El clima en la carpa era irrespirable, tanto literalmente como en sentido figurado. En parte, porque hacía un calor sofocante, causado por la combinación de la gran cantidad de personas reunidas y por la cálida noche primaveral. Algunas mujeres mayores habían sacado sus abanicos, y las más jóvenes las miraban con envidia (pues aunque el abanico era algo totalmente pasado de moda, en esos momentos les hubiera resultado muy útil tener uno).
Los Weasley se habían reunido todos cerca de la mesa de los novios. Victoire había sido despertada con un Rennervate, y parecía más calmada que cuando le plantó cara a Jezebel Smith. Roxanne también se había recuperado del efecto de la Cruciatus de Smith, porque la Auror la había atacado en un momento de cólera, pero sin desear realmente herirla, por lo cual la maldición no estaba en su máxima potencia cuando la alcanzó. Todos tenían sus varitas en la mano, listos para batirse en duelo con cualquiera que viniera a amenazarlos.
Andrómeda Tonks, por su parte, estaba sentada en una mesa un poco alejada de la de los Weasley. Pese a que estaba tan molesta por la interrupción de la boda de su nieto como cualquier otro, ella era una Slytherin, y su primera reacción era la cautela. Apreciaba mucho a los Weasley, pero su prioridad era proteger a Teddy y a su nueva esposa. Ellos eran toda la familia que le quedaba, y no permitiría que nada les ocurriera. Así que la segunda hija de Cygnus y Druella Black mantendría los ojos bien abiertos.
De pronto, Lorcan Scamander que estaba asomado al exterior de la carpa, dijo:
—¡Alguien viene!
Casi todos los invitados se pusieron en guardia, excepto algunos que se alejaron lo más posible de la entrada de la carpa. Pero todos se relajaron un poco al ver que solo se trataba de Percy Weasley. Su madre Molly, su esposa y sus hijas corrieron a abrazarlo, mientras él les aseguraba que estaba bien, que no le habían hecho ningún daño.
—¿Qué querían contigo, hijo? —dijo Arthur.
—Eh… pues… —titubeó Percy—. Albus me… el Parlamento, perdón… me nombró… soy el nuevo ministro de la Magia.
Todos los presentes se quedaron asombrados ante la noticia.
—¿Significa eso que podemos irnos? —preguntó Lucy, rompiendo el silencio.
—Si dependiera de mí…
—¿Qué quieres decir con “si dependiera de mí”, Perce? ¿Acaso no eres el ministro? Los Aurores siguen órdenes tuyas —dijo Bill severamente.
—No es tan simple… Albus… él…
—¿Qué ocurre con Al? —preguntó Fred.
—Él es el nuevo viceministro, y no puedo tomar decisiones sin acordarlas con él primero.
—¿“Viceministro”? ¿Qué es eso? —preguntó Arthur— Nunca había escuchado hablar de ese cargo.
El rostro de Percy estaba tan ruborizado que Andrómeda pensó que si se apagasen todas las luces de la carpa, brillaría en la oscuridad.
—¿Acaso no lo entienden? —intervino la viuda de Ted Tonks en tono sensato— Albus acaba de inventarse ese cargo.
—¿Y tú lo aceptaste? —le reprochó George.
—¡No me mires así! —dijo Percy, ofendido—. ¿Preferirías que él hubiera puesto a otro como ministro? ¡Al menos así podré tratar de moderarlo un poco, de controlarlo!
—No puedes controlarlo, Percy —dijo Andrómeda—. Él te controlará a ti.
—¿Cómo lo sabe, señora Tonks? ¿Tan bien lo conoce? —replicó Percy.
—No, no demasiado. Pero soy una Slytherin, y sé cómo piensa tu sobrino.
—Les aseguro que no es así. ¡Albus me ha garantizado que todos ustedes están a salvo, que nadie les pondrá un dedo encima! ¡Yo conseguí que me prometiera eso!
Comprendiendo que Percy intentaba convencerse más a sí mismo que a los demás, Andrómeda no quiso contradecirlo. Audrey Weasley y ella intercambiaron idénticas miradas de preocupación, pero no dijeron nada.
—Él quiere hablar con nosotros.
—¿Quieres decir que está aquí? ¿Vendrá a la carpa? —preguntó Roxanne, alarmada.
—No, no. Está en la Madriguera, esperándonos.
—¿De qué podemos hablar con ese asesino? —dijo Molly despectivamente.
