—Al, tienes que ir a San Mungo, o como mínimo a la enfermería del colegio —dijo Agamenón—. Yo no soy un Sanador, y tú tampoco lo eres. Tal vez si te examinara alguien con conocimientos médicos…
—Mi tío George fue atacado con un Sectunsempra durante la segunda guerra contra Ryddle, Ag. Severus Snape le cortó la oreja, y ni mi abuela ni ningún Sanador fue capaz de hacérsela crecer de nuevo. Lo mismo pasa con mi ojo —dijo el Hacedor de Reyes.
—De todos modos, deberías hacerte ver por un Sanador para que te ponga un vendaje como es debido, podrías atrapar alguna infección.
—No —dijo Albus—. Hasta que no sepa hasta dónde llega esta conspiración no puedo dejar que nadie sepa lo que ha ocurrido aquí.
—Quizá alguno de los chicos, al menos, pueda ocuparse de ti mientras interrogas a Gamp y Milton —opinó Agamenón.
—Ya te dije —replicó Albus—: no hasta que sepa quiénes están involucrados.
Agamenón miró a Albus, atónito.
—¿Acaso crees que nuestros amigos están involucrados?
—Ahora mismo, el único del que estoy cien por ciento seguro que no es parte del complot soy yo —dijo Albus.
Agamenón empalideció.
—¿Eso significa que tampoco confías en mí? —dijo Agamenón.
—Hay distintos grados de confianza —explicó el Hacedor de Reyes—. Tú y los demás no gozan de mi confianza plena, pero estoy muchísimo más seguro de su lealtad que en la del resto del mundo.
—¿Cómo puedo demostrarte que soy leal?
—Veritaserum —dijo Albus, al tiempo que abría un cajón de su cómoda y sacaba un estuche. En el interior había varias pociones mágicas.
—Lo usaré primero contigo —continuó Albus— y después con Milton y Gamp, cuando los haga despertar.
Agamenón acercó su mano al bolsillo donde guardaba su varita.
—¿Y si digo que no? —preguntó.
—Si dices que no… me decepcionarás. Profundamente —respondió el Hacedor de Reyes.
Lestrange quiso mantenerse firme, pero el tono de voz y la mirada del ahora único ojo verde de su amigo le produjeron un escalofrío. Agamenón recordó una frase que había escuchado en una película muggle: “Mientras más cerca estás del César, más miedo le tienes”.
—Está bien, lo haré —cedió Agamenón. La tensión en el cuarto se alivió un poco.
—Perdóname por hacer esto, amigo, pero es preferible ser excesivamente cuidadoso y no excesivamente descuidado. Toma —dijo Albus, tendiéndole un frasquito que contenía la poción. El propio Agamenón se la había preparado así que sabía que le haría efecto sin problemas y que despejaría cualquier duda que su amigo pudiera abrigar sobre su lealtad Abrió la boca y tragó algunas gotas del líquido.
Tal y como esperaba, se sintió de inmediato dominado por el deseo de hablar con Albus, de revelarle todos sus secretos. Quiso contarle sobre todas las veces que se había masturbado pensando en su hermana, sobre la ocasión en que se había sentido tentado a subir a su cuarto y robar su ropa interior, o al menos verla, y otras cosas bochornosas por el estilo. Pero, con grandes esfuerzos, guardó silencio y esperó a que Albus le hiciera una pregunta directa.
—¿Sabías que intentarían matarme?
—No.
—¿Sabías que intentarían atacarme? —dijo Albus, reformulando la pregunta para abarcar la posibilidad de que conociera el complot pero no los detalles específicos.
—No, no lo sabía.
—¿Sabías de la existencia de una conspiración en mi contra?
—No, no lo sabía.
—¿Qué sabes sobre Helen Gamp y Michael Milton?
Este era un truco de los interrogadores cuando trabajaban con la Veritaserum. Al abandonar las preguntas directas que podían responderse con “sí” o con “no” y pedirle al sujeto que se explayara sobre algún tema, aumentaban las posibilidades de que, en la vorágine de datos que el sujeto vomitaría, surgiera la verdad que buscaba ocultar. Agamenón dio inicio a un monólogo de datos sobre Helen y Michael, datos que eran todos inocuos: que Helen era de sangre pura y Michael hijo de muggles, que ambos iban a séptimo año, que Michael había sido enviado a Slytherin, lo cual era una rareza, que Helen y Micahel eran novios pero los padres de Helen no aprobaban que se relacionara con un “sangre sucia”, que Michael quería ser Auror o Inefable, que Helen aún no sabía qué carrera seguir, que Michael tenía mejores calificaciones que ella, que en una ocasión había sido capaz de fabricar un Amortentia muy potente en una de sus clases…
Lestrange continuó durante casi diez minutos hasta que Albus le dijo que era suficiente.
