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Archive for the ‘El camino recto’ Category

El adiós


[NOTA: Este capítulo puede parecerles corto, pero se ajusta al mínimo de 1.200 palabras que me autoimpuse. También representa el final de una etapa y el comienzo de otra en la historia de nuestro querido Albus. He decidido que esta nueva parte del relato se llamará Los desvíos.]

Cuando Albus despertó, las dos únicas personas que estaban en aquel momento a su lado eran su madre y la señora Pomfrey. Ninguna de las dos quería tener que ocuparse de la desagradable tarea de explicarle lo que le había ocurrido, por lo que se apresuraron a llamar a Harry. El padre de Al le relató lo sucedido y sus consecuencias con calma, pero visiblemente nervioso.

-Quiero mi varita -fue lo primero que dijo Albus cuando Harry concluyó su historia.

-No creo que…

-Quiero mi varita -repitió, poniendo mayor enfasis en esas tres palabras. Con un suspiro, Harry se levantó de la silla y se dirigió al armario en el que habían guardado las ropas que Albus tenía puestas cuando tomó el Nullum Potens. En el bolsillo de sus jeans encontró la varita y se la llevó a su hijo. Albus la tomó con delicadeza, como si temiera romperla, y dijo suavemente:- Lumos.

No ocurrió nada.

Harry, Ginny y la señora Pomfrey tomaron aliento, como si temiesen que Al estallase en cólera. Sin embargo, el muchacho no pareció enfadarse. Miró la varita con tristeza por unos instantes y luego la depositó en la mesita de luz.

-¿Podrían recoger mis cosas? -dijo, dirigiéndose a sus padres.

-¿Tus cosas? -preguntó Ginny, sorprendida- ¿Para qué?

-Pues para irme de Hogwarts -dijo Albus tranquilamente-. Soy un squib. No puedo quedarme aquí.

-¡Pero hijo, ¿crees que van a echarte del castillo…?! -exclamó Harry.

-No, no van a hacerlo, eso lo tengo claro. Soy yo el que quiere irse. Este no es mi lugar.

-No tienes que hacerlo enseguida -insistió Harry-. Al menos tendrías que pasar la noche aquí, despedirte de tus amigos…

-Solo quiero intercambiar algunas palabras con Scorpius y marcharme -lo interrumpió Albus-. Reunan mis cosas y pídanle que venga a verme.

***

De muy mala gana, los padres de Albus obedecieron. Ginny y Harry bajaron a las mazmorras, recogieron todas las pertenencias de su hijo, las guardaron en el baúl y le indicaron a Scorpius que fuese a la enfermería a hablar con Al.

Scor sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas al ver a su amigo. Los tres días en coma lo habían dejado más pálido y demacrado que antes, pero eso no era lo terrible en su aspecto. Sus ojos y rostro mostraban una expresión indiferente, vencida, como si su luz se hubiera extinguido. Albus le devolvió el abrazo, pero no pareció conmoverse al ver a Scorpius.

-Quiero que le digas a los chicos que pueden escribirme todo lo que quieran, pero que preferiría que no me visitasen.

-¿Eso me incluye a mí? -preguntó Scorpius.

-Sí -respondió Albus con calma-. Ustedes son magos, yo soy un squib. No hay lugar para mí en sus vidas.

-¡No digas eso! -dijo Scor, pero Albus no le permitió continuar.

-Scor, las cosas son así. Los aprecio muchísimo a todos, pero no pertenezco a Hogwarts ni tampoco al mundo mágico en general. Estaré con mis padres por un tiempo, pero en cuanto pueda emanciparme me iré a vivir entre los muggles.

-¿Por qué nos haces esto? -preguntó Scorpius, por cuyas mejillas ahora corrían las lágrimas que había intentado reprimir. Albus clavó sus ojos verdes en los grises de su mejor amigo.

-No es porque no los quiera, si eso es lo que estás pensando. En realidad, es por todo lo contrario: los quiero demasiado, y si estuviera mucho tiempo con ustedes acabaría por resentirme ante el hecho de que yo he perdido los poderes que ustedes tienen. Créeme, conozco muy bien mi propio corazón -concluyó Albus con serenidad-. Solo quiero que me hagas un último favor: baja a la Cámara Secreta y dile a Godric que ya no tiene que servirme. Dile que es libre.

***

Al había recuperado la conciencia a las nueve y media de la mañana, aproximadamente. Como estaba decidido a abandonar el colegio discretamente, eligió esperar hasta las doce, cuando todos estarían almorzando, para irse.

Vestido con ropas muggles, el adolescente bajó por las escaleras hasta el vestíbulo, donde lo esperaban sus padres, sus hermanos James y Lily, su padrino Neville y la directora Crouch. Peeves, que andaba rondando por ahí, vio al joven Albus, comprendió que planeaba irse del castillo sin que nadie lo notase y consideró la posibilidad jugarle una broma similar a la que le había jugado a Dolores Umbridge en 1996, cuando ella también trató de irse de Hogwarts en secreto. No obstante, una sola mirada a la cara de Albus le basó para abandonar su plan. Había cosas más divertidas que atormentar a aquel chico.

-Albus -dijo Servilia cuando acabó de descender las escaleras-, no tienes idea de lo mucho que lamento verte partir de esta manera. Sé que tuvimos algunas diferencias en el pasado, pero siempre te consideré un alumno de gran talento.

-Gracias, profesora -replicó Albus apáticamente-. ¿Nos vamos?

Harry asintió y con un movimiento de varita hizo levitar el baúl de su hijo y salió del colegio junto a su esposa y a James. Lily y Neville abrazaron cariñosamente a Albus y Servilia le dio la mano, para luego retornar a su despacho. Al se disponía ya a seguir a sus padres al exterior del castillo cuando una voz conocida lo detuvo.

-¡Albus, espera!

Al se dio vuelta y vio con gran sorpresa a Valerie correr hacia él. Neville y Lily, piadosamente, no hicieron ninguna pregunta sino que se dirigieron al comedor, dándole privacidad a la pareja. Albus contempló a Valerie, tratando de retener esa imagen suya en su memoria.

-¿Vas a irte? -preguntó la joven, intentando mantener una expresión impasible.

-Sí. ¿Cómo lo supiste?

-Tu amigo Scorpius me lo dijo.

-¿Cómo se enteró de lo nuestro? -preguntó Al, sorprendido.

-Le bastó ver mi cara cuando te llevaron a la enfermería -replicó ella.

Los adolescentes se quedaron en silencio por un rato.

-¿Piensas volver?

-Nunca. A menos que recupere mis poderes y vuelva a ser un mago, y eso es imposible.

-¿Nos volveremos a ver? -preguntó Valerie, y Al notó que le temblaba el labio inferior.

-No lo sé -respondió el chico.

Valerie se acercó a él y pareció querer besarlo en los labios, pero reprimió ese impulso. Luego tomó la mano izquierda de Albus. Los jovenes permanecieron así, agarrados de la mano, durante lo que les pareció una eternidad. Finalmente, Al llevó la mano de su novia a la altura de su rostro y la besó dulcemente.

-Tengo la esperanza de que nos reencontremos algún día -añadió Albus mientras soltaba la mano de Valerie-. Es irracional, pero ¿cuándo la esperanza es racional? Entretanto, ¿podría pedirte algo?

-Lo que quieras.

-Haz las paces con tu hermano. No puedes odiarlo solamente por amar a alguien que a ti no te gusta.

Valerie no contestó, pero Albus ya la conocía lo suficientemente bien como para darse cuenta de que estaba dispuesta a hacer lo que él le pedía. El muchacho se dio vuelta bruscamente y salió de Hogwarts con paso decidido. Afuera lo esperaba uno de los carruajes tirados por thestrals de Hagrid, listo para llevarlo junto a sus padres fuera de los terrenos del colegio. Albus no quiso ver el castillo por última vez.

«Regresaré», pensó, mientras mantenía la vista al frente. «Aunque para eso tenga que nadar en un mar de sangre, volveré a ser un mago y retornaré a Hogwarts. Es mi derecho».

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Nullum Potens


-¿Conocen la historia de la bruja Medea? -preguntó Slughorn cuando todos estuvieron reunidos en el despacho de Servilia Crouch.

-Recuerdo que el profesor Binns la mencionó en algunas clases de Historia de la Magia, pero… -Harry se enrojeció- bueno, casi nadie le prestaba atención. Nunca fui muy bueno en esa materia.

-Yo tampoco -admitió Ginny.

-Yo sí la recuerdo -dijo Rose casi mecánicamente, como buena hija de su madre-. Ella era una princesa del reino de Cólquide, en el extremo oriental del Mar Negro. Cuando los tripulantes de la nave Argo llegaron a su país para recuperar el Vellocino de Oro que había sido robado a Zeus décadas atrás, ella se enamoró de su líder, Jasón, y traicionó a su padre Eetes ayudándolos a robarlo. También secuestraron a Apsirto, el hermano menor de Medea, y cuando se vieron perseguidos por la flota de Eetes, ella lo asesinó y fue arrojando sus extremidades por la borda, una tras otra, obligando a Eetes a detener su marcha para darles sepultura.

«Cuando acabaron sus aventuras, Jasón y Medea se establecieron en Grecia como reyes de Corinto. Pasaron unos años, durante los cuales tuvieron tres hijos, pero luego Jasón se enamoró de otra mujer, se divorció de Medea y se casó con ella. En venganza, Medea envió un vestido hechizado a la nueva esposa de Jasón, que se prendió fuego cuando ella se lo puso, tras lo cual asesinó a sus dos hijos más jóvenes y escapó en un carruaje tirado por serpientes voladoras…

-¿Eso es todo, Weasley? -inquirió con sorna el retrato de Snape, que había escuchado a la hija de Hermione y Ron con gran atención- Estoy al tanto de que Binns les enseña solo una versión de la historia de Medea, pero aún así me resulta llamativo que no te hayas informado acerca de las demás versiones.

Rose, sorprendida, se sonrojó.

-Bien, Severus, dado que tú pareces conocer la versión completa -dijo Harry con calma-, me gustaría oírla.

-Como quieras, Potter. En primer lugar, Apsirto no era un niño, como parecía indicar el relato de Weasley, sino un hombre adulto. Enviado por Eetes en persecución de Jasón, alcanzó al Argo en la desembocadura del Danubio, por lo que los argonautas convinieron en desembarcar a Medea en una isla cercana consagrada a Artemisa, dejándola a cargo de una sacerdotisa durante unos días; entretanto el rey de los brigios juzgaría el caso y decidiría si debía volver a su patria o seguir a Jasón hasta Grecia, y en poder de quién quedaría el Vellocino de Oro. Pero Medea envió un mensaje privado a Apsirto, fingiendo que la habían raptado por la fuerza y pidiéndole que la liberara. Esa noche, cuando él desembarcó en la isla y con ello violó la tregua, Jasón lo siguió, lo acechó y le dio muerte por la espalda. Luego cortó las extremidades de Apsirto y chupó tres veces parte de la sangre derramada, para luego escupirla; hizo todo esto para impedir que su fantasma lo persiguiera y no para retrasar a Eetes, que de hecho continuaba en Cólquide esperando los resultados de la misión de su hijo.

«Otra cosa que Weasley olvidó consignar en su historia es cómo fue que Medea se convirtió en reina de Corinto. Sucede que el trono de Corinto le correspondía a Eetes, y que por tanto ella tenía derecho a ser reina de aquel país por nacimiento. Jasón solo fue rey de Corinto por su matrimonio con Medea. Lo que también olvidó Weasley es que la pareja tuvo cinco hijos, no tres. Los dos menores eran los más queridos por la reina.

«Pues bien, deben comprender que al divorciarse de Medea y conservar la corona de Corinto, Jasón estaba cometiendo una terrible violación de las leyes. Jasón era rey consorte de Corinto, y no podía actuar como si fuese rey por derecho propio. No solo estaba deshonrando a Medea al abandonarla por una mujer más joven, sino que también estaba destronándola. No obstante, también hay que decir en «favor» de Jasón que la mujer por la que dejó a Medea no era cualquier mujer: se llamaba Glauce, y su padre era Creonte, el rey de Tebas. No solo era una alianza muy provechosa entre Corinto y Tebas, sino que también le brindaba a Jasón la posibilidad de reclamar eventualmente la corona de su suegro. Así que tanto lo que hizo Jasón como la venganza de Medea tuvieron un componente político tanto o más fuerte que el pasional.

«El vestido embrujado que le envió Medea a Glauce no solamente la mató a ella sino también a los dos hijos mayores y a Creonte. Jasón y el tercer hijo, Tésalo, sobrevivieron a las llamas. Eso permitió que el dramaturgo Eurípides, sobornado por los corintios, escribiese que Medea había asesinado a dos de sus hijos, lo cual en cierto sentido era verdadero, pero no del todo. Porque Eurípides la acusa de matar a sus dos hijos menores, y eso es completamente falso.

«La verdad es que los dos hijos menores de Medea fueron asesinados por los propios corintios. Medea se había ido a vivir al templo de Hera cuando Jasón se divorció de ella, y cuando la noticia del incendio causado por el vestido se difundió, el populacho corintio se enfureció, atacó el templo y lapidó a los dos niños. De modo que en una sola jornada Jasón y Medea perdieron a cuatro de sus cinco hijos. Posteriormente, cuando Eurípides escribió la obra de teatro Medea, en la que se narran los acontecimientos, la ciudad de Corinto lo sobornó con unos 375 kilos de plata para que hiciera aparecer a Medea como la asesina de sus dos hijos más jovenes.

-¿Y qué ocurrió después? -preguntó Ginny, un poco impresionada por la historia.

-Medea escapó de las manos de los corintios (de paso, esas «serpientes voladoras» de las que habló Weasley no eran otras que thestrals) y se refugió en Atenas. Allí se casó con el rey Egeo y tuvo un hijo con él llamado Medeo. Más tarde apareció en la ciudad otro hijo de Egeo llamado Teseo, y por ser mayor que Medeo logró que su padre lo convirtiese en heredero del trono. Medea trató de envenenar a Teseo pero fracasó, tras lo cual utilizó sus poderes para escapar junto con su hijo, «envuelta en una nube mágica». O sea que se Desapareció.

-¿Y adonde fue entonces?

-Pues de regreso a Cólquide. Su padre había muerto y el trono había sido usurpado por el cuñado de Eetes, Perses. Medea lo expulsó del trono y se convirtió en reina. Gobernó exitosamente durante muchos años y luego fue sucedida por Medeo. Y aquí concluye la historia.

-No del todo, Severus, no del todo -dijo Slughorn-. De los seis hijos que tuvo Medea, por algún motivo cuatro fueron squibs. Los únicos que heredaron sus poderes mágicos fueron aquellos dos hijos menores que tuvo con Jasón, y es por eso que eran sus favoritos. Fue penoso para Medea que murieran a tan corta edad. Medeo, Tésalo y los otros dos no eran magos.

