Caía una fuerte nevada sobre los Urales. Pese a que Valerie llevaba un hechizo de calefacción muy potente, además de múltiples capas de ropa, no podía evitar tiritar. Y la luz del sol iba desapareciendo poco a poco, privándola del modesto calor que le había estado brindando.
Debido al riesgo de ser derribada por los vientos, la bruja no se había atrevido a sobrevolar la cordillera con su escoba. Tampoco se había querido arriesgar a Aparecerse directamente en el lugar que Frida Von Papen le había señalado. En vez de eso, se había ido Apareciendo de un punto de la montaña a otro, tomándose el día para hacer un reconocimiento del terreno. Ni siquiera la bruja con más experiencia y talento habría osado acometer una misión como aquella sin tomar todas las precauciones posibles.
El anochecer no estaba solamente arrebatándole el calor del sol, sino también la luz. Valerie sabía que las criaturas que iba a buscar podían ver perfectamente en la oscuridad, de modo que ni se le pasó por la cabeza la idea de usar un Lumos, que ellos podrían divisar a kilómetros de distancia; y si bien Albus le había prestado su Capa de Invisibilidad, siempre existía la posibilidad de que una ráfaga de viento la destapara por un momento y expusiera la luz de su varita a los agudos ojos de las criaturas. De modo que sacó de su mochila una Mano de Gloria que Von Papen le había prestado, y encendió sus cinco potentes velas. Escondida debajo de la Capa, ahora estaba en condiciones de ver sin ser vista.
Valerie había emprendido su viaje apenas dos días atrás, y dudaba que hubiera llegado a dormir ocho horas en todo ese lapso. Primero había ido a Durmstrang, donde la directora había sido ya anoticiada de su visita por Albus a través de una conexión segura en la Red Flu. Von Papen había sido de gran ayuda en su misión. Le proporcionó toda la información que Valerie necesitaba, y le dio algunos consejos sobre cómo tratar con las criaturas. Cómo sabía ella tanto sobre el tema, ni Valerie ni su novio se habían atrevido a preguntar, pero estaba claro que la directora del Instituto Durmstrang era una mujer de mundo. Lo único que le advirtió a Valerie, cuando la escoltó fuera del castillo, fue:
—Si pierden, tú jamás estuviste aquí.
Valerie había asentido. En esos tiempos desesperados, aquel apoyo parcial y reticente era mejor que nada.
Frida no le había ofrecido ningún mapa, y Valerie no lo hubiera pedido. Ambas sabían que estar al tanto de la ubicación de un nido y no informar a las autoridades del Ministerio de la Magia local era un grave delito en casi todos los países; un mapa de los Urales donde el nido estuviera marcado era en sí mismo la evidencia del crimen, y ni Valerie quería ser atrapada portándolo, ni Von Papen quería que tal evidencia fuera a parar a manos de los Aurores de Rusia, Ucrania o Belarús. Albus había dicho que su misión debía ser veloz y confidencial («tan secreta que ni siquiera yo debería conocerla», señaló), y Valerie se lo había tomado a pecho.
El nido se encontraba en el interior de una caverna. La entrada se hallaba cubierta con una pesada roca, que a primera vista no se diferenciaba de las demás de la montaña, hasta que uno veía que sus bordes estaban gastados, y que el suelo alrededor de ella se hallaba removido. Valerie sabía que las criaturas que habitaban en el nido poseían un agudo sentido del olfato, así que por más que no pudieran verla, podrían olerla. Por ello, siempre que estaba en algún sitio donde el viento soplara en dirección a la boca de la cueva, se apresuraba a Aparecerse en algún punto donde el aire fluyera hacia otra parte. El cielo estaba ya casi completamente negro, y Valerie sabía que solo era cuestión de tiempo hasta que las criaturas salieran a alimentarse.
La joven ya había aprovechado las horas de luz solar para resolver qué estrategia utilizaría para aproximarse a las criaturas. Cuando vio moverse la roca, sacó su varita y conjuró un Patronus no verbal, al que se apresuró a enviar lo más lejos posible de donde ella estaba escondida. Cuando terminaron de correr la roca y desbloquear la entrada del nido, el animal plateado los estaba esperando.
—Glacaim mo cairdeas, leanai an oiche —le hizo decir Valerie, tal y como Frida le había instruido. Las criaturas, que habían mostrado sus colmillos al Patronus, bajaron un poco la guardia, pero solo un poco. Entonces la bruja comenzó a hablar en inglés.
