Dennis Creevey estaba sentado en el sillón de Vincent Crabbe, en el pórtico de la casa de Vincent Crabbe, bebiendo una copa del vino de Vincent Crabbe y observando los cadáveres de los elfos de Vincent Crabbe. Los dos pequeños cuerpos estaban tendidos en el suelo con los ojos abiertos, uno boca arriba y el otro casi en posición fetal. En la semipenumbra del pórtico, parecían los cadáveres de dos niños.
***
Todo había sido por culpa de la hamburguesa. Por eso, y por la rueda de auxilio del auto.
Justin Finch-Fletchley y los Creevey se habían hecho amigos en Hogwarts, cuando se unieron al Ejército de Dumbledore. Si bien pertenecían a distintas Casas y años, el hecho de ser hijos de muggles había servido para que se acercaran. Pero además, para Justin, los Creevey eran los primeros amigos que tenía que no pertenecían a su misma clase social. Justin era hijo de un barón muggle, y todos los jóvenes con quienes había tenido trato hasta que fue a Hogwarts habían sido hijos de otros miembros prominentes del establishment. Los Creevey, en cambio, eran hijos de un lechero. En circunstancias normales, Colin y Dennis jamás habrían conocido a Justin, y de haberlo conocido, tal vez habrían experimentado cierto rechazo hacia él, y él hacia ellos. Pero en Hogwarts estaban dadas todas las condiciones como para que su amistad floreciera, pues en el mundo mágico la discriminación más grave que existía era por motivos raciales; a los ojos de un Draco Malfoy o de un Blaise Zabini, daba lo mismo ser hijo de un lechero o de un barón: los Creevey y Justin eran escoria de sangre impura.
Y esto nunca estuvo más claro que cuando se produjo la caída del Ministerio en manos de los Mortífagos y se creó la Comisión de Registro de los Hijos de Muggles. Tanto el aristocrático Justin como los Creevey, de clase media, se convirtieron en objetivos de las nuevas autoridades. Justin, Dennis y Colin, entonces, decidieron huir de Londres para refugiarse en la casa de campo de una tía materna de Justin en Leeds, donde suponían que estarían a salvo. Justin había aprendido a conducir, y como ya había cumplido los diecisiete años, podía hacer magia fuera de Hogwarts sin activar el Detector, de modo que podía utilizar un Confundus con cualquier policía muggle que los detuviera y le pidiera su identificación (cosa que hizo un par de veces durante el viaje). Los padres de Justin habían querido convencerlos de llevar un chofer, pero Justin se había rehusado, argumentando que no quería poner en peligro la vida de un muggle inocente. Justin también se había negado a viajar a Leeds por medios mágicos, porque si bien tenía su licencia para Aparecerse, no confiaba lo suficiente en sus habilidades como para intentar una Aparición conjunta con los Creevey.
El viaje de Londres a Leeds había comenzado muy bien. De hecho, Dennis lo recordaba como uno de los mejores viajes en automóvil que hubiera hecho en su vida, al menos en los primeros kilómetros. Los tres jóvenes, al poner distancia entre la capital y ellos, parecieron por un momento olvidar el peligro que los amenazaba, y conversaban y bromeaban entre ellos con la misma despreocupación con que lo hubieran hecho si su viaje hubiera sido para hacer un picnic. Escuchaban música a todo volumen, e incluso se detuvieron en un local de comidas rápidas, donde compraron suficiente comida chatarra como para comer durante un viaje muchas horas más largo que el que tenían por delante.
Solo cuando pasaron Colchester enfrentaron dificultades. Uno de los neumáticos del automóvil se pinchó, y en el baúl no había ninguna rueda de auxilio. Maldiciendo, Justin tuvo que Desaparecerse en dirección a un callejón que recordaba haber visto al conducir por Colchester, desde donde tendría que encontrar un taller mecánico donde comprar la rueda de auxilio. Los Creevey se quedaron solos, cuidando el vehículo.
Dennis recordaba que ni siquiera tenía hambre cuando decidió comerse la hamburguesa. Su estómago se encontraba más que saciado. Solo fue un antojo. Pero fue por culpa de ese antojo que jamás volvió a ver con vida a su hermano luego de aquella tarde.
