Toda la verdad

[NOTA 1: Quiero dedicarle este capítulo a Nurmengard//Gellert, que si no me equivoco cumple años el domingo, y a cualquier otr@ lector/a que esté cumpliendo años en estos días y de quien me pueda haber olvidado.

NOTA 2: También quiero agradecerle a Andrés S. por sugerirme esta canción para musicalizar el capítulo.]

Albus, Valerie y sus seis amigos se Aparecieron en el interior del pequeño departamento muggle que Al había comprado con los fondos producto de la Piedra Filosofal. El lugar tenía apenas dos ambientes -un comedor y un dormitorio, que era donde Al y su novia pasaban la mayor parte del tiempo cuando se alojaban allí-, un baño y una cocina. El comedor tenía una mesa redonda y unas cinco sillas, a las que Albus de inmediato le agregó tres más que hizo aparecer con su varita. Con un cortés gesto, el muchacho los invitó a sentarse alrededor de la mesa. Todos le hicieron caso, excepto Valerie.

-¿Qué ocurre, amor? -preguntó Albus, que todavía parecía un poco tenso a causa del enfrentamiento con su padre.

-¿Te molestaría si hablamos a solas un momento? -dijo Valerie.

-¿No puede esperar? -dijo Albus.

-No -dijo Valerie.

-De acuerdo. Discúlpennos -dijo Albus, abriendo la puerta del dormitorio y cediéndole el paso a su novia. Una vez que ambos estuvieron a solas y que Al colocó un Muffliato en la puerta, Valerie empezó a hablar.

-No entiendo. La verdad es que no lo entiendo… ¿Tienes idea del riesgo que corres al traerlos aquí? ¡Por Merlín, Albus, aquí guardamos dinero, varitas y las Pi…!

-Valerie, por favor, cállate… -dijo Albus.

-¡No! ¡No puedo permitir que arriesgues todo nuestro plan así! ¡Llévatelos de este lugar ahora mismo o…! -dijo Valerie.

Por toda respuesta, Albus la sujetó de los hombros y la sacudió brutalmente durante treinta o cuarenta segundos, pero no fue esto lo que hizo que Valerie decidiera obedecerlo y guardar silencio, sino la mirada que vio en los ojos de su novio.

-Me prometí a mí mismo que nunca volvería a golpearte, y deseo mantener esa promesa. Pero si vuelves a cuestionar alguna de mis decisiones, tendré que romperla -dijo Albus.

-Pero… -dijo Valerie.

-Sin peros -la interrumpió Albus fríamente-. Puede ser que haya accedido a hacer lo que tú quieres, pero eso no significa que vaya a permitir que me «uses», como le dijiste a mi padre.

-Albus, yo no… -dijo Valerie.

-No me importa por qué se lo dijiste -dijo Albus-. Sospecho que debes haber querido hacerlo enfadar para que te hiciera daño y luego yo me enfadara con él. No lo niegues, eres una Slytherin y eres perfectamente capaz de urdir planes así de rastreros. Pero yo también soy un Slytherin, y soy perfectamente capaz de descubrir planes como ese.

«Así que quiero dejar las cosas claras: tú no me manejas. Tú no me das órdenes. Yo doy las órdenes y tú las obedeces. Si te niegas a hacerlo, tendré que apartarte del plan. De mi plan, Valerie, no el nuestro.

-¿Mis propuestas no cuentan? -preguntó Valerie.

-Tus propuestas cuentan tanto como las de los otros seis -respondió Albus-. Pero el jefe soy yo, no tú. Quédate a mi lado, no me causes problemas y dentro de no mucho tiempo ganaremos y tú disfrutarás de parte de los beneficios de ser la novia del líder del mundo mágico. Pero si decides convertirte en un obstáculo, te enviaré lejos hasta que la guerra haya terminado. ¿Estamos de acuerdo?

Valerie entendió que Al hablaba en serio, y cedió.

-Está bien. Pero insisto en que quizá haya sido una imprudencia traer a tus amigos aquí -dijo Valerie en un tono más respetuoso.

-Mis amigos son de fiar -aseguró Albus-. Ahora lo sé, lo he comprobado con mis propios ojos. Y lo que voy a hacer a continuación es demostrarles que deposito toda mi confianza en ellos.

-¿Cómo vas a hacer eso? -dijo Valerie.

-Contándoles toda la verdad -dijo Albus-. Los Barfleur, la Piedra de la Resurrección, Sophie Beresford… Ellos van a enterarse de todo.

Sin atreverse a cuestionarlo nuevamente, Valerie asintió con la cabeza. Albus desactivó el Muffliato y juntos volvieron al comedor, donde sus amigos los esperaban ansiosos.

-Bien -dijo Albus mientras tomaba asiento-. Primero que nada, quiero darles las gracias por acompañarme. Todos ustedes hicieron algo muy valiente esta noche al seguirme. Y como creo que les dije antes, serán muy bien recompensados.

-Yo no lo hago por ninguna recompensa, Al -intervino Agamenón-. Quiero ver a Crouch pagar por sus crímenes, y estoy dispuesto a ayudarte, pero no quiero tener nada que ver con lo que venga después.

-No me sorprende, amigo -dijo Albus, sin alterarse-. Al fin y al cabo, eres un Gryffindor.

Sin saber si tomarse eso como un insulto o un elogio, Agamenón se limitó a sonreír.

