Los secretos de Servilia (IV)

-Imaginé que algún día vendrías a pedirme consejos -dijo el retrato de Charis Black cuando su hija terminó de narrarle todo lo que había ocurrido con Albus y Kingsley.

-No te pido consejos, te pido tu opinión. ¿Cómo crees que podría llegar a ser ministra ahora?

-Veamos: Shacklebolt te ha dicho que piensa en otra persona para sucederlo como ministro de la Magia. Pero no te ha dicho que haya elegido a esa otra persona. Yo lo interpretaría como una amenaza en el sentido de que a partir de ahora debes relajarte en el tema de Albus Potter, a menos que quieras perder su bendición para candidatearte al cargo de ministra.

-¡Pero su tono fue de ruptura!

-Shacklebolt te necesita. Por más que le caigas mal, no puede prescindir de ti. Así que puedes descartar la posibilidad de que trate de quitarte el cargo de directora de Hogwarts.

«En cuanto a la posibilidad de que planee respaldar a otro candidato en las elecciones del año que viene, cuando se supone que él dejará el cargo: ¿te parece que ese respaldo será decisivo? Los Delfines no siempre son tan populares como sus reyes. Si tú te candidateas y el otro postulante tiene menos méritos que tú, no le servirá de mucho tener a Shacklebolt ayudándolo. Tú tan solo tienes que cuidarte de no criticar directamente a Shacklebolt. Elogia su gobierno y preséntate como la mejor para continuar sus buenas obras.

-¿Y si elije a alguien mejor que yo?

-¿Quién podría ser ese alguien, hija?

-¡No lo sé! -exclamó Crouch después de algunos segundos de reflexión- ¡Ya no sé lo que pasa en el Ministerio, ya no estoy al tanto de nada! ¡Es como si todos los funcionarios importantes supieran que he perdido el favor de Kingsley! ¡Nadie quiere hablar conmigo en privado! ¡Sí, me tratan amablemente, pero todos eluden mis invitaciones! ¡El poder se me está escurriendo entre los dedos!

-Eso no tiene la menor importancia, Servilia. Todavía puedes ganar. Mientras sigas siendo directora, el poder siempre estará al alcance de tus manos. El director de Hogwarts siempre está en el escenario, aunque eso no significa que sea el actor principal de la comedia.

-¡Últimamente, madre, el poder me parece más una farsa que una comedia! -bramó Servilia, abandonando el pasillo en dirección a la chimenea y -por medio de la Red Flu- a Hogwarts.

***

Albus y Valerie tuvieron dificultades para deducir en qué momento transcurría el siguiente recuerdo. Por lo que podían ver desde la ventana del despacho de la directora, el día era muy soleado, y supusieron que seguía siendo verano, pero era imposible saber si era el verano del 2023 o del 2024. La respuesta a su interrogante llegó con la lechuza de Crouch, que arribó a la ventana de su ama y dio algunos golpecitos en el vidrio para avisarle que tenía una carta para ella.

Crouch abrió el sobre y sacó el papel, colocándolo encima del escritorio a la luz del sol.

Londres, 9 de junio de 2024

Querida Servilia:

Quizá te sorprenda recibir esta carta de mi parte, considerando el momento difícil que atraviesa nuestra relación. Pero siempre he creído que lo mejor que uno puede hacer ante un desacuerdo es discutir sus motivos con la mayor franqueza posible.

Sabes que desde hace varios años he venido insinuándote que te considero la bruja más capacitada para sucederme en el puesto de ministro de la Magia. Los acontecimientos del año pasado me hicieron pensar lo contrario. Ahora, examinándolos con mayor desapego, he llegado a la conclusión de que mi juicio fue demasiado severo. Tienes varios defectos como persona, pero es innegable que en todos tus cargos oficiales -Auror, profesora de Defensa Contra las Artes Oscuras, directora de Hogwarts- te has desempeñado en forma intachable. En circunstancias normales, estaría dispuesto a olvidar tus fallos y privilegiar sus virtudes.

No obstante, estas no son circunstancias normales. Se avecina una guerra, y nadie podrá detenerla. Lo único que podemos hacer es disponerlos a luchar con nuestros mejores recursos. Albus Severus Potter tarde o temprano se apoderará de las Reliquias de la Muerte y se enfrentará al Ministerio, y el saldo del conflicto dependerá de quién esté al frente del Ministerio cuando llegue ese terrible momento. Y lamento decir que no eres tú la mejor persona para ese papel.

