A diferencia de Livius, Albus pudo ver con absoluta, atroz claridad la muerte de Alcyone. Vio cómo varios de los magos que atacaban desde la espesura utilizaban Maldiciones Asesinas, y vio como uno de los rayos verdes —cuyo autor o autora él jamás sería capaz de identificar— hacía blanco en el pecho de su amiga.
Su primera reacción fue proteger a Livius, quien olvidando su propia seguridad había salido corriendo hacia su esposa, dando la espalda a las decenas de enemigos que tenían adelante. Albus hizo aparecer un grueso muro de ladrillos, de cinco metros de altura y al menos medio metro de espesor, entre ellos cuatro y el bosquecillo. Sabía que los hechizos de sus enemigos lo tirarían abajo, pero al menos le permitiría ganar tiempo.
—¡Refuérzalo! —le gritó a Jezzie, quien había quedado blanca como la leche al ver lo ocurrido con Alcyone, pero asintió y se dispuso a reparar los boquetes que los hechizos de los atacantes ya estaban haciendo en el muro, mientras Albus llegaba hasta donde estaba Livius.
Estaba muerta, no había dudas de eso, y el Hacedor de Reyes sintió una cólera cegadora en su interior que amenazaba con dominarlo por completo. No obstante, logró contenerla por el momento; el estado de Livius despertó su instinto protector, así como el pensar en los hijos de la joven. Ya habría tiempo de hacerles pagar lo que habían hecho.
—¡Liv! —dijo Albus, mientras Livius lanzaba inútiles Rennervates a Alcyone—. ¡Liv, detente! ¡No servirá de nada!
Livius estaba poseído. Lo único que podía hacer era tratar de reanimar a Alcyone, y Albus vio que, quizá sin darse cuenta, estaba llorando a mares. Su mente estaba rota. Albus lo tomó del brazo y consiguió que dejara de usar su varita, pero siguió aferrado al cuerpo de la chica.
Se arrodilló junto a los esposos, y palpó el vientre de Alcyone. Recordó cómo, apenas un par de días atrás, la muchacha le había dejado tocarle la barriga para sentir las patadas de sus bebés, y por unos instantes el dolor y la furia estuvieron a punto de volver; pero su prioridad era otra. Tocó delicadamente el cuerpo de su amiga, e hizo una leve presión sobre su piel todavía tibia. Y fue entonces que sintió un movimiento.
—¡Livius! ¡Liv! —le gritó al joven Black—. ¡Puede que todavía haya esperanza! ¿Me oyes?
Livius no pareció reaccionar. Albus giró la cabeza hacia atrás y vio que Jezzie estaba manteniendo el muro en alto, y luego comenzó a llamar a los gritos al Sanador Shafiq, que estaba dentro de la tienda-enfermería.
—¡Shafiq! ¡Shafiq! ¡Ven aquí ahora! ¡Tráiganlo! —les gritó a los Aurores que estaban en la entrada de la tienda—. ¡Shafiq! ¡Y los demás, vayan a ayudar a la Auror Smith, idiotas!
Shafiq salió corriendo, manteniendo la cabeza agachada por temor a que algún hechizo le diera. Otros magos corrieron en dirección a Jezzie. El ruido de los hechizos era ensordecedor, pero de alguna manera el Hacedor de Reyes lograba hacer oír sus órdenes.
—Shafiq, sentí moverse a los bebés —dijo Albus. Shafiq parecía a punto de vomitar, y miraba a Livius con aprensión, pero Al logró que se concentrara en su tarea. El Sanador inspeccionó el vientre de Alcyone y asintió—. ¿Puede hacer algo?
—No aquí, señor Potter. Necesito llevarla a San Mungo.
—Hágalo ahora. Y lleve a Livius —dijo Albus, mientras sacaba de su bolsillo una moneda y la convertía en Traslador—. Salve a esos bebés —fue lo último que le dijo a Shafiq, con una intensa mirada.