«Medeo era muy joven cuando su madre lo llevó de Atenas a Cólquide. Si bien pronto la reina-bruja comprobó que este sexto hijo era un squib, como sus hermanastros, lo trató con gran cariño y lo instruyó desde la infancia en el arte de preparar pociones, algo para lo cual como deben saber uno no necesita ser mago o bruja. La relación entre Medea y su último hijo era muy estrecha, y cuando ella murió Medeo era ya un hombre de avanzada edad (Medea, como muchas brujas, gozó de una extraordinaria longevidad). El dolor que le produjo perder a su madre sumado a la senilidad que ya lo estaba afectando hizo que se volviera loco y empezase a sentir rencor hacia los magos y las brujas, rencor originado en el hecho de no haber podido ser uno de ellos.

«De modo que lo que hizo el flamante rey de Cólquide apenas fue coronado fue enviar a sus soldados a arrestar a todos los magos y brujas de la ciudad de Ea, la capital de Cólquide. Aquella ciudad era por entonces muy grande y próspera, y el hecho de que estuviese gobernada por una bruja alentó a muchos magos a trasladarse allí y vivir en ella sin ocultar demasiado su condición, así que a Medeo no le costó detectarlos. La operación se hizo muy cuidadosamente. Los soldados entraron a sus casas mientras dormían, les quitaron sus varitas y los llevaron a los calabozos del palacio real. Solo un par logró escapar, pero afortunadamente decidieron esconderse en los barrios pobres de Ea en vez de huir del país, ya que les preocupaba la suerte de sus amigos.

«Medeo utilizó a los magos y brujas prisioneros en su palacio -unos cincuenta- como conejillos de Indias. Su objetivo era fabricar una poción que privase a los magos de todos sus poderes, convirtiéndolos en squibs. Él tenía un amplio conocimiento de las pociones, y por eso no le costó demasiado alcanzar su objetivo. Lamentablemente unos seis magos murieron como consecuencia de los experimentos fallidos del rey. El séptimo en ser sometido a la poción de Medeo fue un mago adolescente llamado Idomeneo. El muchacho bebió la poción y cayó en un coma profundo, del que salió al cabo de tres días transformado en un squib.

«Feliz por su éxito, Medeo hizo echar del palacio a Idomeneo. El chico recorrió sin rumbo las calles de Ea, y tuvo la suerte de ser reconocido por uno de los magos que se habían salvado del arresto masivo del rey. Idomeneo les contó lo que le había pasado, y los dos magos lo llevaron mediante un traslador a la isla de Eea, en el Mar Adriático. Allí gobernaba Circe, una bruja muy poderosa que era hermana de Eetes y por lo tanto tía de Medea y tía-abuela de Medeo. Circe se puso en contacto con otros magos y brujas de Grecia y lograron armar una partida cuyo objetivo era salvar a los magos prisioneros en el palacio de Medeo.

«El plan tuvo éxito. Los magos consiguieron tomar el palacio e impedir que Medeo hiciera beber su infame poción al resto de sus prisioneros. No mataron a Medeo sino que le borraron la memoria hasta el punto en que quedó incapacitado para gobernar, y los colquídeos tuvieron que entregarle el trono a su mucho más inofensivo hijo. Y, por supuesto, secuestraron todas las muestras de la poción de Medeo.

«Desgraciadamente, el mago a quien encomendaron destruirla, un hombre llamado Fineo, tenía un rencor personal hacia otro mago. Sucede que su esposa lo había abandonado por él, y Fineo deseaba vengarse. Pero el mago que le había «robado» la esposa era mucho más fuerte y poderoso. Así que Fineo decidió que la mejor manera de tomar revancha sería hacerle beber la poción de Medeo. De modo que si bien destruyó todos los frascos de poción fabricados por el rey de Cólquide, memorizó las instrucciones para prepararla antes de quemarlas.

«Fue de esa manera que la poción consiguió sobrevivir. Concebida por un squib para acabar con los magos y con las brujas, fue utilizada por los magos y las brujas en sus luchas intestinas durante siglos. Nuestras comunidades mágicas se las arreglaron para que la poción, que fue bautizada en el siglo II a. C. como Nullum Potens por un mago del país de los marsos, en Italia, permaneciera en Asia y fuera del continente europeo. Pero hay gente que tiene suficiente riqueza y contactos para contrabandear la poción desde los países en donde se la fabrica.

-¿Y eso es lo que le dieron a Albus? -preguntó Ginny.

-Hemos confirmado que sí -dijo Slughorn trístemente.

-¿Albus se convertirá en un squib? -dijo Harry.

-Así es. Eso ya deben darlo por sentado.

-¿Siempre ocurre?

-No, no siempre. Lo que tienen que comprender es que el efecto de la poción es el de debilitar al mago o la bruja que la bebe. Ese debilitamiento es tanto fisico como mágico. Ahora bien, la característica principal del Nullum Potens es que quienes lo usan no suelen desear la muerte de sus víctimas sino solo la pérdida de sus poderes.

«El Nullum Potens tiene entonces un problema: si uno se lo da a un mago o bruja demasiado joven, el debilitamiento físico que le genera puede ser extraordinariamente perjudicial. Mientras menor es la edad de la víctima, más acentuado es ese debilitamiento. La víctima no solo se convierte en un squib: muchas veces pierden la vista, quedan paralíticos o incluso mueren.

«Pero si uno se lo da a un mago o una bruja demasiado viejo, el debilitamiento físico es casi nulo, y el debilitamiento mágico se produce pero a una escala mucho menor de lo que el envenenador desea. El mago o bruja puede perder sus poderes solo temporalmente, o bien despertar con sus poderes algo reducidos, siendo incapaz de hacer hechizos avanzados.

«Es por eso que la mejor edad para que un mago sea sometido al Nullum Potens son los dieciséis años. El mago o bruja es lo bastante mayor para que la poción no ponga en riesgo su vida, pero también es lo bastante joven como para que la poción lo prive definitivamente de sus poderes. Es por eso que cuando los condicionamientos de la poción fueron difundidos en el mundo mágico, el Nullum Potens fue utilizado para venganzas entre adolescentes o bien para perjudicar más a los padres de las víctimas que a las propias víctimas -concluyó, con una expresión asqueada.

-¿Y por qué el señor Potter tuvo ese… ataque cuando tomó el Nullum Potens? -preguntó Crouch.

-Porque la poción actua en forma más traumática cuanto mayor es el tiempo que trascurre entre su fabricación y su utilización. El hecho de que el organismo de Albus haya experimentado esa reacción tan adversa al entrar en contacto con la poción indica que esta dosis de Nullum Potens fue preparada y adquirida hace muchos años.

-¿Hay alguna esperanza de que Albus no se convierta en un squib? -preguntó Ginny con lentitud.

-Ninguna. Lo siento mucho -respondió Slughorn, apesadumbrado.

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Coma


Valerie no podía creer lo que estaba viendo. Albus Potter estaba tirado en el suelo como si fuera un muñeco de trapo olvidado por un niño. Intentó acercarse a su novio, pero una pequeña multitud se había agrupado en torno a él y le fue imposible. Scorpius Malfoy, que estaba al lado de Albus cuando sufrió aquel ataque (si es que así se lo podía llamar), sí pudo aproximarse al muchacho caído y le apoyó la mano en la muñeca. Comprobó con alivio que su mejor amigo tenía pulso, pero muy débil.

-¡Está vivo! -exclamó para que todos lo oyeran. Como no tenía una voz tan potente como la de Al, solamente lo escucharon los chicos y chicas que estaban cerca suyo, pero la noticia fue corriendo de boca en boca.

Pocos instantes después, la directora Servilia Crouch se abrió paso entre los alumnos. Parecía asustada, pero conservaba la compostura. A su lado apareció Neville Longbottom, pálido y demudado.

-Gracias a Merlín que no ha muerto -dijo nerviosamente-. ¿Qué le ha ocurrido?

-No lo sé, y dudo que nadie más aquí lo sepa -sentenció Crouch-. Neville, quiero que lleves a Potter a la enfermería ahora mismo.

El profesor de Herbologia obedeció; con un Mobilicorpus trasladó a su ahijado fuera del comedor.

-¿Dónde estaba sentado Potter? -preguntó a continuación la directora en tono imperioso.

-Allá -dijo Scorpius señalando el lugar de la mesa donde había un plato con un poco de sopa y una copa con jugo de calabaza. Crouch avanzó con paso decidido hacia allí y levantó la copa y el plato.

-¡Profesor Slughorn! -llamó, y de inmediato vino el anciano profesor de Pociones, con una expresión de pavor absoluto en sus ojos- Lleve esto a su laboratorio y analícelo. Es probable que alguien haya envenenado al señor Potter y que el veneno esté aquí.

Slughorn tomó ambos objetos con cuidado, como si se tratase de serpientes peligrosas, y se dirigió a donde le había indicado la directora. Los alumnos, silenciosos, se apartaron a su paso, pero Agamenón Lestrange lo siguió.

-¿El señor Potter comió algo más hoy? -preguntó a Lily, que había conseguido abrirse paso para ver a su hermano, pero había decidido quedarse un rato más en el comedor antes de seguirlo a la enfermería.

-No, salvo el desayuno y algunas ranas de chocolate que compró en el Expreso de Hogwarts -dijo la chica con voz temblorosa.

-Entonces está claro que el veneno -dijo Crouch, casi para sí misma-, si es que Potter fue envenenado, estaba en su plato de sopa o que fue vertido en su jugo de calabaza -Luego la directora pareció recordar que la rodeaban decenas de alumnos y levantó la voz-. Quiero que regresen de inmediato a sus salas comunes. El resto de la cena les será enviada allí. Claro que los familiares de Potter -añadió con un poco más de cortesía, dirigiéndose a Lily- pueden ir a la enfermería.

***

Cuando Harry y Ginny Potter entraron a la enfermería, su hija, sus sobrinas Rose, Lucy, Molly y Dominque y su sobrino Hugo se quedaron de una pieza. Jamás los habían visto tan serios, tan… aguerridos. Su hijo estaba en peligro y los dos parecían dispuestos a matar o a morir por él si fuese necesario.

Fue solo cuando lo vieron que esa resolución pareció tambalear, debilitada por el miedo por la suerte de su hijo. Albus estaba tendido boca arriba en la cama, todavía con la túnica del colegio puesta. Sus ojos verdes continuaban muy abiertos, pero no había ninguna expresión en ellos. De no ser por el suave sonido del aire entrando y saliendo de sus fosas nasales, habría parecido muerto.

-¡Albus! -exclamó Ginny, y tomó su mano entre las suyas. Estaba muy fría y seca, pero se calentó un poco al tacto- ¿Qué te ha pasado, hijo mío? -musitó, horrorizada. Harry le acarició el hombro y miró a su hijo con idéntico espanto.

-¿Qué ocurrió? -preguntó Harry a la señora Pomfrey, que estaba sentada en un rincón.

-No lo sabemos, Harry -respondió ella con suavidad-. Tu hijo estaba cenando con sus compañeros y de repente sufrió una especie de ataque. Por sus gritos, parece que muy doloroso. Luego perdió el conocimiento y… quedó en coma.

-¿Despertará? -preguntó Ginny desesperadamente.

-No lo sabemos -dijo la señora Pomfrey tristemente.

-¿Qué le hizo esto? -preguntó Ginny.

-La directora cree que lo envenenaron.

-¿Con qué? -dijo Harry.

-No lo sabemos todavía. El profesor Slughorn está investigando.

-¿Puedo ayudarlo? -dijo una voz detrás de ellos. Era James Potter. Apenas entró a la enfermería, su hermana Lily se lanzó a sus brazos- Ya, ya, tranquilízate, Lily -consoló a su hermana-. No vamos a perder a Albus. Ese mocoso estará molestándonos durante muchos años más.

-¡Oh, qué bueno que estés aquí! -exclamó Lily abrazándolo con más fuerza.

-¿Puedo ayudar al profesor Slughorn, papá?

-Sí él está de acuerdo, pues claro -dijo Harry-. Tú siempre fuiste bueno en pociones, serás muy útil ahora.

-De hecho -señaló la señora Pomfrey-, hay otro alumno, Agamenón Lestrange, que también lo está ayudando. Seguramente les agradará tener un par de manos y un cerebro extra.

Sonriendo, James abrazó un rato más a su hermana, miró con preocupación a Albus y se fue a las mazmorras.

-¿Dónde está la directora? -preguntó Harry.

-En las cocinas -dijo la señora Pomfrey.

Y sin despedirse, el señor y la señora Potter salieron de la enfermería.

***

Cuando entraron a las cocinas, los elfos domésticos estaban en fila como soldados. Uno de ellos había sido apartado del grupo y estaba sentado en el suelo cerca de Crouch, que ocupaba una de las sillas.

-¡Lo siento tanto, ama! -decía el elfo- ¡Perdóneme, perdóneme! ¡Debo azotarme…!

-Eso no será necesario -dijo la directora-. Está claro que no actuaste por voluntad propia. El error fue mío, no tuyo. Hace mucho que tendría que haber previsto algo como esto.

-Profesora -dijo Ginny, y Crouch levantó la vista.

-¡Harry! ¡Ginny! -exclamó, con una expresión de pena y culpabilidad en el rostro- Gracias a Merlín que están aquí.

-¿Que ha hecho ese elfo? -preguntó Ginny.

-Todo indica que fue él el que echó el veneno en la sopa o en el jugo de Albus -dijo Crouch.

-¿Lo confesó?

-No, pero lo revisé y presenta signos de haber sufrido un hechizo desmemorizante hace muy poco.

-¿O sea que alguien le ordenó envenenar a mi hijo y luego le borró la memoria? -preguntó Harry.

-No lo creo. No se le podría dar esa órden a un elfo doméstico, al menos si uno no es su amo. Envenenar a un alumno de Hogwarts sería para un elfo del colegio traicionar a su ama (o sea yo). Pero se lo podría forzar mediante un Imperius. Mi error estuvo en no imaginar que algo así podría suceder alguna vez. Podría haber instalado barreras mágicas como las que hay en Gringotts, impidiendo que nadie bajo el maleficio Imperius entre a las cocinas.

-Ni tú ni ningún director del colegio en siglos pensó en esa posibilidad, Servilia -dijo Harry-. No creo que debas culparte.

-Aún así, estoy dipuesta a presentar mi renuncia ante el Consejo Escolar si ustedes lo desean -dijo ella, muy seria.

-No lo deseamos -dijo Ginny fervientemente-. No tenemos nada que reprocharte.

Servilia sonrió con expresión agradecida.

-¿Cree que falta mucho para que sepamos qué veneno usaron contra Albus? -preguntó Harry.

-Espero que no.

***

Agamenón, James y Slughorn habían analizado la sopa y lograron detectar en ella una sustancia. Mediante diversas destilaciones, el profesor y sus dos últimos mejores alumnos aislaron dicha sustancia y la separaron del caldo, vertiéndola en siete redomas. Después, se dedicaron a poner esas siete muestras en contacto con diversos componentes, intentando deducir por su reacción cuál era su naturaleza.

