Sivitas

La noche había caído y los aldeanos se aprestaban a cenar. El aturdimiento por lo que habían hecho era tal que solamente atinaron a continuar con su rutina diaria. Los restos de Rodrigo Barfleur estaban esparcidos por el suelo, frente a la choza de Emma, pero nadie los miraba. Salvo el rey, por supuesto. Albus era incapaz de apartar la mirada de ellos. Sus ojos se deslizaban desde la mano izquierda -a la que le habían arrancado el índice y el pulgar antes de separarla del brazo de Rodrigo- hasta la quijada y los intestinos. Los genitales habían sido cortados por una de sus víctimas, que se había asegurado de que Rodrigo pudiera verlos en sus manos antes de arrojarlos al suelo y aplastarlos hasta reducirlos a una pulpa rojiza.

«Podemos engañarnos diciendo que no matamos a ese miserable que estamos viendo ahora, pero lo matamos. Basta de ese ridículo plural mayestático, Al: lo mataste. Está muerto por culpa tuya, a pesar de que no le hayas puesto un dedo encima. Ésta es mi realidad. Todo lo demás es insignificante.»

«¿Seguiremos con la siguiente parte del plan? ¿Saldrá bien? ¿Aceptarán los aldeanos o tendré que ensuciarme las manos esta vez?»

«Vamos, Al. Acepta lo que has hecho y sigue adelante. Hemos llegado tan lejos… No podemos detenernos ni dar marcha atrás. De un modo u otro, volverás a Hogwarts. Volverás a Valerie.»

«Es tu culpa que Rodrigo esté muerto. Lo querías muerto. Pero no es tu culpa que haya tenido una muerte como esa. Esperabas, quizá ingenuamente, que los aldeanos se limitarían a ahorcarlo o que lo golpearían tanto en la cabeza que terminaría no sintiendo nada. Pero debiste haber supuesto que la violación, en una comunidad tan pacífica como esta, es un crimen atroz que solo puede castigarse con una muerte igualmente atroz. Ahí estuvo tu error.»

«¿Hubiese abandonado mi plan si hubiera sabido que lo matarían así?», se preguntó.

Su mente no pudo responder esa pregunta.

***

Eran las dos de la mañana cuando la voz de Albus, amplificada mediante un hechizo Sonorus, fue oída por los habitantes de Kirite.

-¡Pueblo de Kirite! ¡Necesito hablar con todos urgentemente! ¡Salgan de sus chozas ahora mismo, es un asunto de vida o muerte!

Los aldeanos, aterrorizados, obedecieron la orden de Albus y se concentraron frente a la choza de su nuevo rey, donde todavía estaban los restos de Rodrigo. Todos estaban soñolientos, pero sabían que era su deber hacer lo que el rey les pedía.

-Perdónenme por sacarlos de sus camas, amigos y amigas -comenzó Albus, cuyo rostro estaba más pálido y demudado de lo normal-, pero acabo de tener un sueño que considero que deben conocer. Soñé que, en medio de una noche tranquila como esta, bolas de fuego caían sobre Kirite. Cada una de ellas parecía apuntar a una choza distinta, y el fuego era imposible de apagar. Todos los hombres, mujeres y niños del pueblo morían quemados, horrible y léntamente.

«Cuando desperté creí que ese sueño no significaba nada, pero ahora me doy cuenta de que sí es importante. ¡Los dioses están ofendidos, pueblo de Kirite!

«Los crímenes de Rodrigo Barfleur irritaron a los dioses. Ellos consideraron que las violaciones de Rodrigo eran una mancha imborrable y que solamente podrían limpiarla destruyendo esta aldea. No obstante, los dioses notaron que no todos en la aldea eran pecadores como él, y optaron por darnos una oportunidad de darle su merecido castigo a Rodrigo nosotros mismos, reunidos en asamblea. Querían que, utililizando nuestro libre albedrío, penasemos los delitos de Rodrigo adecuadamente.

«Pero, ¿acaso lo hicimos? ¡No! Lo que hicimos fue matar a Rodrigo, y además hacerlo de un modo particularmente doloroso. ¿Merecía una muerte como esa? ¡No! ¡Lo que merecía era un castigo como el que nuestra llorada reina Emma le había dado, pero esta vez refrendado y confirmado por todos nosotros! ¡Prisión perpetua, no muerte!

«¡Castigamos el crímen de Rodrigo con un crímen aún peor! ¡Y ahora nosotros seremos castigados! ¡El fuego divino destruirá Kirite y a todos sus habitantes! ¡Ocurrirá hoy, antes de que amanezca!

