Las manos

[NOTA: Quiero dedicarle este capítulo a Ayla Black, que hoy cumple 28 años. Y si hay alguien más que cumpla hoy y del que me haya olvidado, felicidades.]

Si había una virtud predominante en Neville Longbottom, como profesor y como persona en general, era su bondad. Nadie, ni siquiera los pocos que no sentían estima por él, dejaba de admitirlo. Por eso no fue extraño que lo primero en lo que pensara cuando le contaron la tragedia desencadenada entre Hugo Weasley, Albus Potter, Valerie Rosier y Servilia Crouch no fuese en su nueva situación personal ahora que había sucedido a Crouch como director de Hogwarts, ni tampoco en la amenaza que ahora representaban Valerie y Albus, sino en Louis Rosier. Así que su primer acto como director fue ir a la sala común de Hufflepuff -un lugar que jamás había visitado como profesor y jefe de la Casa de Gryffindor- y llevar a Louis a su oficina. Luego tuvo el penoso deber de informarle la muerte de su novio. Para hacerle pasar el golpe con la mayor suavidad posible, hizo que Horace Slughorn le facilitase antes una botellita de poción de paz. Aún así, él tenía suficiente experiencia en lo que es perder a seres queridos como para saber que una simple poción no bastaría para Louis, por lo que tomó una medida más drástica y se comunicó con sus padres para proponerles que alojasen a su hijo en su casa por algún tiempo. Michael y Christine Rosier ya habían sido informados de lo sucedido por John Dawlish, quien al saber de la breve visita de Albus al número doce de Grimmauld Place, mandó Aurores para custodiar la casa de los Rosier en Londres. La pareja aceptó su presencia, pero solamente en el exterior de su lujosa vivienda; de ningún modo estaban dispuestos a convivir con los hombres cuyo trabajo era capturar a su hija y enviarla a Azkaban. Ellos coincidieron con Neville en que el mejor lugar para su hijo menor en aquellos momentos era su casa y lo vinieron a buscar a Hogwarts menos de una hora después de que Louis se enteró del asesinato.

Los siguientes alumnos en enterarse fueron las primas de Hugo: Lily Potter, Dominique, Lucy y Molly Weasley. Neville también tuvo la delicadeza de decírselo en su oficina, pero consideró que quizá lo mejor para ellas era quedarse en el colegio, salvo que sus padres opinasen lo contrario. Al fin y al cabo, estaban en la misma Casa y podían consolarse unas a otras, mientras que Louis no tenía a nadie tan cercano en Hufflepuff. Durante el almuerzo, Neville tuvo que ocupar el asiento de Crouch en la mesa de los profesores y darles la noticia a todos. Jamás había dado un discurso en público, y a diferencia de Harry en su momento, se sintió bastante nervioso. No obstante, logró explicarles los hechos con suma claridad. El asesinato de un alumno de Hogwarts a manos de otro era algo que no había ocurrido en siglos, y el hecho de que ambos alumnos fuesen hijos de gente famosa no hizo más que añadir leña al fuego. La noticia no era totalmente desconocida para los estudiantes: los amigos de Hugo se habían enterado por Scorpius Malfoy, cuyo padre tenía informantes en el Ministerio. Neville no vio motivo alguno para negarse a su pedido de salir de Howarts por unas horas para reunirse con Scorpius y otros amigos de Hugo que habían terminado sus estudios, en la Mansión Malfoy.

***

Al día siguiente, en las primeras horas de la mañana, los Aurores que vigilaban la casa de los Rosier se pusieron en guardia al ver aproximarse a un mago muy abrigado a la puerta. Pero cuando lo reconocieron, no solamente se relajaron sino que lo saludaron cortesmente y lo dejaron tocar el timbre sin registrarlo ni verificar su identidad. El elfo doméstico de los Rosier abrió la puerta y, tras informar a sus amos de quién era el visitante, lo hizo pasar al interior de la elegante casa victoriana. El elfo lo condujo a la sala de estar donde lo esperaban Michael y Christine.

-Señor Potter -lo saludó la señora Rosier-, es un placer conocerlo, aunque desearía que las circunstancias fueran más propicias.

-Lo mismo digo, señora Rosier -replicó Harry, estrechando su mano y haciendo lo mismo con la de Michael Rosier, que estaba mucho más aflijido y silencioso que su esposa.

