[NOTA: Quiero dedicarle el capítulo a mi amigo Facu J., uno de los más viejos lectores, que me estuvo acosando durante semanas para que retomara la historia. No prometo nada, pero mi intención es publicar algo nuevo (no necesariamente largo) el viernes, así que estén atentos.]
Velad, pues, porque no sabéis cuándo viene el señor de la casa, si por la tarde, si a medianoche, o al canto del gallo, o de madrugada; no sea que llegue de repente y os halle dormidos.
SAN MARCOS, 13:35-36
El hidromiel que Ernie MacMillan había pedido era empalagoso, pero muy fuerte. Aquella sería su última copa de la noche, se prometió a sí mismo. Además, ya se estaba haciendo tarde y tenía que regresar a su casa. No quería que su esposa, nuevamente, lo acusara de evitar pasar tiempo con su familia; especialmente porque esa acusación no era del todo falsa. Ahora sus dos hijos estaban viviendo en la casa, y ninguno de ellos estaba en una situación precisamente envidiable. Su hijo salía casi todas las noches, y rara vez regresaba antes del amanecer; Ernie había escuchado rumores de que se dedicaba a las apuestas, y el hecho de que siguiera viviendo con sus padres pese a tener veintitrés años —a esa edad, Ernie ya estaba casado y viviendo en su propio hogar— hacía que esos rumores fueran preocupantemente creíbles. Y su hija Irene… su caso era más trágico que decepcionante. Estaba embarazada del hijo de un muerto. Un Auror asesinado por uno de los secuaces del Hacedor de Reyes, o por el propio Potter. Stewart Ackerley no le había parecido gran cosa a Ernie como yerno, pero su hija lo amaba, y todavía seguía llorando su muerte. Entre el fastidio que le provocaba su hijo y la pena que le causaba su hija, el ambiente de la familia MacMillan no podía ser menos desagradable.
Lo más irritante era que Susan y él estaban cada vez más distanciados. No es que ella fuera una partidaria activa del régimen del Hacedor de Reyes, pero no se había opuesto a su acceso al poder y había conservado su influyente puesto en el Ministerio, mientras que él había tenido que renunciar a su cargo de profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras solo para satisfacer el capricho de Potter de ser profesor en Hogwarts, y hacerse cargo de la mucho menos estimulante materia de Historia de la Magia. Pese a que en sus años de estudiante Ernie MacMillan había pensado más de una vez que él sería mucho mejor profesor de Historia de la Magia que Cuthbert Binns, ahora que se le había presentado la oportunidad de sucederlo, descubrió lo mucho que odiaba ese trabajo. En comparación con Defensa Contra las Artes Oscuras, Historia era una materia árida, tediosa, imposible de despertar pasión. “Como una esposa luego de veinte años de matrimonio”, pensaba a veces con malignidad. Lo único que Ernie podía hacer, como una módica venganza, era utilizar sus clases para recordar los casos más prominentes de magos que por ambición habían recurrido a las Artes Oscuras, y los fines desdichados que habían tenido casi todos; Ernie recordaba que Severus Snape había hecho algo similar cuando tuvo que reemplazar a Remus Lupin como profesor de Defensa: alteró el currículum de la materia para enseñarles a sus estudiantes acerca de los hombres lobo, tratando de decirles mediante indirectas que el profesor cuya suplencia estaba cubriendo era un licántropo.
Lo malo era que sus estudiantes, a diferencia de los de Snape, sabían exactamente qué era Albus Potter, y, o no les importaba, o no se atrevían a hacer nada al respecto. Ernie muchas veces se había preguntado por qué en Hogwarts no había surgido algún grupo secreto de resistencia entre el estudiantado, como el ED en sus tiempos. La única respuesta que se le ocurrió es que el régimen escolar impuesto por Potter, si bien había introducido cambios más drásticos que los que habían realizado Umbridge y los Mortífagos cuando ellos estuvieron a cargo del colegio, no era abiertamente tiránico. En lo que Ernie no sabía si era una muestra de astucia o de debilidad, Potter se había limitado a imponerles castigos bastante convencionales a los alumnos revoltosos. Detenciones, suspensiones y un par de expulsiones, pero ninguna tortura como las que los Carrow habían aplicado en forma despiadada. Y eso ejercía cierto efecto desmoralizador sobre los estudiantes rebeldes. Era difícil sentirse un héroe si el peor riesgo que uno corría era tener que cambiarse a otro colegio en el extranjero. El gobierno del Hacedor de Reyes podía ser autoritario y casi omnipotente fuera de los muros del colegio, pero dentro, las cosas seguían más o menos iguales.