Le dio el primer mordisco y notó que, pese a haberse enfriado bastante desde el momento en que la compraron, seguía estando deliciosa. Y cuando dio el segundo mordisco, tragó el bocado sin siquiera masticarlo.
Fue entonces que comenzó a ahogarse. El trozo de hamburguesa se le quedó atascado en la garganta, y por más esfuerzos que Dennis hacía, no podía tragárselo ni escupirlo. Colin se dio cuenta de que algo malo ocurría cuando lo vio llevarse las manos a la garganta, y corrió para ayudarlo. Pero no conocía la maniobra necesaria para hacerle escupir la hamburguesa, y solo podía darle palmadas inútiles en la espalda. El rostro de Dennis comenzó a ponerse morado, y el chico sintió que iba perdiendo la conciencia…
Fue entonces que Colin sacó su varita y utilizó el hechizo Anapneo. Su efecto fue inmediato: Dennis escupió el pedazo de hamburguesa con tanta fuerza que cayó encima del pavimento. Colin le sonrió durante un par de segundos, muy aliviado… hasta que comprendió lo que acababa de hacer.
Los adolescentes tuvieron menos de cinco minutos de ventaja antes de escuchar los “crac” de las Apariciones de sus enemigos. Había dos Aurores y tres Mortífagos en el equipo enviado por el Ministerio para capturarlos.
La batalla fue muy breve. Los chicos se atrincheraron detrás del auto para cubrirse de los hechizos, y eso funcionó por unos minutos, hasta que uno de los Mortífagos decidió Aparecerse a espaldas de los Creevey. El sonido del “crac” del Mortífago fue lo último que escuchó Dennis antes de ser Aturdido. Más tarde supo que, unos instantes después, Justin se Apareció en la carretera y logró rescatar a Colin antes de que también lo tomaran prisionero.
En su momento, Dennis no reconoció a sus captores, pero más tarde pudo averiguar quiénes eran: los dos Aurores terminaron en Azkaban, condenados por colaboracionistas, y dos de los Mortífagos también fueron a dar con sus huesos en la prisión. Pero uno de los Mortífagos, para deleite de Dennis, huyó del país. Cuando lo encontró, años después, el joven Creevey ni siquiera se molestó en interrogarlo: le cortó el brazo mientras él seguía conciente y miró mientras se desangraba.
Justin luego le contó que había tenido que poner todos sus esfuerzos para que Colin no irrumpiera en el Ministerio o en Azkaban para rescatar a su hermano. Discutían día y noche sobre la posibilidad de sacar a Dennis de su encierro. Justin estaba seguro que sería una misión suicida, y que la mejor forma de lograr la libertad de Dennis era combatir al régimen de los Mortífagos. Durante los meses que pasaron escondidos en Leeds, escucharon todas las emisiones de Pottervigilancia y siguieron todos sus consejos.
Y cuando Colin supo que Harry Potter había reaparecido en Hogwarts, y que se estaba desarrollando una batalla en el colegio, decidió regresar. Justin, esta vez, no puso objeciones, pues él también estaba deseoso de participar en la batalla final. Sin embargo, cuando llegaron al colegio, Minerva McGonagall dijo que solo los estudiantes mayores de diecisiete años podían arriesgar sus vidas para defenderlo de los Mortífagos. Justin tenía diecisiete, pero Colin, de dieciséis, no podía permanecer allí. Intentó quedarse de todos modos, pero McGonagall lo vio y lo obligó a irse del castillo. Así fue como Justin y él se separaron. Para Justin, de haber podido permanecer juntos, tal vez habría tenido una oportunidad de proteger a Colin.
Dennis, por su parte, fue condenado por Dolores Umbridge a cadena perpetua en Azkaban, bajo el cargo de “robo de magia” (el mismo que se aplicaba a todos los hijos de muggles), sumado al de resistencia al arresto. Cuando Voldemort murió, Dennis fue liberado de la prisión junto a otros centenares de prisioneros.
