Memorias de Livius Black VII

Alcyone era un poco más alta que yo, algo que a muchos chicos les suele parecer intimidante en sus novias pero que yo encontraba encantador. Tenía el cabello castaño ondulado y unos ojos de color intermedio entre el verde de los de Albus y el azul de los de Rose Weasley.

No creo ser capaz de explicar en palabras cómo me sentía estando con ella. Alcyone representaba para mí una normalidad, una estabilidad de la que hasta entonces jamás había gozado. Besándola, teniendola entre mis brazos, me sentía completamente en paz con el mundo. Ella me hacía olvidar que era mudo, incluso que era un mago; creo que a su lado, yo podía sentirme como nada más que un adolescente común y corriente en compañía de su novia. Nunca dejaré de agradecerle eso.

Casualmente, ella y yo blanqueamos nuestra relación el mismo día -o para ser más precisos, la misma noche- que Hugo Weasley y Louis Rosier, o sea el diecisiete de marzo, durante la decimoquinta fiesta de cumpleaños de Al Potter, celebrada en la Sala Multipropósito. Albus fue el primero en recibirnos, y no reaccionó ante la imagen de Alcyone y yo tomados de la mano más que alzando un poco las cejas y sonriendo.

-No hay nada mejor para formar parejas que las situaciones límite, ¿no? -preguntó con sorna. Yo le di un golpe no demasiado fuerte en el hombro para reprenderlo por su burla,  él simuló arrepentirse-. Perdona, Livius. No debí traer a colación el hecho de que conseguiste a tu novia gracias a que un centauro estuvo a punto de esclavizarla.

-Para tu información, Al -intervino Alcyone-, Livius me gustaba desde que nos presentaste.

Aquello me sorprendió a mí tanto como a Albus. Gratamente, debo decir.

-Bueno -dijo Albus, abandonando el tono burlón-, me alegro por ustedes dos. El amor está en el aire, ¿verdad?

Hubiera querido escribirle una nota preguntándole a qué se refería, pero Lily y Agamenón llegaron en ese momento y Albus se adelantó a recibirlos. Tras saludar a los que ya habían llegado a la fiesta -principalmente familiares de Albus-, Alcyone me arrastró hasta uno de los sillones y comenzamos a besarnos. Más tarde, vimos llegar a Hugo y Louis también agarrados de la mano y comprendimos el sentido de las palabras de Albus. Claramente los chicos se habían puesto de acuerdo con Al en aparecer juntos en su cumpleaños. Advertí que James Potter y su primo Fred los miraban con cara de pocos amigos, pero la presencia de Albus los inhibía de hacer más que eso.

Al cabo de unos veinte o treinta minutos, todos los invitados llegaron. La fiesta no era para nada formal: mucha música muggle -como le gustaba a Albus-, comida y bebida en abundancia gracias a los elfos del castillo -quienes adoraban trabajar extra- y una decoración relativamente sencilla. Más tarde Albus hizo traer whisky de fuego y vino y la fiesta se volvió un poco menos inocente, pero en su conjunto fue algo muy divertido. Hay un detalle que me gustaría consignar. Una hora o una hora y media después de que llegásemos, Albus se acercó a «nuestro» sillón y le preguntó a Alcyone:

-¿Me prestas a tu novio por un momento?

-Si me prometes devolvérmelo intacto -respondió ella en broma.

Albus me llevó a un rincón apartado de la Sala y allí apareció una puerta. Si bien Albus no se lo esperaba, pareció complacido por la sorpresa, abrió la puerta y entramos a una habitación pequeña aunque bien iluminada. Al sacó de su bolsillo un paquetito y me lo entregó.

-Un regalo para ti, Livius.

¿Tú me haces regalos a mí en tu cumpleaños?, le escribí. ¿Qué eres, un hobbit?

La nota hizo reír brevemente a Albus, pero pronto recuperó la seriedad.