Las primeras seis no reaccionaron sino que permanecieron separadas de los otros líquidos como si fuesen agua y aceite. Para el séptimo, el profesor decidió mezclar el veneno con jugo de mandrágora. Agamenón y James no protestaron, pues no tenían idea de qué otra cosa podían probar. Así que Agamenón se dirigió al armario de los ingredientes en busca del jugo de mandrágora. Mientras revisaba los estantes, su mirada se fijó sobre un frasco con un líquido verde oscuro que reconoció como esencia de heléboro. Y en ese instante, el chico de Gryffindor supo con certeza que tenían que probar con eso y no con mandrágora. Así que tomó ese frasco y salió del armario.

-¿Esencia de heléboro, Agamenón? -preguntó James entrecerrando los ojos- El profesor te pidió jugo de mandrágora.

-Ya lo sé, pero algo me dice que esto es mejor.

-¿Tu intuición? -preguntó Slughorn con desconfianza.

-Llamémoslo una corazonada.

-Bueno -dijo Slughorn con cansancio-, todas mis teorías ya se derrumbaron, y la del jugo de mandrágora es menos firme, así que mejor probemos tu heléboro, Agamenón.

Agamenón miró a James, quien asintió con la cabeza, resignado, y echó unas cuantas gotas de esencia de heléboro al veneno. La sustancia reaccionó velozmente, pasando de la tonalidad incolora al azul más intenso en un abrir y cerrar de ojos.

-¡Lo lograste, Agamenón! -exclamó Slughorn mientras lo abrazaba, y el chico no pudo reprimir una sonrisa satisfecha. Pero luego fijó su mirada en el rostro de James, que ahora estaba apesadumbrado, y comprendió.

-Gracias, profesor -dijo el adolescente mientras se soltaba del abrazo del anciano-, pero esto significa que no será posible ayudar a Albus. No podemos hacer nada contra el Nullum Potens.

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El techo opaco


Al igual que en otras ocasiones, Scorpius Malfoy fue recibido en King’s Cross por su elfo doméstico Twiggy en vez de por sus padres. Vio a Ron y Hermione Weasley entre la multitud, y por eso no se atrevió a despedirse de Rose más que con un abrazo. Ron los miró con frialdad, pero a Scor le pareció ver un poco de solidaridad en los ojos de la madre de Rose.

El elfo lo llevó a la Mansión mediante la Aparición conjunta. Sus padres no estaban esperándolo en el vestíbulo.

-¿Dónde están, Twiggy? -preguntó Scorpius.

-Lo están esperando en la sala de estar del Ala Oeste, amo -dijo el elfo, visiblemente nervioso.

-Están enojados, ¿verdad?

-Sí, amo. Especialmente la señora Pansy.

-No me extraña. Bueno, gracias por avisarme.

Scorpius se dirigió a la sala mientras Twiggy llevaba su equipaje a su dormitorio. El adolescente llegó hasta la puerta, tomó aliento, intentó reunir todo su valor, y entró.

Su padre estaba sentado en su sillón favorito. Por lo general solía recostarse perezosamente en él, pero en esa ocasión estaba muy erguido. Su rostro mostraba una expresión tan gélida como la del señor Weasley, pero muchísimo más despiadada.

Su madre y su abuela estaban sentadas en un sofá, una al lado de la otra. Pansy tenía los labios apretados y sus ojos echaban chispas, literalmente, pero se contenía por la presencia de su esposo y su suegra. Narcisa parecía más preocupada y pensativa, y como siempre Scorpius se maravilló de lo juvenil que seguía siendo su aspecto a pesar de que tenía ya sesenta y siete años.

El chico, sin decir nada, se sentó en un sillón frente a los de su familia, que supuso que le habrían reservado. Por un largo rato nadie habló, y el único sonido de la sala fue el del antiguo reloj de ébano marcando los segundos. Scor decidió romper el silencio.

-Qué bueno es estar de vuelta en casa -dijo con ironía.

-No digas tonterías, Scorpius -dijo Draco, molesto-. Estamos aquí para oír tus explicaciones.

-¿Qué debo explicarles? No me consta haber hecho nada malo.

-¡Y el caradura se atreve a negarlo! -bramó Pansy con cólera.

-Silencio, Pansy -dijo Draco-. Lo que has hecho, Scorpius, es iniciar una relación con la hija de Ron Weasley y Hermione Granger.

-Ah, eso. ¿Cuál es el problema?

-El «problema», hijo, es sencillo: esa chica es totalmente inadecuada para ti. Como novia y como eventual esposa. Si quieres acostarte con ella, hazlo, pero no tengo intenciones de permitir que ensucies nuestro nombre saliendo con ella, y ni hablar de casarte con ella.

-¿»Ensuciar nuestro nombre», padre? -dijo Scor con calma- ¿No crees que el nombre de los Malfoy está bastante sucio de por sí?

-¿Cómo te atreves a decir eso? -gritó Pansy mientras se ponía de pie- ¡Los Malfoy somos una de las familias de sangre pura más antiguas, ricas y respetables!

-Considerando que tú no eres una Malfoy más que por matrimonio y yo lo soy por nacimiento, creo que tengo más derecho a hablar de nuestro nombre.

Pansy dio un paso, aparentemente decidida a abofetear a su hijo, pero Narcisa la sujetó del brazo y la forzó a volver a sentarse en el sofá. Draco, aparentemente indiferente a aquel incidente, dijo:

-Creo que deberías aclarar tus palabras, Scorpius.

-Como quieras. Tu padre, como sabes, fue un Mortífago y logró salvarse de Azkaban dos veces, a pesar de que había abrumadoras evidencias en su contra. Actualmente los que ejercen el gobierno son los que vencieron a los Mortífagos, y ellos no nos ven con buenos ojos.

-¿Y eso qué importa? -intervino Pansy- ¡Nos odiarán, pero aceptan nuestros sobornos! El dinero no tiene olor.

-Es cierto, pero aún así esta situación no nos beneficia. La opinión pública nos detesta, y eso es una traba para iniciar una carrera política.

-¿A ti te interesa eso, Scorpius? -preguntó su padre con interés.

-No, pero creo que tarde o temprano algún Malfoy querrá hacerlo y tropezará con el obstáculo de la mala reputación de nuestra familia.

Draco miró a su hijo fijamente, y luego preguntó:

-¿Entonces quieres usar a la hija de Granger y Weasley para limpiar nuestra reputación?

-Exactamente -mintió Scorpius-. Ella es la hija de los dos mejores amigos de Harry Potter, y sobrina de su esposa. Con Rose como mi novia, y tanto sus padres como ustedes aceptando nuestra relación, cada vez menos gente nos consideraría gente de mala calaña, ¿no creen? Sobre todo considerando que soy el mejor amigo del hijo del señor Potter.

-¿Y qué hay del hecho de que ella sea mestiza? -señaló Draco con acritud.

-Su padre y su madre son un mago y una bruja. Y nuestros hijos serían técnicamente de sangre pura, siendo hijos y nietos de magos. El hecho de tener dos bisabuelos muggles no los afectaría demasiado.

Los años habían vuelto a Draco mucho más inteligente. Su mente era más abierta a las ideas ajenas, y no le costaba tanto como antes asimilar conceptos nuevos. No le resultó demasiado complicado entender el punto de vista de su hijo, aunque aceptarlo era más difícil. Pansy, por su parte, era incapaz tanto de una cosa como de otra. Solo veía a su hijo en pareja con la hija de la sangre impura Granger, a la que había odiado y secretamente envidiado a lo largo de sus años en Hogwarts. Abrió la boca para protestar, pero su suegra Narcisa la interrumpió.

-Creo, hijo, que deberíamos discutir este tema en privado. Scorpius -ordenó en tono imperioso mientras se ponía de pie- vete a tu habitación a desempacar tus cosas. Hablaremos de esto en la cena.

Pansy le tenía un poco de temor a su suegra, por lo que no se atrevió a contradecirla. Había una parte suya que quería gritarle a su hijo a todo pulmón, pero no podía ceder a ese impulso. Narcisa acompañó a Scor a la puerta, la abrió y cuando sus miradas se encontraron le guiñó el ojo. Scorpius, satisfecho, se dirigió a las escaleras. Su abuela lo ayudaría.

***

Los resultados de Albus en los TIMOS fueron muy buenos, permitiéndole seguir adelante en su plan para convertirse en Inefable. Muchos habían esperado que el muchacho eligiera seguir el camino de su padre y de su hermano James, que tras su graduación y sus vacaciones había comenzado su entrenamiento para convertirse en Auror, pero Al los había decepcionado. Al segundo hijo de Harry Potter no le interesaba en absoluto ser otro «perro del Ministerio», como llamaba jocosamente a los Aurores. Albus consideraba que el Departamento de Aurores era poco más que el brazo armado del Ministerio de la Magia, algo similar a los pretorianos del mundo mágico, y que como Inefable tendría más posibilidades de desarrollar su propia agenda. A diferencia de su padre, que estaba conforme con dirigir el Departamento de Aurores, Albus ansiaba llegar a ocupar el sillón de Kingsley Shacklebolt, y consideraba que el Departamento de Misterios sería el mejor lugar para iniciar su cursus honorum.

Debido a que Luna y Rolf Scamander habían emprendido un viaje a Siberia, durante ese verano vinieron de visita Lorcan y Lysander Scamander al número doce de Grimmauld Place. Fue natural que Lorcan, a quien Albus no le caía muy bien, compartiera el dormitorio con James, y que Lysander durmiera en el de Al. Aquella intimidad significaba tener que escuchar muchos lamentos por el amor no correspondido que Lysander sentía hacia Louis Rosier, pero era mejor eso que la hostilidad de Lorcan. Albus acabó dándole a Lysander el mismo consejo que su tía Hermione le había dado a su madre en los tiempos en que ella estaba enamorada de Harry sin que él se diese cuenta: salir con otros chicos. «No es muy útil», pensó mientras veía a Lysander reflexionar sobre su idea, «pero es lo único que se me ocurre. No pienso ayudarlo a romper la pareja de Hugo y Louis». Lysander aceptó sin mucho entusiasmo.

Cuando llegó el 1º de septiembre, Ginny y Harry llevaron por primera vez a Albus y a Lily a King’s Cross sin la presencia de James. Lysander y Lorcan los acompañaban. Al ocupó su compartimiento habitual, que empezó a llenarse poco a poco con sus amistades (salvo Rose y Scorpius, Hugo y Louis y Alcyone y Livius, que preferían estar solos). El propio Al hubiera preferido ocupar un compartimiento con Valerie, pero como ella todavía no le había autorizado a contarle a nadie que estaban juntos, debió quedarse con las ganas. Al fin y al cabo tendrían tiempo de sobra para verse en Hogwarts.

Aquel día era sorprendentemente frío y húmedo, por lo que cuando los alumnos llegaron al colegio lo único que deseaban era tomar algo bien caliente. Tuvieron que aguantar cómo los alumnos de primero -entre los que no había ningún amigo o pariente de Albus- eran Seleccionados en las distintas Casas, y luego el discurso de la directora (un poco más largo de lo habitual porque ese año recibían nuevamente a profesores de Durmstrang y Beauxbatons) antes de poder satisfacer su deseo.

Apenas Crouch terminó de hablar, aparecieron frente a cada uno de los alumnos sendos platos de sopa  bien caliente que hicieron que a todos les volviera el alma al cuerpo. Como también había fuentes, muchos incluso se sirvieron de nuevo antes de que apareciesen los platos principales.

En su mesa, Albus escuchó atentamente la historia de Scorpius. Aprobó de todo corazón su astucia al hacer que su padre viera el lado más útil y práctico de su relación con Rose Weasley y se congratuló de que al menos por el lado de su mejor amigo las cosas que hubiesen resuelto más o menos satisfactoriamente. Lamentablemente, dijo Scorpius, Ron no parecía muy dispuesto a reconciliarse con la idea de que su hija fuese novia de un Malfoy.

-De todos modos -repitió Al a Scor-, creo que con lo que hiciste el 20 de junio demostraste que eres un Slytherin de pies a cabe…

Y fue entonces que ocurrió. Al sintió como su un puño lo golpease en el pecho, pero desde adentro, y dejó escapar un gemido entrecortado. Se llevó las manos al pecho pero antes de poder tocarlo sintió otro golpe interno. Poco a poco un horrible calor empezó a dominarlo, a invadir su cuerpo. Era como si la sangre que corría por sus venas se hubiera convertido de repente en ácido sulfúrico. Albus no pudo reprimir un grito desgarrador. Trató de levantarse de su asiento pero tropezó y cayó al suelo. Todos los que estaban cerca se dieron vuelta para ver qué ocurría. La confusión reinaba.

Albus volvió a gritar. El dolor era insoportable, muchísimo peor que el de una Cruciatus porque al menos con esa maldición uno sabía qué le estaban haciendo y ahora él no entendía nada. Al quería morir, tenía miedo, rabia, desesperación, todo al mismo tiempo. Sintió como unas manos fuertes lo trataban de levantar del suelo, pero no podía ver nada. Y de repente hubo otra oleada de dolor y Al gritó por tercera vez; en rigor fue más un rugido que un grito.

El suelo del Gran Comedor tembló bajo sus pies. Fue como si una onda de magia en estado puro saliera de su cuerpo, chocando contra los objetos y las personas que lo rodeaban y haciéndolos tambalearse. Las sacudidas continuaron durante varios segundos, y entonces ocurrió algo insólito, que no había ocurrido en siglos: el hechizo que hacía que el techo del comedor de Hogwarts fuese transparente y mostrase el cielo nocturno fue debilitado por la magia de Albus. Por varios minutos, los estudiantes pudieron ver las antiguas piedras grises de aquel techo construido en tiempos inmemoriales.

Claro que Albus no vio nada de eso. Su cuerpo comenzó a experimentar espasmos y finalmente se quedó inmóvil, con los ojos abiertos mirando a la nada.

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Discusiones y un sueño


En las semanas posteriores al inicio de su relación con Valerie, Albus vivió un poco distanciado de la realidad, pero de una forma más placentera. El escándalo de Rose y Scorpius apenas lo afectó, a pesar de que anteriormente había estado bastante preocupado por qué pasaría si la gente descubría que su prima y su amigo estaban juntos. Valerie, y sus encuentros más o menos diarios en la Cámara Secreta, eran lo único en lo que podía pensar. Claro que cuando llegaron los TIMOS y tuvo que ponerse a pensar en su futura profesión en el mundo mágico, Al logró liberarse un poco de aquella nube de sensualidad que lo tenía tan atrapado. Pero no fue capaz de liberarse del todo, y jamás lo sería.