De haber transcurrido una semana, o quizá un par de días más, el muchacho habría muerto por desnutrición. Cuando entró a la prisión, pesaba poco menos de setenta kilos. Cuando salió, poco más de cuarenta. Dennis debió pasar un mes entero en San Mungo, y solo una semana antes de que le dieran el alta los Sanadores se atrevieron a decirle que su hermano había caído en la batalla.
Pero en el fondo, él ya lo sabía.
***
El grupo de autoayuda había sido una idea del Sanador Augustus Pye, un hombre que no debía ser diez años mayor que Dennis y cuyas ideas heterodoxas eran desdeñadas por sus colegas por ser “demasiado muggles”. Pye sostenía que era necesario crear un espacio para que todos aquellos que habían perdido familiares en la guerra pudieran compartir sus experiencias y sentimientos, y sentir que no estaban solos. Poco antes de que le dieran el alta en San Mungo, Pye se presentó en su habitación para proponerle que asistiera a la primera sesión. Dennis se mostró poco interesado, pero desgraciadamente sus padres también estaban en el cuarto y prácticamente lo obligaron a ir a San Mungo.
El primer encuentro había tenido apenas cinco asistentes, contando a Pye; todos ellos eran hijos de muggles que estaban familiarizados con el funcionamiento de los grupos de autoayuda, aunque se mostraron bastante tímidos a la hora de contar lo que los había traído allí, pese a los esfuerzos de Pye. Las únicas palabras que pronunció Dennis fueron: “Hola, me llamo Dennis Creevey, y perdí a mi hermano mayor Colin”.
Poco a poco, los participantes comenzaron a sentirse más cómodos y pudieron hablar sobre sus pérdidas. Al principio, evitaban hablar de la muerte de sus parientes y de lo que significaba para ellos, y se concentraban en los buenos recuerdos, los menos dolorosos. Solo con el correr de las semanas los hechos más recientes comenzaron a colarse en las sesiones, como una nube oscura que flotaba encima de sus cabezas. Dennis contempló estallidos de llanto, cólera y desesperación, pero no se unió a la catarsis generalizada.
Él tenía su propia forma de terapia: poco a poco, desde el mismísimo momento en que le dijeron que Colin había muerto, comenzó a planear su venganza. Consideró y desechó decenas de planes, y una vez que eligió el definitivo, no se apartó de él ni por un momento. Sin embargo, Dennis también se daba cuenta de que debía mostrar una fachada tanto a su familia como al resto del mundo mágico. Debía aparecer ante ellos como alguien que estaba superando paso a paso una tragedia devastadora. No podía dejar que lo vieran como una persona extrañamente impasible, pues eso atraería la atención. Así que comenzó a imitar lentamente la conducta de sus compañeros de terapia. Comenzó a dejar que sus ojos se humedecieran y su voz se quebrara al hablar de Colin, e incluso empezó a hacer confesiones personales en la terapia, como que se sentía culpable por haber causado el ataque de los Aurores y Mortífagos por aquella hamburguesa. Pero era todo una actuación, una estafa. La pena que manifestaba ante los demás no era ni una décima parte de la que sentía por dentro, y que no podría aliviar jamás derramando lágrimas, sino sangre de Mortífagos.
Al mismo tiempo que Dennis perfeccionaba su actuación y diseñaba sus planes, las sesiones de terapia grupal comenzaron a volverse populares, y de a poco su cantidad de participantes se fue incrementando. Pasado el primer mes y medio, Pye tuvo que establecer tres grupos diferentes de familiares, que se encontraban en diferentes días de la semana y horarios, porque se dio cuenta de que mientras más numerosos eran los grupos, menos cómoda se sentía la gente.
En el grupo al que le tocó estar Dennis también se incorporó otro joven que había perdido a su hermano: George Weasley. Dennis lo conocía un poco, pues ambos habían ido a la misma Casa y se habían unido al Ejército de Dumbledore, y su gemelo Fred y él eran los bromistas más célebres del colegio, pero nunca habían tenido mucho trato hasta entonces.
Un día, cuando estaban saliendo de una sesión nocturna, George se le acercó.