—Lo haré —dijo el Sanador. Albus luego miró a Livius, y quiso despedirse de él, pero supo que él no escucharía sus palabras. Shafiq puso los dedos de Alcyone y Livius junto al suyo propio sobre la moneda, y en unos instantes se desvanecieron.
***
—¡¿Qué mierda hiciste?! —rugió Agamenón Lestrange.
Estaban en un claro del bosquecillo, detrás de una línea de tropas propias. Mientras los demás atacaban el muro que el Hacedor de Reyes había levantado entre el bosquecillo y el campamento, Lily Potter y él se habían retirado tras sus propias líneas para decidir los pasos a seguir a continuación.
—Planeé un ataque contra el comandante enemigo —replicó Lily—. Uno con muy buenas chances de éxito, por lo que parece.
—¿Éxito? —dijo Agamenón— ¿Éxito? ¿Llamas éxito a la muerte de una chica embarazada?
—Muchas personas han muerto ya en nuestro bando, Lestrange —respondió la hermana de Albus con serenidad—. Muchas otras están muriendo ahora mismo. ¿Quieres que te repita lo que ocurrió anoche, lo que tu amigo Albus nos hizo?
—¡No lo uses a él como excusa para justificar tus atrocidades! —dijo Agamenón—. ¡Yo no me uní a ustedes para esto! ¿Quién dio la orden de usar Maldiciones Asesinas?
—Nadie —dijo Lily—. No fue necesario dar una orden. Solo les dije que atacaran a mi hermano con todo lo que tuvieran. Alguien apuntó mal. Eso es todo.
—¿Y cómo sé que tú no fuiste la que “apuntó mal”, Lily? —dijo Agamenón, avanzando unos pasos hacia la pelirroja y señalándola con el índice—. ¿Cómo sé si no mataste a Alcyone para hacerle perder los estribos al Hacedor…?
—¿Ibas a decir “el Hacedor de Reyes”? —replicó Lily, con idéntica agresividad—. Cuidado, Lestrange, estuviste a punto de delatar tu verdadera lealtad. Y si me vuelves a acusar de haber matado a esa chica, te cortaré el brazo derecho y te lo meteré por el culo.
—Inténtalo, Potter —dijo Lestrange, que apretaba con fuerza su varita—. Dame un motivo.
—¡No te atrevas a tocar a mi hija! —dijo una tercera voz. Lily y Agamenón se sobresaltaron. Una mujer pelirroja bastante guapa apartó unas ramas y entró al claro del bosque.
—Mamá, ¿qué haces aquí? —dijo Lily.
—Vine a decirte que detengas esta locura —dijo Ginny Weasley—. Ordena un alto al fuego y deja que vaya a hablar con tu hermano. Existe la posibilidad de arreglar esto pacíficamente.
—¡No, señora Potter, ya no existe! —dijo Agamenón—. ¡Porque gracias a su hija, una amiga de Albus embarazada de ocho meses acaba de ser asesinada frente a sus ojos!
—¡No te metas en esto, Lestrange! —dijo Lily. Sentía los ojos de su madre clavados en su rostro, pero evitó su mirada.
—¡Me hiciste preparar poción Multijugos para que esa anciana se hiciera pasar por tu padre y así poder hacer separar a tu hermano de su ejército y traerlo a una trampa! —respondió Agamenón—. ¡Ya estoy metido en esto! ¡Pero no me dijiste nada sobre disparar a matar! ¡Y ahora te digo que lo único que podemos hacer es ordenar una retirada, antes que…!
Una cuarta persona entró al claro. Era un mago de unos veinte años; estaba tambaleándose, y antes de que pudieran preguntarle qué le estaba pasando, comenzó a vomitar a sus pies. Luego se desplomó al piso, víctima de convulsiones.
—¿Qué está pasando? —preguntó Ginny, mientras se inclinaba sobre el joven moribundo.
