El silencio de Draco

—Odio admitirlo, pero la fiesta fue un éxito —dijo Blaise Zabini, mientras él y Draco salían a los jardines de la Mansión Malfoy.

—Ah, el viejo deseo de competir conmigo… Lo extrañaba —dijo Draco, con una sonrisita arrogante.

—Es inevitable: somos Slytherin. El hecho de que tengamos… cierto amigo en común no cambia mucho las cosas.

Era un día muy bonito. Si bien todo estaba cubierto de nieve, los rayos del sol eran cálidos, y no había mucho viento, por lo que era tolerable dar paseos al aire libre; por no mencionar que era seguro. Los retratos en los pasillos de la Mansión Malfoy no eran todos confiables: si bien la mayoría eran Malfoys por nacimiento, y por ende jamás traicionarían los secretos de Draco y sus amigos, también había retratos de magos y brujas que se habían incorporado a la familia por matrimonio y cuyas lealtades no eran igual de inquebrantables, y que además tenían retratos en otros lugares con los que podían comunicarse —como había sido el caso de Phineas Nigellus Black, con sus retratos en el número doce de Grimmauld Place y en la oficina del director de Hogwarts—. También existía cierto riesgo por la presencia de Scorpius (aunque últimamente su trabajo como director de Azkaban hacía que pasase muy poco tiempo en su residencia ancestral). En cambio, en el exterior de la Mansión no había oídos indiscretos.

—Ahora bien, lo que realmente me sorprendió fue que trajeras a esos híbridos chinos para que se contonearan delante de los invitados.

—Laosianos, querrás decir.

—Todos se parecen.

—Tú no parecías menos excitado que el resto de los hombres de la habitación, Blaise. Pensé que el crecer junto con una diosa como Semiramis te habría enseñado cierta continencia.

—Tú sabes que mi madre no tiene una sola gota de sangre veela.

—Pero se las arregla para producir el mismo efecto. Me pregunto si no habrá recurrido a algo de magia oscura…

—Hablando de madres, no pude evitar notar que la tuya se fue a la cama temprano, antes de que los “hermanos” hicieran su aparición.

—Bueno, ya es una señora mayor, no puede trasnochar tanto como antes.

—¡Tonterías! Tu madre se fue porque sabía qué clase de espectáculo planeabas ofrecer y no quería estar presente. Yo recuerdo la clase de fiestas que daban tu padre y tu madre, y había diversiones completamente diferentes a ésta. Lucius jamás habría…

—Yo no soy Lucius —lo interrumpió bruscamente Draco—. Mi padre fue un fracasado que bebió hasta la muerte, deprimido por haber tenido que convertirse en delator para salvarse de Azkaban. No deseo emularlo en nada.

—Aún así, debes reconocer que él tenía un gusto exquisito. En cambio, ese “baile del caballo de fuego” o como quiera que se llame era más vulgar que los productos de Sortilegios Weasley.

—Mis invitados eran de una extracción social diferente a lo habitual. Había que darles diversiones más populares.

—Draco, Draco, no intentes engañarme. Nos conocemos desde la adolescencia. Tú no invitaste a toda esa gente porque quisieras volverte más democrático ni tampoco usaste a esos “hermanos” por ese motivo. Tu objetivo, de alguna manera retorcida, era nuestro amigo el Hacedor de Reyes.

—Quizá —dijo Draco.

—Te diré qué es lo que creo. Desde que nos invitaste a Antoine y a mí a tu fiesta y supe que Potter estaría también allí, supuse que planeabas algo relacionado con él. Claro que no podrías hacerle ningún daño, pues tus deberes de anfitrión te dejan atado de manos en ese sentido. Pero hay otras formas de perjudicarlo sin necesidad de matarlo o herirlo.

“Dado el efecto que produce la danza de los hermanos, es más que probable que Potter se haya sentido… más lleno de lujuria que lo habitual. La reacción natural, en tal caso, habría sido hacer el amor con su novia; yo mismo pude ver a decenas de parejas que se escabullían por los pasillos de la mansión buscando un lugar discreto donde “desahogarse”. Al someterlo a la danza, en verdad lo que querías era verificar si el amor de Potter por Valerie Rosier seguía siendo igual de fuerte que antes. Estoy seguro de que le pediste a uno de tus elfos domésticos que siguiera a Potter a todas partes durante su estadía en la Mansión, para así contar con información de primera mano sobre lo que hiciera nuestro joven líder.