«¿Quién puede ser esa persona?», te preguntarás. Pues la misma profecía que nos alertó acerca de Albus Potter nos ofrece la solución: su padre. No solo creo que Harry Potter es el único capaz de vencer a Albus, sino que también creo que su presencia como ministro de la Magia podrá al menos retrasar los planes de su hijo. Estoy convencido de que por escrúpulos o por miedo a las habilidades de su progenitor, Albus preferirá esperar.

El motivo de esta misiva es el de avisarte que después de que concluya el año escolar y el Torneo de los Tres Magos, le pediré a Harry Potter que presente su candidatura a ministro de la Magia. Considero que nuestra pasada amistad y el hecho de haber alentado más o menos sutilmente tus ambiciones durante todos estos años te hacen merecedora de no enterarte de mi decisión por los diarios.

Además de la noticia, quiero darte un consejo: confía en Harry. El odio que sientes hacia su hijo es tanto o más peligroso que las ambiciones de Albus. Cuando estalle la guerra, Harry necesitará que la directora de Hogwarts sea su pilar, al igual que Albus Dumbledore fue el pilar de los ministros que gobernaron durante la primera guerra contra Lord Voldemort. No dejes que el odio por Albus Potter te ciegue. Ayuda a Harry a combatirlo, pero solo cuando llegue el momento indicado, y no te apartes en nada de sus directivas.

Había a continuación una oración que daba inicio a un párrafo que Albus supuso que estaría dedicado a la despedida, pero que había sido tachada y resultaba ahora ilegible. Debajo de aquel párrafo abortado, la carta continuaba en un tono muy distinto.

Pensaba no escribir esta última parte, pero creo que es necesario. Lamento que nuestra amistad haya terminado así. Al margen de la cuestión de Albus Potter, creo que el motivo por el cual terminamos distanciándonos fue tu deseo de ser ministra, que acabó por convertirse en una barrera entre tú y yo. ¿Sería posible reconciliarnos, ahora que he resuelto ese tema? ¿Podemos arreglar un encuentro en algún lugar que no sea el Ministerio, ni Hogwarts, algún lugar que nos permita olvidarnos de la política por un rato?

El ministro firmaba sencillamente con su nombre de pila. Servilia, no obstante, no pareció conmoverse por el último intento de hacer las paces que contenía la carta. La directora arrugó el papel con cólera, se levantó de su sillón y se puso a dar vueltas por su oficina como una leona enjaulada. La bruja abrió la boca, tal vez para gritar insultos al ministro, pero terminó por cerrarla, advirtiendo que los retratos de sus predecesores la observaban con gran atención. Se dirigió a la chimenea y usó un Incendio para prender fuego los leños que estaban acumulados allí desde el invierno. En la repisa colocada sobre la chimenea había una bolsita con polvos Flu; la directora arrojó un puñado a las llamas y cuando éstas se volvieron verdes, entró.

-¡Número mil ciento veintisiete de calle Dover, Mayfair, Londres! -exclamó la directora, y en un abrir y cerrar de ojos Servilia -y con ella Albus y Valerie- se halló en la sala de estar de su casa. Había un retrato de la boda de Caspar y Charis Crouch y otro de la pareja con sus tres hijos, pero Al no pudo verlos con detenimiento ya que Servilia avanzaba sin pausa hacia el pasillo donde estaba el último cuadro de su madre, y era menester seguirla.

-¡Mira esto! -gritó Servilia cuando se encontró al fin con el retrato de Charis, agitando con odio la carta de Kingsley- ¡Años y años de trabajo se van a la basura por culpa de este tarado, y tiene el descaro de pedirme que volvamos a ser amigos! ¡Estúpido de mierda! ¡Debería enrrollar su cartita y metérsela en el culo!

-¡Servilia Anna Crouch, puede que lleve muerta más de cincuenta años, pero no permitiré que uses ese lenguaje en mi presencia! -gritó Charis, con una voz casi tan potente como la de su hija- ¿Acaso te eduqué para que actúes de esa manera?

-¡Oh, cállate, madre! ¡Tú no me educaste, sólo me tuviste nueve meses en el vientre y luego te olvidaste de mí para dedicarte a Tarpeya, así que no vengas a hacerte la mamá ofendida conmigo!

