El baño de Ron

[NOTA 1: Quiero dedicarle este capítulo a Juanjo, que cumplió quince años el sábado.]

Ronald Bilius Weasley despertó de un sueño muy agitado. Era en vano. Por más whisky de fuego que tomase, era incapaz de conciliar un sueño lo bastante pesado como para dormir más de dos horas seguidas sin ser despertado por una pesadilla.

Hacía ya bastante tiempo que se había mudado de la Madriguera, trasladando todas sus cosas a un departamento muggle que compró con el dinero que le daba su participación en Sortilegios Weasley. No quería estar en Londres, pues la idea de cruzarse con su cuñado Harry le desagradaba y aterraba; por ello, eligió fijar su residencia en Manchester. En rigor era incapaz de soportar la compañía de cualquier otro mago o bruja que no fuese su madre, que venía a visitarlo todas las semanas.

La noticia del escape de Albus del juicio por el asesinato de su hijo había dejado a Ron amargado. Al final de cuentas, la cobardía que Servilia Crouch y Dawlish lo habían convencido de cometer había sido inútil. Era como si el destino se hubiera tomado revancha, privándolo de ver al asesino de su hijo castigado.

Por lo que Ron tenía entendido, las únicas personas que sabían que él había asesinado a los tres muggles en Sha-Mat eran Albus, Valerie, Crouch, Dawlish, su esposa y su hija. Pero a Ron solo le dolía que Rose y Hermione lo supieran. Había ocasiones en que hubiera dado su brazo derecho por poder tenerlas delante y por poder explicarles lo que había sucedido.

En esas ocasiones, curiosamente, envidiaba a Albus. Albus, su sobrino, su Némesis, el símbolo de todo aquello que él odiaba, y al mismo tiempo alguien que tenía muchas cosas que Ron hubiera deseado tener. Él hubiera sido capaz de justificarse delante de Hermione y Rose. Era más joven, inteligente, poderoso y elocuente que él. La envidia que Ron había sentido por Harry a los catorce años no era nada comparada con la que sentía por Albus, pues estaba atemperada por el hecho de que Ron quería mucho a Harry a pesar de todo.

A Albus no lo quería en lo más mínimo. En verdad, Ron jamás había sentido un auténtico amor por él. Durante su infancia, Ron había tratado a Albus con cariño por ser su sobrino y el hijo de su mejor amigo, pero nunca habían gozado de una relación muy estrecha. Cuando el chico entró en Slytherin surgió una tensión entre ellos, incentivada por la estrechez de miras de Ron y por la lengua afilada de Albus, que tenía poca paciencia con él. El incidente entre Ron y su hija, en el que Albus tomó partido por Rose, empeoró las cosas pues hizo que su sobrino lo despreciase.

Pero Ron comenzó a odiar a Albus cuando ocurrió lo de Kirite. Su sobrino lo dejó en ridículo, haciéndole viajar inútilmente a otro continente para rescatarlo y luego causando la pérdida de su varita. Luego se enteró de las misteriosas actividades de Albus en la aldea, intentó procesarlo y tuvo que ver cómo Albus nuevamente lo dejaba en ridículo, logrando que el Wizengamot no lo juzgase, lo cual era todavía más insultante para él que si ese tribunal lo hubiera absuelto. Su secuestro por la banda de Sophie Beresford lo hizo sentirse culpable por haber tratado de arruinarlo, pero esa culpabilidad duró hasta que volvió a encontrarse cara a cara con un Albus que parecía haber escapado asesinando a sangre fría a sus captores y que además tuvo la insolencia de insultar a Hermione.

El hecho era que su sobrino era detestable. Un típico Slytherin, que utilizaba los métodos más sórdidos y deshonrosos -incluyendo el derramamiento de sangre- para salirse con la suya. Por eso creyó a pies juntillas la versión de Servilia Crouch acerca del asesinato de su hijo, y por eso persiguió a Albus implacablemente.

Pero su perdición había venido cuando, cegado por el odio a su sobrino y el dolor por la muerte de Hugo, aceptó mentir. Ahora lo comprendía. La muerte de los tres muggles había sido un terrible accidente del cual Ron debió haberse hecho responsable desde el primer momento, pero permitió que Crouch y Dawlish lo persuadieran de atribuirle la autoría a Albus y Valerie. Al fin y al cabo, había pensado en aquel momento, su sobrino y su novia eran responsables de muchas muertes, por lo cual tres más no harían la diferencia; si su mentira ayudaba a que la pareja fuese condenada por los crímenes que realmente había cometido, entonces era un precio que estaba dispuesto a pagar. Y al cometer perjurio, Ron se rebajó a utilizar los mismos métodos que le atribuía a Albus.

