El rescate

El camino de regreso de Albus a la choza de Emma -todo lo que quedaba de la aldea de Kirite- le pareció más largo que el camino a la nueva aldea de Sivitas. Él había asegurado a sus aldeanos que, como castigo por no haber hecho nada para evitar el asesinato de Rodrigo, los dioses habían decretado que él tendría que abandonar Sivitas y que solamente podría visitarla una vez al año. Y pensaba cumplir con esa visita, ya que le interesaba el bienestar de aquellos aldeanos que tan útiles le habían sido.

-¡Berety! -llamó cuando retornó a la choza- ¿Queda algo frío para beber? Estoy exhausto.

El elfo obedeció prontamente, y Albus no tardó en hallarse recostado en el diván de Emma tomando un vaso de jugo de calabaza helado y planeando su próximo paso.

-Debemos cerrar esta casa, Berety. No vendremos con mucha frecuencia. ¿Emma tenía oro guardado?

-Hay un cofre en el sótano, escondido con varios encantamientos -dijo Berety-. ¿Desea que lo traiga, amo?

-Hazlo.

Berety se Desapareció y retornó un par de minutos después con un cofre. Albus lo abrió y lo encontró lleno hasta la mitad con galeones. Aunque sabía que su familia poseía una cantidad bastante superior de oro en su cuenta de Gringotts, nunca la había visitado y nunca había tenido ocasión de ver tanto dinero junto. Quedó hondamente impresionado.

-Es una cantidad generosa, pero creo que será mejor guardarla en un lugar más seguro. La llevaremos a Gringotts.

Tras decir esto, Albus redujo mágicamente el tamaño del cofre hasta el de una caja de bombones, se puso de pie y fue al dormitorio de Emma, donde había dejado la Piedra Filosofal. El muchacho la sacó del jarrón donde estaba escondida y se la guardó en el bolsillo. Puso el cofre en su mochila y se preparó para abandonar el lugar, seguido por Berety.

Fue entonces que escuchó las voces.

-¿Qué ha ocurrido aquí?

-Parece que han atacado el pueblo.

-¿Es eso…? ¡Por Merlín, es un cadáver! ¿Qué le hicieron?

-¡ALBUS! -llamó una voz masculina que él conocía muy bien- ¡ALBUS! ¿ESTÁS AQUÍ?

Irritado, Albus se dirigió en voz muy baja al elfo.

-Quiero que actives todos los hechizos protectores de la casa, de modo que nadie más que yo pueda entrar. Cuando te llame, quiero que te Aparezcas a mi lado y me lleves a Malabo con la mayor velocidad posible, ¿entendido?

Cuando Berety asintió, Albus salió al exterior y pudo ver a Harry, Ron y Hermione con sus varitas en alto, observando el terrible escenario compuesto por las decenas de chozas quemadas y el cuerpo descuartizado de Rodrigo Barfleur, cuya carne ya estaban devorando tres buitres.

-No hace falta levantar la voz -dijo Albus con calma, haciendo que los tres magos notasen su presencia. Harry se sobresaltó, pero luego corrió hacia donde estaba su hijo y lo envolvió en un fuerte abrazo.

-¿Estás bien, Al? ¿Te hizo algo esa Barfleur? -dijo Harry mientras se alejaba un poco para mirar a Albus.

-Estoy perfectamente, padre -replicó Albus-. ¿Qué te hace pensar lo contrario?

-¡Pues que Emma Barfleur hizo desaparecer a muchísimos magos a lo largo de los años, bobo! -exclamó Ron.

-No es tan mala… bueno, no era tan mala -dijo Al, sin dignarse a mirar a su tío.

-¿Era? -preguntó Hermione.

-Murió hace alrededor de una semana.

-¿Cómo? -preguntó Harry con seriedad.

-Digamos que se fue a dormir y no despertó nunca -dijo Al con una sonrisa misteriosa.

-Quiero que me digas qué ha ocurrido exactamente. ¿Quién le hizo esto a la aldea? ¿Quién mató a ese hombre? ¿Quién?

-¡Fuenteovejuna! -exclamó Albus entre risas.

-¡Éste no es el momento de bromas, Al! ¡Una persona fue asesinada y a decenas más podría haberles pasado lo mismo, por lo que sabemos! ¿Qué ocurrió? -preguntó Ron, exasperado.

-Los aldeanos mataron a este tipo, quemaron la aldea y se fueron -respondió Albus con indiferencia.

-¿Y qué hiciste tú para evitarlo? -preguntó Ron con más dureza.

-¿Qué podía hacer?

-No creo que… -intervino Harry, pero Ron lo cortó.

