Hombres lobo, besos y recuerdos

-Estoy seguro de que todos ustedes se preguntarán por qué cambié el horario de nuestra clase de hoy a las siete de la tarde -dijo Albus, dirigiéndose a los estudiantes de tercero. El centro del salón de Defensa Contra las Artes Oscuras estaba ocupado por lo que parecía ser una enorme caja, de más de dos metros y medio de altura, cubierta por una sábana blanca. Los últimos rayos rojizos del sol se colaban por las ventanas del techo, pero había centenares de candelabros listos para iluminar la enorme habitación cuando se hiciera de noche-. Lo hice porque lo que van a presenciar es algo que solo ocurre por la noche. En particular, en algunas noches. ¿Alguien sabe a qué me estoy refiriendo?

-Bueno… -dijo un niño un poco gordito, dubitativamente- falta un mes y pico para Halloween…

-No está mal, Rick -dijo Albus, sonriéndole amigablemente-, pero no, no es a eso a lo que me refería. ¿Alguien más?

-Hoy es luna llena -dijo una niña pecosa y de cabello castaño.

-¡Muy bien, Edith! Exactamente, hoy es luna llena. ¿Y qué ocurre en las noches de luna llena?

-Los hombres lobo se transforman -dijo Rick velozmente, ganándole de mano a Edith.

-Exactamente. Y eso es lo que van a presenciar hoy. Chicos -dijo Al, mientras utilizaba su varita para abrir la puerta del salón-, les presento al señor Steven Lewis.

Fue cómico ver cómo todos los niños se daban vuelta al unísono para ver a Lewis entrar al salón. Era un hombre de poco más de treinta y cinco años, delgado, alto, pálido y de cabello negro y muy corto. Lewis los saludó con la mano y sonrió tímidamente; no parecía acostumbrado a ser el centro de atención para tantas personas.

-Señor Lewis, por favor, siéntese aquí a mi lado -dijo Albus, haciendo aparecer una silla junto a la de él. Lewis se sentó y tragó saliva, evidentemente nervioso por lo que estaba por ocurrir-. Nos gustaría oír su historia. Faltan aproximadamente cuarenta y cinco minutos para el anochecer. Seguramente alcanzará y sobrará para que nos narre todo.

-Gracias, profesor. Como ya saben, yo me llamo Steven Lewis. Mi padre es un plomero y mi madre trabaja… bueno, trabajaba en una fábrica textil. Se jubiló el año pasado. Mi papá sigue trabajando, creo que seguirá haciendo trabajos de plomería hasta que se muera, lo viene haciendo desde los veinte… Pero bueno, no quiero desviarme -dijo Lewis, viendo que se estaba llendo por las ramas.

-¿Usted es hijo de muggles? -preguntó un niño.

-No, soy lo que ustedes llaman un muggle… Bueno, lo era hasta el ’98. He sido un hombre lobo desde entonces.

-Este detalle es muy importante -señaló Albus-. ¿Querría usted explicar por qué fue convertido, señor Lewis?

-Porque Tom Ryddle le ordenó a Fenrir Greyback y a los demás hombres lobos que apoyaban a los Mortífagos que se abstuvieran de convertir a magos y brujas en hombres lobo -dijo Lewis, con disgusto-. Ryddle les dijo que podían transformar a todos los muggles que quisieran. Solo podían atacar a aquellos magos que fueran enemigos de los Mortífagos o se negaran a unirse a ellos.

-El caso más conocido -acotó Albus- fue el del niño Montgomery, que fue asesinado por Greyback.

-¿Fue Greyback quien lo convirtió? -preguntó Edith, cuyo semblante era ahora muy pálido.

-No, pero el hombre lobo que lo hizo sin duda pertenecía a su manada. No me eligió por ningún motivo en particular, excepto que me había quedado a dormir en casa de mi mejor amigo. Dos niños compartiendo la habitación significan dos nuevos hombres lobo en vez de uno.

-¿O sea que el hombre lobo lo convirtió a usted y a su amigo?

-Así es. Los dos fuimos mordidos.

-¿Qué ocurrió con su amigo?