Hogwarts ya no era lo que había sido. El colegio había perdido su vitalidad. La unificación de las Casas había reducido, paulatinamente, los conflictos entre alumnos, pero también los había privado de todo interés por descollar en sus estudios o en los deportes. Un poco de competitividad era la mejor fuente de dinamismo para una escuela, en opinión de Ernie.
Absorto en sus pensamientos, Ernie no se dio cuenta de que alguien se había sentado junto a él en la barra hasta que lo escuchó decir:
—Buenas noches, profesor.
Cuando Ernie giró la cabeza, descubrió a Michael Milton. No llevaba la túnica del colegio sino ropas muggles. El muchacho ya tenía diecisiete años y era mayor de edad, pero aún así las normas de Hogwarts le prohibían estar en Hogsmeade a esas horas de la noche.
—Hola y adiós, Michael. Te doy permiso para terminar tu trago antes de regresar al castillo. Sabes que no puedes estar aquí.
—Lo siento mucho, señor, pero necesitaba hablar con usted.
—Podías pasar por mi despacho en cualquier momento del día. No necesitabas violar el reglamento para eso.
—Lo sé, profesor, pero el tema del que necesito conversar con usted no es… académico.
Ernie miró con desconfianza al apuesto estudiante de séptimo. Sabía que era un hijo de muggles y que, sorpresivamente, había sido sorteado en la Casa de Slytherin; no era la primera vez que alguien de ese status de sangre terminaba en esa Casa, pero solía ocurrir solo unas pocas veces cada década (y a veces, en un puñado de ocasiones por siglo). Por su experiencia dándole clases, sabía que era un alumno un poco propenso a la adulación, pero muy aplicado. La mirada que ahora Milton le estaba devolviendo era más que significativa.
¿Era posible que los estudiantes de Hogwarts sí estuvieran dispuestos a organizar una resistencia contra el Hacedor de Reyes? Bien valía la pena averiguarlo, pensó Ernie.
—Te diré algo, Michael. Los dos terminaremos nuestras bebidas y luego te acompañaré al castillo… solo para asegurarme que regreses sano y salvo y abrirte en caso de que el señor Filch haya cerrado las puertas. ¿De acuerdo?
—Está bien, profesor —dijo Michael, esbozando una sonrisa encantadora antes de dar un trago a su cerveza de manteca. “Seguro que con esa sonrisa sedujo a Helen Gamp”, pensó Ernie.
Michael y Ernie salieron de Las Tres Escobas, el segundo saludando a los parroquianos. Las calles de Hogsmeade estaban desiertas, y salvo las dos tabernas del pueblo, todos los negocios estaban cerrados a cal y canto. Aún así, Ernie esperó hasta que estuvieron fuera del pueblo para ir al grano.
—¿Qué es lo que deseas, Michael?
—Cambiar las cosas —dijo Milton. No miraba a su profesor, sino que parecía tener la vista fija en el cielo estrellado. Seguramente, pensó Ernie, habría alguna clase de Adivinación en la Torre de Astronomía esa noche.
—Las cosas ya han cambiado. Tenemos un nuevo gobierno.
—Sí, pero… ¿es mejor que el anterior? —dijo Milton, con voz susurrante. A ambos lados del camino que recorrían solo había árboles y vegetación espesa, pero Milton parecía no querer correr riesgos. Al fin y al cabo, siempre era posible que alguien los estuviera siguiendo, escondido bajo un Encantamiento Desilusionador.
