Una condena apresurada

[NOTA 1: Me alegra poder decirles que aprobé mi último examen ayer con un 9. Tuve que estar todo el fin de semana encerrado leyendo sobre Adam Smith, David Ricardo, Karl Marx y -el peor de todos- William Petty, y al final solamente me preguntaron sobre Ricardo. Pero de todos modos logré mi objetivo de rendir ocho de las diez materias de segundo año en diciembre, así que estoy más que satisfecho.

NOTA 2: La canción la elegí porque su ritmo combina bien con la última parte del capítulo. Es una lástima que Blur haya fracasado; la última canción que grabaron juntos es de hace cinco años.]

El público entró en la sala lentamente, en grupos pequeños de no más de diez personas. Al ingresar, los magos y brujas solo podían ver las espaldas de Albus y Valerie, pues ellos estaban sentados frente al estrado de los integrantes del Wizengamot y no podían volverse para ver la puerta ni a los que pasaban por ella. El acceso a las gradas asignadas para los espectadores del juicio también estaba fuera de su campo de visión. Solo a medida que las gradas comenzaron a llenarse, los dos adolescentes pudieron ver los magos y brujas que habían venido a presenciar su condena. Albus detectó algunas caras conocidas en la creciente multitud pero se rehusó a mirarlos a los ojos, prefiriendo concentrarse en el grupo en general, cuya actitud oscilaba entre la tristeza, el desprecio o la rabia mal contenida.

-¡Deténganlo, no dejen que se…! -gritó de repente la voz de Dawlish a sus espaldas, y antes de comprender qué pasaba se encontró frente a nada más y nada menos que su primo Louis Weasley, a quien creía en Francia. El chico lo miró con odio y repugnancia y le escupió el rostro, pero antes de que pudiera hacer algo más Cochrane y Dobb lo sujetaron y se lo llevaron a rastras. Albus escuchó a su primo discutir a los gritos con los Aurores, pero el ruido de las voces de la multitud le impidió oír las palabras.

«Cuando haya matado a Wickham, mi primito Louis será el siguiente…», pensó, y sonrió amenazadoramente cuando lo vio sentarse en una de las gradas del fondo. Evidentemente los Aurores le habían perdonado su estallido de cólera y le habían permitido quedarse. Pero Albus no se lo perdonaría. El joven giró la cabeza y miró a Valerie, que si bien había empalidecido un poco conservaba la entereza. Pero antes de poder hacerle algún gesto de complicidad y consuelo, oyó que las pesadas puertas se cerraban detrás suyo. Poco después una puerta más pequeña se abrió y por ella fueron ingresando los jueces del Wizengamot, que se fueron sentando en el estrado. La última en aparecer fue Servilia Crouch, que se había cambiado su traje muggle por una túnica ceremonial. De inmediato el público dejó de cuchichear y empezó a aplaudirla con entusiasmo. Crouch adoptó una actitud que, a los ojos de Albus (que no por odiar a la ministra dejaba de respetar su talento político), fue más que apropiada: ni muy orgullosa ni muy humilde. Tras agradecer con una inclinación de cabeza los aplausos, desenrolló y pergamino y comenzó a leer:

-«Audiencia acusatoria del 28 de diciembre de 2024, por los delitos de homicidio de Hugo Weasley y de los muggles Bárbara Gunder Frank, Akbar Jatami y Stephen Stern…»

-¡¿QUÉ?! -rugió Albus desde su silla, haciendo que todos los presentes salvo Valerie y Crouch se sobresaltasen- ¡¿Muggles?! ¡¿También me acusan de matar a los tres muggles de Sha-Mat?! ¡Entiendo que trates de cargarnos tus delitos, Crouch, pero ¿qué necesidad hay de encubrir al cobarde de mi tío Ronnie?!

-¡Silencio! -gritó Dawlish- ¡El acusado no puede hablar hasta que comience el juicio y se le tome declaración!

-¡Oh, cállate, Dawlish! -gritó Albus con desdén- ¡Esto no es un juicio, es la parodia de un juicio! ¡TODOS SABEN QUE VAMOS A SER CONDENADOS!

-¡Claro que sí! -gritó Louis Weasley desde las gradas- ¡Tú y Rosier mataron a Hugo y a esos muggles! ¡ASESINOS! ¡ASESINOS!

La palabra comenzó a ser coreada por los demás magos y brujas, a quienes se les contagió la ira y la indignación de Louis. Albus los miró lanzando chispas por los ojos.

-¡GRITEN! ¡Sí, griten todo lo que quieran, ovejitas de mierda! ¡Aprovechen su oportunidad, porque dentro de poco todos estarán a mis pies! ¡TODOS USTEDES ME ADULARÁN Y ME OBEDECERÁN TANTO COMO AHORA LO HACEN CON ESA PUTA DE CROUCH! ¡VOY A PONERLOS DE RODILLAS!

-¡Basta! -gritó Crouch, y su voz fue tan potente que logró imponerse a la de Albus y a las del público; todos se quedaron callados- ¡Bajo estas condiciones, no hay garantías para que se realice el juicio, así que propongo que el Wizengamot vote de inmediato acerca de la culpabilidad del señor Potter y la señorita Rosier, y luego pasemos a decidir los detalles de la condena! He decidido introducir una innovación: cada integrante del tribunal deberá emitir su voto oralmente en vez de levantando la mano. Yo seré la primera -añadió, levantándose teatralmente de su silla-: culpables.

-Culpables -dijo el juez que estaba sentado al lado suyo.

-¡¿Acaso no seremos escuchados?! -gritó Albus, dominado por la cólera.

