Albus y Servilia

[NOTA: Quiero dedicarle este capítulo a las víctimas del atentado de Morelia y a la madre del novio de Ivy, así como a NEm0 Rºb!n, que cumplió años el lunes 29.]

-¿Cómo la sacaremos del colegio? -preguntó Valerie apenas hubo guardado todos los recuerdos de Servilia Crouch en un frasco, señalando a su poseedora- No cabemos los tres bajo la capa para volverse invisible.

-Iremos tú y yo bajo la capa y a ella le echaremos un Encantamiento Desilusionador.

-Buena idea -dijo Valerie-. Vámonos, entonces.

-Espera. Quiero ver algo.

Albus se puso a revisar en los bolsillos de Servilia hasta que encontró un manojo de llaves, varias de ellas muy pequeñas, y las utilizó para abrir los cajones del escritorio de la ministra. En los primeros cinco que revisó solamente encontró papeles, pero en el sexto y último halló lo que buscaba: un espejo idéntico al que encontró en la mesa de luz de Sophie.

-No creo que me sirva como evidencia adicional -comentó el chico mientras lo guardaba en su mochila-, pues solamente yo lo vi en posesión de Beresford, pero me será útil como medio de comunicación.

-No debemos seguir perdiendo el tiempo aquí. Alguien podría encontrarnos, o a Filch -dijo Valerie con ansiedad.

-De acuerdo -dijo Albus, poniéndose la capa sobre los hombros pero dejando la cabeza descubierta. Valerie, que ya estaba acostumbrada al efecto de la capa, no se impresionó al ver su cabeza flotando sobre la habitación sino que se acercó a su novio y se cubrió ella también. Albus apuntó su varita a Servilia y la tocó en la coronilla. Los chicos vieron como su cuerpo se iba transformando hasta adoptar el color y la textura de la alfombra sobre la cual estaba tumbado. Una vez que terminó, el muchacho utilizó un Mobilicorpus para trasladar el cuerpo de Servilia.

Los chicos abrieron la puerta de la oficina y, tras hacer levitar a Servilia afuera, la cerraron y bajaron por la escalera de caracol hasta el pasillo; las gárgolas volvieron a adoptar su posición vigilante tras dejarles salir. El siguiente tramo fue más fácil, pues no había puertas de por medio hasta el vestíbulo. No se encontraron con nadie, salvo un par de fantasmas a los que esquivaron sin dificultades. Fue una suerte que Albus no hubiese cerrado las puertas del castillo con llave después de entrar con Valerie, pues en el estado de ánimo excitado y nervioso en el que estaban, el sonido de las cerraduras abriéndose les habría parecido ensordecedor.

Hay que decir, sin embargo, que Al y Valerie se sintieron muchísimo más osados cuando salieron del castillo. El darse cuenta de que habían conseguido irrumpir en el colegio, secuestrar a la ministra-directora y sacarla sin ser descubiertos les infundió un mayor coraje. Ni siquiera sintieron el frío que hacía en el exterior, a pesar de que la nieve seguía cayendo a su alrededor con la misma intensidad que cuando entraron. Los chicos pasaron junto a la cabaña de Hagrid nuevamente, moviendose con más lentidud por la necesidad de no delatar la presencia de Servilia Crouch bajo el encantamiento. Otra cosa que a Albus le preocupó fue la posibilidad de que el frío de los copos de nieve despertase a la ministra, pero su hechizo Aturdidor resultó ser más potente de lo que esperaba, y Crouch siguió desmayada.

Finalmente, tras algunos minutos de caminata, Albus, Valerie y Servilia llegaron a su objetivo: el Sauce Boxeador. Desde donde estaban ya nadie podía verlos, así que Albus salió de debajo de la capa y se echó un hechizo para mantener la temperatura de su cuerpo alta. Se sintió un poco acalorado, debido a la acción conjunta de su abrigo y el hechizo, pero no tardó en remediar esa situación transformándose en áspid, con lo cual pasó a sentirse perfectamente. Se arrastró por la nieve hasta estar al alcance de las ramas del árbol, que se agitaron haciendo caer la nieve que se había acumulado sobre ellas y le propinaron un golpe. Sin embargo, Albus había previsto eso y se irguió de tal manera que pudo saltar hacia la rama que tenía más cercana y enroscarse en ella antes de que lo alcanzase. Albus se arrastró por la rama hasta llegar al tronco, y luego fue descendiendo hacia el nudo en la corteza del árbol. Sabiendo que podía tomarse su tiempo, pues el árbol no se atrevería a golpear su propio tronco, el chico convertido en áspid oprimió su cabeza contra el nudo y al instante las ramas dejaron de moverse.

Valerie aprovechó la oportunidad para aproximarse, utilizando la varita de Albus para conducir el cuerpo de Servilia en la misma dirección. Mediante algunas maniobras delicadas y no sin antes reactivar el Sauce Boxeador volviendo a tocar el nudo, consiguieron meter a Servilia en el túnel y hacerla avanzar delante de ellos sin chocarse contra las paredes o el bajo techo. Fue la parte más complicada del viaje, pero consiguieron llegar a la derruida casa donde Remus Lupin se había ocultado durante sus transformaciones, muchos años atrás. Atravesaron la primera habitación y entraron a la segunda.

