La Piedra de la Resurrección

[NOTA: Esta canción, a la que se hace referencia al final del capítulo, me gusta mucho porque tiene cierto toque siniestro. Cuando escucho «Heaven, I’m in Heaven» no pienso en lo feliz que se siente Fred Astaire bailando en brazos de Ginger Rogers, sino en la muerte. Por eso me pareció adecuada para este capítulo.]

Bostezando (pues había dormido muy poco aquella noche) y guardándose en el bolsillo la varita de Teddy -que había usado para Aturdirlo en lugar de la suya-, Albus se aproximó a Teddy y cubrió su cuerpo con la Capa de Invisibilidad, mientras decía burlonamente:

-No puedo dejar que nadie que pase por aquí te vea, Teddy. Ahora quédate aquí y deja que los grandes hablen tranquilos.

Una vez que se aseguró de que el ahijado de su padre estaba completamente escondido por la Capa, Albus avanzó hacia el claro del bosque donde el chico había conversado con sus parientes. Imitando sus gestos, se sentó encima de la roca y, tras pensar por unos momentos, dijo:

-Quisiera hablar con Remus Lupin.

Tal y como él había pedido, el espectro del antiguo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras se materializó. Pero mientras la mirada de Lupin había sido cariñosa, aunque matizada por la preocupación, al ver a Teddy, ahora mostraba pura preocupación ante la vista de Albus.

-Profesor Lupin, qué placer conocerlo al fin -saludó Albus cortesmente.

-No deberías haber hecho eso, Albus -dijo el fantasma.

-¿Qué cosa? ¿Aturdir a su hijo o convocarlo?

-Las dos. Estos son asuntos en los que no te conviene involucrarte. La Piedra…

-¿Piedra? ¿De qué estás hablando? Yo creí que era este lugar el que permitía hablar con los muertos.

-No, Albus, es la Piedra de la Resurrección, que fue dejada aquí por tu padre.

Por primera vez, Albus se quedó pasmado.

-¿Me está diciendo que mi padre tuvo la Piedra… y la abandonó?

-Exactamente. Y eso es lo que tú debes hacer.

-¿Por qué?

-Hay algo que tienes que entender, Albus: la Piedra es algo totalmente antinatural. Cuando morimos, los magos tenemos la opción de quedarnos en el mundo o seguir adelante. La Piedra interfiere con esa opción, pues forza a los muertos que elegimos dejar este mundo a regresar como fantasmas. Es una suerte que haya permanecido tantos siglos escondida en el anillo de la familia Gaunt.

-A mí no me interesa nada de eso. ¡Accio Piedra de la Resurrección! -gritó, apuntando al suelo con su varita.

Y debajo de un pequeño montículo de tierra, salió volando una piedrita negra y fue a parar a la mano derecha de Albus, quién la examinó atentamente. Al principio era muy fría al tacto, casi como un cubito de hielo, pero luego el muchacho sintió un agradable calor extenderse desde ella hasta la palma de su mano, idéntico al que había sentido cuando su varita lo eligió, en el negocio de Ollivander. Era como si la Piedra lo estuviese saludando y aceptando como su amo. Albus se pasó la lengua por los labios ausentemente.

-Ella me llamó -dijo, casi para sí mismo-. La Piedra deseaba ser encontrada. Atrajo a Ted Lupin aquí, y le mostró los fantasmas de sus padres y su abuelo, porque sabía que eventualmente alguien más ambicioso lo vería hablar con ellos y la sacaría de su tumba. Desea ser usada. Está feliz de ser mía.

-La Piedra es maligna -dijo Lupin, de quien Albus parecía haberse olvidado.

-La Piedra es poderosa, y el poder no es ni malo ni bueno. El poder es amoral.

-¡Albus Potter! -exclamó el fantasma- ¡Deja ahora mismo ese objeto donde lo encontraste!