—Y si no lo fuera, ¿qué podemos hacer tú y yo?
—Usted y yo juntos, nada. Actuando por separado, pero concertadamente, mucho.
—¿Cuál sería tu parte y cuál sería la mía?
—La idea es simple. El régimen del Hacedor de Reyes solo se sostiene sobre su propia persona. Si él llegara a faltar, ninguno de sus colaboradores podría reemplazarlo. Scorpius Malfoy, en términos financieros, está a merced de su padre. Valerie Rosier ha roto con Potter. Isaac Prewett es solo un político, no un combatiente. Jezebel Smith, por el contrario, no tiene influencia política. Todos padecen limitaciones. El Hacedor de Reyes es el único que los mantiene unidos.
—Y la idea es que… ¿desaparezca?
—Así es.
Profesor y estudiante se detuvieron a mitad del camino. Ernie se volvió hacia Michael y lo contempló en silencio, mientras los sonidos del bosque los rodeaban.
—¿Te das cuenta de lo que me estás pidiendo? Quieres que asesine al hijo de uno de mis mejores amigos, a un joven que ha sido mi alumno, como lo eres tú.
—No le estoy pidiendo que lo asesine, profesor. De eso me encargaré yo —dijo Michael con ferocidad—. Lo que le pido es que entre en contacto con todos los miembros del Gobierno que usted conozca y que sean… desafectos al régimen, para que inmediatamente luego de la muerte del Hacedor de Reyes todos sus amigos puedan ser puestos bajo arresto y se procure una transición pacífica. Y, por supuesto, para que yo no enfrente ninguna represalia por mis servicios.
—¿Y cómo te propones matar al mago más poderoso de esta generación?
—Hasta los magos más poderosos pueden ser tomados por sorpresa, profesor MacMillan. Recuerde a Antioch Peverell.
***
El despacho de Francis Fedden estaba casi totalmente a oscuras; una de las pocas luces era la de su habano encendido, que se reflejaba en sus astutos ojos castaños.
—Es un plan riesgoso —dijo, cuando Ernie MacMillan terminó de contarle todo—. Si el muchacho fracasa, el Hacedor de Reyes lo interrogará meticulosamente y no tardará en saber que nosotros estuvimos detrás del atentado. Es imposible, Ernie.
—No si usamos un Encantamiento Fidelius. Yo seré el Guardián del Secreto… o tú, si con eso te sientes más seguro, Frank. Así Potter será incapaz de arrancarle la verdad a Milton. Pero tengo la certeza que funcionará. Potter no espera que lo ataquen por sorpresa en Hogwarts. Desde que intentaron matarlo en su casa toma grandes precauciones cuando sale del colegio, pero dentro del castillo se siente a salvo. Duerme casi todas las noches allí.
—¿Y cuál sería mi rol en todo esto?
—Convocar a los miembros del Parlamento mágico a una reunión de emergencia apenas sepamos que Potter está muerto. No a todos, solo los suficientes para formar un quórum. Elige a los que sepas que se plegarán a tu voluntad. Una vez reunidos, pronuncia uno de tus discursos brillantes y convéncelos de asumir provisoriamente las funciones del Ministro de la Magia.
—¿No confías en Percy Weasley?
—Percy es un buen hombre, pero es el tío del Hacedor de Reyes. Si le contamos que planeamos matar a su sobrino, no podrá darnos su aprobación tácita al no intervenir. Tenemos que presentarle los hechos consumados, y quizá luego incluso podamos mantenerlo como ministro. Pero durante las primeras doce horas posteriores a la muerte de Potter, el ministro de la Magia serás tú, en los hechos. Primero habrá que destituir a Scorpius Malfoy como alcaide de Azkaban, y encarcelarlo… solo por unas horas —añadió, viendo que Fedden se alarmaba al pensar en mandar a un Malfoy a prisión—. Necesitaremos disponer de Azkaban durante esa noche. Luego habrá que deponer a Jezebel Smith como jefa de la División de Aurores y a Isaac Prewett como presidente del Parlamento. Luego podremos ordenar el arresto de todos ellos y mandarlos a Azkaban hasta que sean juzgados. Con Potter muerto, no representarán una amenaza grave pero lo mejor es quitárnoslos de encima para que no entorpezcan el cambio de gobierno.