Lewis volvió a tragar saliva y dijo, con dolor:

-Se suicidó poco antes de cumplir los dieciséis años. Verán, el hombre lobo no solo nos mordió, sino que mató a su padre y a su madre. Si él se hubiera quedado a dormir en mi casa en vez de yo en la de él, entonces habrían sido mis padres los muertos. Greyback siempre ordenaba matar a los padres, para así facilitar nuestra “asimilación” al mundo de los hombres lobo. Mi amigo no pudo soportar el ser hombre lobo y además huérfano. Yo intenté ayudarlo, pero…

Ahora Lewis tenía la vista clavada en el suelo. Nadie se animaba a seguir haciendo preguntas. Albus guardó silencio respetuosamente durante un rato, y luego dijo:

-El señor Lewis ha tenido la gentileza de visitarnos para ofrecernos una demostración. El motivo por el cual esta demostración tiene lugar ahora y no en marzo, que es cuando corresponde tratar el tema de los hombres lobo, se debe a que en marzo él debe estar en Bombay para inaugurar uno de sus edificios. Debo aclarar que el señor Lewis es un arquitecto de gran talento. Mantiene su licantropía controlada gracias a una provisión mensual gratuita de Poción Matalobos que recibe del Ministerio de la Magia. Sin embargo, él ha accedido a no beber su dosis de poción hoy, para que podamos ver su transformación plena en hombre lobo. Por ello he instalado -dijo Albus, levantándose de la silla, aproximándose a la “caja” y quitándole la sábana- esto.

Los alumnos pudieron ver una gran jaula cuadrada, con gruesos barrotes de hierro; uno de los alumnos hijos de muggles luego se la describiría a un amigo de cuarto año como idéntica a la jaula en la que encierran a Hannibal Lecter en El silencio de los inocentes, y de la cual logra escapar hacia el final de la película. También pudieron ver algo que no habían notado antes: el profesor Potter había trazado un círculo de pintura roja alrededor de la jaula.

-Como pueden ver, con esta jaula ustedes podrán ver la transformación de Steven Lewis sin correr el menor peligro, siempre y cuando no crucen esa línea roja que pinté en el suelo. Si lo hacen, estarán lo suficientemente cerca de la jaula como para recibir un zarpazo… o peor aún, un mordisco. Señor Lewis, si es tan amable… -añadió Albus, señalándole la puerta de la jaula.

Steven Lewis se levantó y amagó con llevarse la silla a la jaula, para poder volver a sentarse una vez que estuviera encerrado; faltaba todavía un rato para que anocheciera y saliera la luna. No obstante, Albus lo detuvo con un ademán.

-Señor Lewis, me temo que tendrá que dejarla. Durante su transformación podría romperla y herirse a sí mismo con los pedazos, o bien arrojárselos a los estudiantes.

-Es verdad, profesor Potter, no se me había ocurrido -dijo Lewis, sonrojándose un poco y dejando la silla nuevamente en su lugar. La puerta de la jaula no tenía candado, pero Albus lo hizo aparecer apenas Lewis la cerró. Por un instante, los niños creyeron que Lewis iba a colocar las manos alrededor de los barrotes, en la clásica postura del prisionero, pero en lugar de ello, se sentó en el suelo con las piernas cruzadas.

Mientras aguardaban con una mezcla de temor y morbosa curiosidad el momento en el cual Lewis se convertiría en hombre lobo, Albus se puso de pie y comenzó a dar una explicación.

-Se desconoce exactamente cuándo aparecieron los primeros hombres lobo. Hasta en las crónicas más arcaicas pueden hallarse referencias, más o menos claras, a su existencia; notables y remotos escritores muggles como Homero, Plinio, Plauto y Ovidio han hablado de ellos.

“También se desconoce el lugar de donde son oriundos, aunque debido al alto número de casos de licantropía que se han registrado allí, se sospecha que aparecieron en el norte de Europa. Debido a que sus portadores son seres humanos, la licantropía, lo mismo que el vampirismo, se ha extendido a todos los continentes.

“La única forma de contraer licantropía es ser mordido por un hombre lobo. Solo los seres humanos, sean magos o muggles, pueden contraerla; ha habido casos de duendes y elfos domésticos que recibieron mordeduras y no fueron afectados. Los muggles rusos, no obstante, creen erróneamente que el séptimo hijo varón, o la séptima hija mujer, de una familia, nacen con licantropía; durante muchos siglos los zares rusos “protegieron” a estos niños de la licantropía convirtiéndose en sus padrinos. Hacia el siglo XIX numerosos rusos migraron a América y llevaron consigo la superstición del séptimo hijo, que de alguna manera fue “contagiada” a los habitantes de los países que los recibieron. Por ello, en algunos países americanos es costumbre que el presidente o la presidenta de turno, ocupando el rol del zar, apadrine a los séptimos hijos para evitar que se transformen en lo que ellos llaman “lobizones”.

