Los secretos de Servilia (III)

[NOTA: Quiero dedicarle este capítulo a Godric Jr., que cumple años mañana.]

El siguiente escenario era mucho más extraño que todos los anteriores. Servilia estaba parada frente a la puerta de una casa, y acababa de tocar el timbre. Estaba vestida con ropas muggles mucho más informales de lo normal y llevaba el cabello recogido. Evidentemente era muy capaz de mimetizarse fuera del mundo mágico.

Cuando la puerta se abrió, Albus y Valerie pudieron ver a un hombrecito de apariencia inofensiva. Era de baja estatura, tenía un pequeño y fino bigote y llevaba el cabello de la nuca muy largo y peinado hacia delante, en un vano intento de cubrir su calvicie.

-¡Servilia! -dijo el hombrecito amablemente- Qué sorpresa verte por aquí.

-Es cierto, no solemos vernos con demasiada frecuencia pese a vivir en casas contiguas -dijo Servilia con una encantadora sonrisa-. Mi trabajo me obliga a pasar cada vez menos tiempo en mi hogar.

-¡Como a todos! -dijo el hombre- ¡Pasa, Servilia, pasa!

-Gracias, Harvey -dijo la bruja, entrando con donaire en la vivienda. Por las miradas que le lanzó el tal Harvey cuando Servilia le dio la espalda, quedó bien claro para los chicos que el vecino de la directora se sentía muy atraído hacia ella. Servilia se puso a mirar la copia de un cuadro de Monet que Harvey había colgado de una pared del vestíbulo de su casa, y Harvey aprovechó la ocasión para pasarse la mano por encima del cabello, tratando de estirarlo para que tapase mejor su cráneo lampiño.

-¿No vas a cerrar la puerta? -dijo Servilia, sin apartar la vista de la pintura. Las palabras hubieran sonado un poco a reproche en otras circunstancias, pero el tono en el que las pronunció era muy insinuante. Con una amplia sonrisa, Harvey cerró la puerta que daba a la calle con llave.

Lo que pasó a continuación fue tan rápido que dos magos menos experimentados que Al y Valerie no habrían podido verlo. Servilia se volvió hacia Harvey con tanta velocidad como si fuese una serpiente, y con la varita alzada.

-¡Desmaius! -gritó, y Harvey apenas tuvo tiempo de abrir un poco los ojos antes de caer inconsciente al suelo. Servilia se acercó tranquilamente a su vecino y sacó unas tijeras de su cartera, utilizándola para cortarle a Harvey los largos mechones de pelo de su nuca. Extrajo de la cartera una petaca y se dirigió a la cocina de Harvey, donde tardó varios segundos en encontrar un vaso limpio (como buen soltero, Harvey solía lavar su vajilla solamente antes de cada comida). La bruja echó en el vaso un poco del líquido marrón que contenía la petaca y un par de cabellos de Harvey; al entrar ambos elementos en contacto, se produjo algo similar a una ebullición y el resultado fue un líquido verde-amarillento. Sin inmutarse, Crouch lo bebió entero. Si bien Albus nunca había probado la Poción Multijugos, sabía que su efecto solía ser bastante desagradable, pero Crouch lo sorprendió soportando su transformación en Harvey con gran estoicismo. Ni siquiera hizo una mueca al probar la poción, pese a que Albus tenía entendido que el sabor de la misma era horrible.

Crouch se quedó en la cocina durante media hora, practicando el hablar con la voz de Harvey y moverse con su cuerpo de manera natural. Una vez que logró dominarlo, regresó al vestíbulo, apuntó su varita hacia el Aturdido Harvey y le lanzó un Obliviate. Había encontrado en la cocina una botella de whisky medio llena; la bruja la destapó, le echó unas cuantas gotas en los labios y la barbilla y con un movimiento de varita hizo que el resto del alcohol se desvaneciera. Utilizó un Mobilicorpus para llevar a Harvey hacia su salita de estar y acostarlo en el sofá, le puso la botella vacía en la mano y se Desapareció.

♣♣♣

La siguiente escena tenía lugar en medio de una concurrida calle, con numerosos puestos de venta de comidas rápidas y montones de muggles yendo y viniendo. Aunque intuía lo que podía suceder, Albus no logró evitar que la aparición de Sophie Beresford junto al resto de su banda le hiciera dar un respingo de sobresalto. Los cuatro magos caminaban entre los muggles vigilando cualquier signo de la presencia de algún otro mago. Pero fueron incapaces de advertir el hecho de que estaban siendo seguidos por Servilia/Harvey hasta que la bruja disfrazada de muggle estuvo lo bastante cerca de ellos como para hablarles.

-Buenos días, Sophie -la saludó, y la bruja se llevó la mano instintivamente al bolsillo donde guardaba su varita. No obstante, no tardó en recordar dónde se hallaban y apretó el paso, tratando de alejarse de Servilia. Esto no amilanó a la mujer, quién también aceleró su caminata y continuó hablándole-. No estoy con los Aurores. Si lo estuviera, ya estarían todos rodeados. Solo quiero hablar con ustedes.