—Hola, Dennis, ¿cómo estás? —le dijo, con una sonrisa tímida.
—Todo lo bien que uno puede estar después de esto —dijo Dennis. Al final de aquella sesión habían escuchado a Sylvia Montgomery recordar a su pequeño hermano, asesinado por Fenrir Greyback a los cinco años, todo debido a que su madre se había rehusado a unirse a los Mortífagos.
—Esa mierda de Greyback… Mató a la ex novia de mi hermano Ron y desfiguró a mi hermano Bill.
—En fin, ahora está en Azkaban. No puede hacerle daño a nadie más.
—Perdona que saque a colación estos temas. Estoy seguro que ahora mismo solo quieres despejarte la cabeza de lo que acabas de oír.
—No hay problema, George.
—¿Quieres ir a tomar algo al Caldero Chorreante?
Dennis no estaba particularmente interesado en la compañía de George Weasley, pero jamás había ido al Caldero Chorreante más que para ingresar al Callejón Diagon. Supuso que aquella ocasión era tan buena como cualquier otra para satisfacer su curiosidad, y aceptó la invitación.
El lugar no estaba vacío, pero estaba mucho menos abarrotado de gente que lo que Dennis recordaba por sus anteriores visitas. El clima también parecía menos festivo; en vez de soltar carajadas ante las bromas de sus acompañantes, los parroquianos sonreían. La guerra era un hecho muy reciente, y si bien no habían ocurrido asesinatos en el Caldero Chorreante, sí habían arrestado allí a numerosos hijos de muggles y disidentes del régimen de los Mortífagos, muchos de los cuales no habían vuelto a aparecer con vida. De alguna manera, el Caldero Chorreante era uno de los lugares donde mejor se podía palpar el estado de ánimo de la comunidad mágica, y éste no era tan bueno como antes. Los magos y brujas británicos no estaban pesimistas ni deprimidos, pero su optimismo se veía muy moderado por una fuerte dosis de cautela.
—Dime, Dennis, ¿piensas volver a Hogwarts en septiembre? —preguntó George después de sentarse y pedir dos cervezas de manteca.
—Mis padres no están muy entusiasmados con eso, pero yo quiero volver —respondió Dennis, clavando la vista en su bebida.
—¿Por qué? Fred y yo abandonamos Hogwarts en nuestro sexto año y nos va… —empezó a decir George, y Dennis vio el destello de dolor en sus ojos cuando se dio cuenta de que había hablado de su gemelo y él en plural, en el tiempo presente. “Fred y yo” era algo que solo podía decirse para hablar del pasado. No del presente, y jamás del futuro.
—Yo no tengo tanto talento para inventar cosas como tú —dijo Dennis, intentando salir de aquel momento incómodo—. Necesito estudiar si quiero llegar a algo.
—Supongo que tienes razón. ¿Tienes alguna carrera en mente?
—Tal vez Auror. Recuerdo que me gustó mucho formar parte del ED —mintió Dennis. En verdad, no le interesaba completar la carrera de Auror, sino solamente recibir el entrenamiento mínimo e indispensable para emprender su cacería de ex Mortífagos.
—Si a tus padres no les gusta que vuelvas a Hogwarts, les gustará aún menos que seas Auror. Es un trabajo riesgoso.
—Es verdad, pero alguien tiene que hacerlo. Si hubiéramos tenido mejores Aurores, ¿quién sabe si el Innombrable hubiera logrado llegar tan lejos?
—Había buenos Aurores. Kingsley Shacklebolt, Nymphadora Tonks, Ojoloco Moody hasta que se retiró… El problema era con la conducción, no con las tropas. Primero nos tocó un ministro cobarde y luego un farsante.
Dennis asintió con la cabeza y bebió otro trago de cerveza, preguntándose cuánto tiempo más tendría que esperar antes de poder marcharse sin parecer grosero.
—Lo más difícil es conciliar el sueño —dijo George de repente, en un tono de voz muy bajo. Dennis giró la cabeza hacia él, pensando por un instante que el ahora único propietario de Sortilegios Weasley le hubiera leído la mente.
