Soluciones extraoficiales

-¿Qué ocurre ahora? -dijo el primer ministro de Gran Bretaña al recibir en su oficina a su visitante. Por lo general, él era extremadamente cortés con todos los que venían a verlo, desde mandatarios extranjeros hasta simples empleados y empleadas de su residencia oficial, pero todas esas personas… bueno, eran personas. En el fondo, Richard Musgrave no consideraba que los magos y las brujas fuesen seres humanos. Tenían aspecto humano, podían hablar y pensar como humanos, pero no eran humanos. Ningún humano podía hacer las cosas que ellos hacían con sus varitas. Ningún humano debía poder hacerlas.

Musgrave era un veterano de guerra que había servido a Su Majestad (en aquel entonces, la abuela del actual «Su Majestad») en las décadas de 1990 y 2000. Si bien muchos primeros ministros en la historia británica habían sido soldados -las guerras napoleónicas y la Primera Guerra Mundial habían sido muy pródigas en ese sentido-, nadie antes de Musgrave había utilizado sus antecedentes militares a favor de su campaña electoral, como solían hacer con mayor soltura los políticos estadounidenses. En ese sentido, Richard Musgrave había sido un pionero. Pero el primer ministro estaba convencido de que lo que realmente le había permitido ganar no había sido el respeto que imponía su impecable hoja de servicios al electorado, los medios e incluso sus competidores, que se vieron obligados a moderar sumamente sus ataques, sino otra cosa que había adquirido en las guerras: un coraje sin límites. Habiendo arriesgado su vida tantas veces en los Balcanes, África y Oriente Medio siendo apenas un muchacho, Musgrave no podía tenerle miedo a arriesgar su carrera política involucrándose en operaciones que hubieran hecho vacilar a muchos otros. Musgrave había sido impetuoso a lo largo de sus años en el Parlamento, y esa misma impetuosidad había descolocado a todos sus oponentes.

Es posible que Richard Musgrave haya sido el primer ministro muggle que menos se atemorizó al enterarse de la existencia del mundo mágico. Como soldado, Musgrave había visto muchas cosas bizarras, y había aprendido a no cuestionarse si esas cosas podían o no existir, si tenían o no una explicación lógica, sino simplemente a considerarlas como posibles amenazas, obstáculos o instrumentos. Y la comunidad de magos y brujas le pareció una amenaza potencial desde el mismo momento en que Kingsley Shacklebolt terminó de contarle la verdad. Él no necesitó que Shacklebolt hiciera ninguna demostración de magia para convencerse (al fin y al cabo, el hecho de que el retrato de su oficina le hablase y que el propio Shacklebolt saliese de la chimenea era más que suficiente como prueba visual).

Como todos sus predecesores, el primer ministro esperaba no volver a recibir visitas del ministro de la Magia, pero sus deseos no se cumplieron. Un año después de su elección un pelirrojo llamado Percy Weasley vino a verlo para decirle que Shacklebolt había muerto y que él era ahora el nuevo ministro. Pocos meses más tarde vino Servilia Crouch, una mujer que tenía aproximadamente su misma edad (o al menos lo aparentaba) y que en otras circunstancias habría considerado muy atractiva. Crouch le comunicó que ella había sido elegida ministra y que lo sería durante los siguientes cuatro años. Antes de que terminase el año, una Servilia Crouch que parecía muy preocupada y extenuada le habló de dos magos adolescentes -un tal Albus Potter y una tal Valerie Rosier- que habían asesinado a un tercer mago y que debían ser capturados. Como podían estar ocultándose entre los muggles, era necesario que Scotland Yard colaborase con el Ministerio de la Magia para capturarlos. Crouch le entregó un archivo con los datos de los dos fugitivos y le pidió que se lo diese al jefe de Scotland Yard. Cuando fuesen capturados, él debía contactarla pidiéndole un encuentro al hombre del retrato.

Desconfiado por naturaleza, Musgrave leyó el archivo detenidamente antes de dárselo al jefe de la policía. La información había sido alterada de tal modo que el cadáver de la víctima, Hugo Weasley, había aparecido en Londres, pero no en el edificio del Ministerio sino en un callejón de las inmediaciones. El arma homicida, según el texto, había sido una navaja; se desconocía quién de los dos sospechosos había apuñalado al joven Weasley, pero los indicios apuntaban a que el tal Potter era el asesino y Rosier su cómplice. Para justificar la causa de muerte había un informe forense que parecía auténtico. Musgrave temblaba al imaginar cómo habrían falsificado tan convincentemente esos documentos. «Deben estar infiltrados en todos los niveles del gobierno», pensó, mientras bebía el quinto vaso de brandy, encerrado en su oficina, y miraba al informe de Crouch como si fuese una serpiente venenosa.

Finalmente Musgrave hizo lo que Crouch quería, y poco antes de Navidad la ministra le informó que Potter y Rosier habían sido capturados, poniendo fin a la crisis.

