La confesión

-¡Alto! ¡Aléjate de él, Malfoy! -gritó pocos segundos después el Auror Cochrane, entrando al café con la varita en alto. Cinco Aurores más entraron detrás de él.

-Cálmate, Cochrane -dijo Draco fríamente-. Weasley sigue vivo, pero muy débil. Llévenlo a San Mungo.

-¿Quién le hizo esto? -bramó el Auror, mirando el charco de sangre.

-Pues ellos, tonto -dijo Draco, apuntando a los caídos Albus y Valerie.

-¡Potter y Rosier! ¿El jefe los capturó?

-Yo los capturé -lo corrigió Draco con hastío-. Llegué justo a tiempo y los ataqué por sorpresa.

-¿Dónde lo cortaron? -preguntó otro Auror- Solamente veo una herida en el hombro y no puede haber sangrado tanto por ahí.

-En el cuello, con un Sectumsempra.

-¿Y usted pudo cerrar la herida? Dicen que es muy difícil -preguntó el Auror, mirándolo con una mezcla de desconfianza y admiración.

-Utilicé… sí, la cerré yo -dijo Draco. Había estado a punto de decir «Utilicé lágrimas de fénix», pero luego decidió cambiar de versión, pensando que si les hablaba de la aparición de Fawkes (aparición que ni él mismo podía explicarse) no serían capaces de creerlo y sospecharían aún más de él. Eventualmente algún experto en maleficios oscuros se preguntaría por qué no había cicatriz en el cuello de Ron y tendría que decirles la verdad, pero hasta entonces se atendría a eso.

-¿Cómo supo que el Auror Weasley, Valerie Rosier y Albus Potter estarían aquí? -dijo Cochrane.

-No voy a decir nada más por ahora -dijo Draco, lanzándoles una mirada gélida-. Me parece que su trabajo ahora es encargarse de darle atención médica a su jefe y poner bajo custodia a los dos fugitivos, en vez de interrogar al hombre que salvó la vida de uno y logró reducir a los otros. Estoy dispuesto a que ser sometido a un interrogatorio formal más tarde -concluyó, dando media vuelta y dirigiéndose a la puerta del café sin que nadie atinase a detenerlo. Una vez fuera del local y de los efectos del hechizo anti-Aparición que había colocado Ron, Draco se Desapareció.

***

Hermione fue la primera en llegar a San Mungo. En sus ojos cualquiera podía advertir el terror absoluto que la embargaba ante la posibilidad de perder a su marido, además de a su hijo. Parecía haber adelgazado bastante en el tiempo que había transcurrido desde la muerte de Hugo. Rose vino junto a ella, pero su aspecto era menos penoso debido quizá a la juventud.

-¿Dónde está? -preguntó apenas vio a alguien vestido de blanco, sin importarle cuál fuera su rango.

-¿El Auror Weasley? Habitación 815, cuarta planta, señora -dijo el Sanador, que no tuvo problemas en reconocer a la funcionaria.

Sin agradecerle, Hermione y Rose se encaminaron a la habitación donde tenían a su esposo y padre. Atravesaron un corto pasillo y entraron al ascensor. Cuando éste las transportó al cuarto piso, madre e hija salieron y cruzaron un pasillo mucho más largo, iluminado por burbujas de cristal. Podían escucharse algunos gritos y gemidos saliendo de las puertas entreabiertas, pero las que estaban cerradas no dejaban salir sonido alguno.

La puerta de la habitación 815 estaba cerrada. A su lado había una silla, en la cual estaba sentado David Brading, un Auror a quien Hermione conocía del Ministerio. Brading le recordaba un poco a Kingsley Shacklebolt, por esa calma imperturbable que transmitía, aunque era blanco y unos cuantos años más joven que el difunto ministro de la Magia.

-¿David, está…? -preguntó Hermione, desesperada.

-Durmiendo -respondió Brading, sonriendo tranquilizadoramente-. Perdió mucha sangre, y han tenido que darle litros de poción reabastecedora, pero pronto estará totalmente repuesto. No obstante, tiene una herida en el hombro bastante extraña. Los Sanadores jamás han tratado algo así en un mago. No parece ser mortal, y de hecho los Sanadores han conseguido cerrarla perfectamente, pero no comprenden qué clase de hechizo puede clavarle un trocito de metal a alguien…

-¿Un trocito de metal?

-Sí, es algo muy extraño. Me lo mostraron, es cilíndrico y con una punta no muy afilada, y con números en el otro extremo. Jamás vi algo así en mi carrera.

Rose y Hermione se miraron, incrédulas.

-Pues parece que nunca ha visto armas muggle, señor Brading -dijo Rose-. Eso que le «clavaron» a mi padre en el hombro es una bala.

-¿Quién se lo hizo? -preguntó Hermione- Solamente llegué a entender que mi marido había sido gravemente herido en un enfrentamiento y que estaba internado aquí en San Mungo.

-Albus Potter, señora. O quizá Valerie Rosier, pues estaba con ellos.

-¿Los han capturado? -dijo Hermione a continuación, no muy sorprendida por la revelación.
-Sí, señora.

-¿Fue Ron o…?

-Fue Draco Malfoy. Lamentablemente no pudo llegar a tiempo para salvar a los muggles.

-¿Qué muggles?

-Había tres muggles muertos en el lugar donde encontraron a su marido. Dos varones y una mujer. Potter y Rosier los mataron.

Afligida, Hermione se cubrió la boca con la mano para ahogar un grito. Rose se recostó contra la pared, meneando la cabeza.

-¿Cuánto más? -dijo Hermione, sin dirigirse a nadie en particular- ¿Cuántos inocentes van a seguir muriendo?