-¡Detenerlos, por supuesto! ¿Vas a decirme que te quedaste al margen, que permitiste que asesinasen a un hombre frente a tus ojos sin hacer nada?

-Tío, cállate -dijo Albus con desdén-. Tú hace menos de veinticuatro horas que llegaste a África, y yo he pasado aquí casi un mes. Aquí no eres el Auror Ronald Weasley, cuñado y lacayo del gran Harry Potter, eres apenas un forastero.

-Albus, sólo queremos saber qué pasó -dijo Hermione suavemente, preocupada ante la cólera que invadía a su esposo ante el malicioso calificativo de «lacayo» de Harry Potter que había recibido de Al.

-Ya les dije qué pasó, tía. Los aldeanos hicieron todo esto.

-¿No vas a decirnos nada más? -preguntó Harry, frunciendo el ceño.

-Sobre lo que ocurrió con Kirite, no. Pero hay una cosa que tienen que saber -dijo Albus, y sacó con un veloz movimiento su varita del bolsillo.

-¡EXPECTO PATRONUM! -gritó, y de inmediato salió de la punta de su varita un enorme áspid plateado que les mostró los colmillos.

-Como pueden ver, soy un mago de nuevo. Llegó la hora de los escarmientos. ¡Ven, Berety! -gritó Albus, y el elfo se Apareció a su lado. El muchacho lo tomó de la mano y se Desaparecieron juntos, sin que ni Harry, ni Hermione ni Ron atinasen a detenerlos.

***

-¿Quién mierda se crée ese mocoso? -estalló Ron, después de varios segundos en los que el trío miró estúpidamente el lugar donde Albus había estado parado.

-¡Ron! ¡No hables así! -lo reprendió Hermione, pero su marido no le hizo caso.

-¡Llegamos a este país miserable a rescatarlo de una de las brujas más peligrosas conocidas y él reacciona como si hubiéramos venido a…! ¡Somos Aurores, por Merlín! ¿Acaso eso no vale nada? ¡Hay un cadáver, hay una aldea quemada y él… él…

-Basta, Ron. No creo que nos haya mentido cuando dijo que los que hicieron esto fueron los aldeanos -dijo Harry.

-¡Oh, no, yo tampoco lo creo! -exclamó Ron burlonamente- ¡Pero es muy ingenuo de tu parte creer que tu hijito nos dijo toda la verdad! ¿Crées que él quiso detenerlos? ¿Que no los incentivó a hacer este… este desastre?

-No, no lo creo -dijo Harry con tranquilidad.

-¡Pues yo sí! ¡Y pienso investigar esto hasta las últimas consecuencias! ¿Sabes qué es lo primero que haré? ¡Revisaré esa única choza que quedó en pie! ¡Debe haber toneladas de evidencias que expliquen lo ocurrido ahí dentro!

-Ron, no creo que sea prudente… -dijo Hermione, pero su esposo nuevamente la ignoró y caminó con paso decidido hacia la choza.

Lo siguiente ocurrió con una rapidez pasmosa. Cuando el Auror se acercó a un metro y medio de la choza de Emma, una fuerza invisible lo arrojó hacia atrás con una potencia incalculable. Ron Weasley voló a través de decenas y decenas de metros y terminó llegando hasta la playa y cayendo al mar, aunque en una zona poco profunda.

Harry y Hermione corrieron hacia donde él había caído, y lo ayudaron a salir del mar. Si bien Ron estaba rojo de furia, y había tragado mucha agua salada, había salido ileso. Sin embargo, su varita había caído al agua y era incapaz de encontrarla.

-¡Accio varita de Ron! -gritaron Harry y Hermione. No hubo resultado. La marea parecía haberse llevado la varita del tío de Albus muy lejos mientras sus mejores amigos estaban ocupados auxiliándolo.

Ron Weasley había tenido aquella varita desde los trece años. Se la habían quitado cuando los Carroñeros lo capturaron y lo llevaron a la Mansión Malfoy, pero los padres de Draco se la habían devuelto como gesto de buena voluntad poco después del fin de la guerra. Su ahora definitiva pérdida lo había dejado muy dolido e irritado, pese a que ahora tenía suficiente dinero como para adquirir decenas de varitas de igual calidad.

-¡Me las pagará! ¡Ese cachorro me las pagará! -bramó, encolerizado.

[NOTA: Me gustó mucho escribir la última parte del capítulo. También quiero hacer notar que si yo escribiese este relato en inglés, en la escena en que Albus le dice a Ron «cállate» yo habría escrito «shut the fuck up». Como no existe ninguna expresión equivalente en castellano, preferí dejarla así.]

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