—¿Qué quieres decir?
—En La Madriguera, Fred y yo compartíamos un cuarto. Lo compartimos desde que éramos bebés. Y cuando fuimos a Hogwarts obviamente dormíamos en la misma habitación. Todas las noches de mi vida, al menos por lo que puedo recordar, él y yo dormimos a unos pocos metros el uno del otro. Y ahora, cada vez que me acuesto a dormir, me doy cuenta de que él no está. No importa que esté compartiendo el cuarto con otro de mis hermanos o con un amigo. No escucho su respiración en la oscuridad y no puedo conciliar el sueño. Me quedo despierto casi hasta el amanecer, cuando ya mi cuerpo no puede soportarlo más. Lo he intentado todo, desde pociones hasta… bueno, dormir con alguien en mi cama. Nada funciona.
—A mí me pasa lo mismo —dijo Dennis, precipitadamente. George había descrito tan vívidamente lo que le pasaba que Dennis no había podido evitar identificarse. Colin y él también habían compartido habitación desde la infancia, y recién en Hogwarts habían tenido que dormir en cuartos separados (lo cual le había costado horrores). Ahora que él estaba de vuelta en la casa de sus padres, a Dennis le resultaba casi imposible dormir por las noches, pensando en la cama vacía de Colin a tan corta distancia; las camas de los hermanos Creevey estaban tan cerca que en una ocasión, durante una tormenta eléctrica muy fuerte y terrorífica, Colin y Dennis, que tenían cuatro y seis años en aquel momento, pudieron tomarse de la mano para darse coraje.
—Me alegra ver que no soy el único trastornado —dijo George con tristeza—. ¿Cómo haces para descansar?
—Duermo en el sofá durante el día —explicó Dennis—. Así recupero mis horas de sueño. Mis padres notan que pasa algo raro, pero no preguntan nada.
—No es mala idea —opinó George. Los dos jóvenes permanecieron en silencio, cada uno sumido en sus propios recuerdos, durante uno o dos minutos.
—Yo podría haber vengado a Fred, ¿sabes? —dijo George.
—¿Cómo? ¿Durante la batalla?
—No. Hace dos semanas, cuando fue el juicio de Rookwood.
—Cuéntame —dijo Dennis, con interés.
—Fui con Harry y mis padres a presenciar el juicio. No me despegué de Harry en ningún momento, porque supe que estando cerca suyo no me registrarían y podría tener mi varita encima cuando entrara a la sala donde el Wizengamot lo juzgaba. Nos sentamos muy cerca de la puerta por donde entró.
—¿Planeabas matarlo allí?
—Sí. No me importaba que me arrestaran ni nada, solo quería ser yo quien lo matara, porque en Azkaban estaría fuera de mi alcance.
—¿Y te lo impidieron? —dijo Dennis, sorprendido de que algo así no hubiera sido publicado en El Profeta.
—Me aco… Decidí no hacerlo en el último momento.
—¿Por qué? —preguntó Dennis, sorprendido.
—Porque… no sé. Es difícil de explicar. Cuando estuve allí, simplemente me pareció… incorrecto. Luego me puse a pensar en el asunto y…
—¿Qué pasó?
—Me di cuenta de que, si lo mataba, ellos ganarían.
—No entiendo…
—Los Mortífagos, Dennis. O al menos, lo que representan.
—Estoy perdido.
—Si yo asesinaba a sangre fría a Augustus Rookwood en vez de permitir que lo juzgaran y lo encarcelaran, entonces demostraría que la fuerza bruta vale mucho más que las leyes. Que nosotros solo estamos buscando venganza, lo cual es un objetivo tan ruin como el de garantizar la supremacía de los sangre pura, que buscaban los Mortífagos. Si mataba a Rookwood, entonces a los ojos del mundo los que combatimos al Innombrable éramos tan malos, o casi tan malos como él.
—Nadie puede ser tan malo como el Innombrable.
—En fin, ese fue mi motivo, aún cuando no lo comprendiera plenamente en aquel entonces. Puedes llamarme cobarde si quieres, pero no me arrepiento de lo que hice… o más bien de lo que no hice.
