Interrogatorio en la biblioteca

La charla de Scorpius con Albus, si bien fue brevísima y por teléfono, dejó al chico más relajado. Era magnífico saber que dentro de no mucho tiempo podría verse cara a cara con su mejor amigo y discutir cuáles serían sus próximos pasos. Scor sentía como si hubiera perdido la brújula y el haber retomado el contacto con Al le hubiera permitido encontrarla de nuevo.

Su calma lo llevó al extremo de que, a pocas horas de su segunda visita a la Londres muggle, Scor decidiera sentarse en la biblioteca de la Mansión Malfoy para darle una nueva oportunidad a la novela que Al le había regalado. No tuvo necesidad de releer la Introducción, que estaba redactada en un estilo muy diferente al del resto de la novela, sino que se zambulló directa y confiadamente en las Anotaciones de Harry Haller. Para su sorpresa, descubrió que el texto se volvía cada vez más atrapante. Apenas alzó la mirada cuando sus padres vinieron para decirle que ellos y su abuela estarían el resto del día en Francia; era costumbre de los Malfoy ofrecer una fastuosa cena de Nochebuena con decenas de invitados en su mansión de Fontainebleau y tenían que estar allí con algunos días de anticipación para organizar bien las cosas. De modo que musitó un «Que la pasen bien» dirigido a Draco y Pansy y siguió leyendo.

Las alfombras de la Mansión eran muy gruesas. De no ser así, es probable que, al escuchar los pasos, Scor se hubiese dado cuenta antes de que ya no estaba solo.

-¿Disfrutas con tu librito, Malfoy? Pensé que ustedes los Mortífagos no leían «basura muggle«.

Scorpius dio un respingo, sobresaltado por la intrusión, y levantó la vista. Su corazón comenzó a latir más rápido cuando vio sentado delante suyo a Ron Weasley, que lo miraba con desprecio desde un sillón.

-Qué… qué sorpresa, señor Weasley. ¿Mi padre lo invitó?

-Tu padre no está aquí, Malfoy, ni tampoco sabe que estoy aquí. Es muy útil tener el control de la Red Flú, ¿sabes? Puedes ir a casi cualquier hogar mágico sin problemas.

-¿A qué debo el placer de su visita, señor? -preguntó Scor, intentando mantener un tono cortés y civilizado.

-Oh, solo quiero charlar contigo.

-Bueno, señor, me encantaría charlar -dijo Scor, mirando su reloj y comprobando que faltaba todavía una hora para su cita con Al y Valerie-, pero tengo que irme.

-¿Adónde?

-Tengo que ver a unos amigos; Isaac Prewett y Agamenón Lestrange. ¿Los conoce?

-A Isaac sí, a Lestrange no. Pero no hace falta que sigas fabulando, Malfoy, sé que no vas a verlos.

-No estoy fabulando…

-¡No me mientas! -estalló Ron, poniéndose de pie y mirándolo amenazadoramente- ¡Sé que recibiste una lechuza de tu amigo Potter hace dos noches, y sé que fuiste a la Londres muggle, y sé que hablaste por celular con Potter!

-¿Y cómo sabe todo eso? -preguntó Scorpius, tratando de imitar el tono arrogante y despectivo de su padre y fallando miserablemente.

-¡Porque hice que volvieran a ponerte el Rastro, muchacho, por eso!

-¡¿Usted hizo qué?! -exclamó Scorpius, ahora igual de indignado que Ron- ¡Eso es completamente ilegal…!

-¡¿Tú pretendes hablarme de legalidad e ilegalidad?! ¡¿Tú, el heredero de una familia que se ha destacado por pasarse la ley por el culo durante los últimos siete siglos?!

-¡Y usted es el jefe de la División de Aurores! ¡Su deber es capturar a quienes violan la ley, no violarla!

-¡YO SOY LA LEY, MUCHACHO! ¡Y tú estás a punto de comprobarlo en carne propia! ¡Crucio!

Si bien Scorpius se había entrenado durante muchos años con Albus y sus amigos en el difícil arte de dar y recibir la maldición Cruciatus, hacía ya bastante tiempo que no la sentía. El chico intentó levantarse del sillón y correr, pero la maldición de Ron fue más rápida. La misma alfombra que le había permitido a Ron acercársele sin hacer ruido, ahora le permitió caer al suelo sin hacerse daño, por lo que el único dolor que Scorpius sintió fue el de la Cruciatus del padre de su novia, lo cual no era un gran consuelo.

-Siempre lo supe -dijo Ron, caminando en círculos alrededor suyo y contemplándolo con desdén-. Desde que te vi por primera vez en la plataforma 9 y ¾, supe que serías igualito a tu padre: un criminal. No obstante, nunca hubiera imaginado que conseguirías convertirte en el mejor amigo de mi sobrino y meterte en la cama de mi hija. Crucio.

