los sucesos que han tenido lugar en mi país, y que me han forzado a exiliarme.

-Sí.

-Lo que usted probablemente no sepa es que no deseo que mi exilio sea permanente.

-¿De verdad?

-Mis intenciones son regresar a Gran Bretaña con mis partidarios -los que ya tengo y los que reclutaré en el continente- y… llevar a Servilia Crouch ante la justicia por sus delitos.

-Un fin loable -dijo Von Papen.

-Lamentablemente, la tarea de reunir tantos apoyos será muy larga. Debo añadir que no considero que ni mis amigos ni yo estemos lo suficientemente preparados para librar una guerra tan difícil como la que me propongo librar contra Crouch. Además, no hay lugar en Europa adonde los agentes de Crouch no puedan llegar.

-Supongo que te referirás a lo que ocurrió en Francia hace poco.

-¿Cómo se enteró usted de eso? -preguntó Albus, sorprendido.

-Tengo contactos en París que me hablaron acerca de un caso irresuelto de homicidio. Los Inefables franceses detectaron dos Maldiciones Asesinas que alcanzaron a dos víctimas, pero nunca se encontraron los cadáveres. Y mis informantes en Gran Bretaña me han hablado de dos Aurores cuyas familias fueron notificadas de su fallecimiento “en cumplimiento del deber”; también me han dicho que una Auror, su esposo y su hija han abandonado las islas sin dejar rastros. El asunto se ha silenciado en los medios de uno y otro país, pero no es difícil sumar dos y dos.

El tono de Von Papen era absolutamente carente de reproches, lo cual animó a Albus a no abandonar la conversación.

-Entonces calculo que comprenderá el peligro en el que mis amigos y yo nos encontramos. La ministra Crouch no vacila en organizar operaciones secretas fuera de su país, violando todas las leyes que rigen las relaciones entre nuestras comunidades mágicas. Solo existe un lugar en donde creo que es imposible que puedan alcanzarnos. Durmstrang.

Von Papen miró a Albus impasiblemente.

-Perdona que sea brutalmente honesta, Albus, pero, ¿qué beneficios puede traerme darte alojamiento en mi colegio?

-Me han contado que si bien Durmstrang no está bajo la jurisdicción de ningún Ministerio de la Magia europeo, la Confederación Internacional de Magos quisiera ejercer un control más directo sobre el Instituto. Y que uno de los países que más apoya este control sobre Durmstrang no es otro que la Gran Bretaña de Crouch.

-Es cierto.

-Pero si hubiera un cambio de gobierno en Gran Bretaña, puedo garantizarle que las presiones de nuestro país desaparecerían.

-No lo dudo. No obstante, tú mismo me has dicho que ese cambio de gobierno llevaría mucho tiempo. Para cuando ustedes estén listos, el Instituto puede terminar en manos de la Confederación.

-Hay otras formas de retrasarlo. Tengo fondos suficientes como para comprar la adhesión de los Ministerios que no están involucrados en el tema y conseguir que sus representantes en la Confederación se opongan a la propuesta británica.

La expresión de Von Papen se suavizó ligeramente.

-Es una oferta muy interesante. Sin embargo, debe haber algún otro beneficio que me reporte el darte a ti y a tus seguidores un lugar para vivir y entrenarse, poniendo en riesgo la reputación del Instituto en el continente.

Albus sonrió, sabiendo que estaba frente a una negociadora implacable. Era verdad que lo único que él le ofrecía a cambio de su ayuda era poder conservar lo que hasta el momento ella ya tenía, la independencia de su Instituto. Había que darle algo más.

-Hogwarts. Cuando hayamos ganado, le permitiré consultar la biblioteca del colegio sin ninguna limitación.

-Yo también tuve acceso a la biblioteca en mi año como profesora de Defensa Contra las Artes Oscuras.

-Sí, pero apuesto a que Crouch no le permitió consultar los libros de la Sección Prohibida.

-Es cierto -admitió Von Papen-. La directora solo me autorizó a utilizar una bibliografía más general… y los libros que traje de Durmstrang, por supuesto. Lo curioso -añadió con una sonrisa socarrona- es que un día, cuando volví a mi cuarto, detecté signos de que alguien había tratado de abrir el baúl donde los guardaba. Parece que Crouch no aplicaba el mismo criterio a los libros ajenos que a los propios.

-Pues bien, yo le ofrezco acceso irrestricto a todos los libros de la biblioteca de Hogwarts. De hecho, el acceso irrestricto se extenderá a todo el colegio. Podrá explorarlo con plena libertad.

Había un brillo ávido en los ojos de la directora de Durmstrang.

-Bien, Albus -dijo, abandonando el tono de mercader que había empleado hasta el momento y adoptando uno más respetuoso-, vista la generosidad de tu oferta y la justicia de tu causa, te autorizo formalmente a visitar el colegio junto con tus amigos.

Y le extendió la mano. Albus, no muy acostumbrado a estrechar manos femeninas, lo hizo con suma delicadeza, y de algún modo sintió que con este gesto estaba sellando algún tipo de entendimiento formal con la bruja. No era un Juramento Inquebrantable ni una promesa que pusiera su magia o la de ella en juego, pero en cierta manera comprendía que de romper el acuerdo algo malo le ocurriría.

Por suerte, él no tenía la menor intención de hacerlo. Era un trato demasiado ventajoso para ambas partes, y además Frida Von Papen le era muy simpática.

***

Los chicos acababan de recibir sus tazas de café y té cuando vieron a Von Papen y a Albus salir del cine. Viendo que no parecía haber tensiones entre su amigo y la directora de Durmstrang, se aprestaron a recibirla con amabilidad. Tras los saludos, la bruja se sentó entre ellos y pidió un capuchino.

-Supongo que estarán todos muy ansiosos por saber dónde está Durmstrang. La ubicación del Instituto es uno de los secretos mejor guardados del mundo, y tengo intención de que siga siéndolo. Así que antes de que yo les diga nada, todos deben firmar este contrato.

La directora extrajo de su bolso un pergamino, pero para sorpresa de todos, estaba en blanco. Ash se puso un poco nervioso, temiendo que tan extraño objeto atrajese la atención de los muggles, pero Von Papen, como si le hubiera leído el pensamiento, dijo:

-No se preocupen, tiene un hechizo repelente de muggles. Nadie notará su presencia, ni tampoco de la pluma -añadió, sacando una pluma negra y larga del bolso. Su afirmación se vio confirmada cuando el mozo le trajo a la bruja su taza de capuchino y no le dedicó ni una mirada a la pluma o al pergamino. Lo único que le extrañó al hombre fue que todos excepto Frida lo mirasen con tanta ansiedad, como si esperasen que hiciera o dijera algo.

-¿No hay tinta? -preguntó Agamenón.

-No -respondió Frida secamente-. Solo tienen que escribir en el pergamino “Prometo no decir dónde está Durmstrang”.

-¿Y qué pasa si quebramos la promesa? -preguntó Alcyone, expresando en voz alta lo que los demás se preguntaban en su fuero íntimo. La experiencia del sorteo de las esferas de Al los había dejado a todos muy sensibles en cuanto a ese tema.

-Perderán su magia irremediablemente -dijo Von Papen. Los jóvenes asintieron.

Con expresión sombría, Albus tomó la pluma y fue el primero en escribir las palabras. Apretó los dientes para contener un gemido de dolor cuando las mismas letras que dibujaba en el pergamino se cortaban en el dorso de su mano. Gracias a su padre, él conocía muy bien este tipo de plumas, y en cuanto advirtió la ausencia de un frasco de tinta supo lo que les esperaba. Los demás miraban horrorizados tanto los cortes en la mano de su amigo como las letras sangrientas del pergamino.

-¿Espera que todos hagamos eso? -dijo Agamenón con asco.

-Sí.

-¡Pues olvídelo, yo no pienso…! -protestó el hijo de Rabastan Lestrange, haciendo ademán de ponerse de pie.

-Agamenón -dijo Albus, lanzándole una mirada asesina y tendiéndole la pluma-. Actúa como un Gryffindor de una buena vez. Será solo en esta ocasión, y las cicatrices no serán permanentes como las de mi padre.

Por una vez, el chico obedeció sin chistar, aunque tardó más en escribir la frase pues el dolor lo obligaba a detenerse en cada letra. En rigor hubiera sido menos doloroso escribirla rápidamente. Los otros siguieron el ejemplo de Albus.

