Tres generaciones

[NOTA: Como este es el capítulo más largo que escribo en mucho tiempo (unas 3.650 palabras), voy a distinguirlo musicalizándolo con una de mis canciones preferidas.]

-¿Arrastrándote? -preguntó Scorpius.

-Claro, Scor -contestó Albus-. Me convertí en áspid y entré a los terrenos de la Mansión sin ser detectado. ¿Sabes? creo que demasiada gente ha subestimado lo riesgoso que es el hecho de que ahora convertirse en Animago sea más fácil. En tiempos de mi abuelo eso tomaba años y años de entrenamiento, pero ahora basta con saber preparar la poción (lo cual no es muy fácil que digamos, pero tampoco imposible) y estar mentalmente preparado para contactarse con el animal interior.

-Tuvimos mucha suerte de convertirnos en Animagos en el momento en que lo hicimos -rememoró Scorpius-. Poco después de nuestro segundo año en Hogwarts, el Ministerio comenzó a restringir la venta de ingredientes que pudieran ser usados para la poción. Los que solo podían ser empleados para fabricarla fueron directamente prohibidos, y para adquirir los que también son necesarios para otras pociones hay que tener una declaración jurada.

-Con suficiente dinero uno puede conseguir lo que sea, Scor. ¿Cómo has estado? -dijo, mientras lo abrazaba.

-Aburrido, principalmente -respondió Scorpius-. Rose me manda cartas casi a diario para mantenerme informado, pero desde el 31 no recibo nada de ella.

-Tal vez no sabía cómo plantearte la noticia -dijo Albus.

-¿Qué noticia? -dijo Scorpius.

-He decidido actuar por mi cuenta, Scor -explicó Albus.

-¿Por tu cuenta? ¿Para qué? -preguntó Scorpius.

-Para derrotar a Servilia Crouch -dijo Albus.

-¿No vas a… necesitar la ayuda de tu padre? -dijo Scorpius.

-No deseo su ayuda -dijo Albus con serenidad-. Le agradezco el haberme rescatado de Crouch (tanto como, de paso, te agradezco que le hayas ayudado), pero no voy a seguir… requiriendo de sus servicios, por así decirlo.

Scor y Al estaban muy cerca el uno del otro. Por algún motivo, eso hizo que Scorpius se sintiera más desenvuelto y se atreviera a preguntar:

-¿Y crees que podemos ganar sin él?

-Mi padre es un buen hombre -dijo Albus con lentitud-, pero no está dispuesto a hacer lo que hace falta. Y también… aún si él estuviese dispuesto, no quiero seguir dependiendo de él, Scor. He pasado muchos años a su sombra.

-Yo no estaría tan seguro, Al. Has hecho grandes cosas desde que éramos niños.

-Sí, pero nadie las conoce -dijo Albus, sorprendiéndose a sí mismo con su franqueza. Siempre le pasaba lo mismo con Scorpius, y también con Valerie, pero solo hasta que llegó su primera disputa-. Quiero brillar, no reflejar el brillo de Harry Potter.

-Bien, como suelen decir al otro lado del charco, estás predicándole al coro. Sabes que siempre te acompañaré, Al. Hasta las puertas del cementerio, si hace falta -aseguró Scorpius.

-Pero no hasta el interior de la tumba -dijo Albus entre risas. Scorpius se ruborizó un poco, pero pronto vio que su amigo no se burlaba ni desconfiaba de él-. Gracias por tu lealtad, Scor. Te aseguro que es recíproca.

-Lamento haber fallado con lo de Sha-Mat. Debí… -dijo Scorpius.

-No debiste hacer nada, Scorpius -lo interrumpió Al, que casi siempre que usaba su nombre completo era para corregirlo en algo-. Quiero decir que no había nada que pudieses hacer. ¿Quién podía imaginarse que Ron Weasley llegaría tan lejos en su obsesión por encontrarme y matarme? Entrar a tu casa sin permiso, torturarte con la Cruciatus mientras estabas bajo el efecto de la Veritaserum… No tienes nada de qué disculparte. Nadie está preparado para eso, ni siquiera yo. Y es por ello que tenemos que entrenarnos.

-¿Dónde? -preguntó Scorpius.

