Toute douceur

Eric Clapton – Have you ever loved a woman

Albus aprovechó el primer fin de semana en que se les permitió visitar la aldea de Hogsmeade para Aparecerse en su departamento londinense. Como estudiante mayor de edad, podía ir y venir a su antojo sin recibir ninguna sanción disciplinaria de parte de las autoridades de Hogwarts, siempre y cuando se ciñera a los horarios permitidos a la hora de retornar al castillo. El motivo por el cual no se quedó mucho tiempo en Hogsmeade no fue solo su intenso deseo de reencontrarse -en todos los sentidos- con Valerie Rosier, sino el hecho de que Servilia Crouch había aprovechado para programar para ese mismo día su primer acto de campaña, sabiendo que la presencia de sus alumnos le daría mayor masividad al evento. No queriendo contribuir a los planes de la directora en lo más mínimo, Albus se marchó del pueblo enseguida.

Las clases habían sido apenas un poco más difíciles que las del año pasado. La novedad de tener que cursar solamente las materias cuyos EXTASIS eran necesarios para ser admitido en la academia de Inefables ya se había esfumado, pero a Albus le daba igual. Era lo mismo tener que cursar muchas materias cuyos profesores les exigían poco que cursar pocas materias cuyos profesores les exigían mucho. Albus era apenas uno más en el estudiantado de Hogwarts, y solamente se diferenciaba de la mayoría de sus compañeros por ser un año mayor.

A Albus y Valerie les gustaba hacer el amor en locaciones pequeñas y más o menos incómodas. Mientras menos lujoso era el lugar, más se excitaban. Y el departamento muggle adquirido por Albus poco después de volver de su viaje a África no era la excepción. Era de dos ambientes y tenía como único mueble una cama. Para la joven pareja, el único valor que tenía aquel modesto nido de amor era que únicamente ellos dos lo conocían. Era su refugio, y la cama era el centro, el lugar en el que pasaban más tiempo.

Con el tiempo, Valerie le resultaba cada vez más atractiva a Al. Era un placer para él contemplarla, absorber con sus ojos cada detalle, como si temiera que cada vez que se encontraban fuera la última. A los dieciocho, Valerie era una mujer hecha y derecha. Casi todos los varones hubiesen elogiado sus nalgas y sus senos, que sin duda eran bellísimos, pero a Albus lo que más lo fascinaba era su vello púbico, sorprendentemente espeso para una chica que en el resto de su cuerpo era tan exquisitamente lampiña que apenas necesitaba depilarse. Albus lo llamaba «la flor peluda», parafraseando a Guillermo IX de Aquitania. Valerie antes se había sentido algo avergonzada de esa característica suya -Antoine apenas le había dedicado una mirada a aquella parte de su cuerpo cuando la vio desnuda por primera vez, limitándose a penetrarla-, pero a Albus le encantaba.

Esa tarde terminó siendo decisiva para ambos, pero comenzó de la manera usual. Fue solo después de hacer el amor y dormir juntos durante poco más de una hora que Valerie comenzó a ejecutar el plan que había venido preparando desde el verano.

♣♣♣

-Lo que me pides es… casi un suicido -dijo Albus, prefiriendo relativizar lo que iba a decir insertándole un «casi».

-¿Qué es lo peor que puede ocurrirnos?

-Azkaban.

-Si nos atrapan antes.

-¿Y crees que no lo harán? Ella es la ministra, Valerie.

-Todavía no.

-Pero lo será cuando lo hagamos.

-Esa es la clave. Siendo ministra de la Magia electa, nuestra hazaña tendrá más peso.

-A los ojos de la Justicia.

-¡A los ojos de la opinión pública! ¿No lo entiendes, Albus? ¡Estaremos desenmascarando a una asesina!

-¿Y crees que la evidencia estará ahí esperándonos? ¿No te parece que Crouch pensará lo mismo que yo…?

-Ella es muchísimo más arrogante que tú, Albus. Y las personas más arrogantes son también las más descuidadas.

«Ella también es bastante arrogante», dijo una voz traviesa en la mente de Albus… aunque al chico le pareció detectar una pizca de pánico en ella.

El sol estaba a punto de ponerse -el invierno se aproximaba y los días se volvían cada vez más cortos-, y la luz rojiza entraba al dormitorio por una cortina entreabierta, iluminando el rostro, el hombro y uno de los pechos de Valerie. Albus vio que la joven estaba ansiosa por convencerlo, pero él dudaba.

