Por una cabeza

[NOTA 1: Quiero darle las gracias a Billy por sugerirme esta canción para musicalizar el capítulo.

NOTA 2: Después de meditarlo un poco, decidí cambiar el título del capítulo. «Retroversión de la soberanía» es muy confuso.]

Servilia Crouch, que había estado ligeramente inclinada hacia delante durante todo el discurso, se recostó contra su sillón, indicando tácitamente que había terminado. No obstante, sus palabras fueron recibidas primero con un silencio ensordecedor. Poco a poco comenzaron los murmullos de los legisladores y funcionarios, que fueron aumentando de volumen hasta convertirse en un zumbido constante.

Finalmente Isaac intervino.

—¡Silencio en el recinto! ¡Pido silencio!

Lentamente el ruido se fue apagando, pues los legisladores estaban acostumbrados a obedecer órdenes de ese tipo por parte del presidente de la Cámara, y su silencio se contagió a los demás. Isaac tomó un trago de agua y dijo:

—Cuando la autoridad más alta del Estado queda acéfala, el poder vuelve a su fuente. El poder de la ministra de la Magia deriva del pueblo. Lo que corresponde, entonces, es convocar nuevas elecciones, y nombrar a un mago o bruja para que ocupe interinamente el cargo.

“Sin embargo, antes de tomar ese paso —añadió solemnemente— debemos confirmar dicha acefalía. La renuncia de la ministra debe someterse a la aprobación de este cuerpo. Por tanto, se llevará a cabo un debate y una votación. ¿Alguien desea tomar la palabra?

Isaac recorrió con la mirada las hileras de legisladores sentados en sus bancas, y la detuvo brevemente en el rostro de Francis Fedden. El legislador se puso de pie.

—Yo, señor presidente.

—Hace uso de la palabra el legislador Fedden —dijo Isaac.

—Señor presidente, señores colegas, señora ministra… —dijo Fedden— y si se me permite, quisiera decir que no hay otra persona a quien me enorgullezca más de llamar con ese título… Estamos aquí ante un momento decisivo en nuestra historia. Un joven mago oscuro, secundado por su amante y por una banda de delincuentes, han declarado una guerra sin cuartel no contra un gobierno, sino contra un pueblo pacífico y respetuoso de las leyes. ¡En los últimos días, nuestra sociedad ha sufrido una agresión sin precedentes en siglos y siglos de historia! ¡Una agresión que se ceba en sus miembros más débiles e indefensos, los niños! ¡Criaturas cuyo único crimen es ser hijos de su padre! Y este mago oscuro, cuyo apellido me resisto a pronunciar para no mancillar el honor de su glorioso progenitor, Harry James Potter, el Elegido, el vencedor de Tom Ryddle, y cuyo nombre de pila también me resisto a pronunciar para no ensuciar el recuerdo del gran mago en homenaje al cual fue bautizado (me refiero, claro está, a nuestro llorado director de Hogwarts Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore); este mago oscuro que pretende actuar para hacer justicia por crímenes que él mismo ha cometido, pero que intenta atribuir a la señora ministra de la Magia, ahora pretende extorsionarnos.

“El mago oscuro cuyo nombre no diré y su grupo demandan la salida de Servilia Crouch del cargo que todo el pueblo le concedió no en una sino en dos ocasiones. Con esto no desean simplemente perjudicar a la señora Crouch: desean perjudicar al pueblo que la votó al forzarlo a retractarse de su decisión libre y soberana. El pueblo es depositario de la soberanía, y el pueblo concedió su soberanía temporalmente a Servilia Crouch; si se concreta la acefalía, tendrá lugar una retroversión de la soberanía de vuelta al pueblo.

“¡Pero yo digo que aceptar la renuncia de la señora Crouch es un signo de debilitad intolerable! Con esto no deseo quitarle valor al generoso gesto de la ministra de poner su cargo a nuestra disposición, renunciando a aferrarse a él si el costo son vidas humanas. Ese gesto la enaltece.

“No obstante, mi postura es que la renuncia de Servilia Anna Crouch al cargo de ministra de la Magia debe ser rechazada por este cuerpo. Servilia Crouch debe seguir siendo la guardiana de esa soberanía popular. Y ella debe ponerse al frente de la lucha contra el grupo terrorista responsable de los asesinatos de Ronald Weasley y de la familia Bakewell.

“De modo que adelanto mi voto por la negativa.

“Muchas gracias.