-Durmstrang -dijo Albus.

-¿Me hablas en serio? -dijo Scorpius.

-Por supuesto -respondió Albus.

-Al, ¿cómo piensas llegar allí? -preguntó Scorpius.

-Me contactaré con Frida Von Papen, la nueva directora -contestó Albus-. Supongo que todavía la recuerdas.

-Claro que la recuerdo -dijo Scorpius-. Había olvidado que ella es la directora. ¿Y cómo vas a hablar con ella? Tengo entendido que incluso enviarle cartas por lechuza es dificilísimo. Solo las lechuzas de los directores de Hogwarts y Beauxbatons, de los ministros de la Magia europeos y de algunos alumnos privilegiados del Instituto pueden ir y venir libremente.

-A través de mi primo Louis -dijo Albus-. Él fue campeón de Beauxbatons y sigue viéndose con la campeona de Durmstrang, Cvalda Malinowsky. Si ella no es una «alumna privilegiada»…

-Pero mientras esperamos su respuesta, ¿qué vas a hacer? -dijo Scorpius.

-Qué vamos a hacer, querrás decir -lo corrigió Albus-. He traído conmigo a Valerie, Livius, Agamenón, Isaac, Ash y Alcyone, aunque los dos últimos volverán a Gran Bretaña dentro de unos días, cuando terminen las vacaciones navideñas en Hogwarts, e Isaac no irá con nosotros a Durmstrang.

-¿Por qué no? -preguntó Scorpius.

-Le encargué una misión especial -dijo Al escuetamente.

-Una misión que imagino que no vas a contarme -acotó Scor.

-No te ofendas, pero como decía mi famoso tocayo Dumbledore, no quiero poner todos mis huevos en la misma canasta -dijo Albus.

-¿Y por qué los trajiste a todos a Francia? -preguntó Scorpius.

-Porque quiero que gocen unos días de exilio dorado -dijo Al con una sonrisa-. Si uno va a pasar varios años en el extranjero, no veo por qué no puede disfrutarlo un poco. La Costa Azul no está mal en esta época del año.

-Eres único, Al -dijo Scorpius.

-Gracias -dijo Albus, y no tardó en sentarse en la cama de Scorpius, mientras su amigo volvía a sentarse en la silla de su escritorio.

-He notado que no mencionaste a Rose. ¿Ella no te ha acompañado? -preguntó a continuación Scorpius.

-No -dijo Albus-. Ella ha preferido no… participar.

-¿Por qué?

-No lo sé, no se lo he preguntado.

-¿Eso significa que es nuestra enemiga?

-¡Por supuesto que no! -exclamó Al- Yo respeto su decisión. Nuestra enemiga es Crouch, y no creo que Rosie intervenga a su favor, ¿no?

-Aún así, estoy intranquilo.

-Te propongo algo: ¿qué te parece si le mandas una carta con Lucas pidiéndole que venga a Francia, solo para pasar estas minivacaciones con nosotros? Sin ningún compromiso de su parte. Cuando esté aquí, ten una charla a solas con ella y aclaren todo lo que necesiten aclarar. Además, me consta que hace un tiempo que no se ven. Debes extrañarla mucho.

-Muchísimo, Al -admitió Scorpius-. Tuve miedo de escribirle porque no sabía si ella creía o no en tu inocencia, y cuando Ron me atrapó queriendo ayudarte me sentí avergonzado… Recién cuando supe que ella también creía que tú no habías matado a Hugo y que estuvo entre las que te ayudaron a escapar me atreví a mandarle una carta.

-Estuve un tiempo viviendo con Rose y su madre -contó Al-, y ella parecía necesitar alguien con quién hablar. Creo que lo mejor para ambos es volver a verse.

-Es cierto, seguiré tu consejo.

«La única otra duda que me queda es cómo vas a hacer para que el Ministerio de la Magia francés no te envíe a Gran Bretaña apenas sepan que estás aquí -dijo Scorpius, quebrando el agradable silencio que se había aposentado entre ellos dos.

-Nuevamente, gracias a mi primo Louis. Su mejor amigo y su novia son Guillaume y Melusine de Saussure.

-¿Son parientes de Etienne de Saussure?