“Pero Potter no hizo el amor con su novia. Bailó con ella, luego se separaron, y mientras ella bailaba contigo, él se fue con Jezebel Smith, la jefa de la División de Aurores. Un rato después Smith regresó sola. Potter tardó más tiempo en volver. Por suerte para ellos, había tanta gente entrando y saliendo del salón, y la mayoría de los presentes había bebido tanto a esa altura de la noche, que casi nadie lo notó; de no ser así, todos estarían hablando sobre el posible “nuevo amor” del Hacedor de Reyes.

“Ahora bien, te voy a hacer una pregunta directa, y quiero que me respondas con un sí o un no. ¿Albus Potter tuvo relaciones con Jezebel Smith a espaldas de su novia?

—No.

—¿Lo intentó?

—Sí.

—Así que ya no le es tan fiel a su pareja.

—Al menos quiere dejar de serlo. No me consta que se haya acostado con otras mujeres aún. Ni tampoco con hombres, aunque eso último me parece poco probable.

—¿Cómo podemos usar eso en nuestra ventaja? —preguntó Blaise.

—Todavía no hay forma de usarlo. Debemos esperar. Ahora basta de hablar de nuestro bienamado Hacedor de Reyes. Quiero mostrarte algo mucho más interesante. Mira allá —dijo, señalando al cielo.

Blaise alzó la vista. Al principio no alcanzó a distinguir nada, luego pudo ver un punto marrón que se iba acercando hacia ellos. Poco a poco se fue agrandando y pudo ver su forma. Cuando comprendió lo que estaba mirando, su reacción fue ambivalente: por un lado estaba fascinado y por el otro sentía mayor envidia hacia Draco que la que había sentido en todos los años que lo conocía. El muy bastardo tenía un caballo alado. Y  su pelaje blanquecino indicaba que no un caballo alado de la especie más popular en las islas británicas, el aethonan, sino un granian, de la especie más veloz. Los caballos alados eran inofensivos, pero el hecho de que hubiera podido domarlo indicaba que Draco era un mago muy capacitado.

Draco ni siquiera miró a Blaise, en parte porque lo conocía lo suficientemente bien como para saber cuál debía ser su expresión, y en parte porque creía seriamente que si en ese momento intercambiaban miradas, él terminaría lanzándole algún maleficio y se trenzarían en un duelo. Así que se acercó hasta el lugar en donde el caballo alado iba a aterrizar, y cuando lo hizo le acarició el lomo suavemente.

—Es bello, ¿no? —preguntó jovialmente.

—Mucho —dijo Blaise, y Draco gozó al percibir claramente el odio en su voz.

Estaban en una parte de los extensos terrenos de la Mansión en donde no había más que césped y algunos árboles. Blaise vio que había además un establo pintado de rojo, recién construido.

—Ahí es donde duerme por las noches —explicó Draco—. A la mañana los elfos le abren para que salga a cabalgar y volar, pero yo lo alimento personalmente.

—¿Cómo se llama?

—Abraxas. En honor a mi abuelo. Normalmente bautizar a una mascota con el nombre de una persona no es muy elogioso para la persona, pero considerando el animal…

—¿Cómo lograste domarlo?

—Secretos del oficio, querido muchacho —se burló Draco.

“Quiero despellejarlo”, pensó Blaise. “Lentamente”.

Por un largo rato permanecieron en silencio, Draco acariciando su caballo alado y Blaise intentando calmarse. Cuando se sintió lo suficientemente tranquilo para abordar la cuestión por la que realmente había venido a la Mansión, dijo:

—Voy a hablarte de algunas cosas, Draco. Solo quiero que me escuches, y que me respondas con tus actos.

“Estamos en una situación desfavorable. Tú y yo sabemos bien lo que debe suceder: la muerte de Albus Potter. Sé que tu plan es eventualmente convencer a su padre de que lo mate. Claro, no puedes ir ahora a donde quiera que esté escondiéndose y pedírselo, pues te rechazaría de plano y terminaría su alianza contigo. Pero quieres ir persuadiendo a Harry Potter de que su hijo es irrecuperable. El problema, Draco, es que actualmente el Hacedor de Reyes da muy pocas muestras de la crueldad y el salvajismo que tú y yo sabemos que posee. El chico ha sabido dosificar su violencia bastante bien. Mató a muchos magos y brujas al comienzo de su gobierno, pero ahora lo único que hace es impulsar leyes y dar clases en Hogwarts. No hay asesinatos ni desapariciones masivas, no hay encarcelamientos. Potter, Granger y sus dos hijos siguen escondidos, es cierto, pero el Hacedor de Reyes fue muy astuto al no considerarlos y tratarlos como fugitivos, poniendo carteles con sus fotos y recordándole a la gente que su adorado Chico Que Vivió está en la clandestinidad.