—No es un mal plan. Pero todo depende de que Potter muera.
—Si no es asesinado por Milton, podemos organizar otro golpe. Lo importante es que tengamos planificados todos los pasos a tomar si… o mejor dicho, cuando el Hacedor de Reyes sea ajusticiado.
—¿Y qué es lo que quieres tú a cambio? —preguntó Fedden, observando a Ernie con sagacidad—. No pretenderás que crea que actúas por patriotismo…
—Recuperar mi viejo empleo —dijo Ernie—. Quizá encontrar un puesto provechoso para mi hijo en el Ministerio. Nada del otro mundo. Solo quiero que las cosas vuelvan a ser como antes, Frank.
—Y así lo harán —sentenció Fedden.
***
—Tú y yo vamos a matar al Hacedor de Reyes —dijo Michael Milton a Helen Gamp.
***
Las semanas que siguieron a la muerte de Louis Weasley estuvieron entre las más sombrías de la vida de Albus Potter. Había vengado su asesinato eficaz y brutalmente, torturando hasta la muerte a Blaise Zabini y arrojando a su hijo a Azkaban, pero el Hacedor de Reyes seguía sintiendo un vacío en su interior que un mar de sangre de enemigos no podría haber llenado.
Asimismo, su ruptura con Annie y con Valerie seguía causándole dolor. Eran dos tipos diferentes de sufrimiento: en el caso de Valerie, se lamentaba por lo que había tenido y perdido; en el de Annie, su melancolía se debía a lo que no había llegado a conocer.
Si en el caso de la muerte de LW Al había buscado amortiguar el dolor vengándose de los Zabini, en el de Valerie y Annie su mecanismo era más rudimentario: acceder a todas las proposiciones de sexo que recibía. En sus meses como profesor de Hogwarts, muchas estudiantes se le habían acercado con ofertas de este tipo. Algunas tenían suficiente sinceridad como para plantearlo en términos de intercambio: cojer a cambio de beneficios para ellas o sus familias, cargos en el Ministerio o subsidios o calificaciones. Otras simulaban sentirse genuinamente atraídas por él. Otras, quizá, realmente lo deseaban, tal vez por el efecto afrodisíaco que ejerce el poder. En todo caso, Albus las había rechazado a todas. Y ahora las aceptaba a todas.
Cuando sus nuevos hábitos comenzaron a difundirse entre la población femenina del castillo, la cantidad de ofertas se incrementó sustancialmente. La única regla de Albus era no acostarse con chicas menores de catorce años; una vez superada esa edad, aceptaba a todas, sin importar que fueran hermosas o poco agraciadas.
«Acostarse» era en realidad en sentido figurado. Albus no se las llevaba literalmente a la cama; no las metía en su austero dormitorio ni tampoco en la Sala Multipropósito. Simplemente examinaba el Mapa del Merodeador y buscaba algún pasillo desierto para empujar a la chica de turno contra la pared y dar rienda suelta a sus apetitos. Una vez que acababa, la mandaba de vuelta a los dormitorios de su año y regresaba a su cuarto, sintiéndose igual de desgraciado que antes. Le daba igual penetrar a chicas lindas o feas; incluso le daba lo mismo que la chica fuera vírgen. Estar con ellas se sentía como un mero desahogo físico. Era masturbarse usando el cuerpo de alguien más.
Si bien extrañaba a Annie tanto como a Valerie, sus sentimientos hacia ambas no eran los mismos. Valerie y él habían estado juntos mucho tiempo; el final de su relación había sido la culminación de una larga serie de conflictos que habían minado el vínculo entre los dos. En cambio, la relación de Albus con Annie no había llegado a florecer. Annie era para Albus, más que nada, una oportunidad desperdiciada, y el anhelo de volver a estar con ella era algo que ocupaba sus días y sus noches.
