Duelo en la Casa de los Gritos

[NOTA: Quiero dedicarle este capítulo a Jackie, que cumplió años el viernes, y a Sapey, que cumplió 15 años ayer.]

De los dos, quien reaccionó más rápido fue Servilia. Mientras Albus todavía se limitaba a mirar atónito a Hugo Weasley parado en el umbral sujetando a Valerie y apuntándole al cuello con su varita, la ministra de la Magia gritó:

-¡Weasley, Atúrdelos! ¡HAZLO YA…!

Fue eso lo que sacó a Albus de su parálisis. El muchacho se volvió hacia Servilia, le apuntó al rostro con la varita y dijo «Palalingua«, logrando así evitar que la ministra siguiese hablando. Hugo trató de dar un paso hacia delante para evitarlo, pero el hecho de estar inmovilizando con los brazos a Valerie se lo impidió.

-Perdóname, Al -dijo Valerie, con expresión abochornada-. Bajé la guardia y no lo vi llegar. Está todo tan oscuro aquí…

-No te preocupes por eso -dijo Albus con calma, y luego se dirigió a Hugo-. ¿Qué te trae por aquí?

-Si crees que voy a dejar que le hagas daño a la ministra de la Magia, estás equivocado -dijo Hugo con fiereza.

-¿Quieres protegerla? No recuerdo que tuvieses con ella una relación muy cariñosa… o cualquier tipo de relación, más allá de la que hay entre una directora y su alumno.

-Quiero protegerte a ti -dijo Hugo, mordiéndose nerviosamente el labio inferior-. No puedo dejar que hagas esto, que arruines tu futuro así.

-No estoy arruinando mi futuro, estoy construyéndolo -dijo Albus tranquilamente.

-Te lo advierto, Al, si no la sueltas, yo…

-¿Qué harás? ¿Matar a Valerie? Tú no eres así, Hugo -dijo Albus-. Eres la persona más buena e inofensiva que haya conocido. Lo mejor que puedes hacer ahora -añadió en tono pausado- es dar media vuelta y volver a tu cuarto con Louis. No te conviene meterte en este asunto.

-¡Podría decirte lo mismo a ti, Al! -exclamó Hugo- ¡¿Qué esperas conseguir matando a Servilia Crouch?! ¿Que nuestro tío sea ministro en vez de ella, como estabas diciendo cuando entré? ¡No vale la pena!

-Hay ciertos eventos de los que deberías estar al tanto… Pero insisto en que deberías irte ahora. Mientras menos sepas, mejor.

-No puedo dejarte matarla.

-Nadie va a morir esta noche, Hugo, te lo prometo. Ahora suelta a Valerie y vuelve al castillo antes de que se den cuenta de tu ausencia. Me sorprende que no te descubrieran antes.

-Yo también sé usar Encantamientos Desilusionadores, Al.

-¿Y cómo supiste lo que estábamos haciendo? Nadie sabía de nuestros planes salvo nosotros dos.

-El Mapa del Merodeador. No debiste darnos copias a todos. Esta noche, antes de acostarme pero después del toque de queda, Louis y yo salimos de nuestra sala común y usamos el Mapa para que no nos atraparan. Lo dejamos en el cajón de nuestra mesa de luz, pero por suerte fuimos descuidados, ya que olvidamos borrarlo y cerrar el cajón del todo. Hace alrededor de una hora, me levanté para ir al baño y cuando volví a la cama, pude ver que el Mapa seguía activado. Cuando lo saqué del cajón para tocarlo con la varita y decir «Travesura realizada», te vi con Valerie y Crouch en su oficina.

-Y supongo que utilizaste el Encantamiento Desilusionador para seguirnos sin que te viéramos, y el Mapa para poder saber dónde estábamos nosotros… Pero ¿cómo conseguiste pasar el Sauce Boxeador? Recuerdo que volví a tocar el nudo para que no dejase entrar a nadie antes de que bajásemos al túnel.

-Olvidas que yo también soy un Animago, Al -dijo Hugo, sonriendo por primera vez con orgullo-. Imité tu táctica: me convertí en comadreja, trepé a las ramas del Sauce y luego pasé al tronco.

-Bravo, Hugo. Has demostrado sangre fría y talento en partes iguales esta noche. Especialmente al poner fuera de combate a Valerie.

-Estaba vigilando -protestó ella-. Pero esperaba la llegada de otro mago o bruja, no de una comadreja. Tu primo pudo acercárseme y metamorfosearse en ser humano a mis espaldas.