Dennis apoyó su mano en el hombro de George y dijo, sencillamente:
—No me considero capaz de juzgarte.
—¿Y tú? ¿Has pensado en vengarte de los Mortífagos? Te prometo que si me dices que sí, no se lo contaré a nadie.
El joven Creevey ni siquiera pestañeó antes de contestarle.
—No.
***
La conversación con George en el Caldero Chorreante ejerció cierta influencia sobre Dennis. Si bien no le hizo abandonar sus planes de venganza, a partir de aquella noche, el muchacho se fijó como objetivo atacar únicamente a aquellos Mortífagos que habían escapado a la mano de la Justicia. Los que no fueran condenados a cadena perpetua y quedaran en libertad no serían molestados, al menos por él. Por eso ni siquiera se le cruzó por la cabeza la idea de hacer algo contra los Malfoy, que habían logrado salvarse de Azkaban. Si alguien más se ocupaba de ellos, Dennis no derramaría una lágrima por sus muertes, pero eso era todo.
Pero aquella noche, frente a los cadáveres de los elfos, Dennis sintió que su determinación flaqueaba, y las palabras de George Weasley volvieron a resonar en su mente. Vincent Crabbe ya estaba Aturdido, listo para ser trasladado a su bote, pero para lograr capturarlo Dennis había tenido que luchar contra sus dos elfos domésticos. Crabbe podía ser un criminal, pero seguía siendo el amo de aquellos elfos, y estaban dispuestos a combatir hasta la muerte para protegerlo. Dennis vio cómo lanzaban los inconfundibles rayos verdes de las Maldiciones Asesinas desde la palma de sus manos y respondió de la misma forma. Afortunadamente para el joven mago, si bien los elfos parecían niños, ya eran de edad muy avanzada y tenían reflejos lentos; así, sus Avada Kedavra abatieron a las dos criaturas luego de una breve pelea. Ocuparse de Crabbe, un viejo adiposo y ebrio, fue mucho más fácil para Dennis.
Solo cuando la situación estuvo controlada el joven Creevey se dio cuenta de lo que acababa de hacer. Durante años, sus únicas víctimas habían sido los Mortífagos a quienes cazaba, y solo ellos. A veces debía ocuparse de espectadores inocentes, como muggles y familiares que no habían tomado la Marca Tenebrosa, pero jamás les hacía daño. Aquellos dos elfos eran sus primeras víctimas inocentes.
Dennis observó con odio y desprecio a Vincent Crabbe, cuyo cuerpo estaba tirado a un par de metros de los de sus elfos. Esas dos criaturas habían muerto por él, por aquella escoria a la que, probablemente, no le quedaban más de dos años de vida, a juzgar por la cantidad de alcohol que parecía haber estado ingiriendo últimamente. No se molestaría en llevarlo al bote para interrogarlo, decidió.
—Avada Kedavra —dijo, tras apuntarle al hombre inconsciente con su varita. Su cuerpo apenas se sacudió al ser impactado por la Maldición Asesina. Cortarle la Marca Tenebrosa del brazo fue cuestión de minutos.
***
Su libro tenía una nueva Marca, pero por algún motivo, pegarla en la página ya no le dio el mismo placer que le proporcionaba habitualmente. Dennis sostuvo el libro en sus manos y por primera vez no sintió ese leve orgullo que experimentaba al comprobar la gran cantidad de Marcas que había coleccionado con los años.
Dennis levantó la vista hacia la foto de Colin, y se concentró en su expresión. El joven sonreía, por supuesto, pero, ¿acaso era una sonrisa alegre o apenas una mueca que buscaba enmascarar una profunda tristeza? El menor de los Creevey sintió que la imagen lo juzgaba. ¿Acaso Colin hubiera hecho lo que él estaba haciendo, si el que hubiera muerto en la guerra hubiera sido Dennis? Colin jamás se había caracterizado por tener un carácter vengativo. Sus ansias por participar de la batalla final en Hogwarts se habían originado, como le contó Justin, en su deseo de conseguir la liberación de Dennis, no en una sed de revancha.