-Servilia, yo quizá no haya sido muy cariñosa, pero jamás dejé de educarte, al menos con el ejemplo. ¿Crees que eres la única que ha sufrido un desaire? ¡ERES UNA DAMA! ¡Compórtate como tal!

-¿De qué me sirve ser una dama, madre? -bramó Servilia- ¡Nunca seré lo que siempre quise ser, una ministra!

-¡Tonterías! Quiero que te calmes y que me leas esa carta en vez de sacudirla delante mío como si fuese… como si fuese… ¡Sólo leela!

Apretando los dientes, Servilia accedió. Releer en voz alta las palabras de Kingsley no la hizo sentirse ni más ni menos furiosa con el ministro. Charis, en cambio, escuchaba todo con interés, apoyando la barbilla sobre su mano. Cuando Servilia concluyó, Charis se recostó sobre el sillón en el que la habían pintado.

-¿Y solo por esa tonta carta crees que has perdido la oportunidad, hija? -se burló- Te creía más inteligente.

-¡Kingsley va a poner a Harry Potter en el Ministerio, madre! ¡Harry Potter! ¡Un hombre más joven, más prometedor y más popular que yo!

-¡Tonterías! -repitió Charis- ¡Mientras Potter no jure como ministro, no debes bajar los brazos!

-¡Pues eso sucederá tarde o temprano, madre! ¡Estamos en junio, las elecciones serán en noviembre y el nuevo ministro asumirá en enero! ¡Más vale que ejercite mis brazos! -dijo Servilia amargamente.

-¿No se te ha ocurrido que hay otras formas de lograr ser ministra de la Magia que buscar la aprobación de Kingsley, querida?

-¡Ya me has hablado de eso, y estaría de acuerdo si el candidato fuese cualquier otro! ¡Pero el candidato es Harry Potter! No estamos hablando de alguien que refleja el brillo de los logros de Kingsley, estamos hablando de alguien que brilla con luz propia.

-No estoy hablando de elecciones.

La frase de Charis estaba cargada de significados, e hizo callar por un largo rato a su hija.

-¿Qué me propones? -preguntó cautelosamente.

-Quitarlo del medio, Servilia -dijo Charis, alzando las cejas-. Tienes mi cofre de venenos. Úsalo.

-¿A Potter? -exclamó la directora con un bufido despectivo- ¡Él es joven, madre, ya te lo he dicho! ¡Nadie creería que su muerte fue natural! ¡Investigarán todas y cada una de las posibilidades! Además, él y yo no somos íntimos. Nos llevamos bien, sí, pero nunca hemos sido amigos. No tendría forma de hacerle llegar el veneno sin despertar sospechas.

-No estoy hablando de Harry Potter. Estoy hablando de Kingsley Shacklebolt.

-¿Kingsley?

-Por supuesto. Es evidente que si envenenas a Potter, Shacklebolt te vinculará con su muerte y tratará de descubrir la verdad… y siendo el ministro de la Magia y teniendo la estructura del Ministerio a su disposición, lo logrará. Pero si es Shacklebolt quien muere, la situación será totalmente distinta. El Ministerio quedará acéfalo, y todos estarán más preocupados por ocupar el cargo de Shacklebolt que por averiguar en detalle las causas de su muerte.

-¿Y qué hay de Potter?

-Por lo que he escuchado, Potter no siente demasiado apego por el poder. Suponiendo que Shacklebolt le haya pedido que se candidatee a ministro y que Potter haya aceptado, no sería descabellado creer que la muerte de Shacklebolt lo disuadirá, especialmente si tú lanzas tu candidatura lo más pronto posible y si hay algún otro candidato. Potter no querrá mezclarse en la lucha electoral y te dejará el camino libre.

-Pues, ¿cómo esperas que envenene a Kingsley?

-Invítalo a cenar en su casa -no aquí- y lleva una botella de vino de elfo con una cucharadita de Muerte Verde.

-¡Oh, qué brillante! ¡Llevo yo el vino envenenado a su casa! ¿Quién podría sospechar de mí? ¡Es el plan perfecto! -exclamó Servilia irónicamente.

-Nadie sospechará de ti porque: A) la cena será a solas, y B) tú también beberás de ese vino.

-¿Qué? ¿Quieres que los dos muramos?

-Solo él morirá. Tú serás inmune.

-¡Es imposible! ¡La Muerte Verde es el peor veneno que existe, no podría sobrevivir jamás!