La rutina de Ron era bastante irregular, debido al hecho de que no trabajaba y al abuso de alcohol. A veces dormía hasta las dos o tres de la tarde, y a veces se levantaba antes de la salida del sol. Pero aquel dieciocho de marzo Ron despertó a las seis de la tarde, rompiendo su propio record. Ya estaba a punto de anochecer.

El único día en que Ron intentaba mostrar un aspecto más o menos presentable era cuando recibía una visita de su madre. En esos días, el hijo menor de Molly se bañaba, peinaba y afeitaba con más meticulosidad que durante el resto de la semana. Ese afán no se debía a las críticas que Molly pudiera hacerle sino al hecho de que su madre se alarmaría y entristecería si lo viera en su estado normal de higiene. No obstante, no se extendía al aspecto de su departamento. Ron se limitaba a utilizar algunos hechizos para tirar las cajas de pizza y otros envoltorios del mismo tipo a la basura.

Ron sabía que su madre lo visitaría a la mañana siguiente, por lo que decidió darse un baño. Normalmente hubiera utilizado la ducha, pero esa tarde prefirió interrumpir ese hábito y llenar la bañera.

Una vez que estuvo llena de agua caliente, Ron se desnudó y observó tristemente su cuerpo en el espejo. Había engordado, pero él conocía lo bastante bien su metabolismo como para saber que esa obesidad se debía meramente a la falta de actividad y que desaparecería con rapidez si él tan solo hiciera un poco de ejercicios. Su barriga parecía como un reproche mudo que le hacía su cuerpo.

Meneando la cabeza, Ron se metió en el agua, sintiéndose muy relajado de inmediato. El líquido lo envolvía como una manta caliente y acogedora. Poco a poco, sus ojos se fueron cerrando.

***

Cuando despertó, había caído la noche.

Pero las luces del baño estaban encendidas.

Como esperaba que su baño de inmersión duraría menos de una hora, las había dejado apagadas cuando entró al agua. Pero alguien las había prendido. Y la puerta del baño, que él había cerrado, había sido abierta.

Velozmente estiró su mano hacia la silla donde había puesto sus ropas y su varita, pero ésta había desaparecido. Escuchó pasos que se aproximaban con parsimonia, pero como las demás luces del departamento estaban apagadas, no pudo ver quien era a través de la puerta en un primer momento. Luego distinguió la silueta de un hombre delgado.

Cuando vio los ojos, que parecían brillar en la oscuridad pese a que la parte más racional de la mente de Ron sabía que eso se debía al reflejo de las luces del baño, comprendió quién era. Nadie salvo Harry tenía ojos como esos.

-Hola, Ron -dijo Albus Potter, dando un paso hacia la luz y revelándose del todo.

Su primer pensamiento fue que su sobrino parecía haber experimentado un proceso opuesto al suyo: mientras él había engordado, Albus había adelgazado. No podía decirse que estuviera desnutrido, pero claramente no comía tan bien como la última vez que lo vio. Sus pómulos resaltaban muchísimo más, y los ojos parecían haberse agrandado, aunque Ron no estaba seguro de que lo uno se relacionase directamente con lo otro. Albus seguía usando ropas muggles muy sencillas e informales. Tan solo un jean y una camiseta y zapatillas rojas.

Un poco avergonzado por estar desnudo frente a él, Ron intentó correr las cortinas del baño, pero Albus se le adelantó, utilizando su varita para hacer que la lámina de plástico se desplazase hasta impedirle ver los genitales de su tío desde donde estaba parado.

-¿Has venido a matarme?

-No, Ron -dijo Albus secamente-. Y tú tampoco vas a hacerlo -añadió, exhibiendo la varita de su tío.

-¿Qué quieres?

-Conversar contigo. Supongo que en esta pequeña cueva de muggles donde vives no recibirás El Profeta. Y las únicas visitas que recibes son de tu madre, los miércoles, de modo que no debes haberte enterado aún de mi retorno. De otro modo, quizá me habría costado más entrar.

-Entonces bienvenido a Gran Bretaña, sobrino -dijo Ron con hastío-. Ahora, si ni tú ni yo vamos a morir, te agradecería que me dejes bañarme en paz.

-Oh, yo no dije eso. Dije que yo no te mataría.

-¿Tienes a uno de tus amiguitos aquí? ¿Tal vez a tu puta, Rosier? ¿Qué pasa, no te animas a despacharme tú mismo?

-No serás asesinado, Ron, te lo juro.

-¿Qué va a pasarme, entonces? ¿Me caerá un rayo?

-Lo que sucederá esta noche -dijo Albus-, es que tú vas a suicidarte.

-¿En serio?

-Así es. Y lo harás porque yo te lo ordeno, Ron.