-Sus hijos -dijo Albus.

-Guau, Al, realmente tengo que felicitarte. Los Saussure son una de las familias mágicas más poderosas de Francia. Más que nosotros, los Malfoy, aunque no me atrevería a repetir eso delante de mi padre -dijo Scor con una risita-. Ellos le han comprado su cargo a prácticamente todos los ministros de los últimos cien años.

-Incluyendo al actual, según tengo entendido -dijo Albus.

-Por supuesto. Son carne y uña con Baudouin Febvre. Al menos Etienne.

-¿Y crees que el viejo Saussure (perdón, así le suele decir mi padre y se me ha pegado) aceptará ayudarte?

-Adora a sus hijos. Al menos eso me contó Louis. Si ellos le dicen que yo soy inocente, me creerá.

-Sí, pero una cosa es que te crea y otra que te ayude. Mi padre, por ejemplo, sabe que eres inocente y no por eso ha movido un dedo para ayudarte… Más bien todo lo contrario -dijo Scor sombríamente.

-Pues… digamos que usaré mi encanto con él -dijo Al.

-¿Una Imperius? -preguntó Scorpius con aprensión.

-¡Claro que no, deja de ser tan desconfiado! ¿Tan tonto crees que soy? No voy a utilizar ningún tipo de coerción con Saussure.

-¿O sea que solamente con tu encanto personal vas a conseguir que Saussure respalde tu caso ante Febvre?

-No soy tan mal diplomático como parecieras insinuar, Scorpius -dijo Albus-. Además, hablo francés fluidamente, y todos los franceses sienten debilidad por los anglosajones que les hablan en su idioma cuando visitan su país. Parecen considerarlo una especie de homenaje implícito.

-¿Crees que servirá?

-A los Kennedy les fue bastante bien cuando visitaron a De Gaulle.

-¿Quiénes eran esos?

–Muggles estadounidenses -dijo Albus, que no tenía paciencia en aquellos momentos como para contarle toda la historia y que sabía que decirle a Scorpius que era una referencia al mundo muggle era más que suficiente para hacerle perder el interés-. Bien, Scor, creo que es hora de marcharnos.

-Ojala fuera tan simple. Mi padre no me permite salir de casa.

-¿Te mantiene prisionero? -preguntó Albus, preocupado.

-No, pero no quiere que me vaya.

-¿No crees que es hora de dejar de necesitar su aprobación para todo lo que haces? -dijo Albus- Ya lo desafiaste cuando lo obligaste a aceptar tu relación con Rosie.

-No lo obligué, Al, lo convencí. Y además sé que Crouch mandó a un par de Aurores a vigilar la mansión. Apenas salgamos nos verán.

-Ya me deshice de ellos.

-¿Los mataste?

-Scorpius… -dijo Albus, un poco irritado. Viendo que su amigo no aceptaría que no le diese una respuesta, Al terminó cediendo-. Los Aturdí y los até antes de entrar en los terrenos de la mansión. Cuando salgamos les quitaremos las varitas y los mandaremos a la Terminal de Trasladores Internacionales en París para que vuelvan a Gran Bretaña. Al fin y al cabo, eran unos novatos. Crouch debe haber pensado que no se requería mucha experiencia para custodiarte, y se olvidó o no alcanzó a mandar Aurores mejor preparados después de mi escape. ¿Satisfecho?

-Sí -dijo Scorpius, sonriendo nuevamente.

-OK, entonces vayámonos.

-Aún no me has dicho qué harás con mi padre.

-Hablaré con él. Draco parece ser un hombre razonable. Aunque me cuidaré de no darle la espalda en ningún momento -añadió con sorna-. No quiero volver a despertarme en una celda.

***

Al y Scor ingresaron a la sala de estar con gran naturalidad. Narcisa, Draco y Pansy estaban sentados tomando el té en uno de los sofás, y se quedaron con los ojos muy abiertos al ver a Albus Potter. Sin embargo, hay que decir que Draco y su madre fueron los primeros en reponerse de la sorpresa.

-Potter. ¿Qué te trae por aquí? -dijo Draco mientras se ponía de pie y le tendía la mano.