Albus le quitó el encantamiento Desilusionador a Servilia y la acostó encima de la vieja cama con dósel. Buscó con la mirada una silla y al no encontrarla materializó una con su varita. Hartos de usar el Mobilicorpus para todo, Al y Valerie la levantaron con los brazos y la sentaron. No fue necesario amordazarla, pero sí le quitaron las ataduras y se las volvieron a poner para sujetarla a la silla. Solo entonces advirtieron que Crouch seguía sosteniendo en la mano su varita. Albus tuvo que hacer fuerza para sacársela de entre los dedos, y la depositó sobre la cama junto al frasco con los recuerdos de la ministra.

-¿Ahora qué? ¿Voy a buscar a tu padre? -preguntó Valerie.

-Espera un poco. Ya tenemos a Crouch en nuestro poder, yo diría que podemos relajarnos un poco.

-¿Qué quieres hacer? -dijo Valerie.

-Quisiera tener algunas palabras en privado con la querida ministra -dijo Albus perversamente.

-¡Absolutamente no! -exclamó Valerie- ¡Ella es peligrosa, Albus! ¡No quiero que termines como mi abuelo o como Shacklebolt!

-Ella está atada y desarmada, querida. Y te aseguro que no pienso beber nada que ella me ofrezca… -dijo Albus, y Valerie no logró reprimir una sonrisa fugaz.

-Está bien, hazlo. Pero… antes de que ella se despierte y que traigamos aquí a tu padre, quiero decirte esto: debemos hablar largo y tendido sobre la profecía de Trelawney.

-Y lo haremos, amor -dijo, acariciándole la barbilla-. Tendremos horas y días y semanas y años para hablar. Pero no puedo decir lo mismo sobre ella -añadió, señalando a Crouch.

Asintiendo, Valerie salió de la habitación, cerrando la puerta detrás de ella. Albus echó un Muffliato, le quitó la mordaza de la boca a Crouch y luego apuntó su varita hacia la bruja.

–Rennervate -susurró, y la ministra abrió los ojos casi de inmediato. Tras parpadear durante algunos segundos, logró distinguir la figura de su captor e identificarlo.

-¡Potter! -exclamó.

-Buenas noches, ministra -saludó Albus-. Espero que haya dormido bien.

-¿Qué significa esto? -dijo con indignación, mientras forcejeaba con las sogas- ¡Suéltame ahora mismo!

-Me temo que eso no es posible. Pero no se preocupe, en algunas horas usted se verá libre de cualquier atadura… en su celda de Azkaban.

-¿De qué estás hablando? ¿Te has vuelto loco?

-Estoy tan cuerdo como usted, Harvey… perdón, ministra -dijo Albus, fingiendo equivocarse.

-¿Harvey? ¿Quién es Harvey?

-Su vecino muggle, ese cuya identidad asumió para contratar a Sophie Beresford y su banda para que me secuestrase y asesinase.

-Estás completamente… Has perdido la razón.

-Tengo en ese frasco que hay sobre la cama sus recuerdos, ministra. Recuerdos que prueban irrefutablemente que usted asesinó a sangre fría a Evan Rosier, que envenenó a Kingsley Shacklebolt, que me envenenó a mí y que organizó mi secuestro e intento de asesinato.

Crouch pareció congelarse en su involuntario asiento. Sus ojos permanecieron inexpresivos, como si mirasen hacia su propia mente y no hacia el mundo exterior.

-¿Y qué vas a hacer conmigo? -preguntó la ministra en voz baja.

-Entregarla a las autoridades, por supuesto.

-Creí que me matarías.

-No serviría a mis planes. Es mucho más útil para mí ser quien la lleve ante la Justicia por sus crimenes que hacer justicia por mano propia.

-¿O sea que haces esto por beneficio personal?

-¡Por supuesto!

-¿Y no crees -dijo la ministra en un tono cómplice- que sería mucho más beneficioso para ti… llegar a un entendimiento conmigo? Liberame y te prometo que te daré lo que quieras. Cualquier cargo en el Ministerio que se te ocurra. Cualquier título académico. Todo el dinero que necesites.

-¿Cree que soy estúpido? Yo jamás me aliaría con usted -dijo con desprecio.

-¿Por qué? ¿Quieres vengar las muertes de los pobres Rosier y Kingsley? -dijo irónicamente la ministra.

-No me podrían importar menos tus otras dos víctimas. Rosier era un Mortífago y Shacklebolt era un político débil e intrigante. Ambos se lo buscaron. Pero sí me importan, y mucho, las cosas que me hizo usted a mí.

-¿Quieres venganza?

-Quiero seguridad. Quiero quitarla de en medio para poder continuar mi carrera sin ninguna amenaza. Una carrera larga, legal y pacífica hacia el puesto de ministro de la Magia. Claro que cuando sea famoso por ser quien logró encarcelar a una ministra, mi carrera será mas bien… meteórica -concluyó con una sonrisa.

-Potter, te advierto…

-Usted no está en posición de hacer ninguna advertencia, ministra… ¡Jaja, ministra! -dijo, dándose cuenta por primera vez del apelativo que estaba usando- Supongo que merece que la llame así, al menos por ahora. Pronto el Parlamento la destituirá, tras lo cual seguramente mi tío Percy volverá a ser ministro interino…

De pronto, la puerta se abrió bruscamente a espaldas de Albus.

-¡ALBUS, DÉJALA IR! -gritó una voz, que Al logró reconocer antes de darse vuelta para enfrentar a su dueño.

Ir al siguiente capítulo