-No podrías sobrevivir jamás si la tomas sin ninguna clase de precaución. Una vez que entra a un organismo desprotegido, la Muerte Verde empieza a actuar implacablemente. Pero hay un contraveneno que puede retrasar su efecto durante algunas horas. Cuando sea seguro, tendrás que vomitarlo.

-¿Y dónde puedo conseguir este maravilloso contraveneno?

-En el mismo cofre. Apuesto a que hace años que descubriste qué veneno contiene cada frasco… salvo uno.

-Sí -admitió Servilia-. Hay un frasquito con un líquido azul. Pasé semanas sometiéndolo a pruebas, y no logré detectar ningún signo de toxicidad en él.

-Pero no lo tiraste -dijo Charis.

-Claro que no. Supuse…

-Que podría serte útil en el futuro -completó la frase Charis-. Buena chica. Arregla un encuentro con Shacklebolt. Pon el veneno en el vino antes de ir a su casa, y cuando estés en la puerta bebe el contraveneno. Durante dos horas, quizá dos horas y media dependiendo de cuánto vino envenenado tomes, serás inmune a la Muerte Verde. Si pasado ese lapto no vomitas el veneno…

-Kingsley y yo moriremos el mismo día y probablemente recibiremos funerales de Estado simultáneos -dijo Servilia con desgano.

***

-Creo que no puedo expresar del todo lo feliz que estoy de que hayas accedido a verme, Servilia -dijo Kingsley mientras le abría la puerta a la directora de Hogwarts-. Te agradezco por visitarme hoy mismo, teniendo tantas cosas que organizar.

-Oh, sí, tengo muchas tareas pendientes. Estoy obligada a viajar de Beauxbatons a Hogwarts y de Hogwarts a Beauxbatons… Y mañana por la mañana tengo que regresar al continente.

-Entonces cenaremos temprano. Pasa, pasa.

-He traído vino de elfo -dijo Servilia-, pero si prefieres no beber puedo mandarlo a mi casa…

-No, para nada.

El ministo de la Magia no tenía ninguna residencia oficial, a diferencia del primer ministro británico. Pero dado que la mayoría de los ministros habían sido magos y brujas bastante acaudalados, ninguno había necesitado una. Esta situación duró hasta el nombramiento de Kingsley Shacklebolt, que vivía en una modesta casa muggle totalmente inapropiada para fiestas o recepciones oficiales. Así que apenas las finanzas del Ministerio lo permitieron, Shacklebolt se construyó una residencia en Greenwich. Albus, que jamás había estado allí, no pudo dejar de admitir que estaba muy bien construída y decorada, con numerosas columnas de reminiscencias romanas y estatuas de ese mismo estilo, además de bellas cortinas y alfombras. No obstante, siendo Kingsley un hombre tan frugal, Al dudaba que la elegancia de su hogar fuese mérito suyo.

La conversación entre el ministro y la directora se mantuvo en los carriles habituales durante la primera media hora. Charlaron acerca de algunos amigos comunes, recordaron sus años en Hogwarts y en la Academia de Aurores y evitaron cuidadosamente tocar el tema de la carta de Kingsley. Pero inevitablemente el vino -de una botella de la bodega del propio Kingsley- acabó por soltarle la lengua al ministro.

-Hemos compartido demasiadas cosas como para permitir que a estas alturas de nuestras vidas el problema de Albus Potter y de mi sucesión termine separándonos -dijo despreocupadamente-. Sí, creo que tus acciones contra Potter fueron deleznables, pero también creo que es hipócrita de mi parte condenarte a ti pasando por alto el hecho de que yo les di mi aprobación tácita.

-Entiendo -dijo Servilia, tomando un trago del vino sin veneno que Kingsley había puesto en la mesa. El única elfina doméstica que el ministro estaba dispuesto a tener (pues afirmaba que más de un elfo era un despilfarro) ya les había servido la comida y por pedido de Kingsley se había marchado a la cocina, dejándolos solos-. ¿Entonces puedes perdonarme por…?

-Ni siquiera debemos mencionarlo -dijo el ministro, agitando su mano como si espantase a una mosca-. Lo importante es mirar hacia delante. Si estalla una guerra, será necesario tener a una persona capaz como tú al frente de Hogwarts y a alguien igualmente capaz al frente del Ministerio. Yo ya no puedo ser ministro, tengo  setenta años, y si bien eso no es mucho para un mago, ya me está empezando a pesar.

-Yo también tengo setenta -dijo Servilia.