Cuando tuvieron relaciones por segunda vez, con los cuerpos intercambiados, no hubo penetración. Albus, con el poco raciocinio que le quedaba, decidió que definitivamente podía prescindir de la experiencia de ser penetrado por su propio, de modo que se apresuró a masturbar a Valerie, y ella lo imitó. Fue un «69 manual», como él mismo lo bautizó más tarde, memorable, tras el cual se durmieron abrazados. Más tarde, ya con dominio de sus propios cuerpos, Al y Valerie llegarían más lejos, aunque siempre en la misma postura. Porque a Albus le agradaba que Valerie estuviera encima de él, y no gozaba igual cuando él era quien estaba encima -o sea, la clásica posición del misionero-. ¿Se debía esa preferencia a una compensación simbólica del muchacho a Valerie por lo violento de su primera vez? ¿Significaba el hecho de dejarla a ella estar arriba un gesto de sumisión? Es difícil decirlo. Pero a Valerie la hacía sentir poderosa, y a él le gustaba verla satisfecha tanto como verse a sí mismo satisfecho.

Albus iba conociendo cada vez mejor a la chica, y si bien no podía asegurar que le cayese más simpática que antes, tenía la certeza de que todavía la amaba y que ella lo amaba a él. Había aceptado mantener su noviazgo en secreto por pedido de Valerie.

-No es que me averguence de lo que puedan pensar los demás -había dicho ella mientras le acariciaba el cabello a Albus-, pero no quisiera lastimar a Antoine. No somos novios, pero él cree que estamos cerca de serlo. Prefiero irme distanciando de él y luego, cuando esté bien claro que nuestra «relación» acabó, empezar a salir contigo. No le gustará, pero es mejor eso a decirle la verdad.

A Albus no le había molestado demasiado. Antoine Zabini no le caía muy bien, pero no quería tener conflictos con él gratuitamente. Además, comprendía por las palabras de Valerie que su compañero de cuarto estaba enamorado de ella, y como lo acompañaba en el sentimiento no podía culparlo. Por último, el tener que verse a escondidas hacía las cosas más interesantes.

Lo que sí les había generado una fuerte discusión había sido la relación entre Louis Rosier y Hugo. Albus los había mencionado de pasada, y Valerie no había conseguido reprimir un gesto de desdén que a Al no le pasó inadvertido.

-¡Vamos, Valerie! -dijo Al con una sonrisa- Ya deberías aceptar el hecho de que tu hermano está enamorado de… ¿cómo lo definiste tú? Ah, sí, un Weasley mestizo de Hufflepuff.

-Tu primo es totalmente inadecuado como pareja de un Rosier.

-¿Por qué? ¿Su status de sangre? ¿Su familia? ¿Su Casa?

-¡Pues claro! -exclamó Valerie, indignada.

-¿No te das cuenta de lo injusto, lo retrógrado que es tu pensamiento?

-¿Por qué? -dijo ella con los dientes apretados.

-¡Pues porque Hugo no eligió ninguna de esas cosas, amor! ¡No eligió no ser de sangre pura, no eligió ser miembro de la familia Weasley! ¡Y me consta que el Sombrero no tomó en cuenta su opinión para mandarlo a Hufflepuff!

-¿Qué tiene que ver eso? -dijo Valerie, pasando por alto las primeras afirmaciones de su novio y concentrándose en la última- El hecho de que el Sombrero lo haya puesto ahí indica que es un clásico Hufflepuff, haragán, cobarde, bueno para nada…

-Todas las Casas tienen sus virtudes y sus defectos -señaló Albus-. Sí, los Hufflepuff son algo perezosos y no se destacan por su coraje, pero pese a ello yo no los definiría como buenos para nada. Son muy leales y cariñosos. Y honestos… más honestos que nosotros los Slytherin, de eso no hay duda -añadió Al en tono burlón.

-¿Qué valor tienen todas esas cosas si no van acompañadas por el poder? -dijo Valerie despectivamente.

-¿Nunca has leído a Maquiavelo? No recuerdo si en El príncipe o en los Discursos sobre la primera Década de Tito Livio él escribió que es mejor un ejército de ciervos comandado por un león que un ejército de leones comandado por un ciervo.

-¿Y qué diablos tiene que ver eso con los Hufflepuff?

-Que ellos son ciervos… pero que con un buen león a la cabeza serían un ejército imparable -replicó Albus, sonriente.

-A veces, Potter, no sé si bromeas o hablas en serio cuando dices esas cosas -dijo Valerie con fastidio.

-Un poquito de esto, un poquito de aquello… -dijo Albus entre risas. Luego vio como el fastidio de Valerie pasaba a la cólera, y aquello terminó por ablandarlo completamente. Ella era más preciosa que nunca cuando se enfadaba. Incapaz de resistirse, la besó en la boca. Valerie se resistió un poco, pero al cabo de unos segundos cedió y entreabrió sus labios, permitiendo que sus lenguas se tocaran.

No pasó mucho tiempo hasta que estuvieron nuevamente haciendo el amor. Les facilitó mucho las cosas el hecho de que ambos estuviesen ya desnudos y acostados en su bolsa de dormir; Al tan solo tuvo que colocarse el preservativo y ponerse en acción, por no decir otra cosa. Lo más curioso para él fue lo silencioso que fue todo al principio. Por momentos el único sonido que había en toda la Cámara era el del frotamiento de la tela de la bolsa de dormir y el de su pene entrando y saliendo de Valerie, algo casi parecido a un chapoteo. Ni él ni ella tenían fuerzas para gemir, y su respiración apenas se aceleró, pero las sensaciones eran las mismas. Mientras Valerie movía sus caderas, Al acarició su torso y subió hasta los senos; al notar que estaban un poco fríos -la temperatura de la Cámara jamás era demasiado cálida-, se inclinó hacia delante y se dedicó a lamer, chupar y besar sus pezones hasta que se calentaron. Todavía los tenía en su boca cuando eyaculó.

Valerie y él se quedaron dormidos, ya olvidada su disputa.

***

Los sueños volvieron a asaltar la mente de Albus. El chico estaba, otra vez, en un cementerio. La luz espectral de la luna llena alumbraba el lugar, permitiéndole leer los nombres de las tumbas, y el frío le permitia ver su aliento cuando respiraba. Albus pasó junto a la lápida de Septimus Weasley, la de su esposa Cedrella Black, la de su hijo Bilius Weasley y la de su nieto Fred Weasley, y se plantó frente a una quinta tumba, la más reciente. Sus ojos se llenaron de lágrimas y cayó de rodillas al suelo, removido no mucho antes para enterrar el ataud. Albus sollozó durante largo rato, tras lo cual levantó la vista hacia la blanca lápida, que parecía contemplarlo impasible.

-Debería haber sido yo -susurró, con un temblor en la voz-. Tendría que haber muerto yo, no tú…

-¡Ahí está Potter! -bramó una voz a sus espaldas- ¡Atrápenlo!

Avada Kedavra! -gritó una segunda voz con furia.

Albus alcanzó a ver la luz verde reflejada en la lápida antes de despertarse. No recordaba su sueño, pero tenía sus mejillas mojadas por las lágrimas. Valerie estaba dormida a su lado. Al sentía una tristeza inexplicable, muy similar a la que había padecido en su primer encuentro con un Dementor, y ni siquiera el abrazar con más fuerza a Valerie pudo devolverle del todo la alegría.

***

Lo que sí lo animó un poco fue tener una breve charla sobre política con Isaac Prewett. Él y su compañero de dormitorio eran los únicos interesados en la reforma constitucional encabezada por el ministro Kingsley Shacklebolt.

-Mira, Al -dijo Isaac-, estoy de acuerdo contigo en que Shacklebolt no tiene un objetivo puramente altruista al crear un Parlamento. ¿Pero no crees que aún así él está recortando su propia autoridad?

-¡Por favor, Isaac! Shacklebolt no es ningún tonto. Él jamás limitaría sus propios poderes de esa manera. Piensa en cómo está organizado este «Parlamento mágico»: son 60 miembros elegidos por un sistema de lista completa cada cuatro años, junto con el ministro de la Magia.

-¿Y qué problema hay con eso? Tienen la facultad de negarse a aprobar sus leyes, a convocarlo para que dé explicaciones por sus errores, incluso pueden destituirlo…

-Sí, legalmente él depende de ellos. Pero políticamente ellos dependen de él. ¡Piénsalo! Ellos son elegidos en su misma lista, y dependen de él para ser o no miembros de ella. Y el sistema de lista completa impediría que entren al Parlamento legisladores opositores.

-¿Qué quiere decir eso de lista completa?

-Pues es una trampa electoral de la peor clase, eso es lo que es. Consiste en que la lista más votada se queda con el 100% de las bancas. Hace décadas que los Parlamentos muggles abandonaron ese sistema, porque impedía la representación de miembros de la oposición y creaba una mayoría artificial.

-¿Y este es el sistema que Shacklebolt quiere implantar?

-Exacto. O sea que los ministros de la Magia tendrán al ser elegidos un Parlamento formado exclusivamente por partidarios suyos. Porque además, de la forma en que están armadas las boletas electorales, uno tiene que votar a la vez por el ministro y por su lista de legisladores, sin posibilidad de tachar nombres o cortar la boleta. Créeme, Isaac, Shacklebolt es un viejo astuto. Este nuevo sistema le da apenas un barniz republicano a la autocracia de los ministros de la Magia. La única posibilidad de quebrarlo sería hacer que los legisladores traicionen al ministro, y eso no sería fácil tratándose de un cuerpo de sesenta hombres y mujeres.

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Una ofrenda de paz


Bowy dejó entrar con gran amabilidad a Teddy al vestíbulo del número doce de Grimmauld Place, y lo condujo a la cocina de la vieja casa, un lugar que el Auror recordaba con cariño. En general, todo en la casa de su padrino le traía buenos recuerdos. Ted notó que todas las fotos de los Potter seguían en su lugar, y que las fotos y los cuadros en los que aparecía Albus habían sido repuestos.

Albus Severus Potter, vestido con su elegante túnica, estaba sentado en la mesa de la cocina. Había una cafetera, y cuando Teddy entró, Albus estaba deslizando el rodillo hasta el fondo para separar el café de la borra. Había también un plato lleno de tostadas, un platito con manteca y un frasco de miel. Lo más sorprendente de todo era que había un MP4 que Al hacía funcionar con magia, de cuyos parlantes salía música muggle bastante fuerte (en aquel momento Albus escuchaba Under pressure, de Queen).

-Llegas justo a tiempo, Teddy -dijo Albus afablemente, mientras le tendía la mano derecha (la izquierda estaba ocupada con la cafetera)-. No hay nada mejor que una taza de café recién hecho por la mañana. Lamento que no pueda ofrecerte un desayuno más variado que café y tostadas, pero Bowy aún no ha tenido tiempo de hacer las compras.

-No hay problema, Al -dijo Ted mientras estrechaba la mano del hijo de su padrino, tratando de mantener el mismo tono. El joven se sentó en una de las sillas, y Albus sirvió una taza.

-¿Cuánta azucar le echas, Teddy? -preguntó.

-Dos cucharadas -respondió Teddy, un poco sorprendido por encontrar a Albus tan servicial. El chico obedeció y le entregó su café debidamente endulzado, tras lo cual se dedicó a echarle azucar a su propia taza. Al bebió un trago de café y sonrió placenteramente. Teddy también bebió, y se sorprendió de lo deliciosa que era la infusión.

-¿De donde conseguiste esto, Al? ¿Italia?

-No, Colombia. El café italiano es bastante bueno, prácticamente el mejor de Europa, pero considero que el colombiano es el mejor del mundo.

-Recordaré eso la próxima vez que compre -dijo Teddy mientras untaba una tostada con miel y se la llevaba a la boca. Era una miel algo extraña, mucho más oscura de lo normal, pero por lo demás era muy rica.

-Siempre conviene mantener la miel fuera de la heladera, a temperatura ambiente, porque el frío hace que se cristalice más rápido -comentó Albus, mientras devoraba una tostada con manteca-. ¿Y cómo está Victoire? No la veo desde que le regalé ese collar de perlas… por cierto, ¿ha vuelto a usarlo?

-Mmm, no -dijo Teddy, incómodo-. No ha vuelto a tener ocasión de ponérselo. Ya sabes, no solemos ir a fiestas o eventos demasiado formales.

-Por supuesto -dijo Albus con una sonrisa maligna-. ¿Y cuando harán bisabuelas a Andrómeda y a Molly? -añadió con mayor afabilidad.

-Ya lo conseguimos -dijo Teddy, y su rostro se iluminó por un instante. Luego pareció recordar con quién estaba y su semblante se volvió menos expresivo.

-¿En serio? -exclamó Albus, fingiendo no notar ese veloz cambio. Se puso de pie y lo abrazó- ¡Felicidades, Teddy, felicidades! Lástima que es tan temprano, si no abriría una botella de whisky de fuego.

Teddy le devolvió el abrazo y sonrió forzadamente.

-Deberemos dejarlo para otra ocasión, Al.

-¿Cómo piensan llamarlo?

-Bueno, yo quería ponerle Harry si es varón y Nymphadora si es mujer, pero Victoire insiste en que le demos un primer nombre más original, que no se repita en la familia.

-Harry Lupin… no suena mal. Pero debo decir que Nymphadora es horrendo. Andrómeda fue una excelente madre, salvo a la hora de elegir el nombre de su hija. Comprendo sus motivos, por la tradición de los Black y todo eso, pero aún así no me extraña que tu madre prefiriera que la llamasen simplemente «Tonks» -dijo Al, con un poco de malicia.

-Sí, supongo que tienes algo de razón. Tal vez acabe poniéndole Nymphadora como segundo nombre, y dándole un primer nombre más normal.

Albus sonrió y vació su taza de café.

-Escucha, Teddy, te traje aquí porque quiero pedirte algo.

-¿Qué…? ¿En qué puedo ayudarte? -preguntó Teddy con nerviosismo.

-Quiero que le digas a mi padre que se de por vencido -dijo Al plácidamente.

Teddy empalideció. Sintió repentinamente el impulso de arrojarle el café a la cara y salir corriendo, pero lo reprimió, sabiendo que Albus lo mataría antes de llegar siquiera a la puerta de la cocina.

-No… no sé dónde está Harry -balbuceó.

-Claro que lo sabes, Ted. Y yo sé que lo sabes porque sé todo sobre ti. Sé cuántas horas duermes, sé a qué hora y qué desayunas, almuerzas y cenas, sé cada cuánto haces el amor con Victoire, sé cada cuánto vas al baño. Y sé todo acerca de tus paseítos por Hyde Park.

-¿Y por qué no me arrestas, entonces? -dijo Teddy, intentando envalentonarse.

-Porque tus contactos con mi padre no representan una amenaza para mí… por ahora.

-¿Y si representasen una amenaza?

-Te mandaría a Azkaban, por supuesto. Pero en la sección de crímenes leves. Nada de Dementores. A diferencia de Weasley y otras lacras por el estilo, no tengo nada personal en tu contra. De hecho, siento algo de cariño hacia ti, Teddy. No solo por Louis, sino también porque me has sido muy útil en el pasado.

-Yo creí que solo apreciabas a los leales.

