Harry sujetó a Draco del cuello de la camisa y lo empujó contra la pared. Draco era más alto que él, pero también más delgado y menos habituado al combate físico, de modo que no pudo oponerle demasiada resistencia. Harry levantó su puño, dispuesto a golpearlo de lleno en la cara… pero terminó estampándolo contra la pared, una y otra vez, hasta que los nudillos le sangraron. Soltó a Draco, quien se alejó de él lo más que pudo. En ese momento entró a la habitación Hermione, quien había escuchado el sonido de su breve confrontación y se había alarmado.
Por un largo rato, los tres magos permanecieron en silencio, observándose los unos a los otros con desconfianza, hasta que al final Hermione habló.
—¿Qué ha pasado?
—Díselo tú, Malfoy —dijo Harry, mirando a Draco con el mayor de los desprecios—. Cuéntale cómo tú y los Zabini mataron a nuestro sobrino.
—¿Nuestro sobrino? —preguntó Hermione—. ¿Cuál de todos? ¿Qué ha pasado?
—Louis Weasley ha muerto —dijo Draco.
—Fue asesinado —lo corrigió Harry con furia—. Lo asesinaron.
—¿Cómo pudo pasar esto? —dijo Hermione, haciendo eco sin darse cuenta de las palabras de Albus—. Draco, dime que no es cierto.
—Es… inexacto —dijo Draco, y Harry se abalanzó sobre él. Esta vez, Hermione se interpuso entre ambos.
—¡Quiero escuchar lo que tiene para decir! —dijo Hermione. Harry estaba fuera de sí, pero no se atrevió a desobedecer a Hermione, así que retrocedió unos pasos, dispuesto a contenerse.
—Antoine y Blaise Zabini diseñaron un dispositivo para matar a Albus en Grimmauld Place. Hubo alguna clase de fallo en el plan, y terminaron asesinando al hijo de Bill Weasley en su lugar.
—¿Qué clase de dispositivo?
—Uno que absorbía todo el oxígeno de una casa y mataba a todos sus ocupantes, a menos que lograran salir al exterior o usaran un Encantamiento Burbuja. Y… para poder diseñar el dispositivo, utilizaron como modelo la bomba con la que hicimos implosionar las estatuas del Atrio del Ministerio de la Magia.
—¿Y cómo tuvieron acceso al diseño de la bomba? —preguntó Hermione, mirando a Draco con severidad.
—Yo se lo di —dijo Draco, impasible.
Harry sacó su varita y apuntó con ella a Draco.
—Debería matarte aquí mismo, Malfoy. Conspiraste para asesinar a mi hijo y eres responsable de la muerte de mi sobrino.
—Hazlo —dijo Draco, extendiendo los brazos—. Vamos, Potter, usa la Maldición Asesina conmigo. Perderás esta guerra, pero al menos tendrás tu pequeña revancha.
—¡Cállate, Malfoy! —gritó Hermione—. ¡Harry, baja la varita!
—Ya lo escuchaste —dijo Harry con fría determinación—. Ya nos dijo todo lo que necesitábamos saber…
Hermione actuó con rapidez, pero no la necesaria. Sacó su varita con un veloz movimiento y comenzó a realizar un Expelliarmus, pero Harry utilizó un Impedimenta para que su varita se escapara de su mano y cayera fuera de la habitación. Con otro hechizo, hizo que la puerta de la habitación se cerrara con llave, impidiéndole salir a recuperarla.
—Harry, por favor… —dijo Hermione, intentando que su amigo la mirara a los ojos—. No puedes hacer eso. Podemos castigar a Malfoy de otra manera, podemos tenerlo prisionero hasta que las cosas vuelvan a la normalidad y lo enviemos a Azkaban…
—Cuando un jardinero descubre a un gusano en su jardín, no lo lleva ante un tribunal de jardineros, sino que lo aplasta y sigue con su labor —dijo Harry, con la mirada clavada en los ojos grises de Draco.
—Te felicito, Potter: por fin comienzas a pensar como tu hijo menor —dijo Draco—. Tal vez así consigas vencerlo.
