Teddy y Albus

[NOTA: El siguiente capítulo trascurre el 6 de noviembre de 2021, durante el quinto año de Albus en Hogwarts. Como no se me ocurría qué escribir sobre el verano de Al en el número doce de Grimmauld Place y su retorno al colegio en septiembre, decidí ir al grano.

NOTA ESPECIAL PARA LOS FANÁTICOS DE LA PAREJA LIVIUS/ALCYONE: Aparte de la descripción física que les hice de Alcyone en este capítulo, también encontré una foto de la actriz Danielle Panabaker (creo que se escribe así), quien -a excepción del color de sus ojos- es idéntica a Alcyone, tal y como me la imagino. Pueden verla aquí.]

Al salir del despacho de Servilia Crouch, Ted Remus Lupin se dirigió con paso resuelto al vestíbulo, esquivando con habilidad a varios grupos de alumnos. El joven de veintitrés años siempre se sentía extraño al volver a Hogwarts, como si él mismo siguiera siendo un estudiante y no un Auror que visitaba a la directora (como en aquel día) o a algún profesor por asuntos de otra índole. Suponía que tarde o temprano se acostumbraría a venir al colegio.

Teddy no quería hablar con ninguno de los hijos de su padrino Harry, pues estaba con una agenda apretada, pero no consiguió evitar encontrarse en uno de los pasillos con Albus. El chico estaba acompañado por sus amigos Scorpius Malfoy y Livius Black, a quienes Teddy ya conocía (a Scorpius, porque su tía-abuela Narcisa los había presentado, a Livius, porque había sido él quien lo había visitado en su 11º cumpleaños para informarle que era un mago).

-¿Qué tal, Teddy? ¿Qué te trae por aquí? -preguntó Albus. A pesar de que la pregunta era amable, Teddy no pudo evitar sentirse interrogado. En rigor, jamás había tenido una relación tan estrecha con el segundo hijo de su padrino como con los otros dos. Se respetaban mutuamente, pero no solían pasar mucho tiempo juntos.

-Bueno, escuché que la profesora Jones iba a retirarse y vine a ver si los rumores eran ciertos y postularme para ser su reemplazante.

-Vaya, ¿quieres ser profesor de Hogwarts? ¿No te recibiste de Auror el año pasado?

-Sí, pero la verdad es que el trabajo no es tan emocionante como yo creía. En realidad, es puro papeleo. Ya no hay magos oscuros que combatir.

-Cuidado con lo que deseas… -dijo Albus, sonriendo.

-Claro, claro. No es que desee que haya una guerra ni nada por el estilo, pero esta paz es muy monótona para los Aurores. En cambio, la enseñanza nunca es monótona.

-Oh, eso seguro que no. ¿Y te gusta Transformaciones?

-Después de Defensa Contra las Artes Oscuras, es… era mi materia preferida. Creo que podría enseñarla bastante bien. Pero bueno, Al, no puedo quedarme a charlar; tengo que irme a Hogsmeade. ¡Nos vemos luego!

-¡Adios!

Alegrándose de poder librarse de Albus y de no encontrarse con James ni con Lily, Teddy salió del castillo. Una densa niebla había envuelto el lugar, haciendo que nadie tuviese una buena visibilidad, y favoreciendo los planes de Teddy. En teoría, él tenía que dirigirse a la cabaña de Hagrid para que el guardabosque lo escoltase fuera de los terrenos del colegio, pero Teddy, si bien se encaminó hacia aquel lugar durante unos metros, se desvió directamente hacia el Bosque Prohibido.

El muchacho caminaba resueltamente, dando claras señales de conocer de memoria el recorrido. Sin vacilar, avanzó en el sendero durante varios metros hasta detenerse en un claro del bosque, dominado por una gran roca. Una vez llegado allí, se sentó sobre la roca con las piernas cruzadas y habló.

-Papá, mamá, abuelo, quiero hablar con ustedes.