-¿Tiene alguna información sobre nuestra hija? -dijo Christine, tomando asiento e invitando a Harry a hacer lo mismo.

-Me temo que no.

-¿Acaso los Aurores no cuentan con ninguna información al respecto? Ya ha pasado un día.

-Si tienen información, no la están haciendo pública.

-Creo que tenemos derecho a saberlo. Valerie es nuestra hija y el pobre Hugo era el novio de nuestro hijo -insistió Christine.

-Francamente, señora, no sé si los Aurores saben o no algo de ella. He renunciado a la División.

-Qué pena -dijo Christine-. Usted fue sin duda uno de los mejores jefes que tuvieron los Aurores en su historia.

A Harry le sorprendía y le molestaba estar manteniendo esa conversación tan desapasionada con la madre de Valerie. A pesar de lo que había dicho poco antes, parecía importarle muy poco el destino de su hija y la pérdida que acababa de sufrir su hijo, a diferencia de su marido. Solo parecía interesada en tratar a su invitado como una buena anfitriona. Quizá, pensó Harry, esa fuese su manera de lidiar con el dolor, pero lo más probable era que se tratase de pura indiferencia.

-En cualquier caso -continuó Christine-, confío en que pronto todo esto se resolverá. La ministra Crouch es una mujer recta, y seguramente le dará a mi hija un juicio justo. Si ella asesinó a Hugo, entonces merece ir a Azkaban.

Harry pudo ver una expresión asqueada en los ojos de Michael, que miró brevemente a su esposa y luego clavó la vista en el suelo.

-Ahora bien, dado que no ha venido a traernos información nueva, ¿a qué debemos el placer de su visita, señor Potter?

-Esperaba poder hablar con su hijo.

-¿Para qué? -dijo Christine.

-Hoy a la tarde se realizará el funeral de Hugo, y supuse que Louis querría ir.

-Sí, entiendo -dijo la madre de Louis-. Bueno, nuestro elfo puede llevarlo a su habitación.

***

Louis había pasado la mayor parte del tiempo durmiendo. La poción de paz que le había dado Neville lo había dejado bastante cansado, y apenas volvió a su hogar se fue a la cama. A veces, cuando despertaba, se daba vuelta y estiraba la mano, creyendo que encontraría a Hugo durmiendo a su lado. Era entonces que recordaba las palabras de Neville. De vez en cuando soñaba con él. Por algún motivo, no dejaba de recordar la última vez que habían ido al lago de Hogwarts, durante las primeras semanas del verano, antes de concluir su sexto año. Qué hermoso y despreocupado le había parecido Hugo bajo la luz del sol, que hacía que su cabello resplandeciese de esa manera tan especial. Y sus ojos…

-Louis, ¿puedo pasar? Soy Harry Potter.

Las palabras del padre de Albus lo sacaron de su ensoñación. Como Louis no se había molestado en desvestirse para acostarse, estaba presentable, de modo que respondió con un «Sí» lacónico; aunque de haber estado desnudo no le habría importado demasiado hacerlo entrar.

Louis Rosier no había visto muchas veces a Harry Potter, y como siempre, se sorprendió de lo parecido que era a Al. «A Albus», se corrigió mentalmente. «Al asesino de Hugo».

-Hola, señor Potter -lo saludó, con la mínima deferencia de sentarse en su cama, pero sin levantarse-. ¿Qué lo trae por aquí?

-Primero que nada, quiero decirte que lamento muchísimo tu pérdida.

-Gracias.

-Quiero que sepas que haré… que los Aurores harán todo lo posible para lograr que se haga justicia.

-Dudo mucho que «la justicia» lo traiga de vuelta a la vida -dijo Louis con acritud. Harry estuvo a punto de irritarse, pero luego recordó que su propia actitud tras la muerte de su querido padrino Sirius no había sido mucho más respetuosa que la del novio de su sobrino. Así que decidió armarse de la misma clase de paciencia que la que había empleado Dumbledore con él y proseguir.

-Hoy será su funeral. ¿Vas a asistir?

Por primera vez, Louis pareció al borde de abandonar su expresión de inmutable cansancio.

-No… no sé si podré.

-Louis, Hugo te amaba. Yo nunca los conocí muy bien, pero sé eso con certeza. Debes estar presente cuando lo despidamos.