De pronto, alguien abrió la puerta de la habitación desde afuera. Harry desvió la mirada de Draco y vio que su hija Lily estaba en el umbral.
Lily no dijo absolutamente nada. No necesitaba hacerlo. Harry Potter era capaz de muchas cosas, pero no de matar a sangre fría a un mago que no oponía resistencia mientras su hija miraba.
Entonces, Harry avanzó hacia Draco y extendió su mano.
—Tu varita, Malfoy.
Draco sacó su varita del bolsillo y se la entregó a Harry, quien prontamente la partió en dos. La expresión de Draco fue como si él lo hubiera abofeteado en el rostro, pero no dijo nada.
—Eres nuestro prisionero hasta que decidamos qué hacer contigo —dijo Harry—. Lily, enciérralo en alguna habitación vacía.
***
Antoine Zabini escuchó alguien golpeando su puerta.
—¿Sí? —preguntó.
—Amo Antoine —dijo la chillona voz de su elfina Tammy—, el desayuno está listo. Su madre y su abuela lo esperan abajo en el comedor.
—Gracias, Tammy. Bajaré en un momento —dijo Antoine, tras lo cual se levantó de la cama y se vistió. Antes de salir de su cuarto, se miró en el espejo. En la semana que había transcurrido desde la muerte de Louis Weasley, Antoine había estado durmiendo muy mal, y eso se notaba en las profundas ojeras que afeaban su atractivo rostro.
Si bien él no había visto con sus propios ojos la muerte de Louis —en verdad, se hallaba fuera de Gran Bretaña cuando le llegó la noticia de que la bomba que habían plantado en Grimmauld Place lo había matado a él y no a Albus Potter—, no cesaba de imaginársela en sus sueños, tras lo cual solía despertarse agitado, con una sensación horrible de opresión en el pecho. También había soñado un par de veces con que Albus venía a buscarlo. Soñaba con que la puerta de su habitación se abría de par en par y ahí estaba él, apuntándole con su varita, y en ese momento él sabía que Potter no iba a limitarse a matarlo, que lo haría sufrir dolores indescriptibles antes de quitarle la vida. A Potter no le importaría demasiado que hubieran tratado de matarlo a él, pero el asesinato de su primo… Cuando Servilia Crouch mató a Hugo Weasley, Potter le declaró la guerra, la derrocó y la hizo desaparecer de la faz de la Tierra. ¿Qué les haría a ellos?
Antoine salió de su cuarto y mientras caminaba por el pasillo, se cruzó con su padre. Blaise, a diferencia de su hijo, no parecía sentirse culpable o intranquilo por lo que habían hecho. Lamentaba que hubieran tenido que exiliarse por haber matado al chico equivocado, pero no se arrepentía del plan para asesinar a Potter.
—Buenos días, hijo —lo saludó despreocupadamente.
—Buenos días, padre.
—No te ves bien.
—No es nada —dijo Antoine—. Dormí mal anoche, eso es todo.
—No es la primera vez, ¿cierto? —dijo Blaise.
—No lo es —admitió Antoine.
—Hijo, ¿querrías que te prepare una poción para dormir sin soñar? —preguntó Blaise—. Yo nunca fui tan bueno en pociones como Draco, pero podría hacer algo decente. Estamos bien provistos de libros e ingredientes.
—No es eso lo que necesito —dijo Antoine.
—¿Y qué necesitas, entonces?
—Un poco de… seguridad —dijo Antoine—. Estar seguro de que Potter y su banda no van a irrumpir aquí en cualquier momento para hacernos pagar por lo que hicimos.
—Las únicas personas que saben que estamos aquí somos nosotros cuatro. Nadie fuera de la familia sabe que los Zabini poseemos esta finca.
—Lo sé, padre, pero…
—Eres un Zabini, Antoine. Los Zabini no somos Gryffindors, pero eso no significa que seamos cobardes. No permitiré que te pases la vida atemorizado de tu propia sombra, ¿me escuchas? —dijo Blaise, mirando a su hijo con dureza.