“Cuando alguien es mordido por un hombre lobo que no está transformado, también contrae licantropía, pero no en el mismo grado que quien es mordido por un hombre lobo transformado. Se convierte en una especie de semi-hombre lobo, con algunas características animales, pero conservando siempre su forma humana. Mi tío Bill fue mordido por Fenrir Greyback cuando no estaba transformado, y el único efecto que eso tuvo sobre él (aparte de las terribles heridas que le quedaron) fue un gusto especial por la carne casi cruda.

“El ciclo lunar afecta a los hombres lobos de la manera en que están a punto de presenciar. Si el hombre lobo no ha bebido una dosis de Poción Matalobos dentro de las veinticuatro horas previas a la salida de la luna llena, no solo se convierte en licántropo, sino que pierde por completo el control de sus actos.

La noche ya había caído. Por las ventanas ya no entraba el menor rayo de luz, y mientras hablaba sobre los hombres lobo el Hacedor de Reyes había ido encendiendo los candelabros del salón. Mientras tanto, Lewis observaba ansiosamente su reloj, un reloj digital que a los alumnos hijos de muggles les pareció extrañamente barato para ser propiedad de un arquitecto tan próspero.

-Profesor -empezó a decir Lewis-, estoy empezando a sentir…

Sin embargo, antes de poder completar la frase, soltó un alarido de dolor que les heló la sangre a todos los niños. Su cuerpo comenzó a estremecerse. Lo primero que cambió fue su cabeza: su nariz y mandíbula se estiraron hasta convertirse en un hocico. Sus orejas se fueron alargando hasta transformarse en las de un lobo. Toda la piel que ellos podían ver comenzó a llenarse de espesos pelos negros. El cuerpo comenzó a aumentar de tamaño. Lo primero que se rompió fue la correa del reloj, que cayó al piso. La ropa de Lewis -sus zapatos, su camisa, sus jeans- se tensó y se fue rompiendo hasta dejarlo completamente desnudo, solo cubierto por la pelambre que brotó en su piel como si fuera césped. Sus uñas se alargaron hasta convertirse en garras afiladas, y por encima de sus nalgas salió una cola. Finalmente el hombre lobo alzó la mirada hacia los humanos y enseñó sus enormes colmillos.

El ataque fue tan repentino que muchos ni lo vieron. El hombre lobo se lanzó hacia ellos con todas sus fuerzas, solo para chocar con los barrotes de la jaula. Esto no evitó que los niños dieran un salto de terror, y dos o tres se cayeron de sus sillas. Solamente Albus, que estaba de pie entre los alumnos y la jaula, se mantuvo impertérrito. El hombre lobo cargaba una y otra vez contra los barrotes, intentando derribarlos, y luego comenzó a mordisquearlos con vehemencia. Frustrado, empezó a emitir gruñidos y sonidos muy similares a los ladridos, aunque más agresivos que los de un perro común. Como la criatura tenía una voz muy potente, el profesor Potter empleó un Muffliato para acallar todos los ruidos provenientes de la jaula y así retomar su explicación.

-Los hombres lobo tienen preferencia por la carne humana. Durante sus transformaciones, el licántropo busca atacar a la mayor cantidad posible de seres humanos; si no es detenido, por lo general devora a su primera presa y luego muerde a las demás con las que se topa, a veces hasta matarlas.

“La pelambre del hombre lobo es uno de los escudos más fuertes que existe. Ustedes podrían lanzarle los peores hechizos, incluso Maldiciones Imperdonables, y no le harán el menor efecto. Vean: ¡Avada Kedavra!

El inconfundible rayo verde de la Maldición Asesina salió desde la punta de la varita del profesor e impactó en medio del pecho del hombre lobo. El único efecto que tuvo fue empujarlo hacia atrás hasta hacer que su espalda chocara contra el otro extremo de la jaula, pero de inmediato el monstruo se puso de pie y se volvió a precipitar, con renovada furia, contra los barrotes que lo separaban de sus decenas de potenciales víctimas.