Había sido un buen discurso, muy elocuente; como políticos profesionales, sus colegas apreciaban cualquier pieza de oratoria de gran calidad, coincidieran o no con su planteo. Y además Fedden les marcó el camino a seguir: todos sabían que, después de Isaac —de quien no sospechaban que fuera amante de la ministra—, él era el legislador con mayor acceso al círculo íntimo de Crouch. Si Fedden decía que había que rechazar la renuncia, era porque Crouch quería que la rechazaran. Así que cuando Isaac preguntó si alguien quería decir algo más antes de la votación, solo dos legisladores más se pusieron de pie y pronunciaron discursos similares al de Fedden. Al momento de votar, los sesenta legisladores rechazaron unánimemente la renuncia de Servilia, y todo fue coronado por un aplauso estruendoso en honor a la ahora ratificada ministra.

—Quiero agradecerles por su confianza, señoras y señores —dijo Crouch cuando los aplausos se apagaron—. Hoy me han hecho sentir más orgullosa que nunca. Estaré a la altura de mi deber.

Y tras un segundo aplauso, la ministra salió del Parlamento escoltada por sus Aurores y por Isaac Prewett, a quien en el mismo momento en que abandonaron el recinto le susurró al oído “En mi casa, esta noche”.

***

En los siete días que siguieron al discurso de Crouch desaparecieron otras tres familias de Aurores. Los ataques eran repentinos, y todos terminaban exactamente igual: la casa revuelta e inundada de sangre, los cadáveres desaparecidos. En el tercer caso encontraron un mechón de cabello que había sido arrancado junto con un trozo de cuero cabelludo; todo apuntaba a que se trataba de cabello de la hija mayor. En el cuarto caso hallaron uñas arrancadas, así como dientes de leche. Dos de los Aurores que fueron a esa escena del crimen vomitaron allí mismo.

Servilia Crouch y John Dawlish, por el momento, permitían que los detalles más atroces de los crímenes se filtraran a la prensa, pero cuando once días después se produjo un quinto ataque, incluso ellos vacilaron antes de dejar que El Profeta supiera que junto a la cama del marido de la Auror cuya familia fue atacada habían aparecido seis dedos cortados y que en el cuarto de los niños habían aparecido manchas de semen.

El clima en la División de Aurores era terrible. Casi todos temían por sus familias; los únicos que no sentían eso eran los solteros. Pero incluso ellos tuvieron que empezar a preocuparse cuando la casa de los padres de un joven Auror de veintisiete años fue atacada, convirtiéndose en el sexto caso.

Lo único que alegraba a Crouch y a Dawlish era la actitud de los Aurores afectados. Todos ellos habían decidido seguir en sus puestos, y manifestaban una sed de sangre que a la ministra y al Jefe no dejaba de darles optimismo. Estos hombres combatirían a Potter hasta la muerte.

Claro que hubo excepciones. Teddy Lupin renunció a la División, citando motivos de salud. Normalmente Dawlish y Crouch no le habrían permitido irse sin al menos someterlo a un exhaustivo interrogatorio, pero Lupin era ahijado de Harry Potter y no querían tener más problemas con él. Tenían problemas mucho más graves, como evitar que la indignación que los monstruosos crímenes de Albus Potter generaba en la opinión pública no se volviera hacia ellos por no poder evitarlos. Lo cierto era que si permitían que todos los Aurores se quedaran en sus casas para proteger a sus familias, estarían desprotegiendo una serie de importantes blancos a los que Potter eventualmente podía apuntar, comenzando por el propio Ministerio de la Magia.

Comenzaron a repartirse panfletos con instrucciones de seguridad muy similares a los que se habían repartido durante las guerras con Lord Voldemort, con los mismos pobres resultados; lo mismo ocurrió cuando se empapeló el Callejón Diagon y Hogsmeade con carteles de “Buscado” con las caras de Albus y Valerie. Se puso a un grupo de funcionarios de la Dirección de la Red Flu para ocuparse exclusivamente de las conexiones de las casas de los Aurores, para garantizar una respuesta rápida en caso de un ataque a las viviendas. Sin embargo, los miembros de las otras dos familias en ser atacadas después de esta medida no alcanzaron a pedir auxilio antes de ser reducidos y brutalmente asesinados por Potter y sus seguidores.

***

Harry Burke era un sujeto contradictorio. Proveniente de una familia de sangre pura con simpatías hacia los Mortífagos —simpatías que por otra parte nunca se habían concretado con ningún miembro de la familia uniéndose al ejército de Voldemort—, había sido bautizado “Harry” por sus padres en un oportunista homenaje a Harry Potter cuando nació en 1992. Y si bien todos esperaban que comenzase a entrenarse con su padre para eventualmente hacerse cargo de Borgin & Burkes, había acabado por unirse a la División de Aurores. Allí había conocido a su esposa, una hija de muggles. Como no tenía hermanos, él era el único heredero del apellido Burke, de modo que su familia debió aceptar el enlace de muy mala gana.