-¿Tendré que… verlo? -dijo Louis, con la voz temblorosa.

-Cuando tenía quince años -dijo Harry, mirando a Louis fijamente-, mi padrino fue asesinado delante de mis ojos. Nunca hallaron su cadáver, nunca le hicieron un funeral. Fue casi como si jamás hubiera existido. Todo lo que me quedaba eran sus recuerdos, y los recuerdos se desvanecen con los años. Los actos son los que perduran. Puede que con el paso del tiempo encuentres nuevos amigos, nuevos amantes, quizá incluso formes una familia. Pero jamás el amor que tuviste por Hugo. Y si faltas a su funeral, jamás olvidarás que pudiste darle el último adiós y decidiste quedarte escondido en tu cuarto.

-¿Me acompañará? -dijo Louis en un tono un poco más firme. Había bajado el rostro y a pesar de la semioscuridad del cuarto Harry podía ver sus lágrimas.

-Por supuesto.

-Entonces estaré allí.

***

El funeral de Hugo Weasley fue un asunto estrictamente familiar, pero como la familia Weasley era tan numerosa, fue inevitable que fuese un evento muy concurrido. Era el primer funeral que se realizaba en la Madriguera desde la muerte del tío de Hugo, Fred, en 1998. Y de todos los deudos, los que parecían más aturdidos eran Arthur y Molly. Cuando enterraron a su hijo, habían esperado ser los siguientes en morir. Ahora tenían que encargarse de algo todavía más antinatural: enterrar a su nieto.

Hermione y Rose habían sido incapaces de asistir, o al menos eso había dicho Ron. Nadie sabía si había llorado por su hijo, pero sus ojos estaban secos ahora, y presidía el funeral firme y tieso como un águila, aceptando los pésames con calma. Entre todos los hombres y mujeres pelirrojos de edades que iban desde los dieciséis hasta más de setenta años, Ron se destacaba por una especie de aura sombría que lo rodeaba, y Louis no pudo evitar que su atención se enfocase en él cuando entró en la sala de estar en donde habían puesto el ataud con el cuerpo de Hugo. De no haber sido por una corona que le impedía ver la cara del difunto muchacho desde donde estaba parado, seguramente Louis habría ignorado a Ron. Pero dado que de todos modos Ron no habría ignorado a Louis, es muy probable que el incidente que marcó un antes y un después en el velorio se hubiera producido igual. Ron era un polvorín listo para estallar, y Louis fue apenas una pequeña chispa.

-¡¿Qué hace este aquí?! -exclamó. Todos se sobresaltaron, pues lo último que esperaban en un velorio era que alguien (el padre del difunto, entre todas las personas) alzase la voz- ¿Acaso no es suficiente con lo que hizo tu hermanita? ¿Hace falta que vengas a pavonearte aquí? ¡Vete, vete ahora mismo!

Louis no sentía nada más que un leve asombro. Parecía que ahora que estaba tan cerca del cadáver de Hugo, ningún golpe emocional podía realmente afectarlo. Era extraño ver a alguien tan parecido a Hugo mirarlo con tanto odio… No, no era odio, era desprecio.

-¡Te prohíbo que te acerques a mi hijo! -bramó Ron, dando un paso hacia delante- ¡Vete con tu hermana y su novio y no nos molestes! ¡¿Quién te dio permiso para venir aquí?!

Molly, escandalizada ante la conducta de su hijo, se levantó de su silla y abrió la boca para hablar, pero alguien más se le adelantó.

-Fui yo -dijo Harry, que había entrado detrás de Louis y seguido por su esposa, James y Lily.

-¡Y eso nos lleva a la siguiente pregunta: ¿QUÉ MIERDA HACES TÚ AQUÍ?! -dijo Ron, dirigiendo su atención de Louis a Harry y lo que quedaba de su familia.

-Hugo era mi sobrino político, y no lo habría querido más si hubiese sido mi sobrino carnal. Y era el primo de mis hijos. Creo que tenemos derecho…

-¡Tus derechos son la menor de mis preocupaciones! ¡»El primo de mis hijos»! -dijo burlonamente- ¡Eso no disuadió a tu pequeño Albus de no matarlo! ¡Me niego a dejar que los parientes de los que mataron a mi hijo estén aquí!