***
El Valle de Godric jamás había estado tan lleno de gente. La población del pueblo se había duplicado, como mínimo, y muchas personas que no tenían espacio para alojarse en las viviendas habían tenido que montar tiendas en las calles. Aberforth Dumbledore se había hecho cargo del único bar del pueblo, cuyos propietarios muggles habían sido evacuados, y no daba abasto con todos los magos y brujas que entraban a pedir bebidas. La localidad le recordaba más a Harry al Mundial de Quidditch de 1994 que a una población bajo asedio. El motivo era que el Ministerio no había tomado ninguna medida para detener la llegada de brujas y magos de todas partes del país. Había Aurores patrullando por los alrededores, pero nadie había atacado a los que habían arribado al pueblo para unirse a Harry. Por insistencia de Draco, todos los recién llegados, excepto aquellos por cuya lealtad Harry podía responder personalmente, como los miembros de la familia Weasley o su ahijado Ted, habían sido interrogados usando la Veritaserum. Hasta ahora, no habían detectado ningún infiltrado.
Se sentía raro, poder salir a la calle y verse rodeado de magos y brujas que lo reconocían y saludaban. Durante meses Harry había vivido de incógnito entre los muggles, y los únicos magos que veía eran aquellos que también eran fugitivos, o los que solo podían encontrarse con él en secreto. Ahora Harry se sentía como en la noche de la segunda batalla de Hogwarts, cuando pasó de combatir casi a solas contra Lord Voldemort a contar con un montón de personas que estaban dispuestas a pelear por él.
Pese al clima festivo que se vivía en el pueblo, en el cuartel de bomberos que Harry, Draco y Hermione habían tomado como su centro de comando, la actitud era más cautelosa. La aparente inacción del Ministerio de la Magia era inquietante. ¿Qué podía estar tramando el Hacedor de Reyes?
—Debemos turnarnos para montar guardia por las noches —dijo Minerva McGonagall. La ex directora de Hogwarts había aparecido en el pueblo apenas media hora luego de la emisión de su mensaje por la Red Mágica Inalámbrica, y pronto se había convertido en una de las consejeras de confianza de Harry; Minerva le había dicho que Neville y los demás actuales miembros del plantel docente de Hogwarts permanecerían en sus puestos, para proteger a los estudiantes, y que solo permitían abandonar el castillo a aquellos que fueran mayores de diecisiete años y que fueran retirados por sus padres—. Por lo menos veinte personas deberán estar despiertas y alertas en todo momento —añadió Minerva.
—La profesora tiene razón —dijo Draco, que, como todo el mundo, seguía llamando “profesora” a McGonagall pese a que llevaba años jubilada—. Si el Hacedor de Reyes nos ataca, será por la noche. Y debemos comenzar a difundir las instrucciones sobre la estrategia de combate a seguir cuando eso pase. Todos deben saber qué hacer.
—El bar de Aberforth podría ser un problema —dijo Hermione, mirando por la ventana del cuartel—. ¿Está vendiendo whisky de fuego o bebidas alcohólicas muggles?
—No —dijo Harry—, solo cerveza de manteca. Nadie estará borracho como una cuba cuando el enemigo ataque. Arthur, ¿tienes noticias de Londres?
Arthur Weasley y su familia habían llegado apenas diez horas antes; no porque vacilaran en unirse a Harry, sino porque habían debido eludir la vigilancia de los Aurores que Albus había puesto a espiarlos, y porque además, reunir a un clan tan numeroso como los hijos y nietos de Arthur y Molly no era cosa fácil. No todos los Weasley habían aceptado venir: Charlie seguía en Rumania, Bill y Fleur y su hija menor Dominique habían partido a Francia y Percy…
—Mi hijo sigue en su cargo, y sigue yendo todos los días a su oficina en el Ministerio, por lo que me enteré —dijo Arthur—. Su mujer y sus hijas casi no han salido de la casa, y cuando lo hacen, están escoltadas por Aurores.
—Nos sería muy útil —opinó Draco, y se ganó una mirada de antipatía de Arthur y de reconvención de Hermione. A los Weasley no les gustaba mucho que Draco gozara de tanta confianza de parte de Harry—. Sé que no les gusta pensar en esto, pero debemos decidir qué hacer con él si… cuando tomemos el Ministerio. No sé qué grado de… coacción habrá tenido el ministro respecto del Hacedor…
—Mira, Malfoy —dijo Arthur—, no permitiré que insinúes que mi hijo es en alguna medida culpable de lo que hizo Albus. No fue él quien masacró a todas esas personas. Percy es un hombre decente.
