Navidad en Grimmauld Place III

La familia Potter contaba con tres elfos domésticos. Uno de ellos era el viejo Kreacher, a quien ya no le encomendaban tareas muy pesadas por su avanzada edad. Su “esposa” (porque en rigor no existía el matrimonio entre los elfos y elfinas) era Winky, la antigua elfina de los Crouch. Cuando Harry y Ginny se establecieron en el número doce de Grimmauld Place, decidieron que necesitarían más que a Kreacher para lidiar con su eventual familia, y optaron por contratar a un elfo o elfina (no comprar uno, pues Hermione habría puesto el grito en el cielo). A Harry se le ocurrió la idea perfecta de tener a Winky en Grimmauld Place, considerando que quizá ella se sentiría más feliz de servir a una familia de magos que a una institución impersonal como Hogwarts. Muy halagada por la oferta y rechazando indignada cualquier clase de salario, Winky se puso al servicio de los Potter.

Kreacher no se tomó bien la noticia de que tendría que compartir las tareas del hogar con una nueva elfina y durante un par de días estuvo murmurando en los rincones, como en los viejos tiempos, pero cuando conoció a Winky todo cambió. El viejo elfo se enamoró de la elfina, a la que el parecer encontró deslumbrantemente hermosa -y Harry, desconcertado, supuso que para los parámetros de los elfos domésticos ella debía serlo-, y Winky correspondió a sus atenciones. Después de recibir la aprobación de sus amos (que Harry y Ginny concedieron en una charla que recordarían como la más embarazosa de sus vidas), Kreacher y Winky se unieron en una suerte de matrimonio élfico y tuvieron un hijo, Bowy.

Esto tuvo un efecto inesperado, pues las antiguas leyes de esclavitud de los elfos domésticos establecían que si un elfo o elfina libre se unía a un elfo o elfina esclavo/a y tenían un hijo, tanto el progenitor libre como el vástago de la unión pasarían a la esclavitud. Ni Harry ni Ginny estaban conscientes de ello cuando dieron su bendición para la unión entre Winky y Kreacher. Fue Hermione, que ya estaba iniciando su carrera en el Departamento de Regulación y Control de las Criaturas Mágicas, la que los alertó de que involuntariamente habían esclavizado a Winky. Ginny y Harry le ofrecieron a Winky darle la prenda, pero la elfina lo consideró como un insulto y los Potter debieron convencerla de que sí, que estaban completamente satisfechos con sus servicios, pero que se preguntaban si ella no preferiría servirlos en libertad. Ante la firme negativa de la elfina, Harry y Ginny, impotentes, decidieron amoldarse a la nueva situación, que no dejaba de tener sus ventajas. El matrimonio, la maternidad y la esclavitud le sentaban bien a Winky, que estaba más feliz de lo que nunca los Potter la habían visto.

Los Potter intentaron criar a Bowy para que valorase más la libertad que sus padres, pero era imposible librarlo de la influencia del legado de siglos de sometimiento. Bowy era tan feliz como sus progenitores de ser esclavo, y sentía un enorme cariño por los hijos de Harry y Ginny, a quienes había visto nacer y crecer.

Aquella noche, los elfos estaban más exultantes que nunca, pues no era frecuente la oportunidad de cocinar para tantas personas en el número doce de Grimmauld Place; los Potter casi siempre pasaban las fiestas en la Madriguera, y no solían invitar mucha gente a comer con ellos -salvo a Teddy Lupin, que era casi el cuarto hijo de la pareja. Andrómeda, Ginny y Molly debían controlarlos no porque fuesen ineficientes en su trabajo, sino para que no preparasen una cantidad exagerada de comida (y también debían vigilar que Kreacher, cuya vista ya no era la de antes, no echase algún ingrediente equivocado a los alimentos).