—Sí, padre.
—Actúa como un Zabini. Nuestros enemigos son escoria, y cuando hayan sido vencidos, nosotros regresaremos a nuestra patria a reclamar lo que nos corresponde.
Los dos Zabini bajaron las escaleras y se dirigieron hacia el comedor. Lo primero que vieron al abrir la puerta fue a Albus Potter sentado en la cabecera de la mesa, llevándose a la boca un vaso de jugo de naranja. Semiramis e Isabelle, la madre y la esposa de Blaise, habían sido atadas con cuerdas a sus sillas. Antes de que los Zabini atinaran a sacar sus varitas, Alcyone Hitchens y Livius Black aparecieron a sus espaldas y los Desarmaron.
—Qué bien —dijo el Hacedor de Reyes—. Han llegado a tiempo para el desayuno. Por favor, tomen asiento. Necesitarán el estómago lleno para el viaje de regreso a Inglaterra.
***
El Departamento de Misterios tenía algunas habitaciones vacías. No muchas, pero las suficientes. La habitación que había elegido el Hacedor de Reyes para Blaise Zabini solo tenía una puerta que comunicaba a uno de los pasillos del Departamento; una vez que esa puerta se cerraba, ningún sonido externo podía ser escuchado desde el cuarto, y ningún sonido producido en su interior podía ser oído afuera. Eran hechizos muy antiguos, que databan de la época en que el edificio del Ministerio fue construido; probablemente ni siquiera la Varita de Saúco fuera capaz de deshacerlos.
En su interior, Albus había colocado una silla de madera, que luego había atornillado al suelo, una mesa, una cama y un inodoro. También había colgado un espejo sobre una de las paredes. Sobre la mesa había un maletín negro.
Blaise Zabini fue llevado a la habitación y encadenado a la silla. No le habían puesto el uniforme de los prisioneros de Azkaban, sino que seguía con la elegante túnica que llevaba puesta cuando fue capturado en su finca de Sri Lanka. Agamenón y Ash habían estado a cargo de su vigilancia hasta el momento, y cuando todo estuvo listo, lo llevaron al cuarto.
—Gracias, chicos —dijo Al cuando terminaron de encadenarlo—. Pueden volver a sus casas.
—Sobrino… —comenzó a decir Blaise, mirando a Agamenón, pero Albus lo silenció con un hechizo.
—Tú solo hablarás conmigo ahora, Zabini. Agamenón es el sobrino de tu esposa, no el tuyo. No intentes sacar ventaja de eso.
—Al, ¿de veras crees que es necesario esto? —dijo Agamenón—. Tiene que pagar por lo que hizo, pero…
—Te agradezco tu honestidad —dijo Albus—. Pero él mató a mi último familiar leal. Azkaban no es suficiente para él. Un Avada Kedavra tampoco. Voy a castigarlo a mi manera.
Agamenón parecía dispuesto a seguir discutiendo, pero Ash lo tomó del brazo.
—Vámonos, amigo. Ya hicimos lo nuestro.
—Adiós, chicos —dijo Al.
Cuando la puerta se cerró, Albus se volvió hacia Blaise y deshizo el hechizo que le impedía hablar.
—Bueno, Potter, veo que te saliste con la tuya —dijo Zabini.
—Todavía no, Zabini, todavía no. Voy a “salirme con la mía” cuando te escuche pedir perdón por lo que le hiciste a mi primo. Voy a “salirme con la mía” cuando te escuche rogar por tu vida. Y voy a “salirme con la mía” cuando te escuche suplicar que te mate. Tú y yo vamos a pasar unos días muy… intensos juntos, Blaise. ¿Ves esa cama y ese inodoro? No son para ti, sino para mí. No voy a salir de este cuarto hasta que no hayas exhalado el último suspiro… aunque, más que un suspiro, el último sonido que emitirás será un gemido.
Albus se dirigió a la mesa y abrió el maletín. Sacó varios objetos, que fue desplegando prolijamente sobre el mueble para que Blaise los observara.