Y frente a él, saliendo de un punto en el suelo, tres formas comenzaron a materializarse. Al principio eran borrones indefinidos, pero se fueron haciendo cada vez más corpóreos hasta convertirse en dos hombres y una mujer. El primer hombre tenía casi cuarenta años años, pelo y ojos castaños y ropa bastante gastada. El segundo hombre debía tener unos diez años más, y la mujer tenía poco más de veinte. Teddy los observaba a los tres con una expresión absorta y conmovida, como si estuviese absorbiendo cada detalle de los tres aparecidos. Los dos hombres y la mujer lo miraban con cariño, pero también con un poco de preocupación.

-Me alegra muchísimo verlos de nuevo.

Con una lágrima deslizándose por su mejilla, la mujer dijo:

-A nosotros también, hijo, pero creíamos haberte convencido de que debías dejar de venir aquí.

-No pueden pedirme que los abandone, cuando jamás tuve la ocasión de conocerlos. Ustedes son mi familia.

-Sí, somos tu familia y siempre lo seremos -repuso el hombre de mayor edad-. Pero no somos los únicos. Tienes a tu abuela, a tu padrino… a tu novia.

-Siempre estoy en contacto con ellos, abuelo, pero no quiero dejar de verlos a ustedes.

-Debes hacerlo -dijo el hombre más joven-. Te queremos con todo nuestro corazón, hijo, pero lo que no queremos es verte desperdiciar tu vida por nosotros, que somos meras sombras. Tú estás vivo, y nosotros no. Debes aprender a aceptarlo y, con el tiempo, formar tu propia familia.

-Por favor, no me obliguen a renunciar a ustedes -dijo Teddy, que también estaba empezando a llorar.

-Jamás renunciarás a nosotros, hijo -dijo la mujer-. Pero es necesario que sigas adelante. Por favor, no regreses aquí. Déjanos descansar en paz.

***

Los fantasmas tardaron bastante en persuadir a Teddy de que lo mejor que podía hacer era terminar con sus esporádicas visitas a aquel claro del Bosque Prohibido, pero finalmente lo consiguieron. El muchacho, triste pero sereno, se despidió de ellos y vio cómo se desvanecían. Una vez que el claro quedó desierto a excepción de él mismo, Teddy emprendió su camino a la cabaña de Hagrid. Alcanzó a cubrir los primeros veinte o treinta metros, en medio de un silencio sepulcral, y luego escuchó una rama partirse detrás suyo. Sabiendo que el Bosque era un lugar peligroso y recurriendo a sus reflejos de Auror, Teddy se dio vuelta apuntando con la varita, pero no detectó a nadie -ni nada- a primera vista. Una segunda observación, sin embargo, le permitió apreciar una mano sosteniendo una varita que flotaba en el aire. Esa extraña imagen lo desconcertó lo suficiente como para que una voz gritase «¡Expelliarmus!» y su propia varita le fuese arrebatada.

En un abrir y cerrar de ojos, la mano se convirtió en un cuerpo completo, el de Albus Severus Potter, que le apuntaba a Teddy con su varita al pecho usando la mano izquierda y sostenía la de Teddy en la derecha, mientras su rostro mostraba una sonrisa torva.

-¿Qué tal, Teddy? -lo saludó, en el mismo tono jovial que había usado menos de una hora en el vestíbulo de Hogwarts.

-¿Qué haces aquí, Al?

-Espiándote y luego Desarmándote -contestó despreocupadamente-. Sabes, para alguien que fue criado por una Slytherin y que estuvo a punto de ser enviado a esa Casa, tu astucia deja mucho que desear, Teddy.

-¿Qué quieres decir? -dijo el joven, cuyo cabello se había puesto escarlata por la cólera (y la verguenza de haber sido atrapado con la guardia baja por un chico de quince años).

-Que deberías haber pensado que tu pretexto para visitar Hogwarts hacía agua por los cuatro costados.

-¿No me crees? ¿Acaso dudas que vine a postularme como profesor de Transformaciones?