-Gracias -dijo Frida después de que el último de los chicos, Livius, escribiera su promesa-. Dentro de poco aliviaré sus dolores, pues tengo frascos de solución de murtlap preparados para ustedes. Y como bien dijo Albus, las cicatrices no serán permanentes, ya que esta será la única vez que deberán utilizar la pluma. Todos los alumnos y profesores del Instituto han tenido que firmar esta promesa durante los últimos trescientos años.

“El Instituto Durmstrang no está sometido al control de ningún gobierno mágico local, por el simple motivo de que está situado en medio de la frontera de Finlandia y Rusia. La línea fronteriza atraviesa el colegio y lo divide en partes iguales. Debido a esta afortunada circunstancia, el Instituto no depende ni de Rusia ni de Finlandia ni de ningún otro país. Los dos gobiernos mágicos tienen muy malas relaciones y nosotros nos aprovechamos de ese factor pues impide que hagan intentos conjuntos de controlarnos; de hecho, lo estimulamos.

“Tampoco dependemos de ningún gobierno mágico para el transporte. Hay una red de túneles subterráneos por los cuales nuestro barco navega desde Berlín, el lugar donde se reúnen los alumnos del Instituto cada 1º de septiembre, hasta el colegio. En estos momentos, el barco está anclado en Berlín. Una vez que terminemos nuestras bebidas -añadió mientras bebía un sorbo de capuchino-, buscaremos un lugar para Desaparecernos con destino a la capital, y desde allí los llevaré al Instituto.

[NOTA 1: Si bien la idea de que el barco de Durmstrang navegue por ríos subterráneos ya fue utilizada por DobbyElfLord en Altered destinies, en realidad creo que es la explicación más razonable a la pregunta de cómo hace esa embarcación para navegar por Europa sin ser vista por los muggles. El hecho de que emerja de las profundidades del lago de Hogwarts en el cuarto libro parece respaldar su teoría.

NOTA 2: ¿Alguien cumplía años hoy? Si es así, le dedico el capítulo.]

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Persuasiones


El lugar donde el Traslador de Albus lo llevó junto con Alcyone y los dos cadáveres era apenas un punto provisorio en medio del bosque. Dado que ese Traslador era ilegal, Al no quería quedarse demasiado tiempo allí, por lo que le pidió a Alcyone que volviera a la mansión de los Saussure y se reuniera allí con Livius. Una vez que se desembarazó de ella, Albus debió encarar solo la desagradable tarea de decapitar los dos cadáveres, librarse de los cuerpos con el típico método de convertirlos en objetos pequeños e inanimados y enterrarlos en cualquier parte, y encontrar una caja del tamaño adecuado para poner en ella los órganos de vista, oído, olfato, alimentación, habla y pensamiento de Oscar Wilder y Karl Bentham. También debía curarse las heridas que le había ocasionado Livius.

Todo esto le tomó unas dos horas, pues después de cortar las cabezas tuvo que limpiar minuciosamente el departamento marsellés que había alquilado ex profeso para la faena. Claro que podía utilizar hechizos, pero había que asegurarse de que no quedasen ni las más pequeñas gotas, lo cual significaba revisar cada rincón de la habitación.

En cualquier caso, logró dejar el departamento sin ninguna evidencia física de la mutilación de los cuerpos y enviar, desde el barrio mágico de París y sabiendo que nadie lo molestaría tratando de averiguar qué contenía su paquete, la caja con las cabezas.

Por fin pudo volver a la mansión de los Saussure, una vivienda que a pesar de su lujo y belleza lo tenía cada vez más hastiado y donde lo recibieron con la noticia de que Rose se había ido de muy mala manera. Su única respuesta fue una mueca de desagrado. Si Scorpius había sido incapaz de mantener el secreto con su novia, él no era quién para criticarlo; “al fin y al cabo”, pensó, “cuando una mujer se propone averiguar algo y ese algo lo sabe su pareja, no hay forma de evitarlo”. Y si bien habría sido muy útil tener a Rose en su bando, ella habría sido a la vez una gran molestia. Ya tenía suficiente con los escrúpulos de Agamenón.

Pero cuando Valerie le dijo que había escuchado a Alcyone armar sus valijas, Albus no tuvo otra opción más que levantarse del sillón en el que se había desplomado al volver a la mansión y subir a su dormitorio. La joven estaba ya reuniendo sus últimas prendas y estaba por cerrar el cierre de la valija cuando Al entró a su cuarto.

-Hola de nuevo, Cyone -dijo con serenidad.

-¿Qué quieres ahora?

-Hablar. Sobre lo que ocurrió hoy a la tarde.

-Me obligaste a matar a dos hombres desarmados, eso es lo que ocurrió -repuso Alcyone-. No tenemos nada de qué hablar.

-Fuiste tú la que eligió matarlos.

-¡Y tú fuiste el que nos engañó con esas esferas de mierda! ¡Debiste habernos advertido lo que pasaría si nos negábamos a obedecer!

-Admito que fui deshonesto, pero no hice trampas. ¿Acaso crees que puedes ir a la guerra sin matar a nadie con tus propias manos?

-No así. En una batalla, todo es posible, pero no esto. Esto fue una ejecución a sangre fría.

-Ahora tú eres la deshonesta. Tú aceptaste que ellos tenían que morir. ¿Qué diferencia hay entre eso y matarlos tú misma?

“Escucha, yo he matado a muchas personas. No es fácil, no es agradable, pero es necesario. Al menos en ciertas circunstancias. Y el enojo que estás sintiendo es natural. Es como te dije en la cabaña: no me odias a mí, odias la situación en la que te puse. Pero ¿acaso la culpa de que te hayas visto forzada a hacer lo que hiciste es mía? ¿Yo empecé esta guerra? ¿Yo maté a Hugo, yo maté a Shacklebolt?

Su tono había pasado de ser el de una paciente explicación al de una mezcla conmovedoramente sincera de pena y cólera.

-Servilia Crouch es la única culpable de todo esto. Nunca olvides eso y nunca permitas que nadie te convenza de lo contrario. Crouch mandó a esos dos Aurores a matar o a morir. Y será Crouch la que tendrá que responder por esto, no nosotros. Cuando llegue el momento, todos los crímenes que hemos tenido que cometer para derrocar a esa tirana serán vistos como hazañas. Seremos héroes. Y no solo seremos héroes por librar a los magos y brujas de su dictadura, sino por lo que haremos después.

-¿A qué te refieres? -dijo Alcyone, cuyo enojo iba desvaneciéndose poco a poco.

-¿Acaso piensas que solo vamos a destituir a Crouch y administrar su sistema decadente como si no hubiera pasado nada? Tengo planes, grandes planes para nuestro país. Nada volverá a ser igual en Gran Bretaña. Eliminaremos la corrupción, le daremos al Estado la autonomía que necesita para enfrentar a los intereses privados, reformaremos las instituciones básicas de nuestra sociedad… El Wizengamot, Hogwarts, Azkaban, San Mungo, el Parlamento mágico… Cuando pienso en todo lo que podremos hacer, todo lo que vamos a hacer… a veces me entusiasmo tanto que no puedo dormir por las noches.

“¿No lo ves? ¿No entiendes que la empresa que comenzaremos en los próximos días no se limita a la guerra? ¡Estamos hablando de una revolución, Alcyone! ¡Y tú y yo y todos los que nos sigan serán recordados como los jefes de la revolución más gloriosa que haya conocido nuestro mundo!

-¿Y cuál es la diferencia? -dijo Alcyone, en un tono más curioso que cuestionador- ¿Acaso tanto las guerras como las revoluciones no matan gente?

-¡Sí, pero las revoluciones lo hacen con un objetivo totalmente opuesto! ¡Las guerras estallan por los motivos más mezquinos, mientras que las revoluciones se basan en ideales! ¡Nuestro mundo tiene problemas que van más allá de Servilia Crouch, aunque ella es quien mejor los encarna! ¡El Estado es una cáscara hueca que el líder político de turno llena con sus ambiciones y que en el fondo siempre es manejado por los mismos ricachones! Las “contribuciones” de gente como los Malfoy, los Zabini o los Nott son las que verdaderamente financian al Ministerio. El dinero de esas familias es el combustible que hace funcionar al Estado, y al mismo tiempo las cadenas que lo ciñen.

“Nosotros podemos cambiar todo eso. Tenemos una oportunidad casi única, una oportunidad que ya tuvieron y no aprovecharon mi padre y Shacklebolt tras la muerte de Ryddle por ser demasiado estrechos de miras. ¿No quieres ser parte?