-Ninguno, señora, se lo prometo -dijo Brading-. Potter y Rosier han sido capturados, y pronto serán juzgados por sus crímenes y enviados a Azkaban. Lo más probable es que también les den el Beso del Dementor; al fin y al cabo, han asesinado a cuatro personas e intentado asesinar a una quinta, y eso sin mencionar el secuestro de la ministra.

-Eso espero. Espero que los condenen a la pena más dura -dijo Hermione con dureza.

-Nadie merece el Beso del Dementor, mamá -protestó Rose-. Jamás debieron traer a esas… esas cosas de vuelta aquí.

-¿Te atreves a defender a los asesinos de tu hermano? -dijo Hermione.

-Por supuesto que no. Solo digo que nadie debería recibir el Beso, ni siquiera en castigo por los crímenes más atroces como el de Hugo. Azkaban es un castigo suficientemente severo.

-¡Pero Azkaban no es inexpugnable! ¡Potter y Rosier seguirán siendo una amenaza mientras sean capaces de volver! -exclamó Hermione.

-Mamá…

-Disculpen -intervino Brading-. Parece que el Sanador Anderson necesita pasar.

Rose y Hermione se volvieron hacia él, igualmente sorprendidas, y luego giraron la cabeza hacia donde estaba el Sanador, cuya entrada a la habitación 815 estaban bloqueando. Anderson les sonrió tímidamente.

-Buenos días, señora Weasley -dijo, saludándola con una inclinación de cabeza-. Señorita -añadió, con otra inclinación-. Necesito darle al Auror Weasley otra dosis de poción reabastecedora de sangre, si me lo permiten…

Las dos mujeres se corrieron para dejarle pasar, olvidando por el momento sus diferencias al recordar la situación de Ron. Las luces de la habitación 815 estaban apagadas, por lo que no pudieron ver más que una de las patas de la cama antes de que Anderson cerrase la puerta. Pasaron algunos minutos, que a Rose y Hermione le parecieron horas, hasta que la puerta volvió a abrirse. Anderson les sonrió nuevamente.

-El Auror está bien. Solo queremos tenerlo en observación por el resto del día.

-¿Por qué? -preguntó Hermione.

-No sabemos qué efecto podría tener el hechizo con el que lo lastimaron en el hombro.

-No fue un hechizo, Perry -señaló Brading pacientemente-. La señora Weasley y su hija dicen que es el resultado de un arma muggle.

-Una pistola -añadió Rose-. No tiene ningún efecto más allá de la herida física que deja. No suele haber veneno en la bala. El daño se produce por la enorme velocidad en la que es lanzada.

-Fascinante -dijo Anderson-. Tendré que investigar un poco las armas muggles. Pero bueno, si es verdad lo que dicen, entonces dentro de una hora el Auror Weasley podrá irse a su casa. A propósito, señora Weasley, su esposo quiere hablar con usted a solas.

-¿Por qué?

-No me lo dijo -se disculpó Anderson-. Ahora, si no necesitan algo más, necesito ir a ver a otro paciente. Adiós, señoras. Adiós, Dave.

-¿Qué querrá papá?

-No lo sé, hija, pero no lo averiguaremos quedándonos paradas en este pasillo. Espérame aquí -dijo Hermione. Sin esperar a que Rose dijese nada más, Hermione ingresó a la habitación.

***

Rose hubiera deseado que las puertas de las habitaciones del hospital de San Mungo no tuvieran hechizos silenciadores. Es cierto que habría tenido que escuchar los terribles sonidos que producían algunos pacientes del hospital, pero al menos habría podido escuchar la conversación de sus padres. En la presente situación, se veía obligada a esperar junto con David Brading, un hombre que, si bien le parecía agradable, era prácticamente un desconocido para ella.

Nunca supo exactamente cuánto tiempo pasó Hermione en la habitación con su esposo. Solo supo que el momento de su intempestiva salida coincidió con el de la llegada de sus abuelos y sus tíos Bill, George y Percy a la puerta de la habitación.

-Rosie, ¿tú padre está ahí dentro…? -alcanzó a preguntar Molly antes de que la puerta del cuarto de Ron se abriese de golpe. La Hermione que salió tenía un aspecto muy diferente al de la que entró. En vez de cansada e intrigada, Hermione Weasley estaba furiosa. Rose siempre había considerado exagerado decir que los ojos de una persona enojada «lanzaban chispas», pero un vistazo a los de su madre la convenció de que la metáfora era perfecta, al menos en ese caso.

-Vámonos, Rose -ordenó Hermione, y la chica obedeció sin chistar, no queriendo ser el blanco de la cólera de su madre.

-Hermione, ¿qué sucede? -dijo Molly, demasiado preocupada por su hijo como para advertir que su nuera se había convertido en la personificación de un tifón.

-¡PREGÚNTASELO A ÉL! -rugió Hermione, señalando con el dedo hacia el interior de la habitación 815 y caminando en dirección al ascensor- ¡NO DEJARÉ QUE ESE HOMBRE VUELVA A PISAR MI CASA OTRA VEZ! ¡ALÓJALO TÚ EN LA MADRIGUERA, MOLLY!

[NOTA: Los nombres del Auror que asignan para custodiar a Ron y el Sanador que ponen para tratarlo por sus heridas los saqué del Instituto donde estudio. David Brading es un especialista en historia de México durante la etapa colonial, y Perry Anderson es un especialista en Edad Media. Las dos materias 100% históricas que tengo me han dado textos de Anderson y Brading. En cuanto a la habitación 815, es un guiño no muy sutil a los seguidores de Lost que leen este fanfic. El viernes a la noche vi el último capítulo de la cuarta temporada y me gustó mucho (pese a que lamento mucho lo que le pasó a Jeremy Bentham).]

Ir al siguiente capítulo