El joven hijo de muggles se sentía oprimido en esa pequeña bóveda, con la fotografía de Colin observándolo desde las alturas. Supo que tenía que irse de allí.
Horas más tarde, en un descampado en las afueras de Colchester, no muy lejos del tramo de la ruta en el cual él había sido raptado por los Mortífagos durante la guerra, Dennis había encendido una fogata. Se había llevado el libro de su bóveda, y ahora lo volvía a sostener en sus manos.
El fuego que ardía había sido creado con magia, con un Incendio, pues su instinto le decía que, para destruir aquel libro, que conservaba residuos de Artes Oscuras de las Marcas Tenebrosas, no bastaría con un fuego encendido por medios muggles. Se imaginó a sí mismo levantándose del suelo y lanzando el libro a la fogata. Supuso que las llamas se volverían verdes. Quizá hasta aparecieran la calavera y la serpiente, y tal vez escuchara voces, voces familiares, las voces de los Mortífagos que había matado… o aún peor, la del propio Innombrable, que había creado aquellas Marcas. Pero nada de eso lo asustaba; eran apenas sombras de una magia oscura moribunda. Lo que despertaba dudas en él era la idea de destruir el libro, con todo lo que implicaba. Destruir el libro significaba no solo destruir el fruto de años de trabajo, sino renunciar a su venganza. Volver al primer casillero. Tener que rehacer su vida sin el consuelo que le brindaba saber que estaba castigando a los responsables de la muerte de su hermano.
Pero las palabras de George también lo acosaban, así como la imagen de los dos pequeños cadáveres de los elfos domésticos de Crabbe. La voz de George Weasley sonaba diferente en su mente que cómo la había escuchado en el Caldero Chorreante; sus frases, que él había dicho en tono dubitativo, reconociendo que no tenía la seguridad de haber hecho lo correcto, ahora se escuchaban repletas de certeza, severas, patriarcales: “Solo estamos buscando venganza, lo cual es un objetivo tan ruin como el de garantizar la supremacía de los sangre pura”. “A los ojos del mundo los que combatimos al Innombrable éramos tan malos, o casi tan malos como él”.
“Si lo mataba, ellos ganarían”.
Todo se reducía a eso.
Los ojos de Dennis se llenaron de lágrimas, las primeras lágrimas sinceras que derramaba por Colin. Era la primera vez que lloraba para sí mismo, y no para los demás. Comprendió que, si quemaba el libro, cosa que se sentía cada vez más inclinado a hacer, se despedía definitivamente de su hermano.
Dennis bajó la mirada hacia el libro, y luego la alzó hacia las llamas. Había tomado una decisión.
Genial! va a haber una parte 3?
No, preferí terminar la historia de Dennis en ese punto.
Saludos!
muy bueno martin. de verdad la venganza siempre es mala y se crea un circulo vicioso que siempre consume a el que lo creo.
felicidades por tu escritura y gracias por loas 2 lecturas que nos diste
Muchas gracias por tus elogios 🙂
Saludos!
Muy buen relato. Es increíble la cantidad de material que se puede crear de una idea original y seguir expandiendo ese universo de magia.
Felicidades Martín. Eres uno de los mejores en el género .
Te aseguro que tendrías un muy buen futuro si te dedicaras profesionalmente a la escritura. Ojalá puedas seguir escribiendo más…
Saludos
Estoy trabajando en una historia original, pero solo llevo escritos unos cinco capítulos, y un poco de material adicional. Quizá no tenga mucho futuro, pero es un proyecto que sigue abierto.
Saludos 🙂
muy bueno, me gusta, las consecuencias provocadas por la guerra, la ira y el deseo de venganza de los sobrevivientes.
Me alegra que lo hayas disfrutado.
Excelente historia. Ocurre en una linea de tiempo alterna a la historia del Hacedor de Reyes ¿Verdad? Digo, por el hecho de que mencionas de que Lavander fue asesinada por Greyback, mientras que en El Hacedor de Reyes está viva…
Saludos
Muy agudo de tu parte. Es cierto, el Dennis Creevey de este fanfic no es el mismo Dennis Creevey que aparece —muy brevemente— en El Hacedor de Reyes.
