Flores y gotas

[NOTA: Quiero dedicarle este capítulo a Felix Felicis, que cumplió años ayer, y a KarOo Black, que cumplirá el domingo.]

El último día de Albus Severus Potter como estudiante de Hogwarts no comenzó de forma muy distinta a la que comenzaron sus anteriores días en aquel colegio. Como todas las mañanas, lo despertó la voz de Ash Bennett, quién era su compañero de año y de dormitorio desde que reemprendió su sexto año en septiembre del 2023. Los otros dos chicos que dormían en su cuarto eran Tybalt Montague y Chester Warrington. Chester y Tybalt habían tratado de amenazar a Ash durante su primer año para que pidiese ser cambiado de Casa, debido a su status de sangre «inadecuado». Los dos niños no habían actuado por iniciativa propia sino incentivados por los alumnos mayores, que tampoco querían tener a un hijo de muggles en Slytherin. Por suerte para Ash, Albus había intervenido en su favor, amedrentando a Tybalt y Chester y persuadiendo a los estudiantes de mayor edad para que tolerasen la presencia del chico en su Casa. Desde entonces, Tybalt había temido y respetado a Albus y se había cuidado de no ofender de ninguna manera ni a él ni a Ash. Chester, por su parte, era un chico tonto, pero era al menos lo bastante lúcido para comprender que su inteligencia era inferior a la de los demás y que lo que le convenía era seguir los consejos de su amigo, por lo que tampoco había hecho nada malo contra Albus o sus amigos.

Cuando les tocó ser compañeros de año de Al, Tybalt y Chester comenzaron a desvivirse por complacerlo. Albus sabía perfectamente por qué los chicos actuaba de esa manera, pero se sentía más divertido que molesto ante sus adulaciones. A veces los llamaba «Rosencrantz y Guildenstern» en su fuero íntimo, pero los trataba mucho mejor de lo que Hamlet había tratado a su pareja de aduladores.

Chester y Tybalt se levantaban más temprano que Ash y Albus, por lo que Ash solía aprovechar los momentos de soledad para practicar su canto. El joven formaba parte del coro de la iglesia de su barrio desde la infancia, y tenía una gran voz. Su rutina se alteró cuando Albus se convirtió en su compañero de cuarto, pues su amigo tenía horarios más inestables. Pero cuando Al lo escuchó cantar por primera vez, le aseguró que no le molestaba en absoluto que se pusiera a practicar en su presencia, incluso si su canto lo despertaba. De modo que Ash había reanudado su costumbre.

Una vez que orinó, se duchó, se cepilló los dientes y se afeitó, Albus esperó a que Ash terminase de cantar y salieron juntos con destino al Gran Comedor, saludando a varios de sus compañeros en el camino. Era placentero estar en séptimo y ser los alumnos más grandes de la escuela, aunque ya habían experimentado esto último durante el ciclo lectivo anterior, cuando los de séptimo se fueron a Beaxubatons.

-¿Hoy tenemos clase con Slughorn, no? -preguntó Ash mientras subían por las escaleras desde las mazmorras hasta la planta baja.

-Sí. Pociones y Defensa Contra las Artes Oscuras.

-Cierto. ¿Qué tenemos que ver hoy con MacMillan?

-Legeremancia no verbal.

-¡Qué bien! ¡Será genial leerle la mente a la gente sin que lo sepan!

-No será así de fácil -dijo Albus con menos entusiasmo-. La mayoría de la gente se da cuenta cuando uno usa la Legeremancia contra ellos. Pero de todos modos el poder hacerlo sin tener que decir «Legeremens» es mucho mejor -añadió, no queriendo bajarle los ánimos a Ash-. Se mantiene el elemento sorpresa.

♣♣♣

La Legeremancia no verbal fue tan difícil como Albus había predicho. Incluso él, que ya era bastante ducho en el terreno de los hechizos silenciosos, tuvo problemas a la hora de leerle la mente al compañero que le asignó Ernie MacMillan para el ejercicio, Lysander Scamander. No solamente era complicado realizar el hechizo correctamente, sino que además las barreras mentales del hijo de Luna Lovegood eran muy potentes. Al tardó quince minutos en poder ver una imagen en su cabeza, la de Lysander y su hermano Lorcan a los ocho o nueve años de edad despidiéndose de sus padres cuando estos partían hacia una expedición en el Amazonas. Era evidente por las expresiones de los niños que no querían que Luna y Rolf Scamander se marcharan. Solo el entusiasmo de la pareja de naturalistas les impedía verlo.

