Memorias de Livius Black XXIII

[NOTA: Quiero dedicarle el capítulo a Tito, que esta semana viaja a Honduras.]

El Sábado Azul, como se llamó a la masacre del Parlamento Mágico, pasó a la historia como el mayor asesinato en masa cometido en el edificio del Ministerio de la Magia. Si bien la tragedia fue lamentada universalmente, la versión de Albus sobre la responsabilidad de su padre en la masacre no fue aceptada por todos. El juicio recibió, tal y como Lee Jordan había dicho en su inmediatamente célebre entrevista con el Hacedor de Reyes, una amplia cobertura tanto de parte de El Profeta y la Red Mágica Inalámbrica como de los medios extranjeros, como Le Soleil de Francia.

Los cuatro empleados del Ministerio de la Magia habían sido seleccionados muy cuidadosamente por Albus. Eran tres hombres y una mujer, todos mayores de sesenta años, que habían trabajado en el Ministerio durante el período de Pius Thicknesse y cuyas carreras habían quedado estancadas por su actitud colaboracionista. No habían perdido sus trabajos, pero no habían recibido ascensos, y a cambio de una recompensa todos estaban dispuestos a prestar falso testimonio contra Harry Potter, Draco Malfoy y hasta contra Merlín y Godric Gryffindor, si se lo hubieran pedido. No obstante, para que sus declaraciones fueran creíbles, Albus recurrió a un método eficaz: les implantó un falso recuerdo en sus mentes de Harry ejecutando la matanza en compañía de Draco, Hermione, Lily, James y Rose. Si esos recuerdos hubieran sido examinados en un Pensadero o empleando la Legeremancia habría sido muy sencillo desmentirlos, pero la versión oral de los mismos poseía bastante verosimilitud. Nadie conocía mejor que Albus los efectos del Mimhe Gorm, y la vívida descripción de la muerte de los parlamentarios fue reproducida por los medios; así se terminó acuñando el término “Sábado Azul”, por el color del gas venenoso del maleficio utilizado para realizar la masacre.

El Hacedor de Reyes también hizo un gran esfuerzo por demostrar que la poción Veritaserum usada en el juicio no había sido adulterada. Convocó a Axel Klotter, el profesor de Pociones de Durmstrang, un mago de gran prestigio en toda Europa, para que preparara la Veritaserum. Supongo que la directora Von Papen habrá tenido que presionarlo mucho para que viajara a Gran Bretaña solo para prestar ese servicio.

Alcyone y yo asistimos al juicio. Ella estaba ya embarazada de varios meses, y sabíamos gracias a los Sanadores de San Mungo que pronto seríamos padres de mellizos. Me sentí muy extraño sentado al lado de ella, escuchando el relato de las muertes de todos aquellos magos y brujas y solo pudiendo pensar en las dos vidas que estaban creciendo dentro del prominente vientre de mi esposa. Alcyone y yo habíamos restaurado la Casa Black. Nuestros niños no serían de sangre pura, puesto que mi madre había sido una muggle y mi padre técnicamente un squib, pero en algunas generaciones era posible que el status de sangre de la familia volviera a ser el de antes; no es que a Alcyone o a mí nos importara mucho que nuestros descendientes fueran de sangre pura o mestizos, pero había cierta clase de justicia en la idea de que de la unión de dos descendientes de Blacks desheredados la ancestral Casa fuera a renacer.

El juicio duró apenas un día, ya que los seis acusados habían sido juzgados in absentia y no había otros testimonios aparte de los de los cuatro testigos de la acusación. El Wizengamot tardó apenas una hora y media en dar su veredicto (y por lo que tengo entendido, apenas treinta y cinco minutos de esa hora y media fueron de auténtica deliberación; una vez decidida la sentencia, los jueces pidieron un opíparo almuerzo antes de regresar al salón y hacer el anuncio). Todos los acusados fueron declarados culpables. Draco, Harry y Hermione fueron condenados a reclusión perpetua (aunque la sentencia no decía explícitamente que la reclusión tuviera que ser en Azkaban, lo cual dejaba la puerta abierta a una eventual prisión domiciliaria), y Lily, Rose y James a veinte años.

Luego de anunciada la sentencia, Alcyone y yo abandonamos la sede del Ministerio y fuimos a la casa de los abuelos de Ash en la Londres muggle, donde nos reunimos con el resto de lo que en algún momento habíamos llamado jocosamente el Ka-Tet (o lo que quedaba de él, luego de la muerte de Louis Weasley y las partidas de Valerie y Scorpius). Éramos ocho en total: Agamenón, Ash, Isaac, Jezzie, Louis Rosier, Lysander, Alcyone y yo. Albus no había sido informado del encuentro.

Alcyone no tuvo necesidad de informarles sobre el veredicto del juicio, porque los otros seis habían estado escuchándolo por la radio. Una vez que los ocho estuvimos sentados en la sala de estar de los Bennett (los abuelos de Ash estaban de viaje y había sido sencillo para él meterse en la casa utilizando un Alohomora; si el señor y la señora Bennett hubieran llegado a adelantar su retorno, Ash les habría dicho que sus padres le habían prestado la llave y, en el peor de los casos, habría utilizado un Confundus con ellos), Isaac dijo lo que todos habíamos estado pensando:

—Bueno, chicos, Al lo ha hecho. Condenó a prisión a su padre, su tía, sus hermanos, su prima y al padre de Scor por un delito que sabemos que no han cometido. ¿Qué debemos hacer nosotros ahora?

—Seguir a su lado, por supuesto —dijo Alcyone, con una convicción que me sorprendió incluso a mí.

—¿Estás loca? —dijo Lysander—. ¿Para esto estuvimos peleando todos estos años? ¿Para ver a Albus convertirse en Servilia Crouch?

