Un escape real, un escape fingido

[NOTA: Quiero dedicarle este capítulo a María Elena, la hija recién nacida de Haku.]

-¡JAKE, ERES UN ESTÚPIDO! -gritó Sophie, perdiendo la calma por primera vez y saltando de su sillón.

-¿Pero qué…? -alcanzó a decir el ex Carroñero antes de ser interrumpido por una serie de golpes en la cabeza.

-¡¿Un Avada Kedavra?! -gritó mientras le propinaba un golpe- ¡¿Un maldito Avada Kedavra?! -otro golpe- ¡¿Eres subnormal?! -otro golpe- ¡¿Acaso no recuerdas -otro golpe- que el Ministerio puede detectar las Maldiciones Imperdonables al instante -otro golpe-, pedazo de imbécil?! ¡Los Inefables -golpe- deben -golpe- estar -golpe- contactándose -golpe- con los Aurores -golpe- ahora mismo!

-¡Pero, ¿no dijiste que ese Harvey te había prometido que los Aurores no vendrían…?! -dijo Jake mientras se acurrucaba en el sillón e intentaba cubrirse la cabeza.

-¡Sí, pero ni siquiera Harvey puede evitar que vengan aquí! -dijo Sophie, dándole un último golpe- ¡Los Inefables irán a ver directamente a Potter, y él mandará a sus Aurores apenas lo sepa! ¡Tenemos que irnos ya! ¡Por Merlín, es una suerte que Gilbert y yo hayamos encontrado otro lugar para escondernos en caso de emergencia! ¡Junten sus cosas ahora mismo! -ladró.

Los tres varones se pusieron en movimiento de inmediato. Usando sus varitas convocaron sus respectivas bolsas de dormir y sus bolsos de mano que contenían las ropas que habían venido usando y se los colgaron de los hombros. Jake corrió hacia unos estantes colocados cerca de donde estaba el cadáver del policía y recogió una bolsa de plástico llena de revistas. Se dispuso entonces a acercarse a Gilbert para irse a ese nuevo refugio mediante la Aparición conjunta, cuando el objeto que sostenía en sus manos muertas Joe Baxter atrajo su atención. Jake se inclinó y se lo sacó de las manos, mirándolo con curiosidad.

-¿Qué dijiste que era esto? -preguntó.

-¡Una pistola, idiota! ¡Vamos, no tenemos mucho tiempo! -gritó Sophie.

-¿Puedo llevármela?

-¡Sí, sí, llévate lo que quieras, pero vete ahora! -ordenó Gilbert, tendiéndole una mano (la otra estaba ya sujeta a la de Rupert). Jake se puso la pistola torpemente en el bolsillo y tomó de la mano a su cómplice, quién se Desapareció con un «crac» bastante suave.

Sophie se había quedado sola. La bruja reunió todas sus ropas y analizó la posibilidad de reducir el tamaño de los muebles y llevárselos con ella, pero terminó por descartarla. Solamente quedaba un paso. Corrió hacia la habitación adyacente en donde mantenían encerrado a Albus. Empleó su varita para desactivar los hechizos que mantenían mágicamente cerrada la puerta y la abrió, empujándola lo más rápido que pudo en cuanto entró. Albus estaba sentado en su silla, mirándola con curiosidad. Había también varios encantamientos en la habitación que le impedían escuchar sonidos de afuera, por lo que el adolescente no tenía idea de qué había pasado. Sin decir una palabra, la bruja sujetó a Albus del brazo y se Desapareció, llevando consigo al muchacho, su silla y las cadenas que lo inmovilizaban. Un instante antes de irse, Sophie y él alcanzaron a escuchar los sonoros «crac» de los Aurores Apareciéndose en el cuarto contiguo, pero como la puerta estaba casi cerrada, no los vieron ni fueron vistos.

***

Como Sophie conocía bien la casa abandonada que ella y Gilbert habían escogido como eventual escondite de emergencia, la bruja se Apareció directamente en el dormitorio que le habían asignado a su víctima, en caso de que tuviesen que llevarla allí. Para Albus fue como estar en una habitación y luego, en un abrir y cerrar de ojos, estar en otra, pero aún sujeto a la misma silla.