Tanto su esposa Rachel como él eran Aurores muy bien entrenados, por lo que ante la amenaza de Potter contra las familias de los miembros de la División decidieron, en lo posible, turnarse para quedarse en casa cuidando a sus dos hijos, un varón y una niña. No obstante, había ocasiones en que sus obligaciones laborales los forzaban a quedarse ambos en el Ministerio, por lo cual Elizabeth, la madre de Harry, tenía que cuidar a sus nietos.

El turno de Harry terminaba una hora antes que el de su mujer, a las siete de la tarde. El Auror llegó a su domicilio lo más rápidamente que pudo, ansioso por verificar que sus hijos y su madre estuvieran sanos y salvos. Burke encontró la puerta del hogar correctamente cerrada, lo cual era un buen signo. La sala de estar estaba vacía, pero ordenada y sin signo alguno de violencia. El comedor y los dormitorios estaban iguales. Preguntándose si Elizabeth y sus hijos habrían salido, Burke se disponía a enviarle un Patronus a su padre cuando escuchó pasos detrás de la puerta de la cocina, que permanecía cerrada.

Burke corrió hacia la habitación con la varita levantada, irrumpió dentro e inmediatamente resbaló en uno de los innumerables charcos de sangre que cubrían las baldosas, cayendo al piso.

—¡Hola, Harry! —lo saludó jovialmente una voz. Burke giró la cabeza y se encontró con Albus Potter, que sostenía una mochila semiabierta en su mano.

—¿QUÉ HAS HECHO? —rugió Burke, apuntándole.

—Redecoré un poco tu cocina. ¿Qué tal queda de rojo? —dijo Albus, sonriente.

—¡Avada…! —gritó Burke, pero Albus fue más veloz.

—¡Expelliarmus! —exclamó, desarmándolo al instante. Albus meneó la cabeza, como una madre reprobando a un niño— Por favor, Harry, sé más sensato. Sabes que no puedes ganarme en un duelo, por más entrenado que estés. El único motivo por el que no te he matado es porque quiero mostrarte esto.

Y metió la mano en la mochila, extrayendo la cabeza cortada de un niño rubio de unos ocho años, cuyos ojos marrones habían quedado congelados en una expresión de horror y dolor indescriptible.

—¿Es tuyo, cierto? —preguntó Albus con un tono espantosamente despreocupado. Burke se abalanzó sobre el muchacho, literalmente soltando espuma por la boca, dispuesto a despedazarlo con sus propias manos y dientes, pero Albus no le dio tiempo para eso, Desapareciéndose con un “crac” muy suave y dejándolo solo en medio de toda la sangre.

***

Albus se Apareció en un rincón de la escalera para incendios del edificio donde vivía junto a Valerie. Puso la cabeza de vuelta en la mochila y tomó un poco de poción envejecedora antes de bajar y entrar discretamente al lobby. Saludó al recepcionista muy educadamente y subió al ascensor con la mochila colgando de su hombro.

Al llegar al penthouse se apresuró a tomar la poción que revertía los efectos de la anterior. Odiaba parecer más viejo de lo que era, aunque aceptaba su utilidad para conservar el anonimato. Lo siguiente que hizo fue dirigirse a la cocina, abrir la heladera, sacar la cabeza de la mochila y colocarla dentro. Albus la contempló con orgullo durante cinco o diez segundos antes de cerrar la puerta de la heladera.

—¿Cómo salió? —preguntó Valerie, que acababa de entrar a la cocina.

—A la perfección, amor.

—Espléndido —dijo la chica, besándolo en la mejilla—. ¿Por qué no la tiras?

—La necesitaré más adelante. Hablando de cabezas, ¿sabes qué otra cosa sería espléndida? —dijo Albus, desabotonándose la bragueta y sacando su pene erecto. Valerie, que desde aquel incidente con Lily Potter en Copenhague, del que no le había hablado a Albus, estaba más complaciente que nunca, no se hizo rogar y pronto su novio la tuvo de rodillas y con su miembro en la boca. Al se apoyó contra la heladera y cerró los ojos mientras sentía la lengua caliente y mojada de Valerie frotándose contra su glande. Todo iba maravillosamente bien.

[NOTA 3: Puse esa última escena sexual sobre todo porque se me dio la gana, o como decimos en Argentina, porque se me cantaron las pelotas. Así que no pierdan su tiempo quejándose. Esta es mi historia, y al que no le gusta que no la lea. Bastantes problemas tengo como para estar pensando en los gustos del sector más ortiva del público.

NOTA 4: La semana que viene estaré muy ocupado —tengo que rendir dos exámenes y dar mi primera clase con mi grupo de alumnos—, así que es posible que no pueda publicar el capítulo el viernes sino el sábado o el domingo. Habrá capítulo antes de que termine la semana, en eso les doy mi palabra.]

Ir al siguiente capítulo