“Lo ideal para tus planes sería que el chico hiciera de nuevo una de las suyas. Alguna atrocidad que le abriera los ojos a su padre y lo convirtiera en su enemigo mortal. Pero no podemos esperar tanto. Cada día que pasa el Hacedor de Reyes se vuelve más y más poderoso. Así que mi plan es matarlo yo mismo.

“Sé lo que me vas a decir: que estoy subestimando al tipo, que yo no soy un mago tan poderoso como para poder vencerlo en un duelo, que tiene siempre a mucha gente dispuesta a protegerlo a su alrededor. Todo eso es verdad. Pero mi plan no es como el del propio Potter cuando atacó a Servilia Crouch en la ópera hace meses. Lo que quiero es ponerle una bomba. Algo a lo que ni el mago más poderoso podría sobrevivir.

“Para eso necesito tu colaboración. Estoy al tanto de que fueron Granger y tú quienes inventaron la bomba que hizo implosionar esa horrenda fuente en el Atrio del Ministerio de la Magia. Quiero saber cómo la construyeron. Eso es todo.

El rostro de Draco era impenetrable. Blaise continuó:

—Así que te diré lo que planeo. Dentro de dos días, aproximadamente a las cuatro de la tarde, iré a dar un paseo a South Park, en la Oxford muggle. Allí hay una glorieta muy hermosa, pintada de rojo y blanco, con cuatro banquitos para que la gente pueda sentarse a su sombra en el verano. Existe la posibilidad de que en uno de esos bancos alguien haya olvidado un libro, y que entre las páginas de ese libro haya una hoja con las instrucciones para construir la bomba. Si dentro de dos días encuentro ese libro con esa hoja de papel con esas instrucciones escritas, podré seguir adelante con el plan. Si no, tendré que encontrar otra manera más… desprolija de ocuparme de nuestro Hacedor de Reyes.

Hubo otro largo silencio entre ambos hombres. Los ojos grises de Draco se clavaron en los negros de Blaise, que le devolvió la mirada con firmeza. Parecían estar calibrándose el uno al otro.

Finalmente, Draco sonrió y dijo:

—¿Quieres entrar a tomar un té?

***

Debido a que Green Den estaba en pleno campo, Albus no podía simplemente Aparecerse y luego acercarse caminando al portón del complejo cada vez que iba a visitar a su “madre”. Era necesario, para mantener las apariencias, Aparecerse en el pueblo más cercano e ir desde allí en automóvil. Como Al no sabía manejar y no tenía el menor interés en aprender, necesitaba un chofer. De modo que había contratado a un taxista muggle del pueblo para que lo llevara al Green Den cada vez que deseaba ver a Servilia.

El chofer era un hombre de la misma edad que su padre, regordete, de cabello negro y rizado —aunque ya comenzaba a encanecer— llamado Ken. Si bien sus viajes juntos eran esporádicos, Ken y su pasajero se llevaban bastante bien (cosa que por otra parte era casi inevitable, tomando en cuenta lo bien que le pagaba Albus). Compartían los mismos gustos musicales, para empezar, y además Ken había tenido muchas experiencias con mujeres en su juventud y le encantaba compartir anécdotas entretenidas con sus pasajeros.

—Las azafatas —estaba contando una tarde, mientras volvían de Green Den al pueblo— son las mejores en la cama. Nunca dejes que te convenzan de lo contrario. Ni la prostituta más veterana supera a una azafata. Ahora bien, no te confundas. No te estoy diciendo que las azafatas sean putas, que se acuesten con cualquiera. En ese sentido son tan difíciles de seducir como cualquier mujer. Pero lo que debes tomar en cuenta es que su trabajo las hace viajar por todo el mundo, y que eso no solo les permite conocer diferentes lugares, sino que también los pone en contactos con hombres de todas las edades y nacionalidades. Así que créeme, no hay nada que puedas enseñarle a una azafata… a menos que sea su primer día de trabajo —añadió con una risita, a la que Albus se unió.

“El machismo de este sujeto es encantador”, pensó. El viaje no sería largo, pero era bastante ameno. En esos momentos estaban atravesando un bosquecillo, pero las sombras de los árboles no bastaban para impedir que los rayos del sol entraran por las ventanillas del vehículo.

—¿Y cómo conociste a tu azafata?

—En un viaje a Tokio que hice con unos amigos. Creo que yo tenía veintiuno o veintidós

—¿A qué fuiste, a comprobar si el mito de la vagina horizontal de las asiáticas era cierto?

—¡Sí, era un viaje de estudio antropológico! —respondió Ken, y cuando paró de reírse por la ocurrencia de Albus, continuó:— No, la verdad es que solo íbamos a hacer turismo. Estuvimos ahorrando meses enteros para poder ir, porque no solo el viaje es caro, sino que allá los precios eran astronómicos.