-Te equivocas. Yo no quiero acabar con los neutrales, solo con mis enemigos. Y el hecho de hablar con mi padre no te convierte en enemigo, solo te convierte en una molestia. De hecho -añadió despreocupadamente-, todavía no considero a mi padre como un enemigo. Pero me inquieta el hecho de que él y James hayan pasado a la clandestinidad.

-¿Te inquieta? ¿Acaso no recuerdas lo que pasó la última vez que alguien dio un golpe de Estado contra el Ministerio de la Magia?

-Lo recuerdo… bueno, no lo recuerdo porque no estaba vivo en ese entonces, pero sé bien lo que ocurrió. Y sé bien que eso no está ocurriendo ahora. Solo los partidarios más violentos del viejo régimen están en Azkaban. Y mi padre no era uno de ellos precisamente. Nunca movió un dedo para defenderlos. Y es por eso que no entiendo por qué se siente amenazado ahora.

-Se siente amenazado porque tú eres un tirano, Al -dijo Teddy, e inmediatamente se arrepintió de su osadía.

-¿Un tirano? -dijo Albus, que no parecía ofendido- Vaya, eso es interesante.

-Derrocaste un gobierno democrático, Albus.

-No, Teddy, derroqué un gobierno tiránico cuyo orígen era democrático. Lo mismo que el de Hitler o el de Mussolini.

-¿Qué diferencia hay?

-Una tan enorme como la que existe entre el Mar Mediterráneo y el Mar Muerto, Ted. Derribé una tiranía para reemplazarla por otra. Salvo que pretendo que mí tiranía sea mejor.

-¿Y por qué no llamar a elecciones?

-¿Para qué? ¿Para que los idiotas de los votantes elijan a otros criminales con buena oratoria? Olvídalo, Ted. El Ministerio me pertenece. Es mi responsabilidad y la de mis amigos dirigir este país, y lo haremos mejor que la camarilla que nos precedió, créeme.

-¿Eso quieres que le diga a tu padre?

-Sí. Y también quiero que le digas que juro por mi magia y por mi honor que si sale de la clandestinidad y jura lealtad al nuevo gobierno, su vida y sus bienes, así como las de sus amigos y parientes, serán garantizadas. Tiene mi palabra.

-Él no aceptará.

-Dale esto como prueba de mis buenas intenciones -dijo Albus, ignorando lo que Teddy le había dicho y sacando de su bolsillo una varita mágica-. Imagino que la debe extrañar, ¿no crees?

Teddy tomó la varita entre sus manos, la examinó y luego abrió la boca para responder a Albus, pero lo interrumpió el sonido del reloj de la sala de estar dando las ocho.

-Bueno, Teddy, tengo que irme -dijo Albus mientras se ponía de pie-. Mándale saludos a Victoire y de nuevo, felicidades por el embarazo.

Antes de salir, Al apoyó su mano cariñosamente sobre el hombro del ahijado de su padre. Teddy sintió como si esa mano fuese una tonelada de plomo, aplastándolo y haciéndolo sentir insignificante.

-¿Serías capaz de matarlo? -preguntó Ted de repente.

Albus, que ya le había dado la espalda, se quedó paralizado. Sin atreverse a mirar a Teddy a la cara, respondió:

-Sí, sería capaz. Lo cual no quiere decir que desee hacerlo.

[NOTA 1: No, Albus no le puso nada a la comida ni a la bebida de Teddy.]

[NOTA 2: Sí, este capítulo es un flash forward, pero tampoco les puedo revelar exactamente cuándo trascurre.]

[NOTA 3: La escena sexual que prometí como «represalia» a Caro la tendrán el viernes. Dudo que llegue al nivel del Marqués de Sade, pero haré mi mejor esfuerzo.]

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Memorias de Livius Black IX


Durante el día del incidente entre James Potter y Valerie Rosier, ella estuvo casi desaparecida. Y lo curioso es que también Albus estuvo ausente. Scorpius nos hizo saber que nuestro amigo quería estar solo en esas veinticuatro horas, y que no teníamos que preocuparnos. Y dado que tanto Scor como Isaac -que eran los que mejor conocían los motivos por los cuales Al había decidido mantenerse alejado de nuestra vista- se mostraban impenetrables, Ash, Agamenón, Alcyone, Hugo, Louis, Rose y yo optamos por acatar su decisión, a falta de otras alternativas.

Al otro día, Valerie y Albus reaparecieron. Nuestro amigo parecía bastante contento y había dejado atrás ese aire taciturno y reservado que lo había caracterizado durante los últimos meses. Hubiesemos indagado para averiguar qué había generado ese agradable cambio en su comportamiento (Ash llegó a compararlo con Ebeneezer Scrooge después de recibir la visita de los tres fantasmas, en Un cuento de Navidad, de Charles Dickens, lo que hizo a Albus literalmente llorar de la risa), pero un escándalo mayor que se produjo esa misma noche nos hizo olvidar la misteriosa pelea de Valerie y James y la igualmente misteriosa desaparición de Valerie y Albus. Pues el propio James Potter llegó con un muy mal aspecto y casi una hora de retraso al Gran Comedor para cenar, y comenzó a contarles a sus amigos la historia más inaudita: que su prima Rose estaba en pareja con Scorpius Malfoy.

La noticia se extendió durante esa noche como un reguero de pólvora. Scor y Rose no se habían presentado a cenar -más tarde nos enteramos que habían comido en las cocinas-, de modo que todo el mundo podía hablar de ellos sin tapujos, algunos con admiración, otros con desagrado, nadie con indiferencia. Bueno, casi nadie. Albus era el que menos afectado parecía por la noticia. El muchacho se limitó a sonreír y musitar «Bien por ellos» cuando Portia Nott comentó la noticia a los chicos de Slytherin. Valerie también se mantuvo imperturbable. Cuando un tiempo más adelante supimos que ellos dos eran novios supusimos que el motivo de tanta falta de interés era que ellos mismos tenían entonces su propio romance secreto del que preocuparse.

Al otro día, las usinas generadoras de rumores empezaron a trabajar a toda máquina cuando el señor Ron Weasley se presentó en Hogwarts hecho una furia. El Auror bajó a las mazmorras e intentó entrar a la sala común de Slytherin, pero no conocía la contraseña. Albus, gracias al Mapa del Merodeador -ese chico parecía saber instintivamente cuándo le convenía mirarlo- supo que su tío estaba en la puerta de la sala común de su Casa y bajó a intentar apaciguarlo, queriendo evitar que entrase y se encontrase con Scorpius. No sé cómo, pero mientras discutían acaloradamente en los oscuros pasillos la ira del señor Weasley se dirigió hacia su hija y decidió subir a la Torre de Ravenclaw. Justo en aquel momento yo estaba respondiendo la pregunta del águila («Si un mono sube a una palmera y come una banana por minuto, ¿cuántas bananas comerá en una hora?», adivinanza que no hacía precisamente honor al lema de nuestra Casa acerca de la inteligencia sin límite), y mientras la puerta se abría el señor Weasley apareció seguido por su sobrino, me apartó de un empujón y entró a la sala común.

-¡Por Merlín, tío, espera! -exclamó Albus- ¡No puedes verla así…!

-¡Suéltame, pequeña serpiente! -dijo Ron, tratando de zafarse. Conociendo a Albus como yo lo conocía, me llamó la atención que dejase pasar ese insulto a su Casa tan fácilmente, pero he notado que a veces una persona enfurecida absorbe la rabia de los demás como un imán- ¡Tú! -gritó a una chica de segundo- ¿dónde está mi hija?

La niña, pálida por el miedo, apuntó hacia los dormitorios de las chicas. Ron se encaminó allí con Albus casi colgado del brazo. Tras probar en un par de puertas, abrió la correcta y entró junto a Albus. Luego hubo un momento de silencio, tras el cual escuchamos a Weasley decir algo en tono mucho más bajo del esperado. Rose le respondió, pero no conseguimos distinguir sus palabras. Albus fue quien me develó por la tarde el enigma: Ron le había dicho a su hija que estaba muy decepcionado de ella.

-Mi tío es un estúpido de pies a cabeza -comentó Al con disgusto-. Nunca me ha caído muy bien que digamos, pero lo de hoy ha sido el colmo.

-¿Por qué? -preguntó Lysander, que también había oído la historia de boca de Al.

-¿Por qué? ¡Porque eso es lo peor que le puede decir un padre a su hijo! Es decir, los hijos siempre nos avergonzamos de nuestros padres, en menor o mayor medida. Pero que un padre se averguenze de su hijo o hija es… no sé, antinatural. Es como un padre que sobrevive a su hijo.

-Yo no sabría decirte -dijo Lysander melancólicamente-. Apenas veo a mis padres. Son para mí como esos tíos simpáticos que suelen venir de visita una vez al año.

-¿Qué harías tú si tu padre te dijese eso, Al? -preguntó Ash, un poco adulonamente, como si ansiara aprender algo de su amigo de quinto.

-Primero lo haría pedazos, y luego quizá lo perdonaría -dijo Al con una de esas sonrisas de tiburón que tan poco me gustaban.

***

Al principio, Rose y Scorpius no se mostraron en público juntos -salvo en la sala común de Ravenclaw-, y eso detuvo el hostigamiento temporalmente. Solo después del verano, cuando optasen por abandonar la discreción y «desafiar» a Hogwarts, comenzaron a molestarlos en serio. A todo esto debo señalar que Albus -siempre termino hablando de él, a pesar de que en el drama de Scorpius y Rosie él fue un personaje secundario, al menos al principio- nunca se ofreció a «ayudarlos» de la forma en que había ayudado a Hugo y Louis. Cuando le pregunté por qué actuaba así, él se limitó a decir, sin amargura ni resentimiento alguno:

-Ya les ofrecí mi ayuda y no la aceptaron. Si quieren enfrentar el diluvio solos, que lo hagan. Si deciden que al final de cuentas sí necesitan mi ayuda, se las daré encantado. Pero no te preocupes, Livius, todo pasa.

Al final de nuestro quinto año, Al parecía más interesado en las noticias de El Profeta que en los devaneos sentimentales de su prima y su mejor amigo. Kingsley Shacklebolt había creado un Parlamento mágico, y ese gesto era elogiado por todo el mundillo político de la comunidad mágica británica. Todos menos Albus, que señalaba (no desaprobatoriamente sino con irónica admiración) que era una maniobra astuta del viejo ministro para «consolidar su poder fingiendo compartirlo». Como a mí en ese entonces no me interesaba la política, nunca le pedí una explicación detallada.

Albus también puso especial empeño en aprobar todos sus TIMOS. Poco antes de su orientación vocacional había decidido que quería ser Inefable (y no Auror, como su padre y su hermano), y para ello necesitaba notas igual de buenas, por lo que tenía que esforzarse mucho en los examenes. Por mi parte, yo quería ser medimago, aunque mi interés residía más en el área de investigación de las enfermedades mágicas que en la atención al paciente, debido que al ser mudo tendría más dificultades en la segunda que en la primera. Es irónico que en mi adolescencia yo haya acariciado la idea de sumarme al negocio de salvar vidas, cuando años más tarde acabé asesinando a sangre fría a un hombre desarmado.

***

Finalmente terminó nuestro quinto año, y Prometheus Hitchens volvió a invitarme a su casa. Sin embargo, me dio una gran muestra de confianza al ofrecerme no solo visitarlo sino quedarme con él y su hija (en el cuarto de huéspedes, por supuesto).

Alcyone y yo eramos bastante más inocentes que otras parejas en aquella época. Nos besábamos y acariciábamos, pero no íbamos más lejos. Yo era demasiado tímido para eso. Es posible que inconscientemente temiera perder a Alcyone si osaba presionarla para que hiciésemos el amor. Y si había algo que me aterraba era la perspectiva de que ella me abandonase.

¿Ella percibió lo que me ocurría, o simplemente decidió actuar por un deseo propio? Nunca pude saberlo. Lo cierto es que una tarde en la que el señor Hitchens nos dejó a solas, ella tomó la iniciativa -al fin y al cabo, era una Gryffindor- y pudimos al fin consumar nuestra relación. Recuerdo con claridad que el único momento incómodo fue cuando la penetré por primera vez. Ella hizo una mueca de dolor, y yo quise detenerme, temiendo haberla lastimado, pero Alcyone me instó a continuar colocando sus brazos en torno a mi cintura. Sinceramente, siento algo de pudor al relatar una experiencia así. Ha habido personas que -tal vez por sinceridad, tal vez por jactancia- en sus autobiografías han relatado en detalle sus sesiones de sexo más memorables, pero yo no soy una de ellas. Así que prefiero limitarme a decirles que fue agradable para ambos, y que con el tiempo ella y yo hallaríamos cada vez mayor deleite el uno en el otro.

Lo que realmente creo que les interesará saber fue lo que sucedió después, cuando bajamos a la cocina ya vestidos para merendar (supongo que el sexo suele abrir el apetito). Todavía no me explico cómo fui yo capaz de hacerle la pregunta menos indicada en el lugar menos indicado, después de haberme dado ella la que quizá fue la segunda alegría más grande de mi vida. Pero sentí el impulso de hacerlo, y lo hice. En mi omnipresente bloc escribí las palabras «¿Cómo murió tu madre?» y se lo mostré.

Alcyone empalideció. Sus manos temblaron un poco, por lo que dejó el bloc sobre la mesada, tras lo cual alzó sus ojos de color verde azulado y los clavó en los míos. Abrió la boca, pareció que iba a decir algo y luego la cerró. Estiré mi mano para tomar el bloc nuevamente y escribirle que no hacía falta que me respondiese aquella pregunta y que me disculpase por mi estupidez, pero ella me detuvo con un gesto.

-Mi madre era hermana del Mortífago Rupert Gibbon, aquel que fue asesinado accidentalmente en la primera batalla de Hogwarts por uno de sus propios compañeros de bando. Ella nunca fue Mortífaga, pero tampoco los combatió durante las guerras, ni tampoco mi padre. Permanecieron neutrales amparándose en el hecho de que ninguno de los dos era hijo de muggles y por lo tanto no estaban directamente amenazados por Lord Voldemort.

«Desgraciadamente, los Mortífagos no se habían olvidado de ella. Como sabrás, si bien Tom Ryddle murió en 1998, muchos de sus seguidores permanecieron durante varios años en libertad y siguieron cometiendo crímenes. Uno de ellos fue Adam Mulciber. Cuando los Aurores detectaron su último escondite, la casa de un muggle a quien había asesinado, tuvo que escapar. Desgraciadamente, ese escondite estaba muy cerca de nuestra casa. A Mulciber se le ocurrió que Emily, la hermana de su fallecido colega Mortífago Rupert, estaría dispuesta a prestarle su ayuda. Mi padre se había ido a Londres, y por eso en casa solo estábamos mi madre y yo, que tenía un año.