-Sí -dijo Alcyone-. Quiero participar. Tú lo sabes bien. Pero no esperaba que las cosas serían así de sórdidas.

-Yo tampoco -dijo Albus-. Pero estamos nadando en un mar de mierda y sangre, y solo podremos salir de él cuando lleguemos a la orilla; si nos quedamos quietos nos ahogaremos, o nos devorarán los monstruos que habitan este mar.

Los dos chicos se quedaron en silencio durante casi medio minuto, sentados en la cama. Albus tomó la mano de Alcyone entre las suyas y la acarició afectuosamente.

-Si tú y Liv quieren salirse, yo no solo no se los impediré sino que los ayudaré a establecerse en algún lugar seguro, Cyone, a menos que prefieran volver a Gran Bretaña. A pesar de lo que dijo él hoy, nadie tiene por qué enterarse que tú mataste a los Aurores.

-No -musitó Alcyone-. Me quedaré contigo.

Con una sonrisa, Albus se incorporó.

-De cualquier modo, no hace falta que desarmes tu equipaje, Cyone. No nos quedaremos aquí mucho tiempo más.

***

Aparte de la del moribundo fuego que ardía en la chimenea, la única luz del salón donde Livius se había sentado a meditar aquella noche era la de su cigarrillo. Como tantas otras personas, había empezado a fumar por algún motivo tan tonto que ya no conseguía recordarlo, y seguía fumando porque ya había desarrollado una adicción. Livius no podía -o tal vez no quería- dejar de fumar, por lo que se limitaba a tratar de hacerlo moderadamente. Claro que en días como aquel eso era una empresa imposible.

-Escuché que este era el salón de fumadores -dijo una voz familiar, desde la puerta-. ¿Te molesta si me siento contigo?

Livius no contestó, por obvios motivos, pero tampoco escribió ninguna nota, como habría hecho en circunstancias normales. Indiferente a su silencio, Albus ocupó uno de los sillones, aunque la mala iluminación de la estancia le impidió a Livius distinguir cuál.

-Yo no entiendo dónde reside el placer de fumar tabaco. La marihuana es más divertida.

La falta de respuestas de Livius no amilanó a Al.

-Eres bueno con los puños -dijo-. Eso es muy bueno para los casos en que te encuentres sin tu varita, porque la mayoría de los magos y brujas no esperan que uno los ataque con tácticas muggles. Pero hacerlo cuando uno tiene la varita a mano es algo degradante. Uno debería evitar recurrir a ello.

“He hablado con Alcyone y ella está dispuesta a quedarse en el grupo. Quiero saber si tú deseas lo mismo.

Solo aquello sacó a Livius de su mutismo. Sacando su varita, el chico escribió unas palabras en el aire.

¿Cómo la convenciste?

-Le recordé qué fue lo que nos llevó hasta aquí y qué es lo que nos espera cuando ganemos.

Pareces seguro de eso.

-¿De que ganaremos? Pues por supuesto. ¿Crees que Crouch será difícil de derrocar? Su régimen es un castillo de naipes. El miedo será nuestra mejor arma. Te garantizo que ella es incapaz de organizar una resistencia seria; solo puede utilizar trucos tan bajos como el del secuestro de LW.

Y sin embargo, lo de LW estuvo a punto de costarle la vida.

-Nosotros tomaremos la iniciativa esta vez, Liv. Primero nos entrenaremos en Durmstrang, y cuando estemos listos regresaremos a Gran Bretaña y comenzaremos nuestro trabajo de desestabilización. Nadie saldrá lastimado… excepto a manos nuestras, por supuesto.

Bueno, Albus, si Alcyone está dispuesta a acompañarte, entonces yo iré con ella. Pero repito que no me gusta lo que nos hiciste.

-Sí, tus golpes lo dejaron más que claro -dijo Albus con una risita-. Te prometo que nunca volverá a suceder. Seré totalmente sincero con ustedes…

Excepto en lo que se refiere a Isaac, ¿no?

-Excepto en ese tema. Es por la seguridad de él. Ahora si me disculpas, tengo un asunto que atender con LW.

***

En su camino al jardín donde le habían dicho que Louis Weasley se encontraba, Al se cruzó con Melusine de Saussure, que lo saludó con una cordialidad tan glacial como el clima que tuvo que soportar el chico al salir de la casa al encuentro de su primo.

-Diablos, Louis, no sé cómo soportas este frío. ¿Por qué no entras?

-Tuve que estar demasiado tiempo encerrado ayer.

-¡Pero si estuviste con los Aurores menos de veinticuatro horas!

-A mí me parecieron más.

Maldiciéndose por su falta de tacto, Albus se sentó en una de las sillas blancas del jardín, cerca de una fuente congelada y adornada con tritones.

-¿Has logrado contactarte con Frida Von Papen?

-Sí, Cvalda ya le escribió. Según ella, la directora está dispuesta a encontrarse con nosotros en Weimar. De allí nos trasladaremos a Durmstrang… esté donde esté ese instituto.

-Lo lamento, primo, pero tú no nos acompañarás.

-¿Qué?

-Ya me oíste. Necesito que te quedes en Francia.

-¿Por qué?

-Bueno, eso es lo que vamos a dilucidar ahora -dijo Al levantándose, aproximándose a LW y entregándole un frasquito.

-¿Qué es esto?

-Veritaserum.

-¿Y por qué me lo das?

-Creo que ambos sabemos la respuesta -dijo Albus, y aún con la escasa luz que provenía del interior de la mansión Louis pudo ver que sus ojos estaban más fríos y desconfiados que nunca.

-De modo que te diste cuenta, ¿no? -dijo LW con una triste sonrisa.

-Tardé un poco en percatarme, pero cuando lo hice todo fue muy evidente. Supongo que tus abuelos nunca se preguntaron por qué preferiste Desaparecerte en vez de volver a la mansión de los Saussure por la Red Flu.

-No. Y aún si me lo hubieran señalado les hubiera inventado una historia.

-Pues bien, creo que debes ser sincero conmigo.

-¿No hay ninguna manera de evitarlo?

-No, LW. Eres mi primo y te quiero, pero hay otras personas cuya seguridad depende de mí. No puedo darme el lujo de descuidarme en estos detalles.

-De acuerdo -dijo el hijo de Bill y Fleur, destapando la botellita y bebiendo su contenido.

-¿Por qué te Desapareciste?

-Quería ver a una chica.

-¿Qué chica?

-Se llama Diane Poitiers -dijo LW-. Es una muggle.

-¿Estás acostándote con ella?

-Sí. La amo.

-¿Y por qué sigues con Melusine?

-Porque ella me ama a mí, y no quiero herirla. Ni tampoco quiero herir a su hermano.

-¿Vas a dejarla? A Melusine, me refiero.

-Sí. Eventualmente.

-¿O sea que tu secuestro fue genuino? ¿No tenías ni tienes ningún tipo de complicidad con Crouch o con los secuestradores?

-No.

Albus soltó un suspiro de alivio.

-Como podrás imaginar, me siento un poco contento por lo que me has dicho -dijo Albus, que ya había averiguado todo lo que necesitaba-. Si me hubieras dicho que estás trabajando para Crouch… bueno, mejor ni pensarlo. Ahora, vayamos al tema de esta chica. No puedo permitir que abandones a Melusine. Y eso se relaciona con el motivo por el cual necesito que te quedes en Francia.

-¿Por qué?

-Porque necesito que permanezcas legal y en el continente. Durmstrang será nuestro lugar de entrenamiento, pero Francia debe ser nuestro refugio, tanto para organizar operaciones al otro lado del Canal como para refugiarnos en caso de una derrota. Y para eso necesitamos a los Saussure.

“Además, quiero reclutar magos y brujas europeos, no solamente británicos. No te preocupes -se atajó, viendo que LW comenzaba a protestar-, no tendrás que empezar esa tarea ahora mismo. Todavía faltan unos años. Pero cuando llegue el momento, tú comenzarás a buscarnos seguidores. Tienes suficiente dinero como para viajar por el continente y con el tiempo armarás la red de contactos necesaria.

“Por lo pronto quiero que te quedes aquí, con los Saussure. No me importa qué hagas con esta Diane, siempre y cuando conserves intacta tu relación con Melusine.

-¿Cómo puedes pedirme esto? -dijo LW- He hecho infinidad de cosas por ti, Al. No puedes pedirme que renuncie a la única mujer de la que realmente me he enamorado.

-No te pido que renuncies a ella. Pero debes comprender que hay otras prioridades. Los Saussure son una pieza clave en nuestros planes, y no podemos darnos el lujo de predisponerlos en nuestra contra.