-¡Ah, pues eso cambia las cosas! ¡El gran Albus Potter me ordena suicidarme! ¿Cómo osaría yo desobedecerlo? ¡Pásenme la navaja!

De pronto los ojos de Albus parecieron crecer aún más en su flaco rostro, y Ron no se atrevió a seguir burlándose. Esa mirada era terrorífica.

-¡Puedes reírte todo lo que quieras, Ron Weasley! ¡Pero yo no me iré hasta verte arrepentirte por tus crímenes! ¡Hace casi cinco años asesinaste a tres muggles inocentes! ¡Y ha llegado el momento de que lo pagues!

-¡Fue un accidente! -gritó Ron.

-No digas estupideces. Eres un asesino, Ron. Y yo también lo soy, pero al menos las personas que maté se lo merecían.

-¡Hugo no merecía morir!

-¡Yo no maté a tu hijo! ¡Fue Crouch! ¡Crouch, no yo, Ronnie! ¡Siempre fue Crouch!

-Mientes. Crouch dijo que tú lo hiciste, bajo la Veritaserum.

-Crouch se implantó un falso recuerdo antes de ir al Ministerio con el cadáver de Hugo. Así logró engañar a la poción: lo que ella decía era falso, pero como creía sinceramente que era la verdad, pudo decirlo sin problemas. Luego se reimplantó el verdadero recuerdo en su mente. Pero claro, ustedes los Aurores jamás osarían dudar del testimonio de la ministra de la Magia, ¿cierto?

“Así que le creíste a Crouch, nos atribuiste a Valerie y a mí la culpa, torturaste a Scorpius y asesinaste a tres inocentes tratando de matarme a mí. A tu propio sobrino. Eres tanto o más monstruoso que yo, Ron, por más que intentes engañarte.

-¡Cállate! -dijo Ron, sintiendo de pronto un frío muy intenso que el calor del agua era insuficiente para mitigar. Una sensación de desesperanza lo invadió. Albus podía tener razón o no acerca del asesinato de Hugo, pero aún si él había matado a su hijo lo que había dicho era cierto: él había matado a inocentes…

-¡Y mírate ahora, Ron! ¡Tu esposa te dejó, tu hija te dio la espalda, tu hijo está muerto! No tienes a nadie que se preocupe por ti. Tu madre solo viene a visitarte porque lo considera una obligación. Una carga, Ron, eso es lo que eres para ella, y para todos.

“Mírate. Te has convertido en un gordo adicto a la pizza y al whisky de fuego barato. ¿Hay algo bueno que hayas hecho en tu vida, aparte de procrear? No eres nada, no eres nadie, Ron Weasley. Tus hermanos te opacaron, tu mejor amigo te opacó, yo mismo te he opacado… Apuesto a que tu esposa se casó contigo porque mi padre no estaba interesado en ella. Fuiste su segunda opción, Ronnie, pero eso siempre te ha ocurrido. Siempre has sido el segundón de alguien. La única ocasión en que pudiste ser el número uno, cuando te pusieron a cargo de la División de Aurores, lo arruinaste todo.

-Cállate -dijo Ron, pero su tono de voz era menos potente y sus ojos se estaban llenando de lágrimas. Los insultos de Albus no lo enfurecían sino que lo deprimían. Quería irse, quería salir de ese departamento miserable, de ese baño… El frío era tan intenso…

-¿Qué tienes, Ron? ¿Qué te queda en este mundo? ¿Tienes algo o alguien por qué vivir? Las únicas personas que valen la pena son tu mujer y tu hija, y no quieren saber nada contigo. Y dentro de poco, cuando Crouch haya caído, todo será peor.

-¿Por qué?

-Porque lo primero que haré será encarcelarte, Ronnie. Revelaré a todo el mundo mágico lo que hiciste. Todos te odiarán. Todos sabrán lo que eres. Serás recordado como un asesino.

-No lo hagas, por favor… -dijo Ron, llorando abiertamente.

-¡Lo haré si me obligas!

-¿Qué quieres que haga?

-Matarte.

-¡No!

-¡Mira esto, Ronnie! -dijo Albus, sacando dos fotos de su bolsillo. Una mostraba a Akbar Jatami junto a su esposa e hijos. La otra, a Stephen Stern y Bárbara Gunder Frank, abrazados en un zoológico- Quiero que lo veas bien. Que veas las vidas que destruiste.

“¿Sabes que la viuda y los hijos de Jatami tuvieron que volver a Irán? La muerte de Akbar los dejó muy empobrecidos.

“¿Y sabes que el padre de Stephen Stern está muerto? No se suicidó, pero era ya un hombre mayor, y Stephen era su único hijo. Murió seis meses después de que lo matases. Su madre está en un asilo, y ya casi está totalmente senil.