Ante todo esto, los aldeanos quedaron aterrorizados. Albus expresaba con palabras el temor más o menos inconsciente que habían venido sintiendo desde que Rodrigo murió y ellos recuperaron cierto autodominio.

-¿Qué podemos hacer? -preguntó Gonzalo.

-¡EXPIACIÓN! ¡Esa es la única respuesta posible! -bramó Albus- ¿Están dispuestos a permitir que sus casas sean destruidas, que sus hijos mueran quemados, que la vida que han construido sea segada de esa manera? ¡Sólo podemos hacer una cosa para apaciguar a los dioses: expiar nuestros pecados!

«¡Yo les digo que esta aldea está maldita, amigos y amigas! ¡Su sola existencia es un sacrilegio a los dioses, y debe ser borrada del mapa! ¡Pero nosotros, sus habitantes, podemos salvar nuestras vidas si les ahorramos a los dioses el trabajo! ¡Kirite arderá, pero si arde por el fuego que nosotros mismos encendamos entonces conservaremos la vida!

«¡Expiación, expiación, expiación! ¡No hay nada más que podamos darles a los dioses!

Los aldeanos comenzaron a corear «¡Expiación!» una y otra vez. Alentado por el fervor que les había contagiado, Al se acercó a una de las fogatas que se mantenían encendidas por la noche para iluminar a los aldeanos, materializó con su varita varias antorchas y procedió a encender una y acercarse a la choza más cercana. El material del que estaba hecha ardió con facilidad, y los aldeanos no tardaron en imitarlo.

-¡QUÉMENLO! -gritó Albus- ¡QUÉMENLO TODO! ¡No dejen una sola choza en pie, salvo la de la reina Emma! ¡Demostremos nuestro arrepentimiento!

***

Cuando salió el sol, la aldea de Kirite había quedado reducida a cenizas.

Los aldeanos habían quemado todo, y prácticamente lo único que les quedaba eran las ropas que tenían puestas. No obstante, estaban muy optimistas. Albus les aseguró que los dioses estaban satisfechos con su sacrificio, y eso les quitó un peso de encima. La muerte de Rodrigo había sido perdonada.

-Ahora debemos fundar una nueva aldea -dijo Albus alegremente-. Caminemos hacia el norte.

Y así lo hicieron. Hombres, mujeres y niños recorrieron kilómetros y kilómetros de playa, aprovechando que el sol de la mañana era más suave que el del mediodía, encabezados por Albus. El mago había levantado las barreras mágicas de Kirite, pero aún así cuando llegó al punto donde estas habían estado ubicadas, pareció vacilar unos instantes antes de cruzar esa línea imaginaria. Por unos instantes permaneció inmóvil, como esperando algo, y luego reemprendió el paso.

Si bien su rostro mostraba una expresión devota y serena, por dentro el muchacho estaba exultante. «¡Lo conseguí!», pensó. «¡Ese maldito Juramento Inquebrantable ya no me limita! La aldea de Kirite ha desaparecido, por tanto puedo salir y entrar por sus límites tranquilamente.»

Fue tal su alegría que fue capaz de caminar los quince kilómetros casi sin darse cuenta. Cuando recordó que debía darles a los aldeanos un nuevo lugar donde construir su pueblo y colocar allí sus barreras mágicas, se detuvo. Observó el terreno donde estaban parados y le pareció perfecto: había suficientes árboles cerca para construir las nuevas chozas y botes (afortunadamente algunos aldeanos habían sido lo bastante inteligentes como para sacar sus herramientas de sus chozas antes de quemarlas) y se trataba de un lugar de la costa muy poco visitado pues no había señales de presencia humana. Albus se dio vuelta

-¡Amigos! ¡Éste es el mejor lugar para levantar la nueva aldea! ¡Su nombre será Sivitas, y estará libre de todos los pecados y la depravación que llevaron a la perdición a Kirite! ¡Un nuevo día ha comenzado para todos nosotros!

Y lo decía en serio. Cuando hubiera reestablecido allí las barreras mágicas de Kirite y los aldeanos se hubiesen puesto a cortar madera, regresaría a la choza de Emma, la rodearía de distintos hechizos protectores y emprendería su viaje de regreso a Malabo. Y de allí tomaría un Traslador Internacional con destino a Casablanca. Y allí tomaría un segundo Traslador, con destino al continente europeo.

[NOTA: Mil perdones por la tardanza. Como recompensa quiero proponrles otro concurso: el que averigue cuál es la relación etimológica que hay entre «Kirite» y «Sivitas» recibe como premio la respuesta a tres preguntas que quiera hacerme sobre el fanfic.]

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