-¿Qué deben hacer si se encuentran con un hombre lobo? Huir. Desaparézcanse, vuelen en escoba, hagan cualquier cosa con tal de alejarse del monstruo. No intenten esconderse con un Encantamiento Desilusionador o cualquier otro método: si el licántropo ha llegado a olerlos, sabrá rastrear y encontrar su aroma.

“Ahora bien, si no pueden escapar, existe una manera de hacer frente exitosamente a un hombre lobo: la plata. Por algún motivo la plata es letal para los hombres lobo. Una bala de plata disparada a cualquier parte de su cuerpo, incluso la cola o una pata, lo matará. Lo mismo ocurrirá si le clavan un puñal de plata, pero para eso deben acercarse demasiado al hombre lobo y es probable que acabe matándolos sin que el arma llegue siquiera a rozarlo.

“No obstante, los insto a que no se enfrenten a un hombre lobo a menos que no tengan otra salida. Recuerden que los hombres lobo son, casi todo el tiempo, seres humanos. Hombres como el señor Lewis, que acaban de conocer. Personas normales, como ustedes y como yo. Matar a un hombre lobo, teniendo la opción de huir y buscar la ayuda de los Aurores para detenerlo, es asesinato. Casi con seguridad no serán llevados ante el Wizengamot por ello… pero serán culpables de asesinato ante sus propios ojos, ante sus propias conciencias. Tengan eso siempre en cuenta. Y recuerden a Steven Lewis si alguna vez se cruzan con un hombre lobo.

***

El sótano del número cuatro de Privet Drive había sido reacondicionado por Harry y Hermione para que les sirviera de dormitorio. Para ser más precisos, gracias a su gran tamaño habían podido construir dos dormitorios en él, uno para Hermione y otro para su mejor amigo. Pese a esa separación, era habitual que Hermione entrara a su cuarto, o Harry al de ella, sin sentirse demasiado cohibidos.

Pero aquella mañana, cuando Hermione -que era la más madrugadora de los dos- fue a despertar a Harry, se encontró con la habitación vacía. Confundida, la bruja subió a la planta baja, pensando que lo hallaría en la cocina desayunando con los Dursley, pero no fue así. Dudley, su esposa y sus hijos no lo habían visto. Hermione permaneció intranquila hasta que, al cabo de unos quince o veinte minutos escuchó a Harry Aparecerse en el vestíbulo de la casa.

-¿Qué estabas haciendo? -le preguntó.

-Solo salí a dar un paseo -replicó Harry.

-Sabes que eso es muy peligroso, Harry. Si alguien te ve deambulando por aquí…

-No caminé por Privet Drive, me Desaparecí hacia otro barrio. Además, usé un Encantamiento Desilusionador.

-¿Pero por qué?

-Necesitaba pensar un poco, Hermione.

-¿En qué? -insistió ella.

-Hablemos de eso en otro momento, ¿quieres? Caminé demasiada distancia, estoy sucio, necesito una ducha.

Y sin darle tiempo para que siguiera presionándolo, salió del vestíbulo y bajó las escaleras hacia su cuarto, no sin antes asomarse a la cocina y saludar a los Dursley.

Esperaba haberse librado de Hermione, pero cuando salió del baño, recién duchado, se la encontró esperándolo en el pasillo.

-Bien, ya has tenido tu ducha. Ahora hablemos.

Harry estuvo a punto de irritarse con ella, pero luego recordó con un poco de nostalgia aquellas épocas en que, siempre que él tenía algún problema y quería guardárselo, su amiga intentaba sonsacarlo casi por la fuerza. Una Hermione que no estuviera decidida, hasta el punto de la testarudez, a conocer la verdad, era inimaginable.

Así que bajaron hasta el dormitorio de Harry. Hermione se sentó en una silla, mientras que el padre de Al se sentó en la cama.

-Anoche tuve un sueño… bueno, creo que más bien fue una pesadilla.

-¿Con qué soñaste?

-Con Ron -dijo Harry, mirándola con mucha atención, como buscando ver cuál era su reacción al escuchar el nombre de su difunto marido.

-Ya veo -dijo Hermione, cuyo rostro tenía una expresión insondable.