—¡Mamá, corre! —gritó Lily, e intentó tomarla del brazo, pero era demasiado tarde. Una nube de gas azul apareció entre los altos arbustos que rodeaban el claro, viniendo de la misma dirección de la que había llegado el muchacho. Lily no alcanzó a apartar a su madre a tiempo, y vio con horror cómo la hija de Arthur y Molly aspiraba una bocanada de aquel aire infecto. Lily se echó un Encantamiento Burbuja e hizo lo mismo con Ginny, cuyos ojos se habían abierto como platos. Pero pese a que ahora solo estaba respirando aire puro, el veneno ya había entrado a su sistema.
Las piernas de Ginny le fallaron, y Lily la sostuvo entre sus brazos.
—¡Lestrange! —gritó ella—. ¡Lestrange, el antídoto! ¡El antídoto del Minhe Gorm! ¡Ahora!
Agamenón ya se había echado un Encantamiento Burbuja y se arrodilló para revisar en un bolso en que llevaba pociones de todo tipo. Pero antes que pudiera encontrarlo, un Petrificus Totalus lo alcanzó, y quedó congelado en esa postura, de rodillas en el suelo. Lily miró en todas direcciones, buscando divisar a la persona que había atacado a Agamenón, pero un segundo rayo proveniente de la espesura la alcanzó, dejándola sin varita. Mientras, su madre se sacudía entre sus brazos, bajos los efectos del veneno azul.
Albus salió de entre los arbustos.
—¡Al! ¡Al, ayúdala! —dijo Lily—. ¡Mamá aspiró el gas! ¡Sálvala! ¡En el bolso de Lestrange está el antídoto!
El Hacedor de Reyes avanzó con parsimonia hacia donde se encontraban su madre y su hermana. Ginny no era capaz de hablar —ya salía una espuma sanguinolenta de entre sus labios—, pero sus ojos se clavaron en los de su hijo, con una muda súplica.
—¡Al, por favor! ¡Es mamá! ¡Ayúdanos! —gritó Lily, con lágrimas corriendo por sus mejillas.
—Prometí que te mataría si volvías a traicionarme —dijo Albus, mirando a su madre a los ojos y haciendo caso omiso de Lily—. Y aquí te encuentro, peleando junto a mis enemigos. Lo siento, madre. Uno debe atenerse a sus promesas.
Lily soltó a Ginny y corrió hacia Agamenón, buscando tomar ella misma el antídoto de su bolso, pero Albus le lanzó un Desmaius; el joven luego utilizó un segundo hechizo para que su cuerpo se depositara suavemente sobre el suelo y su Encantamiento Burbuja no se rompiera. Todos estaban ya rodeados del gas azul venenoso, pero como los tres jóvenes estaban protegidos por un Encantamiento Burbuja, solo Ginny sufría los efectos. Albus caminó hacia donde estaba Ginny y permaneció de pie, mirándola mientras moría. Su rostro no expresaba ninguna satisfacción, ni tampoco pena. Los labios de Ginny se movían, quizá intentando formar las palabras “Por favor”, pero Albus no se inmutó. Finalmente las convulsiones cesaron, los labios quedaron inmóviles y los ojos quedaron mirando a la nada.
El Hacedor de Reyes entonces se dirigió hacia Agamenón. Le quitó la varita de la mano y lo liberó del Petrificus Totalus. El joven Lestrange lo contempló con horror.
—¿Qué acabas de hacer?
—Podría preguntarte lo mismo —dijo Albus—. Si no fuera por ti, nada de esto habría pasado. Ayudaste a mi hermana a emboscarme. Sabías que la única forma de hacer que abandonara a mi ejército en el campo de batalla era haciéndome creer que mi padre estaba atacando el campamento. ¿Cómo convencieron a esa vieja de adoptar la apariencia de mi padre? ¿O se ofreció voluntaria?
—Al, te juro que no sabía que iban a hacer eso. No imaginé que atacarían con Maldiciones Asesinas. Lo juro por mi madre.