-Antes de exponerles mi plan, creo que ustedes tienen derecho a saber algunas cosas -dijo Albus, mirando uno por uno los rostros de sus amigos-. Hoy se enteraron de que logré salvarme del juicio que mi tío organizó en mi contra cuando volví de Guinea Ecuatorial, y de que yo poseo la Piedra de la Resurrección. No obstante, todavía quedan muchos datos clave que no les he revelado.

«Sin embargo, ahora estamos a punto de embarcarnos en una aventura peligrosísima juntos. Ustedes me demostraron su confianza en mí cuando aceptaron venir conmigo. Ahora es el momento de que yo les demuestre mi confianza. Y por eso tengo intención de ponerlos al tanto de todos mis secretos.

***

El relato de Albus duró casi una hora, y fue interrumpido frecuentemente por las preguntas de sus amigos, que el chico respondió pacientemente. Él no utilizó eufemismos ni trató de justificarse en ningún momento. Lo único que omitió contarles fue la profecía de Sybill Trelawney. Pero fue absolutamente sincero acerca de los detalles de cómo consiguió gracias a Teddy Lupin la Piedra de la Resurrección; su viaje a Guinea Ecuatorial; su acuerdo con Emma Barfleur, sellado por un Juramento Inquebrantable; el robo de la magia de Rodrigo Barfleur; la forma en que incitó su asesinato y la destrucción de la aldea de Kirite, violando el Juramento sin quebrantarlo explícitamente; su soborno a Susan Bones; los asesinatos de Sophie Beresford y los otros tres miembros de su banda…

-¿Y cómo lograste engañar a la Veritaserum cuando tu padre y tus tíos te interrogaron? -preguntó Agamenón al llegar a ese punto- ¿Reemplazaste o contaminaste el contenido del frasco?

-No, dije la verdad -dijo Albus, sonriendo por primera vez desde que comenzó a relatar su historia.

-¿La verdad? ¿O sea que realmente tenías amnesia? -dijo Ash.

-Sí, pero era una amnesia autoinducida -replicó Albus-. Antes de ir a la Madriguera pasé por el número doce de Grimmauld Place e hice que mi elfo me llevase a la Cámara Secreta. Ahí, como creo sé que todos excepto Louis saben, hay un Pensadero…

-¿O sea que depositaste ahí tu recuerdo de cómo mataste a esos delincuentes y luego fuiste a la Madriguera? -dijo el aludido Louis.

-Exactamente -dijo Albus.

El relato de Albus continuó hasta llegar al momento en que hirió gravemente a su tío Ron en Sha-Mat. Si bien todos conocían los hechos, escucharlos de boca de Albus los hizo apreciarlos en toda su magnitud. Fue esta última revelación la que estuvo más cerca de escandalizar a sus amigos, pero poco a poco los chicos fueron rechazando su reacción inicial de repudio hacia el intento de Al de asesinar tan sádicamente a su tío con distintos argumentos. Sí, Albus se había excedido, pero tenía innumerables motivos para hacerlo. Ron Weasley acababa de asesinar a tres inocentes delante suyo y quería matarlo a él y a su novia. ¿Quién podía afirmar de todo corazón que en una situación como esa no habría hecho lo mismo?

Tras varios minutos de meditación, Livius empezó a escribir:

Al, creo que hablo en nombre de todos cuando te doy las gracias. Has sido franco frente a todos nosotros, y nos has permitido conocer una parte de ti que apenas habíamos entrevisto. Ahora sé creo que todos sabemos que clase de persona eres.

-¿Y qué clase de persona soy? -dijo Albus tras leer la nota.

-No eres perfecto -dijo Isaac-. No eres como… no eres absolutamente bueno. Pero… tienes bien claro lo que está bien y lo que está mal. Y me parece que todos respetamos eso.

-¿El hecho de que yo haya asesinado a cuatro personas personalmente, estimulado el asesinato de una quinta, a la que además le robé la magia, e intentado matar a mi tío no les importa? -preguntó Albus.

-A mí no -dijo Isaac lealmente-. Todos se lo merecían.

-Si hubieras dejado vivos a Beresford y sus cómplices, habrían intentado matarte -dijo Alcyone-. Por lo que tú contaste, Crouch les había prometido una fuerte suma de dinero para que lo hicieran. Si tú te escapabas, nunca habrían parado de perseguirte. Solo estabas defendiéndote.

-En cuanto a Barfleur -dijo Louis-, tú no ordenaste su asesinato. Los aldeanos lo lincharon por su cuenta, tú solamente expusiste en público sus crímenes… que por cierto eran horribles. Dudo que hayan necesitado demasiada persuasión.

Livius se había puesto a escribir después de escuchar la pregunta de Albus, y después de descartar varias frases, terminó escribiendo:

Lo cierto es que eres una víctima de las circunstancias, Al. Tú no buscaste que te robasen tus poderes, ni tampoco que te secuestrasen. Y tampoco quisiste que matasen a Hugo y te atribuyesen a ti la culpa. Tú hiciste lo que debías hacer para sobrevivir. En una situación brutal, una persona puede reaccionar aferrándose a sus principios o abandonándolos temporalmente y actuando de forma igualmente brutal. Tú elegiste lo segundo, y no creo que nadie en esta habitación tenga estatura moral como para repudiarte.

Las palabras de Livius, como en tantas otras ocasiones, fueron muy atinadas y sintetizaban adecuadamente los sentimientos de los demás. Albus sonrió, y Valerie, que estaba sentada a su lado, le apoyó la mano en el antebrazo delicadamente; su novio ni rechazó ni le devolvió el gesto, limitándose a mantener el brazo inmóvil mientras contemplaba a sus amigos.

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