Ahora Crouch quería volver a verlo, pero la situación era muy distinta que en diciembre. «Pronto Crouch y los suyos aprenderán quién está al mando aquí», pensó, mientras invitaba con un gesto displicente de la mano a la ministra a sentarse en una silla frente a su escritorio.

-Albus Potter y Valerie Rosier están en Francia -dijo Crouch sin preámbulos.

-Ajá -dijo Musgrave-. Qué problema, ¿no? Creí que ustedes vigilaban mejor a sus prisioneros.

-Tuvieron ayuda exterior -dijo Crouch.

-¿En serio? Creí que eran apenas dos delincuentes juveniles.

-El padre de Potter es un hombre influyente.

-¿Y qué quiere que haga? -dijo Musgrave.

-Quiero que solicite al gobierno francés… me refiero al gobierno muggle de Francia, no al mágico… la extradición de Potter y Rosier.

-Que casualidad, señora Crouch -dijo Musgrave-. Hace pocos días me llamó el presidente de Francia para hablarme sobre el tema. Fue un poco difícil ponernos a conversar sobre ustedes, pero finalmente pudimos vencer la timidez. Parece que los magos franceses le están diciendo que Potter es un perseguido político.

Crouch empalideció. ¿Cómo se habían atrevido a contactarse con su primer ministro sin pedirle autorización?

-Mienten -se apresuró a decir.

-Puede que sí, puede que no -dijo Musgrave-. Pero en todo caso, no quiero tener nada que ver con el asunto.

-Pero…

-Eso es todo.

-¡No, Musgrave, eso no es todo! -estalló Crouch- ¿Sabe lo que hicieron Potter y Rosier antes de que pudiéramos capturarlos, en diciembre? ¡Mataron a tres muggles e intentaron matar a otro mago, el padre de su víctima!

-Jacques me habló de eso -dijo Musgrave, poco impresionado-. Parece que fue el propio padre de Hugo Weasley el que los mató.

-¿Y usted les cree?

-Yo solo creo que entre la palabra de uno de los míos y la de una de los suyos, prefiero creerle a los míos -dijo Musgrave-. Lo que hay entre Potter, Rosier y tú es un enfrentamiento político, quizá incluso una guerra civil, pero no una cuestión judicial. No pienso involucrarme en algo que no me concierne ni a mí ni a mi gobierno.

-Musgrave…

-Eso -dijo pausada y firmemente-… es… todo.

Crouch miró pensativamente al primer ministro. Podía ponerlo bajo la maldición Imperius y obligarlo a hacer lo que ella quería. Podía torturarlo hasta que le pidiese perdón a los gritos por su insolencia. Podía matarlo. Pero nada de eso le serviría para conseguir lo que ella quería. El gobierno muggle francés y el gobierno mágico francés protegían a Potter, y mientras permaneciera al otro lado del Canal, estaría a salvo.

Sin despedirse de Musgrave, Crouch utilizó la Red Flu para regresar al Ministerio.

***

Tras escuchar el relato de Servilia, John Dawlish se reclinó en su asiento, guardó silencio durante algunos segundos, y dijo:

-Sí, Potter está a salvo. Nos ha ganado de mano, el muy bribón.

-¿Eso es todo lo que tienes para decirme? -dijo Servilia- Te llamé aquí para que me dieras soluciones, no para que me repitas cuál es el problema.

-Una posibilidad -dijo Dawlish con calma-, es atacarlo a través de Louis Weasley.

-¿Su primo? ¿Crees que él lo ayudó?

-Sabemos que está en pareja con la hija de Etienne de Saussure, y que Saussure está alojando a Albus y su grupo en su mansión.

-¿Y entonces por qué lo escupió durante el juicio?

-Para desviar las sospechas. Tenía que hacer una demostración muy pública de repudio a su primo para que nadie lo creyera cómplice de su huída.

-Maldito… todos los Weasley parecen haber repudiado a Potter, pero si rascamos la superficie lo más probable es que estén alineados con él.

-No lo creo, Servilia -dijo Dawlish-. Louis siempre ha sido algo así como la oveja negra de la familia. Oh, no digo que estén peleados, pero la relación es distante. Pasa más tiempo en Francia con su familia materna y con la de su novia.

-Bueno, entonces no habrá problema si le iniciamos una causa penal por ayudar a Potter y Rosier.

-No podremos -dijo Dawlish-. He consultado con Fogwill, el nuevo jefe del Departamento de Aplicación de la Ley Mágica (por cierto, es una suerte que Hermione Weasley haya renunciado; ella podría habernos causado problemas), y me dijo que hasta ahora Louis Weasley no ha cometido ningún delito que podamos probar, salvo que se considere delito presentarle al padre de su novia.

-Entonces estamos donde empezamos…

-No -dijo Dawlish-. Lo que podemos hacer con Louis es algo más… extraoficial.

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