El hermoso rostro de Louis Weasley estaba ahora más sombrío que nunca.

-Ella me dejará si yo no abandono a Melusine, Al. ¿Renunciarías tú a Valerie si fuese necesario para ganar la guerra?

Albus abrió la boca para responder, pero decidió callarse la frase que tenía en los labios («No hay nada más importante que ganar la guerra»).

«Cuidado, Al», pensó. «Estás pisando terreno poco firme. Mejor un poco de sutileza».

-Tienes razón, Louis -respondió, en tono conciliador-. Tú has hecho demasiado por mí y por esta causa. No tengo derecho a exigirte más.

«Si consideras a esta chica, Diane, más importante que hacer justicia por la muerte de Hugo, entonces no es necesario que nos sigas ayudando.

-Yo no quise decir eso… -dijo LW.

-Louis, está bien -dijo Al-. Haz lo que te dicte tu conciencia. En cualquier caso, decidas lo que decidas con respecto a Melusine y a Diane, mis instrucciones siguen siendo las mismas: quédate en Francia y auxílianos en lo que puedas.

Dándole unas palmaditas en el hombro, Albus regresó al calor y a la luz de la mansión, sabiendo que esa manera de tratar a su primo era la mejor. Si lo hostigaba, entonces se sentiría justificado cuando se fuese con la muggle. Al ser tan respetuoso con él, había plantado una pequeña semilla de culpa que no tardaría en germinar.

«Weimar», pensó, sonriente. «Eso es lo que importa ahora, nuestra entrevista con la profesora Von Papen en Weimar. Todo tendrá sentido cuando estemos en Durmstrang. Arbeit macht frei

[NOTA 1: Dado que la pronunciación del nombre de Alcyone -repito, es “Alcíone”- les ha dado tantos problemas, he decidido aclararles cómo es la pronunciación de algunos nombres propios mencionados en este capítulo. El “Von” de “Von Papen” se pronuncia “fon”, “Weimar” se pronuncia “vaimar”, “Cvalda” se pronuncia “cualda”, “Diane” se pronuncia, en este caso, “dian”, y «Poitiers» se pronuncia “puatié”.

NOTA 2: Cuando pueda les mostraré el artículo sobre la revolución de mayo que me tuvo ocupado hasta las cinco de la mañana del domingo y que me impidió publicar este capítulo antes.

NOTA 3: Dedico este capítulo a… al Cumpleañero Desconocido.

NOTA 4: ¿Qué les parecen los banners de Abramos la cancha y Qué te pasa Clarín?]

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Tu sangre en mis puños


[NOTA 1: Revisé los comentarios viejos y parece que nadie cumple años hoy, de modo que no tengo que dedicarle el capítulo a nadie. Si me equivoco, pido disculpas.]

Por un largo rato, el único sonido que se escuchó en el porche de la cabaña fue el del viento helado que agitaba las copas de los árboles. Todos los ojos estaban fijos en Alcyone y en la esfera negra que sostenía en la mano. La chica había empalidecido y parecía incapaz de reaccionar ante la pavorosa realidad.

-Creo -dijo Valerie, poniendo fin al silencio-, que es momento de darle la varita a Alcyone, ¿no?

-Sí, sí -convino Albus. El chico sacó de su mochila una varita genérica y se aproximó a Alcyone-. Es conveniente -le dijo- que utilices esta varita en lugar de la tuya, Alcyone. Así no podrán descubrirte mediante el Priori Incantatem.

Alcyone miró la varita que Al le puso en la mano, como si no comprendiera para qué servía.

-Vamos, Alcyone -dijo Albus, apoyándole la mano en el hombro, como guiándola hacia la puerta-. Entra a la cabaña y ocúpate de ellos. Yo estaré a tu lado en todo momento. Mientras tanto -dijo, dirigiéndose al resto-, ustedes vuelvan a la mansión de los Saussure. Lo mejor es que no estén aquí cuando lleguen los Aurores franceses.

Ash y Louis Rosier asintieron y caminaron fuera de los límites del nuevo hechizo anti-Aparición que Albus había colocado en torno a la cabaña, Desapareciéndose sin mirar atrás. Solamente Valerie y Livius se quedaron; Livius estaba tan aturdido como su novia, y Valerie los observaba a ambos con expresión calculadora.

-Sería preferible que tú también te fueras, Livius.

El chico entonces comenzó a escribir.

No. No puedes hacerle hacer eso. No lo permitiré.

-Fue decisión de Alcyone. Al participar del sorteo, aceptó matarlos en caso de ser elegida. Y eso es exactamente lo que hará, lo quieras o no -dijo Albus, arrojando la nota al suelo con desdén luego de leerla.

«Hiciste trampa. Querías que ella perdiera», escribió Livius a continuación.

-No seas tonto, Livius. ¿Por qué querría que ella, entre todas las personas, matase a Bentham y Wilder?

Para matar dos pájaros de un tiro. Al hacerle cometer un asesinato así de grave no solamente la vinculas indisolublemente a tu causa sino que también me vinculas a mí, pues no podré permitir que luche sola.

-Muy astuto de tu parte, pero olvidas un pequeño detalle: yo no puedo hacer trampas -dijo Albus tranquilamente, y luego giró hacia Alcyone-. Llegó el momento, Alcyone. Vamos.

-No -dijo ella, con la vista clavada en la varita y en la esfera negra-. No lo haré.

-Me temo que esa no es una opción -dijo Albus con dureza-. Te comprometiste a ocuparte de la tarea si eras seleccionada en el sorteo.

-¡No me importa! ¡No voy a matarlos!

-Alcyone -intervino Valerie-, alguien tiene que matarlos. Ya lo hemos decidido. Y ahora es demasiado tarde para echarte atrás. Si no los matas…

-Si no los mato, ¿qué? -preguntó Alcyone, que había pasado de estar estupefacta a estar enfadada-. ¿Ustedes me matarán a mí? ¿Tan bajo han caído? ¿Tan desesperados están por verlos muertos que están dispuestos a asesinar a uno de los suyos?

Albus vio que Livius llevaba su mano hacia su varita, dispuesto a proteger a su novia si él o Valerie hacían el más mínimo gesto amenazador.

-No -dijo Albus-. No vamos a matarte si tú te niegas a cumplir con tu palabra…

-¡Pues entonces me voy! -dijo Alcyone, arrojando la varita genérica y la esfera al suelo y caminando hacia la línea detrás de la cual podría Desaparecerse, seguida por Livius.

-¡Espera! -gritó Albus- ¡Dejame terminar la frase!

Alcyone se dio vuelta y miró a Albus y a Valerie con un mohín de desprecio.

-¿Si no van a matarme, qué van a hacerme?

-Ya te lo hemos hecho, Alcyone -dijo Valerie suavemente-. De hecho, te lo hiciste a ti misma.

-¿Qué quieres decir? -preguntó Alcyone, preguntándose si no acabarían de envenenarla sin que  ella se percatase.

-Al negarte a cumplir con lo convenido, has activado una magia muy antigua y muy poderosa -dijo Albus-. Verás, este tipo de sorteos no están simplemente librados al azar y a la buena voluntad de los participantes. Los que aceptan jugar, firman un pacto mágicamente vinculante.

-¿Y eso qué significa?

-Que si se rehúsan a obedecer el resultado del sorteo, son castigados.

-¿Castigados con qué? -dijo Alcyone. Livius y ella tenían en ese momento el mismo pensamiento en la cabeza: «Con la muerte».

-Con la pérdida de la magia.

-No te creo -dijo Alcyone, tras pensar durante unos segundos-. Yo me daría cuenta si me hubiera transformado en una squib.

-Te desafío a que saques tu varita, la apuntes a mi pecho e intentes lanzarme un Avada Kedavra ahora mismo, Alcyone. ¿Quieres comprobar si te estoy mintiendo? ¡Pues adelante!

-No pienso escuchar más tonterías -dijo Alcyone, y dio media vuelta. Avanzó algunos metros hasta salir del perímetro del hechizo Anti-Aparición, y se frenó en seco-. ¿Qué es esto?

Asustado, Livius corrió hacia ella, temiendo que se hubiera hecho daño. La respuesta de Alcyone a la mirada inquisitiva de su novio, más elocuente que mil notas, fue:

-¡No puedo Desaparecerme!

-¡Te lo dije, Alcyone! -exclamó Albus desde el porche- ¡Saca tu varita e intenta hacer algún hechizo, el más sencillo que se te ocurra!

