La ministra y los prisioneros

(Albus y Valerie son traídos por los Aurores a la sala del tribunal, un lugar enorme y, en el momento de la escena, vacío a excepción de Chris Wickham. Los Aurores los sientan en dos sillas ubicadas en el centro de la estancia, y las cadenas que cuelgan a los costados cobran vida y los sujetan. El jefe de los Aurores, Dawlish, se dirige a sus hombres)

JOHN DAWLISH: De acuerdo, ahora que los prisioneros están reducidos, haremos pasar al resto de la gente. Primero que entren los jueces del Wizengamot, luego el público, y…

(Se abre la puerta y entra la ministra Servilia Crouch. Usa un trajecito sastre muggle negro, zapatos del mismo color y un bello collar de perlas. Crouch camina resueltamente hacia los Aurores)

SERVILIA CROUCH: Necesito hablar con el señor Potter y la señorita Rosier. A solas.

(Los Aurores -incluso Wickham- obedientemente salen de la sala, pero Dawlish se queda quieto. Crouch lo mira inquisitivamente, como pidiéndole una explicación. Dawlish se le acerca y comienza a hablarle en voz baja).

DAWLISH: Ministra, no creo que sea… prudente que la deje sola con los acusados.

CROUCH: Yo he recibido entrenamiento de Auror y estos chicos no. Yo tengo mi varita y ellos no. Ellos están encadenados a sus sillas y yo no. Yo tengo a media docena de Aurores afuera de la sala, listos para entrar si hay algún inconveniente, y ellos no. Y por último, yo soy la ministra de la Magia y tú no. Déjame sola con ellos.

DAWLISH: Señora Crouch…

CROUCH (exasperada): Escúchame bien, Dawlish: puede que dentro de cuatro años, cuando termine mi mandato, te vaya a dar mi apoyo como candidato a sucederme, pero eso no significa que hasta que eso pase yo vaya a compartir el poder contigo. Esto no es una corregencia. Ahora lárgate.

DAWLISH (con desprecio, como escupiendo las palabras): Como usted desee, ministra.

(Dawlish se va y cierra la puerta detrás de él. Crouch lo observa salir, y luego se da vuelta y se acerca a Albus y Valerie)

CROUCH: Buenos días, señorita Rosier. Buenos días, señor Potter.

ALBUS POTTER: Buenos días, ministra. Ese traje muggle le queda muy bien. Mucho mejor que las túnicas que suele usar.

CROUCH: Gracias, señor Potter. Vengo de una reunión con el primer ministro muggle y no he tenido tiempo de cambiarme.

VALERIE ROSIER: ¿Así que estamos a punto de ser juzgados por el Wizengamot en pleno? Me siento halagada.

CROUCH: Bueno, señorita Rosier, sus crímenes son atroces y ameritan tal tratamiento. El asesinato de Hugo Weasley, el intento de asesinato de Ron Weasley…

ALBUS: Un momento, un momento. ¿Mi tío todavía no les dijo lo que pasó realmente en Sha-Mat?

CROUCH: No estamos aquí para hablar de lo que pueda haber dicho o no el Auror Weasley.

ALBUS: ¿Entonces para qué estamos aquí, ministra?

CROUCH: Para hablar del futuro. El suyo, el de la señorita Rosier y el mío propio.

VALERIE: La sola idea de compartir un futuro contigo, Crouch, me revuelve el estómago.

CROUCH: Estamos muy vinculados nosotros tres, señorita Rosier, le guste o no. Aunque no lo crean, yo siento mucha pena y compasión por ustedes. La idea de que dos jovenes tan prometedores sean sometidos al Beso del Dementor no me agrada. Estoy dispuesta a condenarlos al Beso, pero no deseo hacerlo.

VALERIE: ¿Nos vas a «perdonar» entonces, Crouch?

CROUCH: Claro que no. Les voy a ofrecer un acuerdo.

VALERIE: ¿Qué clase de acuerdo?

CROUCH: Confiesen sus crímenes, y convenceré al Wizengamot de condenarlos a solamente quince o veinte años en Azkaban.

ALBUS (con ironía): ¡Qué generosa, ministra! ¿En vez de perder el alma por unos crímenes que no cometimos, «solamente» tendremos que estar veinte años en la peor prisión del mundo?