-Hubiera querido dártelo antes, pero recién pude conseguirlo hoy. Abre el paquete.

Obedecí y me sorprendí al hallar una grabadora muggle de tamaño reducido. Lo miré interrogativamente y él explicó:

-Es para ayudarte a entrar a la Cámara. Me he dado cuenta de que por ser mudo te cuesta más pronunciar los sonidos necesarios para decir «Ábrete» y «Ciérrate» en pársel, de modo que hice que mi padre comprase esta grabadora. Claro que no le dije para qué la quería, solamente le dije que quería probar cómo funcionaban los aparatos eléctricos en Hogwarts. Para usarla, debes utilizar tu magia, pues las baterías no pueden darle energía por culpa de las interferencias del castillo. Mira, te mostraré.

Apuntó su varita al aparato y de ella salió un pequeño rayo azul. Inmediatamente vi que la luz roja de la grabadora se encendía. Albus la acercó a su boca, oprimió el botón de «Rec» y dijo «Ábrete» en pársel. Luego esperó unos cinco segundos y añadió «Ciérrate», tras lo cual apretó «Stop» y las ruedas o lo que sean del casette que la grabadora llevaba dentro dejaron de girar. Albus hizo retroceder el casette hasta el principio y me entregó el aparato.

-Ahí lo tienes. Ahora no tendrás que esforzarte tanto para emplear la Cámara.

Gracias, le escribí.

-De nada, Livius. Por cierto, ¿has visto al pobre Lysander Scamander? No les quita los ojos de encima a Hugo y a Louis desde que llegaron.

¿Por qué?, escribí.

-Sospecho que le gusta alguno de los dos. Si es así, lo compadezco, pues mi primo y su novio son inseparables. Creo que ese pobre chico estará unos cuantos años suspirando por Hugo o por Louis hasta que se de cuenta de que no tiene ninguna chance y se busque otro novio.

Yo estaba demasiado distraido con Alcyone como para notar las miradas de Lysander a Hugo y Louis, pero cuando retornamos a la fiesta me di cuenta enseguida de que Albus tenía toda la razón: Lysander Scamander contemplaba a los dos chicos de Hufflepuff con una expresión triste y ansiosa que era más elocuente que mil palabras. Y eso me hizo percatarme de que el enamoramiento de Lysander hacia Louis -o Hugo- no era la única corriente de deseo que recorría la Sala Multipropósito. Rose y Scorpius Malfoy, por ejemplo, se evitaban demasiado escupulosamente como para que fuese algo espontáneo. Irene MacMillan observaba embobada a James Potter y él fingía no darse cuenta. Agamenón y Lily estaban inmersos en una conversación bastante animada para el generalmente parco hijo de Rabastan Lestrange. El amor, como bien había dicho Albus, estaba en el aire esa noche.

***

Finalmente concluyó nuestro cuarto año, y nos despedimos de Hogwarts. Alcyone, no obstante, me invitó a visitarla a su casa en Tinworth, Cornwalles -una ciudad semimágica, como el Valle de Godric-, y yo acepté con gran entusiasmo.

El padre de Alcyone se llamaba Prometheus Hitchens, y era un mago muy agradable, de edad bastante avanzada para tener una hija adolescente. Prometheus nos mostró un pequeño Árbol Genealógico que había tejido su tatarabuela Isla Black. Ella y Bob Hitchens habían tenido un hijo llamado Pan, que se había casado con una tal Kelly Thomas (lo cual me hizo preguntarme si sería pariente de nuestro compañero Henry Thomas, pese a que se trataba de un apellido bastante común) y había tenido dos hijos, Neso e Himalia. Himalia había permanecido soltera, pero Neso se había casado con Louise Stebbins y había tenido a Prometheus en 1956. La mujer de Prometheus y madre de Alcyone se llamaba Emily Gibbon y, según el Árbol, había nacido en 1962 y muerto en el 2009. No me atreví a preguntar por ella.

