Dentro del círculo

Cuando Albus despertó, ya era mediodía, y se encontró con que sus ropas habían sido reemplazadas por una túnica similar a las de Rodrigo. Un poco sorprendido, se la puso y salió del dormitorio, encontrándose con el elfo Berety esperándolo en la puerta.

-Buenos días, señor Albus Potter.

-Buenos días, Berety. ¿Dónde está mi ropa?

-La lavé y la puse a secar, señor Albus Potter. Dentro de poco estará lista.

-Gracias. ¿Y la señora Barfleur?

-El ama lo espera en el comedor.

Berety llevó a Albus a una habitación similar a aquella en la que había estado la noche anterior, pero con los divanes colocados en torno a una mesa más larga y ancha y a poca distancia de la misma, de tal forma que los que los ocupaban no tuvieran que estirarse demasiado para tomar lo que había en ella. Emma estaba ya recostada en su diván, y para alivio de Al estaba con una túnica menos reveladora que en la ocasión previa. Le pidió al muchacho que se acostara con ella. Apenas lo hizo, los alimentos se materializaron sobre la mesa. Para asombro de Al, se trataba de alimentos típicamente occidentales, principalmente pizza, hamburguesas y papas fritas; había también unas cuantas botellas de gaseosas.

-¿Cómo trajiste todo eso aquí? -preguntó.

-Tengo un squib en Bata que hace mis compras y se las entrega a Berety. Es un arreglo conveniente, aunque ahora que Bata está en peligro de caer en manos de la guerrilla he estado pensando en trasladarlo a un lugar más seguro.

-¿Dónde está Rodrigo? -preguntó Al- ¿No volvió anoche?

-Oh, sí que volvió. Pero me temo que… no está en condiciones de almorzar con nosotros -dijo maliciosamente mientras sacaba la varita de Rodrigo y se la mostraba a Al.

-¿Dónde lo tienes encerrado?

-En un pequeño calabozo que construí en el sótano, en previsión de que alguna vez tuviera que encarcelar a algún aldeano.

-¿Habías tenido que usarlo antes?

-Me enorgullece decir que no.

-Vaya, tus aldeanos son muy buena gente, ¿no? -comentó Al con un poco de escepticismo.

-Me gusta creer que sí. En realidad, ¿por qué podrían no serlo? Si lo piensas bien, aquí hay pocos incentivos para que sean malvados. Si todos son pobres y además comparten lo poco que tienen, nadie codicia los objetos de los demás. Tampoco hay crímenes pasionales, dado que no hay parejas muy estables y por tanto no existen los celos que conducen a esa clase de homicidios. Creo que mis aldeanos viven en el famoso estado de naturaleza del que hablaba Rousseau.

-Suena ideal.

-Pero está amenazado por el mundo exterior. El ataque de ayer a Mbini me ha convencido más que nunca que es necesario que tengan alguien que los proteja durante mucho tiempo más.

-Y ese alguien debo ser yo. Lo entiendo -dijo Albus en tono monocorde mientras terminaba de comer una hamburguesa.

-Exactamente. Ahora que tengo a Rodrigo prisionero -añadió en tono decidido-, creo que es el mejor momento para que tomes el Juramento Inquebrantable.

-Un momento -señaló Albus-. ¿Cómo sé que no planeas hacerme jurar y luego negarte a darme los poderes de tu descendiente?

-¿Y cómo sé yo que no planeas recibir sus poderes y escapar antes de tomar el Juramento? Utiliza la lógica, Albus: ¿de qué me serviría mantenerte encerrado en Kirite como un squib? Tengo squibs de sobra aquí. No, a tí te necesito como un mago.

-Está bien -admitió Al de mala gana-. Juremos. Aunque, ¿quién será nuesto testigo?

-Berety.

El elfo doméstico, que se había mantenido un poco apartado, dio un paso al frente.

-¿Lo haremos ahora? -preguntó Albus.

-Cuanto antes, mejor -replicó Emma mientras se ponía de pie-. Colócate de rodillas frente a mí.

Obedientemente Albus se hincó frente a Emma. La señora estiró su mano derecha y Albus la tomó delicadamente entre las suyas. El elfo doméstico estiró sus manos hacia las de Albus y Emma, espectante.