—Muchas gracias, Ag. Perdona que haya desconfiado de ti, pero necesitaba estar seguro. Lo entiendes, ¿no?
—Sí, lo sé.
—Creo que este otro filtro hará que se te pase el efecto de la Veritaserum más rápido, ¿no? —dijo Al mostrándole otro frasquito.
—Sí, dámelo —dijo Agamenón, y cuando el Hacedor de Reyes se lo entregó, bebió un sorbo. Cerró los ojos y sintió como esa compulsión por hablar se iba desvaneciendo en su interior.
—Ahora debemos interrogar a estos jóvenes. Creo que Milton tiene más respuestas que Gamp. La chica era solo la carnada, Milton siempre fue la mente detrás del ataque. Pero si se resiste a hablar tal vez debamos incluirla en el interrogatorio.
Albus hizo bajar a Michael del suelo y le aplicó un Rennervate para que recuperara la conciencia, pero seguía inmovilizado con un Petrificus Totalus.
—Michael, sé que estás despierto, pero antes que puedas hablar, quiero que me escuches. Esta noche cometiste un grave error. No sé por qué lo hiciste, y la verdad es que no me importa. Solo me interesa saber algunos detalles sobre el cómo lo hiciste, y especialmente, quiénes más estuvieron involucrados. Porque dudo mucho que un muchacho listo como tú se hubiera arriesgado a atentar contra mi vida sin tener el apoyo de algunas personas importantes. Si me dices quiénes más sabían de tu plan, te prometo que te dejaré vivir.
“Oh, no pienses que no serás castigado. Tu crimen no quedará impune. Serás juzgado frente al Wizengamot como un mago adulto, pues eso es lo que eres, y serás sentenciado a prisión en Azkaban. Lo mismo ocurrirá con Helen. Pero si colaboras conmigo, prometo que haré que los jueces tomen eso en cuenta y te den una sentencia reducida. Cinco años, diez como máximo. Saldrás de la cárcel antes de cumplir los treinta. Al fin y al cabo, no has matado a nadie, ¿verdad? Salvo a mi pobre serpiente, pero ningún juez en el mundo te condenaría al Beso del Dementor por eso.
“Ahora bien, si te negaras a ayudarme… Primero empezaría aplicando muy literalmente el “ojo por ojo”. Comenzaré sacándole un ojo a Helen mientras tú miras. Y tal vez luego me cobraré algunos intereses y te dejaré tuerto a ti también. Y si sigues rehusándote a colaborar, la pobre Helen perderá los dos ojos. A ti te dejaré el tuyo, para que puedas ver todo lo que le hago a ella y todo lo que te hago a ti. ¿Escuchaste hablar de Blaise Zabini? Él mató a mi primo Louis. Le hice muchas cosas antes de matarlo. Primero le…
Albus se inclinó sobre Michael y le susurró varias palabras al oído. Agamenón no pudo oírlas, lo cual fue un alivio. Había cosas de las que prefería no enterarse. Finalmente el Hacedor de Reyes se volvió a levantar y concluyó:
—Siempre me he preguntado cómo sería aplicarle el tratamiento de Blaise Zabini a una chica y a un chico al mismo tiempo. Y no negaré que me gustaría averiguarlo, pero sería preferible que respondas mis preguntas con franqueza esta misma noche. No tengo mucho tiempo que perder. Un joven tan astuto como tú seguramente no estará dispuesto a perderlo todo, literalmente, por unos tipos a los que no les importa un carajo si vives o mueres. Te dejaré hablar ahora.
El mago alteró el Petrificus Totalus de tal manera que Michael recuperara la movilidad del cuello para arriba, mientras que el resto de su cuerpo continuaba paralizado.
—Te ayudaré —dijo Michael—. Por Merlín, te ayudaré, lo juro. No quiero que me metas… Por favor, por favor. Déjame ayudarte.
—Así me gusta —dijo Albus. Arrimó una silla hasta donde Michael estaba tirado, se sentó sobre ella y preguntó:— ¿Quién más sabía de esto?
Michael abrió y cerró los labios varias veces. Era como si quisiera hablar, pero una mano invisible le tapara la boca. Por fin, escogiendo sus palabras con gran cuidado, el adolescente dijo:
—¿Has escuchado hablar del encantamiento Fidelius?