—Pero aceptó de manos del Hacedor de Reyes el cargo de ministro de la Magia. Le dio legitimidad a su régimen —dijo Draco.
—¿Crees que hubiera podido rehusarse? —intervino Molly—. Si lo hacía…
—Albus lo hubiera mandado a su casa, y hubiera buscado algún otro burócrata del Ministerio que fuera dócil a sus designios, como Susan Bones; en última instancia, hubiera podido recurrir a Isaac Prewett. Su hijo quería ser ministro —dijo Draco a los Weasley—, y no le importaba cómo. No olviden que soy un Slytherin. Si algo sabemos hacer, es reconocer la ambición cuando la vemos.
—Los Slytherin también saben traicionar —dijo Arthur—. Tu propio hijo…
—Eso es suficiente —dijo Harry—. Arthur, Molly, si Percy no se enfrenta abiertamente a nosotros, te prometo que lo peor que le pasará es tener que renunciar como ministro. No creo que objeten eso.
Los Weasley asintieron, de mala gana.
—Ya está anocheciendo —observó Minerva—. Creo que deberíamos ir a organizar las patrullas de esta noche, y luego a la cama. Propongo…
Las palabras de Minerva se vieron interrumpidas por un agudo grito.
—¡MAAAARK! —chilló una mujer afuera— ¡SUÉLTENLO, SUELTE…! —las palabras de la mujer se vieron cortadas bruscamente.
Muchos otros gritos comenzaban a oírse. Una voz de muchacho profirió un largo grito de agonía. Se empezaron a escuchar hechizos, casi todos Maldiciones Asesinas.
Harry se levantó de su silla en un santiamén, y lo mismo hicieron todos los que lo acompañaban. Salieron de la pequeña oficina donde habían estado celebrando su reunión y corrieron hacia la entrada del cuartel. Antes de que pudieran salir, un cuerpo fue arrojado desde la calle con tanta fuerza que arrancó la puerta del marco. Era una chica de poco más de veinte años a quien Harry reconoció como una de las dependientas de Sortilegios Weasley. Tenía un espantoso corte en el cuello, del cual brotaban grandes chorros de sangre que la pobre muchacha intentaba inútilmenete contener con sus manos. Movía los labios, intentando hablar, pero no le salían las palabras, y miraba con desesperación a Harry y los demás. Minerva fue la primera en reaccionar: se inclinó sobre la joven e intentó cerrar la herida con un Episkeyo, pero el hechizo no hizo efecto.
—Esta herida está maldita —dijo la anciana bruja, mientras la chica daba sus últimos estertores entre sus brazos—. Pero, ¿cómo…?
—¡INCEN…! —gritó alguien afuera, pero su hechizo no pudo lanzarse. Por la puerta rota, vieron a un mago tambalearse por la calle, con la mano derecha cortada, mirándose el muñón con expresión estúpida.
El grupo de magos salió a la calle. La diferencia entre el Valle de Godric que Harry recordaba haber visto solo minutos antes y el pandemonium que tenía ahora frente a sus ojos era tal que creyó estar alucinando. La gente corría en todas direcciones, tan ciegamente que a veces chocaban entre sí. Debido al hechizo anti-Aparición que Harry había conjurado sobre el pueblo, los magos no tenían otro modo de escapar que sobre sus escobas, pero Harry vio varios cadáveres de personas que aparentemente habían intentado huír remontando vuelo y que habían sido derribadas; uno de los cuerpos parecía haber sufrido todas las fracturas posibles al caer al suelo desde tanta altura, y sus huesos rotos habían quedado expuestos. Una mujer tenía el cráneo reventado, y sus sesos estaban esparcidos sobre el pavimento. Lo más bizarro de todo era un cuerpo empalado sobre la cruz de hierro de la iglesia del pueblo. Nadie se acercaba a los caídos para ver si estaban muertos o solo heridos; cada uno buscaba salvar su propio pellejo.
—¿Qué está pasando? —exclamó Hermione—. ¿Son magos?
—¡Síganme! —dijo George Weasley, que venía corriendo por la calle, con la frente cubierta de arañazos—. ¡Vengan conmigo ahora!
Molly y Arthur fueron los primeros en correr en pos de su hijo. Draco, Harry y Hermione los siguieron, pero Minerva intencionalmente se mantuvo unos pasos por detrás del resto del grupo.
—¡Profesora, ¿qué hace?! —preguntó Harry.
—¡Yo los cubriré! —dijo la bruja, que parecía haberse vuelto treinta años más joven en el fragor del combate— ¡Corran!