-Quería ver a Scorpius. Lamento mucho haber entrado a hurtadillas, pero dado el reciente… malentendido con nuestro Ministerio de la Magia no podía permitir que los Aurores me viesen.

-Entiendo -dijo Draco en un tono glacial. El apretón de manos entre él y el mejor amigo de su hijo fue muy tenso, aunque ninguno de los dos trató de estrujarle la mano al otro. Narcisa también se levantó, esbozó una sonrisa que no le llegó a los ojos y lo besó en ambas mejillas. Pansy, en cambio, permaneció sentada en el sofá con la taza cerca de sus labios (había estado a punto de beber un sorbo cuando su hijo y Albus entraron a la habitación). Cuando Al se paró delante suyo, la esposa de Draco reaccionó.

-¿Qué hace este criminal en nuestra casa? -preguntó con los dientes apretados.

-Visitando a mi mejor amigo, señora Malfoy -dijo Albus, renunciando a saludar a la madre de Scorpius y sentándose en el sofá situado enfrente del que ocupaban Pansy, su marido y su suegra.

-Madre, no seas descortés… -la reprendió Scorpius.

-¿Descortés? ¿Has perdido la cabeza, Scorpius? ¿Vienes aquí con un fugitivo internacional y esperas que lo atendamos como… como si fuera…?

-¿Un mago honorable? -sugirió Albus, esforzándose por mantener una expresión de falsa solemnidad.

-¡Tú cállate, Potter! -chilló Pansy- ¡No permitiré que un mocoso cuya sangre podrida le reblandeció el cerebro me de indicaciones!

-¿A qué sangre se refiere, señora? ¿La de los Black, los Prewett, los Potter o los Weasley?

-Me refiero a la de tu abuelita, la sangre impura.

-Ojala hubiese heredado algo suyo -se lamentó Albus-. Soy un fabricante de pociones bastante mediocre.

-Qué divertido, Potter. Me pregunto si seguirás haciendo bromas cuando te manden a Azkaban, donde perteneces.

-¡Pansy! -exclamó Draco, harto de aquel intercambio- ¡Compórtate de una buena vez! Te aseguro que Albus Potter no es un asesino. Él es inocente de todos los crímenes de los que se lo acusa.

-¡Eso suena muy curioso de parte del hombre que lo entregó a los Aurores!

-Yo no quería entregarlo a los Aurores -dijo Draco, mirando primero a su esposa y luego a Albus-. Ellos llegaron antes de que pudiera llevármelos a él y a la joven Rosier a un lugar seguro.

-¿O sea que tú eres también su cómplice?

-Si lo planteas de esa manera, podríamos decir que quise serlo -dijo Draco.

Pansy estaba lívida, y parecía no saber a quién debía mirar con más aversión, a Albus o a Draco. Scorpius y Narcisa observaban el intercambio en un atento silencio.

-Señora Malfoy -dijo Albus-. Tal vez se sentiría más cómoda si su esposo, su hijo y yo (y la señora Narcisa, por supuesto, si ella desea unírsenos) conversásemos en otra habitación.

-Coincido con el joven Potter -dijo Draco, clavando sus fríos ojos grises en los de su mujer.

-No hace falta que se molesten -repuso Pansy con odio-. Los dejaré solos para que hagan sus pequeños planes.

Y, tras dedicarle a Albus una última mirada de repulsión, Pansy Malfoy abandonó el cuarto. Draco cerró la puerta y colocó un Muffliato.

-No confío del todo en que Pansy no se sienta tentada a conocer nuestros «pequeños planes» -comentó mientras retornaba al sofá-. Bien, Potter, me alegra ver que estás bien. Supuse que tu padre planeaba rescatarte cuando vino a vernos el año pasado, y lo confirmé cuando leí la noticia de tu fuga en El Profeta. Quiero que sepas que lo que le dije a Pansy es cierto: yo no pensaba entregarte a los Aurores.

-Supongo que nunca lo sabremos -dijo Albus-. Lo que sí me interesa preguntarle es por qué salvó a Ron Weasley. Muy pocos magos tienen la capacidad de cerrar las heridas causadas por un Sectumsempra. Usted hubiera podido dejarlo morir y nadie se lo hubiera podido reprochar. Y me consta que él no es tu persona favorita del mundo.