El intento de Lysander de penetrar en la mente de Albus tardó mucho más tiempo. Albus era un excelente Oclumántico, pero Lysander era persistente. Al final, el chico de Slytherin optó por poner fin al agobiante ejercicio él mismo, «cediéndole» una recuerdo suyo que resultaba perfecto para la ocasión: el de Hugo Weasley y Louis Rosier sentados juntos en la sala de estar de la mansión de los Rosier en Francia. Eso fue suficiente para que Lysander se diera por satisfecho, y pocos minutos después concluyó la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras. Mientras salían del salón, Albus se preguntó ociosamente qué pasaría si en vez de cursar esa materia con los de Slytherin, los de Ravenclaw la compartieran con los de Hufflepuff (entre ellos Louis y Hugo).

♣♣♣

Al caer la noche, Albus y sus amigos cenaron en el Gran Comedor. El muchacho era un consumado actor, por lo que no le costó disimular su ansiedad ante lo que se avecinaba. Intercambió bromas con Alcyone, Hugo, Louis y Ash, e incluso con Chester y Tybalt, y comió buen apetido, como siempre. Lo único en lo que tal vez su conducta no fue la habitual fue en las frecuentes miradas que dirigía a la mesa de los profesores, encabezada por la que todavía era directora, Servilia Crouch, y por quien la reemplazaría en enero, su padrino Neville. Cuando terminaron de comer, los chicos se levantaron y regresaron a sus salas comunes. Albus no se despidió de ellos más efusivamente de lo normal, pese a que sabía que si su plan salía bien, tardaría bastante en volver a verlos. En eso el chico no se equivocó, salvo en un caso.

Al llegar a la sala común de Slytherin, Albus se dirigió al dormitorio antes que los tres chicos y sacó velozmente una mochila del baúl colocado debajo de su cama. Con un rápido movimiento de varita, la  redujo hasta el tamaño de una bolsita de caramelos y se la guardó en el bolsillo, tras lo cual sacó del mismo baúl un ejemplar de El médico, de Noah Gordon.

-¿No vas a dormir? -preguntó Tybalt cuando entró acompañado por Ash y Chester y vio que él se dirigía hacia la puerta.

-Voy a leer un rato. Ya llegué a la parte en que Rob llega a Persia. Quiero saber qué hace el Sha.

Tybalt sonrió y se encogió de hombros, pues no sentía el menor interés hacia la literatura muggle.

-De acuerdo. Que disfrutes la lectura -lo saludó.

-Gracias. Que duerman bien -respondió Albus.

-Igualmente. Hasta mañana -se despidió Ash.

«Ojalá pudiera decirte que no me encontrarás en mi cama mañana, Ash, pero me temo que mañana estaré todo el día en el Ministerio. Pero no importa, no tardaremos en volver a vernos», pensó Albus, sin sospechar que tardaría mucho más tiempo del que creía en reencontrarse con Ashton Bennett.

♣♣♣

A pesar de que El médico era una novela fascinante, Albus no podía concentrarse. Apenas logró leer un párrafo del libro durante los cuarenta y cinco minutos que estuvo en la sala común esperando que todos se fuesen a dormir. Sentía escalofríos a pesar de que estaba muy cerca del fuego de la chimenea. Su máscara de autocontrol estaba a punto de caerse.

Finalmente las últimas personas que quedaban -dos alumnas de segundo- se fueron a la cama, y Albus supo que ahora podía irse sin que lo vieran. El chico se levantó del sillón en el que estaba sentado y salió de la sala común. Una vez afuera, sacó la mochila de su bolsillo y la devolvió a su tamaño original. Apenas la abrió, se dio cuenta de que había olvidado su libro en la sala común, pero decidió no arriesgarse a volver por él. El chico sacó la capa invisible de su padre y se la puso. Escondido bajo la Capa, Albus salió de las mazmorras. Por algún motivo que ni él podía explicar, en su cabeza resonaba una y otra vez la melodía de la canción Rapture, de Blondie. Sintió la tentación de silbarla, pero recordó en qué circunstancias estaba y reprimió esos deseos.