-Yo no soy ningún cobarde, Valerie, pero tampoco soy temerario. No podemos ejecer violencia contra alguien tan poderoso como Servilia Crouch. Aún suponiendo que demostremos…

-Lo haremos -acotó Valerie, convencida.

-… seremos culpables ante la ley de un delito que se paga con prisión. Iremos a Azkaban en menos de lo que canta un gallo. A mi tío Ronnie no le importará lo que haya hecho Crouch, nos juzgará y nos mandará a la cárcel. Quizá incluso nos haga compartir una celda con Crouch.

-Insisto en lo que dije antes: olvidas el papel de la opinión pública. Si actuamos hábilmente, a nadie le importará cómo conseguiremos la evidencia sino lo que dicen las evidencias. Nuestro crímen parecerá insignificante en comparación con el de Crouch. Y tú y yo alcanzaremos una fama que nos acompañará por el resto de nuestras vidas. Como la de tu padre.

Había dado en el clavo. Por una fracción de segundo, el rostro de su novio se iluminó por el entusiasmo. Pero el chico pronto recobró la calma y empezó a plantear objeciones más particulares.

-¿Y cómo lo hare… lo haríamos?

-¿Sigues cursando Herbología con Neville Longbottom? -preguntó Valerie, alentada al notar que Albus había estado a punto de decir «haremos»- ¿Vas a su oficina?

-No. Pero él es mi padrino, puedo visitarlo con cualquier excusa. ¿Por qué?

-Escuché que cuando era joven, tenía las contraseñas de la Torre de Gryffindor anotadas en un papel, y que Sirius Black se las robó y las usó para entrar allí.

-Es cierto, mi padre me lo contó una vez. Pero ahora es un hombre adulto, e imagino que la experiencia le habrá enseñado a confiar más en su memoria… por más poco confiable que ella sea.

-El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. ¿Recuerdas esa costumbre que tiene Crouch de tomarse una copa con los jefes de las Casas después de todos los banquetes inaugurales?

-Sí.

-Bueno, el año pasado, después del banquete, estaba volviendo junto a mis amigas a las mazmorras y nos cruzamos con él. Vi que sostenía un papelito en la mano, pero solo lo relacioné más tarde con el incidente con Black durante su tercer año.

-¿Y solo por eso crees que continua escribiendo las contraseñas en una hoja de papel?

-¿Se te ocurre otro motivo por el cual Longbottom iría hacia la oficina de Crouch con una nota en la mano?

-Con lo desmemoriado que es, debe haber miles de cosas que necesita anotar para no olvidarse.

-Tengo una corazonada, Albus. Además, solo te pido que vayas a su despacho a curiosear. Espera a que se distraiga…

-Bueno, yo tengo una idea mejor: entraré por la ventana en mi forma de áspid cuando él no esté. Conociendo a mi padrino, lo más probable es que solamente haya puesto hechizos protectores en la puerta y haya confiado en que tener ventanas pequeñas lo protegerá de que la gente entre por ahí.

-¿O sea que estás dispuesto a ayudarme? -preguntó Valerie, rápida de reflejos.

-Estoy dispuesto a conseguir la hoja con las contraseñas, si es que ese papel existe. Podría serme útil para muchas cosas, aparte de para lo que tú planeas. Pero no estoy dispuesto a… -dijo Albus, pero Valerie lo silenció poniéndole un dedo sobre los labios.

-No digas nada todavía. Quiero que lo pienses primero. Todavía tenemos mucho tiempo, estamos a fines de septiembre, las elecciones serán en noviembre y Crouch asumirá en enero. Mientras tanto, tú tienes que seguir con Crouch la misma política que Eustace Chapuys en la corte de Enrique VIII -dijo Valerie, quién por influencia de Albus se había vuelto bastante versada en historia muggle-: toute douceur.

Albus, que adoraba a Valerie cuando hacía esa clase de referencias, no pudo resistir la tentación de abrir la boca y empezar a chupar y lamer lascivamente su índice. Naturalmente, era el preludio de algo más divertido.

♣♣♣

[NOTA: Quiero dedicarle este capítulo, en el que continúo manifestando mi enfermiza obsesión con el sexo, a Alma Black, que cumplió años ayer. Y sí, lo del vello púbico de Valerie lo plagié desvergonzadamente de Los pilares de la tierra. Perdón, Ken Follett, pero me gustó mucho ese detalle.]

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