Peregrinación (I)

[NOTA: He decidido hacer lo que me sugirió Godric Jr. en los comentarios al capítulo anterior; es por eso que posteo Helter Skelter, probablemente la canción más «anti-Beatle» de los Beatles, la que se dice que escucharon Charles Manson y su familia antes de asesinar a Sharon Tate, allá por fines de la década del ’60, y en la que se considera que los Beatles hicieron una precursora incursión en lo que a finales de los ’70 sería el punk.]

-¿Qué quieres decir con que te vas a África? -dijo Ginny en un tono peligrosamente cercano al chillido, mientras Albus abría un bolso de mano y lo iba llenando de ropa.

-Tengo que irme a Guinea Ecuatorial. Debo ver a Emma Barfleur.

-¿Y quién es esa mujer? -preguntó Harry.

-Ella es posiblemente la bruja más sabia y poderosa con vida. Si hay alguien que puede ayudarme a recuperar mis poderes rápidamente, es ella -dijo Albus, tras lo cual sacó su varita del cajón de su mesa de luz y, tras unos segundos de vacilación, la colocó en el bolso. Hecho esto, lo cerró y salió de su dormitorio llevándolo en la mano.

-Espera, espera -dijo Ginny, tomándolo del brazo-. No permitiré que mi hijo se vaya de mi casa, ¡y mucho menos del país!, sin darme una explicación clara.

-De acuerdo. Bajemos -propuso Al-. Supongo que los otros también querrán saber por qué me voy.

Harry y Ginny suspiraron y accedieron a su pedido.

Los demás asistentes a la fiesta de cumpleaños de Albus se habían quedado de una pieza, y luego habían comenzado a interrogarse entre sí. ¿Qué estaría planeando Al? ¿Cómo había podido arrojar esa bandeja? ¿Acaso el Nullum Potens no había tenido efecto en él? Y cuando Albus y sus padres regresaron al comedor, derramaron un torrente de preguntas sobre él. Al levantó las manos pidiendo silencio.

-Lamento haberlos dejado con tantas incógnitas -dijo-. Quiero decirles que en el menor tiempo posible yo habré de viajar a Guinea Ecuatorial, un país africano, con el objetivo de encontrarme con la bruja Emma Barfleur.

Aquel nombre solamente fue identificado por Hermione.

-¿Qué? ¿Vas a buscar a Barfleur? ¿Acaso estás loco?

-Para nada -replicó Al con calma.

-¿Quién es esa? -preguntó Ron, expresando los deseos de los demás.

-Es la bruja más vieja que existe en la actualidad, al menos desde que Nicolas Flamel y su esposa murieron. ¡Nació en la década de 1830! Se rumorea que ha logrado sobrevivir tanto tiempo porque consiguió hacerse una Piedra Filosofal alrededor de 1870. Y también es una vidente, una auténtica vidente. No es como Trelawney, se cree que ella tiene una conexión permanente con… bueno, no sé cómo llamarlo, el Destino. ¡Pero es peligrosísima, Al! Ha violado todas y cada una de las normas que rigen las relaciones entre magos y muggles. Gobierna una comunidad muggle como si fuese una reina, sin ocultar su condición de bruja. ¡Ni siquiera Voldemort se atrevió a ir contra ella!

-Pero yo no voy a ir contra ella, tía. Voy a ir a verla.

-¿Qué diferencia hay? Emma Barfleur no quiere recibir visitas. ¡Muchos magos y brujas estuvieron años en ese país intentando encontrar su aldea y jamás lo lograron!

-Yo lo lograré -dijo Albus con confianza.

-Albus, no voy a dejar que arriesgues tu vida de esa manera. No sé mucho sobre esa Emma Barfleur, pero sí me consta que Guinea Ecuatorial está gobernado por una dictadura -dijo Harry con firmeza.

-El riesgo, en este caso, vale la pena -dijo Albus-. No pienso desperdiciar esta oportunidad de volver a ser un mago.

-¿Eso es todo lo que te importa? -gritó Ginny- ¿Tanto vale la magia para ti?

Albus rió desdeñosamente.

