El trono de Kirite

-¿Qué tengo que ver yo con todo esto? -preguntó Albus.

-Todo. Tú eres el único mago en quien puedo depositar la tarea de reinar cuando yo deje de tomar el Elixir y muera. Eres el único lo bastante fuerte, sabio y responsable para dedicarte a Kirite con tanto esmero como yo.

-¿Y qué te hace creer que aceptaría hacerlo?

-Porque sabes que es la única forma de recuperar tu magia inmediatamente, en lugar de perder años y años entrenando para recuperarla.

-¿Tú puedes devolverme mis poderes?

-Sí, claro que puedo. Pero hay un precio. Debes ser rey de Kirite cuando yo esté muerta. Rodrigo no es un hombre apto para gobernar este pueblo.

-¿Te das cuenta de que me ofreces lo único que deseo, a cambio de lo único que atesoro?

-¿Tu magia a cambio de tu libertad? Supongo que es una buena figura retórica, Albus. Ese es el trato. Tú volverás a ser un mago y reinarás en Kirite.

Albus guardó silencio. Sabía que todos sus pensamientos podían ser vistos por Emma con gran facilidad, pero no le importaba. La magia por la libertad. Sería un mago de nuevo, pero tendría que vivir en aquella aldea de pescadores toda su vida. A menos que…

-¿Que cuando yo muera tú simplemente hagas las valijas y regreses a Gran Bretaña? -dijo Emma- ¿Crees que no he previsto eso? Tú deberás tomar el Juramento Inquebrantable antes de que te dé tus poderes. O más bien sus poderes.

-¿Cómo? ¿Los poderes de quién?

Barfleur no respondió, sino que levantó su varita, la apuntó hacia la puerta de la habitación y lanzó un Muffliato. Luego volvió su atención hacia Albus.

-Los poderes de Rodrigo Barfleur, por supuesto. No puede haber dos príncipes en Kirite.

***

Rodrigo estaba a punto de acabar, justo a punto. Sin embargo, sus ojos se detuvieron en el joven Leopoldo, que observaba la fellatio desde su rincón, y se le ocurrió algo que mejoraría aún más aquella experiencia. Con un empujón, apartó a la chica y se acercó a él, sosteniendo su pene erecto.

-Termina tú -ordenó, mientras apuntaba a la chica con su varita.

Aterrado, Leopoldo obedeció de inmediato. No se atrevió a retirar su boca cuando, instantes después, Rodrigo eyaculó.

Tras echarse un Hechizo Limpiador, Rodrigo se puso de vuelta la túnica y salió al exterior de la choza, dejando a los dos adolescentes de rodillas el suelo, con la vista fija en la nada. Disfrutó la sensación de la fresca brisa sobre su piel caliente. Aquella había terminado siendo una noche mejor de lo que esperaba.

***

Cualquier otro mago habría pensado primero en las implicancias éticas de robarle a otro mago sus poderes, pero no Al. Su primera reacción fue preguntar:

-¿Es posible hacer eso? ¿Quitarle a un mago su magia y pasársela a otro?

-Sí, aunque solo se ha realizado un par de veces en la Historia. Hace falta realizar un ceremonial muy complejo. Ambos tienen que beber una poción, luego deben acostarse uno al lado del otro en medio de un círculo bendito y… bueno, el resto lo verás cuando lo hagamos. Si es que lo hacemos, claro.

-¿Por qué crees que no estoy dispuesto a entrenar y recuperar mi magia por mi cuenta?

-Muy sencillo: porque ellos no te lo permitirán.

-¿Ellos?

-Los que te dieron el Nullum Potens, Albus. Ellos saben lo que harás cuando llegues a la cúspide de tus poderes, y te dieron esa poción para frustrarte.

-¿Y acaso tú no deseas frustrarme? ¿De qué me servirá ser un mago de nuevo si tengo que quedarme aquí para siempre?

-La diferencia es que ellos te matarán -dijo ella, muy seria-. Si recuperas tus poderes y vuelves a Gran Bretaña, se quitarán los guantes y te matarán.

-Me encantaría que lo intenten.

-Albus, tú eres el hijo de Harry Potter. ¿Sabes lo que eso signfica? Que en cualquier lugar al que vayas a buscar una educación mágica te reconocerán. Tarde o temprano, ellos se enterarán de tus progresos, te encontrarán y te asesinarán. Y no podrás entrenarte solo, necesitarás maestros que te ayuden.