Albus levantó la vista hacia Lupin y dijo con desdén:

-¿Qué harás si no lo hago, licántropo? ¿Agitarte y gritar «¡Buuu!»? ¡Estás muerto! ¡Eres menos que una sombra aquí! ¡Regresa a tu barrio y no me molestes más!

Y apenas le dio esa órden, el fantasma desapareció. Esto sorprendió enormemente a Albus, que no había esperado poder deshacerse tan fácilmente del espíritu. Se preguntó si los fantasmas convocados por la Piedra podrían ser enviados al otro mundo con la misma facilidad con la que se los traía.

-¡Qué maravilla, por Merlín! Probemos: quiero ver a… Albus Dumbledore -dijo el chico, mientras la hacía girar tres veces.

Obedeciendo sus órdenes, la Piedra llamó al fallecido director de Hogwarts. Albus reconoció a su tocayo inmediatamente, por haber visto cientos de imágenes suyas, así que no se molestó en mirarlo demasiado sino que pasó directamente a los saludos.

-Buenos días, profesor Dumbledore.

-Buenos días, Albus -respondió Dumbledore en el mismo tono amable-. Me alegra conocerte, aunque hubiese preferido hacerlo en otras circunstancias.

-Las cosas jamás salen como uno preferiría. Lo llamé para que confirmase lo que yo sospecho sobre la Piedra, profesor. Necesitaba hablar con alguien sabio, y usted fue el primero que me vino a la mente.

-Me siento halagado.

Albus sonrió.

-Dígame: ¿el amo de la Piedra de la Resurrección puede traer a los fantasmas de los muertos a este mundo y enviarlos de regreso al otro a voluntad, no es cierto?

-Sí. Solo basta con una orden tuya y el fantasma desaparecerá. Aunque te agradecería que…

-¡Vete! -exclamó Albus, y el fantasma se fue. Luego dijo «Quiero hablar con Albus Dumbledore» y éste reapareció en el claro.

-… no lo probases conmigo -continuó diciendo Dumbledore, como si no hubiera ocurrido nada.

-Lo siento, profesor -dijo Albus, conteniendo la risa-. Y dígame, ¿el fantasma puede irse cuando quiera?

-No, no puede… -dijo Dumbledore, incómodo.

-¿Qué ocurriría si yo no le ordenase volver?

-Tendría que quedarme en el mundo como un fantasma… para siempre -contestó Dumbledore, ahora abiertamente nervioso.

-En eso reside el poder del dueño de la Piedra, ¿verdad? Si el fantasma lo ofende, no le da permiso para retornar. Lo condena a vagar por el mundo de los vivos.

-Sí, Albus. Pero preferiría que no lo usases.

-¿Por qué no?

-Como Remus te dijo hace poco, el poder de la Piedra violenta las normas naturales que rigen la vida y la muerte. Los magos muertos elegimos o descansar en paz o quedarnos en el mundo. Yo elegí lo primero, lo mismo que Remus, Nymphadora, Ted y millones de magos más. Al usar la Piedra, tú desconoces su voluntad.

-Si todo sale como yo deseo, los fantasmas no tendrían que estar en el mundo de los vivos durante demasiado tiempo. Tan solo deberían decirme lo que yo les pida e irse de vuelta al Reino de los Cielos o donde quiera que estén.

-Aún así, ese es un poder peligroso, Albus. La muerte debería ser algo definitivo, y la Piedra forza a muchos a estar saltando entre un mundo y el otro. Hay quienes tememos que su uso excesivo podría incluso generar fisuras entre la tierra de los vivos y la de los muertos.

-¿»Tememos»? ¿Acaso usted está en el Cielo sentado con otros eruditos hablando de las leyes de la magia y la metafísica, profesor? Me recuerda al Limbo de Dante, salvo que con magos y brujas en vez de filósofos paganos.

Sin poder evitarlo, Dumbledore sonrió ante la broma literaria de su tocayo, pero luego volvió a la carga.

-Escucha, Albus: la Piedra de la Resurrección puede ayudarte en tu camino a la grandeza, pero al precio de arriesgar cosas que van mucho más allá de tu propia existencia.