-«¿Tanto vale la magia para tí?» ¡Pues claro que sí, madre! ¡Qué fácil es para ti decir eso! ¿Tienes idea de lo que es ser un squib? ¿De lo que es vivir atrapado entre el mundo muggle y el mundo mágico como un algodón entre dos cristales? ¡Y en mi caso es peor! ¡Porque yo era un mago y ahora ya no lo soy! ¿Acaso llegas a comprender lo que significa gozar de los beneficios de ser un mago y luego perderlos? ¡Es como ser expulsado del Paraíso! ¡Uno es incapaz de entender lo privilegiados que somos los habitantes del mundo mágico hasta que deja de ser uno de ellos!

-Sabes, ese discurso suena un poco parecido al de Voldemort -opinó Ron.

-¡Tú no te metas! -bramó Albus ferozmente, volviéndose hacia su tío- ¡No permitiré que un padre que le dice a su hija lo que tú le dijiste a Rose me sermonée!

Ron apretó los puños y Harry temió por un momento que su cuñado fuese a golpear a su hijo.

-¡No le hables así a tu tío! -intervino Arthur.

-Oh, y ahora aparece el pater familias para poner orden -se burló Al-. Pero no te preocupes, abuelo, yo no soy… -Por un segundo, Albus sintió la tentación de decir «Fred», pero supo que hablar de su tío asesinado era ir demasiado lejos-. No voy a morir en África.

-¿Y por qué piensas eso? -preguntó Molly.

-Porque no quiero morir -replicó Albus con una sonrisa-. No me malinterpreten, no me refiero a que le tenga miedo a la muerte. Pero no quiero… no puedo morir sin ver castigados los que me hicieron esto. De modo que cuando esté en África tomaré todas las precauciones para asegurarme de que pueda llegar vivo a la aldea de la señora Barfleur… y volver vivo de ella.

-¿Qué te hace creer que ella te ayudará? -dijo Harry.

-Una corazonada. Siento que… que ella me está esperando, lo sé -la expresión de Albus se volvió casi ausente mientras hablaba-. Ella ya sabe que he decidido ir con ella. Durante años, ha observado el mar. Ella ha sabido toda su vida que un mago poderosísimo iría a solicitar su ayuda en un momento de necesidad. Ni Albus Dumbledore ni Gellert Grindelwald ni Lord Voldemort ni tú fueron a verla. Pero ahora el momento ha llegado.

Aquellas palabras impresionaron hondamente a todos. Finalmente Andrómeda Tonks habló en tono práctico.

-Bueno, si estás tan decidido a ir, ¿por qué no llevas a un Auror para que te proteja?

-Porque debo ir solo -dijo con amabilidad-. Ella lo considera una peregrinación, y los peregrinos no viajan con guardaespaldas.

-¿Cómo sabes todo esto? -preguntó Harry.

-No tengo la menor idea. Ni tampoco me importa. Lo importante es hacer lo que me dicta mi instinto.

-¿Tú, entre todas las personas, actuarás por impulso? -preguntó James- Al, tú nunca te comportas así.

-No estés tan seguro -dijo Albus.

-Albus -dijo Ginny, tratando de mantener un tono tranquilo y razonable-, me pides que te deje ir a un país africano en medio de una dictadura sangrienta, sin llevar a nadie que te pueda proteger, para ver a una bruja que podría ser tanto o más peligrosa que el gobierno. No pienso dejar que hagas eso.

-¿Desde cuándo necesito que me dejes hacerlo, madre?

-¿Qué? Eres mi hijo, eres menor de…

-¿Menor de edad? ¿Ahora tú olvidas que hoy es mi cumpleaños? Diecisiete años recién cumplidos. Ya estoy emancipado, según las leyes mágicas.

-Eso no tiene nada que ver -dijo Harry-. Tú eres nuestro hijo, y no vas a ir a África. No dejaremos que arriesgues tu vida de esa manera. Tu plan es sumamente irresponsable…

-¡Mira quién habla! ¿Tú, que a los diecisiete años estabas deambulando por todo el país, escapando del Ministerio de la Magia controlado por Ryddle, pretendes decirme que no ponga mi vida en riesgo? Sobre todo tomando en cuenta que tu «plan» en esos años era tan «irresponsable» como el mío.