-Soñé con su muerte… o algo así. Ron estaba desnudo en una bañera llena de sangre, pero no tenía la edad que tenía al morir, sino que era mucho más joven. Debía andar por los diecisiete años. Había olvidado lo parecido que era Hugo a él, ¿sabes? Es más, al principio del sueño los confundí, solo supe que era Ron cuando me habló…

-¿Qué te dijo?

-Dijo algo así como… “tu hijo me ayudó. ¿Lo ves?” No tenía sentido…

-¿Crees que quería decirte que Albus lo mató?

-No lo sé. Pero luego agregó “Ya no tengo Horrocruxes”. ¿Esto tiene algún sentido para ti?

-No, ninguno. Ron… él era un hombre con graves defectos, pero jamás habría imitado a Voldemort en ese aspecto. Y además, dudo que hubiera tenido la capacidad de hacerlo. ¿Pasó algo más en el sueño?

-Nada más. Pero hizo que me despertara pensando en Ron… Por eso me fui a caminar, quería despejarme la cabeza un poco.

-Bueno, sabía que llegaría el momento en que tendríamos que hablar de él… de él y de Ginny.

-Lo extraño -dijo Harry con tristeza-. Eso es lo que me di cuenta hoy. Al margen de lo que pueda significar ese sueño, el verlo otra vez, aún en un estado tan horrible, me hizo extrañarlo. Él era como un hermano para mí, Hermione. Él y los Weasley fueron como la familia que nunca tuve…

-Lo sé. Y para Molly y Arthur tú siempre fuiste más que un yerno.

-A ellos los extraño también, pero Ron… Ya no… Se ha ido, Hermione. ¿Te das cuenta? Ya sé que te separaste de él años antes de su muerte, pero…

-Eso no quiere decir que no lo eche de menos, Harry -dijo Hermione, sentándose a su lado en la cama y tomándolo de la mano-. Él fue el padre de mis hijos, vivimos juntos durante más de veinte años.

-Pero tú…

-Lo dejé, sí. Lo dejé porque lo que él hizo con esos muggles, y el hecho de que aceptara echarle la culpa a Albus y Valerie, fue demasiado para mí. Ya no podía seguir viviendo con él después de eso. Durante años esperé que intentara arreglar las cosas, que se arrepintiera. Pero no lo hizo. Falleció con esas muertes sobre su cabeza. Eso es lo más terrible.

-La última vez que hablé con él… estaba loco. Loco por el dolor de la muerte de Hugo, pero también loco por el poder. Crouch fue hábil -dijo Harry, apretando los dientes-. Le dio mi trabajo en su momento de mayor vulnerabilidad, cuando estaba lleno de odio y resentimiento. Usó su sufrimiento, pero también sus debilidades. Su envidia por mí, su deseo de destacarse, de no ser opacado. Creeme, por más que deplore lo que ha hecho Albus, no me oirás criticarlo si resulta que es cierto que la asesinó. Crouch destruyó nuestra amistad, y luego destruyó tu matrimonio con él al convencerlo de inculpar a mi hijo y su novia. Eso no se lo perdonaré jamás. Es casi peor que lo de Hugo.

-Harry, Ron solo te tuvo envidia cuando eran más jóvenes -dijo Hermione-. Cuando fue mayor, maduró…

-Quizá, pero esa última charla que tuve con él me demostró que un poco de esa envidia siempre estuvo presente, sumergida… Y salió a la superficie por lo del pobre Hugo. Me sorprende que no… -dijo Harry, pero se interrumpió.

-¿Qué te sorprende? -preguntó Hermione.

-Nada, nada.

-¡Dímelo!

-Eso es algo entre él y yo -dijo Harry firmemente.

-¡Harry, por favor! ¡Si sabes algo sobre mi esposo, quiero que me lo digas!

-No es algo que pueda hablar contigo.

-¿Te hizo prometerle que no lo harías? -dijo Hermione, recordando con cuánto ahínco Harry había mantenido el secreto de los Horrocruxes que le había confiado Dumbledore, aún después de la muerte del viejo director.

-No, no explícitamente…

-Entonces no estás obligado a cumplir con tu palabra, pues jamás se la diste. ¡Cuéntamelo, por favor!

Harry clavó la mirada en el cuadrito de un faro que la esposa de Dudley había colgado para adornar un poco la habitación durante largo rato antes de hablar.

-Cuando Ron y yo destruimos el Horrocrux… me refiero al relicario de Slytherin… intentó convencerlo de que no lo destruyera.