-No fui yo el que lo salvó, Potter -dijo Draco, tras vacilar e intercambiar una mirada con su madre-. Fue Fawkes.

-¿Fawkes, el fénix de Dumbledore?

-Así es. Él se Apareció en Sha-Mat y utilizó sus lágrimas para curarle la herida del cuello.

-Y supongo que les dijo a los Aurores que usted fue quien lo salvó para mejorar la situación de su hijo -dijo Al.

-No, no se me ocurrió en aquel momento. Simplemente pensé que los Aurores no me creerían. Hace décadas que Fawkes no ha sido visto. Además…

Draco parecía dudar si completar o no la frase. Narcisa le apoyó la mano en el hombro.

-Cuéntaselo, Draco -lo alentó.

-Yo convoqué a Fawkes -dijo el padre de Scorpius.

-¿Usted? ¿Y cómo se le ocurrió hacer tal cosa?

-Cuando lo tuve delante de mí, desangrándose, recordé que le debía la vida. Tenía que salvarlo, pero no sabía cómo… Y las palabras salieron espontáneamente. Fue… fue como si algo ajeno a mi persona actuase a través de mi cuerpo.

Albus pensó que en aquel momento Draco parecía un niño desconcertado. Aunque quizá su propia expresión fuese en aquellos momentos idéntica. «Frente a lo desconocido, todos somos niños», reflexionó. «En momentos como este, el mundo nos supera, nos hace sentir pequeños e indefensos».

«¿Por qué Fawkes, o ese ‘algo ajeno’ a la persona de Draco Malfoy, querría salvarle la vida a Ron? Algún día tendré que resolver ese misterio. Por ahora me parece que me limitaré a abstenerme de matar al pobre y querido Ronnie. El Universo parece tener otros planes para él. A lo sumo… a lo sumo intercambiaremos correspondencia.»

Albus sonrió maliciosamente, desconcertando a los tres Malfoy presentes, pero pronto recordó dónde y con quiénes estaba y cambió su expresión.

-Gracias por su sinceridad, señor Malfoy -dijo-. ¿Hay algo más que desee contarme?

-No, Potter, eso es todo.

-Entonces creo que llegó el momento de la despedida -dijo, levantándose del sofá. Draco, Scor y Narcisa hicieron lo mismo-. No quiero seguir abusando de la paciencia de la encantadora señora Pansy.

Scorpius casi soltó una risotada al escuchar lo último, pero consiguió mantener el rostro serio.

-En caso de que quieran contactarme a mí, o a Scorpius, quiero que sepan que estaremos en Francia hasta mediados de enero, y luego posiblemente nos iremos a un lugar donde no llegan las lechuzas…

-Un momento, Potter. ¿Scorpius? ¿Qué te hace pensar que él irá contigo?

-Él ha dicho que desea acompañarme -dijo Albus, simulando sorprenderse.

-No sé si sabes que los Aurores están vigilándolo. Quizá no te convenga tenerlo a tu lado -señaló Draco.

-Había dos Aurores vigilando la mansión, y logré neutralizarlos sin esfuerzo. Y si la ministra Crouch envía más… bueno, digamos que no me molesta correr el riesgo. La ayuda de Scorpius es invaluable para mí.

-¿Y para qué la necesitas? -preguntó Narcisa.

-Entre otras cosas, para derrocar a Servilia Crouch -dijo Albus. Un pesado e incómodo silencio cayó entre ellos.

-Potter, no sé qué clase de padre crees que soy, pero si piensas que voy a dejar que arriesgues la vida de mi hijo de esa manera… -empezó a decir Draco.

-No es a ti a quién le corresponde tomar la decisión -dijo Scorpius.

-Yo soy tu padre, Scorpius. Tú eres mi único hijo, y mi deber es protegerte a toda costa…

-¡No necesito que me protejas! ¡Ya no soy un niño!

-¡Cuando tomas decisiones apresuradas como esta, parece que lo fueras!

-¡Esto no es una decisión apresurada! ¡Albus es mi mejor amigo, y si él necesita ayuda yo seré el primero en ofrecérsela!

-¡No seas tonto, Scorpius! ¡Tu amigo no te pide que lo ayudes a pintar una cerca o estudiar para un examen, te pide que lo ayudes a dar un golpe de Estado!