-¿Qué quieres decir? -dijo Harry, al tiempo que su expresión se endurecía (como siempre que le hablaban de la guerra).

-¿Necesito aclararlo? ¿Qué hiciste tú cuando Ryddle tomó el poder? Te quedaste a luchar contra él a pesar de que eras un mago que recién había dejado de ser menor de edad, cuyos estudios estaban incompletos. ¿Sabes qué habría hecho yo en tu lugar? Me habría ido del país, me hubiese quedado durante varios años entrenando en un lugar remoto e inalcanzable para Ryddle, y luego hubiera regresado a Gran Bretaña para cazarlos y matarlos a todos. Pero tú elegiste el camino menos razonable actuando por impulso, y tuviste éxito. Pues bien, yo creo que este impulso también me llevará al éxito. Pronto conseguiré vengarme.

-¿Vengarte? -preguntó Harry con preocupación.

-Sí, vengarme. ¿Acaso crees que pienso limitarme a recuperar mis poderes y fingir que nada ha ocurrido?

-No, claro que no. Pero de no hacer nada a vengarte hay un largo trecho. Los que te envenenaron deben ser castigados por el Ministerio.

-¿Quieres decir que tú y tus Aurores los encontrarán, los arrestarán, los juzgarán y los mandarán a Azkaban? ¿A pesar de que ya han pasado más de seis meses sin novedades?

-Sí -dijo Harry, sonrojándose un poco.

-Pues muy buena suerte con eso. Pero yo también voy a buscarlos. Y si los encuentro antes que ustedes -concluyó, esbozando una sonrisa siniestra y abriendo y cerrando inconscientemente los puños-, ellos van a terminar rogándome que los entregue a los Aurores. No solo voy a matarlos a todos, voy a darles una sesión de torturas que le causaría envidia a Bellatrix Lestrange.

Neville empalideció ante aquella referencia indirecta a los trágicos destinos de sus padres Frank y Alice, pero Albus simuló no notarlo.

-Bueno, manos a la obra -dijo Al-. Ya tengo mi bolso armado, ya les di mis explicaciones. Ahora solo me queda tomar un Traslador Internacional. Por suerte tengo unos cuantos galeones ahorrados, así que no tendrás que pagarme el viaje, padre, pero si quieres…

-Insisto en que tú no te vas a ningún lado -dijo Harry.

-¿No? Señora jefa del Departamento de Cumplimiento de la Ley Mágica -dijo Albus en tono formal, dirigiéndose a Hermione-, ¿tengo yo, un squib de diecisiete años recién cumplidos, derecho a irme de mi casa si lo deseo?

-Me temo que sí. Lo siento, Harry -dijo Hermione, mirando apenada a su cuñado y mejor amigo-, pero retenerlo aquí sería técnicamente un secuestro. Albus ya es mayor de edad.

Albus sonrió con aire victorioso.

-Gracias, tía. Bueno, padre, la ley ha hablado. ¿Sigues pensando en impedir que me vaya?

-No. No voy a impedirtelo -dijo Harry con amargura.

-Perfecto. Hannah, tío Bill, el Caldero Chorreante y Gringotts están abiertos, ¿verdad? Ya sé que son casi las ocho, pero no creo que las actividades del Callejón Diagon terminen tan…

De pronto, se escuchó un golpecito en la ventana. Fleur, que era la que más cerca estaba parada, se asomó a ver qué ocurría y se encontró con varias lechuzas apostadas en el afeizar de la ventana, todas ellas con paquetes envueltos en papel de regalo.

-¿Paga quién son todas estas lechuzas? -preguntó la esposa de Bill, desconcertada.

-Para Al -contestó Ginny distraídamente-. Les pedí a sus amigos que mandasen sus regalos por la noche, para no arruinar nuestra sorpresa.

-¡Qué lindo gesto de tu parte! -dijo Albus- Bueno, madre, ¿podrías dejar entrar a las lechuzas y dejar los regalos en mi cuarto? Ya los abriré cuando regrese. Y en cuanto a mis amigos, diles que les daré las gracias personalmente… cuando vuelva a Hogwarts el 1º de septiembre -concluyó con arrogancia.

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