-¿O sea que mis opciones son seguir siendo un squib o ser rey de Kirite?

-Dices «ser rey de Kirite» como si fuera algo terriblemente patético. No es solo ser rey de Kirite, es ser el dueño de esta enorme casa, y poseer la Piedra Filosofal. Y con ella, vida eterna y todo el oro que necesites para comprarte todo lo que desees.

-La vida eterna no me atrae, y el oro es apenas un instrumento y no un fin en sí mismo para mí.

-Pero la magia es distinta, ¿verdad?

-Sí -reconoció Albus de mala gana.

-La deseas, ¿cierto? La magia que te estoy ofreciendo te tienta.

-Muy a mi pesar, sí. Preferiría obtenerla por medios más fáciles.

-La vida no es fácil, Albus. Tienes que luchar por lo que quieres conseguir, y por lo que quieres conservar, con uñas y dientes.

-¿Hay algo más que quieras decirme, algo relacionado con todo esto?

-Sí. Sé que vas a aceptar. Sé que recuperarás tus poderes. Y sé que tratarás de evadirte de nuestro acuerdo de alguna manera. Quizá lo logres, quizá no. Pero te pido que antes de hacerlo pienses en el bienestar de los habitantes de Kirite. No los conoces, es verdad, pero en cuanto llegues a hacerlo comprenderás que son muy buenas personas y que necesitan nuestra ayuda -dijo apasionadamente.

-Bueno, tu instinto, tus poderes proféticos o lo que sea han acertado. Estoy de acuerdo en tomar el Juramento Inquebrantable a cambio de que me des los poderes de tu tatara-tataranieto.

Emma asintió con solemnidad.

***

Cuando Rodrigo regresó a la casa de Emma, Albus ya se había ido a dormir a una de las habitaciones reservadas para invitados (aunque aquella era la primera vez que alguien la usaba). Emma lo esperaba recostada en el diván.

-¿Qué tal te fue, querido? -preguntó con una sonrisa.

-Muy bien, Emma. Aunque nadie es tan buena como tú.

-Mientes -replicó ella sin dejar de sonreir-. A tí hace mucho que yo no te atraigo, no auténticamente.

-¿Por qué dices eso? -preguntó Rodrigo, alarmado.

-Sé lo que estás haciendo. Sé todo acerca de tus «aventuras» en la aldea.

-¿Qué? ¿Con quién…?

-¿Acaso creíste que no me enteraría, amor? ¿Creíste que podrías ocultarme tus violaciones por siempre?

-¿Violaciones? ¡Yo no he violado a nadie!

-¿No? ¿Entonces por qué cuando miré en la mente de Miguel lo vi masturbándote mientras tú le apuntabas con la varita a la cabeza? ¿Y por qué cuando miré en la de Lucía te vi a tí encima de ella penetrándola a más no poder? ¡Ella tiene doce años, Rodrigo!

-¡¿Y qué?! -estalló él- ¿Qué mierda importan esos niños? ¡No son nada más que muggles!

-Lucía es tu nieta, Rodrigo. ¡Tu propia nieta!

-Ella es una muggle, como todos los demás de la aldea. Si yo los deseo, es su obligación complacerme. Para eso están, para servirnos.

Emma sacudió la cabeza, claramente decepcionada.

-Tú no eres capaz de dirigir esta aldea como debe ser dirigida. Lo único que lamento de todo esto es haber tardado casi cuarenta años en comprenderlo. Creí que el hecho de que fueses descendiente mío y que fueses un mago como yo te daría las cualidades necesarias para gobernar Kirite, pero veo ahora que me equivoqué. Eres un enfermo. Tus poderes estarán mejor en manos de Albus Potter. ¡Desmaius!

Rodrigo siempre había utilizado su varita para hacer hechizos utilitarios -como el Lumos o el Accio o el Hechizo Limpiador- u ofensivos -como el Petrificus Totalus o la Cruciatus-, pero nunca había tenido que emplear hechizos defensivos. El cincuentón con cuerpo y mente de adolescente no llegó siquiera a tocar su varita cuando fue Aturdido por el hechizo de Emma, y cayó al suelo con un ruido que fue fácilmente amortiguado por la gruesa alfombra.

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