[NOTA 1: Quiero dedicarle este capítulo a María Victoria y María Claudia, dos lectoras que cumplieron años recientemente. Y a todos aquellos de quienes me haya podido olvidar.
NOTA 2: Me alegra informarles que con este capítulo por fin concluye la segunda parte del fanfic, Los desvíos, y comienza La guerra de las perlas. Realmente lamento no poder mostrarles los detalles del entrenamiento que los chicos recibirán en Durmstrang, pero la imaginación tiene sus límites. El próximo capítulo trascurrirá tras un salto temporal de algunos años.]
La capucha fue retirada bruscamente de su cabeza, haciendo a Agamenón Lestrange parpadear repetidamente para acostumbrarse al cambio de luz (pese a que ese cambio significó apenas pasar de la oscuridad total de la capucha a la semioscuridad del cuarto donde lo tenían). Le habían atado las manos y piernas, y lo habían dejado en el rincón más alejado de la puerta de la habitación.
-Hola, Agamenón -dijo la misma voz de la persona que lo había Aturdido-. Me alegra ver que no te heriste en la caída.
-¿Quién eres? ¿Qué me has hecho? -preguntó, divisando la silueta del dueño de esa voz y entrecerrando los ojos para verlo mejor.
-Tan solo Aturdirte y traerte hasta aquí. No has sufrido ningún daño.
-Dijiste “No has sufrido” en lugar de “no sufrirás” -observó Agamenón con mordacidad.
-Bueno, eso depende enteramente de ti -replicó el hombre, dando un paso al frente y dejando que la luz de la única vela encendida alumbrase su cara.
-¡Crabbe! -exclamó Agamenón al reconocerlo- ¿Cómo te atreviste a hacerme esto?
-¡¿“Atreverme”?! ¡¿“Atreverme”?! ¡Me parece que necesitas que te enseñen buenos modales, muchachito! ¡Crucio!
Agamenón había entrenado con Albus para soportar las Maldiciones Imperdonables (con la obvia excepción de la Asesina), pero lo repentino del ataque de Crabbe le impidió prepararse para el dolor, con lo cual este fue más intenso.
-Espero que esto te haya servido de lección, Agamenón. No tolero que me falten el respeto -dijo Crabbe.
-¿Por qué me… trajo aquí? -preguntó Agamenón con el tono menos agresivo que pudo y omitiendo la espinosa palabra “secuestro”.
-Te he traído aquí porque quiero hacerte una oferta que te resultará muy interesante, mi querido muchacho -dijo Nicholas, satisfecho por el cambio de actitud de Agamenón.
-¿De qué se trata?
-He estado leyéndote la mente, mientras dormías. Nunca fui un Legeremántico tan bueno como Severus, pero no hace falta ser muy capaz para darse cuenta de que tienes sentimientos muy fuertes por Lily Potter… y me refiero, claro está, a la hija de Harry, no a su madre, la sangre impura.
-¡Si la lastimas…! -rugió Agamenón, olvidándose por un momento de su objetivo de no enfurecer a Crabbe inútilmente.
-No pienso tocarle uno solo de sus cabellos. El que me interesa es su hermano.
-¿Albus?
-Exacto.
-¿Qué vas a hacerle?
-¿Yo? Nada. Tú lo harás.
-Estás completamente loco.
-Agamenón, si bien comprendo que Lily Potter te guste, lo que no alcanzo a entender es por qué sientes aprecio por los otros miembros de su familia. Harry Potter es responsable de que tú seas huérfano. Albus Potter es responsable de que tú te veas separado de Lily, de que hayas acabado en el exilio, como tu padre. Él, y nadie más que él, es quien te mantiene lejos de tu país y de la persona que amas.
“Yo te ofrezco una solución. Mátalo y vete del castillo. Así pondrás fin a la guerra con Servilia Crouch antes de que esta siquiera comience. Salvarás cientos de vidas, y podrás vivir el resto de la tuya junto a tu amada. Yo diría que es un buen plan, ¿no crees? ¿Qué prefieres, pasar solo Merlín sabe cuántos años congelándote en este castillo y entrenándote para una guerra que quizá jamás tenga lugar, o en la que probablemente terminarás en el bando perdedor, o volver a ser el heredero de una familia mágica antigua y rica? ¿Piensas que apoyando a Potter en sus planes ridículos restaurarás el honor de los Lestrange? No, Agamenón. Lo que más te conviene es librarte, y librar al mundo, de Albus Potter. Hazlo, y serás un héroe.