Jacob Wilkes, Rupert Purvis y Gilbert Obiols se dieron vuelta y sacaron sus varitas, aunque no las alzaron lo suficiente como para que los muggles las vieran. Sophie también se volvió para enfrentar a Servilia, aunque se abstuvo de amenazarla.

-Si valoras en algo tu vida, lárgate -le ordenó con frialdad.

-No seas estúpida. Sabes bien que si me atacas en un lugar tan lleno de testigos, atraerás la atención de las autoridades… tanto muggles como mágicas.

-¿Crees que nos importa? ¡Vete! -dijo la bruja, tratando de mantener la voz baja.

-Vengo a ofrecerles un trabajo. Un trabajo de verdad, que los dejará más ricos que ahora.

-No nos interesa.

-Pues entonces buscaré a otro grupo de criminales dispuestos a vivir como reyes en vez de como fugitivos. Varios miles de galeones bastarán para convencer a cualquiera… -dijo Servilia/Harvey, y se dio vuelta para irse.

-Espera -dijo Sophie, y Harvey se detuvo-. ¿Cuántos miles de galeones piensas pagarnos exactamente? ¿Y a cambio de qué?

-Iglesia de San Jorge, en Bloomsbury, dentro de dos horas. Ven sola -dijo Servilia, antes de escurrirse entre la multitud.

♣♣♣

La Iglesia de San Jorge ubicada en Bloomsbury era uno de los cuatro templos del mismo nombre que existían en la ciudad de Londres. El último acontecimiento digno de importancia acaecido allí fue el funeral de la sufragista Emily Davison, quién en un acto de protesta se suicidó arrojándose frente a Anmer, el caballo del rey Jorge V, en 1913. Su sacrificio, si bien fue muy comentado por los medios, no tuvo éxito. Las mujeres solamente obtuvieron derecho pleno a votar en Gran Bretaña quince años después de la muerte de Emily, en 1928.

Servilia/Harvey estaba sentada en los últimos bancos de la iglesia cuando llegó Sophie. La ex Carroñera parecía un poco incómoda en aquel lugar de culto, pero no cabía duda de que era el mejor punto de encuentro: en ese momento no había nadie más que ellas dos y una viejecita rezando en la primera fila.

-Bien -dijo Sophie sin perder el tiempo en saludos-. Dinos qué quieres de nosotros.

-Quiero que secuestren a un chico, y luego quiero que lo maten.

-¿Cuánto van a pagarnos? -preguntó Sophie, sin siquiera parpadear.

-Doscientos mil galeones el día del secuestro y trescientos mil cuando el cuerpo del chico haya sido encontrado.

-¿Quieren que lo encuentren? -se sorprendió Sophie.

-Así es. Queremos que parezca que fue un secuestro extorsivo que salió mal. El chico trató de escapar, o bien ustedes se pusieron nerviosos y lo mataron. No debe parecer un asesinato premeditado. ¿Es posible?

-Creo que sí.

-Bien.

-¿Cuándo quiere que lo hagamos?

-Ahora mismo no sabemos dónde está el chico, pero estamos seguros de que reaparecerá tarde o temprano. Cuando eso suceda les avisaremos y les diremos dónde está.

-¿Creen que estará solo?

-No. Tiene un grupo de amigos que suele acompañarlo a todas partes.

-¿Cuántos años tienen?

-Entre dieciséis y diecisiete.

-Pan comido.

-No los queremos muertos -dijo Servilia.

-¿Cómo?

-No queremos que ninguno de los amigos del chico pierda la vida.

-¿Por qué? ¿Qué importa un muerto más o un muerto menos?

-Para nosotros importa. Solamente el muchacho tiene que morir.

-¿Y quién es ese muchacho?

-Albus Severus Potter.

-¿El hijo de…? -preguntó Sophie, otra vez sorprendida.

-Sí, hijo de Harry Potter.

-¡Por Merlín, tendremos a todo el Departamento de Aurores encima!

-No te preocupes por los Aurores. Los tenemos controlados. Solamente dígannos dónde estarán y nos aseguraremos de mantenerlos alejados de ahí.

-¿Quiénes son ustedes? -preguntó Sophie.

-Nosotros somos los que les daremos medio millón de galeones cuando Albus Potter haya muerto. Eso es todo lo que necesitan saber.

Harvey/Servilia se puso de pie, y tras santiguarse en dirección al altar con una expresión irónica, se retiró del lugar.

♣♣♣

-Se suspende el juicio -estaba diciendo el ministro Shacklebolt cuando aterrizaron en el siguiente recuerdo de Servilia-. El acusado es libre de irse.

Era asombroso verse a sí mismo más de un año atrás. Los cambios eran a la vez fáciles y difíciles de percibir a simple vista. Había en aquel Albus de diecisiete años un aura de confianza en sí mismo un poco menos intensa, pero también se notaba la ausencia de cierta actitud alerta que había adoptado después de su secuestro. El Albus de casi diecinueve años sentía grandes deseos de observar a su yo pasado, pero Servilia Crouch y Kingsley Shacklebolt estaban ya saliendo con paso resuelto de la sala de audiencias, y Al y Valerie debieron seguirlos.