Una mañana, Albus se dirigió al salón de Defensa Contra las Artes Oscuras, con la mente enfrascada en los temas de la clase. Tan distraído estaba que, al entrar, tardó unos segundos en darse cuenta que los estudiantes no lo estaban mirando a él sino a un chico y una chica, que estaban en medio de una discusión.
—¡Sé lo que vi, Michael! —gritó Helen Gamp.
—Estás loca —replicó Michael Milton.
—¡Te estabas besando con esa putita de quinto!
—¡Yo ni siquiera fui a Hogsmeade ese día!
—¡Mentiroso de mierda! ¡Susie me dijo lo que estuviste haciendo y luego me…!
—¿Ah, Susie? ¿Esa sangrepura de nariz parada que me ha estado despreciando desde que empezamos a salir? ¿Esa Susie?
—¡No te metas con mis amigas!
—¡Yo me meto con quien quiero! ¡No voy a dejar que hablen mal de mí a mis espaldas! —protestó Milton.
—Bueno, esto te lo voy a decir de frente, Michael Milton: lo nuestro se terminó. Eres un tarado y un deshonesto incapaz de mantener la verga en los pantalones…
—¡Señorita Gamp! —intervino Albus, y de pronto el salón entero quedó en el más absoluto silencio.
—Profesor —dijo Helen, ruborizándose—. Le pido disculpas…
—Ya es muy tarde para eso, hace un largo rato que estoy aquí parado esperando que termine su pequeña obra de teatro. Los dos quedan castigados. Dos horas por semana con el señor Filch durante un mes. Ahora tomen asiento.
Helen y Michael se sentaron en pupitres lo más alejados posible el uno del otro. Durante el resto de la clase se lanzaron miradas venenosas, pero no se produjo ningún otro incidente. Albus los puso a practicar hechizos en parejas, pero tuvo el sentido común de no obligarlos a trabajar juntos. Si Helen Gamp y Michael Milton, que habían parecido tan inseparables, ahora se habían peleado, no era asunto suyo como profesor.
El Hacedor de Reyes continuó con su jornada laboral como siempre lo hacía, y al final del día fue a cenar al Gran Comedor. Se sentó al lado de Agamenón y le comentó lo que había pasado con Helen y Michael. Agamenón, que ya había tenido una clase de Pociones con séptimo, dijo:
—¿Así que era por eso? Yo los tuve dos horas después y vi que Milton y Gamp no se dirigían la palabra. ¿Realmente le habrá puesto los cuernos?
—Supongo que Milton es apuesto —dijo Albus, con poco interés—. No me extrañaría que alguna chica de quinto se le haya ofrecido.
—Es un tonto si deja a Gamp por otra. No hay una chica más guapa en todo el colegio.
—¿Eran tan así las cosas cuando éramos alumnos?
—No lo sé. Mientras más pasa el tiempo, mis recuerdos de mis años en Hogwarts se vuelven más incompletos —reflexionó Lestrange—. Cada vez más me acuerdo solo de las cosas buenas y me olvido de las malas.
—Es inevitable —dijo Al.
—¿Quieres ir a tomar algo a las Tres Escobas? —preguntó Agamenón.
—No, creo que me voy a ir derecho a la cama esta noche. Hoy la comida me cayó más pesada.
Albus se despidió de su amigo y colega, saludó a los demás profesores y atravesó el Gran Comedor en dirección a su dormitorio, acostumbrado a ser objeto de las miradas de todos los alumnos presentes.
Como siempre, le costó un buen rato encontrar su habitación, debido al movimiento impredecible de las escaleras del castillo. Sacó la Varita de Saúco y desactivó los hechizos de protección que impedían la entrada de intrusos al cuarto, y luego utilizó su llave para abrir la cerradura de la puerta. Fue entonces que escuchó un paso a sus espaldas. Giró rápidamente, listo para defenderse de cualquier agresor, pero se halló frente a una Helen Gamp de aspecto amedrentado.
—Buenas noches, profesor Potter.
—Buenas noches, Helen. ¿Qué haces por aquí?
—Quería hablar con usted a solas.