-Ustedes me dijeron que solo había gritado…

-No quisimos que lo supieras… en realidad, ni siquiera él y yo hablamos demasiado sobre eso. Pero bueno, supongo que tienes derecho a saberlo, porque te involucra a ti.

-¿A mí? ¿Qué quieres decir?

-El relicario le mostró… una especie de fantasía. Una imagen tuya…

-¿Mía?

-Sí. Bueno, no era exactamente igual a ti, pero eras tú, créeme.

-¿Qué hacía? ¿Qué hacía esa imagen mía?

-Ella… todavía me avergüenza hablar de eso, a pesar de todos los años que han pasado… Me besabas, Hermione. Eso es lo que le mostró el Horrocrux. A ti y a mí, besándonos.

-Por Merlín…

-Lo sé. Era retorcido… Solo alguien tan malvado como Ryddle habría podido usar eso contra Ron.

-En esa época él y yo ya… aún no nos habíamos besado, pero ya estaba enamorada de él, y él de mi.

-¿Él nunca te lo contó?

-Jamás. Siempre supe que él estuvo celoso de Viktor Krum, pero de ti… Nunca me lo habría imaginado.

-El relicario estuvo a punto de lograr… No, no quiero seguir con esto.

-¿A punto de lograr qué? ¡Dímelo, Harry!

-Creo que el Horrocrux no solo quería evitar que Ron usara la espada de Gryffindor para destruirlo. Para mí, quería hacer que me matara con ella. Habría sido típico de Ryddle, pues no solo se habría protegido, sino que habría… mancillado a la Casa de Gryffindor, de alguna manera. Y creo… creo que estuvo a punto de lograrlo. Antes de que destruyera el relicario, juraría que vi algo en su mirada…

Hermione le acarició los hombros a Harry con dulzura.

-Ya está bien, Harry. Te agradezco tu sinceridad. Pero creo que lo mejor es que intentemos atesorar en nuestra memoria al mejor Ron. Al que destruyó el relicario de Slytherin, no al que estuvo a punto de matarte. Al que volvió con nosotros, no al que nos abandonó. Al que crió conmigo a dos hijos… dos hijos maravillosos, no a quien la muerte de uno de ellos convirtió en un asesino de muggles. Seríamos injustos con él si solo recordáramos lo peor.

Las palabras de Hermione fueron un bálsamo para Harry, que había pasado toda la mañana pensando, justamente, en las peores cosas que había hecho Ron. El hecho de que Hermione, cuya opinión él tanto valoraba, le dijera que no solo estaba bien sino que era necesario enfocarse en las cosas buenas que había hecho Ron durante su vida, le trajo un enorme alivio. Agradecido, la abrazó, y ella le devolvió el gesto enseguida.

La proximidad física con Hermione no excitó a Harry, pero le hizo sentir algo igual de intenso.  Lo cierto es que, habiendo estado años separado de Ginny, hacía mucho tiempo que no recibía ningún gesto de ternura, sin contar los que le prodigaban James y Lily. Deslizó su mano a través del cabello castaño de Hermione, apreciando la diferencia de su tacto con el del de Ginny. Poco a poco, casi sin darse cuenta, su boca comenzó a acercarse a la de ella…

Alguien golpeó la puerta de su habitación, y Hermione y él se separaron al instante.

-Voy al supermercado -dijo la esposa de Dudley al otro lado de la puerta-. ¿Necesitan que les traiga algo?

-No, gracias -dijo Hermione, quien a continuación se levantó de la cama, se alisó un poco la ropa y dijo:- Bueno, Harry, voy a ir a ver a Minerva. ¿Quieres venir?

-Prefiero quedarme aquí -dijo Harry, quien antes de que se fuera alcanzó a notar que su ex cuñada tenía las mejillas ligeramente ruborizadas. Al quedarse solo, Harry se acostó en la cama, mirando al techo y preguntándose qué había ocurrido exactamente… o más bien qué había estado a punto de ocurrir.

***

-Esta idea de una doble cita fue excelente -dijo Valerie, sonriente, mientras su hermano Louis y Lysander Scamander salían del restaurant.

-Sí. Todo estuvo perfecto excepto esa maldita cheesecake… -dijo Albus, tomando un sorbo de café.

-¿Cuándo vas a dejar de quejarte? -replicó Valerie- Está bien, no te gustó, era demasiado ácida, se lo hiciste saber al mozo y él probablemente se lo haya dicho al chef. ¿Qué más quieres hacer, incendiar el local?