—Considerando lo que acabas de ver, yo diría que elegiste el juramento equivocado —dijo el Hacedor de Reyes.
—¿Vas a matarme ahora? —dijo Lestrange. Comenzó a respirar hondo, preparándose para el golpe final.
—No —dijo Albus—. No, Lestrange, no voy a matarte. Pero voy a quitarte algo que amas.
Antes de que Agamenón pudiera preguntar a qué se refería, dos cuerdas salieron de la punta de la Varita de Saúco. Reptando como serpientes, se enroscaron en los troncos de dos árboles que creían uno junto al otro, y luego se estiraron hasta sujetarlo de las muñecas. Las sogas tironearon de él hasta dejarlo de pie, con los brazos abiertos y atados a los árboles.
—Espero que esto duela mucho —dijo Albus, y le apuntó con su varita al joven Lestrange—. ¡Diffindo!
El brazo derecho de Agamenón fue cortado de cuajo. Un chorro de sangre comenzó a brotar, empapando todo a su alrededor, pero Albus lanzó un Incendio sobre el muñón y cauterizó la herida. Agamenón gritó con toda la fuerza de sus pulmones. Perdió control de su vejiga, y pronto sus pantalones pasaron a estar mojados de orina además de sangre. Antes de que perdiera el conocimiento, Albus utilizó un segundo Diffindo, y cortó su brazo izquierdo. Ahora los sonidos que emitía Lestrange eran alaridos incoherentes. El fuego lamió el segundo muñón, quemando la herida y deteniendo la hemorragia. Luego de eso, Agamenón cayó al suelo y perdió el conocimiento.
Albus se inclinó sobre él y palpó su pecho. Sintió que su corazón aún latía, pero débilmente.
—Veamos cómo preparas pociones ahora, Lestrange —murmuró.
Los arbustos a sus espaldas se movieron. Jezebel Smith entró al claro del bosque, y vio los tres cuerpos caídos junto a Albus. Cuando comprendió que Ginny estaba muerta, observó a Albus con un brillo de temor en la mirada.
—Están todos muertos ahí atrás —le informó—. Tu Minhe Gorm barrió con las tropas de Lily. Los soldados y yo matamos a los pocos que alcanzaron a usar el Encantamiento Burbuja.
—Bien —dijo Albus—. Quiero que lleves a mi hermana y a Lestrange de vuelta al campamento. Envía a Lestrange a San Mungo, y pon a tres hombres a vigilar a Lily. Diles que si hace el menor intento de escapar, la maten. Y luego regresa al Valle de Godric. Valerie te necesitará en el campo de batalla.
—¿Por qué quieres a Lestrange en San Mungo? —preguntó Jezzie—. ¿No prefieres que acabe con él?
—No —repuso Albus, mirando a Agamenón, cuyo cuerpo estaba tirado en un charco de sangre que ya comenzaba a secarse—. Me gusta tal y como está.
—¿Y qué vas a hacer tú? —dijo Jezzie. Albus levantó en brazos el cuerpo de su madre.
—Voy a ponerle fin a la guerra.
Y sin decir más palabras, emprendió el vuelo, cargando el cadáver.
Estoy sin palabras
Idem.
Jooooo. Me gusta, no escatimas en sangre ni pasión Martín. sin medios tintes
El final es tan inminente jadhiahsqjsueua
no puedo dejar de pensar, que es tonta Ginny…
genial lo de Agamenón, y ya quiero leer lo que le pasa a Lily 😀
Martín esta cerca de terminar el fic? sabes cuantos capítulos te quedan o aun ni cerca? con el termino de Alianza ya este es el único que sigo 😦
Saludos!