“Y los padres de Bárbara tampoco están felices. Ellos tienen otra hija, pero supongo que nada puede devolverles a su hija mayor… ni al nieto que llevaba en su vientre.

Ron abrió los ojos, sorprendido por la última revelación de su sobrino.

-Los forenses muggles lo descubrieron en la autopsia. Por lo que averigüé hablando con sus amigos, planeaban contárselo a sus padres esa misma noche. Pero jamás pudieron decírselo, porque tú los mataste, Ron.

-¡Lo siento! -sollozó Ron.

-¡Entonces demuéstralo! -dijo Albus, arrojando una navaja, que pareció salir de la nada, al agua. El arma chocó contra su muslo y le produjo un pequeñísimo corte. Ron tomó la navaja con los dedos temblorosos.

-No será tan malo, Ron -dijo Albus, abandonando el tono duro y acusatorio y hablándole con suavidad, casi con dulzura-. Solo te dolerá un poco cuando te cortes, pero luego será como dormirse. Hazlo. Hazlo, y guardaré tu secreto. Nadie más sabrá lo que hiciste.

Ron extendió su muñeca, y de pronto la navaja se movió hacia sus venas. Era su mano la que la guiaba, pero Ron sentía como si alguien más la estuviera apuntando hacia allí. Y sintió como si fuera la sangre de alguien más la que empezó a manar abundantemente cuando él presionó la hoja contra la piel y las venas. Todo le parecía ajeno, excepto ese frío.

***

Albus observó tranquilamente como Ron Weasley se desangraba. Vio como la vida abandonaba aquellos ojos azules tan parecidos a los de su hijo, y como el agua de la bañera se volvía opaca por la sangre, cubriendo mejor su desnudez que la cortina.

Cuando estuvo seguro de que Ron había muerto, colocó su mano sobre su rostro y le cerró los ojos. Acercó sus labios a la frente y se la besó, musitando:

-Te perdono, tío.

Apagó la luz del baño y abandonó la habitación, encendiendo la del cuarto contiguo. En las sombras, pudo ver a una figura alta y encapuchada. Sentía frío, tanto que podía ver su aliento en el aire, y no experimentaba la menor satisfacción por lo que acababa de hacer. Pero ya se había acostumbrado a los efectos de los Dementores. En Durmstrang no solo practicaban el Patronus con Dementores de verdad, sino que también los obligaban a estar en presencia de esas criaturas durante períodos cada vez más largos de tiempo (con la obvia precaución de tener profesores con sus Patronus rodeándolos en caso de que un Dementor intentase darle el Beso a un alumno).

-Ya has cumplido tu misión -le dijo en tono gélido a la criatura-. Ahora vete.

El Dementor permaneció inmóvil, e incluso Albus pareció percibir que se estaba deslizando un par de centímetros hacia él. El chico no le dio tiempo de hacer más.

-¡EXPECTO PATRONUM! -bramó, haciendo aparecer por segunda vez en menos de cuarenta y ocho horas a su Patronus. El áspid le mostró amenazadoramente sus colmillos al Dementor, que atravesó una pared y se marchó del edificio. De inmediato Albus se sintió mucho mejor, y pudo pensar en la muerte de Ron como un triunfo. No había matado a su tío, pero lo había empujado al suicidio, lo cual era mucho más delicioso.

Y por otra parte, ¿quién hubiera podido asegurar que el resultado de su encuentro con Ron hubiera sido distinto si no hubiera traído al Dementor para hacerlo sentir más deprimido y vulnerable? Los hechos per se eran demoledores. Tan solo le hubiera tomado más tiempo convencerlo, pero a la larga lo habría logrado. El Dementor había sido apenas una manera de acelerar lo inevitable.

“Ya nos deshicimos de Ron”, pensó, mientras bajaba por las escaleras del edificio. “Mañana comenzaremos a librarnos de Crouch”.

[NOTA 2: Supongo que no hace falta aclarar que el motivo por el cual Ron se suicida con tan pocas resistencias es la presencia del Dementor en el departamento. Por más que Albus intente convencerse de lo contrario, Ron no se habría suicidado de no ser por eso. Ahora bien, hay otro detalle que no quiero que pierdan de vista: antes de morir, Ron se arrepintió sinceramente de sus crímenes. Dejó de considerarlos “accidentes”, y sintió una genuina compasión por sus víctimas.

NOTA 3: Si quieren insultarme por haber asesinado a un miembro del Trío, tienen plena libertad para hacerlo, en los comentarios o por mail a hacedor.de.reyes@gmail.com (de paso, les recuerdo que también pueden agregarme como contacto en el MSN y gozar del placer de putearme por chat). Desahoguense.

NOTA 4: Billy me pasó un video espectacular el miércoles. Quiero aprovechar para recomendarles que lo vean. Es este.]

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