-Scorpius, escucha a tu padre -intervino Narcisa-. ¿No ves que a él le preocupa tu bienestar?

-Ya he hecho mi elección -dijo Scorpius-. Servilia Crouch debe ser castigada por sus crímenes, y yo le daré todo mi apoyo a Albus para conseguirlo.

-¡Albus Potter no es la persona indicada para hacer justicia, Scorpius! ¿Cómo va él a hacerlo cuando se ha puesto por encima de la ley en tantas ocasiones? ¡Quizá no haya matado a Hugo Weasley, pero ha cometido muchísimos crímenes por los que no ha tenido que responder! ¡Y cometerá muchos otros, puedo predecirlo!

-Ah, ¿sí? ¿Y cómo sabes eso, padre? ¿Eres un vidente, acaso?

-¡Tengo buena memoria! ¡Yo viví durante meses con Tom Ryddle, en caso de que no lo recuerdes! ¡Lo conocí muy bien, y te advierto que este muchacho es igual! ¡Lo veo en sus ojos, Scorpius! ¡Él es tan capaz de cometer atrocidades como Ryddle!

-Yo no mato inocentes, Malfoy -replicó Albus.

-¡Pero matas, Potter! ¡Eres un asesino nato! ¡Y si tú lo sigues, Scorpius, estarás cometiendo un error tan grave como yo cuando tomé la Marca Tenebrosa!

-Tú hiciste eso porque eras un adolescente vanidoso y estúpido. Yo ya tengo dieciocho años y sé distinguir el bien del mal, padre -dijo Scorpius.

-Es posible, pero tu amiguito no. ¡A él no le importa que Crouch sea una asesina, ha querido destruirla desde antes que matase al hijo de Weasley! ¿Por qué, si no, la secuestró en primer lugar? ¿Por qué no la acusó formalmente de sus anteriores delitos en vez de tratar de hacer justicia por mano propia? Ella todavía no había asumido como ministra de la Magia, y su tío Percy habría estado más que dispuesto a hacer que la juzgasen si Potter le hubiera presentado sus evidencias.

-Temí que escapara del país -dijo Albus.

-¡Tonterías, Potter! ¡Tú querías ejercer violencia contra Crouch! ¡Tú, Albus Potter, eres igual a ella! ¡Y si no hubieras hecho lo que hiciste, Hugo Weasley seguiría vivo! ¡Es tu culpa que lo hayan matado!

-¿POR QUÉ NO REPITES ESO UNA VEZ MÁS, MALFOY? -rugió Albus, sacando su varita y apuntándole- ¡Vamos, dame un motivo, Mortífago imbécil!

-¡Albus, para! -dijo Scorpius, sujetándolo del brazo e intentando bajárselo para que dejase de apuntar a su padre- ¡No vale la pena, vayámonos ahora!

-¡Sí, váyanse! -dijo Draco- ¡Ve a levantar tu propio ejército, Potter! ¡Y vete tú también si quieres, Scorpius! ¡Si eres tan obtuso como para arrodillarte ante otro Señor de las Tinieblas, allá tú!

-¡Draco, no! -exclamó Narcisa- ¡No digas eso…! ¡Scorpius, no lo escuches! ¡No te vayas con él!

Ya más calmado, Albus caminó hacia la puerta de la sala y la abrió, encontrando a Pansy del otro lado con la varita en la mano; aparentemente había estado intentando desactivar el Muffliato con varios hechizos. Una sola mirada a los ojos de Albus le basó para irse con viento fresco hacia las escaleras. Desde el umbral de la puerta, el muchacho se dio vuelta y se dirigió a Scorpius.

-¿Vas a venir?

Scorpius asintió con la cabeza. Tras dedicarle una última mirada de despedida a su abuela, que estaba al borde de las lágrimas, salió de la estancia. Muy tieso, Draco se acercó a la chimenea y observó las llamas, manteniendo su expresión de pesar fuera de la vista de su madre, que acabó por ponerse a sollozar.

-¡Mi esposo, mi hijo y ahora mi nieto! -dijo, mientras ocultaba el rostro entre las manos.

Ir al siguiente capítulo