“Puede que te preguntes cómo matarás a Potter siendo él un mago tan poderoso para su edad -añadió Crabbe-. Bien, la respuesta es simple: eres su amigo. Eres parte de su círculo más íntimo. Si alguien puede echarle unas gotas de veneno en su bebida, ese alguien eres tú. Él jamás desconfiará de ti, su principal preocupación ahora somos mis amigos y yo.
-No -dijo Agamenón, que durante todo ese rato había escuchado a Crabbe, enfadándose cada vez más a medida que él iba desarrollando su oferta.
-Quizá desees algún incentivo para lo que estás por hacer. Tengo dinero, Agamenón. Mi fortuna es casi el doble de grande que la de tu padre, porque mi amigo Lucius me aconsejó depositarla en una cuenta en el extranjero en 1994, cuando Barty Crouch hijo hizo aparecer la Marca Tenebrosa en el Mundial de Quidditch. Entonces supimos que el regreso del Señor de las Tinieblas era inminente, y decidimos precavernos para la peor de las posibilidades, o sea que él perdiese otra vez. Tenía la esperanza de que esa fortuna terminaría en manos de mi hijo, pero como sabes él murió. Puedo dártela a ti. Al fin y al cabo, no la necesito en Durmstrang. Puedo nombrarte heredero de todos mis bienes. Con tu fortuna y la mía combinadas, serás al menos tan rico como los Malfoy.
Agamenón guardó silencio por un rato, sabiendo que lo que estaba por decir probablemente le costaría la vida. Era conciente de que este era un momento decisivo, y estaba dispuesto a afrontarlo honorablemente. Moriría, pero con su honra intacta.
-Escúchame bien, viejo hijo de puta -dijo orgullosamente-. Yo no traiciono a mis ideales. ¿Crees que me vine con Albus a este castillo porque quiero estar en el lado ganador de esta guerra? Ni siquiera lo hice porque Albus sea mi amigo. Lo es, y lo quiero mucho, pero no elegí ayudarlo por eso. Elegí ayudarlo porque Servilia Crouch es una asesina, una ladrona, una mentirosa y una traidora, y porque su gobierno es nefasto para nuestra comunidad. Derrocarla es lo correcto. Y si piensas siquiera por un momento que yo cambiaré de opinión por dinero o por una mujer, entonces eres todavía más tonto de lo que pensaba, Nicholas Crabbe.
-¡No mereces llevar el apellido Lestrange! -gritó Crabbe, acercando su cara a la de Agamenón como si quisiera morderla- ¡No solo eres un tonto, sino también un traidor a la sangre!
-¡Mi padre y mis tíos eran los verdaderos traidores a la sangre! -gritó Agamenón, tan encolerizado como Crabbe- ¡Ellos son los que hundieron el apellido Lestrange en el barro y la sangre y me dejaron a mí la tarea de limpiarlo! ¡Y no tengo intenciones de mancharlo de vuelta, loco de mierda!
-¡Entonces morirás! ¿Y quieres saber lo más gracioso? ¡Usaré tu cadáver para matar a Potter! ¡Te convertiré en un Inferius y te lanzaré contra Potter! ¡Aún si el intento fracasa, me divertiré viendo cómo tu cuerpo es destruido por tus propios amigos!
-¡Haz lo que quieras! -gritó Agamenón- ¡Mátame si quieres! ¡Tarde o temprano mis amigos sabrán la verdad, y entonces lo que te hará Albus será mil veces peor que lo que tú me tienes preparado, Crabbe! ¡HAZLO!
Nicholas levantó su varita hacia Agamenón. Tenía los amarillentos dientes apretados, y un poco de espuma en la comisura de los labios. Era la imagen del descontrol.
–Avada…
¡BAM!
El sonido de las cerraduras de la puerta siendo destruidas fue estruendoso. Nicholas se volvió hacia la puerta y lanzó su Maldición Asesina, pero no alcanzó a la persona que había irrumpido en la habitación, pues esta entró dando un salto y rodando por el suelo, sabiendo que el captor de Agamenón apuntaría más alto.