—Voy a usar un poco de magia —añadió, sonriente—, pero principalmente voy a trabajar contigo usando estas herramientas muggles. Será un trabajo más… artesanal.
Menos de una hora después, Blaise Zabini suplicaba por su vida a los gritos.
***
Para Diane Poitiers, el momento más difícil del día llegaba cuando lograba que Laure se durmiera. Era entonces cuando podía dejar de pensar en todas las tareas cotidianas que implicaba la maternidad —la cuota del colegio, los libros y útiles escolares, las invitaciones que recibía su hija a las casas de sus amigas— y, libre de aquellas distracciones benéficas, su mente se obstinaba en recordar a Louis. Su mago dorado. Más joven que ella, pero tan maduro y prudente. Diane sabía que los magos tenían una esperanza de vida considerablemente mayor que los muggles, y eso sumado a su diferencia de edad había hecho que ella esperara que fuera Louis quien la sobreviviera. Y ahora lo había perdido para siempre. Se había ido a Inglaterra a visitar a su primo Albus durante unos pocos días, y jamás había regresado. Cuando le dijeron lo que había ocurrido, ella voló a Inglaterra para asistir al funeral, pero no quiso quedarse ni una hora más de lo necesario allí. Albus le ofreció abrir el ataúd para que ella pudiera ver a Louis por última vez, pero Diane se rehusó. Prefería recordar a Louis tal y como lo había visto antes de marcharse, despreocupado y sonriente, con su pequeño bolso en la mano, prometiéndole a Laure, su futura hijastra, traerle golosinas de Honeydukes cuando regresara.
Diane se había mantenido fuerte por el bien de Laure. Sabía que Louis y ella habían formado un vínculo muy estrecho, y que perderlo de manera tan abrupta había sido un golpe durísimo para la niña. Se había ilusionado con la idea de contar con Louis como una figura paterna, y ahora necesitaba saber que seguía teniendo a su madre en su vida. Pero, como mujer, Diane también sufría muchísimo por haber perdido a Louis.
Sin embargo, aquella noche algo más logró distraerla luego de mandar a su hija a la cama: el sonido del timbre. Eran las once de la noche, pero Diane se puso una bata encima del camisón y bajó a atender a su visitante nocturno. Al abrir la puerta, se sorprendió al hallarse frente a un muchacho pelirrojo al que recordaba como uno de los amigos de Louis. No conseguía acordarse su nombre.
—Buenas noches —lo saludó con cautela.
—Buenas noches, señora —dijo el chico—. Perdóneme por molestarla a estas horas. Espero no haberla despertado.
—Estaba por irme a la cama. Tú y yo nos conocemos, ¿verdad?
—Así es —dijo el joven—. Me llamo Isaac Prewett.
—Ah, sí, Isaac. ¿Cómo estás?
—Diría que estoy bien, pero no estaría siendo sincero, señora. ¿Puedo pasar?
—Siempre y cuando dejes de decirme “señora”. Mi nombre es Diane.
—Está bien, Diane —dijo Isaac, sonriendo con gentileza.
—Pasa —dijo Diane, haciéndose a un lado. El muchacho entró a su casa y se quitó su saco, un poco mojado por el rocío que estaba cayendo. Diane lo colgó en un perchero, y le indicó que pasara a la salita de estar y tomara asiento—. Me dijiste que no podías decir que estuvieras bien.
—¿Cómo podría estar bien después de lo que ocurrió con Louis? Él era mi primo, ¿sabes?
—No, no lo sabía. Él solo me hablaba de su primo Al.
—Sí, Al y él eran primos hermanos. Mi parentesco con él era más lejano, pero de todas maneras éramos cercanos.
—Y has venido aquí en la mitad de la noche para ofrecerme… ¿condolencias?
—He venido aquí para ofrecerte un poco de justicia —dijo Isaac.
El pelirrojo sacó de su bolsillo un espejito, que apoyó boca abajo encima de la mesa que los separaba.
—Hemos logrado capturar al hombre responsable de la muerte de Louis —explicó Isaac—. En estos momentos está siendo castigado… severamente, por lo que hizo. Con este espejo, podrás oírlo. Podrás escucharlo pedir disculpas por lo que le hizo a Louis. ¿Te gustaría eso?