-Oh, no. Claro que viniste a eso. Seguramente te entrevistaste con Crouch y ella te dijo muy cordialmente que por ahora la profesora Jones no va a retirarse, pero que si lo hace tú serás el primero a quien ella llame para cubrir el puesto. No obstante, lo descabellado es el momento en que elegiste venir. Es decir, por Merlín, ¡estamos en noviembre! Jones podrá estar ya bastante vieja, pero no sería capaz de dejar su puesto a dos meses de iniciado el año escolar. Si lo hace, optará por hacerlo en las vacaciones, dándole tiempo a Crouch de encontrarle un reemplazante.

«Pero lo más grotesco de todo fue lo de tu supuesta visita a Hogsmeade. ¿Acaso crees que yo desconozco que en la oficina de Crouch hay una chimenea conectada a la Red Flu desde la cual podrás viajar instantáneamente al pueblo? Ya sé, imagino que le dijiste a Crouch que no te gustaba usar la Red Flu, o que hoy querías caminar, y ella te creyó. Pero a mí me dijiste -para deshacerte de mí, seguramente- que estabas con una agenda apretada y que tenías poco tiempo para llegar a Hogsmeade y hacer lo que sea que tuvieses que hacer allí.

«Lo cierto es que tu plan para venir a Hogwarts y tener otra charla con los fantasmas de mamá, papá y el abuelo era patético, Teddy. Realmente me sorprende que un Auror tenga tan pocas luces.

-Ojalá no me hubiese cruzado contigo en el vestíbulo -escupió Teddy, mirándo a Albus con aversión.

-En eso tienes razón -respondió Albus orgullosamente-. Pero bueno, creo que ahora te conviene decirme la verdad. ¿Qué hay en el claro?

-¿Por qué habría de contártelo?

-Porque yo soy el que tiene las dos varitas -dijo Albus en tono amenazante-. A ver, recapitulemos: tú viniste al claro del bosque, convocaste a tu padre, tu madre y tu abuelo y tuviste una larga, sentimental y aburridísima charla sobre la importancia de dejar a los muertos descansar en paz en el Cielo, el Valhalla, los Campos Elíseos, el Nirvana o donde quiera que estén. Ahora dime, ¿solamente puedes hablar con ellos tres?

-No lo sé -dijo Teddy de mala gana-. Nunca he llamado a otros muertos.

-¿Y siempre los convocas a ellos tres juntos?

-No. A veces pido hablar con uno por separado.

-Vaya, qué interesante, conversaciones con finados à la carte.

-Deja de burlarte, Albus. Tú no tienes idea de lo que es crecer sin padres.

-Lo lamento, Teddy. Pero cuando me entusiasmo me pongo a hacer chistes malos; no puedo evitarlo. Es decir, ¿te das cuenta de la enorme reserva de magia que debe haber en ese lugar? Comunicarse con cualquier muerto a voluntad es un poder inmenso. Imagino que para ti lo único que debe importarte es conocer a tus padres, y eso es lo único para lo cual has usado este claro, pero yo veo cosas más grandes…

-¡Deja de decir tonterías, Al! ¿Qué pueden darte los muertos?

-Información, Ted, información. Por Merlín, piensa en las cosas que podrían contarnos. Magia antigua, olvidada hace milenios, hechizos desconocidos, secretos… No hay límite para lo que podría hacer con esto.

Teddy miró con preocupación la avidez que se manifestaba en los ojos de Albus y de pronto tuvo miedo. 

-No voy a permitírtelo, Albus. Algo me dice que ese poder, en tus manos, sería lo más riesgoso.

-¿Y cómo planeas impedírmelo? -replicó Albus con altanería- ¿Crees que pienso dejar que un Auror recién salido del entrenamiento se interponga en mi camino?

-Al, no pensarás en…

-Lo siento, Teddy, pero la fiesta ha terminado para ti.

El hechizo de Albus golpeó al ahijado de su padre de lleno en el pecho. El cuerpo cayó inerte sobre el cesped.

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