—¿Esto fue antes o después del terremoto y de lo de Fukushima? —preguntó Al, más serio.

—Antes, mucho antes. Ya te dije, tengo cincuenta años, cumplí los veinte en el ’99. Mi viaje debe haber sido en 2000 o 2001.

—OK. Sigue con lo de la azafata.

—Era una estadounidense… afroamericana, creo que le dicen ellos. Alta, escultural. No tenía tetas muy grandes, pero sí unas piernas larguísimas. Y esos labios gruesos… Son tan… tan…

—Exuberantes —acotó Albus.

—¡Muy bien! Deberías ser escritor, chico. Labios exuberantes Eso es. Nadie besa mejor que las personas con labios exuberantes..

Estaban escuchando la radio en el auto, y de pronto comenzó una canción de Metallica.

—Súbele el volumen —dijo Al, y Ken obedeció.

—¿Te gusta Metallica?

—No todas sus canciones, pero ésta es mi favorita. ¿Sabes cómo se llama?

—The memory remains.

—Genial. Intentaré no olvidármela.

—Bueno, yo ya he olvidado por qué parte de la historia iba, me distraje recordando los labios de la azafata.

—Estabas por contarme cómo la conociste.

—Bueno, en el vuelo de ida…

De pronto, el auto frenó en seco. Tanto Al como Ken se vieron impulsados hacia delante, pero los cinturones de seguridad evitaron que se golpearan.

—¿Qué demonios? —dijo Ken.

Todas las luces del tablero se habían apagado. El motor estaba en silencio, el único sonido era el de la canción. Ken movió la palanca de cambios y apretó el acelerador, pero no pasó nada.

—No entiendo. Funcionaba perfectamente. Lo revisé esta misma mañana…

—Sal del auto —dijo Albus, de repente.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Vete del auto ahora mismo, Ken. No discutas —ordenó Al.

—¡No puedo dejar mi auto aquí en medio del bosque!

—¡VETE! ¡Hay cosas mucho más importantes que tu auto en riesgo!

—Señor Potter, no sé qué piensa… ¿Qué hacen esos dos ahí? —dijo de repente.

Había dos personas, un chico y una chica, parados en medio de la ruta, a unos metros del auto.

—Ken, márchate ahora mismo —dijo Albus, y hubo algo en su mirada que hizo que Ken decidiera de pronto que lo mejor era obedecerlo. Por primera vez en toda su vida, tuvo verdadero miedo. Así que salió del auto sin siquiera llevarse las llaves y caminó, pero no en dirección al pueblo —no quería acercarse a los dos jóvenes desconocidos, que le parecían tan peligrosos como Albus— sino de regreso al manicomio.

Los dos jóvenes permanecieron inmóviles y en silencio hasta que Ken se alejó lo suficiente como para perderlos de vista. Luego comenzaron a acercarse al automóvil. Albus salió del coche y también se les aproximó.

—Me alegra verlos —dijo cuando estuvieron frente a frente.

—Ojalá pudiéramos decir lo mismo —respondió Rose Weasley.

—¿Así que debo descartar la posibilidad de que estén aquí para unírseme?

—¡Jamás nos uniríamos a ti! —dijo James Potter con repugnancia.

—De modo que han venido a… ¿negociar?

—No creo que estés realmente dispuesto a negociar, Al —dijo Rose.

—Depende cuáles sean los términos de la negociación. ¿Qué es lo que me ofrecen, y qué es lo que yo debo entregarles?

—Si estuviéramos negociando —dijo Rose—, te ofreceríamos tanto a ti como a tus amigos conservar la libertad, y también ese rango de “agentes especiales del Ministerio” que les concediste, pese a lo irregular que es. También Agamenón y tú podrán conservar su cargos docentes en Hogwarts, Jezebel Smith su puesto en la División de Aurores, Isaac la presidencia del Parlamento y Scor el cargo de director de Azkaban. Todas tus leyes se mantendrían, al menos hasta que hayan nuevas autoridades.

—Ah, aquí entramos en la parte interesante. Mis concesiones.

—El tío Percy y tú deben convocar inmediatamente a elecciones. Se elegirá un nuevo Parlamento mágico y a un nuevo ministro de la Magia. O si lo prefieres, un nuevo ministro y un nuevo viceministro. Si ganas esas elecciones, podrás conservar tu cargo, pero todas las leyes que quieras proponer en el futuro deberán ser aprobadas por el Parlamento. No habrá más facultades extraordinarias ni nada por el estilo. Volveremos a la división de poderes.