-Culpables -dijo un segundo juez, ignorando la exclamación de Albus.

-Culpables -dijo un tercer juez.

-Culpables -dijo un cuarto juez.

Así, los jueces del Wizengamot fueron votando, sin excepción, por la culpabilidad de Albus y Valerie. Cada «Culpables» era como un nuevo escupitajo sobre el rostro del chico, que sentía como el odio más puro iba creciendo en su interior. Miraba los rostros de los jueces, grabándolos en su memoria, decidido a hacerles pagar.

-¡TODOS MORIRÁN! -les gritó- ¡TODOS MORIRÁN POR ESTO! ¡LOS MATARÉ A TODOS!

De pronto, sintió como si un chispazo de energía se hubiese producido en su piel, haciendo que todos los pelos de su cuerpo se erizasen. Era como si el odio hubiera hecho eclosión y hubiera salido de su cuerpo en forma de magia.

Y Albus Potter fue liberado de las cadenas que lo sujetaban a la silla. Una sonrisa monstruosa se formó en sus labios.

El primero en reaccionar fue Dawlish, cuyos reflejos eran muy buenos y advirtió enseguida lo que había pasado con las cadenas de Albus. El jefe de los Aurores sacó su varita y la apuntó hacia el prisionero, pero Al fue mucho más veloz. Saltó de su silla y utilizó todas sus fuerzas para propinarle un puñetazo en la boca. El golpe fue tan feroz que le partió el labio y le rompió uno de sus incisivos; pero lo más importantes es que hizo que se le cayese la varita de la mano. Albus le dio un empujón y se precipitó hacia el suelo, buscando desesperadamente la varita de Dawlish. El miedo y la confusión reinaban en la sala y eso jugó a su favor pues los otros Aurores tardaron mucho en intervenir. Albus logró tomar la varita y lo primero que hizo fue Aturdir a Dawlish, que se disponía a devolverle el ataque para recuperar su arma.

Albus buscó con la mirada a Wickham, que finalmente había reaccionado y levantaba su varita para matar a Valerie.

-¡HEY, WICKHAM! ¿CÓMO ESTÁ TU HERMANO MUERTO? -rugió Albus. Wickham, furioso, giró hacia Albus dispuesto a matarlo por sus palabras, pero se encontró con que el muchacho había sido más veloz que él y un rayo verde se dirigía hacia él. El Auror trató de esquivar la maldición, pero fue demasiado lento y su cadáver pronto cayó al suelo con una ridícula expresión de sorpresa en los ojos.

-¡DETÉNGANLO! -gritó Crouch a los cuatro Aurores que se habían quedado parados como tontos- ¡Atúrdanlo, mátenlo, HAGAN ALGO, IDIOTAS!

Dobb, Cochrane, Marsten y Bakewell dispararon varios hechizos hacia Albus, pero lo hicieron con tan poco tino que los cuatro rayos chocaron entre sí y acabaron siendo disparados en cuatro direcciones diferentes. Uno impactó contra la pared, pero los otros tres lo hicieron sobre uno de los jueces y dos espectadores; por suerte, ninguno de los hechizos era letal, pero eso no disuadió al resto de los magos presentes de escapar de la sala a toda velocidad. Hubo corridas y apretujones mientras los magos y brujas pugnaban por llegar a la puerta.

-¡Relashio! -exclamó Albus, apuntando a Valerie con la varita. Enseguida las cadenas liberaron a su novia, que corrió hacia él manteniéndose agachada para esquivar cualquier otro hechizo.

-¡Expelliarmus! -gritó Albus, y la varita de Mary Hope Marsten salió volando de su manos. Albus la atajó y se la pasó a Valerie, y pronto la batalla pasó de cuatro contra uno a tres contra dos. Valerie consiguió paralizar a Cochrane, pero el Tarantallegra que él le había lanzado la alcanzó antes y cayó al suelo. Los otros dos Aurores creyeron que eso la había dejado fuera de combate, pero la chica no soltó su varita a pesar de que sus piernas se movían descontroladamente y Aturdió a Bakewell desde el suelo. Marsten había corrido hacia Cochrane y estaba tratando de sacarle la varita de entre los dedos (algo muy difícil, pues el Auror la estaba apretando con mucha fuerza cuando lo paralizaron) cuando Albus la Aturdió. Maurice Dobb intentó Desarmar a Al, pero el chico consiguió eludir el hechizo y le lanzó un Impedimenta. El joven Auror cayó hacia atrás y soltó su varita, que Albus puso fuera de su alcance convocándola con un Accio. Estaba a punto de Aturdir a Dobb cuando oyó la voz de Servilia Crouch gritar las palabras «Avada Kedavra» y se arrojó al suelo instintivamente. Albus sintió cómo la Maldición Asesina pasaba a centímetros de su cabeza y terminaba golpeando el suelo, muy cerca de donde estaba tirado Dobb, que acabó desmayándose por la impresión sin necesidad de ningún Desmaius.

-¡Avada Kedavra! -gritó de nuevo Crouch, y Albus rodó para esquivar la maldición. Conciente de que la ministra, desde la altura del estrado, gozaba de una gran ventaja para apuntarle con sus maldiciones, Albus se levantó y corrió hacia Valerie, que acababa de usar la varita de Marsten para poner fin al Tarantallegra de Cochrane. El chico tomó a su novia del brazo y los dos se lanzaron hacia las puertas, que estaban abiertas de par en par y por las que todavía escapaban algunos civiles rezagados.

-¡NO PERMITIRÉ QUE ESCAPEN DE NUEVO! -rugió Crouch, frustrada- ¡NO SALDRÁN DEL MINISTERIO VIVOS!

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