Tras restablecer los hechizos que aislaban el cuarto de los sonidos exteriores, Sophie salió y cerró la puerta detrás de ella. La mujer avanzó con confianza hacia la salita de estar que, junto con el pequeño vestíbulo, la cocina, el baño y los tres dormitorios, componía su nueva morada. Encontró al resto de su banda reunida allí.

-Bueno -dijo con tono resuelto y más calmado que antes-, nos salvamos por un pelo. Tu error podría habernos costado todo, Jake.

-Perdón.

-Ahora tendremos que quedarnos aquí y esperar órdenes de Harvey.

-¿Por qué? -preguntó Jake, desconcertado- ¿No dijiste que íbamos a liquidar a Potter?

-¡Sí, pero eso fue antes de que tú metieras la pata, bobo! ¡Estuvimos a segundos de ser atrapados por los Aurores! ¡Harvey debe estar furioso!

-¿Y qué?

-«¿Y qué?» ¡Pues que si de por sí está molesto con nosotros, matar a Potter sin su autorización solamente empeorará las cosas! No podemos hacer nada hasta que Harvey nos dé permiso.

-Bah, yo creo… -empezó a decir Jake con tozudez.

-No importa una mierda lo que tú creas, Jake. Has puesto en peligro nuestro trabajo y tu opinión ya no tiene valor -intervino Gilbert con frialdad.

-Creo que estás olvidando que yo también formo parte de la banda -dijo Jake.

-Vete a jugar con esa pistola muggle y deja que los adultos resolvamos esto, Jake -dijo Rupert despectivamente.

Jacob Wilkes (a quién todos llamaban Jake) era muy delgado y bajito, y siempre lo había acomplejado su baja estatura. El que lo tratasen de niño cuando ya era un hombre de mediana edad no podía dejar de irritarlo, pero comprendió que sus cómplices estaban mucho más nerviosos de lo que aparentaban por el percance que acababan de sufrir y que otra palabra suya podía ser la gota que rebalsara el vaso, de modo que se sentó en un polvoriento sofá y sacó la pistola de Baxter del bolsillo. Como mago de sangre pura, Jake no conocía mucho de la cultura muggle, y sus ataques a hogares muggles durante el gobierno de Voldemort no habían servido precisamente para aumentar su caudal de conocimientos sobre las personas no mágicas, por lo que no dejó de fascinarle su primer contacto con un arma de fuego.

Entretanto, los demás miembros de la banda de Sophie decidían el destino de Albus.

-¿Cuándo lo haremos, entonces? -preguntó Rupert con ansiedad.

-Cuando Harvey nos dé luz verde. Hablaré con él mañana por la mañana -replicó Sophie.

-¿Cómo lo matamos? -preguntó Gilbert- ¿Una puñalada, estrangulamiento, veneno? ¿Algún hechizo?

-Una Maldición Asesina.

-¿Qué? -exclamó Rupert.

-¿No volverá a atraer a los Aurores? -preguntó Gilbert.

-Sí, pero si estamos preparados para escapar Desapareciéndonos al instante, entonces no correremos tanto peligro como hoy. Discutiré esto con Harvey, claro, pero opino que es lo mejor. Parecerá más… espontáneo, más descontrolado un Avada Kedavra que cualquier otro método. Haremos esto: Aturdiremos al muchacho, reemplazaremos sus cadenas por cuerdas y cortaremos las que sujetan su brazo izquierdo (he notado que es zurdo) a la silla, para luego desatar las demás. Dejaremos un vidrio o alguna otra cosa filosa cerca y le pondremos mi varita en su mano. Quizá apuntaré con mi varita a alguna pared de la habitación y usaré un Incendio o un Reducto. También tiraré al suelo un plato con sopa.

-¿Y todo eso para qué? -dijo Rupert.

-Para fingir el intento de escape -dijo Gilbert, que había comprendido sin dificultad el razonamiento de Sophie-. Les haremos creer que lo que pasó fue esto: el chico logró levantar del suelo un trozo de vidrio y lo usó para liberarse de sus cuerdas. Esperó a que Sophie viniera para darle de comer y la atacó, quitándole su varita. Intentó combatir contra nosotros con ella, pero lo matamos. No obstante, fue un error, pues no alcanzamos a cobrar el rescate y tuvimos que Desaparecernos de la casa y huír del país «con las manos vacías». Es un plan perfecto. Incluso haremos que Potter casi parezca un héroe como su padre. Luchó hasta el final por su vida -concluyó, con una espantosa sonrisa.

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