—O sea, papá quiere volver a los tiempos de Kingsley Shacklebolt. La era dorada —dijo irónicamente.

—Había paz cuando Kingsley era ministro —dijo James.

—Sí, la paz típica de un gobierno en manos de una camarilla de burócratas que están de acuerdo en todo y que no desean innovar nada. Se llama pensamiento grupal.

—Entonces no estás dispuesto a negociar.

—Estoy dispuesto a hacerles una contraoferta, a ustedes dos. Vuelvan conmigo. Regresen a sus casas. Terminen con su vida de fugitivos. Las cosas aún no han pasado a mayores. Lo único que hizo el necio de mi padre es destruir una fuente. No sé bien cómo, pero lo hizo. Ustedes aún no han cometido ningún delito. No hay motivo por el cual no puedan vivir en paz bajo mi gobierno.

—Tu gobierno es una tiranía —dijo Rose—. Nadie puede vivir en paz sabiendo que su vida, las vidas de sus familias y amigos y sus bienes están en manos del tirano.

—Permíteme que te cuente algo. Cuando unifiqué las cuatro Casas en Hogwarts, un montón de gente se indignó. Al poco tiempo, yo fui al Callejón Diagon, solo. Los transeúntes que me reconocían me miraban con temor, no lo niego, pero algunos estaban más enojados por lo de las Casas que temerosos de mi poder, y me miraban sin ocultar su hostilidad. Incluso hubo dos jóvenes que me gritaron “traidor” y dijeron que cuando las cosas “volvieran a la normalidad” las Casas serían restablecidas. ¿Qué creen que hice? Nada. Seguí con mis compras, fui a Flourish & Blotts, conseguí un libro que me había encargado Valerie y luego regresé a mi casa. Esos dos chicos regresaron sanos y salvos a sus hogares. ¿Eso es lo que hace un tirano?

—Regresaron sanos y salvos porque elegiste no hacerles daño. No había nada que te lo impidiera. Hubieras podido asesinarlos en pleno callejón y dejar sus cadáveres en la calle sin ser castigado.

—Así que ahora me juzgan no por lo que hice sino por lo que podría haber hecho.

—Aún si fueras el tirano más misericordioso y benévolo, seguirías siendo un tirano, Al. Seguirías teniendo poder de vida y muerte sobre todos.

—Realmente eres hija de tu madre. Tienes una mente prodigiosa, Rosie. Qué pena que la desperdicies en elaborar sofismas. Pero si trabajaras conmigo, estoy seguro que podrías aportarme ideas valiosísimas para mi gobierno.

—Es precisamente por eso que no quiero trabajar contigo, primo. No tengo intenciones de poner mi mente a tu servicio.

—Y creo que puedo olvidarme de que tú estés interesado en aceptar mi contraoferta —dijo Al, dirigiéndose a su hermano mayor.

—Por supuesto —respondió James con fiereza.

—Pues bien, ustedes no han venido a negociar ni a enrolarse. ¿Debo suponer que han venido a…?

—Pelear —dijo James.

—Batirse en duelo conmigo, derrotarme, tomarme prisionero y poner fin a mi Imperio del Mal. Supongo que les habrán hablado sobre mi pequeña “ventaja especial”.

—Sabemos todo sobre la Varita de Saúco —dijo Rose.

—No —dijo Albus, cuya mirada de pronto se endureció—. No… saben… una mierda. ¡Terra Concussum!

Albus había sacado la varita tan rápidamente que su prima y hermano apenas tuvieron tiempo de echar mano a las suyas antes que el suelo empezara a temblar. Durante algunos segundos, pareció que Al tenía las de ganar. El pequeño terremoto que había desencadenado con su hechizo les imposibilitaba a Rose y James mantenerse de pie. Pero Rose logró apuntar hacia los árboles y gritar:

—¡ACCIO ESCOBAS!

Dos escobas voladoras salieron del bosquecillo a toda velocidad, en dirección a los dos jóvenes, que con grandes esfuerzos dieron un salto y consiguieron montarlas y elevarse por los aires, recuperando cierta estabilidad. James le lanzó a Albus un Desmaius, que su hermano bloqueó fácilmente.