-¡Accio rama! -gritó Alcyone, apuntando con su varita a una ramita seca que estaba tirada a unos pasos de donde ella se encontraba. La ramita permaneció inmóvil-. ¡Accio, Accio, Accio!

-¡No funcionará, Alcyone! ¡Mientras esos dos Aurores sigan con vida, tú serás una squib! -gritó Albus-. ¡Ahora entra y cumple con tu parte del trato, maldita sea! ¡Mátalos ahora!

Pero quien regresó a la cabaña no fue Alcyone sino Livius, quien corrió hacia el porche, sujetó a Albus y lo estampó contra la pared, propinándole un puñetazo en pleno rostro. Luego le dio un segundo golpe en el estómago, dejándolo sin aire y haciéndolo caer al suelo, donde lo pateó en el pecho. Valerie apuntó a Livius con su varita, pero Albus la detuvo con un gesto de su mano. Livius volvió a pegarle en el rostro, pero eso no impidió que Albus gritara:

-¡Sé lo que estás pensando, Livius, pero no funcionará!

Eso hizo que el mudo interrumpiese su golpiza, desconcertado.

-¡Sé que crees que hice trampa en el sorteo para que Alcyone fuera seleccionada, pero te juro que no es así! ¡Es imposible hacer trampa en un sorteo de esa naturaleza! ¡Los participantes deben elegir someterse al azar! ¡Si alguien manipula el resultado del sorteo, se interpone en el camino del azar e invalida el acuerdo!

Livius, que se había arrodillado para pegarle a Albus en la cara, se incorporó y miró nerviosamente a la puerta de la cabaña.

-¿Sabes? -dijo Albus, aparentemente insensible al dolor de los golpes, mientras Valerie lo ayudaba a ponerse de pie-. A veces tu rostro es más comunicativo que todo lo que pudieras escribir o decir. Apostaría mi mano derecha a que ahora mismo estás pensando en entrar a la cabaña y matar tú mismo a Wilder y a Bentham para librar a Alcyone de la responsabilidad.

«Eso te enaltece muchísimo, Livius, pero sería contraproducente. Si esos Aurores mueren a manos de cualquiera que no sea Alcyone, entonces será imposible para ella cumplir con el acuerdo y quedaría convertida en squib por el resto de su vida.

«La decisión es tuya, Alcyone -dijo, dirigiéndose ahora a la novia de Livius, que había corrido de vuelta hacia la cabaña, temiendo que Albus o Valerie le hicieran daño a su pareja-. O matas a Bentham y Wilder o vives el resto de tu vida como una squib.

-Te odio -dijo Alcyone, con los ojos vidriosos por las lágrimas.

-No. Odias la situación en la que te has metido. Esto es una guerra, y todos debemos estar dispuestos a matar y a morir por nuestra causa. El momento en el que podías negarte ya pasó.

A continuación, Albus se agachó, recogió la varita genérica y se la entregó a Alcyone.

-Será rápido e indoloro. Para ellos y para ti.

Y abrió la puerta de la cabaña, invitándola a pasar. Su aspecto era bastante absurdo, con el rostro ya marcado por las contusiones provocadas por los puños de Livius y gotas de sangre en sus orificios nasales y la comisura de sus labios, pero en una postura que recordaba a la de un botones abriendo la puerta de la recepción de un hotel. Alcyone caminó hacia la puerta de la cabaña, pero al pasar junto a Livius él la tomó suavemente del brazo, tratando de disuadirla.

-Es necesario -dijo ella, y se desasió. Livius permaneció parado en el porche, con una expresión desolada en el rostro, mientras Albus cerraba la puerta. No se resistió cuando Valerie lo tomó de la mano y lo llevó afuera de los límites del hechizo Anti-Aparición.

***

Oscar Wilder y Karl Bentham estaban atados a dos sillas. Sus eventuales gritos habían sido acallados con un Silencio, pero sus miradas transmitían toda la rabia y el miedo de un animal salvaje enjaulado.

-Hemos decidido ejecutarlos -dijo Albus sin preámbulos-. Les haremos a ustedes lo que su jefa Crouch probablemente les haría si supiera que han fracasado en la misión que les encomendó.

A pesar de que sabían que ningún sonido saldría de sus gargantas, los dos magos intentaron gritar. Era casi cómico verles abrir sus bocas y mover sus labios y lenguas sin emitir el menor ruido.

-Portus -dijo Albus, apuntando con su varita a una vieja y oxidada taza de metal-. Bueno, nos quedan dos minutos. Hazlo de una vez, Alcyone. Primero mata a Bentham y luego a Wilder.

Temblando, Alcyone apuntó a Bentham y dijo:

-Avada Kedavra.

Un rayo verde brotó de su varita e hizo impacto en el rostro del Auror, congelando para siempre la expresión colérica de Bentham. Alcyone sollozó, pero no bajó su varita.

-Ahora Wilder -dijo Albus, impasible.

Los ojos de Wilder se abrieron de par en par, y de pronto pareció más joven de lo que era, casi un chico de la edad de Albus o Alcyone. Era una súplica muda, pero intensa.

-Av… Avada Kedavra -dijo Alcyone, con la voz quebrada por las lágrimas. La Maldición Asesina alcanzó a Oscar en medio del pecho. Su cabeza cayó, como si se hubiera quedado dormido, ocultando misericordiosamente su última expresión facial.

-Bueno, vámonos -dijo Albus, haciendo que Alcyone colocase un dedo encima de la taza. Como las sillas de Wilder y Bentham estaban muy cerca la una de la otra, no le resultó dificil acercarse y hacer que pusieran sus dedos muertos en el borde de la taza. Unos diez segundos después, el polvoriento suelo de madera desapareció bajo sus pies.

***

A la mañana siguiente, la ministra de la Magia Servilia Crouch hizo su acostumbrado trayecto desde la chimenea de su residencia oficial hasta el Atrio, y de allí a su despacho. Si bien Kinsgley Shacklebolt y otros ministros se habían mostrado muy accesibles y no tenían problemas en interrumpir su marcha para conversar con aquellos funcionarios que deseaban hacerles pedidos, Crouch no los había imitado. Siempre se movía rodeada por una guardia personal de cinco Aurores que no dejaban acercarse a nadie a ella. La única forma de conversar con Servilia era pedir una audiencia oficial. Solamente John Dawlish -por su inmenso poder- y Marietta Edgecombe -porque sus funciones lo exigían- tenían un acceso irrestricto a la ministra.

Los Aurores obligaron a los magos y brujas que estaban esperando el ascensor a correrse del medio para que Crouch y ellos fuesen los únicos ocupantes. Normalmente la ministra intentaba suavizar esa apariencia glacial e inalcanzable que daba cuando ingresaba o salía del Ministerio dedicando sonrisas y saludos al gentío, pero esa mañana la Señora -como la llamaban por lo bajo los funcionarios- estaba más distante que nunca.

Crouch y sus Aurores entraron al ascensor y lo utilizaron para subir al Nivel 1, lugar donde estaba ubicada su oficina. Durante esos momentos de soledad, la ministra y sus guardaespaldas no intercambiaron una sola palabra. Al llegar al Nivel 1, Crouch avanzó sin detenerse y sin reparar en los discretos saludos de sus empleados. La única persona a quien se dignó a mirar y a dirigirle la palabra fue a Marietta, quien se puso de pie apenas la vio entrar.

-Buenos días, Señora.

-¿Qué tengo agendado hoy? -dijo Crouch.

-A las 10 tiene una audiencia con el jefe del Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas… -dijo Marietta, acostumbrada a los modales de su jefa.

-Pasala para mañana -dijo Crouch-. ¿Qué más?

-A las 13 tiene una reunión con una delegación de miembros del Parlamento mágico. A las 16:30 tiene una reunión con el embajador de Australia, y a las 19 tiene un acto en el Atrio donde anunciará un aumento del presupuesto de la División de Aurores.

-Pasa la reunión con los legisladores para las 16:30 y adelanta la reunión con el embajador  australiano para las 13. ¿Algo más?

-Sí, señora. Probablemente no sea nada, pero recibimos un paquete de Albus Potter…

-¿Qué? -preguntó Crouch, levantando la voz por primera vez-. ¿Y recién ahora me lo dices, estúpida?

-Pensamos que podía ser una broma pesada, Señora, porque los Inefables revisaron el paquete y no encontraron rastros de magia oscura.

-¿Y qué te hace pensar que Potter querría matarme de esa manera, Edgecombe? ¿Dónde está el paquete?

