Despertares

2024

-Despierta de una puta vez, Potter -dijo el Auror Wickham, dándole una bofetada en la mejilla que le dejó una marca roja.

2012

-Es hora de levantarse, Alby. Llegarás tarde a la escuela -dijo Ginny Potter, corriendo sus sábanas y sacudiéndolo con suavidad.

20…

–At last my love has come along… -cantó la bella voz de Ella Fitzgerald.

2024

A Albus no le irritaban tanto los golpes de Christopher Wickham (al fin y al cabo, en comparación con las agresiones que había sufrido a manos de Rupert Purvis, las del Auror eran como el beso de una mariposa), como el hecho de que lo hubiera despertado sin necesidad. Su juicio estaba programado para dentro de una semana o algo así y todavía no era hora de almorzar, de modo que no tenían por qué despertarlo.

La prisión en donde lo tenían detenidos a él y a Valerie no era Azkaban. Las leyes dictadas por Kingsley Shacklebolt prohibían expresamente que cualquier mago o bruja fuese enviado a Azkaban sin antes ser condenado por los delitos de los que se lo acusaba. No obstante, existía la posibilidad de dictarles prisión preventiva, y para eso Kingsley había hecho construir una pequeña cárcel de encausados en Londres, no muy lejos del Ministerio. La fachada de la cárcel era una vieja zapatería que parecía haber cerrado en los años ’50 o ’60 del siglo XX. Pero en su interior había un pasillo con cuatro pesadísimas puertas de hierro a cada lado, iluminado por burbujas similares a las que había en San Mungo pero que arrojaban una luz mucho más fría. Solamente había tres circunstancias en que los prisioneros podían salir de sus celdas: en caso de que tuvieran que ir al baño, en caso de que fuesen liberados por orden del Ministerio o en el día de su juicio. No había ventanas en las celdas ni en el baño y no se les permitía salir al aire libre jamás. La única diferencia entre la situación de quienes estaban allí y quienes estaban en Azkaban era que en el interior de las celdas había un catre en vez de un montón de paja y que no había Dementores.

Albus era capaz de soportar todo, salvo el hecho de saber que Valerie estaba a pocos metros, encerrada en una celda igual a la suya, e incapaz de comunicarse. En su primera salida al baño había pasado por la puerta de la celda IV y había aprovechado la oportunidad para tratar de hablarle, levantando mucho la voz. El único resultado fue que Wickham le dio una brutal patada en las nalgas y lo arrastró de vuelta a su celda, rehusándose a permitirle ir al baño hasta que terminó su turno. Ningún sonido salió de la celda IV.

2012

Una vez que Ginny se hubo asegurado de que su segundo hijo estaba totalmente despierto, abandonó la habitación para dejarlo cambiarse. Albus salió de la cama, sacó del armario el uniforme de la escuela (un atuendo cuyos colores le parecían detestables), se lo puso bajo el brazo y se dirigió al baño.

Frotándose los ojos, el niño trató de no hacer ruido. Sabía que su hermano James estaba adentro y que si se daba cuenta de que él estaba afuera esperando para entrar, tardaría mucho más tiempo solo para irritarlo. Albus era paciente, y sintió un poco de satisfacción al ver la desilusión de James al salir del baño y ver que había perdido la oportunidad de molestar a su hermano. Una vez adentro, se cepilló los dientes, se peinó -actividad que le resultaba mucho más fácil que a su padre-, se quitó el pijama y se puso el uniforme del colegio.

Una vez que estuvo listo, bajó a la cocina y se sentó junto a su hermano a desayunar, pensando envidiosamente en cómo su hermana menor Lily podía dormir si se le antojaba hasta el mediodía por ser demasiado joven para ir a la escuela. James le hacía muecas burlonas cada vez que su madre no los veía, y Albus se las devolvía con poco entusiasmo. Inevitablemente Ginny los atrapó y les ordenó dejar de hacer tonterías y terminarse el desayuno.