-¡Desmaius! -gritó Albus, apuntando directamente a Crabbe, pero este empleó inmediatamente un Protego. Agamenón vio como el hechizo de su amigo rebotaba en el encantamiento escudo de Crabbe y se dirigía directamente hacia él…
***
El segundo despertar de Agamenón fue mucho menos desagradable. Albus lo sacó de su desmayo mediante un Enervate y el chico se encontró con que ya no estaba encadenado, sino sentado en un cómodo sillón.
-¡Albus! ¿Estás bien?
-Sí, no tengo ni un rasguño. Que es más de lo que puede decir él -añadió, señalando con la cabeza a Nicholas Crabbe, tendido cuan largo era en el piso y atado con las mismas cadenas que habían aprisionado a Agamenón. A diferencia de su antiguo rehén, el ex Mortífago estaba silenciado mágicamente, pero trataba de gritarles en todo momento.
-Quiero matarlo -dijo Agamenón, mirándolo con odio.
-Pues para eso estamos aquí, amigo. Mira a tu alrededor.
Pasmado, Agamenón comprobó que ya no estaban en la habitación pequeña, con una sola puerta y sin ventanas donde Crabbe lo había tenido prisionero, sino en otra habitación, circular, con dos ventanitas que dejaban entrar la luz de la luna. Había dos puertas.
-Estamos en una de las torres del castillo, Agamenón. Crabbe te había llevado a las mazmorras, que son mucho más grandes y profundas aquí que en Hogwarts, lo cual no es raro considerando cómo construyeron este lugar. No tienes idea de lo difícil que fue encontrarlos.
-¿Cuánto tiempo estuve en manos de Crabbe?
-Diez horas, aproximadamente. Valerie y yo decidimos no decirle a Von Papen que habías desaparecido, porque creíamos que seguías en Durmstrang y que si se realizaba una búsqueda demasiado masiva el secuestrador se pondría nervioso y te mataría.
-¿Y ella no sabe nada?
-No.
-¿Vas a decirle?
-No si tú quieres.
-Lo quiero muerto, Al.
-Entonces morirá. Llevémoslo afuera.
Agamenón se puso de pie y utilizó la varita que le devolvió Albus para hacer levitar a Crabbe, mientras Al abría la puerta que llevaba al amplio balcón de la torre. El viento helado golpeaba sus rostros, y desde donde estaban podían ver un auténtico mar vegetal formado por las copas de los árboles del bosque e iluminado por la luna.
-Desde este lugar del castillo -dijo Albus-, Crabbe caerá directamente en el foso de los cocodrilos.
-¿Lo harás tú? -dijo Agamenón.
-Por supuesto que no -dijo Albus, mirándolo con sorpresa.
-¿Por qué? -dijo Agamenón.
-Porque tú fuiste su víctima. Él quiso ponerte en mi contra, y cuando no le hiciste caso, amenazó con matarte, y luego hacerte algo aún peor. Yo diría que si alguien tiene derecho a matarlo, eres tú. Petrificus totalus -añadió, apuntando a Crabbe con su varita y haciendo que sus forcejeos terminasen. Acto seguido, lo liberó de las cadenas.
Agamenón miró a Crabbe, inseguro de lo que debía hacer. Por un lado, sentía que matar a un hombre desarmado e indefenso era incorrecto. Pero dentro suyo había algo que quería verlo caer al vacío, y a las fauces de los cocodrilos. Algo que había sido herido en su orgullo por el ofrecimiento de Crabbe. Ese ex Mortífago lo había considerado como un posible cómplice en su plan contra Albus, como un secuaz, como un igual. Al tratar de volverlo contra su amigo lo había insultado, y ahora debía pagar. Pese a que no podía hablar ni moverse, los ojos de Crabbe seguían mostrando la mayor de las aversiones, lo cual no contribuía a hacerle sentir compasión por él.
El chico levantó la varita y la apuntó al pecho de Crabbe. Su último pensamiento coherente antes de pronunciar el hechizo fue un “Qué frío”, causado por el aire congelado que entró por la manga de su abrigo al colocar su brazo en posición horizontal, y que recorrió toda la extremidad hasta llegar a su axila.