La mirada de Diane iba de los ojos de Isaac al espejo. Si no había entendido mal al mago, el asesino de Louis estaba siendo torturado de forma atroz. Si ella recogía el espejito y escuchaba sus palabras, ¿no se estaría convirtiendo en una cómplice? Siendo una extranjera y una muggle, era totalmente impotente para detener lo que estaban haciendo, pero tampoco podía darle su bendición.
Y sin embargo… recordaba el rostro de Laure bañado en lágrimas cuando le dijo lo que había pasado con Louis. Recordaba cómo dormía todas las noches con una foto suya, como si fuera un amuleto. Recordaba las cientos de veces que había visto a Laure y Louis juntos, la manera en que Louis había sido más un padre para Laure que su verdadero padre.
Como mujer, podía no querer vengarse del asesino de su pareja. Como madre, quería ver sufrir al hombre que había dejado a su hija sin padre.
Así que tomó el espejo, lo dio vuelta y miró en su interior.
Al principio, solamente vio su propio reflejo. Pero luego la imagen del espejo se volvió completamente negra. Diane levantó la vista hacia Isaac, pidiéndole explicaciones, pero él le indicó con la cabeza que siguiera mirando al espejo.
—Diane, ¿estás ahí? —preguntó una voz, repentinamente.
—¿Quién eres?
—Soy Albus, el primo de Louis.
—¿Dónde estás? ¿Por qué no puedo verte?
—Normalmente podrías verme, pero le he puesto una tela negra encima a mi espejo. No quiero que veas lo que hay en esta habitación. Te daría pesadillas.
—¿Con quién estás?
—Su nombre es Blaise Zabini —dijo Al—. Él es responsable de la muerte de Louis, y quiere decirte algo. Tendrás que prestar mucha atención, Diane: si bien por ahora le he dejado su lengua, no podría decir que su boca esté del todo intacta, así que puede ser que te cueste entenderlo.
Diane se estremeció al darse cuenta de lo que eso significaba, pero su resolución no flaqueó.
—Está bien.
—Blaise, Diane te está escuchando —dijo la voz de Al, y luego de unos segundos pudo escuchar otra voz masculina, más gutural y jadeante.
—Lo… siento… lo siento… perdóname… perdóname por… matarlo… Lo siento.
Diane se alegró enormemente de no tener que ver al dueño de aquella voz. Fuera lo que fuera que Al le hubiera hecho, ese tal Blaise Zabini parecía estar sufriendo horriblemente.
—Gracias, Blaise —dijo Albus—. Diane, ¿pudiste escucharlo?
—Sí —dijo ella—. Claramente.
—Sé que no me lo agradecerás. No espero que lo hagas. Pero creí que tenías derecho a escuchar esto. Los padres de Louis también lo harán, si quieren.
—Adiós, Albus —dijo Diane, y le devolvió el espejo a Isaac. El chico se lo volvió a guardar en el bolsillo.
—No quiero volver a ver a ninguno de ustedes —dijo Diane—. No quiero que se acerquen a mí, ni a mi hija. ¿Entendido?
—Por supuesto, Diane —dijo Isaac, poniéndose de pie—. No volveremos a molestarla. Mucho gusto.
***
Dos días después de aquel encuentro, Albus Potter salió de la habitación donde se había encerrado con Blaise Zabini. Tenía la ropa arrugada y el cabello despeinado, pero fuera de eso estaba completamente limpio. La habitación estaba vacía, sin siquiera una gota de sangre en el suelo o en las paredes.
***
Ese mismo día, en la celda de Azkaban donde mantenían prisionero a Antoine Zabini, la puerta se abrió. Antoine, que había pasado tres días en la más absoluta oscuridad, quedó cegado por la mortecina luz del pasillo, y solo pudo ver la silueta de un chico de su edad, parado en el umbral. Sintió cómo le arrojaban un pequeño objeto, del tamaño de una piedrita, que chocó contra su pecho y cayó en su regazo. Lo levantó con sus dedos y gracias al tacto pudo ver que era un diente pegajoso por la sangre.
