Atando cabos

[NOTA: Perdón por el retraso.]

El sueño de Albus fue intranquilo y duró menos de una hora. Al despertar, el muchacho supo que debía irse. Pero antes se imponía recuperar su varita mágica, que no estaba dispuesto a dejar en esa casa abandonada junto a los cuatro cadáveres. Así que el chico utilizó la varita de Rupert para convocar por medio de un Accio a su varita. Apenas pronunció la palabra, Albus escuchó cómo algo chocaba contra el interior del cajón de la mesa de luz de Sophie y lo abrió.

Allí estaba su varita, y a su lado había un viejo espejo de mano. Picado por la curiosidad, Al lo levantó y lo acercó a su cara, esperando ver los estragos que las semanas de cautiverio habían hecho en su rostro. Grande fue su sorpresa al ver que en el espejo solamente había oscuridad. Albus lo examinó con mayor detenimiento y pudo advertir que había una fina línea de luz blanca. No tardó mucho en deducir que lo que tenía en sus manos no era un espejo común y corriente sino un espejo mágico y que lo que estaba viendo era el interior del cajón donde su compañero era guardado. Albus decidió quedárselo.

«¿Qué hago ahora?», pensó. La voz de Valerie no tardó en responder.

«Quémalo todo y márchate», replicó.

«Podría haber más objetos de valor aquí.»

«Es cierto. ¡Las varitas! Dado que tú los mataste, ahora eres propietario de sus varitas.»

-Veamos qué tienen. ¡Accio, varitas!» -exclamó.

Las varitas de Gilbert y Jake vinieron volando hacia él. La de Sophie y la de Rupert ya las tenía al alcance de la mano. El adolescente pronto colocó las cuatro varitas sobre las sábanas y las fue revisando una por una. La de Jake fue la primera que descartó: era una varita genérica, y de esas podía comprar decenas. Las de Gilbert y Rupert no eran de Ollivander; la diferencia se notaba en que tenían una forma más tosca que las del reputado fabricante de varitas londinense. La de Sophie, en cambio, sí era obra de Ollivander, y eso decía mucho sobre su antigua dueña. Estaba claro que Jake, Rupert y Gilbert habían perdido sus varitas originales durante sus azarosos años como Carroñeros y como fugitivos del Ministerio, y habían debido reemplazarlas con otras de menor calidad. El hecho de que Sophie hubiera logrado conservar su primera varita durante tanto tiempo le inspiró a Albus un poco de respeto hacia la habilidad esa bruja.

-Ojalá hubiera tenido una oportunidad de batirme en duelo contigo -le dijo al cadáver suavemente-. Pero las dos veces que peleamos… bueno, no fueron peleas. Tú me tomaste por sorpresa en nuestro primer encuentro, y yo te tomé por sorpresa en el segundo. Mejor suerte la próxima vez.

Albus decidió quedarse con la varita de Sophie, considerando que la lealtad de una varita de Ollivander era lo más valioso que podía llevarse de aquella casa, sin contar el espejo. El joven se guardó la varita en el bolsillo y se levantó de la cama. Apuntó con su varita al cuerpo de Sophie y gritó:

-¡Incendio!

Una columna de fuego salió de la punta de la varita y envolvió el cadáver de la bruja, quemando sus ropas y su carne, así como las sábanas que la cubrían parcialmente. El chico lanzó otro Incendio en dirección al cuerpo de Gilbert y salió de la habitación. Se dirigió al cuarto donde lo habían tenido encerrado y donde ahora estaba el cadáver de Rupert y lo prendió fuego. Como último paso Albus incendió el cuerpo de Jake y el sofá sobre el que reposaba. No queriendo perder tiempo (el calor estaba aumentando y el aire se iba viciando), Albus se asomó a la calle por una de las ventanas tapiadas y se concentró en la vereda de enfrente de la casa. El chico cerró los ojos y se Desapareció.