—Por favor, mamá —rogó Percy—. Albus jura que es inocente, que él no les hizo nada a Hugo ni a Ron…
—Creo —intervino Bill, antes de que Molly pudiera replicar— que sería prudente escuchar lo que Al tiene para decirnos. Acordarán conmigo en que si él nos quisiera muertos, podría asesinarnos fácilmente de muchas otras maneras. Deberíamos ir.
—Estoy de acuerdo —dijo Ginny.
—Eh… disculpa, Ginny, pero Albus me dijo que no quiere verte. Quiere hablar con todos… con todos menos contigo —dijo Percy.
—Pero… pero yo soy su madre.
—Él me dijo… que aún no está listo para volver a verte…
—¿Qué quieres decir con que “no está listo”? —lo presionó Ginny.
—Pues… me dijo esto: “dile a tu hermana que recuerde lo último que le dije”.
Ginny pareció abatida al escuchar esas palabras.
—¿Y qué pasa con el resto de los invitados a la boda, señor Weasley? —dijo Minerva McGonagall, usando el mismo tono imperioso que en los años en que era profesora de Percy en Hogwarts.
—El viceministro dice que pueden volver a sus casas. La… amenaza de los seguidores de Servilia Crouch ha… desaparecido. El hechizo anti-Aparición ha sido desactivado.
—Pues qué alegría me da oír eso —dijo McGonagall fríamente.
A medida que la noticia de que eran libres se iba difundiendo entre la multitud, la gente empezó a abandonar el lugar, muchos sin siquiera tomarse la molestia de despedirse de Teddy y Victoire.
—Madre, padre… ¿vamos? —dijo Percy nerviosamente.
—Supongo que no nos queda otra opción —dijo Molly con acritud.
Así, los dieciséis integrantes de la familia Weasley (contando a Teddy Lupin, el más flamante miembro del clan, y excluyendo a Ginny, que debía esperar en la carpa) abandonaron la carpa, acompañados por Andrómeda Tonks, quien se rehusó tajantemente a separarse de su nieto. Percy le permitió ir con ellos porque, en el fondo, sospechaba que lo que había dicho Andrómeda acerca de los auténticos planes de su sobrino era verdad, y le convenía tener a la señora Tonks allí para ver a Albus con sus propios ojos y transmitirle su diagnóstico.
La Madriguera estaba ahora rodeada de Aurores, y esperándolos en la puerta estaba Jezebel Smith, quién antes de abrírsela les dijo:
—Quisiera… disculparme por la conducta que tuve esta noche. Fue… poco profesional hacer lo que hice —dijo Jezzie solemnemente.
—Está bien, señorita Smith —dijo Roxanne, acercándosele con un gesto amistoso y besándola en la mejilla. No obstante, la chica aprovechó la proximidad para susurrarle: “Vuelves a hacer algo así, y te mato”. Jezzie no se alteró al oír esas palabras.
—Adelante —les indicó.
***
Albus los esperaba en la sala de estar. Había encontrado en el ático de la casa el viejo y poco usado tapiz con el árbol genealógico de los Weasley, que su abuelo había sacado de donde lo guardaban en 2024 para desheredarlo y expulsarlo oficialmente de la familia, y lo había colgado en la pared. En esos momentos, estaba examinando el tejido negro y chamuscado en el que había estado escrito su nombre. Pero cuando los Weasley entraron, él les dedicó la mejor de sus sonrisas.
—¡Qué lindo es volver a ver a mi familia! —les dijo. Los Weasley, que esperaban una recepción muchísimo más fría y hostil, se quedaron de una pieza, y él aprovechó la oportunidad para acercarse a su prima Victoire.
—Por Merlín, juro que nunca he visto a una novia más hermosa en mi vida, y creo que jamás la veré —le dijo, besándola en ambas mejillas—. Me alegra ver que Teddy y tú finalmente dieron el gran paso, primita. Toma —añadió, entregándole un paquete envuelto en papel verde y plateado. Victoire abrió el paquete, y pronto se encontró sosteniendo un collar de perlas.
—¿Qué es esto? —preguntó la novia.
—Un collar, Victoire. Considéralo mi regalo de bodas.
—Gracias. Es… muy bonito.
—De nada. ¿Por qué no te lo pruebas? Yo te ayudaré a ponértelo.