Durante lo que pareció una eternidad, James y Rose atacaron desde el aire a Albus. Sus hechizos no eran letales; solamente buscaban Aturdirlo, paralizarlo o Desarmarlo, y los hechizos con los que Al les respondía eran iguales. Sin embargo, hay que señalar algo muy curioso: el Hacedor de Reyes no estaba peleando con todas sus fuerzas. Esto no significa de ningún modo que no deseara ganar la batalla; más bien lo que hacía era mantenerlos a raya sin realmente esforzarse por poner fin al combate pasando a la ofensiva. Mientras rechazaba sus ataques, la mente de Al estaba enfrascada en la cuestión de qué haría con su hermano y su prima cuando los hubiera tomado prisioneros. No irían a Azkaban, ni siquiera al sector para reos condenados por delitos comunes, eso estaba fuera de discusión, pero tampoco les permitiría estar en libertad vigilada, como los Weasley. “Los mandaré a la casa de los padres de Rose en Ottery St. Catchpole”, pensó, mientras frenaba un Petrificus Totalus de James con un Protego. “Estarán bajo prisión domiciliaria. Le pediré a Lily que se ocupe de visitarlos todos los días y de ir convenciéndolos… a Lily y a LR, él y Rose…”

De pronto sintió un dolor intensísimo en el brazo izquierdo, con el que sostenía la Varita de Saúco. Estuvo a punto de soltarla, debido al dolor y a la sorpresa, pero logró mantenerla firmemente en su mano. Comprendió que Rose lo había cortado con un Diffindo, y montó en cólera. ¿Cómo se atrevía? ¿Cómo se atrevía a hacerle eso?

Albus utilizó un maleficio que el fantasma de Snape le había enseñado pero en vez de dirigirlo al cuerpo de Rose, apuntó a su escoba voladora. Cuando la alcanzó, la escoba comenzó a sacudirse un poco, y luego dejó de obedecer a Rose, lanzándose como una flecha hacia la escoba de James. Rose se esforzaba por recuperar el control de su escoba, mientras que James, utilizando sus mejores reflejos de Buscador, la esquivaba lo mejor que podía. El hermano de Albus aprovechó la cercanía de los árboles para eludir a la escoba de su prima, pero debía actuar con cuidado, ya que tampoco quería que la escoba chocase contra algo y Rose saliera lastimada. Albus, mientras tanto, estaba entretenidísimo. Ya había abandonado la ruta y se había internado en el bosquecillo para seguir la trayectoria de la escoba, aunque podía aún escuchar la música de la radio del auto de Ken.

—¡Rose, salta! —gritó James de repente— ¡Salta de la escoba!

La chica aprovechó que su escoba se había acercado a un árbol de ramas bien gruesas, y se soltó, sujetándose de una de ellas lo mejor que pudo. James entonces apuntó con su varita a la escoba de Rose y la hizo estallar, reduciéndola a un montón de astillas y paja. Luego se acercó a la rama de donde colgaba Rose, con la intención de subirla a su escoba, pero Albus no se había quedado de brazos cruzados y utilizó un encantamiento que había visto ejecutar a su padre durante su batalla en el Palacio de Cristal. La rama del árbol cobró vida y empezó a agitarse, como si fuera un brazo y quisiera desprenderse de Rose. Las demás ramas se lanzaron hacia su cuerpo, y una de las más gruesas la golpeó en la espalda con tanta fuerza que la muchacha perdió el conocimiento y cayó al suelo. James, que había sido también golpeado por una rama y luchaba por no caerse de su escoba, no pudo ayudarla, pero Albus empleó un hechizo para que su cuerpo, en vez de estamparse contra el piso, se depositara delicadamente sobre él, sin sufrir heridas o fracturas. Rose ya estaba fuera de combate, Al no permitiría que James la reanimara.

—Ahora quedamos solos tú y yo, hermanito —dijo el Hacedor de Reyes. James, entretanto, había bajado al suelo con su escoba, comprendiendo que Albus podía hacerle lo mismo que a la de Rose—. Muy sensato de tu parte volver a tierra firme. El maleficio que usé contra Rose tiene una historia interesante en nuestra familia. La segunda vez que intentaron matar a nuestro padre fue con esta maldición. Quirinus Quirrell, el agente de Ryddle en Hogwarts (uno de muchos; Hogwarts parece haber sido casi un albergue de Mortífagos pese a tener al “infalible” Dumbledore como director) trató de hacer que nuestro padre se cayera de la escoba durante uno de sus partidos de Quidditch, en su primer año. Por suerte Snape y la tía Hermione lo detuvieron.

—¿Así que ahora usas maleficios de Mortífagos? —preguntó James con desprecio.

—Vamos, James, este maleficio no es nada en comparación con otros que conozco. Y dado que ya me cansé de jugar y quiero volver a casa con mis dos presas bajo el brazo (esto es, Rose y tú), te haré una demostración de mi poder. ¡Droch Teine!