CROUCH: Cuando uno compara un destino con el otro, es inevitable preferir el segundo. Cuando salgan de Azkaban, ustedes tendrán menos de cuarenta años. Podrán reemprender sus vidas -en el exilio, claro-, casarse, tener hijos… Podrán dejar todo esto atrás.

ALBUS: Y usted también…

CROUCH (pasando por alto el comentario de Albus): Escuchen, desde que fueron capturados por Draco Malfoy ustedes han pasado a depender de mí. Yo decido sus destinos. Pero esta oferta que les estoy haciendo es la posibilidad de tomar una decisión por su cuenta. Todo lo demás está fuera de su control. El Beso del Dementor o veinte años en Azkaban. ¿Qué elijen?

ALBUS (con un tono más firme): Prefiero el Beso antes de quedar en la Historia como el asesino de mi propio primo, ministra.

VALERIE: Y yo lo prefiero antes que aceptar cualquier cosa tuya, Crouch.

CROUCH: Lamento oirlos decir eso. Realmente lo lamento. Demasiadas vidas han sido arruinadas por este asunto tan desagradable.

VALERIE: ¿»Este asunto tan desagradable», Crouch? ¿Así llamas tú al hecho de que asesinaste a tres personas y ahora nos entregarás a los Dementores para ocultarlo? Eres patética.

CROUCH (perdiendo los estribos): ¿Tú, que has aceptado convertirte en un vegetal y pasarte el resto de tu vida usando pañales y siendo alimentada en la boca como un bebé, me llamas a mí patética, Rosier? ¡Eres la chica más estúpida y arrogante que he visto en mi vida!

(Crouch, Valerie y Albus guardan silencio por unos instantes, como si se diesen cuenta de que las palabras pronunciadas por la ministra son más significativas y reveladoras de lo que ella deseaba)

ALBUS: Usted misma le tiene miedo al Beso, ¿no es cierto, ministra? ¿Ese es su peor temor? ¿Que los Dementores le devoren su alma?

CROUCH (amenazante): Cállate, Potter.

ALBUS (burlón): ¡La gran Servilia Anna Crouch, ministra de la Magia, le teme a los Dementores que ella misma hizo traer de vuelta a Azkaban! ¡Ahora sí lo he visto todo! ¡Apuesto a que temes terminar como tu sobrino, el Mortífago!

CROUCH (nuevamente furiosa): ¡Cállate! ¡Crucio!

(Albus se sacude en su silla, pero no grita. Crouch sostiene la maldición durante un rato, y luego lo libera)

ALBUS (jadeante): Veo que he encontrado un arma contra usted, ministra. Y le aseguro que la usaré.

CROUCH: Dentro de menos de tres horas, recibirás el Beso y pasarás a ser menos que nada. Un cadáver ambulante. Un saco de carne. Y desaparecerás para siempre.

(Crouch les da la espalda y comienza a caminar hacia la puerta)

ALBUS (alzando la voz, para que la ministra lo escuche antes de irse): ¿Eso cree, ministra? ¿Cree que esto terminará así de fácil? ¿Qué dentro de unas horas nos enviará a Azkaban, pondrá un último documento en nuestro expediente, lo colocará en su archivero y cerrará con eso nuestro caso? Esto no ha hecho más que empezar. ¡Dentro de poco, usted estará aquí sentada y nosotros estaremos ahí de pie! ¡Se lo prometo!

(Crouch cierra la puerta. Albus se dirige a Valerie)

ALBUS: ¿Estás preparada para lo que nos espera, amor?

VALERIE: Por supuesto. ¿Y tú?

ALBUS: Sí. No quiero recibir el Beso, pero si no puedo evitarlo entonces lo haré sin dejar que Crouch y sus perros crean que estoy asustado.

VALERIE: ¿Así que este es el final?

ALBUS: Podría haber sido peor. Al menos estaremos juntos.

VALERIE: ¿Acaso no tienes miedo?

ALBUS: ¿A que los Dementores se coman mi alma? No lo creo. Quizá porque siempre ha sido tuya.

[NOTA: No, no me volví loco todavía. Tan solo me pareció más entretenido presentar la charla entre Servilia Crouch, Valerie y Albus como un diálogo teatral. El próximo capítulo será narrado en forma más convencional.]

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