-Y eso habla aún más bien de ti, Hugo, pues el Mapa del Merodeador no muestra las habitaciones de la Casa de los Gritos, de modo que no podías saber que ella estaría en la primera habitación.

-Tuve suerte -dijo Hugo, enrojeciendo un poco.

-Quiero que me escuches muy atentamente. Valerie y yo tenemos un plan perfectamente organizado para deshacernos de Servilia Crouch limpiamente. Tú eres el factor que desequilibra ese plan, y el resultado de tu intervención puede ser desastroso para todos, en especial para ti. Por eso te pido, respetuosamente, que te vayas.

-No puedo -dijo Hugo-. El solo hecho de estar aquí sin ayudar a la ministra me convierte en cómplice suyo.

-No si la ministra termina dejando de ser la ministra. Por favor, suelta a Valerie y hablemos como dos personas civilizadas -suplicó Albus.

-Si la suelto, estaré en desventaja. Serán dos contra uno, y no creo que pueda vencer siquiera a uno de ustedes en un duelo propiamente dicho.

-Valerie está desarmada -señaló Albus.

-¡Pero tú no! -dijo Hugo.

-Pues tendremos que hacer algo al respecto -dijo Al jovialmente. Con movimientos muy lentos y cautelosos, se arrodilló y puso su varita a los pies de Hugo. Luego volvió a incorporarse y miró a su primo a los ojos.

-Ahora tú estás armado y Valerie y yo no. ¿Te sientes lo bastante seguro como para soltarla?

Hugo aflojó la presión de su varita contra el cuello de Valerie y empezó a hacer lo mismo con el brazo que la sujetaba por el pecho, pero se detuvo, mirando en dirección de Albus, pero no al propio Albus. Había algo detrás suyo que atraía su atención. Y pronto también la mirada de Valerie se desvió en esa dirección. Intrigado, Albus volvió a darle la espalda a su primo y a su novia.

Fue ese el momento en que perdió el control de los acontecimientos.

Servilia Crouch estaba de pie, con su varita en la mano y metiendo en su bolsillo el frasco que contenía sus recuerdos con la otra. Las sogas que la mantenían atadas a la silla se habían caído al suelo como serpientes muertas. Una vez que el frasco se deslizó en el interior del bolsillo de la ministra, ella apuntó con su varita al suelo y gritó:

-¡ACCIO VARITA DE POTTER!

La varita de Albus voló hacia la mano izquierda de Servilia en un abrir y cerrar de ojos. Sonriendo ferozmente, Crouch apuntó hacia delante con la varita de su enemigo y dijo en tono plácido.

–Avada Kedavra.

Albus pensó que la Maldición Asesina estaba dirigida a él, pero sus ojos, bastante experimentados en el terreno de la trayectoria de los hechizos, supo que el rayo de luz verde volaba hacia donde estaban parados Hugo y Valerie. «¡NO!» fue el único pensamiento conciente que pudo articular, y vino mucho después de que sus pies, como si actuasen por voluntad propia, lo hicieran arrojarse al costado, tratando de interponerse entre el Avada Kedravra y sus dos potenciales víctimas. Sin embargo, no fue lo suficientemente veloz, y para cuando su cuerpo se lanzó al aire, la maldición ya había pasado a su lado y estaba a menos de un metro de su blanco.

El rostro de Hugo Weasley.

El Avada Kedavra impactó de lleno entre los ojos del hijo de Ron Weasley y Hermione Granger, dejando un resplandor verdoso que tardó algunos segundos en desvanecerse. El golpe impulsó la cabeza hacia atrás un poco, pero no dejó ninguna marca ni herida visible. Los brazos que aprisionaban a Valerie quedaron inertes, y su mano derecha soltó la varita, que cayó al suelo apenas unos instantes antes que el cadáver de su dueño hiciera lo mismo. Valerie fue la única que quedó de pie, con los ojos abiertos como platos mientras el cuerpo del novio de su hermano yacía detrás suyo.

El alarido que soltó Albus ante lo que acababa de ver fue un sonido más animal que humano. Era una mezcla de grito, chillido, aullido y rugido, que no expresaba ninguna palabra y que le heló la sangre a Valerie. No tuvo el mismo efecto en Servilia. Apenas constató que Hugo estaba muerto, se Desapareció y Apareció de inmediato detrás de su víctima y de Valerie. Sin perder tiempo, la bruja se agachó, tomó el cadáver del brazo y volvió a Desaparecerse, llevándoselo con ella. Pero Albus alcanzó a ver que la ministra seguía sonriendo antes de que fuese con un suave «crac».

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