-Albus Severus Potter, ¿juras que a mi muerte te convertirás en rey de Kirite?

-Sí, juro.

De las manos de Berety -que como todos sus congéneres era capaz de hacer magia sin varita- salió una lengua de fuego, que se enroscó en torno a las manos de la mujer y el chico.

-¿Y juras permanecer en la aldea de Kirite por el resto de tu vida?

-Sí, juro -dijo Al mientras una fugaz expresión de pesar atravesaba su rostro.

***

Cuando Rodrigo despertó, estaba desnudo y atado al suelo. Sus brazos y piernas estaban extendidos y sujetos a cuatro estacas clavadas en el suelo. Él conocía lo bastante bien a Emma como para saber que sus ataduras debían ser mágicas, por lo que no se tomó la molestia de hacer fuerza para liberarse.

Su peor temor siempre había sido que Emma descubriese todo acerca de sus violaciones. A pesar de las palabras desdeñosas con las que había hablado de sus víctimas, Rodrigo no carecía totalmente del sentido del bien y del mal. Internamente, sabía que hacer a los aldeanos las cosas que les hacía era incorrecto. Pero era justamente eso lo que lo excitaba: el placer de lo prohibido. La satisfacción de imponerse sobre los demás (en forma directa sobre sus víctimas y en forma indirecta sobre Emma) era tanto o más agradable que el sexo en sí mismo.

¿Qué iba a hacerle Emma ahora? ¿Para qué lo había atado? ¿Y por qué le había quitado sus ropas? Ante esta pregunta, su mente elaboró velozmente una respuesta que le heló la sangre. No, Emma no podía ser tan sádica. La castración era algo demasiado feroz, incluso para castigar a un violador como él.

Rodrigo estuvo varios minutos atormentado por esa posibilidad, hasta que la puerta de la celda se abrió. Por ella entraron Emma y Albus.

-¡Suéltenme! -exigió el mago- ¡No pueden hacerme esto!

-Por supuesto -dijo Emma cortesmente-. Te dejaré ir. Pero no antes de ajustar cuentas contigo, querido.

-¿Qué vas a hacerme?

-Solo una pequeña… llamémosla amputación -respondió la mujer perversamente.

-¡NO! ¡Eso no, por favor! ¡Mátame si quieres pero no me cortes…!

-¿Cortarte? Creo que has malinterpretado a tu tatara-tatarabuela, Rodrigo -comentó Albus secamente-. Lo que vamos a amputarte no es ninguna parte de tu cuerpo, al menos no ninguna parte física.

-Verás, he llegado a la conclusión de que tú has utilizado mal tus poderes mágicos -añadió Emma-. Has atormentado a decenas de personas inocentes, a tus propios amigos y parientes. Hasta ahora gozaste de mi protección, pero eso ha acabado. Tenemos aquí con nosotros a un nuevo príncipe de Kirite, a alguien que eventualmente podrá ser un gran rey de nuestra amada aldea.

-¿Potter? -escupió Rodrigo- ¿Vas a darle el trono a ese squib inglés?

-No, Rodrigo, le va a dar el trono a un mago inglés -lo corrigió Albus, sonriendo por primera vez de una forma que al mago guineano le recordó a un tiburón-. Pronto dejaré de ser un squib.

-¿Y cómo harás eso, Potter? -preguntó Rodrigo, intentando mantener un tono burlón pese al miedo que comenzaba a invadirlo nuevamente.

-Pues quitándote tus poderes.

–Petrificus Totalus -dijo entonces Emma, apuntándole a Rodrigo con su varita y cortando la réplica que su descendiente estaba por proferir. A continuación, la bruja desanudó las sogas que lo mantenían sujeto al piso y con un Mobilicorpus lo trasladó afuera de su celda.

Rodrigo fue llevado a una habitación iluminada por velas negras, con un amplio círculo dibujado con polvo blanco en el suelo. Su cuerpo fue depositado dentro de ese círculo pero no en el centro sino en un costado. Albus se quitó la túnica y su ropa interior, quedando tan desnudo como Rodrigo, y se acostó a su lado, boca arriba. Emma materializó dos copas de plata y se acercó a un caldero humeante colocado en un rincón de la habitación. Llenó ambas copas con la poción y se volvió hacia los varones.