Albus y James se pusieron las mochilas y salieron a la puerta acompañados por su madre, quien estuvo con ellos hasta que el autobús escolar llegó para llevarlos a la escuela. La señora Potter los despidió a ambos con un beso, a pesar de que James insistía en que, a sus ocho años, era «demasiado mayor para esas cosas». Al subir al vehículo, los hermanos no tardaron en separarse. James se sentó junto al numeroso grupo de amigos que había formado en sus dos años de escolaridad, y Albus se sentó solo, al fondo del autobús, mirando distraídamente por la ventanilla. Pronto pasarían por casa de Annie.

20…

–My lonely days are over / and life is like a song…

A Albus le costó salir de la cama. En rigor, le costó mucho abrir los ojos, a pesar de que la dulce música siempre lo estimulaba por las mañanas. Había bebido más de la cuenta la noche anterior, aunque no tanto como para no lograr una erección. «Aunque», pensó Albus mientras miraba a la chica que seguía durmiendo a su lado, «no habría hecho una gran diferencia. El viejo adentro-afuera, parafraseando a Alex De Large».

El joven salió de la cama y se metió en el baño, cerrando la puerta detrás de sí y mirándose al espejo. Estaba más flaco y más pálido que antes; tenía el cabello tan desordenado como el de su padre y necesitaba una buena afeitada. No eran tanto las privaciones lo que lo habían dejado así, sino su propia negligencia. Se alimentaba mal y pasaba demasiado tiempo encerrado. Pero sus ojos… cualquiera que mirase esos ojos sabía que su incipiente deterioro físico no hacía menguar en nada su poder. Seguía siendo el mago más poderoso. A excepción de su padre, por supuesto.

-No por mucho tiempo, amigos y vecinos -dijo, dirigiéndose a su reflejo-. Voy a capturar a ese ratoncito errante y voy a enseñarle a portarse bien. Pero antes…

Dado que él ya estaba desnudo, se limitó a abrir la llave de la ducha y pararse debajo del agua cuando estuvo lo bastante caliente. Estuvo inmóvil durante unos minutos, dejando que el agua recorriese su cuerpo, y finalmente empezó a limpiarse con un jabón. Se lavó el cabello y al salir, se sintió con más fuerzas.

Albus se paró de nuevo frente al espejo decidido a mejorar un poco el aspecto de su cabellera, pero apenas llegó a peinarse el cabello hacia atrás cuando la puerta del baño se abrió. La chica estaba recostada sobre el alfeizar de la puerta, sonriéndole en una muda invitación a volver a la cama. No tenía mucho más de dieciséis años, pero esa mirada en sus ojos era mucho más vieja, como si fuese una prostituta de cuarenta y cinco.

-¿Quién dijo que podías entrar? -dijo Albus fríamente, viéndola por el espejo.

-Pensé que… después de lo de anoche… -dijo ella.

-¿Qué crees, que te has convertido en la nueva maîtresse-en-titre? Tienes un culo precioso, como pude comprobar… en carne propia anoche, pero no hay nada de valor entre tus orejas, querida. Lárgate. Ya mismo.

Por los ojos de la chica pasó un breve destello de ira, pero lo reprimió al recordar con quién estaba hablando. Asustada, recogió sus ropas del piso y salió de la habitación sin perder tiempo. Albus esbozó una sonrisa, terminó de peinarse y abrió la canilla. Mientras esperaba que el agua estuviera lo suficientemente caliente como para afeitarse, el chico abrió su botella de whisky de fuego y se sirvió un trago. Eran las siete y diez de la mañana y todavía le esperaban muchas cosas que hacer antes de ir a Hogwarts.

[NOTA: El dibujo de la prisión de encausados lo hice yo mismo, con el Paint de mi computadora. No es una obra de arte, pero queda bastante claro el diseño de la prisión. El que adivine en qué prisión ficticia me basé, recibe como premio la respuesta a una pregunta sobre el fanfic. Les doy una pista: Stephen King.]

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