«De acuerdo con lo que los Aurores lograron reconstruir, Mulciber le pidió a mi madre que lo refugiase en su casa. Ella se rehusó, pero Mulciber quiso entrar por la fuerza. Hubo un duelo. Mi madre era buena, pero Mulciber tenía años de experiencia batiéndose en duelo con Aurores y miembros de la Orden del Fénix, y consiguió acorralarla y Desarmarla en la cocina. Y lo que le hizo entonces…

Una lágrima cruzó su rostro y llegó hacia su barbilla, quedando pendiente en una forma que me recordó a la de un hombre sujetado a una rama en un precipicio. Quise acercarme para consolarla, pero estaba paralizado.

-Cuando… cuando terminó -continuó Alcyone-, Mulciber decidió deshacerse de mi madre. No podía usar un Avada Kedavra, pues sería fácilmente detectado por el Ministerio, así que tomó un cuchillo y la apuñaló en el pecho. Escondió el cadáver en el sótano, y se dispuso a esperar a que mi padre volviera de Londres, para luego matarlo a él y utilizar nuestra casa como escondite por un tiempo. Probablemente también me hubiera matado a mí, quizá por temor a que mi llanto alertase a alguien. Pero por suerte, una vecina vio a mi madre y Mulciber discutir en la puerta y llamó a la policía muggle. Los Aurores interceptaron la llamada, sumaron dos y dos y llegaron a la conclusión de que Mulciber debía ser el hombre con el que mi madre había sido vista discutiendo violentamente. Enviaron un equipo muy bien entrenado -creo que hasta el padre de Albus estaba entre ellos- y consiguieron capturarlo. Actualmente está en Azkaban.

***

Livius Black interrumpió su labor en ese punto. Ya se estaba aproximando al momento en que tendría que abordar muchas otras anécdotas particularmente oscuras, y no le gustaba escribir sobre esas cosas cuando era de noche. El mago mudo salió de su cabaña y caminó por la playa, escuchando el sonido de las olas rompiéndose contra la costa. Cuando sus piernas se cansaron de la caminata, se sentó en  la arena y empezó a fumar mientras miraba las estrellas. Intentó localizar en el firmamento las Pléyades y la estrella en honor a la cual habían bautizado a Alcyone Hitchens, pero de pronto escuchó una voz detrás suyo.

-Van a matarte.

[NOTA: Discúlpenme por la brevedad, pero este capítulo tiene como objetivo principalmente cubrir los baches en la trama narrada en el anterior. Y el pequeño flashforward del final es… bueno, una travesura.]

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El secreto expuesto


Scorpius Malfoy entró en la bañera y se soltó el cabello, relajando cada músculo de su cuerpo al contacto con el agua caliente. Cerró los ojos, reclinó cómodamente su espalda en la bañera y luego los volvió a abrir, fijándolos en su novia Rose Weasley. La chica estaba en el otro extremo de la bañera, y tenía un aspecto precioso. Tenía el cabello rojo recogido de tal manera de que el agua no lo tocase -aunque un par de mechones se habían soltado y caían sobre su rostro-, y le sonreía con una mezcla de cariño y picardía.

Hacía pocas semanas que habían empezado a utilizar la Sala Multipropósito para sus encuentros furtivos, y desde cinco o seis días atrás los adolescentes solían bañarse juntos después de hacer el amor. Aparte de los obvios motivos higiénicos, Scor y Rose sentían como si al hacerlo estuviesen prolongando el acto sexual al prolongar esa intimidad. La bañera de la Sala Multipropósito era perfecta para sus fines: lo bastante grande como para que los dos cupieran en ella, y lo bastante pequeña para que sus cuerpos siempre estuvieran tocándose.

Rosie cambió su posición de tal manera de que su espalda descansase sobre el pecho de Scorpius. El pene del chico se endureció un poco al contacto con las nalgas de Rose, pero no lo bastante como para impulsarlo a reanudar su actividad habitual. En lugar de eso, Scor deslizó sus manos bajo el agua, acariciándole el estómago, la cintura, la entrepierna y los senos, al tiempo que besaba su cuello y sus mejillas.

-Estoy cansadísima -dijo Rose en voz baja-, pero sé que no debo quedarme dormida aquí…

-¿Por qué? -replicó Scorpius, a quien la somnolencia también empezaba a vencer- Ya tuvimos todas nuestras clases hoy -bostezó-. En el peor de los casos -volvió a bostezar- nos perderíamos la cena y tendríamos que ir a la cocina con los elfos.

-Sabes que no me gusta darle a los pobres elfos trabajo extra… -protestó Rose, pero fue incapaz de seguir con el hilo de la charla. La chica cerró los ojos y se quedó dormida.

***

Los amigos de James Potter estaban lo bastante acostumbrados a que él se marchase en los momentos más inesperados para hacer cosas misteriosas como para ofenderse. Así que cuando James, en el camino al Gran Comedor, les dijo que los alcanzaría luego, porque tenía «cosas que hacer», nadie se quejó ni preguntó nada.

El chico de séptimo llegó hasta la entrada a la Sala Multipropósito, dio tres vueltas al pasillo mientras pensaba «Necesito un lugar para fabricar pociones sin ser encontrado» una y otra vez, hasta que la puerta de la Sala se materializó. James ingresó al lugar y se encontró en medio de un laboratorio muy limpio y bien provisto, con estantes llenos de frascos de ingredientes y libros de pociones. También había un estante más chico en donde había frascos de pociones, con los sobrantes de aquellas que había hecho y que había preferido conservar antes que tirar. Buscó hasta encontrar el frasquito cuya etiqueta decía «F. Intercambio Cuerpos» y se lo guardó en el bolsillo.

Su plan era volver rápidamente a la Torre de Gryffindor y esconderlo en su baúl, que como el de Albus tenía un compartimiento secreto. Eventualmente se llevaría de Hogwarts todas las pociones que guardaba en la Sala Multipropósito, pero por el momento lo importante era esconder esa poción tan incriminatoria. Sabía que Al sabía que él usaba la Sala para fabricar pociones y que intentaría encontrar allí pruebas de que él le había dado el Filtro de Intercambio de Cuerpos.

James se había enterado de la atracción de Albus hacia Valerie Rosier unos meses atrás, de boca de Lorcan Scamander. Lorcan no era un chico que se entrometiese en la vida de los demás, pero en la Nochevieja de 2021 Al le había comentado a su hermano Lysander lo felices que eran Louis Rosier y Hugo Weasley, hiriéndolo profundamente. Albus no había tenido intención de lastimarlo, solo quería ver si Lysander seguía enamorado, pero Lorcan no lo interpretó así. Y cuando lo acompañaron a la sala común de Slytherin y se cruzaron con Valerie, Lorcan comprendió que Albus tenía su propio amor imposible. Elaboró muchos planes para vengarse usando esa debilidad de Al por Valerie, pero al final optó por hacer que otro ejecutase su revancha: James. De modo que en febrero mencionó casi al pasar en una charla con el muchacho que Albus parecía estar enamorado de una de sus compañeras de Casa, la nieta de Evan Rosier. James, incapaz de resistir la oportunidad de jugarle una broma pesada a su hermano menor, hizo el resto.

El primogénito de Harry y Ginny había llevado a cabo su jugarreta dos noches atrás, durante la cena. Cubierto por un Encantamiento Desilusionador, había echado el Filtro en las bebidas de Al y Valerie. Al día siguiente, Albus lo atacó en el vestíbulo con una Maldición de Mocomurciélagos, a pesar de lo cual James no se consideró escarmentado. Comenzó a temer que Al -y también Valerie, que era célebre por su carácter rencoroso- quisiera castigarlo, pero se sorprendió al ver que cuando pasaron las veinticuatro horas de efecto de la poción su hermano reapareció como si nada hubiese ocurrido. Parecía incluso más feliz y tranquilo que antes, y James comenzó a preguntarse si involuntariamente no le habría hecho un favor a Albus.

En cualquier caso, James se hubiera marchado de la Sala Multipropósito de no ser por la puerta. Normalmente «su» versión de la Sala poseía solamente una puerta, la que usaba para entrar y salir. Pero ahora había una segunda puerta en la pared, que conducía a un cuarto adyacente. Picado por la curiosidad, James giró el picaporte y se encontró frente a una estancia mucho más pequeña y menos iluminada que su laboratorio. El adolescente entró con sigilo, cerró la puerta y empezó a observar el lugar atentamente. Había una cama matrimonial con dósel en el centro, y unas cuantas velas que alumbraban la habitación muy tenuemente.

James notó que había muchas prendas, femeninas y masculinas, esparcidas por el suelo, y entendió que la pareja seguía en la habitación. Quiso retroceder, pero luego vio que había un tercer cuarto, un baño, a pocos metros de la cama y decidió ver al menos quiénes eran. Paso a paso, el chico se acercó a la puerta del baño y espió dentro. Lo que vio lo dejó helado: su prima Rose estaba en la bañera con nada más y nada menos que Scorpius Malfoy, el mejor amigo de Albus y su encarnizado rival en el Quidditch, el chico que había estado a punto de costarle el honor de darle la Copa de Quidditch en su último año en Hogwarts. Los dos adolescentes estaban abrazados y dormidos, y componían una imagen de placidez absoluta, casi como si fuesen una estatua. James pensó en esos cuentos de hadas muggles sobre encantamientos que dejaban a las personas sumidas en un sueño eterno hasta que llegaba un héroe y las despertaba, y se dijo que esas personas debían ofrecer un aspecto igual al de Malfoy y Rose.

Los segundos fueron pasando, y lentamente la furia comenzó a invadir a James. ¿Cómo podía su prima encamarse con el hijo de Draco Malfoy? ¿Acaso no tenía verguenza? ¿Acaso no comprendía que los Malfoy eran enemigos de los Weasley, que habían apoyado a un loco que había planeado exterminar a todos los hijos de muggles (entre ellos, la madre de Rose)? ¿Qué le habría hecho Malfoy para seducirla?

A esa ira hay que sumarle el hecho de comprender de golpe que su prima, a quien hasta poco antes había considerado una niña, era toda una mujer. Verla de esa manera, durmiendo abrazada a un amante, cuando jamás habría podido imaginarsela durmiendo abrazada a algo más que un libro, era impactante para James, entre cuyas virtudes no estaba la de tener una mente abierta.

-¡MALFOY! -chilló, imitando inconscientemente a su hermano Albus cuando descubrieron a Louis Rosier besando a su primo Hugo- ¿QUÉ DIABLOS CREES QUE ESTÁS HACIENDO CON MI PRIMA?

Sobresaltados, Rosie y Scor despertaron de golpe y se encontraron con James, que los miraba con cólera y repulsión.

-James… -dijo Rose- ¿qué… qué haces aquí?

-¡La pregunta es qué haces aquí! ¡Y con ese tipo! -dijo, señalando a Scorpius.

-Eso… eso no te incumbe, James -dijo Rose, tratando de conservar la calma.

-¿Ah, sí? ¿No me incumbe el hecho de que mi prima esté acostandose con un hijo, nieto y biznieto de Mortífagos?

Scorpius no sabía dónde meterse. Se sentía doblemente desprotegido frente a James, tanto por su desnudez como por el hecho de que su varita estaba en la otra habitación. Deseó tener algo con que cubrirse, y de inmediato aparecieron dos batas. Rápidamente, Scorpius salió de la bañera y en un abrir y cerrar de ojos se puso la bata. Rose, comprendiendo por primera vez que estaba completamente expuesta a los ojos de su primo, se cubrió los pechos con los brazos y cerró las piernas para ocultar sus genitales de la vista de James.

-Date vuelta -pidió.

-¿Por qué? -dijo James, todavía enfadado.

-¡Porque necesito vestirme! -dijo Rose, que estaba empezando a irritarse tanto como él- ¡Date vuelta, baboso!

Enrojeciendo, James se volvió y Rose salió del agua. Una vez que se puso la bata, le indicó a su primo que podía darse vuelta nuevamente.

-Escucha, Rosie -empezó James-. No sé qué te ha prometido Malfoy para seducirte, pero te aseguro que miente.

-¿Qué crees que le prometí, Potter? -preguntó Scorpius fríamente.

-¡Oh, puedo imaginármelo a la perfección! ¡Debes haberle hablado sin parar sobre cómo la convertirás en tu esposa, en la señora de la Mansión Malfoy! Es tentador, la posibilidad de disponer de todo ese dinero, ¿no, Rose?

-¿Cómo puedes decir eso? -dijo Rose, indignada- ¿Crees que sería capaz de estar con alguien que no amo por dinero?

-Bueno, o es eso o él te ha dado una poción de amor. Porque la Rose que yo conozco sabría bien que no se puede confiar en las promesas de un Malfoy. De modo que él tiene que haber nublado tus pensamientos con una poción.

Rose sacudió la cabeza, asqueada, pero Scorpius dio un paso al frente, dominado por una cólera fría.

-Óyeme bien, Potter: yo jamás recurriría a esas tácticas para conseguir mujeres. Tú tal vez lo hagas, pero no yo. Amo a Rose, y ella me ama a mí.

-¡Qué conmovedor, la amas! E imagino que el que ella sea la sobrina de Harry Potter e hija de los dos mejores amigos no tiene nada que ver con ese amor, ¿no?

-¿Ahora esa es tu teoría? Primero, que Rose es una perra codiciosa dispuesta a acostarse conmigo por dinero y lujo. Segundo, que yo le di a beber una poción para seducirla. Y tercero, que yo la deseo por sus conexiones familiares. ¿Cuál será la siguiente, Potter? ¿Que ella es la reencarnación de Lord Voldemort y que queremos conquistar el mundo juntos?

Esta última burla de Scorpius hizo que James perdiera los estribos, sacase su varita y la apuntase hacia el pecho del novio de su prima. Sin embargo, Rose se movió con más rapidez.

Accio varita! -gritó, y si bien la magia sin varitas era extraordinariamente difícil de llevar a cabo, el deseo de proteger a Scor fue lo bastante potente como para que la varita volase hasta las manos de Rose. La sorpresa hizo que James no atinase ni a atacar a Scorpius ni a volver la varita hacia su prima.

Cochlea Vomui! -gritó Rose, y James se encontró repentinamente vomitando babosas sin parar. La sensación era horrible, y bochornosa además, y lo único que pudo hacer durante los siguientes veinte minutos fue inclinarse sobre el inodoro y expulsar las criaturas por la boca. Mientras tanto, Rose y Scorpius aprovecharon para vestirse e irse, sin mirarlo ni dirigirle la palabra.

***

Al día siguiente, en su casa en Ottery St. Catchpole, Ron y Hermione Weasley estaban sentados en la cocina desayunando. La charla discurría por los tópicos habituales: las tareas que les esperaban aquel día en el Ministerio de la Magia, las últimas noticias que habían recibido de sus hijos, sus planes de cenar con Harry y Ginny esa misma noche, etcétera. Lo que rompió la rutina fue recibir la visita de Jeremy, la lechuza mensajera de su sobrino James.

-¿Qué querrá James? -se preguntó Hermione mientras tomaba un último sorbo de té.

-Tal vez hizo alguna travesura, lo atraparon y espera que «ablandemos» a Ginny.