-Oh, sí. Pero dirigir Hogwarts no es lo mismo que ser ministra. Hace falta un hombre joven, un héroe de guerra como Harry.

Kingsley no pudo verlo, pero Albus y Valerie sí. Servilia Crouch, si bien mantuvo una expresión calma y cortés hacia su anfitrión, apretó sus manos hasta convertirlas en puño por debajo de la mesa. Después, muy lentamente, fue abriéndolas y dirigió la derecha hacia el bolsillo donde guardaba su varita. Apuntó la misma hacia el lugar de la mesa encima del cual estaba la botella de vino de Kingsley y de la punta salió un pequeñísimo rayo blanco que impactó silenciosamente sobre aquel punto. Ampliando un poco su sonrisa, Servilia estiró la mano hacia la botella, como si quisiera servirse.

-Está vacía -dijo, tras levantarla algunos centímetros-. Deberíamos abrir la mía.

-De acuerdo. ¡Vilny! -llamó Kingsley, y la elfina se Apareció de inmediato- Llévate esta botella y trae la de la señora Servilia -dijo, entregándole la botella vacía.

-Inmediatamente, amo -dijo Vilny, y al cabo de unos segundos de espera, Kingsley tuvo entre sus manos la botella de vino de elfo.

-Deberíamos brindar, ¿no? -dijo Servilia.

-Buena idea -replicó Kingsley, y le llenó la copa a su invitada, para luego echar vino en la suya-. Pero con la condición de que seas tú quién proponga el tema -añadió con una risita.

-Por la paz -dijo Servilia.

-¡Por la paz! -coincidió Kingsley, chocando su copa con la de Servilia y tomando el primer sorbo. Servilia la vació de inmediato y vio atentamente cómo Kingsley bebiendo el veneno.

***

El último recuerdo de Servilia Crouch tenía lugar en su casa. La directora de Hogwarts llegó a toda velocidad al baño y, tras meterse el índice en la garganta durante largo rato, consiguió vomitar todo lo que había consumido en la casa de Kingsley, incluyendo la Muerte Verde. La bruja permaneció sentada en el suelo, cerca del inodoro, respirando agitadamente. De pronto, soltó una risita pronto se hizo más fuerte y escandalosa. Servilia empezó a reírse a las carcajadas, teniendo que sujetarse el estómago y derramando lágrimas. Continuó riéndose durante lo que a Albus le parecieron horas, hasta que Valerie lo tomó del brazo y le dijo:

-Ya vimos suficiente, ¿no crees?

Albus asintió, y los dos adolescentes no tardaron en salir del Pensadero. Fue inevitable que lo primero que mirasen fuese a la inconsciente Servilia Crouch.

-¿Qué haremos ahora? -dijo Valerie, desviando la mirada hacia el rostro de Albus. Su novio le devolvió la mirada y le acarició suavemente el hombro.

-Seguimos adelante con el plan -contestó-. Lo que hemos visto no ha hecho más que facilitarnos las cosas.

[NOTA 1: Entiendo que el cambio de actitud de Kingsley hacia Servilia puede parecerles extraño. Pero yo estoy convencido de que se debió a motivos estratégicos y no a la pura estupidez. Kingsley veía a Servilia como una mujer horrible, pero también como una bruja talentosa y absolutamente decidida a luchar contra Albus. Cometió el error de pensar que podía controlarla; creyó que Servilia aceptaría seguir como directora de Hogwarts mientras Harry obtenía el cargo de ministro de la Magia. Yo diría que esta equivocación garrafal se debió a la visión distorsionada que tienen de la realidad las personas con poder. Ellos saben que estar en el poder no es tan placentero como lo pintan, pero olvidan que los que aspiran al poder no comparten ese conocimiento y no están dispuestos a contentarse con un rol secundario.

NOTA 2: Quiero dedicarle este capítulo a Jacky, la amiga de Ángel, que cumple años mañana.

NOTA 3: Como habrán notado, ya no se puede dejar comentarios en el Índice. No quiero que vean esto como una censura, sino como una cuestión de comodidad. Los ¿600, 700? comentarios hacían que esa página tardase bastante en abrirse. Pero no se preocupen, pueden dejar comentarios líbremente en todas las demás páginas y entradas del blog. Y repito que para cualquier consulta particular que tengan, pueden contactarme a hacedor.de.reyes@gmail.com. Un abrazo a todos y a todas.]

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