-¡Basta ya, Ron! ¡Ellos son tus parientes también, ¿recuerdas?! -exclamó Molly.

-¡Y esta es mi casa, por si no lo recuerdas! -dijo Arthur, con igual firmeza- ¡Y yo decido quién puede quedarse y quién debe irse! ¡Si sigues dirigiéndote así a Harry, tú tendrás que marcharte!

-¡Perfecto, me iré! -dijo Ron, avanzando en paso decidido hacia la puerta- ¡Y no volveré a entrar hasta que ellos se hayan ido!

Ron pasó velozmente junto a Louis, su cuñado, su hermana y sus sobrinos y salió al exterior de la Madriguera, donde apretó los puños y terminó golpeando una pared. Su soledad no duró mucho, pues Harry salió detrás de él.

-Ron, no soy capaz de comprender la clase de dolor que debes estar sintiendo, pero lo que no puedo aceptar es que nos trates así. No somos responsables de lo que hizo Albus.

-¿Ah, no? -se mofó Ron- ¡Claro, porque tú y Ginny no criaron a Albus, simplemente lo entregaron a los lobos! ¡Es imposible que un hijo tuyo sea tan perverso!

-No soy un padre perfecto, pero Albus hizo lo que hizo por decisión propia -dijo Harry, tratando de conservar la calma.

-¡Y LO PAGARÁ! -rugió Ron- ¡Me aseguraré de eso, creeme!

-¿Qué quieres decir?

-Quiero decir que he ordenado…

-¿Has ordenado? ¿Con qué autoridad?

-¡La del jefe de la División de Aurores!

-¿Crouch te puso al frente de la División? -preguntó Harry con incredulidad.

-¡Pues claro! ¡Yo era el siguiente en la escala jerárquica! ¿O acaso solamente el Gran Harry Potter, salvador del mundo mágico, tiene derecho a ocupar ese puesto?

-¡Tú eres el padre de la víctima! ¡Tus intereses personales están involucrados…!

-¡Pues la ministra no opina lo mismo! -dijo Ron con orgullo- Ella considera que soy el más capaz para dirigir la División.

-¿Y qué harás para capturar a Albus y a Valerie?

-He decidido imitar a Barty Crouch. A partir de ahora, los Aurores podrán utilizar Maldiciones Imperdonables para derrotar a los magos oscuros con los que se estén batiendo en duelo. Y cuando hayamos atrapado a tu hijo y su puta, no solamente estarán en Azkaban, sino que serán vigilados por los Dementores…

-¿QUÉ? ¿DEMENTORES? ¡NO PUEDES HACERLO, RON! ¡KINGLSEY…!

-¡KINGSLEY ESTÁ MUERTO! ¡Las cosas van a cambiar ahora! Tú eres parte del viejo gobierno, la ministra Crouch y yo estamos al cargo de las cosas ahora.

-¡No permitiré que lastimes a mi hijo! -dijo Harry, tomando a Ron del cuello de la camisa y empujándolo contra la pared. De inmediato un Impedimenta los separó. Harry sacó su varita, pensando que estaban bajo ataque, pero pronto vio que el que había lanzado el hechizo era su amigo y colega, el Auror Seamus Finnigan.

-Como ves, yo no soy el único Auror aquí -se jactó Ron-. He puesto unos cuantos en todo el pueblo, en caso de que tu querido Alby muestre la cara por aquí.

-Estás loco, Ron. Eres más peligroso que Albus -dijo Harry, mirándolo con aversión.

-Vete a tu casa -dijo Ron con sorna-. Descansa y deja que nosotros nos ocupemos de tu ovejita descarriada.

***

Entretanto, en el interior de la Madriguera, Louis se acercó al ataud abierto. Miró las facciones de Hugo, y por algún motivo, no fue capaz de reconocerlo. Parecía demasiado limpio y pulcro y bien peinado, como si fuese una muñeca de porcelana. Pero cuando vio sus manos, todo cambió; porque eran las manos de Hugo las que asomaban por las mangas del saco oscuro que le habían puesto, aquellas manos grandes y un poco ásperas que tantas veces lo habían acariciado, que tan bien se amoldaban a sus propias manos. Louis entrelazó sus dedos con los de Hugo y musitó:

-Yo también te amo.

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