—Puedes pasar por mi oficina mañana a las nueve y media, a esa hora no doy clases.
Albus empezó a darle la espalda a Helen, pero de pronto ella se le aproximó un paso, y por algún motivo fue incapaz de poner fin a la conversación.
—Es que… quería decírselo esta misma noche.
—Está bien —dijo Al—. ¿Qué quieres decirme?
—Me gustaría disculparme por el incidente de hoy a la mañana —dijo la chica—. Estaba muy enojada con Michael y no me di cuenta de que ese no era el momento ni el lugar para encararlo. Le pido perdón.
—Estás disculpada, Helen. Ahora bien, espero que no pienses que eso significa que te perdonaré el castigo…
—No, por supuesto que no —dijo la chica—. Sé que merezco ser castigada. Pero quería dejar esto en claro.
—Está bien, Helen. ¿Algo más?
Helen se le acercó un poco más, y Albus comenzó a mirarla con más atención que antes. Él había notado lo bella que era más de una vez, pero aquella noche parecía estar más hermosa de lo habitual. Quizá fuera la luz de las antorchas del pasillo, o el perfume que estaba usando, pero de pronto Al comenzó a percibir que la chica se parecía mucho a Annie. Helen era más joven que la pintora, y sus pechos eran más generosos, pero su cabello y ojos eran del mismo color, y sus labios estaban entreabiertos, como los de Annie…
El impulso de besar a Helen fue inesperado, y Albus cedió a él sin pensarlo dos veces. Tomó el rostro de la adolescente entre sus manos y acercó sus labios a los de ella, y cuando la chica abrió los suyos y respondió a su beso con el mismo entusiasmo, Al se sintió pletórico. Empujó a Annie contra la pared y metió su mano debajo de su túnica. La chica gimió de satisfacción.
—¿Quieres entrar a mi cuarto? —le preguntó Albus.
—Tal vez. Lo decidiré mientras abres la puerta —dijo la chica.
El Hacedor de Reyes le hizo caso. Dejó abierta la puerta y esperó que ella entrase. Helen se quedó sonriendo, apoyada contra la pared, durante unos quince segundos, antes de ingresar en su dormitorio. Albus la siguió y cerró la puerta a sus espaldas.
El cuarto donde él dormía en Hogwarts era muy pequeño y oscuro. Solo tenía una cama, una mesa, una silla y una pequeña biblioteca con algunos libros, casi todos novelas muggles. Casi toda su ropa estaba en Grimmauld Place.
Las manos de Helen levantaron la túnica de Albus, y luego le quitaron la segunda túnica, más fina, que usaba debajo. La presión de su pene contra la tela del boxer, la única prenda que le quedaba, era insoportable, y fue un alivio cuando Helen se lo bajó.
Al quería verla a ella desnuda, pero cuando la chica se introdujo su miembro en la boca, no pudo pensar en nada más que en las sensaciones que le producía. Apoyó las manos en la nuca de Helen, enterrándolas en su sedoso cabello rubio y marcándole el ritmo suavemente. Por un momento, se olvidó de todas sus preocupaciones.
Y de pronto, escuchó un grito.
—¡Sectunsemp…! ¡AAAAH!
Era demasiado tarde para esquivar la maldición. Un profundo tajo se abrió en la mitad derecha del rostro de Albus, y todo se volvió rojo.
Muchas Gracias Martín… El mejor regalo de navidad!
De nada, gracias a ti por tu lealtad 😀
Y dio resultado! Jajajaja, creo que voy a seguir acosándote vía wpp para que sigas publicando :3 Gracias por la dedicatoria, creo que es la primera vez que comento… Voy a leerlo
No, Facu, no es tu primer comentario. El primero lo hiciste el año pasado acá.
Oh, es verdad. Ya había olvidado eso. En fin, me encantó el capítulo, que bueno que vuelvas… Ya quiero saber qué le pasó a Albus. Sabés que soy Albinista 100% jajaja
Martin muchísimas gracias por continuar con esta historia muchas mas gracias a tu amigo que te convenció a continuarla. Es una historia de lo mas absorbente y deja un vacío por dentro el que no tuviese un final adecuado a todo el esfuerzo y dedicación que le dedicaste todo este tiempo.