George los condujo hacia la casa de unos magos que habían elegido quedarse en el pueblo. La puerta estaba abierta de par en par, y los ocupantes les hacían señas desesperadamente para que se apresuraran. Harry no entendía por qué, ante aquella amenaza, no mantenían la puerta cerrada, pero no tenía tiempo para pensar.
De pronto sintió una ráfaga de viento sobre sus cabellos, como si alguien montado en una escoba hubiera volado sobre él.
—¡Incendio! —gritó Minerva, y una llamarada brotó de la punta de su varita. Harry alzó la cabeza y por unos segundos vio una figura humana retorcerse en el fuego, antes de reducirse a cenizas. Ningún humano podía quemarse tan rápido, pensó.
—Oh, Merlín —masculló, al tiempo que entraba al fin en la casa. Minerva también corría hacia la vivienda, pero antes que pudiera atravesar el umbral, alguien apareció a sus espaldas y la golpeó.
El movimiento fue tan rápido que nadie fue capaz de verlo hasta que fue demasiado tarde. En un momento, Minerva estaba parada en el pequeño caminito de grava que iba desde la cerca del jardín delantero de la casa, y al otro, un brazo ensangrentado había brotado en medio de su pecho. Minerva bajó la vista hacia el pecho, vio el puño de su atacante atravesándola, y sus ojos se llenaron de tardía comprensión. Sus ojos se dirigieron hacia los de Harry, que miraba impotente desde el interior de la casa.
—Fuego —dijo Minerva, y si bien su voz fue inaudible, Harry pudo leer sus labios.
Su mentón cayó, y todo su cuerpo se hubiera desplomado al suelo si la criatura que la había atacado no hubiera continuado con el brazo extendido hacia delante. Con un rápido movimiento, la criatura sacó su extremidad del cadáver de Minerva.
Era una mujer de cabello castaño y piel blanca como la leche. Su rostro hubiera sido bellísimo, de no ser porque sus ojos eran completamente negros, como si sus pupilas estuvieran dilatadas. La criatura sonrió a los magos, revelando dos pares de incisivos largos y afilados como navajas. Miró su propio brazo, cubierto de la sangre de Minerva McGonagall hasta el codo, y empezó a lamerla golosamente.
[NOTA: Glacaim mo cairdeas, leanai an oiche significa «ofrezco amistad, hijos de la noche» en gaélico (o algo así, armé la frase con el Traductor de Google). El título del capítulo, entonces, es «Hijos de la Noche».]
¡Oh Dios!, esto se puso más interesante todavía, no se por qué, pero desde que leí el título me imaginé algo por el estilo. Nada parecido a tu versión de los hijos de la noche, pero la idea es la misma, y me parece genial… un ataque sorpresa y totalmente fuera de lo ordinario, brujilmente (si me permites la palabra =? ) hablando… Sigue adelante, no te cortes! y Gracias.
Me alegra que te gusten mis vampiros 🙂
Hola martín, tal y como te comenté por WhatsApp ya me puse al día nuevamente con el fic y recién termino de leer esta última publicación. Sinceramente me encanta como te va quedando la historia, sobre todo porque se nota claramente tu crecimiento como escritor a lo largo de la misma. NO tengo mucho para decirte, varias veces hablamos sobre los capítulos por privado y no tengo nada por el momento para agregar. Te preguntaría algunas cosas pero te conozco y se que te gusta jugar con el suspenso jaja. Pensaba decirte que ya había leído el capi actual por FACE o what pero preferí dejarte el comentario para que quede también la estadística en el blog. Espero que publiques pronto, estoy súper enganchado.
Saludos y gracias por compartir un trozo de tu imaginación con todos nosotros.
Muchas gracias, Agus. Un abrazo 🙂
Son vampiros las criaturas de la noche?
Sí.
Martin… no..!! Llore cuando mataste a Minerva!! De verdad llore cuando leia los detalles de su muerte y como defendio a Harry hasta las últimas!! Llore!!
Minerva murió protegiendo a Harry, al que quiso como a un hijo. Un fin apropiado.
Excelente como siempre Martin, muy buen capitulo! 😀
Gracias!
Cuando yo ya pensaba que Albus iba a pique, le das este giro que cambia por completo la historia. Y la muerte de Minerva, eso ya fue muy cruel, hacer que volviera un personaje muy querido por todos para luego cargartelo 😢
Y lo de los hijos de la noche me ha encantado, porque no me lo esperaba para nada.
Me alegra que hayas disfrutado el capítulo, Ana.