Lo primero que pensó Albus al hallarse por fin al aire libre fue que Sophie o quien quiera que hubiese elegido esa casa como escondite había acertado. La calle estaba llena de otras casas abandonadas, y solamente un par de ventanas -de hogares muy deteriorados- estaban iluminadas. Era el lugar ideal para no ser encontrado. No obstante, existía el riesgo de que el fuego se extendiese hacia casas habitadas, por lo que Albus miró fijamente el número de la casa y se acercó hacia un letrero. Cuando leyó el nombre de la calle y tuvo la certeza de que no olvidaría ambos datos, volvió a Desaparecerse.

En esta ocasión el chico se Apareció en las inmediaciones de la discoteca donde había ido a festejar antes de que lo secuestraran. Él recordaba haber visto un teléfono público cerca del baño de varones. Tras verificar que, tal y como esperaba, el local estaba cerrado (ya que era un día de semana), el joven se Apareció en el interior del edificio. Albus utilizó una variante del Confundus que él mismo había inventado para que el teléfono le permitiera realizar llamadas sin tener que depositar monedas. No obstante, al chico solamente le interesaba hacer una llamada.

-Buenas noches -dijo la operadora-. ¿Cuál es su emergencia?

-Hay un incendio en el número once veintisiete de Pinkie’s End. Se inició hace menos de quince minutos, pero es una casa muy vieja.

-¿Podría identificarse, señor…? -preguntó la mujer, pero Albus colgó el teléfono. Sin vacilación alguna, se Desapareció, esta vez con destino a su departamento.

***

-¿Amo Albus? -dijo una voz chillona, y en un parpadeo el chico sintió que un pequeño cuerpito se lanzaba hacia él y lo abrazaba- ¡Amo Albus, es usted! ¡Está a salvo! -exclamó el elfo doméstico Berety. Albus lo había dejado en el departamento para que lo mantuviese limpio y ordenado durante sus ausencias.

-Sí, Berety, estoy a salvo -dijo Albus en tono amable pero decidido-. Me encantaría quedarme, pero necesito que me hagas un favor ahora mismo.

-¡Sí, sí, lo que sea! -dijo Berety al tiempo que se separaba de su amo y se enjugaba una lágrima de felicidad.

-Quiero que vayas a la casa de mis padres y veas si hay alguien ahí. Si no hay ningún humano, quiero que entres y busques a un elfo más joven que tú llamado Bowy.

-¿Por qué? ¿Acaso quiere despedirme? -preguntó Berety, un poco preocupado.

-No, para nada. Lo necesito para ir a un lugar a donde solamente él puede llevarme. Pero tú eres mi único elfo, y no tengo motivos para querer reemplazarte. Y esto es importante: si te atrapan, te prohibo decirles que yo te he enviado. No deben saber ni siquiera que yo soy tu amo, ¿entendido?

-Entendido -dijo con firmeza el elfo-. ¿Algo más?

-No, eso es todo. Ve.

***

Unos veinte minutos después, Albus, que se había acostado en la cama que solía compartir con Valerie, escuchó la voz familiar de Bowy, gritando:

-¡No, no iré contigo…! ¿Adonde me has traído?

-Bowy, cálmate -dijo Albus, incorporándose.

-¡Amo Albus! -exclamó el elfo. En pocos segundos Bowy estuvo en el pequeño dormitorio y al comprobar con sus propios ojos que Albus Potter estaba vivo, imitó la conducta de Berety pocos minutos antes, envolviendo al hijo de su amo en un abrazo.

-¡Amo, me alegra tanto verlo! ¡Todos han estado preocupadísimos! ¡Hasta vi al amo Harry llorar, y nunca lo había visto llorar! ¡No sabe lo horrible que ha sido tener que estar solo en la casa! Todos se fueron a la casa de la señora Molly y el señor Arthur, incluyendo a mis padres, pero a mí me dijeron que me quedase para cuidar de la casa en ausencia del amo Harry y la ama Ginny. ¡Lo felices que estarán cuando les lleve la noticia! -dijo Bowy con una amplia sonrisa.

-¡No! -dijo Albus terminantemente- ¡No debes decirles nada, Bowy! Por ahora, nadie debe saber que estoy libre.

-Pero, ¿no va a volver con su familia?

-Sí, pero cuando haya atado todos los cabos de mi historia. Bowy, necesito que me lleves a un lugar.

-¿Adónde, amo?

-A la Cámara Secreta de Salazar Slytherin.

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