—Esto es todo lo que queda de tu padre —dijo el Hacedor de Reyes antes de cerrar la puerta.
[NOTA: Quiero dedicarle este capítulo a Nahuel Massad, un gran amigo mío y uno de los primeros lectores de esta historia, que comenzó a seguir hacia el año 2008. Nahuel falleció en un accidente automovilístico el 6 de septiembre, junto a su papá, su hermano y un amigo. Lo extrañaré más de lo que las palabras pueden expresar.]
Que buen y dramático capítulo. Siento y entiendo el drama interno de Diane, y la aprecio por su fortaleza al aceptar oír las disculpas y a la vez no querer más contacto con ellos, sabiendo que son peligrosos.
Brillante, a ver como será que Albus acabará dejando libre al otro Zabini… eso será interesante de ver.
Que gran capítulo, lo bastante dramático pero muy interesante y motivante, sigue así.
Hace poco más de un año que leo Harry Potter y el Hacedor de Reyes, nunca había visto tan pocos comentarios, espero ser de los primeros, un gran saludo desde La Paz, Baja Sur, México.
Magnifico capitulo.Sigue adelante
Uoohhhhhhhhhh! Debo admitir que con el título del capitulo… lo sospeché desde un principio XD me dije a mi misma: «Mi misma aquí se va a vengar Albus, fijo fijo le saca los dientes a Zabini a lo muggle, y le atiné jojo. Lo que más me causa curiosidad (aunque puede que no sea trascendental para la trama) es saber si Fleur y Bill se animaron a escuchar las disculpas, y de haberlo hecho su reacción al conocer «el trabajo artesanal» de su sobrinito. saludos 😀
Excelente capítulo!! mierda, esperamos el otro lo más antes posible :3
excelente capitulo, leo esta historia desde 2009 y nunca habia comentado, pero es excelente el modo en que la has desarrollado, un saludo desde tamaulipas, mexico
Hola. Sigo tu blog desde hace tiempo y tengo que reconocer que es el mejor que lei. Este capitulo fue muy intenso y te agradesco que no incluyas descripciones muy detalladas e innecesarias sobre la tortura mugle, me encanta la psicologia de los personajes, y reconozco que el contenido fue muy….interesante je je. Gracias por las horas de diversion y te suplico que no tardes tanto en subir otro capitulo
animo martin, y muchas gracias por publicar «al fin», jejeje espero y publiques pronto, anhelo ver caer a albus, jejeje espero una epica batalla, pero por lo tanto mas y mas enfrentamientos, SALUDOS DESDE JEREZ, ZACATECAS, MEXICO 😉
Yo ansío la derrota de Harry; el acto posterior no lo hizo más noble jejejeje. Ambos merecen la muerte, pero por razones y manos distintas ^^ mis sinceras condolencias!!
Excelente capítulo como siempre Martín, Blaise Zabini estaba demasiado confiados, y con el hacedor de reyes nunca podés confiarte. Ya me imaginaba una tortura al estilo de la que sufrió Crouch con Albus.
Pero creo que esta ha sido la peor forma de enterarme del fallecimiento de Nahuel, gran amigo pottérico. La verdad fue como una patada en el estómago. QEPD Nahuel.
Excelente, descubrí tu blog hace una semana y ya lo leí completo, no me queda más que felicitarte, animarte a que sigas escribiendo y enviarte un abrazo con mi más sincera admiración y agradecimiento. ADD Espero con entusiasmo el siguiente capítulo
Excelente capítulo!! Espero que subas el siguiente pronto, un fuerte abrazo desde Chimpay Rio Negro.
Lo siento mucho Martín… también llegué a ver sus comentarios, y lo fiel que fue a tu historia, yo que sigo también tu fic desde entonces solo puedo expresarte mi mas sincera condolencia esperando que te repongas pronto de esto.
saludos desde México
Ya hacía falta este capítulo! sigue publicando, por favor! gracias!