-Está bien -dijo el joven-. No puedo prometerles que no usaré la Piedra jamás, pero sí que la usaré lo menos posible.

-¡Eso no es suficiente! -dijo Dumbledore, perdiendo la calma por primera vez y taladrando a Albus con la mirada- ¡Tienes que renunciar a ella, Albus! ¡Haz como hizo tu padre! ¡Tírala en algún otro lugar del Bosque o en el lago o donde sea, pero ponla fuera de tu alcance y del de todos los demás!

-¡No! ¡La Piedra es mía! ¡Y no veo ningún motivo por el cual renunciar a ella, Dumbledore! Absolutamente ninguno.

-Albus, tu padre…

-¡Mi padre, mi padre! ¿Acaso no entiende que yo no soy mi padre, Dumbledore? ¡Mi padre renunció a la Piedra por el mismo motivo por el cual renunció a la Varita de Saúco: cree que el poder es malo! ¡Él ve todo en blanco y negro! ¡Nunca ha buscado el poder, porque cree que si lo hace se convertirá en alguien como ese psicópata de Ryddle!

-Y no se equivoca del todo. Buscar el poder para hacer el bien no es totalmente malo, pero buscar el poder por el poder mismo sí.

-Por suerte para todos, yo no busco el poder por el poder mismo.

-¿Y para qué lo buscas?

-Aún no lo sé, pero cuando tenga un objetivo claro, al menos tendré más recursos para conseguirlo.

-Albus, por última vez te pido… no, te suplico que dejes esa Piedra donde la encontraste -dijo Dumbledore.

-No puedo creer que tú seas el mismo Dumbledore que manipuló a mi padre para que arriesgase su vida tantas veces, y que llegó a convencerlo, desde la tumba, de sacrificarse a Voldemort lisa y llanamente. Y ahora no puede convencer a un chico de quince años de que tire una piedra negra en el bosque. Puedes irte -dijo, antes de que Dumbledore pudiese decir algo más. La Piedra hizo desvanecer el fantasma de inmediato.

Albus miró pensativo la Piedra por unos minutos. Las palabras de Dumbledore habían hecho mella en él, pero no del todo. No podía usar la Piedra por puro capricho, de eso estaba seguro. Pero tampoco quería dejarla ahí, en el Bosque. La Piedra podía serle útil en el futuro. Así que se la guardó en el bolsillo y regresó hacia donde estaba tendido el inconsciente Teddy Lupin. Después de quitarle la Capa de encima, apuntó a su cabeza con su varita y dijo:

-OK, Teddy, me has sido extraordinariamente útil, pero ahora voy a borrarte la memoria. Hace poco que aprendí este hechizo y quizá termine quitándote más recuerdos de lo necesario, pero no creo que sea tan potente como para dejarte completamente amnésico. En el peor de los casos, olvidarás las últimas semanas de tu vida.

Así que se inclinó y, tras revolverle cariñosamente el cabello (que había vuelto a su habitual color castaño), dijo «Obliviate«. El hechizo no produjo ningún efecto visible en Teddy, y Albus supuso que solamente conseguiría saber cuántos recuerdos le había borrado cuando lo encontrasen. Luego se alejó unos pasos, apuntó nuevamente a Teddy y dijo «Mobilicorpus«. Su cuerpo se levantó unos cuantos centímetros del suelo y comenzó a desplazarse hacia delante, guiado por la varita de Albus. De esta manera, el joven emprendió su camino hacia la cabaña de Hagrid, en cuya puerta planeaba dejar al Aturdido y Desmemorizado ahijado de su padre. Y si bien sabía que tenía que moverse rápida y discretamente, no pudo evitar ponerse a silbar de felicidad. Por algún motivo, de sus labios salió la melodía de Cheek to cheek, la canción interpretada por Fred Astaire en Top Hat. Albus nunca supo por qué silbó esa canción en particular, ni tampoco le importó saberlo. Poseía la Piedra, y la Piedra lo poseía a él.

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