Después de tomar el té con su padre, Alcyone me llevó al piso de arriba. Yo creí que quería llevarme a su dormitorio (algo que me generaba una mezcla de excitación y nerviosismo), pero mi novia acabó conduciéndome solamente hasta la puerta, al lado de la cual había un retrato mágico de sus tatarabuelos Isla y Bob.

La pareja había sido pintada el día de su boda, más de cien años atrás. Lo primero que advertí fue lo parecida que era Isla a su tataranieta Alcyone. La mujer tenía unos veinticinco años al momento de ser retratada, y tenía el cabello más lacio, pero en todo lo demás era igual a mi novia. Lo segundo fue que Bob e Isla parecían tenerse un inmenso cariño.

-Hola abuelo, hola abuela -los saludó Alcyone.

-Alcyone -dijo el retrato de Bob-, siempre te digo que nos llames por nuestros nombres de pila. «Abuelo» y «abuela» nos hace sentir demasiado viejos.

-Perdón. Quiero presentarles a mi novio, Livius Black.

-¿Black? -preguntó Isla con interés- ¿Un pariente mío?

-Sí, aunque no recuerdo de quién desciende.

Yo saqué mi bloc y escribí Soy biznieto de Marius Black. No sé qué parentesco tiene usted con él, señora Hitchens. Tras leer la nota, Isla dijo:

-Marius era mi sobrino-nieto. Nunca lo conocí, lamentablemente, porque me expulsaron de la familia Black muchos años antes de que él naciera. Me enteré de que a Marius también lo desheredaron por ser un squib, pero no supe cómo ponerme en contacto con él. Pobre chico…

¿Y a usted por qué la expulsaron?, escribí.

-Por casarme con Bob -dijo, un poco apesadumbrada-. Bob es, quiero decir era un muggle, y eso era inaceptable para mi hermano Phineas. «¡Es inaudito que una Black de sangre pura se case con un sucio muggle!», dijo cuando le conté que estaba enamorada de él. Intentó ejercer sus prerrogativas de jefe de la familia conmigo, pero yo ya tenía veinticuatro años y no estaba sometida a su autoridad, de modo que se limitó a borrar mi nombre del Árbol Genealógico. Nunca volví a verlo, ni a él ni a mi hermana Elladora.

¿Cómo fue que se conocieron?, pregunté.

-Fue en 1875. Yo era jardinero en una mansión muggle -contó Bob, sonriente-. Isla estaba paseando por la calle mientras yo podaba un árbol, y fue amor a primera vista. La vi, y pensé que tenía que casarme con ella, que ella era la chica indicada. Así eran las cosas en aquellos tiempos.

-Me sentí devastada cuando Bob murió en 1910, ¿saben? -dijo Isla, pasando un brazo por la espalda de su marido-. Fue tan sorpresivo… Bob era cinco años menor que yo, tenía diecinueve cuando nos casamos. Yo no esperaba sobrevivirlo, pese a estar conciente de que los magos solemos ser más longevos que los muggles.

-Pero tuvimos treinta y cinco años muy felices, Izzy -acotó Bob, besándole la frente a su esposa-. Permíteme que te de un consejo, Livius -dijo a continuación, dirigiéndose a mí-: nunca dejes ir a Alcyone. La conozco desde que nació, y sé que es igual a su tatarabuela. Cada segundo con ella es una delicia, te lo aseguro.

Creo que el rubor que cubrió mis mejillas -y eso que no soy alguien que se sonroje con frecuencia- debe haber sido idéntico al de las de Alcyone.

[NOTA: Los nombres de los antepasados de Alcyone son todos de lunas. Pan y Prometeo son lunas de Saturno, Himalia es una luna de Júpiter y Neso, de Neptuno. Elegí esos nombres por el mismo motivo que el de Alcyone (que es una de las Pléyades), para continuar la tradición de los Black de ponerles a los hijos nombres de astros o constelaciones.]

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