De la punta de su varita brotaron de inmediato un áspid, una leona y un toro de fuego. Como el Fuego Demoníaco estaba completamente bajo el control de Albus, gracias a la Varita de Saúco, no quemaba nada excepto lo que Al le ordenaba, de modo que los tres animales ígneos podían desplazarse sin siquiera derretir la nieve del suelo; además, el Fuego tampoco se multiplicaba. Rápidamente rodearon a James, que quedó acorralado por las tres criaturas.

—Dame tu varita, James. Has perdido. No eres un mago incompetente, pero no puedes extinguir un Fuego Demoníaco —dijo Albus con suavidad—. Es hora de volver a casa.

James apretó los dientes, impotente. Comenzó a extender el brazo…

Sorpresivamente, Al sintió una leve vibración, como si la magia que los rodeaba estuviera experimentando un cambio. Y antes de entender lo que estaba sucediendo, escuchó el “crac” de una Aparición, y luego una voz femenina:

—¡EXPELLIARMUS!

—¡Protego! —dijo automáticamente, y pudo así evitar que le arrebataran la Varita. Pero esa leve distracción hizo que los animales de Fuego Demoníaco se libraran de su control. El áspid se dividió en dos, y los cuatro comenzaron a acercarse peligrosamente a James. Albus logró frenarlos antes de que se precipitaran sobre su hermano y lo quemaran vivo, y los hizo desaparecer, dándose cuenta de que ni siquiera con la Varita de Saúco podía contenerlos mientras se defendía del nuevo atacante.

Cuando Albus se volvió hacia dicho atacante, se encontró frente a su tía Hermione.

—¡Qué bien! —dijo, con una sonrisa—. Ahora tengo tres presas para llevarme a casa…

—No vine aquí a pelear —dijo Hermione, y sin mediar palabra volvió a Desaparecerse, Apareció junto a James, lo tomó del brazo, luego se Apareció (aún sujetando a su sobrino) al lado de la inconsciente Rose, la tomó del tobillo con la mano libre, y se Desapareció, llevándoselos lejos de allí.

***

—¿En qué demonios estaban pensando? —exclamó Hermione, mirando a su hija y a su sobrino con exasperación— ¿Cómo se les ocurrió ir solos a enfrentarse con él? ¿Realmente creyeron que podían ganarle ustedes dos?

—¡Había que intentarlo! —protestó James.

—¡James, tu hermano tiene la Varita de Saúco! ¡Solo un mago muy poderoso y experimentado tiene chances reales de vencerlo! ¡Por Merlín, tienen suerte de que Harry no sabe nada de esto!

—¡Pero nosotros dos podríamos haber triunfado! —dijo Rose— Si nos hubiéramos sincronizado mejor, nuestros ataques combinados…

—Rose, hija, James y tú serán grandes magos… ¡pero aún no lo son! —dijo Hermione— ¡Deben entrenarse mucho! ¡Y sobre todo no arriesgarse inútilmente a ser capturados! ¡Si yo no hubiera intervenido para desactivar el encantamiento anti-Aparición que pusieron en el lugar y sacarlos de allí, ahora ustedes dos estarían en Azkaban!

“Pero lo peor de todo —añadió— es que pusieron en peligro a Lily. Ella fue quien nos pasó el dato de que Albus había hecho que Servilia Crouch recibiera el Beso del Dementor y luego la había internado en un sanatorio muggle. ¡Ahora él sospechará que ella es la responsable de este ataque!

—Mamá, tú nos dijiste que Albus sabía que Lily nos transmitiría esa información. Nos dijiste que Lily nos está pasando algunos datos verdaderos con su visto bueno, como una forma de engañarnos para que eventualmente creamos sus datos falsos…

—¡Y ahora todo se ha complicado! No sabemos qué hará Albus ahora. Él autorizó a Lily a decirnos que Crouch estaba en un sanatorio muggle, pero no a decirnos en dónde exactamente la había dejado. Eso significa que querrá averiguar cómo esa información adicional, que lo puso en peligro, llegó a sus oídos.

—Rose y yo lo averiguamos por nuestra cuenta —dijo James.

—¡Perfecto! —dijo Hermione, sarcástica—. Seguro que eso bastará para convencer al Hacedor de Reyes. Porque todos sabemos que él es un estúpido y que no desconfía de nadie.

—Granger, tu sobrina es muy inteligente. Estoy seguro de que sabrá manejar a su hermano —intervino Draco Malfoy, que había estado sentado en un sillón escuchando la discusión atentamente—. Si “Severus” no fuera un nombre de varón, a veces creería que es a ella a quien Potter debió haber elegido para homenajear a Snape, a la hora de bautizar a sus hijos.