Era una pregunta “teórica”, de modo que no violaba la prohibición de hablar sobre el hechizo.
—Ya veo. Eso nos presenta una dificultad. Veamos como podemos sortearla… Para esto creo que la Veritaserum será contraproducente. Tú no puedes decirme la verdad. Pero, ¿qué tal si me dices algunas mentiras?
—¿Qué quieres decir?
—Bueno, supongamos que te pregunto quiénes son tus personas favoritas en todo el mundo. Si fueras sincero, me mencionarías a tus padres, a Helen, a tus amigos, etcétera. Pero ¿qué tal si me mientes un poco? ¿Quiénes son tus personas favoritas?
Michael pareció comprender y sonrió.
—Mis personas favoritas de todo el mundo son… Ernie Macmillan. Es un gran profesor, disfruto mucho sus clases, y también disfruto tomar tragos con él en Hogsmeade. También me cae muy bien Francis Fedden. Sé que el profesor Macmillan es muy buen amigo suyo… Y hay muchos otros miembros del Parlamento Mágico que se cuentan entre mis personas favoritas. Quizá también incluiría en mi lista a algunos miembros de la División de Aurores, aunque no los conozco bien.
Albus le devolvió la sonrisa al estudiante.
—Michael, acabas de ganarte un montón de cumpleaños más, por no mencionar el derecho a conservar todas tus extremidades y… otras partes del cuerpo intactas. Ahora, intenta decirme qué ibas a hacer luego de matarme.
Michael tuvo que pensar un largo rato antes de poder dar una respuesta.
—Mierda, espero que no revisen mis bolsillos.
El Hacedor de Reyes metió su mano en el bolsillo derecho del pantalón de Michael, pero estaba vacío. El bolsillo izquierdo solo tenía una moneda. Al examinarla, notó que tenía un hechizo que permitía usarla para mandar mensajes, similar al empleado por u tía Hermione para contactar a los miembros del célebre Ejército de Dumbledore, del cual tenía entendido que Ernie Macmillan había formado parte. Se preguntó si Hermione habría estado también envuelta en esto.
—Dime, ¿Hermione Weasley es también una de sus personas favoritas?
—No, no la conozco para nada así que no podría incluirla —dijo Michael. Al no creyó que estuviera mintiendo, pero decidió volver a interrogarlo, esta vez con la Veritaserum, cuando fuera posible eludir el Fidelius de una vez por todas.
—¿Y mi tío Percy?
—No, a él tampoco lo conozco —respondió Michael. Albus asintió. Daba igual si Milton mentía o no, esa misma noche las lealtades de todos serían puestas a prueba.
—Bueno, Michael, solo necesito que hagas una cosa más y todo será olvidado y perdonado.
—¿Qué cosa, profesor?
—Quiero que uses esta moneda. Quiero que les digas que estoy muerto.
¿Significa que ahora ya habrá fecha de publicación para todos los siguientes capítulos o sólo para el siguiente porque ya lo tienes listo?
Muy buen capítulo Martín, muchísimas gracias 🙂
Que bien proximo capitulo, estuvo genial, eso de mentir, y decir la verdad, buen punto me gusto mucho y que bien que tendremos Al para muchos capitulos mas.
Volver a ver la astucia de Al es muy gratificante. Esperamos con ansia el desenlace.
Genial la forma de sortear el fidelius. obviamente es más fácil si el poseedor del secreto está dispuesto a revelarlo, sin embargo, igualmente fue muy inteligente. Genial como siempre, Martin. La cosa se pone buena cada vez.
Increíble…después de mucho me costó acordarme de algunos detalles, pero excelente capítulo. La verdad hubiera preferido el camino largo pero ya veremos.
Espero que cumpla su palabra de mandarlos a la «cárcel»… «sanos» y «salvos»… ( jejejeje «Acabas de ganarte un montón de cumpleaños más»… 😀 )
Maldito Michael. Muy inteligente de su parte «cooperar», pero ¿era esa toda su entrega a la causa?. ¡Fue él quien empezó todo!.
Me encanta el que Albus Severus ni siquiera haya preguntado por su padre a Michael… 😀
¿La amortentia la usó en su novia?.
O por dios Es maldito milagro de navidad, es uno de los momento mas feliz de la navidad, tengo que admitir que había perdido la esperanza pero llegas y subes tres capítulos y yo me los leo de un solo golpe. Había olvidado lo genial que era Albus. Gracias por escribir