Una vez que los elfos hubieron terminado de cocinar, la señora Tonks, la señora Weasley y la señora Potter llevaron los platos a la mesa del comedor y llamaron al resto de la familia. No fue fácil hacer bajar a James y Fred, pero después de mucho insistir lo consiguieron. Como era habitual, pronto los grupitos volvieron a formarse y distintas conversaciones se oyeron de un lado a otro de la mesa.

Albus continuaba su charla con Louis sobre Slytherin y Beauxbatons, y se sentía bastante relajado porque nadie todavía le había preguntado o hecho algún comentario sobre su Casa. Desdichadamente, si bien los adultos habían decidido tácitamente no sacar a colación el tema, el abundante consumo de whisky de fuego de Ron le hizo olvidar aquel tabú.

-Oye, Al -preguntó con aparente despreocupación-, ¿qué tal te llevas con los Slytherin?

No lo dijo muy fuerte, pero al instante todos se quedaron callados. Albus miró a su tío y le contestó con tranquilidad:

-Bien. ¿Qué tal te llevabas tú con los Gryffindor?

-Perfectamente, ¿por qué preguntas eso?

-Por el mismo motivo que tú me preguntaste si me llevo bien con los Slytherin.

-¡Vamos, Al! Un par de chicos de Gryffindor me eran bastante antipáticos, pero en general me caían bien todos. ¡Al menos no eran Mortífagos en miniatura, de eso estoy seguro!

-¿Estás diciendo que los Slytherin lo son? -Albus no estaba gritando, pero su voz se acercaba bastante a un grito.

-Son hijos de Mortífagos, o nietos al menos. Scorpius Malfoy es hijo, nieto y biznieto. No están intentando convertirte, ¿no?

-Para nada.

-Bueno, ten cuidado, Al. Esos no son gente con la que convenga ser amigos, pero tampoco debes convertirte en su enemigo porque te harán la vida imposible…

Hermione recordaba bien los terribles estallidos de cólera de Harry, y ahora estaba presenciando la preparación de uno de ellos en el rostro de su sobrino, tan parecido al de su mejor amigo. Temiendo que Albus montase una escena en plena cena de Nochebuena, decidió cambiar el tema de la conversación, e hizo un comentario sobre lo primero que se le pasó por la cabeza.

-Oye, Ron, ¿te enteraste que los Chudley Cannons quieren sacar a Oliver Wood del retiro?

-Sí. Es increíble que estén tan desesperados por ganar que decidan convocarlo. Él fue un buen jugador en su época, pero ahora está demasiado viejo… Si me preguntas, te diré que es mejor que siga dando lecciones de vuelo y siendo árbitro de los partidos en Hogwarts.

-¿Demasiado viejo? -intervino Harry, queriendo colaborar con Hermione en aflojar la tensión entre su cuñado y su hijo- ¡Si apenas tiene cuatro años más que tú y yo!

-Bueno -comentó Ginny maliciosamente-, tampoco puede decirse que Ron y tú estén en la flor de la juventud…

Esta observación sí desencadenó una discusión, pero mucho más amable que la que se hubiese producido entre Albus y Ron por los méritos -o falta de los mismos- de la Casa de Slytherin. Porque Albus ya no solo había dejado de sentirse avergonzado de formar parte de esa Casa: se sentía orgulloso de ello.

[NOTA: Este capítulo tenía como objetivo más que nada dar más información sobre la vida de los Potter en el número doce de Grimmauld Place. También tenía pensado hacer que los comentarios de Ron hicieran que Albus mostrase su faceta más valiente y feroz, prohibiendo que nadie insulte a su nueva Casa en su presencia de nuevo, pero después me pareció que Albus era demasiado joven como para animarse a tanto; por eso decidí que Hermione le sacase las papas del fuego a su marido. Así que considero que no es el mejor diálogo que haya escrito en mi corta carrera como autor de fanfics. Bowy tiene ese nombre en referencia a David Bowie.

Perdón por publicar esto tan al filo de la hora. Les prometo que el próximo va a ser más largo e importante.]

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