-En su escritorio, Señora. Si desea, puedo hacer que se lo lleven.

-No. Iré a abrirlo ahora mismo.

Crouch se dirigió a la puerta de la oficina, pero cuando se dio cuenta de que los Aurores hacían ademán de seguirla, giró y les dijo:

-No será necesario que me acompañen. Marietta ya dijo que el paquete no es peligroso.

-Pero es posible… -dijo el jefe de la custodia.

-Yo soy una Auror, en caso de que no lo recuerden -dijo Crouch, cortante-. Si detecto cualquier amenaza sabré defenderme.

Sabiendo que la ministra no soportaba que le llevasen la contra, el jefe asintió. Satisfecha, Crouch ingresó a su oficina. La caja, envuelta en un papel de regalo rojo y blanco, estaba depositada sobre la mesa. Como hacía habitualmente, Crouch corrió las cortinas de los cuadros de sus predecesores para impedirles ver lo que ocurriría a continuación.

Utilizando un abrecartas de plata, la ministra abrió el envoltorio y la caja. Su gesto no se alteró al descubrir en su interior las cabezas cortadas de Karl Bentham y Oscar Wilder. En la boca de Wilder, había un pergamino doblado. Servilia lo extrajo y lo desdobló.

Querida Servilia:

Como verás, tus hombres fracasaron en la misión que les encargaste en Francia. Espero que eso te enseñe una lección: los Aurores son perros guardianes, no zorros ni lobos. Ni siquiera hienas, aunque puede que tú seas la excepción a la regla.

No te preocupes por mí, Servilia. No pienso desaparecer por siempre. Volverás a verme. Tu sangre estará en mis puños, anciana.

Con amor,

Albus

[NOTA 2: Sé que habrían querido ver a Crouch ahogándose de rabia, pero preferí cortar el capítulo en este punto. Y alégrense, porque había pensado en terminarlo en el momento en que Albus dice: «O matas a Bentham y Wilder o vives el resto de tu vida como una squib». Pero decidí ser compasivo y concluir de una vez con el tema.]

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Profunda


[NOTA 1: Quiero hacer dos dedicatorias que tal vez sean anacrónicas (una por tardía y otra por temprana). Primero, a Diane Elizabeth, que cumplió años el viernes. Segundo, a LiNk, que cumple años este viernes. Podría dedicarle el capítulo del viernes mismo de su cumpleaños, pero no confío en mi memoria.]

“La profunda”. Así se suponía que era el nombre técnico de la postura que estaban adoptando Scorpius y Rose para hacer el amor en esos momentos, pero a la hija de Ron y Hermione Weasley le parecía de pésimo gusto y prefería no mencionarlo. Pero ¡qué placentero era practicarla! Sentir gran parte del peso del cuerpo de Scor encima del suyo, sentir su pene erecto tan adentro de ella la hacía aislarse del mundo que la rodeaba y, literalmente, ver las estrellas.

Era penoso, por otra parte, que solo fuera en esos momentos que Rose se sintiera genuinamente vinculada a su novio. El sexo la deshinibía no tanto en el terreno del decoro -en verdad ella no era demasiado mojigata-, sino en el de la confianza hacia Scorpius. En todos los demás momentos, sus relaciones eran dificultosas. No discutían nunca, pero tanto él como ella eran concientes de estar representando una farsa: la de una pareja feliz y despreocupada, de vacaciones con sus amigos en Francia. Aquellas veinticuatro horas que habían pasado juntos habían sido, para Rose, las mejores en términos sexuales y las peores en términos sentimentales.

Lo cierto es que Rose Weasley estaba desesperadamente ansiosa por conocer los planes de Albus y qué rol tenía Scorpius en ellos. Sabía que él había tratado de ayudarlo en Gran Bretaña y que como resultado había sido torturado por su padre y prácticamente desterrado por Servilia Crouch. ¿Y quién sabía qué podía pasarle si trataba de ayudarlo, especialmente ahora que los planes de su primo eran muchísimo más ambiciosos? Rose necesitaba saber la verdad.

La idea había surgido por la mañana, cuando aprovechó el hecho de haberse despertado antes que Scorpius para mirarlo dormir. La habitación estaba bien calefaccionada, por lo que no debían cubrirse con muchas colchas sino que les bastaba con una simple sábana blanca; mientras observaba la silueta del pene de Scor debajo de la tela, resistiendo la tentación de destaparlo para evitar que despertase, la chica pensó que si el único momento en que se sentía cómoda con Scorpius era durante el sexo, y si lo mismo parecía ocurrirle a él, entonces la mejor ocasión para arrancarle la verdad era justamente…

«Pero no», pensó. «Si lo hago, me odiará. Me considerará una manipuladora que se aprovechó de él en un momento de debilidad. No puedo hacerle esto».

«Por otra parte, es por su bien. Necesito saber qué está ocurriendo. Solo así podré ayudarlo, y con eso quiero decir ayudarlo de verdad, no simplemente sentarme, sonreír y callarme como habría hecho cualquier otra bruja de sangre pura que se hubiera emparejado con él o que sus padres le hubieran elegido.»

Tras tomar esa decisión, Rose corrió las sábanas de Scorpius hasta las rodillas del muchacho, y observó con deleite su miembro -bastante grueso aún en reposo, y rodeado de abundante vello rubio pese a que el resto del cuerpo de Scorpius era bastante lampiño- durante unos instantes, hasta que Scor despertó y, con una sonrisa, la besó y después de un poco de juego previo terminó introduciéndoselo en su boca.

Luego vino el desayuno, varias partidas de ajedrez con sus amigos en la sala de estar -durante las cuales pudo vapulear a Albus pero tuvo resultados más parejos con Livius y Valerie- y el almuerzo. Después del postre, bastó una caricia de Rose al delgado muslo de su novio para que ambos regresaran a la habitación. Como siempre -como a él y a ella les gustaba- Rose se recostó en la cama y vio como Scor se desnudaba muy rápidamente y se aproximaba a ella con el pene ya totalmente erecto, que parecía apuntarle como una varita. Como siempre, él la desvistió prenda por prenda, casi reverentemente, y recién aceleró su ritmo cuando la tuvo tan desnuda como él.

En todo ese trajinar, a Scor se le pasó por alto el detalle de que Rose había dejado su varita encima de la mesa de luz, al alcance de su mano, mientras que él la había dejado en el bolsillo de sus pantalones, que habían quedado arrugados en el rincón del dormitorio al que los arrojó.

Ahora él estaba disfrutando de la carita de lascivia que ponía Rose en esas circunstancias, agradeciendo poder ver su rostro en esa postura. Cegado por el placer, no advirtió que su novia, que había estado acariciándole las nalgas con ambas manos mientras él la penetraba, retiraba su mano derecha y la dirigía hacia la varita. Recién comprendió que algo iba mal cuando ella abandonó la expresión que tanto lo excitaba por una más fría y resuelta. Su mano derecha sostenía su varita y le estaba apuntando.

-¿Qué…? -empezó a decir, pero ella no le dio tiempo.

-¿Qué pasó con Louis ayer? ¡Legeremens!

Su cerebro, embotado por el sexo y la sorpresa, no pudo evitar pensar en su charla con Albus del día anterior, cuando él le comunicó que Louis Weasley había sido raptado. La escena pareció invadir la habitación sin que él pudiera contenerla con la Oclumancia que había aprendido a dominar relativamente bien en Hogwarts.

-¿Lo secuestraron? -dijo ella- ¿Quiénes? ¿Y por qué no me lo…?

Pero antes de que pudiera completar su pregunta, Scorpius había salido de ella y prácticamente había saltado de la cama.

-¡¿Cómo pudiste hacerme eso?! -bramó, mirándola espantado. Su erección estaba desvaneciéndose tan rápidamente como había empezado.

-¡Era la única forma de conocer la verdad! -se defendió Rose- ¡Tú y Albus y todos los demás han estado mintiéndome desde que llegué a Francia! ¡Soy tu novia, Scor! ¡Se supone que debes ser sincero conmigo!

-¡Y cuando no lo soy, ¿significa que puedes utilizar la Legeremancia en medio del sexo para obligarme?!

-¡Lo hago por tu bien!

-¡No, lo haces porque odias a Albus y quieres sacarme información para correr a contársela a tu madre!

-¿Cómo te atreves a acusarme de eso? ¿Crees que vine a Francia por Albus?

-¿Y por quién más vendrías?

-¡POR TI, SCORPIUS, POR TI! ¡Me preocupo por ti!

