La marioneta

Cuando Harry escuchó la acusación de su hijo en la Red Mágica Inalámbrica, se quedó tan paralizado como Draco. Pero su reacción fue mucho más veloz. Salió de la cama y comenzó a caminar en círculos mientras oía el resto de la entrevista al Hacedor de Reyes. Hermione lo miró con preocupación, todavía metida entre las sábanas.

Al finalizar la nota, Harry utilizó su varita para apagar la radio, pero el hechizo que usó fue tan intenso que del aparato saltaron chispas. Irritado, intentó repararlo, pero no podía concentrarse lo suficiente como para realizar el hechizo adecuado, y solo consiguió empeorar el cortocircuito del equipo.

—Basta, Harry —le dijo Hermione—. Ya lo arreglaré yo.

—¿Y cómo vas a “arreglar” esto? —dijo Harry—. ¿Cómo van a hacer Lily y tú para solucionar esta mierda? ¿O sea que ahora yo soy una marioneta de Draco Malfoy? ¿Una marioneta del mismo hombre al que ustedes me convencieron de dejar en libertad?

—¿Crees que Albus no diría exactamente lo mismo si Draco siguiera siendo tu prisionero? ¡Le resultaría aún más fácil de probar! ¿Cómo podríamos convencer al resto de la comunidad mágica que Draco no te está manipulando si él estuviera siempre con nosotros? Créeme, no habría hecho ninguna diferencia tener a Draco encerrado en ese cuarto. Albus habría hallado una manera de convencer al público que él te está usando.

—¿Y si es cierto? —preguntó Harry—. ¿Y si lo único que quiere Malfoy es enfrentarme a mi hijo para destruir a la familia Potter?

Hermione meneó la cabeza.

—No seas ridículo, Harry. La disputa entre Albus y tú es muy anterior a nuestra alianza con Draco y tú lo sabes.

—Pero Malfoy no solo me acompaña en mi enfrentamiento con Al. ¡Él quiere que mate a mi hijo!

—Bueno, no estoy diciendo que tenga razón. Si podemos hallar una manera de derrotar a Albus sin matarlo, desde luego que te apoyaré. Pero… Albus está se está internando cada vez más en el sendero de las Artes Oscuras. ¿Crees que es imposible que llegue a un punto en que él… ya no sea tu hijo?

—¡Siempre será mi hijo! ¡Siempre será el hijo que Ginny y yo engendramos! ¡No voy a mancharme las manos con la sangre de mi propio hijo, y me niego a que discutamos esto un segundo más, Hermione! Te amo, pero si vuelves a pronunciar una palabra más sobre este tema, entonces lo nuestro se terminó, ¿entendido?

—¿Y cuántos inocentes morirán para que tu hijo pueda vivir, Potter? —dijo la voz de Draco Malfoy de repente, desde la chimenea. Él había habilitado una conexión clandestina a la Red Flu desde su habitación de hotel (pese a que la chimenea del cuarto era de adorno, a diferencia de la que había en el dormitorio de Harry y Hermione), y su intervención sobresaltó a ambos.

—¿Por qué no vienes aquí a decírmelo a la cara, Malfoy? —dijo Harry. Hermione no pensó que Draco fuera a hacerle caso, pero súbitamente lo vio salir de entre las llamas.

—Como quieras. Mata a tu hijo, Potter —dijo Draco con suavidad—. Por el bien de todos.

Harry se lanzó contra Draco, dispuesto a borrarle la expresión burlona del rostro a puñetazos, pero Hermione se interpuso.

—¡Draco, por Merlín, deja de decir eso! ¿No tienes algo mejor que proponer? —exclamó Hermione, mirando a Draco con exasperación.

—De hecho, lo tengo —dijo Draco—. Tengo un plan ya preparado, pero me gustaría discutirlo con todo el grupo. ¿Podrían llamar a sus hijos?

—Tú no das las órdenes aquí, Malfoy —dijo Harry en tono amenazante.

—No fue una orden, Potter, fue un pedido. Puedes decirme que no si quieres, y entonces me iré sin comunicarle a nadie mi idea —dijo Draco con hastío.

—Harry —dijo Hermione—, creo que deberíamos escuchar lo que tiene para decir.