-Esta poción es una creación mía. Es similar al Nullum Potens y al Filtro de Intercambio de Cuerpos en su composición y efectos, pero tiene algunas particularidades. Solamente funciona si ustedes dos la beben a la vez dentro de este círculo mágico, y si luego practico un pequeño ritual adicional. Toma, Albus -dijo, entregándole la copa al chico-. Bebe cuando yo te diga.

-De acuerdo.

-Ahora tú, Rodrigo. Considerando que tú has obligado a tanta gente a beber cosas que no quieren, es justo que te toque a ti, ¿no crees? Imperio.

Le fue muy fácil a Emma obligar a su tatara-tataranieto a abrir la boca, y por la posición en la que estaba ella solo tuvo que vaciar su contenido en ella y dejar que bajase sola por la garganta. Albus bebió al mismo tiempo.

El siguiente paso fue que Emma comenzase a pronunciar una larga oración en un idioma que Albus no pudo identificar. Reconoció algunas palabras en latín y griego, pero también otras en una lengua que le recordó al alemán. A medida que pasaba el tiempo las palabras brotaban de su boca casi como un cántico.

Sin dejar de hablar, Emma hizo aparecer de la nada un gallo totalmente negro en su mano. Se acercó al límite del círculo mágico (teniendo mucho cuidado de no pisar ni cruzar la línea) y utilizó un Sectumsempra para decapitar al animal, que se retorcía e intentaba liberarse. La sangre salió en un chorro y Emma se las arregló para dirigirlo hacia los dos hombres que yacían dentro del círculo; las gotas salpicaron profusamente sus piernas e incluso llegaron hasta sus pechos.

La oración de Emma se hizo más rápida y sonora, y tanto Al como Rodrigo sintieron que la sangre con las que ella los había manchado se calentaba y comenzaba a despedir un replandor blanco cada vez más potente. Albus quiso cerrar los ojos para cubrirse, pero descubrió que estaba tan paralizado como Rodrigo. Todo el mundo se había vuelto cegadoramente blanco.

Y de pronto Al se sintió incorpóreo. No sentía la textura del suelo debajo de su cuerpo, no sentía la sangre en su pecho y piernas, no sentía el aire frío contra su piel. Solamente sentía la magia. La pequeña cantidad de magia que continuaba en él, que había sobrevivido al Nullum Potens, estaba recibiendo la enorme cantidad de magia de Rodrigo Barfleur, y la aceptaba como si siempre hubiera sido parte de él. Albus estaba de nuevo completo.

Fue entonces que el resplandor desapareció. La sangre también se había desvanecido y el polvo blanco que formaba el círculo mágico parecía haber sido solpado lejos. Solamente quedaban Rodrigo y Albus tendidos en el suelo.

Emma se acercó a Al y lo ayudó a incorporarse. El muchacho se volvió a poner la túnica que le tendía Emma sin hacer ningún comentario. Una vez que estuvo vestido de nuevo, dijo:

-¿Podrías llamar a Berety y decirle que me traiga mi varita? Está en mi bolso.

-Por supuesto.

No pasó mucho tiempo hasta que Al se encontró de nuevo sosteniendo su varita en la mano.

–Lumos -dijo, y de inmediato en la punta de la varita apareció una luz brillante.

Albus sonrió complacido. Sabía que ahora le esperaban con toda seguridad muchos años estancado en aquella aldea africana, sabía que nunca podría volver a Gran Bretaña para mostrarles a todos sus iguales que él, Albus Potter, había arruinado los planes de sus enemigos, sabía casi con certeza que no volvería a ver a Valerie y a sus amigos, pero de todos modos se sentía lleno de una inexplicable alegría. Era un mago de nuevo. Todo lo demás se solucionaría tarde o temprano.

[NOTA: La desnudez de Al y de Rodrigo durante el ritual no tiene ninguna connotación sexual. Solamente quería asustar nuestro amigo violador haciéndole creer que corría peligro de perder su «herramienta de trabajo».]

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