Victoire le dio la espalda, permitiendo que Albus se parase detrás de ella y le colocase el collar de perlas en el cuello. Luego el muchacho se puso frente a la novia y dijo:
—Ese collar es muchísimo más hermoso en tu cuello que en el de su anterior propietaria, querida.
—¿Su anterior propietaria? —dijo Victoire, intrigada.
—Me refiero a Servilia Crouch. Tomé esto de su despacho. No creo que lo vaya a necesitar adónde la envié —dijo Albus en tono inocente. Victoire se estremeció ligeramente al pensar en el origen de este regalo, pero no se atrevió a protestar ni a quitárselo.
“Una ofrenda a la Victoria”, pensó Albus, mientras se volvía hacia el novio.
—Teddy, bienvenido a la familia —y lo abrazó—. Espero que pronto hagas a Bill y a Fleur abuelos. Señora Tonks —dijo, distinguiendo a Andrómeda, que se hallaba cerca de su nieto—, siempre es un placer.
—Lo mismo digo, Albus —dijo Andrómeda, besándolo en la mejilla—. ¡Vaya, cuánto has crecido! Eres todo un hombre. Cada vez más parecido a tu padre.
La mención a Harry hizo que Albus, pareciera incomodarse durante una fracción de segundo, pero luego sonrió, asintió con la cabeza, y se dirigió a Fleur. El joven viceministro fue saludando a todos sus familiares con la obvia excepción de Percy. La reacción de algunos, como George, Arthur y Molly, era quedarse muy tiesos, como sin decidir qué actitud tomar, mientras que otros, como Bill, Audrey y Charlie, le devolvían sus palabras corteses, aunque con mucha más timidez que Andrómeda.
—¿Nos sentamos? —dijo Albus, ocupando un sillón, y sus parientes se fueron sentando en los restantes. Al se reclinó en su sillón, observándolos a todos con aparente calidez, y dijo:— Primero que nada, ¿a quién tengo que matar para conseguir una copa de champaña?
Los Weasley se pusieron algo nerviosos ante esas palabras, pero Victoire hizo un movimiento de varita y una copa llena de aquel burbujeante líquido apareció en la mesita ubicada junto al sillón de Albus.
—Gracias —dijo Albus, llevándosela a los labios y comenzando a bebérsela. Mientras tanto, Percy decidió romper el hielo:
—Bien, ahora que nos hemos reconciliado… —dijo el ministro con una sonrisa que parecía dibujada en su rostro.
—¿“Reconciliado”? ¿Crees que el hecho de que estemos sentados en el mismo salón lo resuelve todo? —exclamó George—. ¡Tú tienes muchas cosas que explicar, jovencito! —exclamó, apuntando a Albus con el dedo.
—Voy a ignorar lo de “jovencito” —dijo Albus, tras soltar una risita—. Apuesto a que cuando tenías mi edad odiabas que te hablasen así. Y si hubieras sido el viceministro de la Magia, lo habrías odiado aún más, George.
—¿A qué has venido? —dijo Arthur.
—A hacer las paces. A demostrarles que mis intenciones son y siempre han sido las más honorables. He cometido errores, y también excesos, pero les puedo prometer que no habrá más derramamientos de sangre… al menos no por culpa mía. Todos los partidarios de Crouch están muertos o detenidos. Servilia Crouch será juzgada y se demostrará, más allá de cualquier duda razonable, que ella es la asesina de Hugo Weasley, así como de muchos otros asesinatos y crímenes de otra índole.
“Se tendrán que tomar medidas extremas para garantizar la estabilidad de nuestro nuevo orden, pero solo será por un breve lapso de tiempo. Lo que necesito es saber que todos ustedes están dispuestos a darme una oportunidad de demostrar que soy inocente. Solo eso. Permanezcan en sus casas, no se involucren en actividades subversivas y, por favor, concurran al juicio que celebraremos contra Servilia Crouch el 5 de junio.
“Eso es todo —dijo, poniéndose de pie y dirigiéndose a la puerta. Pero antes de abandonar el cuarto, se volvió hacia los Weasley, que parecían aún más desconcertados que antes—. Una última cosa: ¿se dan cuenta de que entre todos podrían haberme matado fácilmente? Ustedes son diecisiete magos y brujas adultos, y yo soy apenas un mago de veintitrés años, con menos experiencia y conocimientos que muchos de los aquí presentes. Sin embargo, no lo hicieron. Soy su familia, sangre de su sangre… y eso corre también para la señora Tonks, aunque nuestro parentesco es más distante. No olviden eso. Si luchan contra mí, luchan contra un primo, un sobrino y un nieto.