Señor Martín, es usted diabólico.
wow. en serio que tiene sangre fría Albus.
buen capitulo, y pese a la acción de los últimos capítulos , sospecho que aun viene algo mas cruento.
saludos Martin
Así es q tiene que ser. Ni mas ni menos. Se ve en el horizonte el final del hacedor de reyes. Concluido este ya no tendré mas fics por leer y dudo q me entusiasme comenzar otro. Gracias por seguir escribiendo Martín.
Wow! Es todo lo que puedo decir… Ginny no me caía nada bien, pero sí me dio un poco de lástima la forma tan cruel en que Albus se despidió de ella (que por cierto estuvo genial)… Lo que le pasó a Agamenon fue sádico (y magistral xD ) y lo siento mucho por Lily, puesto que no le espera nada bueno cuando Albus regrese al campamento… Este final nos tiene a todos en ascuas así que una vez más… Gracias Martin por mantener nuestra atención y nuestros nervios al filo =)
El detalle de llevar a Agamenon a San Mungo me parece genial. Puede que Albus lo haga para que Livius se vengue o algo por el estilo. Y lo mas probable es que cause el efecto contrario, viendo la mutilación de su antiguo amigo como una revelación de lo que es realmente el Hacedor de Reyes.
En fin, parece que Albus vuelve a coger la delantera en la batalla, pero muchas cosas pueden aún suceder.
Excelente, como siempre 🙂
Un capitulo genial, pero que cruel y frio es Albus, como dijiste en alguna entrevista es un moustruo, ojala no asesine a su Hermana tambien, se que ganas no le faltan ya no alvergo ninguna esperanza, ojala al final no lo dejes vivo, porque tanta impunidad no se puede soportar pero por lo que he visto de tu fic ya no se sabe que esperar.
HAA otro Weasley cayó, en fin me gusta, lo vengo leyendo desde hace mucho, escribes como dios… Espero que Albus no muera (que finja su muerte al estilo Peter Petegrew) y años mas tarde se reencuentre con Valerie y críen a su hijo.
Me gustaría que Albus sufra por todo lo cruel que es y que se arrepienta pero que pague no con su muerte eso es ser benevolente con el y para mi no debe tener piedad en cambio no se merece nada de esto su papá ya que lo único que hizo es amar a sus hijos y dar lo mejor de el como lo hubieran hecho sus padres espero la gran batalla con ansias. pd. ojala y el hijo de Albus y Valeria quede con Harry y lo crié mejor que lo que hizo con el.
Se que no tiene nada que ver pero alguien me puede recomendar algun fic largo para leer que no sea Allianza porque ya lo lei gracias
Bravissimo!
Hola Martín me en canta tu nombre te llamas como hermano por cierto gente si a veis leído todo el blog se ve que muere albus en la guerra y según lo que leei yo valería se queda con el zabini ese su otro pretendiente y na lean lo otra vez por que no se están quedando con la historia chicos
Y na mucho besitosss Martín me canta sigue escribiendo guapo
Y ahora, Agamenón no puede volar tampoco como halcón, verdad? Perdió las alas y los brazos en la forma humana.
Hola Martin.
Hace ya unos buenos años que me topé con este blog y conocí tu maravilloso fanfic de Harry Potter (historia con la que crecí). No recuerdo si en todos estos años ya he comentado algún capitulo (son tantos que me es difícil recordar jaja). Ahora lo hago porque se siente, se huele ya el final y quiero agradecerte por haberte animado a continuar y por haber creado este mundo anexo al que ya conocemos. Si bien Rowling escribió para teatro la continuación oficial, este sigue siendo un fanfic, tan valido como todos pero en lo personal, el mejor de todos. He sufrido, me he angustiado, divertido y encariñado con personajes secundarios como siempre me pasa con la lectura que disfruto y eso significa que tu trabajo lo disfrute sobremanera. No tienes idea lo que me dolió leer la muerte de Isaac, mi personaje favorito, lo tenía que decir.
Se que esta historia terminará de manera brutal (en el buen sentido) y no dudo que me quedaré con el mejor sabor de boca de haber conocido este fanfic.
Saludos Martin!