-¡Claro, de la misma forma en que se preocupa mi padre! -escupió Scorpius- ¡Su principal preocupación es cómo lograr que su heredero vuelva al redil, cómo volver a ponerme bajo su control! ¡Pues las cosas han cambiado! ¡No permitiré que nadie me diga qué hacer ahora! ¡Ni mi padre ni la harpía de mi madre ni tú!

-¡No, solamente dejarás que mi primo te de órdenes!

-¡Yo he elegido estar con Albus! ¡Al menos él sí está dispuesto a hacer lo necesario para hacer justicia por lo de tu hermano!

-¿Qué estás insinuando?

-¡Vamos, Rose, se supone que tú eres la Weasley más inteligente! ¿Realmente piensas que haciendo las cosas a la manera de tu madre y de tu tío vas a solucionar las cosas? ¡A los tiranos no se los derrota con bellas palabras ni con leyes ni con tribunales! ¡Lo único que funciona con ellos es la fuerza bruta, y el único que entiende eso es Al!

-¡Por supuesto que lo entiende! ¡Lo entiende demasiado bien! ¿Cómo hizo para liberar a nuestro primo en tan poco tiempo, si es que lo secuestraron ayer?

-¡Hizo lo que debía hacerse! ¡Dado que ellos amenazaban con matar a un ser querido suyo, él amenazó con matar a un ser querido de ellos!

-¿Me estás diciendo que él tomó rehenes?

-¡Exacto! ¡Y logró lo que buscaba: Louis fue liberado antes de que terminara el día! ¡Si hubiera jugado siguiendo las reglas, tu primo estaría muerto ahora!

-¿Y qué pasó con los secuestradores?

-A una la dejó ir, pero a los otros dos puedes darlos por muertos. Y se lo merecen. Un Auror que se rebaja…

-¿Aurores? ¿Él va a matar a Aurores?

-¿Y por qué no? ¿Acaso ellos son superiores al resto de los mortales? ¿O te conmueves porque tu papi, el torturador, era un Auror?

-¡No te atrevas a echarme eso en cara! ¡Lo que te hizo mi padre no tiene nada que ver con esto!

-¡Oh, no, tu padre es un santo, un héroe de guerra! -se burló Scorpius- ¡Gracias a su amiga Crouch, la asesina de su hijo, nadie sabrá nunca que él es un asesino de muggles!

-¡No voy a seguir escuchándote hablar mal de mi familia! ¡No estoy dispuesta a soportarlo!

-¡Y lo que yo no soporto es que tú te niegues a hablar de tu familia! ¿Por qué nunca hablas de Hugo? ¿Acaso te importó que él muriera? ¿Alguna vez lo quisiste?

Scorpius sintió la bofetada de Rose antes de darse cuenta de que ella se había levantado de la cama. Ella alcanzó a darle otras dos antes de que él la sujetara con ambas manos y la empujara contra la pared. Ambos continuaban desnudos, y Rose, que tenía los dientes apretados por la cólera, respiraba entrecortadamente.

-Suéltame -dijo ella, forcejeando. Scorpius, sin embargo, no aflojó su presión sobre sus muñecas y se acercó todavía más a ella. La proximidad con su cuerpo lo había excitado y su pene estaba ahora duro como una piedra. Antes de que Rose pudiera detenerlo, él comenzó a penetrarla-. ¡Suéltame!

Los pedidos de Rose empezaron a hacerse cada vez menos vehementes. Muy a su pesar, ella estaba disfrutando del brutal coito.

-Puta de mierda -dijo Scor entre dientes, mientras hundía con más violencia aún su pene dentro de su vagina, y Rose, que en circunstancias normales le hubiera arrancado los ojos a cualquier varón que osara decirle eso, se excitó. Casi inconcientemente Scorpius siguió musitando insultos del mismo tenor, hasta que los dos llegaron a un orgasmo que les hizo olvidarse de todo lo que se habían hecho y dicho por unos gloriosos instantes.

Scorpius pareció derrumbarse, soltando a Rose y sentándose en el suelo alfombrado de la habitación. Estremeciéndose ante lo que acababa de pasar, la chica regresó a la cama, tomó su varita y la empleó para limpiarse. Con gran parsimonia recogió sus ropas y se vistió. Como hacía poco tiempo que había llegado a la mansión, no había alcanzado a desempacar, de modo que apenas tuvo que meter dos o tres cosas más en su bolso. Pronto estuvo lista para irse.

-Adios -dijo, sin mirar a Scorpius-. No quiero verte más.

El chico no contestó, limitándose a observarla como si no comprendiera bien qué había sucedido. Las primeras lágrimas salpicaron sus mejillas recién cuando pasaron diez minutos después de que ella abandonase el dormitorio y, presumiblemente, también la mansión de los Saussure.

[NOTA 2: La postura “profunda” que da título al capítulo es esta.

NOTA 3: Como habrán advertido, hay una nueva estructura para los comentarios. Ahora pueden responder directamente los comentarios de los demás sin tener que bajar y aclarar a quién están dirigiéndose. No es mérito mío sino de los chicos y chicas de WordPress.

NOTA 4: Con respecto a la obsesión por el sexo que solían atribuirme, quiero confesarles que este es el único capítulo cuya escritura me excitó un poco.]

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Memorias de Livius Black XVII


[NOTA 1: Quiero dedicarle el capítulo a Memi, que cumplió años el miércoles 29, y a Geo, que cumplió dieciocho años ayer. Por cierto, estoy totalmente en desacuerdo con lo que dijo Tito Potter acá: yo he disfrutado del mejor porno después de cumplir 18.]

Después de enviar a Louis a la mansión de los Saussure, donde disfrutaría de un merecido descanso, y de hacer que los dos Aurores restantes fueran encerrados en la misma cabaña donde habían mantenido prisionero a su primo, Albus se apresuró a trasladarse hasta la casa de los Delacour, donde procedió a eliminar todo rastro del secuestro. Esto incluyó borrarles la memoria a los abuelos maternos de LW.

Por supuesto, los Saussure quedaron encantados por el éxito del rescate. Quedó claro para mí que Etienne era la clase de persona que no es capaz de pensar con claridad bajo presión, y que de no ser por eso a Al no le habría resultado tan fácil manejar la situación de la forma en que lo hizo. Melusine, por su parte, si bien se alegró de recuperar a su novio, no volvió a mostrarse tan amable con Albus como antes del secuestro.

Antes de que acabase el día, tuvimos oportunidad de ver nuevamente a Rose Weasley, lo cual fue muy agradable para mí, pues ella y yo habíamos sido buenos amigos en Ravenclaw. Lamentablemente Al nos había dado instrucciones de no contarle nada acerca del secuestro, por lo que no pude tratarla con la misma desenvoltura que antaño. Scorpius había conseguido mantenerla ocupada durante todo el día -una ocupación que debió ser bastante agradable, a juzgar por las miradas y caricias que intercambiaron durante la cena-, de modo que todos (incluyendo a LW, que se condujo intachablemente tras reposar durante un par de horas) logramos engañarla exitosamente. Era una labor difícil, porque también debíamos evitar cualquier otro tema potencialmente conflictivo, pero Al lo resolvió desviando la charla hacia sus recuerdos comunes de Hogwarts.

Durante la velada el único ausente fue Agamenón. Dijimos a Rose y a los Saussure que estaba visitando a su familia materna, los Asset, pero lo cierto es que lo habíamos dejado en la cabaña para que vigilase a los Aurores prisioneros. Claro que no lo dejamos toda la noche solo con ellos, sino apenas las dos horas o dos horas y media que duró la cena, momento en el cual Ash, que había vuelto de Gran Bretaña poco después de la liberación de Louis, fue a relevarlo.

Al día siguiente, después del almuerzo y de que Scorpius y Rose subieran a su cuarto a dormir una siesta (o al menos eso dijeron), todos fuimos de vuelta a la cabaña, donde Ash primero y Valerie después habían estado custodiando a Bentham y Wilder. Como estaban desarmados y atados, Albus consideró seguro dejarlos dentro de la cabaña mientras nosotros decidíamos qué hacer con ellos en el porche. El único ausente, aparte de Scor, era Louis Weasley, pues Al creía que no sería agradable para él volver al lugar donde lo habían tenido cautivo.

-No creo que haya nadie que no piense que debemos matarlos -dijo Valerie, apenas Albus planteó el tema.

-¿Cómo? -reaccionó al instante Agamenón- ¿Matarlos? ¿Estás hablando en serio, Valerie?