Harry miró a Draco con aversión durante algunos segundos, y luego asintió de mala gana. Hermione entonces utilizó la Red Flú para llamar a su hija Rose y a sus sobrinos James y Lily. Por pedido de Malfoy, también convocaron a Teddy Lupin, quien ahora era el único “legal” del grupo y podía moverse por el mundo mágico casi sin ser molestado por los Aurores. Su condición de metamorfomago también lo ayudaba, ya que si notaba que lo estaban siguiendo podía cambiar su apariencia por completo, y transformarse en un anciano o una mujer o adoptar algún otro aspecto muy distinto al auténtico que le permitía eludir a sus perseguidores.

Unos diez minutos después, con todo el grupo reunido, Draco comenzó a exponer su plan.

—En primer lugar, sepan que esto no es algo que podamos hacer de la noche a la mañana. Una vez que escuchen mi idea, no van a poder salir volando en sus escobas como buenos Gryffindors a derrocar al Hacedor de Reyes. Necesitamos reunir la mayor cantidad de varitas posible. Nosotros, ahora mismo, somos, como nos llamó Albus, una célula terrorista. Somos apenas seis personas, siete si contamos a Teddy. Necesitamos ser un ejército. Al menos cien magos y brujas adultos que estén dispuestos a pelear por nosotros.

—¿Crees que eso es fácil? —dijo Harry—. Hemos estado tratando de reclutar gente en los últimos meses, y hemos recibido la simpatía de muchos, pero casi nadie se ofrece a pelear por nosotros. Todos esperan que ganemos la guerra por ellos.

—Es porque nosotros no los hemos puesto entre la espada y la pared, Potter. Sí, hemos acudido a muchos magos y brujas del país… pero en privado, dándoles la oportunidad de no comprometerse. Si vas a ver a alguien en secreto y le pides su apoyo, esa persona puede decirte que no sin decirte que no. ¿Cuántas variantes de “No estoy de acuerdo con lo que hace el Hacedor de Reyes, pero me gustaría pensarlo bien antes de actuar” hemos escuchado en todo este tiempo?

—¿Entonces usted está proponiendo que los obliguemos a pelear? —dijo James Potter.

—No, no necesariamente. Lo que propongo es que hagamos a propósito lo que tu padre hizo involuntariamente en mayo de 1998. Él se presentó en Hogwarts con el único objetivo de destruir la Diadema de Ravenclaw. No quería que la batalla final contra el Señor de las Tinieblas fuera allí mismo y esa noche. Tenía la esperanza de eliminar ese Horrocrux en secreto y luego marcharse. ¿O me equivoco, Potter?

Harry pareció algo incómodo al darle la razón a Draco.

—Es verdad, Malfoy. Yo no esperaba que las cosas se precipitaran así.

—Pero lo hicieron. Apenas se difundió el rumor de que tú estabas en Hogwarts, no solo los estudiantes y profesores del colegio se alzaron contra el Señor de las Tinieblas sino que cientos de magos adultos de Hogsmeade, Londres y otros puntos del país llegaron en masa al castillo para sumarse a la revuelta.

—¿Lo que usted está sugiriendo —dijo Lily— es que hagamos una… Tercera Batalla de Hogwarts? ¿Quiere que entremos en el castillo y convoquemos a nuestros posibles seguidores allí para enfrentar a Albus?

—Hogwarts está demasiado bien protegido —opinó Rose—. Albus lo está usando casi como su cuartel general, duerme allí casi todas las noches de la semana, desde que los Zabini intentaron matarlo en el Número Doce de Grimmauld Place. Sería una locura tratar de atacarlo ahí. Habría sido como si el tío Harry hubiese intentado tomar la Mansión…

Rose se interrumpió de golpe; recordó en medio de su discurso que el padre de su ex novio, allí presente, había sido el anfitrión —involuntario— de Lord Voldemort durante la Segunda Guerra. Pero Draco no pareció ofenderse.

—Por supuesto, atacar la Mansión Malfoy cuando el Señor de las Tinieblas vivía allí hubiera sido un suicidio. No, Rose, yo no estoy proponiendo empezar nuestra ofensiva en Hogwarts.

—¿Adónde, entonces? —preguntó Harry, clavando sus ojos verdes en los grises de Malfoy.

Draco Malfoy esbozó una sonrisa sagaz.

—Un sitio histórico —explicó—. Un lugar donde por fin podrás enfrentar a tu hijito cara a cara y… derrotarlo, de una manera u otra. Si te crees capaz.

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