—No compares a Hugo con esos imbéciles del Parlamento —dijo Louis de pronto—. No digo que lo que hizo el Hacedor de Reyes con ellos fuera lo más inteligente, dadas las circunstancias, pero Hugo jamás conspiró para matar a nadie. Él no le hubiera hecho daño a una mosca.

Lysander se ruborizó. Si bien yo sabía que Louis amaba a su nuevo novio tanto como al primero, la muerte trágica de Hugo hacía que el hermano menor de Valerie lo idealizara hasta cierto punto, y que Lys jamás pudiera sentirse a la altura de su predecesor. Luego de ese desacuerdo, el joven Scamander no volvió a abrir la boca.

—Eso es irrelevante —dijo Jezebel—. El hecho es que, bien o mal, Albus actuó para defenderse de una traición. Recuerden el contexto en que él se convirtió en viceministro. Los parlamentarios le debían a Al el hecho de seguir en sus puestos. Él podría haber disuelto la Cámara y nadie hubiera protestado. Y así se lo pagaron.

—Bueno, al final lo hizo, ¿verdad? —dijo Ash—. Hay que admitir que es una gran manera de ahorrarse la indemnización por despido.

Aún recuerdo las miradas asesinas que recibió Ashton luego de su inoportuna bromita.

—Deberíamos concentrarnos en el futuro, no en el pasado —dijo Isaac—. Yo también creo que fue un error irreparable matarlos, pero esto de culpar a Harry, y sobre todo, a Malfoy… Podría ser una solución más inteligente de lo que esperaba.

—Pero ellos son inocentes, Isaac —dijo Agamenón—. Habría sido mejor revelar la verdad: que todos los parlamentarios muertos estaban involucrados en el complot. Quizá podríamos haber dicho que murieron en un enfrentamiento con los Aurores cuando Al ordenó arrestarlos…

—No seas necio —dijo Jezzie—. ¿Qué clase de resistencia iban a oponer treinta y un políticos a Aurores profesionales? Fue un exterminio, y todos lo saben. O revelábamos la verdad, o le atribuíamos la culpa a alguien más.

—Está loco —insistió Agamenón.

—Siempre lo ha estado —dijo Isaac, impasible—. Pero siempre le ha salido bien.

—Y dime, ¿quién está menos cuerdo? ¿Un loco o el loco que lo sigue? —dijo Agamenón.

El desafío lanzado por Agamenón al Ka-Tet hizo que todos guardaran silencio por un rato. Fue Alcyone quien lo rompió.

—¡Eres tú el que está loco, Lestrange! ¡Y ustedes también, si le hacen caso! ¿Qué creen que va a pasar si Albus es derrotado y sus enemigos pasan a controlar el Ministerio? ¿Piensan que nos van a dar un golpecito en el dorso de las manos, nos dirán “No vuelvas a hacer eso” y nos mandarán de vuelta a nuestras casas?

—Si dejamos de colaborar con él ahora, probablemente sí —dijo Agamenón, aunque no parecía muy seguro de sí mismo.

—¿Y qué pasará con los crímenes que ya hemos cometido? ¿Necesito recordarte, Agamenón, que todos hemos matado por Albus? ¿Que hay muchas familias a las que les falta un integrante, o más de uno, por culpa nuestra? Sí, actuamos obedeciendo indicaciones del Hacedor de Reyes, pero eso no nos servirá de mucho como defensa frente a un Wizengamot controlado por nuestros adversarios. Todos tenemos las manos manchadas de sangre. Lo que nos protege ahora de ser perseguidos judicialmente por lo que hicimos es que Albus tiene el poder. Pero si su gobierno se acaba, esa protección también se acabará.

—Scorpius no se preocupó por eso cuando lo abandonó.

—Porque el padre de Scor está trabajando con Harry Potter. Si Albus es derrocado, Draco Malfoy pasará a tener una posición muy ventajosa en el nuevo gobierno, y podrá proteger a su hijo. Pero nosotros no somos hijos de Draco Malfoy. Nosotros somos los… “jerarcas” del régimen. Harry Potter querrá dar un ejemplo con nosotros. Va a insistir en “hacer justicia” por las atrocidades que cometimos.

“O sea que tenemos tres opciones —prosiguió Alcyone—. La primera, seguimos junto con Al. La segunda, lo abandonamos y nos quedamos tranquilamente en nuestras casas esperando que los Aurores vengan a arrestarnos luego de su caída. La tercera, nos vamos del país para siempre.

“Yo no tengo intención de que mis hijos crezcan teniendo que ir a visitarme a Azkaban —dijo Alcyone, acariciándose el vientre—. Y tampoco voy a mandarlos a Beauxbatons o a Durmstrang, o a Salem. Mis hijos son Blacks. Sus raíces están aquí, en Gran Bretaña. Van a ir a Hogwarts cuando cumplan once años, como fueron a Hogwarts sus padres, abuelos, bisabuelos y todos sus ancestros a lo largo de los siglos. Así que me voy a quedar junto con el Hacedor de Reyes. Voy a luchar, no solo por él, sino por mí y por mis hijos y por nuestro futuro. ¿Qué van a hacer ustedes?

Los argumentos de Alcyone tenían mucho sentido, o al menos parecían tenerlo en ese momento. Yo tomé su mano y la besé, en un gesto de solidaridad. Equivocados o no, pelearíamos juntos.

Isaac se puso de pie, caminó hasta donde Alcyone y yo estábamos sentados, y colocó su mano encima de las nuestras, que seguían entrelazadas. Jezzie puso su mano sobre la de Isaac. Louis sobre la de Jezzie, y así sucesivamente, hasta que las ocho manos estuvieron unidas. Incluso Agamenón terminó incorporándose.

Fuimos tan idiotas.

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