Martin, como alguna vez le dijo Raj Kootrapali a Sheldon cooper, «me recuerdas a un joven l
Lex Luthor», dejame decirte que me recuerdas a un joven George RR Martin.. 😉
Saludos desde Mexico
P.D creo que ya no recuerdas los hechizos que invente y te mande por inbox..
Lástima que también emulo su lentitud para escribir 😦
Saludos!
Martin, como alguna vez Raj Kootrapali le dijo a Sheldon Cooper, «me recuerdas a un joven Lex Luthor», dejame decirte que me recuerdas a un joven George RR Martin jeje
Que buen capítulo!!! excelente!
Muchas gracias!
La parte más resistente de mi mente se preguntó porqué no hiciste que lo último que dijera McGonagal fuese «Incendio» y que se auto-incendiara llevándose con ella a su asesina en una explosión de fuego, terrible y maravillosa a la vez… Hubiera sido una despedida gigante para un gran personaje… pero la otra parte de mi mente… aquella que ama a los «hijos de la noche» y que casi desde el principio (siempre busco qué significan tus frases antes de leer) pensó en Charles Dance en su último papel como el más temible y poderoso de estos seres… se regodeo en esa impúdica exhibición «golosa» de poder de la asesina…
¿Qué tipo de «hijos de la noche» son estos?. ¿Son como los que menciono?.
P.s. Ya ha sucedido antes, pero la descripción de la primera parte del capítulo tiene una cadencia… sutil… que resulta deliciosa: «Y la luz del sol iba desapareciendo poco a poco, privándola del modesto calor que le había estado brindando… El anochecer no estaba solamente arrebatándole el calor del sol, sino también la luz»… Me encanta.
Sí, estos hijos de la noche son vampiros. Y no como los de Crepúsculo.
Hola Martín me parece que el capítulo es bueno. Además quería saber si es que alguna vez llegaste a leer el mail que te envié hace ya casi tres semanas. Y también, no entiendo por que todas las veces que intente publicar un comentario no me ha dejado.
Saludos.
No se ustedes, pero para mi una de las mejores partes del capitulo es el «La mision es tan secreta que ni siquiera debería conocerla» de Albus
Gracias, me alegra que esa frase te haya agradado 😀
La escena que ve Harry al salir al campamenro debe ser algo similar a cuando atacan en «30 dias de noche»
Ahora al lugar donde entraron es una iglesia supongo…
No, no es una iglesia, es una casa común y corriente.
Tenía mucho tiempo esperando que siguiera la historia. Y con estas criaturas de la noche, que por lo que veo son vampiros, me has ganado de mil formas :’) extrañaba leer esta historia, he sido fan desde hace mucho y wujuuu estoy feliz… Amo a los magos y los vampiros… Si en el futuro mezclaras sirenas en la historia seria un súper plus! Jajaja buen cap. Y espero más, saludos desde Ensenada BC México.
No creo que tenga tiempo de introducir sirenas, pero si lo hiciera, serían más parecidas a las de The Cabin in the Woods 😀
me encanta todo , te tomaste tu tiempo pero vale la pena , sos un gran escritor , lo estas demostrando , muy pronto podras publicar algo en papel . te agradesco la vuelta volviste recargado , segui asi , un saludo de argentina
Muchas gracias, Roberto 🙂
Hola, me gustaría saber si estuviste pensando (cuando termines el fic) en una continuación del Hacedor de Reyes??.Además, quería saber si aparte de este fic estás escribiendo o escribiste algún fic más ,o si pensas hacerlo ( este relacionado o no con el hacedor de reyes)
no puedo evitar estarte eternamente agradecido, epro no pude evitar odiarte x matar a McGonagall 😦
Valar morghulis 😀
Interesante el capítulo. Mientras iba imaginando a la vampiresa, me di cuenta que dijiste incisivos en lugar de caninos, pero seguro es una licencia que te tomaste. Eso vuelve únicos a tus vampiros jejeje. Espero que hayan más detalles. Saludos
Es cierto, lo de los incisivos fue intencional, pero no original: en Nosferatu el Conde Orlok tiene colmillos en los incisivos en vez de los caninos (tanto en la versión de Murnau como en la de Herzog). Y los ojos negros son un homenaje a los vampiros de 30 días de noche.
Hola Martin!, excelente cap. Estoy retomando la lectura, imaginate mi felicidad cuando vi que habia varios capitulos nuevos jajajajaja. Los hijos de la noche me recordaron a los seres fata de KKC, me parecen una arista interesantisima para desarrollar en la guerra. Increible como despues de tantos años me sigue enganchando esta historia, mas que la historia de hp original. Buenisimo.