Y de pronto, Nicholas Crabbe cayó. Fue tan fácil que por un instante creyó que se había tratado de una ilusión óptica y que el mago seguía frente a él. Pero no, Crabbe había caído. O más bien, había sido empujado hacia atrás por el Impedimenta que le había lanzado. Agamenón corrió hacia la baranda, justo a tiempo para ver cómo su cuerpo llegaba a las aguas del foso. Y pudo ver los lomos de los cocodrilos arremolinándose alrededor de donde había caído el viejo. Pero lo que realmente lo espantó fue la falta de gritos de su parte. Olvidando que Albus le había impedido emitir cualquier sonido por medio de un Silencio, se preguntó si los cocodrilos le habrían arrancado la cabeza apenas cayó al agua. Fue entonces cuando vomitó.
Afortunadamente, al no haber comido nada desde la noche anterior, no tenía demasiado en su estómago. Albus no solamente lo tomó de los hombros y lo ayudó a entrar a la torre y sentarse de nuevo en el sillón, sino que tuvo la delicadeza de mirar hacia otro lado cuando su amigo se puso a sollozar.
***
Una vez que hubo llevado a la cama a Agamenón, dejándolo al cuidado de Louis Rosier, Albus abandonó la habitación de sus amigos, pero no para volver a la suya. En vez de eso, se dirigió hacia un pasillo ubicado en el otro extremo del castillo, cuidándose de permanecer siempre oculto bajo la Capa de Invisibilidad.
Golpeó suavemente una de las puertas, y un anciano calvo y delgado le abrió. Sin sorprenderse de no ver a nadie en el pasillo, dejó la puerta abierta el tiempo suficiente como para permitirle entrar. Solo en la privacidad de esa habitación, Albus se descubrió.
-Debo felicitarte, Justinian -dijo, tendiéndole la mano a Nott-. Tu actuación fue brillante. Que Merlín bendiga a la Poción Multijugos.
-¿Lo hizo? -preguntó Valerie Rosier, que estaba sentada en uno de los sillones.
-Claro, amor -dijo Albus, sentándose en el sillón de al lado-. ¿Alguien preguntó por Crabbe o por Agamenón?
-Por Crabbe, nadie. Por Agamenón, algunos de los chicos, pero le dije que tú y él estaban entrenando en las mazmorras.
-¿Qué les dirán acerca de Crabbe a ellos? -preguntó Justinian.
-Que intentó atacarnos por sorpresa en las mazmorras, pero que lo repelimos y terminó huyendo del castillo. Ya lo hablé con Agamenón y convino en que era lo mejor. Por suerte para nosotros, no solo hizo lo que debía y mató a Crabbe, sino que se siente algo avergonzado, por lo que no querrá decirles nada acerca de su “secuestro”.
-Lo que todavía no entiendo es cómo usted se enteró de lo que planeaba Crabbe -dijo Valerie, dirigiéndose a Justinian.
-Que Merlín bendiga a la Poción Multijugos -dijo Nott, sonriendo-. Crabbe solo confía en ese otro idiota de Goyle, pero Goyle me tiene tanto miedo que aceptó darme un poco de su pelo y permitirme hacerme pasar por él, acercarme a su buen amigo Nicholas y preguntarle confidencialmente qué pensaba hacer con Albus. Pero el mérito del plan para probar la lealtad de Agamenón te lo doy todo a ti, Albus. Yo pensé que matarías a Crabbe de inmediato, pero nunca me hubiera imaginado que lo dejarías continuar con su plan hasta el momento de secuestrar a Agamenón y llevarlo a su escondite en las mazmorras.
-Fue una decepción pelear con Crabbe. Pensé que sería más difícil de vencer; al final fue más entretenido ese duelo que representamos frente a Agamenón -dijo Albus-. Pero bueno, al menos su muerte fue emocionante. Creo que jamás volveré a tener la posibilidad de matar a un enemigo dándoselo de comer a animales salvajes.
-¿Y Agamenón nunca estuvo cerca de aceptar matar a Albus? -dijo Valerie.
-No. Yo lo vi a los ojos cuando le hice la oferta, personificando a Crabbe, y no vaciló ni por un momento. Te es tan leal como sus tíos al Señor de las Tinieblas.
-O sea que pasó la prueba -dijo Valerie.
Albus asintió pensativamente con la cabeza.
“En realidad Agamenón es leal a la causa, no a mí. No puedo olvidar eso nunca.”