Enhorabuena y magnifico regalo de Navidad adelantado para todos tus seguidores y ávidos lectores entre los cuales tu servidor es uno de los mas leales. Felicidades!!!!!
Gracias por tus palabras de aliento 🙂
Felices Fiestas!
Genial vuelta a la historia, y que mejor que mañana sea mi cumpleaños :3
Es como un regalo adelantado sin querer 🙂
Gracias Martín, eres de lo mejor 😀
Me alegra que te guste. Feliz cumple, Edu 🙂
gracias Martin! Llevo meses esperando este capitulo! Sos el mejor!
Que bueno que haz vuelto a publicar, pero por lo que dices al principio como que no piensas seguir con la historia, bueno porque no piensas en un final para que no nos dejes esperando a tus lectores por un final que talvez nunca llegue.
Me gusta mucha la serie pero realmente es desagradable quedar en y que pasara?
Gracias por el capitulo y ojala pienses en continuarla
Muchas gracias por el regalo navideño, me sumo a varios esperando que continues con esta historia, un buen cap.
capitulo esperado, ahora a leerlo
Wow ósea wow primer chap nuevo!!! Sigues siendo un genio al escribir y no sólo eso, haces que el plan de milton sea tan genial que Al quede indefenso contra Annie(Helen)!!! Ósea eso fue sencillamente genial que observará como estaba Al y montara su plan basado en rumores y además de eso conociera las debilidades de todos!! Realmente no me acuerdo de algunas cosas por lo que debería leer chaps más viejos pero alguien más debe haber estado metido en ese plan!!
Claro también esta lo del sectusempra que no se terminó de hacer mmm esos cliffies que sólo dejan más dudas qe respuestas hahaha
De nuevo muchísimas gracias Marth!! Un gran abrazo!
Alucinante espero que ahora se más seguidio.
¡Al fin! Muchas gracias por seguirlo. Hace más de un año publicaste el último y era de las mejores épocas de mi vida, y ahora que no estoy para nada bien me ánima que lo subes :3 ¡Gracias!
Llego, por fín… y muy bueno, gracias
Finalmente llegó! Casi había perdido las esperanzas 😀 gracias, Martín.
¿En la mejilla?. ¿En serio?. Pero que comedido regresaste, querido Martin.
Leyendo la historia no puedo dejar de recordar a algunos líderes incomprendidos… (mira que querer matar al pobre Al porque están aburridos en vez de aceptar haber sido liberados de «La Libertad» y trabajar por el nuevo régimen…) y a otros que quieren serlo y terminan capturados en una cavidad húmeda y caliente…
Me encantó que no le hubieras robado del todo sus «habilidades». Espero que ambos reciban su merecido. (¿Recuérdame si alguna vez Al has desollado a alguien?…)
¡Eres un genio!.
¡Excelente capítulo!. 😀
P.s. ¿Entre las clases de Al está el saber hacer el «Sectumsempra»?.
P.s. ¿Porqué «una gota de miel»?.
que emociónnnnn!!! no había otra forma de volver, verdad? :B Genial
Cómo que no es gran cosa? Está genial! Aún no pierdes esa buena (o mala, depende de como se vea xD) costumbre de terminar con un cliffhanger para dejarlo a uno con las ganas. No vayas a abandonar la historia de nuevo, espero que obtengas una inspiración navideña o algo así, pero por favor sigue escribiendo. Se que no soy el único que llevaba mucho tiempo esperando esto, así que por favor sigue así!!
P.D.: Cuando leí el «Sectunsemp..» lo primero que me vino a la mente fue que le habían cortado la pija a Albus xD!
Sos genial, enserio. Muchisimas gracias por este capitulo 😀
Por dios *u*
Graciaaaaas…. *-* espero sigas escribiendo q emocion
muchas gracias!!!! sjkcbadskcbvksdbhkabsdcjvascdsh no quepo de felicidad :’)