Scorpius trató con fuerza de no gritar, y lo consiguió durante algunos segundos.

-Malfoy -dijo Ron cuando paró momentáneamente de torturarlo-, quiero que comprendas que la ley me ampara en lo que estoy haciéndote. Estás protegiendo con tu silencio a un mago oscuro, lo que significa que eres su cómplice, lo que significa que la nueva legislación que la ministra ha introducido me permite utilizar Maldiciones Imperdonables contigo. Yo soy el jefe de la División de Aurores, y tú no eres nadie. Es inútil resistirte.

-¡Vete a la mierda, Weasley! -exclamó Scorpius desafiantemente, decidido a no delatar a su amigo.

-Respuesta equivocada -gruñó Ron-. ¡Crucio!

A Scorpius ya no le importaba gritar de dolor. No iba a entregarle a Albus a ese hijo de puta del padre de su novia. Podía torturarlo todo lo que quisiera, él no cedería.

-¡MALFOY, HABLA DE UNA MALDITA VEZ! -rugió Ron- ¡¿Qué crees, que Potter va a ser el nuevo Señor de las Tinieblas y tú serás su mano derecha?! ¡¿Vas a ocupar el mismo rol en el glorioso ejército de mi sobrino que su abuelito Lucius ocupó en el de Ryddle?! ¡Pues yo te digo que Potter tiene dos destinos: Azkaban o la tumba! ¡Voy a matarlo, Malfoy, y no hay nada que puedas hacer para evitarlo!

-¡Él te matará a ti, Ronnie! -dijo Scorpius, mirándolo con odio- ¡Vas a sangrar como un cerdo cuando él sepa lo que me hiciste! ¡VAS A MORIR GRITANDO!

-¡NO! -bramó Ron, con idéntico odio- ¡TÚ MORIRÁS GRITANDO SI NO ME DICES AHORA MISMO DÓNDE ESTÁ!

-Basta, Weasley -dijo una fría voz. Ron y Scorpius giraron la cabeza y vieron emerger de entre las sombras que habían invadido la sala al caer el sol a John Dawlish. Scorpius lo miró suplicante, con la esperanza de que viniera a ayudarlo, pero los ojos del Auror eran más fríos que un iceberg. No había nada de compasión en él.

-¡No te metas en esto, Dawlish! -dijo Ron- ¡Esto es entre Malfoy y yo, y si piensas que me detendré porque me lo pidas, estás muy equivocado!

-No me importa lo que le hagas al mocoso -replicó Dawlish con hastío-. Pero si vas a sacarle información, te conviene usar métodos más refinados que la simple tortura. La combinación de Veritaserum con tortura es más eficiente -dijo, sacando de su bolsillo un frasquito.

-¡No quiero perder el tiempo!

-Pues eso es exactamente lo que estás haciendo con tus Cruciatus, Weasley -dijo Dawlish-. Hazlo a mi manera y obtendrás mejores resultados.

De mala gana, Ron asintió con la cabeza y Dawlish se inclinó sobre Scorpius, destapando la botella.

-Abre la boca.

Scorpius mantuvo los labios firmemente cerrados, clavando sus ojos grises en los de Dawlish. El vicejefe de los Aurores no se inmutó.

–Imperio.

Scorpius también tenía muchas experiencias con la maldición Imperius, pero la falta de práctica lo había dejado menos preparado. Las torturas a las que había sido sometido no hicieron más que facilitar la tarea de Dawlish de doblegarlo, pues la sensación de bienestar y abandono fue más intensa después del dolor de las Cruciatus que en circunstancias normales. Así que Scor entreabrió los labios y Dawlish aprovechó para echarle las tres gotas de poción que hacían falta.

***

-Un muchachito valiente, pero un muchachito al fin y al cabo -comentó Dawlish cuando Scorpius terminó de dar su extensa declaración. Todo había salido tal y como Dawlish lo había predicho: la poción Veritaserum sumada a la presión de la maldición Cruciatus había terminado por quebrar a Scorpius, que ahora estaba tendido boca arriba en el suelo de la biblioteca, con los ojos y mejillas empapados de lágrimas de derrota-. Bueno, iré al Ministerio a reunir un equipo de Aurores. Si lo que dijo Malfoy es cierto, entonces tenemos tiempo de emboscar a Potter y Rosier en Sha-Mat. Y siendo un lugar cerrado, no podrán escapar como en el cementerio. Quédate aquí vigilando a este imbécil hasta que mande a alguien del Ministerio a buscarlo -añadió, señalando con el dedo a Scorpius-. Pronto compartirá una celda con sus amiguitos…

-Te agradezco tu ayuda, Dawlish -dijo Ron, apuntándole con su varita. El Auror, por primera vez en el día, se sorprendió-. Pero no puedo dejar que otros Aurores se involucren en esto. Potter y su puta no saldrán vivos de ese café. ¡Desmaius!

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