La pareja vio como el ministro y la directora subían en el ascensor hasta el piso donde estaba situada la oficina del primero y entraban en ella sin dedicarle ni una mirada a la secretaria Marietta Edgecombe. Cuando hubieron entrado y cerrado la puerta, Kingsley abandonó por primera vez su regia actitud y se derrumbó en su sillón. En un par de segundos parecía haber envejecido veinte años. Servilia, en cambio, parecía tranquila y casi contenta. Se sentó con mucha más gracia en su asiento y fue la primera en hablar.

-Bueno, no queda otra solución, ministro. Necesito los quinientos mil galeones ahora.

Kingsley miró trístemente a Servilia.

-Así que a esto nos hemos reducido. A pagarle a un grupo de mercenarios para que asesinen a un muchacho de diecisiete años.

-Ese muchacho tiene sus propias manos manchadas de sangre. Tú sabes tan bien como yo que Barfleur murió por culpa suya.

-¿Acaso eso nos hace a nosotros mejores?

-Basta, Kingsley. Teníamos un acuerdo, y espero que lo cumplas. Tú plan para poner fuera de combate a Albus Potter falló. Ahora es el turno de mi plan.

En la mirada que le lanzó Kingsley a Crouch había un destello que a Albus le pareció del más puro odio, pero finalmente el ministro se levantó de su sillón y se dirigió hacia un horrendo cuadro de margaritas. Tocó uno de los pétalos con su varita, y luego otro, y así hasta tocar cinco pétalos distintos, y el cuadro se abrió. Albus y Valerie pudieron ver el frasco con el recuerdo de la profecía de Sybill Trelawney y una bolsa; Kingsley ignoró el frasco y sacó la bolsa. El tintineo que hizo su contenido cuando la colocó encima del escritorio fue más elocuente que mil palabras.

-Aquí están las treinta monedas de plata. Ahora vete. Quiero emborracharme solo.

Servilia tomó la bolsa de galeones con indiferencia y obedeció la orden del ministro.

♣♣♣

A continuación, Albus y Valerie vieron a Crouch sentada en su despacho escribiendo una nota. El mensaje contenía una única palabra.

HOY

La directora enrrolló el papelito y se lo ató en el tobillo a su lechuza mensajera, que ocupaba la misma percha que antes había sido del fénix Fawkes. Apenas su ama abrió la ventana de la oficina, el ave emprendió vuelo. Servilia contempló cómo la lechuza se alejaba del castillo con una expresión soñadora.

♣♣♣

-Albus Potter sobrevivió -fueron las palabras con las que Kingsley dio por iniciada su siguiente entrevista con la directora de Hogwarts.

-¡¿Qué?!

-Parece que tu grupito de criminales fue incapaz de vencer a nuestro muchacho -dijo el ministro, y a Albus le pareció detectar una nota de felicidad en su voz-. Ha aparecido en el jardín delantero de la casa de sus abuelos, con un lamentable aspecto pero vivo. Dentro de quince minutos tengo que encontrarme con un reportero de El Profeta para transmitirle la maravillosa noticia.

-¡Es imposible! ¡Les di…!

-¡No quiero saber qué les dijiste, ni qué órdenes les diste, ni qué otras maquinaciones tienes planeadas para terminar con Potter! -bramó Kingsley- ¡Potter es como el ave fénix! ¡No importa lo que le hagamos, siempre renacerá de sus cenizas!

-¡Potter es un mortal, y te juro que morirá! -dijo salvajemente Servilia- ¡Aunque me tome años, lo tendré a mis pies, donde pertenece!

-Eres igual a él -dijo Kingsley, observando a Servilia con indisimulado desagrado-. Aquí estoy yo, pensando que la peor amenaza era Potter, cuando en realidad tú eres igualmente capaz de matar que él.

-¿Y qué harás al respecto? ¡Estás metido hasta el fondo en esto, Kingsley! ¡Si tratas de llevarme ante el Wizengamot, puede que consigas hundirme, pero con toda certeza yo te hundiré a ti! ¡Tú y yo somos aliados, y nos necesitamos el uno al otro!

-¡Maldigo el día en que le aconsejé a Minerva que te diera el puesto de profesora de Defensa Contra las Artes Oscuras!

-¡Lo hecho, hecho está, Kingsley! ¡Te guste o no, soy directora de Hogwarts! ¡Y te guste o no, seré ministra de la Magia cuando te retires!

-No estés tan segura -dijo Kingsley. Esas simples palabras dejaron a Servilia paralizada en su asiento.

-¿Qué quieres decir? -preguntó con un hilo de voz.

-Digamos que he decidido no poner todos mis huevos en la misma canasta, querida Servilia. A partir de hoy, no permitiré más atentados contra Albus Potter. Y cuando llegue el momento de retirarme, yo elegiré a mi sucesor tomando en cuenta su buena conducta durante el tiempo que me quede como ministro.

Sonriendo desafiantemente, Kingsley se levantó de su sillón y salió de la oficina, dejando a Servilia sola.

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