Slytherin se une al bando ganador

Albus no estaba de buen humor por su experiencia con el boggart. A pesar de que había logrado vencerlo en su siguiente encuentro, haciendo que el puñal con el que era atacado su falso yo se convirtiese en una banana, el hecho de que le tuviese miedo a la traición de sus seres queridos lo disgustaba profundamente.

Fue ese disgusto el que hizo que por unos días se mantuviese alejado de sus amigos, aunque finalmente terminó por dejar de lado esa actitud. Y fue ese disgusto el que lo llevó a darles una lección a dos chicos de primero de Slytherin que no pasó inadvertida.

Albus, que todavía no había vuelto a acercarse a sus amigos, estaba deambulando por los pasillos de Hogwarts el sábado -aquella todavía era la que el chico recordaría por el resto de su vida como “la semana del boggart”- y pasó por la puerta de uno de los varios salones en desuso (doloroso producto de la disminución de la población mágica británica traída por la guerra contra Grindelwald y sobre todo por las dos guerras contra Lord Voldemort). Hubiese seguido de largo de no haber escuchado las voces de unos niños.

-¡Por favor, suéltenme! -suplicaba una.

-No -respondió otra voz, infantil pero fría y arrogante-. No vamos a soltarte, Bennett, hasta que prometas ir a ver a Crouch y pedirle que te cambie de Casa. La presencia de un sangre impura como tú es un insulto para Salazar Slytherin.

-¡El… el Sombrero me mandó aquí! -respondió Bennett, que sonaba como si estuviese conteniendo las lágrimas a duras penas.

-No nos importa. Si no te vas de la Casa de Slytherin por las buenas, nos desharemos de ti por las malas…

Albus abrió la puerta lentamente, para que el ruido no alertase a los chicos. Lo logró sólo parcialmente.

Había tres chicos en el salón. El que estaba más cerca de Albus, aunque dándole la espalda, era Tybalt Montague, y era el que había estado hablando. El otro era Chester Warrington, un niño de primero que tenía la contextura física de un alumno de tercero o quizá de cuarto, y la inteligencia de uno mucho más joven. Él estaba apretando a Ashton Bennett contra la pared; de no haberlos oído, la primera impresión de Albus hubiera sido que Chester estaba a punto de besar a Ash mientras Tybalt miraba, tan cerca estaban los dos chicos.

El único de los tres que no estaba de espaldas a la puerta era Ash, y si bien lo vio entrar al salón, su expresión no cambió. Estaba claro que no quería alertar a Chester y a Tybalt de la presencia quizá salvadora del hijo de Harry Potter. Albus no lo defraudó, y en pocos segundos sacó su varita y petrificó a los dos chicos, permitiéndole a Ash escapar de los brazos de Chester.

-¿Estás bien? -preguntó Albus.

-Sí. Gracias por ayudarme.

-De nada. Déjame darte un consejo, Ash. Si quieres evitar que se repitan cosas como ésta, trata de no andar sólo por ningún lado. Quédate en la sala común, allí nadie se atreverá a atacarte aunque es posible que te deslicen algunos insultos.

-Está bien. Gracias de nuevo, Albus.

-Vete, no conviene que te quedes mucho tiempo aquí.

Aliviado, Ash no se hizo rogar y pronto puso pies en polvorosa. Cuando estuvo seguro de que se había ido, Albus se volvió hacia Tybalt y Chester, todavía paralizados.

-Bueno, chicos -dijo jovialmente-, me temo que he olvidado cómo deshacer el Petrificus Totalus. Saben, mi memoria es desastrosa hoy. Puede que apenas salga del salón me olvide completamente de este incidente, y por lo tanto no informe a ningún profesor o prefecto que ustedes están aquí. Pero no se preocupen, estoy seguro de que cuando no aparezcan a cenar mandarán gente a revisar el colegio y terminarán por encontrarlos.

“Supongo que cuando eso pase, ustedes podrían acusarme ante la directora de haberlos paralizado. No obstante, si lo hacen, me obligarían a revivir este desdichado incidente, y entonces tendría que contarle a la profesora Crouch que ustedes siguen sosteniendo las ideas de superioridad de los magos de sangre pura de Tom Ryddle y sus Mortífagos, y que querían llevarlas a la práctica obligando al pobre Ash a abandonar la Casa de Slytherin, sin mencionar que amenazaron veladamente con matarlo. Sería malo para mí, pero mucho más malo para ustedes ¿verdad?

“¿Saben lo que pienso? Pienso que hoy la memoria de todos nosotros está funcionando a media máquina. Sí, creo que ese es el problema… Y por eso creo que cuando los encuentren y recuperen la movilidad y el habla ustedes no serán capaces de recordar quién exactamente les lanzó el Petrificus Totalus. Triste, ¿verdad?

“Ahora -dijo en tono más serio-, si ustedes quieren vengarse de mí por esto, los estoy esperando. Pero sepan que lo que les tengo preparados es mil veces peor que tener que pasar toda la tarde y buena parte de la noche petrificados en un viejo salón abandonado. Y si me entero de que ustedes vuelven a insultar a Ash Bennett o a cualquier otro estudiante por su status de sangre, también les haré algo peor que lo que les acabo de hacer. Eso les conviene no olvidarlo. Adiós.