“¿Debería decírselo?”, pensó Draco, mirando al rostro enfadado de Hermione. “¿Debería contarle que, gracias a Blaise, es muy probable que pronto no tengamos que preocuparnos por ninguna de estas tonterías, pues el Hacedor de Reyes estará muerto? No. Mejor guardar silencio y esperar a ver qué pasa. Blaise y Antoine correrán todo el riesgo. Si su plan tiene éxito y liquidan a Albus Potter, excelente. Si fracasan, solo ellos pagarán las consecuencias. Yo no tengo nada que ver. Solo soy un hombre que olvidó un libro en el banco de un parque.”

***

Había un grueso muro de ladrillos que rodeaba a todo el enorme predio que Lily Potter y su hermano Al habían ido a visitar, pero en una parte del muro existía una enorme brecha, como si hubiera explotado. Fue por esa brecha que los hermanos entraron.

—Aprovechando que estamos solos, hermanita —dijo Albus, tiritando a causa del frío invernal, que esta vez el sol de la tarde no lograba atemperar—, quisiera que me cuentes exactamente por qué tuve esa desagradable sorpresa al volver de mi última visita a Servilia. Tenía entendido que la información que me pediste que te diera para que tú, a tu vez, se la pasaras a nuestro padre, era inútil e inofensiva.

—Alby, el problema aquí es que subestimas demasiado a papá, y sobre todo a la tía Hermione y a Rose. ¿No crees que dos mujeres tan inteligentes como ellas tienen la capacidad y los medios para averiguar cómo hallar a Crouch, conociendo ya en dónde buscar?

—Tú también las subestimaste —señaló Albus.

—Es cierto. Entonces es un error compartido.

—La próxima vez —le advirtió el joven— debemos ser más cuidadosos a la hora de seleccionar la información que le transmitirás a nuestro padre.

—Por supuesto —dijo Lily—. Ahora deja de preocuparte y mira eso, Alby.

Estaban frente a los escombros de lo que había sido una enorme casa, de la que ahora solo quedaban en pie tres de las paredes. Había crecido algo de hiedra, y las paredes parecían estar chamuscadas.

—Percibo cierta magia en este lugar. Una magia familiar… —dijo Albus, olvidándose por un momento del espinoso tema que había estado discutiendo con Lily.

—Yo también. Es porque este lugar es de nuestra familia. Por eso te traje aquí.

—¿Quieres decir que…?

—Sí. Estamos en la Mansión Potter. O lo que queda de ella. Esta casa perteneció a todos nuestros antepasados hasta nuestro abuelo James inclusive.

—Pensé que el hogar de los abuelos James y Lily estaba en el Valle de Godric.

—No —explicó Lily—. Allí fue donde se escondieron, pero el hogar ancestral de los Potter está aquí.

“Cuando nuestros bisabuelos fallecieron, el abuelo James heredó la Mansión. No obstante, no pudo ser su propietario durante mucho tiempo, pues pronto se produjo la profecía que involucraba a papá. Sabiendo que su hijo era un blanco para los Mortífagos, James decidió abandonar la Mansión, pero Dumbledore montó un elaborado engaño para que Ryddle creyera que nuestros abuelos y papá seguían viviendo aquí. Cuando los Mortífagos atacaron, la Orden del Fénix estaba en la Mansión, esperándolos. La batalla fue terrible, y el resultado, como puedes ver, fue la destrucción de la Mansión Potter. El abuelo James planeaba levantarla nuevamente cuando Ryddle hubiera sido vencido, pero claro, murió mucho antes de que eso pasara. Papá heredó el terreno y también el dinero del abuelo, pero no era suficiente como para llevar a cabo la reconstrucción de una mansión tan grande.

—Pues eso cambiará. Cuando las cosas se estabilicen un poco, usaré mi dinero para reconstruir este lugar. Y me aseguraré de que sea exactamente igual a la Mansión Potter original. Seguramente quedarán planos, y si no podemos hablar con los retratos de Hogwarts o de la Mansión Malfoy; muchos de ellos son Potters y deben haber crecido aquí.

“Ya puedo imaginármela. La Mansión Potter será lo bastante grande como para que todos podamos vivir aquí. Papá, mamá James, tú y yo… y claro, Valerie, y las personas que James y tú elijan como sus parejas. Y nuestros hijos y nietos… Será maravilloso.

Albus observó las ruinas e intentó formarse una imagen mental de cómo debía haber sido esa mansión en la que generaciones y generaciones de antepasados suyos habían nacido, vivido y muerto. Casi inconscientemente deslizó su brazo sobre los hombros de su hermana, que estaba de pie junto a él y aprovechó la cercanía para besarlo delicadamente en la mejilla.

—Yo también puedo imaginármela, Alby —dijo Lily.

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