-Por supuesto -dijo ella con calma-. Ellos trataron de matar a Louis, en caso de que no lo recuerdes. Y Wilder podría haber matado a alguno de nosotros con sus Maldiciones Asesinas. Yo diría que lo que han hecho merece la muerte.

-¡Lo que han hecho merece una buena estadía en Azkaban! ¡Ellos son delincuentes!

-No, Agamenón -intervino imprevistamente Louis Rosier-. Ellos no son delincuentes comunes. Son algo mucho peor: Aurores que en vez de defender la ley, aceptaron violarla. Los delitos que comete un mago o bruja particular son graves y merecen una pena de prisión. Pero cuando magos que son agentes del Estado cometen crímenes, eso es todavía más peligroso y merece un castigo más duro.

-Sobre todo si son crímenes que ponen en riesgo la vida de otros magos -aportó Alcyone.

-Exacto -coincidió Valerie, feliz de contar con el inesperado respaldo de su hermano y de mi novia-. Un Auror que delinque es peor que un mago cualquiera que delinque.

Entretanto yo comencé a escribir.

Pero además debemos tomar en cuenta que estamos en guerra. Estos Aurores no solo son agentes del orden que han actuado ilegalmente, son también soldados del ejército enemigo. Crouch y los suyos deben saber qué les espera a todos aquellos que sean enviados a atacarnos. Ellos no habrían vacilado en matar a Albus, a LW o a cualquiera de nosotros, y si tuvieran la oportunidad seguramente lo harían.

-De acuerdo, veo que me superan en número -dijo Agamenón, malhumorado-. No me importa que Bentham y Wilder mueran, pero les aseguro que no seré yo quien se ocupe de ello.

-Entonces te recomiendo que regreses a la mansión, Agamenón -dijo Albus, que no parecía ofendido-. Sabes cuánto respeto tus objeciones.

Agamenón claramente esperaba una confrontación por aquella negativa, y la serena respuesta de Al lo descolocó. Asintiendo, nuestro amigo se Desapareció.

-¿Todos los demás están de acuerdo en que Oscar Wilder y Karl Bentham deben morir? -preguntó a continuación. Nadie se atrevió a dar una respuesta verbal, pero sus expresiones eran más que elocuentes.

-Tomaré eso como un “sí” -dijo Albus-. Muy bien, ahora debemos decidir quién se encargará.

Nuevamente hubo un silencio, esta vez más incómodo que el anterior porque Al nos había desconcertado a todos. Durante la discusión, mis amigos y yo creíamos que sería Albus el que se ocuparía de ejecutar a los Aurores. Él había asesinado ya a un Auror personalmente, además de a muchos otros criminales. ¿Por qué no quería hacerse cargo de Bentham y Wilder? Solamente Valerie parecía comprender el motivo por el cual había pronunciado esas palabras, o al menos enmascaraba muy bien su sorpresa.

-¿No vas a hacerlo tú? -preguntó Ash tímidamente.

-Estoy dispuesto a hacerlo, pero creo que esta vez alguien más debería realizar la tarea -dijo Albus.

-¿Por qué? -dijo Alcyone.

-Quiero comprobar que están dispuestos a hacer todo lo necesario para ganar esta guerra -dijo Albus.

-¿Y qué pasa con Agamenón, entonces? -dijo Ash.

-Él nos ayudará desde su función específica -dijo Albus-. Si no quiere matar, no está obligado a hacerlo.

-¿Por qué él no está obligado y nosotros sí? -dijo Louis.

-¡Porque ustedes estuvieron de acuerdo en ejecutar a Wilder y Bentham! ¿Qué diferencia hay entre eso y matarlos con sus propias varitas? -dijo Albus, que parecía irritado.

Por una vez, yo no sabía qué escribir para resolver la situación. Al, sospecho que secretamente de acuerdo con Valerie, había planteado el tema con mucha astucia, enfocándose en la gravedad de los crímenes de Wilder y Bentham y la necesidad de castigarlos duramente, y no en quién exactamente tendría que llevar a cabo ese castigo. Todos estábamos dispuestos a aprobar sus muertes, pero nadie imaginaba que se le pediría que los matase.

Fuimos -y esto es algo que solo pude comprender con el correr de los años- increíblemente estúpidos. Pensábamos en sus ejecuciones en el plano teórico, como sabios encerrados en sus torres de marfil discutiendo sobre la pena de muerte, y hasta que Albus descorrió brutalmente el velo de sus engaños, no nos planteamos la cuestión como un problema que tuviéramos que resolver nosotros mismos. Lo repito: fuimos estúpidos. Y también fuimos jóvenes, aunque no me atrevo a insinuar que esa circunstancia deba ser considerada un atenuante.

-¿Y cómo decidiremos quién lo hará? -preguntó LR.

-Un sorteo -dijo Albus. Acto seguido, se quitó la mochila y extrajo de su interior una bolsa de terciopelo rojo. Extendiendo la palma de su mano, el chico vació lentamente la bolsa, dejando ver que contenía seis esferas blancas y una esfera negra. Estas esferas parecían de mármol, aunque no sabría decir exactamente de qué material estaban hechas, y eran del tamaño de una nuez.

-Si alguno de ustedes quiere examinar las esferas o la bolsa para asegurarse que no les haya colocado algún hechizo para manipular el resultado del sorteo, es libre de hacerlo -dijo Albus.

-No creo que tú seas capaz de hacernos trampa, y me parece que hablo por todos los demás -dijo Ash. Los otros replicaron con varios “Sí” y “Es verdad”.

-Gracias por su confianza -dijo Albus-. Dado que Agamenón se rehusó a hacerlo, quitaremos una de las esferas blancas. Isaac, LW y Scorpius no pueden participar ahora mismo por motivos muy justificados, de modo que habrá seis concursantes. El que saque la esfera negra, que como podrán comprobar es idéntica al tacto a las blancas, deberá matar con un Avada Kedavra a Karl Bentham y a Oscar Wilder.

“Los cuatro primeros sacarán las esferas de a uno, y los dos últimos lo harán al mismo tiempo, a excepción, por supuesto, que alguno de los cuatro anteriores haya sacado la negra. Por supuesto, yo participaré. El orden en que lo haremos será alfabético, pero no por apellido sino por nombre de pila, y no de la A a la Z sino al revés. Así yo seré el último y, si llego a tener que sacar una esfera, tendré más posibilidades de ser el que deba ejecutar a Bentham y a Wilder. ¿Están todos de acuerdo?

El orden entonces sería el siguiente: Valerie, Louis, yo, Ash, Alcyone y Albus. Yo estaba casi seguro de que inevitablemente la esfera negra saldría antes de que llegara el turno de Alcyone y Albus, y estaba más preocupado por la posibilidad de que yo debiera matar a Wilder y a Bentham que por cualquier otra cosa. Aún así, no me atreví a plantear objeciones.

Albus le tendió el saco a Valerie, quién sacó una esfera blanca y la miró inexpresivamente; era claro que a ella le daba igual “ganar” o “perder” el concurso. Louis, en cambio, estaba claramente aliviado ante su esfera blanca. Yo tanteé las esferas y estuve por tomar una pero terminé agarrando la que estaba a su lado. Era blanca.

Ash también sacó la esfera blanca, y no perdió la seriedad en ningún momento. La misión que le encomendó Albus en Gran Bretaña debía haberle dejado los nervios de acero, al menos temporalmente.

El alivio por no haber sido escogido me impidió darme cuenta de que ahora Alcyone tenía un cincuenta por ciento de posibilidades de tener que ejecutar a Wilder y a Bentham. Solo cuando Albus y ella introdujeron sus manos a la vez en la bolsa de terciopelo, comprendí lo que podía pasar con mi novia.

Alcyone y Albus tomaron cada uno una esfera y, manteniendo sus puños cerrados, la sacaron de la bolsa. Mi novia y mi amigo abrieron lentamente sus manos, dejando ver a la esfera negra y la esfera blanca.

El concurso había terminado: Alcyone Hitchens era la elegida para matar a Karl Bentham y Oscar Wilder.

[NOTA 2: Sí, esto es un plagio escandaloso de la miniserie La tormenta perfecta, escrita por Stephen King.

NOTA 3: Había pensado en terminar el capítulo sin revelar si quien había “perdido” el concurso era Albus o Alcyone, pero después de una charla con el lector Albus Potter (si no lo ubican, es quien dejó este comentario) y debido a que me sentía culpable por las 28 horas de retraso en la publicación, opté por ser clemente y no dejarlos con la intriga. Agradézcanselo al comentarista, no a mí.]

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