-Tú sabes que no hay nadie capaz de ablandar a tu hermana, y él lo sabe aún mejor que nosotros -señaló Hermione con una sonrisa-. Debe ser algo importante. Vamos, ábrela.

Ron no la hizo esperar mucho. Su esposa observó cómo sacaba la carta del sobre y la leía, y comprendió que contenía malas noticias al ver cómo primero su rostro empalidecía y luego se ponía muy colorado. Se preguntó si serían sobre Rose o sobre Hugo, y a pesar de que sus engranajes mentales giraron a mil por hora no pudo llegar a una conclusión. Tanto su hija como su hijo eran chicos carentes de problemas disciplinarios, ella por su apego casi inquebrantable a las normas y él por su dulzura innata. Rosie siempre había sido la hija de quien ella y Ron se sentían orgullosos, y Hugo siempre había sido el hijo a quien ella y su marido deseaban proteger de los horrores del mundo, pero ninguno de los dos le generaba la clase de preocupaciones que Albus, James y en menor medida Lily le causaban a Ginny y a Harry.

-¡Esa… esa…! -exclamó Ron, iracundo.

-¿Esa qué, Ron? ¿Qué está ocurriendo?

Incapaz de hablar, Ron le tendió la carta y Hermione comenzó a leerla.

Queridos tíos Ron y Hermione:

Esta noche me enteré de algo terrible: Rose está acostándose con Scorpius Malfoy. Llevan meses viéndose a escondidas en la Sala Multipropósito. Por pura casualidad, entré a la Sala cuando ellos estaban usándola y los encontré juntos en la bañera, y cuando los interrogué ellos admitieron estar juntos. Sé que es difícil de creer, pero tienen que hacerlo. Les juro que digo la verdad. Sé que sabrán qué hacer.

James

Hermione leía mucho más rápido que su esposo, y además no perdió el tiempo releyendo la misiva. Sabía que James podía ser un embustero en muchas cosas pero que nunca bromearía con algo como esto. Así que dejó la carta sobre la mesa y se dispuso a lidiar con la situación. Tenía una hija con un novio inconveniente -y decir eso era un eufemismo-, y un marido dominado por la rabia.

-¿Qué vas a hacer al respecto, Ron?

-¿Que qué voy a hacer? ¡Voy a ir a la Mansión Malfoy a asesinar a ese Mortífago hijo de puta, eso es lo que haré! -bramó.

-¡No digas tonterías, Ron, tú no vas a hacer tal cosa! ¿Qué crees, que esto es un complot de los Malfoy contra nosotros?

-¡Ellos son capaces de todo!

-De Lucius lo hubiese creído, pero él lleva muerto décadas. Y Draco no es tan tonto como para mandar a su hijo a seducir a nuestra hija y usarla en nuestra contra. Sabe que su seguridad depende de tener un comportamiento intachable.

-¡Entonces es esa pequeña serpiente de Scorpius! ¡Él debe creer que metiéndose en la cama con nuestra hija recuperará el buen nombre de su familia…! ¡Si es que alguna vez lo tuvieron!

-Esa «pequeña serpiente» es como carne y uña con nuestro sobrino Albus. ¿Crees que Al sería amigo suyo si Scorpius fuese la clase de persona que tú crees que es? Al es muy problemático, pero no es tonto.

-Desde que fue a Slytherin, mi sobrinito es un desconocido para mí.

-No digas eso. Albus es un buen chico.

-¡El problema no es con Al ahora, Hermione! ¡Es con Rosie y Malfoy!

-Escucha, si Rose es como yo, no tolerará que le digamos con quién puede salir y con quién no…

-La idea de ese… de un hijo de ese tipo tocando a mi hija me revuelve el estómago.

-No sabemos si Scorpius es como su padre, Ron…

-¡Por supuesto que sí! ¡Los Malfoy llevan la maldad en la sangre!

-Ronald, no creo que sea justo…

-¡No pienso perder el tiempo aquí hablando! -dijo, levantándose de su silla y dirigiéndose a la puerta- ¡Tengo que ir a Hogwarts!

Hermione quiso detenerlo, pero Ron era más ágil. En un abrir y cerrar de ojos salió de la casa y del perímetro del hechizo Anti-Aparición, y se Desapareció con destino al Ministerio, en donde sabía que había una conexión a la Red Flu que llevaba a Hogwarts.

***

Rose se hallaba en su dormitorio, practicando el Avis, un encantamiento que el profesor Flitwick les había enseñado el día anterior y que ella ya dominaba a la perfección. Sin embargo, era habitual que ella practicase los hechizos una y otra vez hasta el hartazgo. Además, sus pensamientos estaban enfocados en otra cosa, y por eso no se dedicaba a practicar otros hechizos. Sabía que James le contaría a todo el mundo acerca de su relación con Scorpius, y aún no tenía idea de cómo se enfrentaría a la nueva situación, desconocida para ella, de tener una relación pública con el hijo de Draco Malfoy. Estaba segura de que muy pocos de sus amigos la abandonarían. Livius seguramente seguiría a su lado, siendo él también amigo de Scorpius. Irene era su mejor amiga, y se resistía a creer que ella fuera capaz de volverse en su contra. Lorcan y Lysander eran impredecibles, pero Rosie tenía la esperanza de que no verían con malos ojos su relación con Scor.

En cuanto a su familia, no podía asegurar lo mismo. Albus ya estaba al tanto de su romance con Scorpius, y los había respaldado desde el principio. Hugo la idolatraba y nunca podría llegar a echarle en cara el salir con tal o cual chico. Lily y Roxanne eran generalmente reacias a los conflictos. Lucy y Dominique probablemente respaldarían la postura de James, sobre todo considerando el hecho de que el padre de Scorpius era responsable de las horribles heridas que deformaban el rostro del padre de Dominique. Molly permanecería indiferente.

Rosie sacudió la cabeza, enfadada consigo misma por dividir mentalmente de esa forma a sus parientes, como si se los pudiese encasillar en aliados, neutrales y enemigos. «Si me aman», pensó resueltamente, «deberán aceptar el hecho de que amo a Scorpius. Así de sencillo.»

De pronto la puerta de su dormitorio se abrió bruscamente y entró su padre Ron. Albus iba detrás de él y lo sujetaba del brazo, intentando frenarlo. Rose se preguntó cómo habrían podido entrar a su cuarto, siendo que la entrada de varones a los dormitorios femeninos estaba mágicamente vedada en Hogwarts, pero luego entendió que esa prohibición debía regir solamente para los alumnos. Su padre ya no estudiaba en el colegio, y Albus estaba tomándolo del brazo, de modo que pudo entrar con él.

-¡Espera, tío, detente…! -estaba diciendo el chico, pero Ron sacudió el brazo y se liberó de él con facilidad, haciéndolo tambalear. Ron miró a su hija y a los pájaros que ella había conjurado, y de repente se acordó de lo que le había pasado con Hermione durante su sexto año, cuando encontró a quien entonces era solamente su mejor amiga, poco después de haber comenzado su relación con Lavender, y ella le lanzó las aves con un Oppugno. El recuerdo calmó su ira un poco, pero no lo suficiente como para frenar su lengua.

-Rose -dijo con severidad-, me enteré de lo tuyo con Scorpius Malfoy. Quiero que sepas que estoy muy decepcionado de ti.

La muchacha se puso de pie, con los ojos azules lanzando chispas, y Al se admiró de los parecidos que eran padre e hija cuando estaban enojados.

-Vete de aquí inmediatamente -ordenó Rose con voz gélida. Ron obedeció sin replicar.

[NOTA: Como habrán visto, al final elegí bautizar el hechizo para vomitar babosas con el nombre propuesto por Marcelo. Es el más adecuado, ya que, según él mismo explicó, cochlea significa «caracol» en latín, y vomei significa «vómito» o «vomitar». Y dado que las babosas son caracoles sin caparazón, me pareció el mejor de todos los propuestos. Pero muchísimas gracias a todos por participar.

Otra cosa que habrán notado es que el capítulo empieza con… sí, otra escena sexual. Y eso se no es a pesar de todas las críticas que he recibido en las últimas semanas por el exceso de sexo en mi historia, sino debido a todas esas críticas. E insisto con mi frase de cabecera, amigos y amigas: al que no lo guste, que no lo lea. Un abrazo]

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El gemelo y su sobrino


[NOTA: Este capítulo, lo mismo que Las autopsias y Dos supervivientes, trascurre en el futuro, pero no puedo revelarles exactamente cuándo. Solo que tiene lugar después de Las autopsias antes de Dos dupervivientes.]

Albus Potter estaba encadenado a una silla. Había varios moretones en su rostro pálido y demacrado. Dos Aurores inexpresivos custodiaban la puerta de la pequeña habitación donde lo tenían esperando para ser llevado al tribunal.

-¿Falta mucho? -preguntó el muchacho con calma.

-No lo sabemos -respondió uno de los Aurores, manteniendo su vista fija en la pared.

-¿Por qué nos tienen separados, Cochrane?

-No temas, Potter, tú y tu puta estarán juntos durante el juicio -dijo el Auror Cochrane con desprecio-. Probablemente los pongan en la misma celda cuando el Dementor haya acabado con ustedes… aunque dudo que estén en condiciones de hacer algo más que babear, mear y cagarse encima juntos.

Al no se inmutó. Bajo la luz del sol que entraba por la pequeña ventana del cuarto -la única iluminación del lugar-, su cabello negro azabache (que llevaba un poco más largo de lo que lo había llevado en Hogwarts) despedía reflejos azulados. El muchacho no parecía preocupado en lo más mínimo; un observador que no lo conociera habría dicho incluso que estaba distraído.

De repente, alguien golpeó a la puerta. Los Aurores se pusieron tiesos y la abrieron. Sin embargo, se relajaron al ver que quien estaba afuera era un hombre alto, pecoso y pelirrojo de mediana edad.

-Señor Weasley -dijo Cochrane-, lo sentimos mucho, pero usted no tiene permiso para ver al prisionero.

-Al acusado, querrán decir -acotó Albus irónicamente-. Seré prisionero cuando mis queridos amigos del Wizengamot me condenen por mis… crímenes.

-Tengo permiso especial para verlo y hablar con él en privado -dijo el pelirrojo, ignorando a Albus, mientras les mostraba un pergamino.

-Señor, ¿está usted al tanto de que el acusado es un delincuente de alta peligrosidad? Por más que sea usted su tío, no está a salvo con él. Especialmente considerando lo que le hizo a su otro…

-Estoy perfectamente al tanto, Cochrane. No tardaré mucho tiempo, solo quiero decirle algo.

Cochrane miró con desconfianza a su interlocutor y a Albus, pero finalmente asintió y se fue de la habitación con su compañero.

-Tío, qué bueno es volver a verte -lo saludó Al-. ¿Has venido para desearme suerte?

-Sabes perfectamente que no, Albus. Todos deseamos verte condenado y castigado por tus… atrocidades.

-¿Ya no me llamas «Al»? -preguntó el chico- Creí que odiabas decirme Albus.

-¿Sabes? Creo que jamás te he conocido del todo. Aquí estás, a punto de ser sentenciado al beso del Dementor por varios crímenes gravísimos, y solo te preocupa que use o no un diminutivo.

-Es que quiero salvarme alegando demencia -dijo Al-. Es un atenuante, ¿cierto?

-Solo entre los muggles. Nuestro sistema judicial es más duro, y tú lo sabes mejor que nadie.

-Dime lo que viniste a decirme y lárgate -dijo Albus con hastío.

-Como quieras. He venido para informarte de que mi padre, como jefe de la familia Weasley, te ha borrado de nuestro Árbol Genealógico y te ha repudiado formalmente. Ya no eres miembro de nuestra familia.

Albus desvió la mirada y observó por un rato el pequeño trozo de cielo que podía ver desde su ventana.

-¿Algo más? -preguntó finalmente.

-No, solo eso. Estás solo ahora, «Al». Tú y tu cómplice pagarán por lo que hicieron -dijo el pelirrojo mientras se daba vuelta para abrir la puerta.

-Antes de que te vayas, George, quiero preguntarte algo. Y de paso, te comento que a partir de ahora te llamaré a ti y a todos los Weasley por su nombre de pila, ya que no tengo derecho a decirles «tío» o «abuelo»… o «madre».

-¿Qué quieres preguntarme?

-¿Supiste que tu gemelo murió antes que los demás?

-¿Qué? -dijo George, con una expresión dolorida en sus ojos.

-Si supiste que Fred había muerto antes de que lo sacaran de debajo de los escombros -dijo Al, sonriendo con crueldad-. Porque verás, escuché que las personas son capaces de darse cuenta enseguida de que su gemelo ha muerto, incluso cuando éste se halla a miles de kilómetros de distancia. Es como una conexión mental que tienen, y que al momento de la muerte se rompe. ¿Tú pudiste sentirlo? ¿Cómo fue? ¿Te dolió la cabeza, se te retorció el estómago, tuviste un escalofrío? Apuesto que…

Dominado por la cólera, George dio dos largos pasos y abofeteó con fuerza a Albus en el rostro, callándolo. No obstante, el muchacho rió entre dientes.

-Eres un monstruo -dijo George, mirándolo con odio.

-Tal vez sí, tal vez no. Pero te aconsejo no dar por sentado que este monstruo está vencido, Georgie. La Fortuna es una mujer caprichosa, y me favorece en los momentos más inesperados. Saldré con vida de esto… y haré que todos paguen su cuota de tribulaciones. Incluyéndote a ti y a tus queridos Weasley.

Su risa pasó a ser mucho más sonora, y acompañó a George mientras éste salía de la habitación y pugnaba por contener las lágrimas despertadas por los recuerdos que la despiadada pregunta de Albus trajo de regreso a su mente.

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Tiresias (III)


-Bienvenida a la Cámara Secreta… otra vez -dijo Albus mientras entraba con Valerie al recinto. La chica se quedó bastante asombrada al ver el lugar. Era cierto que ya había estado allí, pero también era cierto que en la ocasión anterior ella había estado demasiado preocupada por el duelo como para prestar atención a los detalles. Valerie contempló con veneración la enorme estatua de Salazar Slytherin, y mientras tanto Al se dedicó a mirarla a ella con una sonrisa irónica dibujada en los labios. «Yo no me veo así cuando estoy fascinado, ¿verdad?», pensó Albus. «¿Tan evidente es? ¿O es porque es ella la que ocupa mi cuerpo y mi rostro?».

Albus fue arrancado de sus pensamientos cuando vio una forma oscura salir arrastrándose de entre las columnas. Le tomó unos segundos reconocer a su serpiente Godric. El reptil se aproximó a Valerie.

Buenos días, amo -la saludó, sin darse cuenta de que no hablaba con Albus.

Godric -dijo Albus en pársel-, yo soy tu amo Albus.

Eso es imposible, humana, tú no te ves como él ni hueles como él. ¿No es cierto, amo? -preguntó a Valerie. Ella miró a la serpiente sin entender nada.