Albus ingresó al Vestíbulo justo en el momento en que Argus Filch estaba cerrando las puertas del castillo. Esto lo alegró, ya que si bien la navaja de Sirius podía abrir ese enorme portón, ahora se le ofrecía la posibilidad de quitar de en medio a Filch, a quién Al consideraba un riesgo para el éxito de su plan. No era muy caballeroso atacarlo por la espalda, pero Filch no era un mago y no habría podido defenderse si Albus lo hubiera atacado de frente. Bastó con un Petrificus Totalus dirigido a él y un Petrificus Totalus dirigido a su gata para poner al celador fuera de combate.

-Perdóname, Argus -dijo Al, quitándose la capa y utilizando un Levicorpus para poner su cuerpo y el de su gata contra la pared, fuera del paso, y un encantamiento desilusionador para mantenerlo oculto-. Apenas haya terminado les diré dónde estás.

Albus le sacó de las manos el manojo de llaves y, tras probar con cinco o seis, dio con la correcta. El chico abrió la puerta del castillo y salió en dirección al borde del Bosque Prohibido. La luz de la cabaña de Hagrid estaba apagada, y casi todas las del castillo también, pero aún si hubiese habido una multitud de personas asomadas en las ventanas no habrían podido ver a Albus atravesando los terrenos que separaban el castillo del Bosque, no solamente gracias a la Capa de Invisibilidad sino a la nieve que estaba empezando a caer.

Cuando se encontró a pocos metros de donde empezaba el bosque, Albus sacó su varita y envió su Patronus en dirección a la oscuridad de los árboles. No tuvo que esperar mucho hasta que apareció entre la maraña verde oscura la forma de un gran felino que se le acercaba caminando sobre sus cuatro patas. La leona se deslizaba la lengua por los colmillos con una expresión de avidez, pero Albus no solo no se asustó sino que empezó a carcajearse, teniendo que cubrirse la boca con la mano para ahogar el ruido. La leona comenzó entonces a transformarse.

Menos de un minuto después, Albus se halló frente a su novia Valerie Rosier, que lo miraba con un poco de exasperación.

-Ya te dije mil veces que uno no elije su forma de Animago, Albus.

-Ya lo sé, amor, pero no deja de parecerme irónico ver una Slytherin como tú transformarse en leona. ¿Segura de que el Sombrero te puso en la Casa correcta?

-¡Oh, cállate! -dijo Valerie con fastidio- ¡Esta es la noche más importante de nuestras vidas y tú pierdes el tiempo con esas frivolidades!

-¿No tenías frío en tu forma de leona? Esos animales no están acostumbrados a un clima tan frío, y con esta nevada… -dijo Albus, ahora un poco preocupado ante la palidez de Valerie.

-No, estoy bien. Usé un hechizo para mantenerme caliente -dijo Valerie, cuya expresión se suavizó un poco-. ¿Tienes todo lo que necesitamos?

-Sí. Recibí la lechuza de Scor ayer por la noche.

-¿Crouch está en su despacho?

-¿Ves esa luz? -dijo Albus, señalando uno de los ventanales del castillo.

-¿Es la de la oficina de Crouch?

-Exacto.

-¿Como sabemos si estará sola?

Como toda respuesta, Albus sacó de su mochila el Mapa del Merodeador, susurró «Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas» y cuando el artefacto se activó, le señaló con la punta del dedo el croquis que representaba la oficina de la directora. Solamente aparecía allí el nombre de Servilia Crouch, y no había nadie en las cercanías del despacho.

-¿La contraseña? -dijo Valerie, satisfecha al comprobar que no tendrían que lidiar con nadie más que la ministra.

-Sorprendentemente poética, tratándose de Crouch: «flores y gotas».

-No creo que vea muchas flores en su futuro inmediato -dijo Valerie, sonriendo maliciosamente-. Pero no hay duda de que derramará muchas gotas.

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