Tras decir eso, cerró la puerta de la sala de estar. Mientras caminaba hacia la puerta de la Madriguera, sonrió y pensó: “Sí, podrían haberme matado fácilmente, si yo no tuviera la Varita de Saúco en mi poder. Claro que las comadrejas nunca lo sabrán. Eso es lo bueno de lidiar con personas con conciencia. A veces uno solo tiene que dejar que se atormenten solas.”
***
Albus seguía profundamente disgustado cuando se reencontró con Valerie. Ni siquiera su abrazo y su apasionado, casi feroz, beso, le devolvieron del todo su buen humor.
—Por Merlín, Al, estoy tan orgullosa de ti…
—Gracias —replicó secamente.
—¿Qué te pasa?
—Esos idiotas del Parlamento —respondió Al—. Hubo un pequeño conato de rebeldía. Y tuve que ponerme algo agresivo…
—Ah, sí, Isaac me lo contó todo. ¿Quieres hablar al respecto? —dijo Valerie
—No tengo tiempo —dijo Albus—. Debo ir a ocuparme de los Weasley.
Y tras darle un rápido beso en los labios, se dirigió hacia la puerta del despacho, pero Valerie lo tomó del brazo.
—Espera. No te vayas así.
—¿Por qué?
—Tienes que tener la cabeza fría al tratar con tu familia, Al. Podrías hacerles… hacer algo de lo que después te arrepentirías.
—¿La cabeza fría? Es sorprendente escuchar eso de boca de alguien que hace una hora o quizá menos asesinó a Anthony Goldstein sin vacilar. ¿Ahora tienes escrúpulos con respecto a esos Weasley?
—Lo maté por decisión tuya, Al —le recordó la joven, sin enfadarse—. Dijiste que si Crouch le confió a Goldstein la tarea de matar a Dawlish, entonces era demasiado peligroso para dejarlo con vida, y yo estuve de acuerdo. Pero con los Weasley debemos ser más diplomáticos, amor.
—¿No lo entiendes? ¡No necesitamos ser diplomáticos con nadie ahora! ¡El poder es nuestro! ¡El momento que tanto esperábamos ya llegó! ¡Ahora solo tenemos que dar órdenes! —dijo Al, entusiasmado.
—Cálmate, querido, y piensa por un segundo. Los Weasley son tu familia materna, y son Gryffindors de pies a cabeza. Si tú vas a “darles órdenes”, solo lograrás que se rebelen abiertamente contra ti. Y tendrás que matarlos. ¿Realmente quieres eso?
—Si se rebelan, merecen la muerte. Esto es una revolución, Valerie. La revolución le debe, a los buenos ciudadanos, protección, y a sus enemigos, la muerte.
—Tranquilízate, Albus —dijo ella, acariciándole los hombros suavemente—. No te dejes llevar por el triunfalismo. Sí, esto es una revolución, pero debe ser una revolución silenciosa. Sin masacres. Tú mismo decidiste esto cuando preferiste engañar a Dawlish en vez de simplemente presentarte en el Ministerio con la Varita de Saúco a vencer a toda la División… cosa que hubieras podido hacer, pero que hubiera costado muchas más vidas. Pero si vas con este estado de ánimo a la Madriguera, terminarás asesinando a tu propia familia. ¿Crees que eso se verá bien?
—Nunca imaginaría que tú, entre todas las personas, me aconsejarías moderación —dijo Albus, que parecía haber recuperado cierta mesura.
—Esta es tu victoria, amor. Es natural que sea a ti a quien se le suba a la cabeza. Nosotros hemos puesto nuestra parte, pero el que venció a Harry Potter fuiste tú. Y si actúas como un verdadero Slytherin, podrás gozar de sus frutos.
—Me recuerdas al chiste de los dos toros. Resulta que…
—Ya me basta con saber que hay dos animales de granja involucrados para imaginarme lo vulgar que debe ser —lo interrumpió Valerie. Albus soltó una carcajada y la besó en la mejilla.
—Como quieras, amor. Seré paciente con las comadrejas. Quizá las apacigüe el saber que nombré ministro a Weatherby.
Y, tras darle un último beso en la boca, esta vez tan cálido y apasionado como el de Valerie, abandonó la oficina.