Ya sé que es difícil de creer, pero te aseguro que es verdad. Esa chica y yo intercambiamos nuestros cuerpos.

Demuéstramelo -dijo Godric, en un tono más suave-. Dime, ¿qué te enseñé a hacer yo?

A cazar ratas. Lo hiciste aquí mismo, en las tuberías. Tuve que tratar durante veinte minutos hasta que me acostumbré a moverme con el sigilo necesario.

Godric permaneció en silencio por unos momentos.

Perdonadme por dudar de vuestra palabra, mi señor. ¿Deseáis que encuentre al responsable de que estéis encerrado en el cuerpo de esa mujer y que lo… castigue?

Al comprendió que su serpiente se ofrecía a matar por él, pero eso era ir demasiado lejos.

No, Godric, pero te lo agradezco. Solo necesito que me hagas un favor. Esta noche ella y yo dormiremos aquí. Tu única tarea será despertarnos alrededor de las seis de la mañana para que volvamos a nuestras habitaciones sin que nadie nos vea. Si todo sale como yo espero, a eso de las tres de la madrugada Valerie y yo retornaremos a nuestros respectivos cuerpos.

Me alegro por vos, amo. Recuerdo que esa humana fue quien os atacó hace tres años. ¿Ya no sois enemigos?

El chico tuvo que reprimir una sonrisa al oir aquella pregunta tan particular.

Ya no creo que la considere mi enemiga, Godric.

¿Confiáis en ella o queréis que la vigile?

-No, confío en ella… hasta cierto punto -Albus se calló por unos momentos, reflexionando, y luego añadió:- Pero hay algo que sí quiero que hagas…

***

El plan de Albus funcionó casi a la perfección. Teniendo la complicidad de los prefectos de su Casa, y contando con el temor de las amigas de Valerie y la comprensión de los amigos de Al, los chicos consiguieron permanecer juntos durante el resto del día. Gracias a la Capa de Invisibilidad, que Albus hizo que Scorpius les trajese desde su dormitorio (como la Piedra de la Resurrección estaba guardada en un compartimiento secreto de su baúl, a Al no le preocupó que su amigo la encontrase), pudieron ir a las clases sin que los volvieran a ver llegar juntos.

Albus se sorprendía a sí mismo mirando a Valerie a escondidas. Casi podía decir que verla utilizando su propio cuerpo le producía mayor interés que verla en otras circunstancias. No era como verse en el espejo, era como tener un hermano gemelo, cuyos gestos y movimientos, si bien eran similares a los suyos, poseían una autonomía carente en su reflejo.

El muchacho, por su parte, pensaba en lo extraño que era el hecho de que ese vientre, temporalmente suyo, había albergado a su hijo nonato durante unos pocos días. Por más que lo intentaba, no podía dejar de pensar en la criatura como en el bebé que había visto en su sueño, en vez de en el montón de células que había sido al momento en que Valerie tomó la poción abortiva. Al comprendía que el aborto había sido algo necesario, conveniente; ni él ni ella estaban en condiciones de ser padres. Pero su parte menos racional seguía conmoviéndose ante esa oportunidad perdida.

Lo cierto era que la mente de Albus, que en las semanas anteriores había estado sumida en un letargo intelectual, estaba ahora en ebullición. Esa noche era especial, estaba llena de nuevas oportunidades y él tenía que aprovecharlas. Era indudable que la perspectiva de pasar la noche totalmente a solas con Valerie era prometedora.

***

El día llegó a su fin. Valerie y Albus salieron de las cocinas -donde los elfos les habían obsequiado una cena opípara- y, escondidos por la Capa, llegaron al baño de niñas abandonado y bajaron a la Cámara Secreta.

-Escúchame bien, Potter -dijo Valerie cuando entraron nuevamente al recinto, donde pasarían la noche-, si intentas propasarte conmigo, te lanzaré una tonelada de maldiciones.

-¿No te parece innecesario? Tú tienes mi cuerpo, puedes protegerte de cualquier intento de violación con mi fuerza física. Aunque por otro lado, todas las maldiciones o golpes que me dieras terminarían a la larga dañándote a ti, ¿cierto?

-Mira, solo mantente alejado.

Albus asintió, y se dirigió hasta donde estaba su mullida bolsa de dormir (Scorpius les había hecho el favor de llevarles dos, además de las escobas voladoras que necesitaban para subir por la cañería hasta el baño). Tal y como esperaba, Godric volvió a emerger de entre las tinieblas, pero esta vez se dirigía directamente a él y llevaba algo en la boca. Valerie también lo vio venir, y se puso en guardia.

Aquí está lo que me pedísteis, amo -dijo la serpiente, mientras Albus tomaba el frasco y lo examinaba atentamente.

-Sí, es esto -dijo ausentemente en inglés-. Muchas gracias, Godric. Recuerda despertarnos a las seis –añadió dirigiéndose en pársel a su mascota.

-De nada, amo. Que durmáis bien -dijo Godric, y se arrastró de vuelta a su guarida.

-¿Qué es eso, Potter? -preguntó Valerie en tono amenazante.

-Un frasquito de Veritaserum. Suficiente para dos horas y media o tres para que dos personas gocen de una franqueza absoluta.

-¿Mandaste a tu serpiente a robar pociones al profesor Slughorn? -preguntó Valerie, en un tono que Albus no supo descifrar. ¿Era sorprendido, escandalizado… o apreciativo?

-Era la única manera de conseguirla con rapidez, Valerie.

-Potter, si crees que voy a tomar eso, puedes esperar sentado.

-Creo que me oíste mal, Valerie: dije que los dos vamos a tomar Veritaserum.

-¿Y por qué crees que habría yo de hacer algo así?

-Porque también estás insatisfecha con la forma en que terminaron las cosas entre nosotros -dijo Al con audacia.

-¡Por Merlín, Potter, eres incorregible! ¿Tan desesperado estás por volver a acostarte conmigo? ¡Hay decenas de chicas en Hogwarts dispuestas a abrirse de piernas al hijo del Elegido…!

-¿Realmente crees que solo me interesa el sexo? -dijo Albus clavando su mirada en los ojos verdes usurpados por Valerie- Si fuera así, habría imitado a James y me hubiera conseguido una novia en un abrir y cerrar de ojos. Me interesas .

Ante esto Valerie no supo qué decir.

-Valerie, cuando te conocí supuse que seríamos enemigos. Pero con el paso del tiempo me siento cada vez más indeciso sobre qué eres para mí. Y de una manera u otra, quiero que esta noche lleguemos a una conclusión.

-¿Y para eso deseas que recurramos a la Veritaserum?

-Exactamente. Verás, nuestro principal problema es que tenemos una especie de insinceridad patológica. Supongo que hasta hoy eso estaba justificado, puesto que no teníamos motivos para confiar el uno en el otro. Pero hoy nos vimos forzados a hacerlo, y no nos ha ido tan mal, ¿verdad? Por eso propongo que charlemos largo y tendido, bajo los efectos de la poción de la verdad.

-¿Franqueza absoluta, entonces? -dijo Valerie, dubitativa.

-Así es. ¿Estás dispuesta?

La chica se tomó su tiempo para responder, y por vez primera Al se sintió nervioso. ¡Tenía que decir que sí, tenían que cortar por lo sano de una buena vez!

-Lo haré -dijo finalmente, levantando la mirada.

-Muchas gracias -replicó Albus, aliviado. Desenroscó el frasquito y bebió un largo sorbo del líquido, que sabía a agua ligeramente salada. Su efecto fue inmediato y muy extraño; el chico se sintió casi borracho, como si su mente estuviera entumecida. Le tendió el frasco a Valerie, y ella también tomó un trago, vaciándolo. Al vio como su expresión se ponía un poco vacua.

Los chicos se miraron el uno al otro, sin saber qué hacer o decir. Fue Valerie la que habló primero.

-¿Me amas?

-Sí -dijo Albus precipitadamente. Había sido algo casi automático: al escuchar su pregunta había sentido un impulso irresistible de responder con veracidad.

-¿Desde cuándo me amas?

-Desde que Louis te dijo que eras incapaz de amar.

Otra respuesta directa. Al estaba aterrado por la eficacia de la poción, pero optó por pasar a la ofensiva antes de que Valerie hiciera una tercera pregunta.

-¿Y tú me amas a mi?

-Sí -dijo Valerie enseguida, y se llevó las manos a la boca. Sus ojos verdes mostraron una expresión de pánico, y Al temió que quisiese escapar, de modo que le hizo otra pregunta, no precisamente original.

-¿Desde cuándo?

-Desde nuestro tercer año, cuando te peleaste con Finnigan y sus amigos en el vestíbulo.

-¿Y por qué fue entonces que te enamoraste? -preguntó Albus, asombrado.

Valerie estaba haciendo visibles esfuerzos por mentir, o al menos por callarse la boca, pero la poción era implacable y no pudo evitar que el torrente de palabras saliera de sus labios.

-Porque me pareció genial lo que les hiciste. Porque creí que yo habría hecho lo mismo en esa situación. Porque empecé a admirarte, a considerarte como un modelo a seguir. Porque me di cuenta de hasta donde llegaban tus poderes.

Sus mejillas estaban ahora muy rojas. Valerie jamás debía haber expresado en voz alta esos sentimientos; quizá ni siquiera había pensado conscientemente en ellos.

-¿Me… me admiras?

-Sí. No puedo dejar de hacerlo. No… no creo que pueda sentir eso por nadie más.

-¿Y es por eso que me amas?

-Sí.

Albus de repente recordó algo que había mencionado Valerie poco después de la clase de Hagrid.

-¿Cuál es tu relación con Antoine Zabini?

-Nosotros… hicimos el amor un par de veces.

-¿Él te gusta?

-Sí, pero solo físicamente.

-¿Por qué?

-Porque no me recuerda a ti.

-¿Querrías estar enamorada de él? -preguntó con gran perspicacia.

-Sí. Todo sería más fácil si lo estuviera. Él pertenece a una familia de linaje impecable, que nunca se opuso al Señor de las Tinieblas ni apoyó a los muggles. Mi abuelo lo habría aprobado.

-Imagino que sí. ¿Y…?

-¿Tú tuviste algo que ver con el ataque a Lupin, el año pasado? -preguntó Valerie velozmente, tomando la inciativa.

-Sí. Lo seguí al Bosque Prohibido, lo Aturdí y lo desmemoricé.

-¿Por qué él fue al Bosque Prohibido? Creí que lo habían atacado cuando iba a la cabaña de Hagrid.

Albus quería quedarse en silencio. Sabía que era imposible mentir, pero también sabía que necesitaba guardar el secreto. Pudo resistir a la Veritaserum durante casi cinco segundos.

-Para usar la Piedra de la Resurrección.

-¿La… la del Cuento de los Tres Hermanos? ¿Está en el Bosque Prohibido?

-Estaba. Ahora la tengo yo.

-¿Dónde?

-En un… -estuvo por decir «compartimiento secreto», pero consiguió ser más vago en los detalles- baúl.

 -Albus, ¿te das cuenta de lo útil que podría serte esa Reliquia? -dijo Valerie con entusiasmo, olvidando sus recientes confesiones al muchacho- Con ella podrías revivir a tantos magos poderosos…

-Creo que entendiste mal la leyenda. La Piedra no devuelve los muertos a la vida, solo te permite comunicarte con ellos trayendo sus fantasmas al mundo de los vivos.

-Pero… pero aún así podrías hablar con quien quisieras…

-La Piedra tiene sus peligros. Es posible que si la uso muy frecuentemente pueda generar una ruptura de las fronteras entre la dimensión de los vivos y la de los muertos. No quiero arriesgarme.

-Oh… -dijo Valerie, un poco desanimada, y Al aprovechó su oportunidad.

-¿Te gustó, cuando hicimos el amor?

-Sí -respondió la chica sin hesitar-, fue agradable. Extraño, pero agradable.

-¿Querías hacerlo?

Valerie asintió, sonrojándose.

-Yo… creo que fui muy brusco contigo en aquella ocasión.

-Sí, lo fuiste. Pero me… -aquí Al notó que ella trataba de luchar contra la poción- me gustó.

El propio Albus se sintió algo abochornado y miró al suelo. Se repente, dos manos sujetaron su rostro y lo levantaron. Al sintió los labios de Valerie (sus labios) posarse sobre los suyos (los de Valerie), y se quedó paralizado por la sorpresa. Era lo más bizarro del mundo, estar allí sentado sobre su bolsa de dormir, mientras su propio cuerpo lo besaba, tocaba y acariciaba de esa manera. Albus comenzó a deslizar sus propias manos (de Valerie), explorando su cuerpo, y éste le resultó familiar y desconocido a la vez. Sin importarle las implicancias de lo que estaban haciendo, Al se dejó llevar por los sentidos.

***

-… Weasley, juro por mi magia y por mi honor desempeñar leal y eficazmente el cargo de ministro de la Magia de Gran Bretaña e Irlanda, para el que he sido electo, observando y haciendo observar las leyes y estatutos de la comunidad mágica británica. Si así no lo hiciere, que mi magia y mi honor me abandonen para siempre.

Quien decía esto era un hombre pelirrojo (aunque algunas canas empezaban a salpicar sus cabellos) vestido con túnica de gala y ubicado en el centro de un escenario improvisado, en el Atrio del Ministerio de la Magia. Muchos altos funcionarios lo acompañaban, así como una pequeña multitud de magos y brujas que observaban debajo del atril, y el aire de la ceremonia era de solemnidad. Solamente una figura parecía desentonar con el ambiente, y esa figura era la de Albus Potter. Si bien Al llevaba una túnica incluso más elegante que la del flamante ministro y no había nada en su aspecto que pareciese informal, en sus labios había una sonrisa perversa; su juventud, además, contrastaba con la edad de los que estaban subidos al escenario, todos de cincuenta años para arriba. En cuanto el ministro acabó de jurar, comenzaron los aplausos, y Albus se unió a ellos con gran entusiasmo, pero sin abandonar aquella sonrisa…

Amo -dijo Godric al oído de Albus-, es hora de despertar.

Sin recordar nada de lo que había soñado segundos antes, Albus se desperezó y sonrió al ver que volvía a tener su cuerpo. El cálido cuerpo de Valerie estaba acurrucado a su lado, y lo único que le desagradaba era tener que interrumpir su sueño, tan encantador que era su aspecto. El chico optó por despertarla de la mejor manera posible: dándole pequeños besos en los labios, las mejillas y los párpados. Valerie finalmente abrió los ojos, y Al advirtió que su color era miel, no negro.

«Creo que este será un mejor día que el de ayer», pensó Albus mientras hacía uso de toda su fuerza de voluntad para salir de la bolsa de dormir y recoger sus ropas.

[NOTA: Sí, soy un obseso por el sexo y salgo todas las noches a cometer decenas de violaciones indiscriminadas. Por cierto, escribí una viñeta para BlogHogwarts titulada La tormenta. Si les gustó El otro Pensadero, creo que también les gustará esta.]

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