*** 

Como Albus había previsto, se armó un gran revuelo cuando Chester Warrington y Tybalt Montague no aparecieron en el Gran Comedor a la hora de cenar. Servilia Crouch y los profesores, junto con los prefectos, registraron el castillo hasta encontrar a los dos niños. Cuando les levantaron el Petrificus Totalus, Tybalt dijo que no habían conseguido ver a su atacante, pues éste los había paralizado por la espalda. Chester pareció un poco sorprendido al oír ese relato de boca de su amigo, pero lo respaldó.

Desconcertada, Crouch decidió dejar el tema en paz, aunque al día siguiente, durante el desayuno, dio un discurso durísimo previniendo a los alumnos que atacar de ese modo a sus compañeros sería castigado con dureza. Ella sospechaba de los chicos de Gryffindor, y esperaba que ellos captasen el mensaje.

No obstante, los chicos de Slytherin sospechaban otra cosa.

*** 

Albus no se sorprendió cuando al día siguiente de su “olvidado” encontronazo con Chester y Tybalt fue abordado por uno de los prefectos, el mismo chico que el año anterior le había prevenido que estaba prohibido que los alumnos de otras Casas se enterasen de su pendencia con Valerie Rosier.

-Potter, sabemos que fuiste tú.

-Ah, ¿sí? -respondió Albus, impasible.

-A diferencia de Crouch, nosotros sabemos sumar dos y dos, Potter. Sabemos que Montague y Warrington saben quién los atacó y no quieren decirlo. Si hubieran sido chicos de Gryffindor o de alguna otra de las Casas inferiores los que les hicieron eso, no habrían vacilado en acusarlos.

-Y supongo que ustedes saben qué estaban haciendo Tybalt y Chester en aquel salón, ¿verdad?

-Nosotros los mandamos a hacer eso, Potter. No vamos a tolerar a un sangre impura en Slytherin.

-¡Qué inteligentes! -repuso Albus con una sonrisa irónica- ¡Ojala fueran tan inteligentes como para darse cuenta que un “sangre impura” en Slytherin es lo mejor que le puede pasar a esta Casa!

Desconcertado, el prefecto preguntó:

-¿Qué quieres decir?

-Piensa: ¿de qué le ha servido a la Casa de Slytherin aquel anticuado y absurdo prejuicio contra los hijos de muggles? ¿Le ha dado acaso mayor gloria o poder? ¿Y de qué le sirve actualmente? ¿Nos es útil que todos nos vean como una Casa llena de fanáticos de la pureza de la sangre? ¿No nos serviría más que todos nos vean como una Casa tan tolerante como las demás? ¿No nos daría eso más poder y gloria?

El prefecto quedó en silencio, hondamente impresionado. Albus continuó:

-Yo no tengo ningún prejuicio contra los hijos de muggles. No obstante, entiendo que la mayoría de ustedes sí los tenga; así es como fueron criados y dudo mucho que puedan dejarlos de lado. Pero si hay algo que todo Slytherin es perfectamente capaz de hacer es ocultar y disimular sus emociones. ¿No podrían hacer eso con los hijos de muggles? Finjan no tener ningún problema con los hijos de muggles y comenzarán a desconfiar un poco menos de nuestra Casa.

“Además, si hay algo que ningún Slytherin decente puede o debe hacer es alinearse con el bando perdedor. Y el bando de los fanáticos de la pureza de la sangre fue vencido hace más de veinte años. Es hora de que demostremos que somos parte del bando ganador, ¿no te parece?

Una sonrisa astuta comenzó a dibujarse en los labios del prefecto.

-Potter, mereces estar entre nosotros. Reconozco que lo dudé hasta ahora, pero me has demostrado que eres un digno miembro de nuestra Casa. Hablaré con los chicos de mi año e intentaré convencerlos de que adopten tu punto de vista.

-¿Y los de los años superiores e inferiores?

-Los de séptimo se irán el año que viene, así que ellos no importan. Y en cuanto a los de los años inferiores, los amenazaré para que no hagan o digan nada contra los hijos de muggles, en especial contra Bennett.

-Me alegra que hayas sido tan fácil de persuadir… ¿cómo era que te llamabas?

-Nott. Brutus Nott.

-¿Hermano mayor de Portia?

-Sí.

-Qué combinación de nombres más curiosa -comentó Albus.

-¿Por qué?

-Lee Julio César y lo comprenderás. Es una obra de teatro muggle… Es más, lee mucha literatura muggle en general. Te aseguro que no es una pérdida de tiempo.

-Volviendo al tema que nos ocupa, creo que podré ejercer cierta influencia sobre mis compañeros de año. Son más testarudos que yo, pero me respetan. Tarde o temprano, lograremos ser la Casa más políticamente correcta de Hogwarts, te lo prometo.

[NOTA: Este lo escribí bastante a las apuradas, y me salió más corto que el anterior, pero me gusta. Albus ya empieza a mostrar cierto carisma que le será útil en el futuro.

La tercera y, espero, última parte de la historia de Dumbledore y Grindelwald estará lista pronto (de hecho ya escribí la primera charla entre ellos), pero los finales del instituto van a retrasarme bastante. Hay unas cuantas escenas que tengo diseñadas en mi cabeza de ellos ya como una pareja, pero todavía no logro ver cómo se unieron. Les pido paciencia.

Es posible que el próximo capítulo sobre las aventuras de Albus y su generación esté escrito desde el punto de vista de otro personaje, Hugo Weasley. Y también tengo planeado un par de duelos mágicos para Albus.]

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