-Menos mal que no retacean el azúcar para el café y ya me pude sacar el gusto de esa…

-¡Basta! -dijo Valerie, riéndose y dándole un golpecito juguetón en el hombro- Pareces un viejo maniático…

-Nunca llegaré a viejo y lo sabes -dijo Albus en broma-. Voy a morir a los veintisiete, como Morrison y Cobain. Y tú vas a ser mi Courtney Love…

-¡No hagas bromas con eso!

-Lo siento, querida. Para compensártelo, mañana mismo te compraré un vestido nuevo. ¿Te gusta el negro, por casualidad?

-Eres insoportable -dijo Valerie, sacudiendo la cabeza y terminándose su café.

-Muchos de mis estudiantes no piensan lo mismo.

-¿Qué quieres decir?

-Bueno, he descubierto que mis temores de que la división de Casas se mantuviera a pesar de que las unifiqué eran infundados. Ahora los grupitos dentro de cada año no existen en función de a qué Casa pertenecían anteriormente sus integrantes, sino a qué piensan… de mí.

-¿A ti?

-Claro. Están los que les gusta cómo doy clases y los que me consideran un irresponsable peligroso… tanto como profesor y como gobernante. Hay algunos que admiran mis… hazañas, por así decirlo, y hay otros que las repudian. Hay algunos, sobre todo ex Slytherin, que quieren ganarse mi confianza para estar cerca del poder, y hay otros Slytherin que piensan que yo quiero monopolizar todo el poder para mí mismo, y que lo mejor es que yo caiga y se restaure el viejo orden de cosas. Hay un muchacho muy interesante en el primer grupito de ex Slytherin, Michael Milton…

-Tienes que tener cuidado, Al. Si dices que hay personas en Hogwarts que no están de acuerdo con nuestro gobierno…

-Son niños, amor. Al principio tengo que admitir que me intimidaba un poco el ser profesor y tener que lidiar con ellos, pero ahora no los veo como un factor de peligro. Me sigue molestando, y mucho, que manifiesten prejuicios racistas, pero eso es todo.

-Hay algo que me preocupa, querido. Pasas demasiado tiempo en el colegio, y demasiado poco en el Ministerio. Con lo cual estás dejando sin vigilancia a tu tío Percy.

-Isaac y Jezzie pueden ocuparse de él…

-Isaac ya tiene demasiado trabajo controlando al Parlamento, y Smith -dijo Valerie, que no solía nombrar por su nombre de pila a la hija de Zacharias- también tiene demasiado trabajo con los Aurores. Necesitas a alguien que se dedique exclusivamente al Ministerio, a la rama ejecutiva.

-¿Y tú quieres ser ese alguien?

-Me gustaría.

-Lo pensaré, mi amor. No es una mala idea. Oye -añadió, cambiando de tema-, acabo de percatarme que en unos meses, en marzo, se cumplirán nueve años de la primera vez que hicimos el amor.

-Sí. Fue algo… memorable.

-No fui muy caballeroso contigo -dijo él, tomándole la mano-. Habría preferido que nuestra primera vez fuera diferente. Más como la segunda vez… o mejor aún, la tercera -se corrigió, recordando que la segunda vez que hicieron el amor, fue con los cuerpos intercambiados por culpa de una broma de su hermano James.

-No vale la pena arrepentirse del pasado -dijo Valerie.

-A veces pienso -dijo Albus, mirando la borra del café, en el fondo de su taza- en cómo habrían sido nuestras vidas si… hubieras quedado embarazada en esa ocasión. El niño o niña tendría ya unos ocho años…

-No habríamos podido ser padres para él, Albus -dijo Valerie-. Éramos unos niños. Tú tenías quince años, ¿verdad? Y yo también andaba por esa edad. Nuestros padres habrían tenido que criarlo.

-Aún así, lo habría querido. Me gustaría ser padre.

Valerie miró a Albus, conmovida.

-¿De veras?

-Sí. Quiero tener un hijo contigo, algún día.

-Lo tendremos. Lo tendremos, amor -le dijo ella, mientras se levantaba de su silla y se inclinaba hacia él. Se besaron muy delicadamente, sus rostros iluminados por las velas que alumbraban el restaurant.

NOTAS

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