Saludos 🙂
muy bueno martin, espero publiques pronto el proximo cap del hacedor.
Muchas gracias, Fran 🙂
1. «Draco Malfoy realmente no pensaba que fueran inmundos…» ** Dice Nbp1 enfurruñada ** XD.
2. ¡Me fulminaste al meter a George!.
3. A riesgo de que me ahorques, yo si creo que había un grave problema con las «tropas. Aunque debo aceptar, formalmente, que si tuvo que ver mucho la «conducción», la «responsabilidad» no la atribuyo a los Ministros de Magia sino, única y enteramente a Dumbledore. Con el cuento de «no poner todos sus huevos en una canasta», ¡se echó a los pies hasta a la propia Orden del Fenix que cuestionaba todo!. Pero no sólo fue eso, ¡My Dear Lord!, 50 aurores no le harían frente a unos cuantos «carroñeros», ¡ya no decir a los mortífagos!. No estaban preparados y no sólo me refiero a «táctica» o «físicamente» hablando todo era «reacción». Se supone que tenían «entrenamiento» y colarse en el Ministerio era «cosa de niños» (o adolescentes, para el caso).
4. NOOOOOOOOOOOO, ¡NO LO DEJES ASÍ!. ¿¿¿¿¿¿QUE HIZO??????. Me gustaría pensar que sus lágrimas lo han liberado pero me inclino más a que la «decisión» que tomó era «buscar a uno más…». ¡Please!. ¡Termínalo!.
¡¡¡¡¡¡ME ENCANTÓ!!!!!.
Respecto de los puntos 1 y 3, debes recordar que aquí presenté puntos de vista subjetivos. Dennis seguramente pensaba que Draco consideraba inmundos a los hijos de muggles, y George seguramente le atribuía más responsabilidad a los ministros Fudge y Scrimgeour que a su idolatrado Dumbledore. Eso no significa necesariamente que tengan razón.
Respecto al punto 4, prefiero dejar un final abierto, y que cada lector piense lo que quiera pensar sobre la decisión de Dennis. Puede que haya quemado el libro o que haya seguido matando.
Saludos.
1/3. Tienes razón. Después de todo, Dumbledore fue el grande para muchos.
¿By the way, porqué «farsante»?.
Supongo que George consideraría a Scrimgeour un farsante porque se pasó todo su gobierno tratando de fingir que el Ministerio estaba ganando la guerra contra los Mortífagos.
Okis. 🙂
¡Me atrapo! En verdad, todo el rollo de Denis buscando venganza me gusto mucho, la idea de pegar las marcas al libro me parecio muy interesante.
No había leido la primera parte, y casi siempre me doy una o dos vueltas al mes para ver que novedades encuentro.
Me gusto como pensaste la historia desde que perseguían a los hios de muggles. Muy inteligente.
Antes me hubiera quejado por el final abierto, pero ahora los encuentro muy interesantes y te permiten llevar la historia hasta el punto que tu quieras.
No se si ya lo mencionaron pero tienes un pequeño desliz aquí: «Fred había descrito tan vividamente lo que le pasaba que Dennis no había podido evitar identificarse». Era George con el que platicaba.
Total que me gusto mucho la idea.
Me encanta volver a leer uno de tus comentarios, Montse 🙂
La escena en que capturan a Dennis iba a formar parte del principio de un fanfic mucho más largo, pero al final abandoné la idea y opté por este one-shot. Me alegra que te haya gustado.
Opté por el final abierto porque últimamente los estoy revalorando mucho, desde que vi Los Sopranos. Y es preferible eso a un final improvisado y torpe como el de Lost.
Gracias por avisarme de mi error. Se ve que Molly Weasley no es la única que se confunde con los gemelos 😀
Besos!
No sé cómo no había leído esto antes. Te ha quedado espectacular!
Las últimas lagrimas de Dennis me estrujaron la garganta :’)
Gracias por escribir. Disfruto mucho con tus historias.